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La construcción de ferrocarriles permitió la exportación de productos agrícolas y mineros de México a mercados extranjeros, lo que ayudó a impulsar el crecimiento económico del país. Sin embargo, la construcción de ferrocarriles también provocó el desplazamiento de muchas comunidades, la destrucción de hábitats naturales y la introducción de especies invasoras. La construcción de ferrocarriles fue un gran logro para el país, pero también afectó significativamente al medio ambiente y a las comunidades que vivían cerca de las vías férreas. Además, los ferrocarriles se construyeron principalmente para servir a los intereses de las élites y los inversores extranjeros, y no a la mayoría de la población.[[Fichier:Velasco_Ferrocarril.jpg|thumb|200px|<small>El ferrocarril representó uno de los avances de la economía del Porfiriato y fue expuesto ante el mundo como símbolo de progreso. La cultura mexicana en la época de Díaz tuvo rasgos de la economía, como este cuadro de José María Velasco, en que se refleja el ferrocarril del Valle de México.</small>]]
La construcción de ferrocarriles permitió la exportación de productos agrícolas y mineros de México a mercados extranjeros, lo que ayudó a impulsar el crecimiento económico del país. Sin embargo, la construcción de ferrocarriles también provocó el desplazamiento de muchas comunidades, la destrucción de hábitats naturales y la introducción de especies invasoras. La construcción de ferrocarriles fue un gran logro para el país, pero también afectó significativamente al medio ambiente y a las comunidades que vivían cerca de las vías férreas. Además, los ferrocarriles se construyeron principalmente para servir a los intereses de las élites y los inversores extranjeros, y no a la mayoría de la población.[[Fichier:Velasco_Ferrocarril.jpg|thumb|200px|<small>El ferrocarril representó uno de los avances de la economía del Porfiriato y fue expuesto ante el mundo como símbolo de progreso. La cultura mexicana en la época de Díaz tuvo rasgos de la economía, como este cuadro de José María Velasco, en que se refleja el ferrocarril del Valle de México.</small>]]
   
   
Gracias al tren, Díaz logró ampliar el aparato estatal y la movilidad del ejército, lo que también significa que está ampliando el número de funcionarios públicos; en esta carrera por el progreso hay intentos de traer inmigrantes europeos, pero en realidad muy pocos llegan a México, ya que la población no puede ser lavada, el gobierno de Díaz fomenta la educación primaria pública y la higiene que son formas de "mejorar la raza".
La construcción de ferrocarriles bajo el régimen porfirista permitió la expansión del aparato estatal y la movilidad del ejército, así como el aumento del número de funcionarios. El gobierno también intentó atraer emigrantes europeos a México como forma de "blanquear" a la población. Sin embargo, muy pocos vinieron realmente, ya que las condiciones de vida en México no eran lo suficientemente atractivas.
 
Las cifras económicas de este período son impresionantes; entre 1884 y 1900, el producto nacional bruto aumentó un 8% anual y se formó una economía nacional real con un mercado interno.
El gobierno de Díaz también promovió la educación primaria pública y la higiene como formas de "mejorar la raza". El gobierno creía que educando y mejorando la salud de la población podrían mejorar la calidad general de la población y reducir el número de individuos "inferiores". Sin embargo, estas políticas no se aplicaron para beneficiar a la mayoría de la población, sino a las élites y a los inversores extranjeros. Estas políticas fueron muy criticadas por estar basadas en ideas racistas y eugenésicas, y por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que no mejoraban las condiciones de vida de la mayoría de la población. Además, el énfasis en "blanquear" a la población fue criticado por racista y por promover la marginación de las comunidades indígenas y afromexicanas.
 
Lo que debemos ver es que la gran mayoría de los mexicanos están excluidos de este progreso, mientras que la economía está cada vez más dominada por los extranjeros. Muchas plantaciones tropicales, minas, ferrocarriles, industria petrolera, bancos e industria ligera son propiedad de extranjeros, muchos de los cuales provienen de los Estados Unidos.
Las cifras económicas del periodo porfirista son impresionantes, ya que el producto nacional bruto (PNB) aumentó una media del 8% anual entre 1884 y 1900. En este periodo se dio una importante expansión económica y se formó una verdadera economía nacional con un mercado interno. La construcción de ferrocarriles, la expansión de la agricultura orientada a la exportación y la modernización de la industria contribuyeron a este crecimiento económico.
 
Las disparidades regionales se están ampliando; para toda la región central de México sigue siendo el granero de México, produciendo principalmente maíz, trigo y frijoles, pero esto no es suficiente para la población, que está creciendo, sino que se están desarrollando pequeñas industrias en estos valles. La mayor parte de la tierra está ocupada por grandes terratenientes, especialmente para cultivos de exportación a través de la caña de azúcar.
En este periodo también se produjo un aumento de la inversión extranjera y la modernización del país, con la construcción de infraestructuras, como ferrocarriles, puertos y líneas telegráficas, y la modernización de la industria y la minería del país. La expansión de la economía orientada a la exportación contribuyó a estimular el crecimiento económico. Sin embargo, también condujo a una concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, y se basó en la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población. El crecimiento económico durante este periodo fue impresionante, pero también tuvo importantes consecuencias sociales y medioambientales. La concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite condujo a una pobreza y desigualdad social generalizadas, y a la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población. Además, estas políticas fueron muy criticadas por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada.
 
El Norte se convirtió en una región minera, se desarrolló la producción de cobre, plomo y zinc además de la plata, se agregó el cultivo de algodón y se establecieron algunas industrias ligeras. La población del Norte está creciendo, 300,000 mexicanos empobrecidos y especialmente campesinos mexicanos del centro que han perdido sus tierras emigrarán, pero también 15,000 estadounidenses que se establecen y son inversionistas, dueños de minas y grandes haciendas.
Mientras la economía crecía durante el Porfiriato, la mayoría de los mexicanos quedaban excluidos de los beneficios de este progreso. La economía estaba cada vez más dominada por los inversores extranjeros, sobre todo estadounidenses, que poseían una parte importante de las plantaciones tropicales, las minas, los ferrocarriles, el petróleo, los bancos y la industria ligera. Esto condujo a una concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, y se basó en la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población.
 
La mayoría de los mexicanos, en particular los pequeños agricultores y las comunidades indígenas, fueron desplazados y desposeídos de sus tierras. La mayoría de la población quedó marginada y excluida de los beneficios del crecimiento económico. Además, este modelo económico dependía en gran medida de la explotación de los recursos naturales, lo que provocó la degradación del medio ambiente y la destrucción de los modos de vida tradicionales. Cabe señalar que estas políticas fueron muy criticadas por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada. Además, la dependencia de la inversión extranjera y la explotación de los recursos naturales fueron criticadas por no ser sostenibles y por no promover el desarrollo del país a largo plazo.
 
Durante el periodo porfirista, las disparidades regionales en el país crecieron considerablemente. La región central de México, conocida como el granero de México, seguía produciendo principalmente maíz, trigo y frijoles, pero esto no era suficiente para alimentar a una población en rápido crecimiento. Se estaban desarrollando pequeñas industrias en la región, pero no podían seguir el ritmo de la creciente demanda de alimentos y otros bienes.
 
La mayor parte de la tierra de la región central pasó a manos de los grandes terratenientes, que se centraron en los cultivos de exportación, como la caña de azúcar, lo que significaba que había menos tierra disponible para el cultivo de alimentos básicos como el maíz, el trigo y las judías. Esto provocó una escasez de estos alimentos básicos y un aumento de los precios de los alimentos, lo que fue especialmente problemático para los sin tierra y los grupos marginados que no podían permitirse comprar alimentos a estos precios.
 
Además, el excedente de mano de obra sin tierra provocó un descenso de los salarios, ya que los empresarios podían pagar salarios más bajos debido a la gran competencia por los puestos de trabajo. Esto, unido a la subida de los precios de los alimentos, provocó un descenso del nivel de vida de la mayoría de la población de la región central.
 
Durante el periodo porfirista, la región norte de México experimentó cambios significativos, convirtiéndose en una importante región minera. Se desarrolló la producción de cobre, plomo, zinc y plata, así como el cultivo del algodón y el establecimiento de industrias ligeras. La población del norte también aumentó, como resultado de la migración de 300,000 mexicanos empobrecidos, particularmente campesinos del centro de México que habían perdido sus tierras, así como el asentamiento de alrededor de 15,000 estadounidenses que eran inversionistas, dueños de minas y grandes haciendas.
 
El desarrollo de la minería y las industrias ligeras en el norte creó nuevas oportunidades de trabajo, que atrajeron a muchos emigrantes de otras partes del país. Sin embargo, la mayoría de estos empleos estaban mal pagados y eran peligrosos, y las condiciones de vida de la mayoría de la población del Norte eran malas. Además, la concentración de la propiedad de la tierra en manos de una pequeña élite y el cambio hacia una agricultura orientada a la exportación provocaron una pobreza y una desigualdad social generalizadas.


== La Orden ==
== La Orden ==

Version du 25 janvier 2023 à 09:33


Los regímenes de "Orden y Progreso" en América Latina, que se implantaron a finales del siglo XIX y principios del XX, tenían como objetivo modernizar e industrializar sus países, promover el crecimiento económico y crear un gobierno fuerte y centralizado. Estos regímenes, dirigidos por líderes autoritarios, aplicaron a menudo políticas como la modernización de las infraestructuras, la expansión de la educación y la sanidad pública y la supresión de la disidencia política. Sin embargo, también provocaron abusos generalizados de los derechos humanos, la supresión de las poblaciones indígenas y obreras, y la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

En México, el régimen de Porfirio Díaz, que gobernó de 1876 a 1910, aplicó políticas de "Orden y Progreso" como medio de modernizar el país. El gobierno de Díaz construyó ferrocarriles, carreteras y otras infraestructuras, y fomentó la inversión extranjera. Sin embargo, estas políticas también condujeron a la supresión de la disidencia política, la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite y abusos generalizados de los derechos humanos. Esto provocó un descontento generalizado entre el pueblo mexicano, especialmente entre la clase trabajadora y las poblaciones indígenas, que finalmente desembocó en la Revolución Mexicana de 1910-1920.

A finales del siglo XIX y principios del XX, ideologías occidentales como el racismo y el darwinismo social fueron ampliamente aceptadas y desempeñaron un papel importante en la justificación del statu quo social en América Latina. Estas ideologías se utilizaron para justificar la explotación desproporcionada de los trabajadores, en particular de los pertenecientes a grupos marginados como los indígenas y los afrolatinoamericanos. El racismo, que sostenía que ciertas razas eran intrínsecamente superiores a otras, se utilizó para justificar la subyugación de las poblaciones indígenas y afrolatinoamericanas. El darwinismo social, que sostenía que ciertos grupos o clases eran biológicamente superiores y, por tanto, tenían derecho a dominar a los demás, también se utilizó para justificar la explotación de los trabajadores y la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

En el contexto de América Latina, estas ideologías se utilizaron para justificar la continuación de prácticas de explotación laboral, como el trabajo forzoso y el peonaje por deudas, incluso después de la abolición formal de la esclavitud en muchos países. También desempeñaron un papel en la supresión de la disidencia política y los abusos de los derechos humanos por parte de los regímenes de "Orden y Progreso".

El liberalismo económico, que hace hincapié en una intervención mínima del gobierno en la economía y en la protección de los derechos de propiedad privada, se desarrolló en América Latina durante el último cuarto del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, es importante señalar que este sistema económico no se desarrolló en el vacío, sino con una importante intervención estatal y subvenciones. Los gobiernos de América Latina durante este periodo, a menudo dirigidos por líderes autoritarios, aplicaron políticas para promover el crecimiento económico y la modernización, como la construcción de infraestructuras, el fomento de la inversión extranjera y la represión de la disidencia política. También proporcionaron subsidios y protección a los grandes terratenientes e industriales, mientras reprimían las protestas y la disidencia de los trabajadores y los pequeños agricultores.

Además, se aplicaron políticas migratorias patrocinadas por el Estado para "blanquear" a la población fomentando la migración de europeos a la región. Esto se hizo con el fin de crear una nueva demografía más favorable a las políticas económicas del Estado y a los intereses de la élite gobernante.

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La ideología positivista

El contexto en América Latina

Durante el último cuarto del siglo XIX, muchos Estados latinoamericanos se vieron influidos por la ideología positivista, que hacía hincapié en la importancia del pensamiento científico y racional para comprender el mundo y promover el progreso social. Esta ideología se veía como una forma de emular el rápido desarrollo y modernización de Estados Unidos y de contrarrestar la amenaza que se percibía del imperialismo estadounidense en las Américas.

Muchos líderes latinoamericanos adoptaron el positivismo como medio para modernizar sus países y promover el crecimiento económico. Creían que aplicando políticas basadas en principios científicos y en el pensamiento racional podrían crear un Estado fuerte y centralizado, mejorar las infraestructuras y promover la educación y la salud pública.

Sin embargo, el positivismo también se utilizó para justificar la supresión de la disidencia política y los abusos de los derechos humanos por parte de los regímenes de "Orden y Progreso". Los positivistas creían que el progreso social sólo podía lograrse suprimiendo los elementos "atrasados" de la sociedad y creando una población homogénea mediante la supresión de las culturas indígenas y las políticas migratorias.

El desarrollo de las vías de comunicación y el aumento de la población en América Latina a mediados del siglo XIX desempeñaron un papel importante en el incremento de la producción y las exportaciones de materias primas. La construcción de ferrocarriles, carreteras y puertos mejoró el transporte y facilitó la extracción, el transporte y la exportación de recursos como minerales, productos agrícolas y fibras naturales.

El crecimiento demográfico también provocó un aumento de la demanda de materias primas y productos agrícolas, tanto a escala nacional como internacional, lo que fomentó la expansión de estas industrias. Además, la expansión de estas industrias creó puestos de trabajo y contribuyó a impulsar el crecimiento económico.

El aumento de la producción y la exportación de materias primas también tuvo un impacto significativo en las economías de muchos países latinoamericanos. Pasaron a depender de la exportación de estos recursos, lo que los hizo vulnerables a las fluctuaciones de los precios del mercado mundial. Esto, a su vez, provocó la concentración de la riqueza en manos de una pequeña élite que controlaba estas industrias, mientras que la mayoría de la población seguía siendo pobre y quedaba excluida de los beneficios del crecimiento económico.

La brecha entre América Latina y el norte y oeste de Estados Unidos se amplió considerablemente a finales del siglo XIX y principios del XX. Esto se debió a una serie de factores, entre ellos las diferencias económicas, políticas y sociales entre ambas regiones.

Desde el punto de vista económico, el norte y el oeste de Estados Unidos tenían una economía más desarrollada y diversificada, mientras que América Latina dependía en gran medida de la exportación de materias primas. Esto hacía a América Latina más vulnerable a las fluctuaciones de los precios del mercado mundial y provocaba el aumento de las diferencias de riqueza y nivel de vida entre ambas regiones.

Políticamente, Estados Unidos tenía un gobierno más estable y democrático, mientras que América Latina se caracterizaba por regímenes autoritarios, inestabilidad política y abusos de los derechos humanos. Esto hacía de Estados Unidos un destino más atractivo para la inversión extranjera y la inmigración.

Socialmente, Estados Unidos tenía un sistema educativo y sanitario más desarrollado y un nivel de vida más alto, mientras que América Latina presentaba importantes desigualdades sociales y económicas.

Además, la dependencia de América Latina del comercio y la inversión empezó a desplazarse de Inglaterra a Estados Unidos, a medida que este país emergía como potencia económica y política dominante en la región. Este cambio de dependencia dio lugar a una mayor influencia económica, política y cultural de Estados Unidos sobre América Latina, que ha tenido consecuencias tanto positivas como negativas.

La influencia del darwinismo social

En Estados Unidos, el darwinismo social se utilizó para explicar el éxito económico del país afirmando que la raza anglosajona era biológicamente superior a otros grupos. Esta creencia se utilizó para justificar la subyugación de los grupos no blancos y no anglosajones, incluidos los inmigrantes, los afroamericanos y los nativos americanos. El darwinismo social se utilizó como justificación de políticas discriminatorias como la segregación y la exclusión de oportunidades políticas, sociales y económicas.

En América Latina, la ideología del darwinismo social se utilizó de forma similar para justificar el statu quo económico y social afirmando que la mayoría de la población, de ascendencia africana y amerindia, es inferior y, por tanto, responsable del atraso de la nación. Esta creencia se utilizó para justificar la supresión de las culturas indígenas, la asimilación forzosa de las poblaciones indígenas y afrolatinoamericanas, y la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

Para muchas élites latinoamericanas, el atraso de sus naciones no se consideraba una ley divina, sino el resultado de las acciones y decisiones humanas. Esta creencia llevaba a pensar que la situación podía remediarse mediante el esfuerzo humano, como la modernización y el desarrollo económico.

Esta perspectiva es diferente de la de muchas élites protestantes de Estados Unidos, que a menudo veían el éxito económico y el dominio de su país como un signo del favor de Dios y consideraban la subyugación de los grupos no blancos y no anglosajones como parte de un plan divino. Esta creencia se utilizó para justificar las políticas discriminatorias y opresivas hacia estos grupos, y para resistirse a los esfuerzos de reforma y cambio social.

Muchas élites latinoamericanas, compuestas en su mayoría por individuos blancos, sostenían la creencia de que los indígenas, los mestizos y los no blancos eran inferiores y responsables del retraso percibido en sus naciones. A menudo consideraban a estos grupos un obstáculo para la modernización y el desarrollo económico.

Sin embargo, estas mismas élites también creían que este atraso podía superarse implantando regímenes de "Orden y Progreso" muy influidos por el positivismo. El positivismo, con su énfasis en el pensamiento científico y racional, se veía como una forma de modernizar e industrializar el país, y de crear un gobierno fuerte y centralizado. Las élites creían que aplicando políticas basadas en el positivismo podrían mejorar las infraestructuras, promover la educación y la sanidad pública y lograr el progreso social.

Esta perspectiva de las élites fue muy problemática, ya que condujo a abusos generalizados de los derechos humanos y a la supresión de las poblaciones indígenas y obreras. Las políticas aplicadas bajo el disfraz de "Orden y Progreso" a menudo dieron lugar a la concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, mientras que dejaban a la mayoría de la población marginada y excluida de los beneficios del crecimiento económico.

La filosofía positivista

El positivismo es una filosofía desarrollada por el filósofo francés Auguste Comte a mediados del siglo XIX. Hace hincapié en la importancia del pensamiento científico y racional para comprender el mundo y promover el progreso social. El positivismo sostiene que las sociedades humanas evolucionan de forma lineal y predeterminada, pasando por tres etapas: la teológica, la metafísica y la científica o positiva. Según Comte, la etapa positiva es la última etapa del desarrollo humano, en la que la sociedad se guía por principios científicos y por la racionalidad, y no por creencias religiosas o sobrenaturales.

En esta filosofía, Comte también creía que las sociedades progresarían a través de un proceso natural de selección, en el que las sociedades mejor dotadas sobrevivirían y evolucionarían, mientras que las demás se extinguirían. Creía que el progreso de la sociedad humana podía medirse por el grado de integración social y el grado de conocimiento científico.

El positivismo fue ampliamente adoptado en América Latina como medio para emular el rápido desarrollo y modernización de Estados Unidos y Europa, y para contrarrestar la amenaza percibida del imperialismo estadounidense en las Américas. Sin embargo, como hemos comentado anteriormente, también se utilizó para justificar la supresión de la disidencia política y los abusos de los derechos humanos por parte de los regímenes de "Orden y Progreso". También condujo a la supresión de las culturas indígenas y a la asimilación forzosa, así como a la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

Según el positivismo, la evolución de las sociedades puede acelerarse mediante el liberalismo económico, que hace hincapié en una intervención mínima del gobierno en la economía y en la protección de los derechos de propiedad privada. Los positivistas creían que creando un entorno favorable para el crecimiento económico y el desarrollo, las sociedades progresarían de forma natural hacia la etapa positiva.

Los positivistas también creían que era necesario un gobierno fuerte dirigido por una pequeña élite para guiar a la sociedad hacia el progreso, ya que creían que las masas no eran capaces de tomar decisiones racionales. Esta creencia llevó a la aplicación de políticas autoritarias y a la supresión de la disidencia política por parte de los regímenes de "Orden y Progreso" en América Latina.

Además, el Positivismo rechazaba la idea de proteger los derechos de las clases trabajadoras, ya que creía que el progreso social sólo podía lograrse suprimiendo a los elementos "atrasados" de la sociedad y creando una población homogénea. Esto condujo a la supresión de los derechos laborales, el trabajo forzado y el peonaje por deudas, y a la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

El positivismo intentó conciliar la idea de progreso con el orden social tradicional, lo que resultó atractivo para muchas élites latinoamericanas que pretendían modernizar sus países sin alterar fundamentalmente las jerarquías económicas y socio-raciales existentes. Estas élites eran a menudo reacias a desafiar las estructuras de poder existentes y no estaban dispuestas a conceder plenos derechos de ciudadanía a las clases trabajadoras.

La idea de conciliar el progreso con la tradición permitió a estas élites justificar el mantenimiento de sus propios privilegios y poder, al tiempo que promovían la modernización y el crecimiento económico. Creían que aplicando políticas basadas en el positivismo podrían mejorar las infraestructuras, promover la educación y la sanidad pública y lograr el progreso social sin cambiar fundamentalmente las estructuras de poder existentes ni conceder los mismos derechos a todos los ciudadanos.

Sin embargo, este enfoque condujo a abusos generalizados de los derechos humanos y a la represión de la disidencia política, así como a la supresión de las poblaciones indígenas y de la clase trabajadora. Las políticas aplicadas bajo el disfraz de "Orden y Progreso" a menudo dieron lugar a la concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, mientras que dejaban a la mayoría de la población marginada y excluida de los beneficios del crecimiento económico.

El positivismo en América Latina

El positivismo se extendió rápidamente por América Latina a finales del siglo XIX y principios del XX, y su filosofía reflejaba las características de la región durante ese periodo de tiempo. Las élites, compuestas en su mayoría por individuos blancos, utilizaron el positivismo para justificar el mantenimiento de sus propios privilegios y poder, al tiempo que promovían la modernización y el crecimiento económico. Creían que aplicando políticas basadas en el positivismo podrían mejorar las infraestructuras, promover la educación y la sanidad pública y lograr el progreso social sin cambiar fundamentalmente las estructuras de poder existentes ni conceder los mismos derechos a todos los ciudadanos.

Sin embargo, este enfoque condujo a abusos generalizados de los derechos humanos y a la represión de la disidencia política, así como a la supresión de las poblaciones indígenas y de la clase trabajadora. Las políticas aplicadas con el pretexto del "Orden y el Progreso" a menudo dieron lugar a la concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, mientras dejaban a la mayoría de la población marginada y excluida de los beneficios del crecimiento económico.

Las élites también siguieron manipulando los principios del liberalismo económico y político para mantener una jerarquía socio-racial colonial que les garantizara el control de los recursos económicos, incluido el control de la tierra mediante la concentración de la propiedad de la tierra y el control de la mano de obra mediante la represión de cualquier contestación.

Bandera de Brasil con la noción "ORDEM E PROGRESSO", que es el lema del positivismo fundado por el filósofo francés Auguste Comte.

A partir del último cuarto del siglo XIX, vemos surgir una era en la que los poderosos gozan de mayor libertad, pero se suprimen los derechos y la representación democrática de la mayoría de la población. Las políticas aplicadas por los "regímenes de orden y progreso" en América Latina estaban destinadas a promover el crecimiento económico y la modernización, pero a menudo se aplicaban a expensas de los derechos y el bienestar de la mayoría de la población.

La élite, compuesta a menudo por individuos blancos, utilizó su poder para mantener el control de los recursos económicos, incluido el control de la tierra a través de la concentración de la propiedad y el control de la mano de obra mediante la represión de cualquier contestación. También reprimieron la disidencia política y los abusos contra los derechos humanos para mantener su poder y sus privilegios.

Estas políticas condujeron a abusos generalizados de los derechos humanos, a la represión de la disidencia política, a la supresión de las poblaciones indígenas y obreras, y a la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite. Los derechos y la representación democrática de la mayoría de la población fueron sacrificados en nombre del crecimiento económico y la modernización. Aunque la situación era grave e injusta, es importante recordar que no todas las élites de la región tenían los mismos puntos de vista, y que no todas las políticas aplicadas por los regímenes de "Orden y Progreso" eran negativas. Algunas tuvieron un impacto positivo en áreas como la educación, la ciencia y la tecnología.

Para las élites de América Latina, el progreso se definía a menudo por el crecimiento de las exportaciones de productos tropicales y la minería, así como por la confiscación de tierras a pequeños agricultores y comunidades indígenas por parte de los grandes terratenientes. Esto se veía como una forma de modernizar el país y aumentar el crecimiento económico.

La construcción de ferrocarriles y la modernización de las ciudades también se consideraron una forma de abrir el país a la inversión extranjera y promover el crecimiento económico. Sin embargo, estas políticas provocaron a menudo el desplazamiento de pequeños agricultores y comunidades indígenas, y la concentración de tierras en manos de una pequeña élite.

Estas políticas, aunque fomentaron el crecimiento económico, también tuvieron consecuencias negativas para la mayoría de la población. Los pequeños agricultores y las comunidades indígenas se vieron a menudo desplazados de sus tierras y se quedaron con escasos medios de subsistencia. La concentración de la tierra en manos de una pequeña élite provocó una pobreza generalizada y desigualdad social, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico. Estas políticas no fueron exclusivas de América Latina, sino que se aplicaron políticas similares en otras regiones del mundo durante este periodo, con consecuencias parecidas.

El concepto de "Orden" en los "Regímenes de Orden y Progreso" en América Latina a menudo implicaba el desarrollo y la modernización del ejército, a menudo con la ayuda de misiones militares de países como Alemania. El ejército fue reforzado y utilizado para reprimir la disidencia política y mantener el control social.

La restauración de muchas prerrogativas de la Iglesia Católica, suprimidas bajo los gobiernos liberales, también se consideró un elemento clave del "Orden". Esto incluía el retorno de la influencia de la Iglesia en la educación y en la vida pública, y la supresión de las minorías religiosas y los movimientos laicos.

La oposición a estas políticas se silenció a menudo mediante la censura, el retorno del voto censitario, que restringía el derecho de voto a una pequeña parte de la población, y la brutal represión de los trabajadores y pequeños agricultores que se movilizaban contra estos cambios. Estas políticas condujeron a abusos generalizados de los derechos humanos, a la supresión de la disidencia política y a la concentración de poder en manos de una pequeña élite.

Los regímenes positivistas, muy influidos por las ideas de "Orden y Progreso", se implantaron en muchos países latinoamericanos a finales del siglo XIX y principios del XX. Algunos ejemplos de estos regímenes son los de Rafael Reyes en Colombia y Manuel Estrada Cabrera en Guatemala.

Dos países especialmente notables por su asociación con estos regímenes son México y Brasil. En México, el régimen de Porfirio Díaz, que gobernó de 1876 a 1911, fue uno de los más influyentes y duraderos de estos regímenes. El gobierno de Díaz promovió la modernización y el crecimiento económico, pero también reprimió la disidencia política y mantuvo un fuerte control autoritario del poder.

Del mismo modo, en Brasil, la Primera República (1889-1930) también se proclamó como un régimen de "Orden y Progreso". Este régimen pretendía promover la modernización, la industrialización y el crecimiento económico, pero también reprimía la disidencia política y mantenía un fuerte control autoritario del poder. La frase "Ordem e Progresso" (Orden y Progreso) se inscribió en la bandera brasileña durante este periodo, reflejando el compromiso del gobierno con estos ideales.

El Porfiriato o régimen de Porfirio Díaz en México: 1876 - 1911

General Porfirio Díaz.

El Porfiriato, también conocido como régimen de Porfirio Díaz, fue un periodo de la historia de México que duró de 1876 a 1911 y se caracterizó por el fuerte gobierno autoritario del Presidente Porfirio Díaz. Este régimen estuvo fuertemente influenciado por el positivismo, que enfatizaba el pensamiento científico y racional como medio para promover el progreso social.

Durante el Porfiriato, el gobierno de Díaz implementó políticas dirigidas a modernizar e industrializar México, incluyendo la construcción de ferrocarriles, la expansión de la inversión extranjera y la promoción de la educación y la salud pública. Sin embargo, estas políticas se aplicaron a menudo a expensas de los derechos y el bienestar de la mayoría de la población. El régimen reprimió la disidencia política y mantuvo un fuerte control autoritario del poder, mientras que la concentración de la tierra en manos de una pequeña élite provocó la generalización de la pobreza y la desigualdad social.

Durante el Porfiriato también resurgió la influencia de la Iglesia Católica en la vida pública y se suprimieron las minorías religiosas y los movimientos laicos. Este régimen ha sido criticado a menudo por violar los derechos humanos y por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada.

El Porfiriato acabó con el estallido de la Revolución Mexicana, un conflicto de una década que acabaría con el derrocamiento de Porfirio Díaz y el establecimiento de una república constitucional en México.

En 1876, México era un país mucho más pequeño de lo que había sido en el momento de su independencia, ya que una parte importante de su territorio había sido anexionado por Estados Unidos como resultado de la Guerra México-Estados Unidos (1846-1848). Esta pérdida de territorio tuvo un impacto significativo en la economía y la sociedad del país.

Además de esta pérdida territorial, México también experimentó cambios significativos en cuanto a la propiedad de la tierra y los derechos de propiedad. La Ley Lerdo de 1856, aprobada durante el Segundo Imperio Mexicano, permitió la privatización de las propiedades pertenecientes a la Iglesia católica, así como de las tierras de las comunidades y pueblos indígenas. Esta ley permitió a los mexicanos ricos, incluidos los inversores extranjeros, adquirir grandes extensiones de tierra, a menudo a expensas de los pequeños agricultores y las comunidades indígenas.

Esta ley tendría un importante impacto en la desigualdad social y económica y sería también uno de los factores que conducirían a la Revolución Mexicana, ya que muchos pequeños agricultores y comunidades indígenas exigirían la devolución de sus tierras.

Porfirio Díaz fue un político y militar mexicano que fue Presidente de México durante más de 30 años, de 1876 a 1911. Era de ascendencia mixta, indígena y española, y de origen modesto: sus padres eran posaderos. Recibió una educación católica y más tarde se alistó en el ejército, ascendiendo hasta convertirse en líder regional y luego nacional.

En 1876 fue elegido presidente con una plataforma liberal, prometiendo aplicar políticas para modernizar e industrializar el país. Sin embargo, mediante elecciones fraudulentas, se impuso como dictador, y su régimen es conocido como el Porfiriato. Gobernó México con mano de hierro, suprimiendo la oposición política y manteniendo un fuerte control autoritario del poder.

El régimen de Díaz estuvo muy influido por el positivismo, que hace hincapié en el pensamiento científico y racional como medio para promover el progreso social. Aplicó políticas encaminadas a modernizar e industrializar México, como la construcción de ferrocarriles, la expansión de la inversión extranjera y la promoción de la educación y la salud pública. Sin embargo, estas políticas se aplicaron a menudo a expensas de los derechos y el bienestar de la mayoría de la población. La concentración de la tierra en manos de una pequeña élite provocó la generalización de la pobreza y la desigualdad social.

El Porfiriato terminaría con el estallido de la Revolución Mexicana, un conflicto de una década de duración que acabaría con el derrocamiento de Porfirio Díaz y el establecimiento de una república constitucional en México.

Tras tomar el poder, Porfirio Díaz se rodeó de un grupo de intelectuales positivistas a los que se conocía como "científicos". Estos intelectuales creían que eran la encarnación de la modernidad en México y que se encontraban en la última etapa de evolución del positivismo. Creían que aplicando políticas basadas en el positivismo podrían mejorar la infraestructura, promover la educación y la salud pública y lograr el progreso social sin cambiar fundamentalmente las estructuras de poder existentes ni conceder los mismos derechos a todos los ciudadanos.

Los "científicos" eran un pequeño grupo de intelectuales de élite que fueron nombrados para ocupar puestos clave en el gobierno y desempeñaron un papel importante en la configuración de las políticas del Porfiriato. Se encargaban de asesorar a Díaz en diversos asuntos, como el desarrollo económico, la educación y la sanidad pública. También ayudaron a reprimir la disidencia política y a mantener un fuerte control autoritario del poder. No todos los intelectuales de México apoyaron el régimen porfirista, y los "científicos" se enfrentaron a las críticas de otros intelectuales y grupos sociales por su papel en la aplicación de políticas que condujeron a abusos generalizados de los derechos humanos, la supresión de la disidencia política y la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite.

El progreso

Para el régimen porfirista y sus partidarios, el progreso estaba estrechamente ligado a la modernización e industrialización de México, lo que en su opinión significaba la confiscación de tierras a pequeños agricultores y comunidades indígenas en beneficio de grandes terratenientes e inversores extranjeros. Esta política se vio acelerada por leyes aprobadas en 1884, como la "ley de desamortización", que decretaba que la riqueza superficial y del subsuelo de la tierra pertenecía a su propietario, y la "ley del español", que estipulaba que cualquier parcela de tierra cuyo ocupante no pudiera presentar un título de propiedad podía ser embargada por el primer comprador.

Estas leyes permitieron a los mexicanos ricos, incluidos los inversores extranjeros, adquirir grandes extensiones de tierra, a menudo a expensas de los pequeños agricultores y las comunidades indígenas. La concentración de la tierra en manos de una pequeña élite provocó una pobreza y una desigualdad social generalizadas, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico. Estas políticas no fueron exclusivas de México. Se aplicaron políticas similares en otras regiones del mundo durante este periodo, con consecuencias parecidas. Además, estas políticas fueron muy criticadas por violar los derechos humanos y no cumplir con los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada.

El resultado de las leyes aprobadas en 1884 fue una dramática concentración de la propiedad de la tierra en México. Hacia 1900, alrededor del 20% de la tierra de México había sido arrebatada a sus ocupantes, y una parte importante de ella fue adquirida por grandes terratenientes e inversores extranjeros. Esto provocó un aumento significativo del tamaño de los grandes latifundios y una disminución del número de pequeños agricultores.

Además, alrededor del 90% de las comunidades indígenas de la meseta central perdieron sus tierras comunales. Esto ha supuesto un duro golpe para su modo de vida, su economía tradicional y su cultura. Estas políticas provocaron una pobreza y una desigualdad social generalizadas, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada. Estas políticas tuvieron importantes consecuencias a largo plazo para el país, ya que contribuyeron a la desigualdad social y económica, y también al descontento que desembocaría en la Revolución Mexicana. La exigencia de una reforma agraria sería una de las principales reivindicaciones de los revolucionarios, dando lugar a las leyes de reforma agraria y al establecimiento de ejidos que se aplicarían tras la revolución.

Las leyes aprobadas en 1884 aumentaron la especulación financiera, ya que los mexicanos ricos y los inversores extranjeros podían adquirir grandes extensiones de tierra a expensas de los pequeños agricultores y las comunidades indígenas. Sin embargo, estas leyes no aumentaron la productividad agrícola, ya que cada vez más campesinos e indígenas se quedaron sin tierra, lo que provocó un excedente de mano de obra sin tierra. Esto, a su vez, tuvo un efecto negativo en el mercado laboral, ya que no había incentivos para mecanizar la agricultura, lo que habría aumentado la productividad.

Cada vez se cultivaban más tierras para la exportación y menos para alimentar a la creciente población mexicana. Esto era particularmente problemático ya que la población de México estaba aumentando rápidamente, de alrededor de 10 millones en 1877 a 15 millones en 1900, debido en parte a los avances de la medicina que condujeron a una disminución de las tasas de mortalidad.

Además, el cambio hacia una agricultura orientada a la exportación provocó un descenso de la producción de alimentos básicos como el maíz y las judías, esenciales en la dieta de la mayoría de los mexicanos. Esto provocó inseguridad alimentaria y malnutrición entre la población, sobre todo entre los grupos sin tierra y marginados.

Al quedar la propiedad en manos de una pequeña élite, se produjeron menos bienes para el consumo interno, lo que provocó un aumento de los precios de los alimentos. Al mismo tiempo, los salarios bajaban, ya que había demasiados demandantes de empleo en el mercado, lo que provocó un descenso del nivel de vida de la mayoría de la población.

A medida que se destinaba más tierra a los cultivos de exportación, quedaba menos para cultivar alimentos básicos como el maíz y las judías, esenciales en la dieta de la mayoría de los mexicanos. Esto condujo a una escasez de estos alimentos básicos y a un aumento de los precios de los alimentos que fue particularmente problemático para los grupos sin tierra y marginados que no podían permitirse comprar alimentos a estos precios.

Además, el excedente de mano de obra sin tierra provocó un descenso de los salarios, ya que los empresarios podían pagar salarios más bajos debido a la gran competencia por los puestos de trabajo. Esto, combinado con la subida de los precios de los alimentos, provocó un descenso del nivel de vida de la mayoría de la población.

El gobierno de Porfirio Díaz invirtió fuertemente en la construcción de ferrocarriles, aumentando la longitud total de las vías férreas en México de 800 kilómetros en 1877 a 24.000 kilómetros en 1900. Estos ferrocarriles se construyeron para unir el norte y el sur del país, y algunos de los logros de ingeniería fueron bastante impresionantes. La construcción de ferrocarriles permitió que la circulación de mercancías, personas e ideas fuera más rápida, eficiente y barata, lo que a su vez contribuyó a impulsar el crecimiento económico. Sin embargo, también tuvo un importante impacto social y medioambiental.

La construcción de ferrocarriles permitió la exportación de productos agrícolas y mineros de México a mercados extranjeros, lo que ayudó a impulsar el crecimiento económico del país. Sin embargo, la construcción de ferrocarriles también provocó el desplazamiento de muchas comunidades, la destrucción de hábitats naturales y la introducción de especies invasoras. La construcción de ferrocarriles fue un gran logro para el país, pero también afectó significativamente al medio ambiente y a las comunidades que vivían cerca de las vías férreas. Además, los ferrocarriles se construyeron principalmente para servir a los intereses de las élites y los inversores extranjeros, y no a la mayoría de la población.

El ferrocarril representó uno de los avances de la economía del Porfiriato y fue expuesto ante el mundo como símbolo de progreso. La cultura mexicana en la época de Díaz tuvo rasgos de la economía, como este cuadro de José María Velasco, en que se refleja el ferrocarril del Valle de México.

La construcción de ferrocarriles bajo el régimen porfirista permitió la expansión del aparato estatal y la movilidad del ejército, así como el aumento del número de funcionarios. El gobierno también intentó atraer emigrantes europeos a México como forma de "blanquear" a la población. Sin embargo, muy pocos vinieron realmente, ya que las condiciones de vida en México no eran lo suficientemente atractivas.

El gobierno de Díaz también promovió la educación primaria pública y la higiene como formas de "mejorar la raza". El gobierno creía que educando y mejorando la salud de la población podrían mejorar la calidad general de la población y reducir el número de individuos "inferiores". Sin embargo, estas políticas no se aplicaron para beneficiar a la mayoría de la población, sino a las élites y a los inversores extranjeros. Estas políticas fueron muy criticadas por estar basadas en ideas racistas y eugenésicas, y por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que no mejoraban las condiciones de vida de la mayoría de la población. Además, el énfasis en "blanquear" a la población fue criticado por racista y por promover la marginación de las comunidades indígenas y afromexicanas.

Las cifras económicas del periodo porfirista son impresionantes, ya que el producto nacional bruto (PNB) aumentó una media del 8% anual entre 1884 y 1900. En este periodo se dio una importante expansión económica y se formó una verdadera economía nacional con un mercado interno. La construcción de ferrocarriles, la expansión de la agricultura orientada a la exportación y la modernización de la industria contribuyeron a este crecimiento económico.

En este periodo también se produjo un aumento de la inversión extranjera y la modernización del país, con la construcción de infraestructuras, como ferrocarriles, puertos y líneas telegráficas, y la modernización de la industria y la minería del país. La expansión de la economía orientada a la exportación contribuyó a estimular el crecimiento económico. Sin embargo, también condujo a una concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, y se basó en la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población. El crecimiento económico durante este periodo fue impresionante, pero también tuvo importantes consecuencias sociales y medioambientales. La concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite condujo a una pobreza y desigualdad social generalizadas, y a la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población. Además, estas políticas fueron muy criticadas por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada.

Mientras la economía crecía durante el Porfiriato, la mayoría de los mexicanos quedaban excluidos de los beneficios de este progreso. La economía estaba cada vez más dominada por los inversores extranjeros, sobre todo estadounidenses, que poseían una parte importante de las plantaciones tropicales, las minas, los ferrocarriles, el petróleo, los bancos y la industria ligera. Esto condujo a una concentración de riqueza y poder en manos de una pequeña élite, y se basó en la explotación de la tierra y el trabajo de la mayoría de la población.

La mayoría de los mexicanos, en particular los pequeños agricultores y las comunidades indígenas, fueron desplazados y desposeídos de sus tierras. La mayoría de la población quedó marginada y excluida de los beneficios del crecimiento económico. Además, este modelo económico dependía en gran medida de la explotación de los recursos naturales, lo que provocó la degradación del medio ambiente y la destrucción de los modos de vida tradicionales. Cabe señalar que estas políticas fueron muy criticadas por no cumplir los ideales de progreso y orden, ya que la mayoría de la población quedó excluida de los beneficios del crecimiento económico y permaneció marginada. Además, la dependencia de la inversión extranjera y la explotación de los recursos naturales fueron criticadas por no ser sostenibles y por no promover el desarrollo del país a largo plazo.

Durante el periodo porfirista, las disparidades regionales en el país crecieron considerablemente. La región central de México, conocida como el granero de México, seguía produciendo principalmente maíz, trigo y frijoles, pero esto no era suficiente para alimentar a una población en rápido crecimiento. Se estaban desarrollando pequeñas industrias en la región, pero no podían seguir el ritmo de la creciente demanda de alimentos y otros bienes.

La mayor parte de la tierra de la región central pasó a manos de los grandes terratenientes, que se centraron en los cultivos de exportación, como la caña de azúcar, lo que significaba que había menos tierra disponible para el cultivo de alimentos básicos como el maíz, el trigo y las judías. Esto provocó una escasez de estos alimentos básicos y un aumento de los precios de los alimentos, lo que fue especialmente problemático para los sin tierra y los grupos marginados que no podían permitirse comprar alimentos a estos precios.

Además, el excedente de mano de obra sin tierra provocó un descenso de los salarios, ya que los empresarios podían pagar salarios más bajos debido a la gran competencia por los puestos de trabajo. Esto, unido a la subida de los precios de los alimentos, provocó un descenso del nivel de vida de la mayoría de la población de la región central.

Durante el periodo porfirista, la región norte de México experimentó cambios significativos, convirtiéndose en una importante región minera. Se desarrolló la producción de cobre, plomo, zinc y plata, así como el cultivo del algodón y el establecimiento de industrias ligeras. La población del norte también aumentó, como resultado de la migración de 300,000 mexicanos empobrecidos, particularmente campesinos del centro de México que habían perdido sus tierras, así como el asentamiento de alrededor de 15,000 estadounidenses que eran inversionistas, dueños de minas y grandes haciendas.

El desarrollo de la minería y las industrias ligeras en el norte creó nuevas oportunidades de trabajo, que atrajeron a muchos emigrantes de otras partes del país. Sin embargo, la mayoría de estos empleos estaban mal pagados y eran peligrosos, y las condiciones de vida de la mayoría de la población del Norte eran malas. Además, la concentración de la propiedad de la tierra en manos de una pequeña élite y el cambio hacia una agricultura orientada a la exportación provocaron una pobreza y una desigualdad social generalizadas.

La Orden

Este desarrollo no puede tener lugar sin orden; es una especie de dominación del Estado sobre casi todos los sectores de la sociedad. Para ello, Díaz postula dos principios de dominación: divide y vencerás y "pan o palo".

Un destacamento de Rurales en uniforme de campo durante la época de Díaz.

Para la élite, ofrece "pan o palo". Díaz pensó "que un perro con un hueso en la boca no podía morder". Esto es lo que hace con parte de la élite, pero también con los pilares del régimen, el ejército y la iglesia. Para las clases trabajadoras, el palo es suficiente, ya que el ejército se está desarrollando de una manera enorme.

Para el ejército, esta instrucción es especial, porque Díaz es un hombre del ejército y sabe que debe controlarla para que evite derrocarlo. Para ello, creará una fuerza paralela, los rurales, que dependerá directamente del gobierno central y se encargará de controlar todas las campañas. También se mimó al ejército, se aumentaron los salarios de los soldados y los del cuerpo intermedio, al mismo tiempo que se adquirieron nuevas armas; Díaz jugó en la competencia de los dos cuerpos del ejército para evitar un derrocamiento.

Levantamiento de los indios yaquis - Guerreros yaquis en retirada, por Frederic Remington, 1896.

Con la Iglesia Católica, Díaz hizo una especie de acuerdo informal, no reformó la constitución, pero ignoró los artículos anticlericales de la constitución liberal de 1857, devolvió los monasterios y escuelas religiosas que habían sido confiscados bajo el régimen liberal a las comunidades religiosas, a cambio de lo cual la Iglesia Católica lo apoyó.

Díaz está jugando un doble juego con las élites, dejando que los grandes terratenientes, banqueros y empresarios se hagan más ricos y más ricos siempre y cuando no amenacen su propio poder. Para ello, entrega ciertas haciendas a quienes lo apoyan políticamente, pero también lanza una represión contra quienes se oponen a él.

Con el crecimiento del Estado, se crearon nuevos puestos de funcionarios públicos. Con la clase obrera sólo se necesita represión, la vasta red ferroviaria permite transportar al ejército y a la población rural a los lugares donde hay revueltas.

En algunas zonas fronterizas se están produciendo revueltas, particularmente de los indígenas yaquis del norte, cuya economía se basaba en la agricultura, necesaria para alimentar las zonas mineras; verán sus tierras confiscadas y revueltas, el ejército es enviado a masacrarlos, mientras que los sobrevivientes son deportados para servir como cuasi-esclavos en Yucatán. La operación es una operación que beneficia tanto al gobierno como a los oficiales del ejército. Sólo un coronel logró deportar a 15.700 hombres, mujeres y niños en tres años, por cada yaquis, los campesinos de Yucatán pagaron 65 pesos, 10 al coronel y 55 al Ministerio de Guerra.

Los indios no son los únicos que han sido masacrados y deportados, especialmente los trabajadores y los opositores políticos.

Si Díaz logró eliminar y amordazar a la oposición hasta 1900, se acumulaban varios factores que precipitarían la revolución mexicana de 1911.

La Primera República de Brasil: 1889 - 1930

La proclamación de la República, por Benedito Calixto.

Brasil se independizó en 1822, pero siguió siendo una monarquía hasta 1882. Es la nación que más esclavos exportó a los africanos, 4,5 millones de los 12 millones, pero también la última en abolir la esclavitud en 1888.

En 1889, Brasil se convirtió en una república que duró hasta 1930. De hecho, la primera república de Brasil es una república de primera línea reservada para las élites que afirman el positivismo que les permite continuar el desarrollo económico que comenzó bajo la monarquía, manteniendo al mismo tiempo la jerarquía socio-espacial que corría el riesgo de ser sacudida.

Este Brasil positivista es un país todavía poco poblado, pero vasto. Sólo las costas y Minas Gerais están densamente pobladas, con 14 millones de habitantes.

Es un Brasil donde hay fuertes cambios socio-económicos, porque hay un cambio del centro económico del noreste a Minas Gerais en Sao Paolo donde se cultiva el café. Los beneficios de las exportaciones de café están empezando a invertirse en la creación de industrias, ya que el rápido aumento de la población crea un mercado de consumidores lo suficientemente grande como para sustituir algunos bienes importados por la producción local.

Son los agricultores de Sao Paulo los que dominan la primera república, que es republicana sólo de nombre. El Brasil de 1889 a 1830 era un Brasil de federaciones estatales bastante autónomas gobernadas por los grandes terratenientes de cada región apoyados por el ejército federal y las milicias privadas; sólo el 1% de la población tenía derecho a votar, es decir, hombres mayores de 21 años que sabían leer y escribir con una cierta cantidad de dinero.

El progreso

El programa de progreso de esta república incluye, como bajo la monarquía, la construcción de ferrocarriles, la modernización de los puertos, la modernización de la ciudad siguiendo el modelo de París; al mismo tiempo, todo se hace tomando prestado a los ingleses.

En cuanto al trabajo, la esclavitud no se suprime por convicción, sino por necesidad, ya que tras la abolición de la esclavitud en Cuba en 1886 sólo existe en Brasil y resulta prácticamente imposible importar nuevos esclavos de África.

Una nueva forma de esclavitud se desarrollará al mismo tiempo en toda la región amazónica en Brasil, Perú y Colombia, que es la esclavitud de los indios amazónicos que se desarrolla en torno a la producción de caucho que diezmará las poblaciones amerindias.

Al mismo tiempo, los agricultores se niegan a mejorar las condiciones de trabajo y los salarios de los trabajadores agrícolas; creen que sin coacción los brasileños no aceptarán las condiciones de trabajo infrahumanas en las plantaciones. Por otro lado, como ellos y para los ideólogos racistas, las razas de color son incapaces de funcionar correctamente en un sistema libre. Deben ser sustituidos por inmigrantes europeos que, al mismo tiempo, blanqueen a la población, lo que sería una garantía de progreso en la sociedad científica de Auguste Comte.

Los agricultores tampoco están dispuestos a pagar bien a los inmigrantes al mismo tiempo que controlan la política estatal. Por este motivo, pondrán en marcha programas europeos de inmigración masiva para saturar el mercado laboral y mantener los salarios muy bajos. Entre 1808 y 1828, 4 millones de europeos emigraron a Brasil expulsados por la pobreza y la revolución industrial. 2 millones llegan a Sao Paulo y 2 millones tienen su viaje pagado por el estado.

La Orden

Al mismo tiempo, los agricultores de los estados del sur se niegan a invertir fondos públicos en los trabajadores brasileños. Con el pretexto de crear un mercado laboral dominado por la libre competencia, en realidad los agricultores utilizan el dinero del Estado para traer a los migrantes europeos con el fin de marginar aún más a los afrobrasileños en el mercado laboral. Esta estrategia funciona en las regiones más prósperas y los empleos mejor pagados, los migrantes desplazan sistemáticamente a los brasileños, los negros son excluidos de las fábricas y reemplazados en las artesanías por inmigrantes. Los negros tienen que conformarse con el trabajo doméstico y los trabajos marginales.

No es por falta de calificaciones que los afrobrasileños son marginados, ya en el momento de la abolición la mayoría de los afrobrasileños ya no eran esclavos, además la mayoría de los migrantes son analfabetos, desempleados y no hablan portugués; es por el racismo que reina en la sociedad que hace que el migrante siempre gane.

Esto dificulta mucho la integración social de los esclavos, ya que los hombres no pueden encontrar un trabajo decente y remunerado, tienen que trasladarse a las regiones más pobres o trabajar por salarios bajos en las plantaciones, y sus esposas se ven generalmente obligadas a trabajar en el servicio doméstico.

El resultado es que la familia suele estar separada, la madre se convierte en el principal sostén económico, marginando doblemente al padre en el mercado laboral, pero también dentro de la familia.

En Brasil, el positivismo racial tiene un efecto aún más perverso, porque la segregación no existe en la ley, es un racismo que se hace discretamente en la vida cotidiana. Hay una minoría muy pequeña de negros, generalmente más bien mulatos, que logran ascender socialmente, lo que permite a la élite proclamar que Brasil es una república, pero también una democracia racial.

Esta afirmación de la democracia racial libera a la élite y al Estado de toda responsabilidad por la condición de los negros después de la abolición de la esclavitud y permite culpar a los propios afrobrasileños, ya sea por su propia culpa o porque son racialmente inferiores. Estamos en un proceso de razonamiento que constituye un círculo vicioso de racismo.

Por lo tanto, no es casualidad que el mito brasileño de la democracia racial coincida con la transición de la esclavitud a los trabajadores libres y de la monarquía a una república de orden y progreso que enmascara la realidad detrás del rostro de un régimen autoritario y elitista que reproduce la vieja estructura social-racial.

Anexos

Referencias