El pensamiento social de Max Weber y Vilfredo Pareto

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Max Weber y Vilfredo Pareto han tenido un profundo impacto en la sociología y la filosofía, contribuyendo a la aparición de cuestiones relativas a la política.

Para explorar eficazmente la cuestión de la política, es esencial examinar primero los fundamentos del análisis de la sociedad. Como seres sociales, la interacción y la comprensión de las relaciones entre los individuos dentro de la sociedad son elementos clave para nosotros. Sin embargo, nuestras sociedades modernas plantean una intrigante paradoja: están formadas por individuos. Cuando examinamos al individuo como entidad social, nos interesamos por la gestión de sus interacciones con los demás. Es imposible disociar el ámbito social de las condiciones políticas que lo rigen. Esta perspectiva revela cómo la sociología puede conducir a la ciencia política. En la sociología política, la atención se centra en el comportamiento político del individuo. Tras la introducción por Durkheim del concepto de hecho social y de gubernamentalidad como postulado científico, nos vemos abocados a considerar la cuestión de la regulación social. El aspecto político de la sociedad es ineludible. Para establecer una sociedad armoniosa y generar un sentido colectivo, es imperativo comprender cómo se estructura el poder y cuestionar la noción de democracia.

La sociedad va de la mano de la organización política. En el pasado, cuando observábamos las sociedades tradicionales, parecía que sólo había individuos sin políticas específicas. Hoy, sin embargo, sabemos que toda sociedad tiene una dimensión política, independientemente de su naturaleza. Por tanto, podemos postular que la política da forma a las sociedades. La organización política es el resultado de la interacción entre las esferas social y política. Sin embargo, hay sociedades en las que el carácter político desaparece, dando paso a otro tipo de poder. Se pasa así de un sistema normativo a un sistema de relaciones basado en la fuerza y la violencia. Así pues, se nos invita a reflexionar sobre los fundamentos políticos de una sociedad que pretende establecer relaciones basadas en una lógica de coacción. A partir de este análisis, los sociólogos admiten que la sociedad es una estructura basada fundamentalmente en la política. Por tanto, es natural que la sociología se centre en la política. De ahí el interés de los trabajos de Max Weber y Vilfredo Pareto, que examinaron las formas de gobierno de los grupos sociales y el comportamiento político.

Max Weber: 1864 - 1920

La vida de Max Weber

Max Weber nació el 21 de abril de 1864 en Erfurt, Alemania, en el seno de una familia rica e influyente. Su padre, Max Weber padre, era un empresario de éxito y un político comprometido, mientras que su madre, Helene Fallenstein, procedía de una familia burguesa culta. Weber creció en un ambiente intelectual estimulante y desde muy joven se le animó a seguir sus intereses académicos. Tras completar la educación secundaria, Weber comenzó a estudiar Derecho en la Universidad de Heidelberg en 1882. Sin embargo, también siguió cursos de filosofía, historia y economía política, que influyeron enormemente en su desarrollo intelectual. Continuó sus estudios en la Universidad de Berlín, donde conoció las ideas de grandes pensadores como Wilhelm Dilthey y Heinrich Rickert.

En 1889, Weber terminó su tesis doctoral titulada "La historia de las sociedades comerciales en la Edad Media". Este fue el punto de partida de su carrera académica y de su creciente interés por la sociología. La tesis ya mostraba los inicios de su enfoque metodológico, que combinaba un análisis riguroso de los hechos históricos con la comprensión de los factores económicos, jurídicos y culturales que configuraron las sociedades medievales. En los años siguientes, Weber ocupó diversos cargos académicos y siguió desarrollando sus ideas sociológicas. Impartió clases en la Universidad de Berlín y publicó obras importantes como "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" (1904-1905) y "Economía y sociedad" (1922). Estas obras sentaron las bases de la sociología moderna y convirtieron a Weber en una de las figuras clave de la disciplina. La ética protestante y el espíritu del capitalismo está considerada una de las obras más influyentes de Weber. En ella examina los vínculos entre la religión protestante, en particular el calvinismo, y la aparición del capitalismo moderno. Weber sostiene que los valores y creencias religiosos desempeñaron un papel crucial en la formación del capitalismo al fomentar la acumulación de riqueza y valorar el trabajo duro. Además de su labor académica, Weber también fue políticamente activo. Fue miembro del Partido Liberal Alemán y ocupó cargos administrativos en el gobierno. Sin embargo, sus opiniones políticas y su postura crítica hacia el nacionalismo alemán le valieron críticas y dificultades. Max Weber sufrió periodos de enfermedad mental a lo largo de su vida, que a menudo interrumpieron su trabajo. Murió de gripe española en 1920 a la edad de 56 años. A pesar de su relativamente corta vida, la obra de Weber influyó notablemente en el desarrollo de las ciencias sociales y sigue siendo muy leída y citada en la actualidad.

Max Weber desempeñó un papel clave en el desarrollo de la sociología política al examinar de cerca la estructura de la sociedad prusiana, que era notoriamente rígida y jerárquica. Se centró en cómo se estructura y ejerce el poder en la sociedad, y desarrolló conceptos como "dominación" y "carisma" para ayudar a explicar esta dinámica. Weber enseñó en la Universidad de Friburgo desde 1894, donde impartió clases de derecho y economía política. Influyó especialmente en el desarrollo de la economía política como disciplina académica, subrayando la importancia del espíritu empresarial y del comportamiento económico en general para comprender la estructura y el funcionamiento de la sociedad. Según Weber, el espíritu empresarial es un valor fundamental de la economía política porque representa la innovación, el riesgo y la creación de valor, todos ellos esenciales para el crecimiento económico y el progreso social. Esta perspectiva ha influido notablemente en la forma de estudiar y entender la economía política, y sigue influyendo hoy en día en la investigación y la política en este campo. A Weber también le preocupaban los efectos de la burocratización y la racionalización en la sociedad, procesos que consideraba característicos del capitalismo moderno. Temía que estas tendencias condujeran a una "jaula de acero" de racionalidad que pudiera inhibir la libertad y la individualidad humanas. Este es otro aspecto de su pensamiento que sigue siendo relevante en los debates sociológicos contemporáneos.

Además de sus trabajos sobre derecho y economía, Max Weber también publicó una serie de importantes estudios sobre historia, lo que demuestra la amplitud de sus intereses intelectuales. Fue miembro fundador de la Sociedad Sociológica Alemana en 1910, que desempeñó un papel clave en el establecimiento de la sociología como disciplina académica en Alemania. Políticamente, Weber fue un crítico del régimen prusiano y un ardiente defensor de la democracia. Le preocupaban especialmente la centralización del poder y el autoritarismo, y abogó por una mayor participación democrática y los derechos civiles. En 1918 fue nombrado catedrático de Sociología de la Universidad de Múnich, cargo que ocupó hasta su muerte. Durante este periodo escribió algunas de sus obras más influyentes, entre ellas "Economía y sociedad", publicada póstumamente.

Racionalidad y dominación

"Economía y sociedad" es probablemente la obra más completa de Weber y una de sus últimas. Se publicó póstumamente en 1921 y abarca una amplia gama de temas, entre ellos las formas de poder y dominación en la sociedad. Según Weber, el poder es la capacidad de un individuo o grupo de individuos para imponer su voluntad, incluso frente a la resistencia. La dominación, por su parte, es una forma específica de poder en la que los individuos se someten voluntariamente a la autoridad de otro porque creen en su legitimidad.

Max Weber concedió gran importancia a la racionalidad en su concepción de la sociedad. Sostenía que el mundo moderno se caracteriza cada vez más por una "racionalidad legal", en la que las acciones y el comportamiento se guían por normas, leyes y reglamentos en lugar de por tradiciones, emociones o creencias irracionales. Esta racionalidad se manifiesta en muchos aspectos de la sociedad moderna, incluido el comportamiento político y la estructura del Estado.

  1. Racionalidad: Para Weber, el comportamiento político es en gran medida racional en la medida en que se guía por cálculos de intereses, por la anticipación de las consecuencias de las acciones y por la adopción de medios eficaces para alcanzar objetivos específicos. Sin embargo, la racionalidad de Weber no es una racionalidad perfecta o pura; reconoce que los individuos pueden tener información imperfecta y que sus acciones pueden estar influidas por factores no racionales.
  2. El poder burocrático: Weber veía la burocracia como una característica esencial del Estado moderno. En su opinión, un Estado moderno eficaz requiere una burocracia que administre sus leyes y reglamentos de forma coherente y justa. La burocracia también es necesaria para prestar los servicios públicos de los que depende la sociedad moderna. Weber subrayó que la burocracia moderna se caracteriza por una jerarquía de autoridad, una división del trabajo, normas escritas y relaciones impersonales. Para él, el vínculo entre política y burocracia era, por tanto, esencial para el funcionamiento del Estado moderno.

Sin embargo, Weber también era consciente de los peligros potenciales de la burocracia, en particular el riesgo de "encierro" en una "jaula de acero" de racionalidad que podría erosionar la libertad y la creatividad individuales. Subrayó que, si bien la burocracia es necesaria para la gestión eficaz del Estado moderno, debe equilibrarse con otras formas de autoridad y control social para evitar un exceso de burocracia.

Weber identificó tres fuentes distintas de legitimidad para el poder y la dominación: la legalidad, la tradición y el carisma.

  1. Dominación legal o racional-legal: se refiere al concepto de "dominación estatuaria". En este tipo de dominación se obedece a las normas legalmente establecidas y a las personas que las aplican. Esta forma de dominación es típica de las sociedades modernas en las que el poder político se ejerce a través de un sistema jurídico racional e impersonal.
  2. Dominación tradicional: en este tipo de dominación, la autoridad se otorga sobre la base de la tradición y las costumbres establecidas. Los individuos obedecen a un gobernante no porque haya normas o leyes escritas, sino porque creen que así se han hecho siempre las cosas. Este tipo de dominación suele asociarse a formas de gobierno más antiguas, como la monarquía.
  3. Liderazgo carismático: este tipo de liderazgo se basa en el atractivo personal y el carisma del líder. Los individuos siguen al líder no por normas o tradiciones, sino porque se sienten personalmente atraídos por su visión o sus cualidades personales. Esta forma de dominación puede ser inestable, ya que depende en gran medida de la persona del líder y puede desaparecer si éste muere o si el carisma del líder se desvanece.

Cada una de estas formas de dominación tiene sus propios puntos fuertes y débiles, y Weber sostenía que las sociedades reales suelen caracterizarse por una combinación de las tres.

La dominación legal, o racional-legal, es el tipo de dominación que caracteriza a la mayoría de las sociedades modernas, en las que el poder se ejerce a través de un sistema de leyes y normas impersonales y racionales.

Para Weber, esta forma de dominación se basa en varios principios fundamentales:

  1. Toda ley puede establecerse racionalmente : Para Weber, la legalidad deriva de un acuerdo o consentimiento mutuo, expresado normalmente a través de un contrato o pacto. Sin embargo, reconoció que incluso en un sistema racional, existe un elemento de subjetividad en el proceso de toma de decisiones.
  2. Un derecho es en esencia un conjunto de reglas abstractas: Estas reglas suelen decidirse intencionadamente y están diseñadas para guiar el comportamiento en diversas situaciones.
  3. El titular legal del poder debe obedecer a su vez el orden impersonal: Incluso quienes ocupan puestos de autoridad están obligados a seguir las normas y leyes del sistema. Esto garantiza que la autoridad se ejerza de forma justa y previsible.
  4. El que obedece, obedece a la ley: En un sistema de dominación legal, los individuos obedecen a las leyes y normas, no a una persona o autoridad en particular. Esto garantiza que se obedezca al orden impersonal del sistema, y no a la voluntad arbitraria de un individuo.

Estos principios constituyen la base de la dominación legal tal y como la entendía Weber, y subrayan el papel central que desempeña la racionalidad en la organización y el funcionamiento de las sociedades modernas.

Weber propuso la idea de que la burocracia es un elemento crucial de las sociedades modernas, especialmente en el caso de la dominación legal o racional. Esta burocracia se caracteriza por un conjunto de rasgos específicos:

  1. Especialización de las tareas: cada burócrata o funcionario tiene un papel específico que desempeñar y un ámbito de competencia claramente definido.
  2. Jerarquía de autoridad: las burocracias están organizadas jerárquicamente, con niveles claros de subordinación y supervisión.
  3. Normas y procedimientos formales: las burocracias funcionan de acuerdo con un conjunto de normas y procedimientos escritos que definen cómo deben llevarse a cabo las tareas y tomarse las decisiones.
  4. Relaciones impersonales: en una burocracia, las interacciones entre funcionarios y ciudadanos son impersonales, basadas en roles más que en relaciones personales.
  5. Empleo basado en las aptitudes: los puestos en una burocracia suelen asignarse en función de las aptitudes y cualificaciones, y no de las relaciones personales o el favoritismo.
  6. Separación entre el papel de funcionario y la vida personal: se espera que los burócratas actúen de acuerdo con sus funciones oficiales y no según sus preferencias o sentimientos personales.

Estas características permiten a la burocracia funcionar de forma eficaz y previsible, lo que es esencial para el buen funcionamiento de una sociedad moderna. Sin embargo, Weber también señaló que la burocracia puede ser a veces excesivamente rígida e inflexible, lo que puede obstaculizar la innovación y la adaptación al cambio.

Max Weber sostenía que, para desempeñar su función con eficacia, los burócratas deben actuar de forma despersonalizada, es decir, deben dejar a un lado sus preferencias y sentimientos personales y actuar únicamente de acuerdo con las normas y procedimientos oficiales. Esta despersonalización es importante por varias razones. En primer lugar, garantiza que las decisiones y acciones se basen en normas objetivas y no en preferencias personales o favoritismos. Esto contribuye a la imparcialidad y previsibilidad del sistema burocrático. En segundo lugar, la despersonalización ayuda a mantener cierta distancia entre el burócrata como individuo y su papel como representante del Estado o de la organización. Esto puede ayudar a evitar conflictos de intereses y garantizar que el burócrata actúa en interés de la organización y no en el suyo propio. Sin embargo, hay que señalar que esta despersonalización también puede tener desventajas. Por ejemplo, puede dar lugar a una burocracia rígida e inflexible incapaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes o de responder con sensibilidad y humanidad a las necesidades de los ciudadanos.

Weber identificó una serie de elementos esenciales para el buen funcionamiento de una burocracia, entre ellos :

  1. Nombramiento por contrato: En una burocracia eficaz, los funcionarios son nombrados sobre la base de un contrato, que define claramente sus funciones y responsabilidades. Esto fomenta la transparencia y garantiza que los puestos se asignen en función de la competencia y no del favoritismo o el nepotismo.
  2. Cualificaciones profesionales: Las burocracias modernas exigen un nivel cada vez más alto de competencia profesional. Los puestos suelen asignarse en función de la experiencia y las cualificaciones, y puede ser necesaria una formación continua para mantener y mejorar estas competencias.
  3. Remuneración fija: Para Weber, la remuneración fija es esencial para garantizar que los funcionarios estén motivados para hacer su trabajo con eficacia y honradez. La remuneración debe ser suficientemente alta para disuadir de la corrupción y promover la integridad.
  4. La función como profesión principal: Para muchos funcionarios, su función dentro de la burocracia es su profesión principal. Esto significa que están plenamente comprometidos con su trabajo y dispuestos a dedicarle el tiempo y la energía necesarios para hacerlo correctamente.

Estos elementos contribuyen a crear una burocracia capaz de gestionar eficazmente los asuntos del Estado o de la organización, minimizando al mismo tiempo el riesgo de corrupción o abuso de poder.

La burocracia monocrática de Weber es un tipo de burocracia caracterizada por una centralización del poder y una formalización rigurosa de los procedimientos y las funciones.

  1. Nivelación hacia abajo a través de la contratación universal: Weber sostenía que las burocracias deberían tratar de contratar a las personas más cualificadas para cada función, independientemente de su procedencia. Esto puede conducir a una especie de "nivelación", en la que la competencia profesional se valora por encima de otros criterios como el origen social o la riqueza.
  2. La tendencia a la plutocratización: Sin embargo, Weber también señaló que la necesidad de una formación especializada puede conducir a una cierta "plutocratización", en la que quienes pueden permitirse una formación larga y costosa tienen ventaja. Esto puede conducir potencialmente a una concentración de poder en manos de una élite educada.
  3. Impersonalidad formal: Por último, Weber señaló que las burocracias se caracterizan por un alto grado de impersonalidad. Las decisiones se toman sobre la base de reglas formales y procedimientos estandarizados, en lugar de relaciones personales o preferencias subjetivas.

Estas características pueden contribuir a que las burocracias funcionen con eficacia y equidad. Sin embargo, también pueden presentar riesgos, como la excesiva concentración de poder y la rigidez burocrática.

Ética protestante y capitalismo

La ética protestante y el "espíritu" del capitalismo portada original.

Max Weber consideraba que la religión era una fuerza fundamental en la formación de las sociedades y el desarrollo de la racionalidad occidental. Por ejemplo, en su obra fundamental La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Weber sostiene que los valores del protestantismo, en particular los del calvinismo, desempeñaron un papel crucial en el desarrollo del capitalismo moderno. Además, Weber consideraba que la "funcionarización" de la sociedad -es decir, el creciente papel del Estado y la burocracia en la gestión de la vida social- era una tendencia clave en el desarrollo de las sociedades occidentales modernas. Según Weber, esta tendencia está vinculada a la creciente complejidad de la vida social y a la expansión de la racionalidad como principio organizador de la sociedad. Esta "funcionarización" va acompañada de una ampliación del alcance y la intensidad de los mecanismos de gestión de la sociedad. En otras palabras, a medida que la sociedad se hace más compleja, el Estado y la burocracia están llamados a desempeñar un papel cada vez más importante en la gestión de todos los aspectos de la vida social. Sin embargo, Weber también era consciente de los peligros potenciales de esta tendencia. Advirtió del riesgo de lo que denominó la "jaula de acero" de la racionalidad, donde la burocracia y la racionalidad podrían llegar a ser tan omnipresentes que llegarían a inhibir la libertad individual y sofocar la creatividad y la innovación.

En La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904-1905), Weber examina la influencia de ciertas ideas religiosas, en particular las asociadas al protestantismo ascético, en el desarrollo del capitalismo moderno. Sostiene que la ética protestante promovió valores como el ahorro, el trabajo duro, la disciplina y el autocontrol, que contribuyeron al auge del capitalismo. De hecho, propuso que la idea protestante de "vocación" o "vocación" llevaba a los individuos a buscar el éxito en su trabajo profesional, lo que estimulaba la actividad económica. Pero Weber también señaló que la religión también puede ser un obstáculo para la racionalidad y la actividad económica. Por ejemplo, ciertas creencias religiosas pueden desalentar la acumulación de riqueza o promover valores que entran en conflicto con la ética capitalista. Al explorar estas ideas, Weber trató de comprender cómo los "efectos de conjunto" -la influencia combinada de diversos factores sociales, económicos y religiosos- configuraban el desarrollo de la sociedad. Con este planteamiento no sólo esclarece la aparición del capitalismo, sino también otros aspectos de la modernidad, como la burocracia y la racionalización de la vida social.

Para él, el capitalismo no es sólo un sistema económico, sino también un modo de vida caracterizado por cierta ética del trabajo, disciplina y racionalidad. En "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", Weber sostiene que el auge del capitalismo en Occidente no habría sido posible sin la influencia del protestantismo, en particular del calvinismo. En su opinión, la ética protestante promovía valores como el trabajo duro, la frugalidad y la responsabilidad individual, que fomentaban la acumulación de capital y la inversión productiva. La idea clave aquí es la de la "vocación" protestante. Según Weber, los protestantes creían que cada persona tenía una vocación específica que Dios le había dado, y que el éxito en esta vocación era un signo de salvación. Esta creencia animaba a la gente a trabajar duro y a tener éxito en sus trabajos, lo que a su vez estimulaba la actividad económica. Sin embargo, Weber no afirma que el protestantismo fuera la única causa del auge del capitalismo. También reconoce la importancia de otros factores, como el desarrollo de la tecnología y el comercio. Pero para él, el papel de la religión fue crucial en la creación de las condiciones culturales y éticas necesarias para el surgimiento del capitalismo.

En el calvinismo, la doctrina de la predestinación sostiene que Dios decidió antes de la creación del mundo quién se salvaría (los elegidos) y quién se condenaría (los réprobos). Esta creencia puede ser fuente de angustia, ya que nunca podemos estar seguros de nuestra condición de elegidos. Según Weber, esta incertidumbre llevó a los calvinistas a buscar señales de su elección en su vida cotidiana. Una de esas señales era el éxito en el mundo, sobre todo en el trabajo. En consecuencia, se animaba a los calvinistas a trabajar duro y tener éxito, no para ganarse la salvación (lo cual, según la doctrina de la predestinación, era imposible), sino para asegurarse de su elección. Esto dio lugar a la ética del trabajo calvinista, que valoraba el trabajo duro, la disciplina y la frugalidad. Estos valores, según Weber, desempeñaron un papel crucial en el surgimiento del capitalismo moderno.

Es importante señalar que, en el calvinismo, uno no puede "ganarse" la salvación mediante las obras, puesto que la salvación ya está predestinada por Dios. Sin embargo, el éxito en el trabajo y en la vida profesional se considera una posible señal de que uno está entre los elegidos. En consecuencia, se anima a los creyentes calvinistas a trabajar duro y tener éxito en la vocación que Dios les ha dado. Esto no garantiza la salvación, pero puede dar al individuo una seguridad subjetiva de elección. Esto es lo que Weber llama la "ética protestante", un conjunto de valores que valora el trabajo duro, la frugalidad y la responsabilidad individual. Según Weber, esta ética protestante fue uno de los principales motores de la aparición del capitalismo. Al promover el trabajo y la eficiencia económica como valores morales, contribuyó a crear una cultura favorable a la acumulación de capital y a la inversión productiva.

Según el análisis de Max Weber, la ética protestante, particularmente en su forma calvinista, desempeñó un papel crucial en la configuración del espíritu del capitalismo. En el calvinismo, el trabajo duro y la frugalidad no sólo eran virtudes, sino que se consideraban una prueba de la elección divina. En consecuencia, la acumulación de riqueza mediante el trabajo duro y el ahorro se considera un signo del favor divino. Sin embargo, esta riqueza no debe gastarse de forma extravagante, ya que sería contrario a la virtud de la frugalidad. Por el contrario, debe reinvertirse, creando un ciclo de acumulación de capital. Este ciclo, según Weber, contribuyó a la aparición del capitalismo moderno. Esta es una interpretación de cómo las ideas y creencias religiosas pueden influir en el desarrollo económico y social. Sin embargo, es importante señalar que Weber no sugiere que el protestantismo fuera la única causa del capitalismo, sino más bien que proporcionó un conjunto de valores que facilitaron su desarrollo.

Weber destaca el contraste entre la ética protestante y lo que él denomina "el espíritu del tradicionalismo". En las sociedades tradicionales, según Weber, la gente trabaja para ganarse la vida. Una vez que han ganado lo suficiente para satisfacer sus necesidades y deseos inmediatos, dejan de trabajar. En otras palabras, el trabajo es un medio para alcanzar un cierto nivel de comodidad y disfrute. En cambio, en la ética protestante, tal y como la describe Weber, el trabajo no es simplemente un medio para alcanzar un cierto nivel de comodidad material. Al contrario, el trabajo es un fin en sí mismo. Se valora no sólo por la riqueza que produce, sino también como prueba de la elección divina y como medio de glorificar a Dios. Por consiguiente, la riqueza acumulada no se destina al disfrute o al consumo excesivo, sino que debe reinvertirse en el trabajo. Este enfoque del trabajo y de la acumulación de riqueza es, según Weber, uno de los factores que han favorecido el desarrollo del capitalismo moderno. El capitalismo requiere una inversión constante y la acumulación de capital, dos aspectos fomentados por la ética protestante.

La profesión política

Max Weber en 1917.

En "Politik als Beruf" (La política como vocación), Weber establece una distinción entre "vivir para" la política y "vivir de" la política. Vivir "para" la política significa que la política es una vocación personal, una vocación en el sentido más profundo. Las personas que viven "para" la política están motivadas por sus convicciones e ideales, y a menudo están dispuestas a hacer sacrificios personales para alcanzarlos. Para ellos, la política es una meta en sí misma, no un medio para otros fines. Es una actividad que persiguen por pasión y compromiso, no para obtener beneficios materiales. Por otra parte, vivir "de" la política significa ganarse la vida participando en política. Las personas que viven "de" la política pueden ser profesionales de la política, como políticos, asesores, grupos de presión, etc. Para estas personas, la política puede ser una forma de vida. Para estas personas, la política puede ser menos una vocación que un medio de ganarse la vida. Pueden estar menos motivados por ideales que por intereses personales o materiales. Estos dos enfoques no son necesariamente excluyentes. Un individuo puede estar motivado tanto por convicciones profundamente arraigadas como por el deseo de ganarse la vida. Sin embargo, Weber señala que estas dos motivaciones pueden entrar a veces en conflicto, y que la tensión entre ellas puede crear dilemas éticos a los individuos que se dedican a la política.

Esta oposición opone un fin existencial a un fin utilitario. La finalidad existencial, en este contexto, se refiere al planteamiento de quienes viven "para" la política. Estas personas ven la política como una vocación, algo que da sentido y propósito a sus vidas. Están motivadas por convicciones profundas y a menudo están dispuestas a hacer sacrificios para alcanzar sus ideales políticos. El propósito utilitarista, por su parte, se refiere al enfoque de quienes viven "de" la política. Para estas personas, la política es un medio para alcanzar un fin, en este caso ganarse la vida. Pueden estar motivados por consideraciones materiales y personales más que por convicciones ideológicas o éticas.

Según Max Weber, para que un político actúe de forma ética e independiente, debe ser económicamente independiente. Es decir, no debe depender de los ingresos que le pueda reportar la política. Esta idea se basa en el temor de que la dependencia económica de la política pueda crear conflictos de intereses e influir en las decisiones del político. Weber argumentaba que si una persona vivía "de" la política (es decir, obtenía sus principales ingresos de su actividad política), podía existir el riesgo de que actuara más en su propio interés financiero que en el interés público. Sin embargo, Weber reconoció que esa independencia financiera no siempre es posible. En muchos casos, los políticos reciben una remuneración por su trabajo, ya que es necesario permitir que participen en política quienes aún no son económicamente independientes.

Weber habla de una paraxosis de la democracia moderna. Por un lado, se supone que la democracia es un sistema político que permite a todos los ciudadanos participar y tener la misma voz. Este es el principio de la igualdad democrática. Por otro lado, la realidad práctica de la política implica a menudo que quienes disponen de medios económicos y tiempo -es decir, los ricos- son más capaces de participar activamente en la política, ya sea presentándose a cargos políticos, financiando campañas o influyendo en la política de otras maneras. Esto puede llevar a una situación en la que la política esté dominada por una "plutocracia", un gobierno de los ricos, en el que los que tienen recursos financieros estén sobrerrepresentados y tengan una influencia desproporcionada. Esto contradice el principio de igualdad democrática y puede conducir a políticas que sirvan a los intereses de los ricos a expensas de los menos pudientes. Esta paradoja plantea importantes cuestiones sobre la equidad y la representatividad en la democracia moderna.

Weber reconoció esta paradoja en la política democrática. En una sociedad ideal, la actividad política debería estar abierta a todos, independientemente de su situación económica. En la práctica, sin embargo, la participación política suele requerir tiempo, recursos y energía que sólo pueden permitirse quienes ya gozan de estabilidad económica. En consecuencia, la clase política tiende a estar dominada por quienes disponen de importantes recursos financieros, lo que Weber describe como una "plutocracia". Esta situación corre el riesgo de sesgar las prioridades políticas en favor de los intereses de los más ricos y excluir las voces y necesidades de los menos privilegiados. Esto ha dado lugar a debates sobre cómo hacer que la democracia sea más justa e inclusiva. Algunas propuestas incluyen la financiación pública de las campañas políticas, la introducción de cuotas para garantizar la representación de los distintos grupos socioeconómicos y el fomento de la participación de los ciudadanos de a pie en la política a través de estructuras como las asambleas de ciudadanos y los jurados de ciudadanos.

Weber subraya el dilema fundamental de la política moderna. Si no se paga lo suficiente a los políticos, se corre el riesgo de que sólo los que ya poseen una riqueza considerable puedan permitirse participar activamente en política. Esto podría conducir a una forma de plutocracia, donde el poder se concentra en manos de los que tienen dinero. Por otra parte, ofrecer una remuneración generosa por el trabajo político podría atraer a personas interesadas en la política principalmente por los beneficios económicos que puede ofrecer, más que por el servicio público. Esto podría conducir a una profesionalización de la política, en la que los políticos estuvieran más preocupados por sus carreras y sus ingresos personales que por el interés público. Se trata, pues, de una cuestión compleja y delicada a la que se enfrentan las sociedades democráticas modernas. ¿Cómo equilibrar la necesidad de atraer a la política a personas competentes y dedicadas, evitando al mismo tiempo una influencia excesiva del dinero y garantizando que la política siga centrada en el servicio público? Weber no propone una solución sencilla, pero subraya la importancia de este dilema y nos invita a reflexionar en profundidad sobre estas cuestiones.

Weber reconoce que la profesionalización de la política puede acarrear problemas. Si bien es necesario contar con políticos cualificados que conozcan a fondo la política y tengan experiencia en ella, una profesionalización excesiva puede amenazar la democracia al distanciar la política de los ciudadanos de a pie. La política podría convertirse en una especie de "club cerrado" para profesionales, lo que dificultaría a los ciudadanos de a pie entender la política, influir en ella o participar en ella. Esto, a su vez, podría provocar un sentimiento de alienación y cinismo hacia la política, y debilitar potencialmente la democracia. Además, si los partidos políticos se vuelven demasiado poderosos e institucionalizados, también pueden convertirse en barreras para la innovación y el cambio políticos. Pueden preocuparse más por su propia supervivencia y poder que por servir al bien público. Weber no sugiere que la profesionalización de la política sea del todo mala, pero advierte de los peligros potenciales de una excesiva profesionalización e institucionalización de los partidos políticos. Subraya la necesidad de un equilibrio entre la competencia profesional y el compromiso cívico, entre la eficacia de los partidos políticos y su responsabilidad ante los ciudadanos.

Max Weber, al analizar el papel y la naturaleza de la política, abordó la cuestión de la demagogia. Para él, la demagogia es un peligro potencial en cualquier democracia. Un demagogo es un líder político que busca ganar apoyos manipulando las emociones, los prejuicios y la ignorancia de la gente, a menudo mediante discursos incendiarios y promesas poco realistas. La demagogia es, por tanto, una forma de manipulación política que explota los sentimientos populares para ganar poder, en lugar de buscar servir al bien público. Weber advirtió contra la demagogia por su potencial para distorsionar el proceso democrático. Los demagogos pueden explotar los miedos y prejuicios de la gente para ganar poder, lo que puede conducir a políticas que en realidad son contrarias a los intereses del pueblo. La demagogia también puede minar la confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas. Si los políticos hacen constantemente promesas poco realistas para ganar apoyos, la gente puede volverse cínica y desilusionarse con la política, lo que a su vez puede debilitar la democracia. Weber, como sociólogo y politólogo, insistió en la necesidad de una política responsable, basada en una comprensión racional de los problemas y orientada al bienestar de la sociedad en su conjunto. Abogaba por un enfoque de la política que respetara la inteligencia de los ciudadanos y evitara la manipulación emocional.

Max Weber destacó algunas de las prácticas que los políticos pueden utilizar para mantener su poder, en particular a través de la burocracia. En su opinión, uno de los principales métodos es el uso de la burocracia para controlar e influir en la administración del Estado.

  1. Control burocrático: Los políticos pueden utilizar la burocracia para influir en las políticas y las decisiones. Pueden nombrar a burócratas leales para puestos clave, controlar la información y los recursos y utilizar la burocracia para aplicar sus políticas.
  2. Clientelismo y patrocinio: Los políticos también pueden utilizar métodos de patrocinio para mantener su poder. Puede consistir en distribuir recursos o favores a individuos o grupos específicos a cambio de su apoyo político.
  3. Estrategia de división: Otro método muy utilizado consiste en dividir a los adversarios para debilitarlos. Esto puede implicar aprovechar las divisiones existentes o crear nuevas divisiones para impedir que la oposición se una contra ellos.
  4. Propaganda y manipulación de la información: Los políticos también pueden utilizar la propaganda y la manipulación de la información para influir en la opinión pública y mantener su poder. Esto puede implicar la difusión de información falsa, la distorsión de los hechos o el uso de una retórica demagógica para ganarse el apoyo del público.

Estas prácticas pueden ser perjudiciales para la democracia y el Estado de derecho, ya que pueden conducir a la corrupción, la desigualdad y la concentración de poder en manos de unos pocos individuos o grupos.

El "spoil system" es un término que se ha utilizado para describir la práctica política, sobre todo en Estados Unidos, en la que se otorgan cargos públicos como recompensa a quienes han apoyado al candidato o partido vencedor. Este sistema estuvo muy extendido en el siglo XIX, especialmente bajo la administración del presidente Andrew Jackson. En un sistema de botín, el partido en el poder puede sustituir a un gran número de funcionarios por sus propios partidarios, lo que puede tener un profundo efecto en la administración del gobierno. Esto puede provocar inestabilidad e ineficacia, ya que los funcionarios pueden ser nombrados en función de su lealtad política y no de su competencia o experiencia. Además, puede conducir a una corrupción generalizada, ya que quienes ocupan puestos de poder pueden verse tentados a utilizar sus cargos para sus propios intereses en lugar de para el interés público. Weber, en sus reflexiones sobre el papel de la burocracia y la racionalidad en la sociedad moderna, criticó este tipo de prácticas. Sostenía que la administración pública debía gestionarse de forma racional e impersonal, con funcionarios competentes nombrados en función de sus méritos y no de su afiliación política. Según Weber, el sistema del botín es un ejemplo de cómo la política puede utilizarse para servir a intereses particulares en lugar de al bien común, lo que contradice la idea de una sociedad democrática y racional.

Según Weber, hay tres cualidades esenciales para la política:

  1. Pasión: Weber no ve la pasión como un impulso irracional, sino como pasión en el sentido de profunda devoción a una causa. Es el compromiso, la energía y la determinación necesarios para afrontar los retos de la política.
  2. Sentido de la responsabilidad: La política, sobre todo cuando se trata del gobierno de un país, implica enormes responsabilidades. Las decisiones que se toman pueden afectar a millones de personas, por lo que es crucial que quienes decidan entrar en política tengan un profundo sentido de la responsabilidad.
  3. El ojo: Es lo que Weber llama "Augenmass", que puede traducirse como sentido de la proporción, juicio o discernimiento. Es la capacidad de comprender rápidamente una situación compleja, juzgar sus implicaciones y tomar decisiones con conocimiento de causa.

Por último, Weber advierte que estas cualidades no deben separarse, pues de lo contrario pueden volverse peligrosas. La pasión sin responsabilidad puede conducir a un fanatismo ciego, mientras que la responsabilidad sin pasión puede convertirse en un formalismo estéril. Del mismo modo, la visión sin pasión ni responsabilidad puede convertirse en una forma de cinismo político. Así que se necesitan las tres cualidades juntas para ser un buen político.

En su obra "Politik als Beruf" (La política como vocación), Weber examina la naturaleza de la política y su interacción con la ética. Sostiene que la política es intrínsecamente una actividad de poder y violencia. Está inevitablemente ligada a la lucha por el poder y al ejercicio de la fuerza.

Sin embargo, a pesar de esta realidad, Weber sostiene que hay un lugar para la ética en la política. Distingue dos tipos de ética que pueden guiar la acción política: la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.

  1. La ética de la convicción se refiere a principios morales absolutos a los que un individuo permanece fiel, independientemente de las consecuencias. Los individuos que siguen una ética de la convicción se centran en la intención más que en el resultado de sus acciones. Una ética de convicción se centra en los principios y valores inquebrantables de un individuo. Un individuo que sigue una ética de convicción se centra en cumplir sus deberes morales, independientemente de las consecuencias de sus acciones. Es un enfoque de la moral que se guía principalmente por principios absolutos y creencias firmes.
  2. La ética de la responsabilidad, en cambio, es más pragmática. Tiene en cuenta las consecuencias de la acción y considera que los individuos tienen una responsabilidad hacia los resultados de sus actos. La ética de la responsabilidad se centra en tener en cuenta las consecuencias de las acciones. Un individuo que sigue una ética de la responsabilidad considera los efectos de sus acciones en los demás y toma decisiones basándose en cómo afectarán al mundo que le rodea. Es un enfoque de la moral que hace hincapié en las consecuencias prácticas y reales de las acciones.

Weber no es partidario de ninguno de los dos, pero advierte contra una excesiva dependencia de la ética de la convicción en política. Sostiene que los políticos deben guiarse por una ética de la responsabilidad, teniendo en cuenta las consecuencias de sus actos, sin dejar de ser fieles a sus convicciones. Para Weber, la política requiere una combinación de pasión y juicio ético, una fusión de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Según Weber, un buen político debe equilibrar estas dos formas de ética. Debe tener convicciones y principios firmes, pero también debe estar dispuesto a tomar decisiones difíciles que pueden tener consecuencias indeseables a corto plazo, pero que son necesarias para el bien a largo plazo.

Adolf Eichmann, alto cargo nazi responsable de la logística del Holocausto, utilizó este argumento en su juicio celebrado en Jerusalén en 1961. Afirmó que era un mero ejecutor que obedecía las órdenes de sus superiores y que, por tanto, no tenía responsabilidad personal por los crímenes cometidos. Este es un ejemplo de lo que Hannah Arendt denominó la "banalidad del mal" en su relato del juicio de Eichmann. Según Arendt, Eichmann no era un monstruo, sino un burócrata corriente que se limitaba a cumplir órdenes sin reflexionar sobre las consecuencias morales de sus actos. Sugiere que fue esta capacidad de obedecer ciegamente las órdenes y abdicar de la responsabilidad personal lo que hizo posible el Holocausto. Esta noción de responsabilidad es fundamental para la ética de la responsabilidad de Weber. En su opinión, todo el mundo es responsable de sus actos, incluso cuando actúan en su función profesional. Enfatizó la importancia de la toma de decisiones consciente y ética, en lugar de limitarse a seguir órdenes sin pensar.

Max Weber, en su obra, distinguía claramente entre dos tipos de ética, la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, y destacaba sus respectivos límites.

  1. La ética de la convicción se centra en los principios morales y éticos inquebrantables que guían las acciones de un individuo. Una persona que actúa según una ética de la convicción seguirá sus principios independientemente de las consecuencias de sus actos. La limitación de esta ética es que puede conducir a acciones rígidas, inflexibles y dogmáticas que no tienen en cuenta las consecuencias o circunstancias cambiantes.
  2. Por otro lado, la ética de la responsabilidad se centra en las consecuencias de las acciones de un individuo. Una persona que actúe según una ética de la responsabilidad tomará decisiones basadas en las posibles consecuencias y estará dispuesta a responsabilizarse de ellas. La limitación en este caso es que este enfoque puede conducir a un pragmatismo excesivo, en el que el fin justifica los medios, incluso si esos medios violan ciertos principios éticos.

Según Weber, un buen político debe equilibrar estas dos éticas. Debe tener convicciones y principios firmes, pero también debe ser consciente de las consecuencias de sus actos y estar dispuesto a responsabilizarse de ellas.

Weber subrayó que es crucial que un individuo piense de forma crítica y consciente sobre sus acciones, en lugar de confiar únicamente en la pura racionalidad o en las prescripciones colectivas. La ética, desde esta perspectiva, es una cuestión de elección individual informada y consciente. No basta con ajustarse a las expectativas o normas colectivas sin cuestionar los principios éticos que las sustentan. Del mismo modo, no basta con tomar decisiones basadas únicamente en la racionalidad sin considerar las implicaciones éticas de esas decisiones. Por eso Weber insiste en la necesidad de conciliar la ética de la convicción, que se centra en los principios morales personales, y la ética de la responsabilidad, que se centra en las consecuencias de las acciones. En última instancia, cada individuo debe tomar sus propias decisiones éticas siendo plenamente consciente de las implicaciones de las mismas.

Vilfredo Pareto : 1848 - 1923

Vilfredo Pareto.

La vie de Vilfredo Pareto

Vilfredo Pareto (1848-1923) était un économiste et sociologue italien, connu pour ses travaux sur la théorie de l'élite et pour l'introduction du concept de distribution de Pareto en économie. Après une carrière réussie en ingénierie et en gestion, Pareto a décidé de se consacrer à l'étude des sciences sociales.

Il a commencé à écrire sur l'économie dans les années 1890 et a été nommé professeur d'économie politique à l'Université de Lausanne en Suisse en 1893. Son travail a porté sur un large éventail de sujets, y compris la théorie de l'échange, la théorie du bien-être et les inégalités de revenus.

Pareto est surtout connu pour son concept de distribution de Pareto, qui décrit une distribution de richesse inégale dans laquelle une petite proportion de la population détient une grande partie de la richesse totale. Cette idée est souvent résumée par le principe du 80/20, qui stipule que 80 % des effets proviennent de 20 % des causes.

En sociologie, Pareto a développé la théorie de l'élite, selon laquelle chaque société est gouvernée par une minorité d'individus, l'élite, qui détient le pouvoir. Il a également mis en avant l'idée de "résidus" et "dérivations", qui sont des concepts clés pour comprendre son analyse des actions humaines et de la dynamique sociale.

Vilfredo Pareto était connu pour ses opinions politiques fortement libérales et ses critiques de l'intervention de l'État dans l'économie. Il croyait fermement à la liberté individuelle et à l'autonomie personnelle, et il était sceptique quant à l'efficacité de l'État pour améliorer le bien-être social.

Pareto a critiqué ce qu'il considérait comme une tendance croissante à l'étatisme, c'est-à-dire une intervention accrue de l'État dans la vie sociale et économique. Pour lui, l'étatisme conduisait à une inefficacité économique et limitait la liberté individuelle. Il pensait que l'État devrait se limiter à assurer le respect des lois et des contrats et à protéger les citoyens contre la violence et la fraude.

Les idées de Pareto ont été reprises par les économistes néolibéraux du 20ème siècle, qui ont également plaidé pour une réduction du rôle de l'État dans l'économie. Cependant, les idées de Pareto sur l'élitisme et la distribution inégale de la richesse sont souvent critiquées pour leur caractère antidémocratique.

Après avoir travaillé dans l'industrie et le secteur privé, Vilfredo Pareto a effectué un changement de carrière notable pour se concentrer sur l'académie et la recherche en économie. En 1893, il a repris le poste de Léon Walras, l'un des fondateurs de l'école néoclassique d'économie, à l'Université de Lausanne en Suisse. À Lausanne, Pareto a eu l'occasion de développer ses propres théories économiques et sociales et de contribuer de manière significative à la discipline. Son travail a porté sur des domaines tels que la distribution de la richesse, l'économie du bien-être et la théorie du choix, et ses idées ont eu une influence durable sur l'économie et la sociologie.

Société et histoire

Dans son "Traité de sociologie générale", aussi connu sous le nom de "Mind and Society", Pareto a développé sa théorie de l'élitisme circulaire. Selon cette théorie, le pouvoir dans la société est toujours détenu par une minorité, qu'il appelle l'élite. Il soutient que l'histoire de la société est une constante succession d'élites, où une élite en déplace une autre. Il a distingué deux types d'élites : l'élite gouvernante et l'élite non gouvernante. L'élite gouvernante est celle qui détient directement le pouvoir, tandis que l'élite non gouvernante est constituée d'individus qui ont une influence indirecte sur la société, comme les universitaires, les industriels, etc. Selon Pareto, ces élites ne sont pas stables, elles sont en constant mouvement. Lorsqu'une élite devient inefficace ou incapable de maintenir son pouvoir, elle est remplacée par une nouvelle élite. C'est ce qu'il appelle la "circulation des élites". Cela fait partie de sa vision plus large de la sociologie et de l'économie, où il a cherché à appliquer des méthodes scientifiques et quantitatives à l'étude des phénomènes sociaux.

Pareto croyait que les sociétés passaient par des cycles de transformation et que ces cycles étaient en grande partie guidés par ces trois "classes de faits".

  1. La crise du sentiment religieux : Pareto a observé que les croyances religieuses d'une société ont tendance à s'affaiblir avec le temps. Cela peut conduire à une crise où les anciennes valeurs et traditions sont remises en question, créant un vide qui peut être comblé par de nouvelles idées et institutions.
  2. La décadence de l'antique aristocratie : Dans ce contexte, l'"aristocratie" peut être comprise comme l'élite au pouvoir à un moment donné. Pareto a noté que ces élites ont tendance à perdre leur vigueur et leur efficacité avec le temps, ce qui peut finalement conduire à leur chute.
  3. L'émergence d'une nouvelle aristocratie : Pareto a observé que lorsque l'ancienne élite perd son pouvoir, une nouvelle élite émerge pour prendre sa place. Ces nouvelles élites peuvent être constituées d'individus ou de groupes qui étaient auparavant marginalisés ou exclus du pouvoir.

Ces trois classes de faits sont interconnectées et se renforcent mutuellement, conduisant à un cycle constant de changement et de transformation au sein de la société.

Vilfredo Pareto avait une vision plutôt réaliste de la société. Il soutenait que malgré les apparences d'égalité, les sociétés étaient en réalité fondamentalement hétérogènes et hiérarchisées. C'est ce qu'il appelait "l'hétérogénéité sociale". Dans ce système, certains individus ou groupes ont plus de pouvoir, de prestige ou de ressources que d'autres, créant ainsi une structure hiérarchique. Cette hiérarchie n'est pas fixe, mais change constamment en raison de facteurs tels que la compétition pour les ressources, les changements économiques, politiques et culturels. L'équilibre de la société est donc instable, dans le sens où il est constamment en mouvement et en évolution. Cela peut parfois conduire à des tensions et des conflits, car différents groupes luttent pour améliorer leur position dans la hiérarchie sociale. L'idée de Pareto est que cette instabilité est à la fois inévitable et nécessaire pour le progrès et le développement de la société. Les forces conflictuelles peuvent créer des déséquilibres, mais elles peuvent également stimuler l'innovation, le changement et l'adaptation.

Vilfredo Pareto a fait des observations sur les transformations de la société moderne qui, selon lui, montraient certains signes inquiétants. Il a identifié deux tendances majeures :

  1. L'affaiblissement de la souveraineté centrale et la montée des forces anarchiques : Pareto a observé que la puissance de l'État central se réduisait dans de nombreux pays, tandis que les forces anarchiques gagnaient du terrain. Cela peut être interprété comme un mouvement vers une plus grande décentralisation et une diffusion du pouvoir, mais Pareto y voyait un signe de l'instabilité croissante de la société.
  2. La progression rapide du "cycle de la ploutocratie démagogique" : Cette phrase désigne le processus par lequel une élite riche (ploutocratie) utilise la démagogie, c'est-à-dire des appels émotionnels et populistes, pour obtenir le soutien de la population et se maintenir au pouvoir. Pareto a observé que ce cycle devenait de plus en plus courant dans les sociétés modernes, et il l'a considéré comme un signe de déclin démocratique.

Ces observations de Pareto sur les tendances de la société moderne étaient le reflet de ses préoccupations sur l'évolution de la démocratie et sur l'impact de ces tendances sur la stabilité sociale et politique.

Les élites et le pouvoir

Selon Vilfredo Pareto, les sociétés sont toujours organisées de manière hiérarchique avec une division claire entre une classe dirigeante (élite) et une classe dirigée (le reste de la société). Cette structure est présente indépendamment du type de système politique - que ce soit une démocratie, une monarchie ou une dictature. Pareto soutient que le rôle de la politique est de gérer cette relation entre les classes dirigeantes et les classes dirigées. C'est-à-dire qu'elle doit maintenir l'équilibre social, éviter les conflits majeurs et permettre la coopération entre les différentes strates de la société. Cependant, Pareto a également observé un phénomène qu'il a appelé la "circulation des élites". Selon cette théorie, les élites ne restent pas statiques, mais changent constamment, avec de nouveaux individus ou groupes qui montent dans la hiérarchie sociale pour remplacer les anciens. Il a également noté le danger de la démagogie, où les élites utilisent un discours populiste pour manipuler les masses et maintenir leur position de pouvoir. Cette approche peut créer des tensions sociales et politiques et, à long terme, déstabiliser la société.

Pareto envisage l'élite comme un groupe d'individus qui ont réussi dans divers domaines de la société - que ce soit la politique, l'économie, les arts, les sciences, etc. Ils détiennent une certaine influence ou un pouvoir qui les distingue du reste de la population. Selon Pareto, l'élite n'est pas forcément un groupe homogène. Elle peut comprendre différentes sous-catégories d'élites, par exemple l'élite politique, l'élite économique, l'élite intellectuelle, etc., chacune ayant ses propres intérêts, valeurs et modes de fonctionnement. Pareto soutient également que l'élite est intrinsèquement inégalitaire. En d'autres termes, elle est structurellement distincte du reste de la société et a tendance à défendre ses propres intérêts, souvent au détriment du principe d'égalité. C'est une des raisons pour lesquelles il avertit du risque de tension et de conflit entre l'élite et les masses. Pareto ne voit pas nécessairement cette inégalité comme négative. Pour lui, l'existence d'une élite est une caractéristique inévitable de toute société et peut même être bénéfique dans certains cas, en favorisant la compétition, l'innovation et le progrès.

Vilfredo Pareto a divisé l'élite en deux catégories distinctes : l'élite gouvernante et l'élite non gouvernante. L'élite gouvernante est constituée de ceux qui détiennent directement le pouvoir politique, tels que les politiciens, les hauts fonctionnaires, les juges, les militaires de haut rang, et d'autres qui ont une influence directe sur la prise de décision politique. Cette élite est souvent en position de faire des lois, de définir les politiques publiques et de diriger l'administration. L'élite non gouvernante, quant à elle, est constituée de ceux qui ont une influence indirecte sur la prise de décision politique, tels que les entrepreneurs, les intellectuels, les artistes, les universitaires, les médias influents, et d'autres acteurs de la société civile. Bien que cette élite ne détienne pas directement le pouvoir politique, elle peut avoir une grande influence sur l'opinion publique et sur le cadre de la politique en général. Cette distinction est importante pour Pareto car elle montre que le pouvoir dans la société n'est pas détenu uniquement par ceux qui occupent des postes officiels de pouvoir politique. Il y a aussi un pouvoir diffus qui est exercé par ceux qui influencent l'opinion publique, les valeurs culturelles, les normes sociales, et d'autres aspects de la vie sociale.

Pareto a postulé que pour une élite pour devenir et rester une classe dirigeante, elle doit avoir ces trois aptitudes :

  1. Aptitude à prendre le pouvoir : C'est la capacité d'une élite à saisir et à exercer le pouvoir politique. Cela pourrait se faire par une variété de moyens, y compris mais sans s'y limiter, les élections, les coups d'État, la révolution, l'héritage, ou d'autres formes de transition du pouvoir. Cette aptitude dépend en grande partie de l'efficacité avec laquelle une élite peut naviguer dans la structure politique existante et exploiter les opportunités qui s'y présentent.
  2. Aptitude à la légitimité : C'est la capacité d'une élite à justifier son pouvoir aux yeux du public. La légitimité peut être obtenue de plusieurs façons, par exemple en s'appuyant sur des idéologies, des mythes, des traditions religieuses ou morales, ou d'autres formes de discours qui contribuent à créer un consensus social autour du droit de l'élite à gouverner. L'élite peut également chercher à gagner la légitimité en démontrant sa compétence dans la gouvernance, en fournissant des biens publics, ou en répondant aux demandes et aux besoins du public.
  3. Aptitude à conserver le pouvoir : C'est la capacité d'une élite à maintenir sa position de pouvoir une fois qu'elle a réussi à l'obtenir et à le légitimer. Cela pourrait impliquer une variété de stratégies, y compris la manipulation des règles politiques, l'utilisation de la force ou de la coercition, l'achat de soutien par la corruption ou le clientélisme, la construction de coalitions avec d'autres groupes puissants, ou d'autres formes de manoeuvres politiques.

Ces aptitudes ne sont pas nécessairement présentes en égale mesure au sein de toutes les élites. Certaines élites peuvent être plus habiles dans un domaine que dans un autre, et leur succès en tant que classe dirigeante dépendra en grande partie de la façon dont elles naviguent dans ces défis.

Selon Pareto, l'élite, ou la classe dirigeante, s'organise non pas sur la base de l'égalité, mais sur la base de la domination. Elle cherche à maintenir cette domination par divers moyens, notamment par la transmission du pouvoir au sein de son propre groupe (par exemple, par l'héritage ou le parrainage) et par la formation d'alliances avec d'autres groupes puissants. Le principe de l'habilité, est crucial dans cette perspective. Cela signifie que les membres de l'élite sont souvent connectés par un réseau de relations sociales, économiques et politiques qui leur permet de consolider et d'étendre leur pouvoir. Ils peuvent utiliser ce réseau pour partager des ressources, échanger des informations, coordonner leurs actions et soutenir mutuellement leurs intérêts. En fin de compte, la conquête et le maintien du pouvoir sont souvent vus par Pareto comme une "épreuve de force" - un combat constant pour le contrôle des ressources, de l'influence et de l'autorité. Cela peut impliquer une variété de tactiques, allant de la compétition politique ouverte à la manipulation subtile des structures et des normes sociales.

Vilfredo Pareto, dans son analyse du fait social, s'intéresse particulièrement aux dynamiques de pouvoir et aux mécanismes de dominance dans la société. Il explore notamment comment les comportements et les politiques individuels et collectifs peuvent influencer, maintenir ou modifier ces dynamiques. Il voit la société comme un système complexe de relations interpersonnelles et intergroupes, où le pouvoir et l'influence sont constamment négociés et réorganisés. Pareto est particulièrement connu pour son analyse de l'élite - la petite minorité de personnes qui détiennent une grande partie du pouvoir dans la société. Il a examiné comment cette élite maintient sa position dominante et comment elle peut être défiée ou remplacée par d'autres groupes. En ce sens, Pareto offre une perspective précieuse pour comprendre les mécanismes sous-jacents à l'inégalité sociale, à la stratification et au changement social.

Anexos

Referencias