Introducción a la subdisciplina de las relaciones internacionales

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Exploraremos los fundamentos de la subdisciplina de las relaciones internacionales, centrándonos en conceptos cruciales. Discutiremos los elementos fundamentales que componen el sistema internacional de Estados y examinaremos cómo el proceso de internacionalización y la dinámica de la globalización están cambiando este sistema. También nos ocuparemos de la arquitectura interestatal, destacando su papel y funcionamiento en el contexto actual. Además, repasaremos las tres principales teorías o paradigmas de las relaciones internacionales, que nos proporcionan herramientas interpretativas para analizar los fenómenos que observamos a escala global.

La COP21 es un movimiento mundial de apoyo a un acuerdo internacional, un fenómeno especialmente notable porque tradicionalmente el papel de los ciudadanos y la sociedad civil en la política internacional ha sido relativamente poco discutido. A menudo se les ha marginado de la política, percibida como elitista. Sin embargo, las cuestiones climáticas y medioambientales son ámbitos en los que estamos observando una creciente presión desde las bases de la ciudadanía y la ciudadanía global en favor de políticas más eficaces. En la COP21 de París no sólo estuvieron presentes Estados y líderes mundiales, sino también muchos representantes de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales. Se estaba negociando un marco global, centrado en la idea de un bien público mundial que requiere la cooperación más allá de las fronteras. Como subrayó Ban Ki Moon, las cuestiones medioambientales trascienden las fronteras nacionales y no llevan pasaporte, de ahí la necesidad de esta movilización.

Es crucial señalar que esta movilización no sólo implica a los gobiernos, sino también a la sociedad civil y al sector empresarial, incluidas las empresas directamente afectadas por cuestiones relacionadas con el uso de energías basadas en el carbono. Sorprendentemente, incluso los alcaldes de las ciudades han desempeñado un papel activo y han tratado de apoyar este proceso. Estamos asistiendo, por tanto, a la creación de una estructura a varios niveles que engloba a diversos agentes. Se están desarrollando medidas de cooperación que van más allá de simples acuerdos internacionales a escala mundial, con la participación activa de ONG y burocracias estatales. Así pues, está claro que la cooperación en el mundo actual ya no depende únicamente de los tratados internacionales.

Haremos un repaso de este tema, centrándonos principalmente en la gobernanza mundial. Examinaremos cómo se ha construido el sistema internacional, hasta qué punto ha evolucionado y cómo podemos interpretar este cambio desde un punto de vista teórico.

El sistema estatal y las relaciones internacionales[modifier | modifier le wikicode]

Los principios de los Tratados de Westfalia de 1648[modifier | modifier le wikicode]

La cuestión del nacimiento de los Estados nación es compleja y a menudo debatida entre historiadores y politólogos. Durante gran parte de la historia de la humanidad, la organización política dominante fue la de los imperios o reinos, y no la de los Estados nación tal y como los conocemos hoy en día. La estructura política que hoy llamamos "Estado" tiene su origen en la Europa moderna, en particular en el sistema westfaliano surgido de los Tratados de Westfalia de 1648. Estos tratados pusieron fin a la Guerra de los Treinta Años, un conflicto devastador que implicó a un gran número de potencias europeas y se centró en gran medida en cuestiones religiosas. Los Tratados de Westfalia introdujeron varios principios que se convirtieron en fundamentales para el concepto de Estado. En primer lugar, afirmaron el principio de soberanía, según el cual cada Estado tiene el derecho exclusivo de ejercer el poder político sobre su territorio y su población. En segundo lugar, establecieron el principio de igualdad jurídica entre los Estados, independientemente de su tamaño o poder.

Sin embargo, el sistema de Westfalia no condujo inmediatamente a la aparición de los Estados nacionales modernos. Durante varios siglos después de Westfalia, muchos territorios de Europa y otros lugares siguieron gobernados por imperios o reinos que no se correspondían con la estructura política del Estado nación. No fue hasta el siglo XIX cuando el concepto de Estado-nación empezó a adquirir una importancia predominante, con la aparición del nacionalismo como fuerza política de primer orden. En la actualidad, el Estado-nación sigue siendo la forma dominante de organización política en todo el mundo, aunque la globalización y otras fuerzas transnacionales desafían cada vez más la preeminencia del Estado-nación.

Banquete de la Guardia Civil de Amsterdam celebrando la Paz de Münster (1648), expuesto en el Rijksmuseum, por Bartholomeus van der Helst.

Un Estado se distingue por su territorialidad, como entidad social inextricablemente ligada a un territorio definido. Estos territorios son intrínsecamente exclusivos, ya que cada Estado ejerce un control jurídico completo sobre su propio territorio, sin reclamar jurisdicción sobre el territorio de otros Estados. Además, un Estado tiene soberanía interna, lo que significa que monopoliza el uso de la fuerza dentro de sus fronteras.

Según esta definición, un Estado se caracteriza por su territorialidad. Es una estructura social asociada a un territorio concreto. Estos territorios son mutuamente excluyentes, lo que significa que un Estado tiene jurisdicción sobre su propio territorio, pero no sobre el de otros Estados. La soberanía es otra característica crucial de un Estado. Significa que un Estado tiene el control último e incontestable sobre su territorio y su población. Tiene poder para promulgar leyes, hacerlas cumplir y castigar a quienes las infrinjan. En otras palabras, el Estado tiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza física dentro de sus fronteras. Por lo general, es el Estado el que controla las fuerzas armadas, la policía y los tribunales, y tiene potestad para recaudar impuestos. Sin embargo, aunque los Estados tienen soberanía dentro de sus fronteras, también están obligados por el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros Estados, otra norma fundamental del sistema internacional derivada de los Tratados de Westfalia. En la práctica, por supuesto, la realidad puede ser más compleja. Por ejemplo, algunos Estados pueden no tener un control efectivo sobre todo su territorio, o su soberanía puede verse comprometida por una intervención extranjera, un conflicto interno u otros factores. No obstante, el concepto de Estado como entidad territorial soberana sigue siendo un principio básico de la política internacional.

La definición de Estado de Max Weber gira en torno a la monopolización legítima de los medios de fuerza, lo que significa que es aceptada por la población del Estado en cuestión. Sin embargo, el poder del Estado no se limita únicamente al monopolio de la fuerza. También abarca la autoridad legal exclusiva, que incluye la elaboración y aplicación de leyes y la recaudación de impuestos, otras dos características distintivas de un Estado. La moneda también forma parte de esta definición. Históricamente, estos conceptos ya estaban presentes en los tratados, donde encontramos los términos latinos que indican que el rey era el "imperator" en su reino, es decir, el que ostentaba el poder supremo.

Además de la soberanía interna, que se manifiesta en la monopolización de la fuerza y la autoridad legal, otro aspecto clave es la soberanía externa. La soberanía externa se refiere a las relaciones entre Estados, e incluye el principio fundamental de la autonomía estatal, el reconocimiento mutuo y el respeto a la no injerencia. Esta norma, crucial en el sistema internacional, no sólo asegura la supervivencia de los Estados, sino que también garantiza su autonomía para dirigir sus políticas nacionales sin intervención exterior. De este modo, protege a cada Estado contra cualquier injerencia extranjera en sus asuntos internos.

La soberanía exterior, también conocida como soberanía internacional, es un aspecto central del sistema internacional de Estados. Se refiere a la independencia de un Estado respecto al mundo exterior y a su libertad para dirigir sus propias políticas sin injerencias extranjeras. El concepto de soberanía exterior se basa en varios principios importantes:

  1. Autonomía: Cada Estado tiene derecho a gestionar sus asuntos internos como considere oportuno, sin injerencias de otros Estados. Esto incluye la capacidad de tomar decisiones políticas, económicas y sociales independientes.
  2. Reconocimiento mutuo: los Estados deben reconocer la existencia y legitimidad de otros Estados. Esto implica el respeto de las fronteras y la soberanía de cada Estado, y la no intervención en los asuntos internos de otro Estado.
  3. No injerencia: es el principio según el cual ningún Estado tiene derecho a intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de otro Estado. Es un principio fundamental del derecho internacional y está consagrado en la Carta de las Naciones Unidas.

Estos principios de soberanía exterior contribuyen a mantener la estabilidad y el equilibrio del sistema internacional, impidiendo la intervención arbitraria y la injerencia en los asuntos de otros Estados. Sin embargo, a menudo son puestos a prueba por cuestiones como las intervenciones humanitarias, los conflictos internacionales y las presiones de fuerzas transnacionales como la globalización y las organizaciones internacionales.

El principio de no injerencia es fundamental en la Carta de las Naciones Unidas y en la Sociedad de Naciones, y sigue desempeñando un papel crucial en la gobernanza internacional. Sin embargo, este principio se está transformando por la creciente aparición de normas internacionales cada vez más vinculantes. Estas normas, que pueden proceder de tratados internacionales, convenciones u otras formas de acuerdo, pueden imponer límites a la forma en que un Estado puede ejercer su soberanía interna y externa. Por ejemplo, los acuerdos internacionales sobre derechos humanos, medio ambiente o comercio pueden exigir a los Estados que adopten determinadas medidas o se abstengan de ciertas acciones, aunque ello pueda interferir con su autonomía interna o su política exterior. Además, el concepto de "responsabilidad de proteger", que ha cobrado importancia en los últimos años, sugiere que la comunidad internacional tiene el deber de intervenir en determinadas situaciones, como el genocidio o los crímenes contra la humanidad, aunque ello implique una violación de la soberanía estatal. Estos avances ponen de relieve las tensiones entre la soberanía estatal y los imperativos internacionales, y plantean cuestiones difíciles sobre el equilibrio entre los derechos de los Estados y las responsabilidades globales. También ilustran cómo evolucionan las normas internacionales en respuesta a las cambiantes preocupaciones y prioridades mundiales.

Estos tres principios -autonomía estatal, reconocimiento mutuo y no injerencia- son los pilares fundamentales sobre los que se ha construido el orden internacional. Estos principios se codificaron por primera vez en los Tratados de Westfalia de 1648, que marcaron el nacimiento del sistema de Estados soberanos que conocemos hoy.

  1. La autonomía estatal significa que cada Estado tiene derecho a gestionar sus propios asuntos internos sin injerencias externas, lo que le permite tomar sus propias decisiones políticas, económicas y sociales.
  2. El reconocimiento mutuo entre Estados implica el respeto de las fronteras de cada Estado y su derecho a la soberanía. Esto significa que cada Estado debe ser reconocido y tratado como un igual por los demás Estados.
  3. La no injerencia en los asuntos internos de otro Estado es un principio central del derecho internacional que protege la soberanía y la independencia de cada Estado.

En conjunto, estos principios han configurado el desarrollo del sistema internacional de Estados soberanos y siguen influyendo en la forma en que los Estados interactúan entre sí en la escena internacional. Sin embargo, como ya se ha mencionado, estos principios se cuestionan y adaptan constantemente en respuesta a las nuevas realidades y a los retos mundiales.

La "globalización" del sistema estatal[modifier | modifier le wikicode]

¿Cómo surgieron los Estados? En 1648 se firmó el Tratado de Westfalia, pero en Europa se tardó mucho más en crear Estados y abolir los imperios. Desde una perspectiva global, este proceso llevó mucho más tiempo.

La formación de Estados como entidades políticas diferenciadas fue un proceso largo y complejo que se prolongó durante varios siglos. En Europa, el Tratado de Westfalia de 1648 se cita a menudo como un punto de partida importante, ya que codificó los principios de soberanía estatal y no injerencia. Sin embargo, la transición de los imperios y reinos a los Estados nación modernos, tal y como los conocemos hoy, llevó mucho más tiempo. En el contexto europeo, este proceso se vio facilitado por diversos factores, como la aparición de la burguesía, las revoluciones nacionales, el auge del nacionalismo y el debilitamiento de las estructuras feudales. Fue un proceso gradual, marcado por guerras, revoluciones y negociaciones diplomáticas. Finalmente, el concepto de Estado soberano se convirtió en el principal modelo de organización política en Europa hacia el siglo XIX. A escala mundial, la formación de los Estados fue un proceso aún más largo y complejo. En muchas partes del mundo, el concepto de Estado soberano fue introducido por el colonialismo europeo. Tras la descolonización, a mediados del siglo XX, surgieron muchos Estados nuevos, a menudo con fronteras trazadas arbitrariamente por las antiguas potencias coloniales. Estos nuevos Estados tuvieron que superar una serie de retos para establecer su soberanía y legitimidad, como la diversidad étnica y lingüística, el subdesarrollo económico y los conflictos internos y externos.

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El sistema de las Naciones Unidas fue fundado en 1945 por 51 países decididos a preservar la paz mediante la cooperación internacional y la seguridad colectiva. La Carta de las Naciones Unidas, que es el documento fundacional de la ONU, se firmó el 26 de junio de 1945 en San Francisco al término de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, y entró en vigor el 24 de octubre de 1945. Estos 51 Estados Miembros originales aceptaron las obligaciones de la Carta de las Naciones Unidas y se comprometieron a respetar sus principios. De este modo, sentaron las bases de la organización actual, cuyo objetivo es mantener la paz y la seguridad internacionales, promover el respeto de los derechos humanos, fomentar el desarrollo social y económico, proteger el medio ambiente y proporcionar ayuda humanitaria en épocas de hambruna, catástrofes naturales y conflictos armados. Desde su creación, la ONU ha crecido y evolucionado para reflejar los cambios políticos y geográficos del mundo. En 2023, la ONU contará con 193 Estados miembros, lo que refleja el aumento del número de Estados soberanos desde 1945 y el papel central de la ONU como foro para la cooperación internacional.

La idea de Estado está en constante evolución y el número de Estados en el mundo sigue cambiando. La creación de un Estado no es un proceso fijo y definido, sino que viene determinado por una combinación de factores históricos, políticos, sociales y culturales. En 1945, cuando se fundó la ONU, había 51 Estados miembros. Sin embargo, el número de Estados miembros de la ONU ha crecido considerablemente desde entonces, hasta los 193 actuales. Además, hay entidades que tienen algún tipo de gobierno autónomo y se consideran a sí mismas Estados, pero no están reconocidas como tales por la comunidad internacional. Estas entidades, como Kosovo, Palestina y Taiwán, se encuentran a menudo en una compleja situación de reconocimiento parcial o impugnado. Esto nos recuerda que la soberanía y el reconocimiento internacional son procesos políticos complejos que dependen no sólo de las estructuras internas de un territorio, sino también de cómo otros Estados y organizaciones internacionales perciben estos territorios e interactúan con ellos. En resumen, la existencia y el reconocimiento de los Estados evolucionan constantemente y están sujetos a una negociación permanente. Esto subraya la complejidad y fluidez del sistema internacional, y el hecho de que la condición de Estado es un proceso dinámico y en constante evolución.

El aumento del número de Estados soberanos a lo largo del tiempo puede atribuirse en gran medida a dos grandes procesos históricos: la descolonización y la caída de los regímenes autoritarios y los imperios. La descolonización, que tuvo lugar principalmente en las décadas de 1960 y 1970, condujo a la creación de muchos nuevos Estados soberanos en África, Asia y el Caribe. Estos nuevos Estados nacieron de la lucha por la independencia de los pueblos colonizados contra las potencias coloniales europeas. Después, con el colapso de la Unión Soviética y Yugoslavia en la década de 1990, aparecieron muchos otros Estados en la escena internacional. Estos acontecimientos marcaron el final de la Guerra Fría y reconfiguraron las fronteras políticas y geográficas de Europa y Asia Central. Sin embargo, este proceso no ha terminado. Todavía hay regiones del mundo en las que la condición de Estado es discutida o incierta. Además, el propio concepto de Estado soberano está en constante evolución, en respuesta a los cambios políticos, económicos, tecnológicos y culturales. Por consiguiente, aunque el sistema internacional ha evolucionado considerablemente desde el Tratado de Westfalia, seguimos viviendo en un mundo de Estados en flujo, donde la soberanía y la autonomía nunca se adquieren definitivamente, sino que son siempre objeto de negociación y conflicto.

Implicaciones del modelo de Estado westfaliano para las relaciones internacionales[modifier | modifier le wikicode]

¿Qué representa o implica esta división del mundo en Estados soberanos para las relaciones internacionales?

La división del mundo en Estados soberanos tiene profundas implicaciones para las relaciones internacionales. Esencialmente, crea un sistema internacional que a menudo se describe como anárquico. Esto no quiere decir que sea un caos total, sino que no existe una autoridad mundial superior que pueda imponer normas o leyes a los Estados. Cada Estado tiene su propia autoridad interna y ningún Estado tiene autoridad oficial sobre otro. Esto significa que los Estados son los principales actores en la escena internacional. Tienen capacidad para hacer la guerra, celebrar tratados, reconocer a otros Estados y entablar relaciones diplomáticas. En la práctica, sin embargo, su libertad de acción suele estar limitada por factores como el poder económico y militar, las alianzas y las obligaciones derivadas del Derecho internacional. Esto significa también que la cooperación internacional es a menudo difícil de lograr. A falta de una autoridad mundial, los Estados deben acordar voluntariamente reglas y normas comunes. Aquí es donde entran en juego organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, que proporcionan un marco para negociar y desarrollar estas normas comunes. Por último, esto también puede dar lugar a conflictos de intereses entre los Estados, ya que cada uno trata de proteger y promover sus propios intereses. Estos conflictos pueden gestionarse a través de la diplomacia, pero también pueden, en determinadas circunstancias, desembocar en un conflicto militar. En resumen, la división del mundo en Estados soberanos crea un sistema internacional complejo y dinámico, en el que tanto la cooperación como el conflicto son posibles, y en el que el poder y la influencia están constantemente en juego.

En las primeras fases del desarrollo del derecho internacional, el énfasis principal se puso en la coexistencia de los Estados y la resolución de disputas mediante la fuerza militar, más que a través de mecanismos jurídicos internacionales. Esto incluía el "derecho de guerra" (jus ad bellum y jus in bello), que regulaba cuándo un Estado tenía derecho a declarar la guerra y cómo debía comportarse durante ella. En este contexto, el principal objetivo del derecho internacional era prevenir o limitar los conflictos estableciendo normas de comportamiento aceptables para los Estados. Por ejemplo, las leyes que rigen las declaraciones de guerra, la neutralidad y el trato a los prisioneros pretendían proporcionar cierto grado de previsibilidad y estabilidad en un sistema internacional que, de otro modo, sería anárquico.

Sin embargo, la ausencia de una autoridad internacional superior significaba que la aplicación de estas leyes dependía en última instancia de la voluntad de los Estados y de su capacidad para hacer cumplir estas normas por la fuerza. En otras palabras, a menudo prevalecía la ley del más fuerte. Con el tiempo, sin embargo, el derecho internacional ha evolucionado y se ha ampliado para abarcar una gama mucho más amplia de cuestiones, como el comercio internacional, los derechos humanos, el medio ambiente y el derecho del mar, entre otras. Además, se han creado instituciones internacionales para facilitar la aplicación de estas leyes y la resolución de disputas. Estos avances han contribuido a la creación de un orden jurídico internacional más complejo y sofisticado, aunque siguen existiendo muchos retos a la hora de garantizar la aplicación efectiva del derecho internacional.

Las estructuras tradicionales del orden internacional[modifier | modifier le wikicode]

Este diagrama muestra la idea de anarquía a escala internacional.

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La estructura clásica del orden internacional distingue entre una jerarquía dentro de los Estados y una anarquía entre ellos.

Dentro de un Estado, se observa claramente una jerarquía estructural. El gobierno, actuando en nombre del Estado, ejerce autoridad sobre la sociedad. Esta autoridad es generalmente aceptada por los ciudadanos, en una forma de consentimiento mutuo o "soberanía compartida", especialmente notable en los sistemas democráticos. El Estado, a través de su control de las fuerzas del orden y del ejército, garantiza el respeto de la ley y mantiene el orden, estableciendo así una clara jerarquía sobre la sociedad.

A escala internacional, sin embargo, no existe un sistema jerárquico comparable entre Estados. Ningún Estado tiene jurisdicción o autoridad reconocida sobre otro, y ningún organismo supranacional ejerce un poder absoluto sobre todos los Estados. Por tanto, hablamos de "anarquía" en el sistema internacional. En este contexto, las relaciones entre Estados se rigen por el poder, la negociación y, en algunos casos, el derecho internacional, y no por una autoridad superior reconocida.

En este marco de anarquía, los Estados ejercen su soberanía exterior, respetando la norma de no injerencia y actuando de forma autónoma en la escena internacional. Las interacciones se producen principalmente a través de la diplomacia y la negociación, aunque a veces pueden predominar los conflictos y las rivalidades de poder.

Es importante señalar que, aunque la anarquía describe la ausencia de una autoridad mundial central, no significa que el sistema internacional carezca de estructura u orden. Los tratados, las convenciones, las organizaciones internacionales y otros mecanismos de cooperación desempeñan un papel crucial a la hora de estructurar las interacciones entre los Estados y contribuyen a la relativa estabilidad del sistema internacional.

La "internacionalización" del sistema internacional[modifier | modifier le wikicode]

La "internacionalización" del sistema internacional puede describirse como el proceso por el cual los Estados se han vuelto cada vez más interconectados e interdependientes a nivel internacional. Esta tendencia comenzó mucho antes de 1945, pero se aceleró bruscamente en la posguerra. La formación de las Naciones Unidas en 1945 marcó un importante punto de inflexión en la internacionalización del sistema internacional. Con la creación de la ONU, los Estados intentaron resolver sus diferencias por medios pacíficos y colaborar en asuntos de interés común, contribuyendo así a una mayor interconexión y cooperación internacional. Sin embargo, es importante señalar que el proceso de internacionalización no se limitó a la creación de la ONU. También ha estado marcado por los avances tecnológicos, el crecimiento del comercio mundial, la aparición de organizaciones no gubernamentales (ONG) internacionales y la expansión de las comunicaciones globales. Estos factores han contribuido a derribar las barreras entre los Estados y a aumentar su interdependencia.

La internacionalización también se ha visto favorecida por acontecimientos importantes como la descolonización, que provocó la aparición de nuevos Estados y la redefinición de las relaciones internacionales de poder. Además, la evolución de las normas internacionales, como los derechos humanos y el derecho internacional humanitario, también ha contribuido a configurar el sistema internacional actual. Por tanto, es esencial comprender que la internacionalización es un proceso dinámico, que sigue evolucionando y configurando el sistema internacional. Los Estados soberanos, al tiempo que conservan su autonomía, deben ahora tener en cuenta sus obligaciones y responsabilidades internacionales, lo que refleja la creciente interconexión e interdependencia que caracterizan al sistema internacional moderno.

El establecimiento del sistema internacional actual puede atribuirse a una serie de momentos históricos clave. Sin embargo, una fecha especialmente significativa es 1945, con la creación de las Naciones Unidas al final de la Segunda Guerra Mundial. Este momento representa un punto de inflexión en el que los Estados del mundo, profundamente afectados por la devastación de dos guerras mundiales, se unieron para crear una organización que pretendía evitar conflictos semejantes en el futuro. La adopción de la Carta de las Naciones Unidas por 51 países, que establecía principios de cooperación internacional, resolución pacífica de conflictos y respeto de los derechos humanos, marcó el inicio de un nuevo orden mundial basado en normas. Sin embargo, el actual sistema internacional no se detuvo ahí. Muchos otros momentos clave han configurado su evolución, como la descolonización de posguerra, que vio surgir muchos nuevos Estados soberanos, o el final de la Guerra Fría, que marcó una nueva era de cooperación y conflicto entre naciones.

1945 marcó un punto de inflexión especialmente significativo para el sistema internacional con la fundación de las Naciones Unidas. Sin embargo, un análisis de los acontecimientos históricos anteriores revela que la soberanía estatal ya se estaba transformando antes de este periodo de modernización. La transformación de la soberanía estatal comenzó mucho antes de 1945, sobre todo con el desarrollo del comercio internacional y el nacimiento del derecho internacional. En el siglo XIX, por ejemplo, la expansión del imperialismo y la colonización ya habían creado redes de interdependencia internacional. Los tratados comerciales establecieron normas y reglas para las relaciones entre Estados, erosionando ciertos aspectos de su soberanía. Además, las Conferencias de Paz de La Haya de 1899 y 1907 marcaron importantes pasos preliminares en la regulación de los conflictos internacionales y el establecimiento de ciertas normas de comportamiento internacional. Así pues, aunque 1945 marca una etapa crucial en la estructuración del sistema internacional tal y como lo conocemos hoy en día, el proceso de erosión y transformación de la soberanía estatal ya había comenzado mucho antes de esa fecha, a través del desarrollo de las relaciones internacionales y el surgimiento gradual de una comunidad internacional interconectada.

Estos procesos se han acelerado en los últimos años a tres niveles. Se ha producido una internacionalización del orden internacional a través de :

  1. Globalización y difusión de los valores liberales: Las interconexiones globales entre sociedades y poblaciones son cada vez más intensas. Esto se debe principalmente a la globalización, donde el aumento de las transacciones sociales está dando lugar a un nivel de interdependencia sin precedentes. Además, la difusión de los valores liberales, que fomentan la libre circulación de ideas, bienes y personas, facilita y refuerza este proceso de globalización. La globalización es un fenómeno polifacético que influye profundamente en nuestro mundo contemporáneo. Es un proceso que intensifica las interacciones y la interdependencia entre Estados, sociedades y poblaciones de todo el mundo. Por una parte, este proceso se ve impulsado por un aumento significativo de las transacciones sociales. Gracias a los avances tecnológicos y a los modernos medios de comunicación, los individuos, grupos y organizaciones están cada vez más en contacto unos con otros. Ya sea a través del comercio, los viajes, la educación, la inmigración o las redes sociales, las personas y las sociedades interactúan y son interdependientes a una escala nunca vista. Estas crecientes interacciones están dando lugar a una convergencia de culturas, ideas y estilos de vida, haciendo el mundo cada vez más pequeño. La globalización también se ve facilitada por la difusión de valores liberales. Estos valores, que incluyen principios como la igualdad, la libertad, los derechos humanos, la democracia y el capitalismo de libre mercado, han sido ampliamente promovidos y adoptados en todo el mundo, sobre todo desde el final de la Guerra Fría. La difusión de estos valores liberales no sólo ha allanado el camino para una mayor interconexión e interdependencia entre las sociedades, sino que también ha creado un entorno propicio para la globalización. Al promover la apertura, el intercambio y la cooperación, estos valores fomentan la cooperación internacional y la creación de redes más allá de las fronteras nacionales. De este modo, la globalización y la difusión de los valores liberales son dos procesos interdependientes que, juntos, han contribuido a una mayor integración e interdependencia entre las sociedades de todo el mundo.
  2. Organizaciones e instituciones internacionales: Otro aspecto de la internacionalización del sistema internacional es la aparición y el fortalecimiento de organizaciones e instituciones internacionales a través de las cuales los Estados cooperan y coordinan sus acciones. La observación de este fenómeno no sólo es interesante por el crecimiento numérico de estas entidades, sino también por los cambios cualitativos que se han producido, sobre todo desde finales del siglo XX. Una tendencia notable es la creciente judicialización de algunas de estas organizaciones internacionales. En otras palabras, cada vez más entidades han desarrollado mecanismos jurídicos que les permiten ejercer una autoridad jurídica supranacional y emitir decisiones vinculantes para los Estados miembros. Esto supone un alejamiento del principio tradicional de soberanía estatal en el sentido de que los Estados están ahora obligados a respetar las decisiones de estas organizaciones internacionales, incluso cuando puedan ir en contra de sus intereses nacionales. Paralelamente a este proceso de judicialización, también hemos asistido a un considerable desarrollo de la integración regional. Los ejemplos de integración regional van mucho más allá de Europa y de la Unión Europea. Podemos pensar en organizaciones como la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), todas las cuales han tratado de promover una mayor cooperación e integración entre sus Estados miembros.
  3. Relaciones transgubernamentales y transnacionales: El tercer nivel de internacionalización del sistema internacional se encuentra en la aparición de las relaciones transgubernamentales y transnacionales. Las relaciones transgubernamentales se refieren a las interacciones entre distintas partes del gobierno - burócratas, especialistas técnicos y otros funcionarios - más que a las relaciones formales entre los propios gobiernos. Por ejemplo, los responsables de la política medioambiental o financiera pueden establecer redes entre sí, compartir información y buenas prácticas e influir así en las políticas nacionales. Este fenómeno, conocido como transgubernamentalismo, ha sido especialmente acusado en las últimas décadas. Por otro lado, las relaciones transnacionales se refieren a las interacciones entre agentes no gubernamentales, como organizaciones no gubernamentales (ONG), empresas multinacionales y otras entidades de la sociedad civil, que desempeñan un papel cada vez más importante en la política internacional. Estos actores pueden influir en las políticas y normas internacionales, participar en actividades transfronterizas e incluso negociar directamente con gobiernos y organizaciones internacionales. En resumen, el sistema internacional ya no se limita a las interacciones entre Estados soberanos. Con el aumento de las relaciones transgubernamentales y transnacionales, las fronteras entre los asuntos internos y externos de los Estados son cada vez más porosas, y una multitud de actores no estatales participan activamente en la política internacional.

Estos acontecimientos son testimonio de un panorama internacional en constante cambio, en el que la soberanía de los Estados se erosiona y se rearticula.

La globalización de los intercambios sociales, la interdependencia y la teoría del liberalismo[modifier | modifier le wikicode]

No existen definiciones sencillas del fenómeno de la globalización. La globalización es un concepto complejo y multidimensional que no puede resumirse fácilmente en una única definición. Sin embargo, puede entenderse como un proceso cada vez más rápido de integración e interdependencia entre países de todo el mundo, debido al crecimiento del comercio internacional y los movimientos de capital, así como a la rápida difusión de la información y la tecnología.

La definición propuesta por Anthony Giddens en Dimensiones de la globalización hace hincapié en la creciente interconexión de las sociedades de todo el mundo.[1] Según él, la globalización es "la intensificación de las relaciones sociales globales que vinculan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos locales están moldeados por acontecimientos que ocurren a kilómetros de distancia y viceversa."

Esta definición destaca dos aspectos clave de la globalización:

  • La intensificación de las relaciones sociales globales: se refiere al aumento de las interacciones e interconexiones entre individuos, grupos, organizaciones y Estados de todo el mundo. Esto puede adoptar la forma de comercio, flujos de información, movimientos migratorios, etc.
  • La influencia mutua de los acontecimientos locales y mundiales: significa que los acontecimientos o las decisiones tomadas en una parte del mundo pueden tener efectos significativos en otras regiones, y viceversa. Por ejemplo, una decisión tomada por una multinacional en un país puede repercutir en las condiciones de vida de la población de otro. Del mismo modo, los problemas medioambientales locales pueden tener repercusiones mundiales, como es el caso del cambio climático.

Dans l'ensemble, la définition de Giddens souligne la nature interconnectée de notre monde contemporain et comment les événements, les décisions et les processus à différents niveaux (local, national, régional et global) sont de plus en plus interdépendants.

Giddens conceptualiza la globalización como un proceso por el que una actividad realizada en una región distante tiene un impacto inmediato y perceptible en otra región distinta. El ejemplo del cambio climático es una ilustración perfecta de cómo las acciones emprendidas en una parte del mundo pueden tener repercusiones significativas en otros lugares. Las emisiones de gases de efecto invernadero, ya se produzcan en el Norte o en el Sur, tienen consecuencias globales porque contribuyen al calentamiento global, que afecta al planeta en su conjunto. Del mismo modo, los conflictos, las crisis políticas o económicas y las catástrofes naturales pueden desencadenar movimientos migratorios que tienen repercusiones mucho más allá de las fronteras del país afectado. Por ejemplo, una guerra civil en un país puede desencadenar una afluencia de refugiados a los países vecinos e incluso más allá, afectando a la estabilidad y los recursos de estos países. La globalización ha amplificado estas interdependencias. Debido a la mayor facilidad para viajar y comunicarse, y a la creciente interdependencia económica, los problemas locales pueden convertirse rápidamente en globales. Al mismo tiempo, los problemas globales requieren cada vez más soluciones globales, lo que exige una mayor cooperación internacional.

Según Robert Gilpin, la globalización es el proceso por el cual las economías nacionales se integran e interconectan cada vez más, dando lugar a una economía mundial unificada.[2] Esto significa que las decisiones y actividades económicas de un país pueden tener importantes repercusiones en las de otros países, incluso a miles de kilómetros de distancia. La globalización económica, tal y como la define Gilpin, tiene varias facetas, como el comercio internacional, la inversión extranjera directa, la migración laboral y el movimiento de capitales. Por ejemplo, una empresa con sede en Estados Unidos puede hacer fabricar sus productos en China, venderlos en Europa e invertir los beneficios en mercados emergentes de África. Este proceso de integración económica mundial se ha visto facilitado en gran medida por los avances tecnológicos (sobre todo en telecomunicaciones, transporte y tecnologías de la información), la adopción de políticas económicas liberales que favorecen el libre comercio y la liberalización financiera, y el auge de instituciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio.

La globalización ha modificado profundamente la forma en que se producen y distribuyen los bienes y servicios. Las cadenas de producción están cada vez más fragmentadas y repartidas entre distintos países, una realidad que a veces se denomina "cadenas de valor mundiales". Un ejemplo de este fenómeno es la producción de un producto tecnológico, como un teléfono inteligente. Los distintos componentes del teléfono pueden fabricarse en diferentes países del mundo. Por ejemplo, los chips pueden fabricarse en Japón, el ensamblaje puede llevarse a cabo en China y el diseño y el desarrollo del software pueden realizarse en Estados Unidos. El producto acabado se distribuye y vende en todo el mundo. Al mismo tiempo, los mercados financieros también están cada vez más interconectados. Las inversiones pueden realizarse casi instantáneamente a través de fronteras y divisas, y el impacto de las decisiones económicas en un país puede sentirse en todo el mundo. Esta integración de los procesos de producción y de los mercados financieros ha dado lugar a una mayor eficiencia y a una reducción de los costes, pero también a una mayor interdependencia económica. Esto significa que las crisis económicas o financieras pueden propagarse rápidamente de un país a otro, como vimos durante la crisis financiera mundial de 2008. En general, la globalización ha llevado a una mayor interconexión e interdependencia de las economías del mundo, con implicaciones tanto positivas como negativas.

Jan Aart Scholte, investigador holandés de relaciones internacionales, ofrece una perspectiva diferente de la globalización al definirla como desterritorialización, o crecimiento de las relaciones supraterritoriales entre individuos.[3] La desterritorialización se refiere al debilitamiento de los vínculos entre la cultura, la política, la economía y el territorio físico. En el contexto de la globalización, la desterritorialización significa que las fronteras y distancias geográficas pierden relevancia en las interacciones sociales, económicas y políticas. Por ejemplo, en la economía digital actual, muchas transacciones e interacciones pueden tener lugar independientemente de la ubicación física de los participantes. Los individuos y las organizaciones pueden colaborar en proyectos, intercambiar información e ideas y realizar negocios juntos a pesar de las importantes diferencias de ubicación geográfica. Además, el concepto de relaciones supraterritoriales implica que las personas, las organizaciones y los gobiernos interactúan y se influyen mutuamente más allá de las fronteras nacionales y regionales. Las organizaciones internacionales, las redes transnacionales y las comunidades en línea ilustran estas relaciones supraterritoriales. Es importante señalar que la desterritorialización no elimina la importancia del territorio y del Estado nación, pero complica y transforma estas relaciones. Así, desde la perspectiva de Scholte, la globalización representa un avance hacia un mundo más interconectado y menos arraigado en territorios concretos.

La desterritorialización se refiere al debilitamiento de las limitaciones geográficas de las interacciones sociales, culturales y económicas. Con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, en particular Internet y las redes sociales, las interacciones y transacciones pueden tener lugar de forma instantánea e independientemente de la ubicación geográfica. Esto es especialmente evidente en el mundo digital, donde la información y las ideas se propagan a través de las fronteras nacionales y regionales a la velocidad del rayo. Redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, así como plataformas de comunicación como Zoom o Teams, permiten a las personas comunicarse e intercambiar ideas independientemente de su ubicación geográfica. Esta desterritorialización tiene profundas implicaciones para las relaciones internacionales. Hace más difícil que los Estados controlen la información, fomenta el intercambio de ideas y culturas y puede acelerar el cambio social y político. Sin embargo, también puede acarrear desafíos, como la propagación de la desinformación, la aparición de ciberataques o la explotación de las tecnologías digitales por grupos extremistas.

David Harvey, destacado geógrafo británico, considera la globalización como una "compresión espacio-temporal".[4] Esta concepción se refiere principalmente al modo en que los avances tecnológicos, sobre todo en el transporte y las comunicaciones, han acortado las distancias y acelerado las interacciones entre personas y lugares de todo el mundo. Por ejemplo, basta un clic para enviar un correo electrónico a la otra punta del mundo, lo que hace unas décadas habría llevado días o incluso semanas por correo postal. Del mismo modo, los avances en el transporte aéreo han reducido el tiempo necesario para viajar de un continente a otro. Esta compresión del espacio y el tiempo ha facilitado e intensificado las interacciones e intercambios globales, acercando a personas y lugares. Por tanto, ha desempeñado un papel fundamental en la globalización. Sin embargo, al igual que la desterritorialización, la compresión espacio-temporal también puede plantear retos en términos de relaciones internacionales, como la rápida propagación de enfermedades o la gestión de la información a escala mundial.

Esta definición global de la globalización ilustra bien cómo está cambiando nuestro mundo. Pone de relieve la transición de una realidad en la que las entidades (los Estados y sus sociedades nacionales) eran distintas e interactuaban con cierto grado de independencia, a un mundo en el que ahora existe un espacio social compartido, gracias en gran parte a la tecnología, los viajes internacionales y la interconexión económica. En este contexto, los problemas, retos y oportunidades ya no son únicamente nacionales, sino que tienen una dimensión internacional. Por ejemplo, las cuestiones medioambientales, de seguridad, económicas e incluso sociales se abordan cada vez más en un contexto global. Esto exige una mayor cooperación internacional, al tiempo que plantea nuevos retos en materia de gobernanza, derechos humanos, equidad y desarrollo sostenible.

Una exploración del liberalismo[modifier | modifier le wikicode]

El liberalismo ha desempeñado un papel central en la promoción y facilitación de la globalización. Es una filosofía política y económica que defiende la libertad individual, la democracia representativa, los derechos humanos, la propiedad privada y la economía de mercado. En un contexto internacional, el liberalismo apoya la interdependencia entre naciones y fomenta la libre circulación de personas, bienes, servicios e ideas. Esta visión se refleja en la promoción del comercio internacional, la apertura de fronteras, el apoyo a las organizaciones internacionales, la cooperación multilateral y el respeto del derecho internacional. En cuanto a la globalización, la difusión de las ideas liberales ha facilitado la creación de instituciones internacionales, el establecimiento de normas comerciales mundiales y la formación de una cultura global. Esto ha fomentado la conectividad y la interdependencia entre las sociedades de todo el mundo.

El libre comercio es un principio fundamental del liberalismo económico que apoya la minimización de las barreras comerciales y la intervención gubernamental en el intercambio internacional de bienes y servicios. Esto significa que no hay aranceles, cuotas, subsidios ni restricciones impuestas por el gobierno a las importaciones o exportaciones. En las últimas décadas, este principio ha sido ampliamente adoptado a escala mundial, gracias en parte a instituciones internacionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), que promueven el libre comercio entre países. Esto ha dado lugar a una mayor integración económica e interdependencia entre las economías nacionales, un fenómeno que suele asociarse con la globalización.

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La Organización Mundial del Comercio (OMC) desempeña un papel fundamental en el mantenimiento y la expansión del sistema mundial de libre comercio. La OMC, que reúne a casi todos los Estados del mundo en calidad de miembros u observadores, facilita las negociaciones comerciales, resuelve litigios comerciales y trabaja para reducir las barreras al comercio internacional. La pertenencia a la OMC implica la adhesión a los principios del libre comercio, así como a una serie de reglas y normas diseñadas para hacer que el comercio internacional sea más predecible y equitativo. Esto incluye reducir o eliminar los aranceles y otras barreras al comercio, garantizar la transparencia y previsibilidad de los regímenes comerciales y respetar los derechos de propiedad intelectual, entre otras obligaciones. Los Estados con estatuto de observador suelen estar en proceso de adhesión a la OMC. Este estatus les permite participar en los debates y reuniones de la OMC, al tiempo que les da tiempo para prepararse para la adhesión plena. Estos países suelen trabajar para alinear sus políticas y normativas comerciales con las normas de la OMC, con el objetivo último de convertirse en miembros de pleno derecho. Dicho esto, aunque la tarjeta verde representa a la gran mayoría de los Estados del mundo, es importante señalar que la pertenencia a la OMC y la práctica del libre comercio no están exentas de desafíos o críticas. Algunas voces cuestionan la equidad del sistema comercial mundial, sugiriendo que favorece a los países más ricos y poderosos, y puede exacerbar las desigualdades económicas tanto entre los países como dentro de ellos.

El estatus de observador en la Organización Mundial del Comercio (OMC) suele ser un paso previo a la adhesión de pleno derecho. Por lo general, los países observadores son aquellos que han expresado su interés en adherirse a la OMC y están en proceso de alinear sus políticas comerciales nacionales con las normas y reglamentos de la OMC. Durante este periodo, pueden asistir a las reuniones de la OMC y participar en los debates, pero no pueden votar en las decisiones. Es importante señalar que el proceso de adhesión a la OMC puede ser complejo y llevar mucho tiempo. Los países candidatos deben negociar con los miembros existentes y demostrar su compromiso con los principios del libre comercio y las normas de la OMC. Estas negociaciones pueden abarcar una amplia gama de cuestiones, desde aranceles hasta normas sanitarias y fitosanitarias y derechos de propiedad intelectual. En términos de cobertura geográfica, la OMC es verdaderamente una organización global, con miembros en casi todas las regiones del mundo. Sin embargo, como ya se ha mencionado, la OMC y el sistema de libre comercio que promueve son objeto de críticas y debates. Algunas voces señalan los retos asociados a la globalización y el libre comercio, sobre todo en relación con la desigualdad económica, los derechos de los trabajadores y el medio ambiente.

Según la teoría liberal de las relaciones internacionales, el comercio y la interdependencia económica entre naciones pueden contribuir a la estabilidad internacional y reducir el riesgo de conflicto. Esto se conoce a veces como la "teoría de la paz democrática" o la hipótesis de la "paz a través del comercio". La idea básica es que cuando los países están económicamente vinculados entre sí, tienen un interés financiero en mantener relaciones pacíficas. Como resultado, el coste económico de la guerra se volvería prohibitivo, desalentando el conflicto. Además, la interdependencia económica puede fomentar la cooperación internacional y la resolución pacífica de disputas. Es más probable que los Estados resuelvan sus disputas mediante la negociación y el diálogo, en lugar de la fuerza, cuando mantienen relaciones comerciales sólidas y mutuamente beneficiosas.

También existe un proyecto de paz vinculado a la idea de abrir los mercados económicos. Esta noción suele denominarse "teoría del comercio pacífico" o "teoría liberal de la paz". Esta teoría sugiere que el aumento de los vínculos comerciales entre las naciones puede reducir la probabilidad de conflicto porque los costes económicos de la guerra serían demasiado elevados. En otras palabras, los países que comercian mucho entre sí tienen más que perder en caso de conflicto, lo que les haría menos proclives a luchar. Los defensores de esta teoría suelen señalar que el comercio no sólo puede hacer que la guerra sea más costosa, sino que también puede ayudar a crear vínculos interpersonales e interculturales, promover el entendimiento mutuo y fomentar la cooperación internacional. También subrayan que el comercio puede contribuir a la prosperidad económica y, por tanto, a la estabilidad política, lo que también podría reducir las posibilidades de conflicto.

La segunda transformación, sobre todo desde los años 90, ha sido el triunfo de la democracia. Desde el final de la Guerra Fría en la década de 1990, la democracia ha ido predominando cada vez más a escala mundial. Varios factores han contribuido a esta tendencia, entre ellos el fin de la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que allanó el camino para importantes cambios políticos en muchos países. Tras la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, muchos países de Europa del Este adoptaron formas democráticas de gobierno. En América Latina, África y Asia se produjeron transiciones similares, con la caída de muchos regímenes autoritarios y su sustitución por gobiernos democráticos. En muchos casos, estas transiciones han ido acompañadas de reformas económicas destinadas a abrir las economías a la competencia mundial.

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El final de la Guerra Fría y la caída del comunismo en muchos países ha dado lugar a una ola de optimismo sobre el potencial de la democracia y la cooperación internacional. El "Fin de la Historia" de Francis Fukuyama simboliza esta era, sugiriendo que la democracia liberal podría ser la culminación de la evolución sociopolítica humana. El aumento del número de Estados democráticos, ilustrado por la línea azul, sugiere una creciente aceptación de principios democráticos como elecciones libres y justas, separación de poderes y respeto de los derechos humanos. Al mismo tiempo, ha disminuido el número de Estados autoritarios, como ilustra la línea roja. No cabe duda de que esta evolución ha creado nuevas oportunidades para la cooperación internacional, incluido el intercambio de conocimientos especializados y la resolución conjunta de los retos mundiales. Las democracias, en general, tienden a estar más abiertas a la cooperación internacional y al respeto de las normas y reglas internacionales.

Francis Fukuyama, en su famoso libro El fin de la historia y el último hombre, sostenía que el final de la Guerra Fría representaba el triunfo final de la democracia liberal sobre otras ideologías políticas, especialmente el comunismo y el fascismo.[5] En su opinión, esto marcó el final de la evolución ideológica de la humanidad y la culminación definitiva del progreso humano hacia una forma de gobierno universalmente aceptable. Fukuyama preveía un mundo en el que la mayoría de los países adoptaran una forma de gobierno democrática y respetaran los derechos humanos y los principios del libre mercado. También preveía un aumento de la cooperación internacional a través de organizaciones supranacionales, lo que contribuiría a un mundo más estable y próspero.

La globalización y la creciente interdependencia de los Estados han traído consigo numerosos retos y movimientos en contra. Entre ellos, el auge del nacionalismo y el proteccionismo, la desconfianza en las instituciones internacionales y la polarización social y política exacerbada por la difusión de las redes sociales y la información falsa. Al mismo tiempo, nos enfrentamos a acuciantes problemas globales, como el cambio climático, las pandemias, la desigualdad económica y la migración masiva, que requieren una mayor cooperación internacional. La cuestión es cómo equilibrar estas tendencias contradictorias y configurar un orden mundial que sea a la vez equitativo y estable. Las teorías de las relaciones internacionales pueden ofrecernos herramientas para comprender estas dinámicas. Por ejemplo, el realismo hace hincapié en los conflictos de intereses y la lucha por el poder entre los Estados, mientras que el liberalismo subraya la importancia de la cooperación internacional y la gobernanza mundial. En última instancia, la dirección que tome el sistema mundial dependerá de las opciones políticas y las acciones de los principales actores de la escena internacional.

Hemos hablado de la internacionalización del sistema internacional, de la globalización y de la expansión del liberalismo, pero también tenemos que hablar de la proliferación de organizaciones internacionales y del creciente recurso a los tribunales.

El papel de las organizaciones internacionales, la judicialización y la integración regional[modifier | modifier le wikicode]

Proliferación de organizaciones intergubernamentales (OIG) y no gubernamentales (ONG).

Este cuadro es un resumen cuantitativo de la proliferación de organizaciones internacionales. Los datos proceden de la Unión de Organizaciones Internacionales, que proporciona estadísticas sobre estas cuestiones. El número de organizaciones internacionales, tanto intergubernamentales como no gubernamentales, ha aumentado con el tiempo. Ello se debe en parte a la globalización y a la creciente necesidad de coordinación y cooperación internacional en una variedad de temas, que van desde la economía y el comercio hasta el medio ambiente, la salud y los derechos humanos. Las OIG, como la ONU, la OMC, la UE, la OTAN, la OMS y otras, desempeñan un papel crucial a la hora de facilitar la cooperación entre Estados. Por otro lado, las ONG, como Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras, Greenpeace y otras, desempeñan un papel importante en la defensa de determinadas causas y aportan conocimientos especializados y presión para el cambio a escala mundial. El crecimiento de estas organizaciones refleja tanto la creciente complejidad del sistema internacional como la diversidad de los problemas mundiales que deben abordarse.

Quizá el aspecto más apasionante no sea simplemente la creación y proliferación de organizaciones internacionales y ONG, sino la influencia real que pueden ejercer estas instituciones. La cuestión es si surgen como fuerzas políticas autónomas o si, en el caso de las organizaciones intergubernamentales, siguen siendo simplemente plataformas en las que negocian los Estados. En el caso de las ONG, la cuestión se refiere a su papel: ¿son entidades que alzan la voz sin tener ningún impacto político sustancial? El problema reside entonces en evaluar la influencia real de estos actores internacionales.

Medir el impacto de las organizaciones internacionales y las ONG puede hacerse de varias maneras, y dependerá en gran medida del objetivo específico de la organización en cuestión.

  • Influir en políticas y leyes: algunas organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Fondo Monetario Internacional (FMI), tienen un impacto significativo en las políticas y normativas de los países miembros. Del mismo modo, algunas ONG, sobre todo las grandes organizaciones internacionales, pueden influir en las políticas llevando a cabo campañas de promoción y facilitando información e investigación sobre cuestiones concretas.
  • Resolución de problemas y conflictos: organizaciones como la ONU desempeñan un papel crucial en la resolución de conflictos y la prevención de crisis humanitarias. Su impacto puede evaluarse examinando su capacidad para resolver o mitigar conflictos y prestar ayuda humanitaria cuando es necesario.
  • Desarrollo y ayuda humanitaria: Muchas ONG internacionales participan en actividades de desarrollo y ayuda humanitaria. Su impacto puede evaluarse examinando los avances en los ámbitos específicos a los que se dirigen, como la reducción de la pobreza, la mejora del acceso a la educación, la sanidad, etc.
  • Participación de las partes interesadas: Las organizaciones internacionales y las ONG también pueden influir movilizando a la opinión pública, sensibilizándola sobre los temas que defienden y estimulando el diálogo y el debate sobre los mismos.

El aspecto potencialmente más significativo no es sólo la aparición y expansión de organizaciones internacionales y ONG. También reside en el impacto concreto que pueden tener estas instituciones. La cuestión es si se convierten en fuerzas políticas independientes o, en el caso de las organizaciones intergubernamentales, sirven simplemente de plataformas para las negociaciones interestatales. En cuanto a las ONG, la cuestión es si son simples actores que hacen oír su voz, sin influir realmente en el panorama político. El reto consiste, pues, en medir el impacto real de estos actores en la escena internacional.

El poder y el impacto de las organizaciones internacionales y las ONG a nivel político es objeto de debate. Por un lado, algunos observadores creen que estas entidades ejercen una influencia sustancial en las políticas mundiales, mientras que otros sostienen que son meros instrumentos en manos de los Estados. En el caso de organizaciones internacionales como las Naciones Unidas o la Organización Mundial del Comercio, algunos las consideran fuerzas políticas autónomas que pueden dar forma a la política e influir en las decisiones políticas de los Estados miembros. Tienen el potencial de establecer normas, proponer políticas y arbitrar disputas entre Estados. Sin embargo, estas organizaciones se ven a menudo limitadas por su naturaleza intergubernamental, lo que significa que su poder procede en última instancia de los Estados miembros y suele estar limitado por el consenso necesario entre estos para tomar decisiones. Por su parte, las ONG desempeñan un papel cada vez más importante en la gobernanza mundial, que va desde el activismo a la prestación de servicios esenciales, pasando por la defensa de políticas específicas. Sin embargo, su capacidad para influir en las políticas suele ser indirecta. Pueden presionar a gobiernos y empresas, poner de relieve problemas globales y, en ocasiones, aportar soluciones, pero en general no tienen poder para tomar decisiones vinculantes.

El concepto de judicialización se desarrolló para analizar la influencia y el poder de las organizaciones internacionales. Se basa en la idea de que el Derecho y las instituciones judiciales desempeñan un papel cada vez más importante en los asuntos internacionales. Esto puede observarse en la aparición de cortes y tribunales internacionales, así como en el creciente uso del derecho y los procedimientos judiciales en las negociaciones internacionales. Por lo que respecta a las organizaciones intergubernamentales, la judicialización puede evaluarse examinando hasta qué punto las normas internacionales elaboradas por estas organizaciones son vinculantes. En otras palabras, se trata de medir en qué medida estas normas son respetadas por los Estados miembros y cuáles son las consecuencias en caso de incumplimiento. Pensemos, por ejemplo, en las decisiones de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Si un Estado miembro de la OMC incumple sus normas, puede ser objeto de sanciones comerciales. Esto demuestra cierto grado de judicialización, ya que las normas de la OMC son jurídicamente vinculantes y su incumplimiento tiene consecuencias tangibles.

Para evaluar el grado de obligación que las normas internacionales imponen a los Estados, que son sus principales destinatarios, pueden considerarse tres aspectos distintos:

  1. El nivel de obligación: En otras palabras, ¿hasta qué punto son vinculantes las normas para los gobiernos? ¿Están formuladas en términos firmes y vinculantes, o tienen más bien la forma de recomendaciones o directrices? El primer aspecto, el "nivel de obligación", se refiere al carácter vinculante de estas normas internacionales para los Estados. No todos los instrumentos internacionales son explícitamente vinculantes. Por ejemplo, la Declaración de los Derechos Humanos de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1948 es explícitamente no vinculante. Sin embargo, algunas normas han adquirido el estatus de "ius cogens", es decir, de derecho vinculante para los Estados, aunque no hayan ratificado el tratado en cuestión. Es el caso, por ejemplo, de las normas que prohíben el genocidio y la tortura, o de la regla de no devolución, que prohíbe devolver a un refugiado a un territorio donde su vida o su libertad estarían amenazadas. A pesar de las violaciones, esto no cuestiona su legitimidad y validez. Entre estos dos extremos, existen diferentes grados de obligaciones vinculadas a las normas internacionales.
  2. Proliferación de normas internacionales: Se trata de determinar cuántas normas internacionales existen en un ámbito determinado. Una proliferación de normas puede indicar un alto nivel de regulación internacional, pero también puede significar que las normas son complejas y potencialmente contradictorias. El segundo aspecto se refiere a la "proliferación de normas internacionales" y su grado de judicialización y precisión. Se trata de evaluar si estas normas son lo suficientemente generales como para dejar a los Estados un amplio margen de maniobra en su aplicación, o si son tan precisas que pueden aplicarse tal cual, sin necesidad de transposición a nivel nacional. Para ilustrar este punto, tomemos el ejemplo de las negociaciones sobre el clima. El Protocolo de Kioto no imponía ninguna obligación a los países en desarrollo, incluidas las grandes potencias emergentes como China e India. Estados Unidos, aunque firmante de la Convención Marco, no estaba obligado por las normas del Protocolo de Kioto. Las normas del Protocolo eran bastante vagas, ya que sólo especificaban un nivel de emisiones de gases de efecto invernadero para cada Estado signatario, sin indicar cómo debía lograrse esa reducción ni establecer mecanismos de seguimiento y evaluación para verificar el cumplimiento de esas obligaciones. Así pues, el marco establecido por el Protocolo de Kioto era bastante impreciso y dejaba un gran margen de maniobra a los Estados.
  3. La existencia de un organismo encargado de hacer cumplir las normas: es decir, ¿existe una institución u organización responsable de velar por que los Estados cumplan las normas? Este organismo también puede estar facultado para imponer sanciones en caso de incumplimiento. El tercer aspecto se refiere a la aplicación de las normas internacionales. En otras palabras, ¿hasta qué punto existe un organismo responsable de aplicar y hacer cumplir estas normas si los Estados las incumplen? A escala mundial, no existe ningún tribunal internacional comparable a un tribunal nacional. Aunque existe el Tribunal Internacional de Justicia, sólo puede intervenir si los dos Estados implicados en una disputa acuerdan someterse a un proceso legal; de lo contrario, el Tribunal carece de jurisdicción. Sin embargo, en los últimos años hemos asistido a un aumento del uso de más procesos legales de resolución de conflictos. Por ejemplo, la Organización Mundial del Comercio (OMC) cuenta con un elaborado sistema que incluye también mecanismos de sanción para los Estados que incumplan las normas comerciales de la OMC. Del mismo modo, el Tribunal Penal Internacional es otro ejemplo de institución jurídicamente fuerte en el ámbito de los derechos humanos, capaz de condenar a individuos por crímenes contra la humanidad como el genocidio y la tortura sistemática. En cuanto a la cuestión climática, cabe preguntarse qué mecanismos se utilizarán para aplicar las nuevas obligaciones de los Estados. ¿Habrá un sistema de presentación de informes entre Estados, en el que cada Estado documente sus medidas a nivel internacional, y estos informes se evalúen después y se hagan recomendaciones? ¿O existirá la posibilidad de imponer sanciones en caso de incumplimiento de determinadas obligaciones y, en tal caso, quién las impondrá? ¿Será un organismo independiente el que tenga esta autoridad? En general, puede decirse que en los últimos veinte años hemos asistido a una tendencia hacia una mayor judicialización de las organizaciones internacionales. Es cierto que muchas organizaciones están bloqueadas, como la OMC por ejemplo, pero este bloqueo también puede deberse al hecho de que estas organizaciones se han vuelto más restrictivas y que los Estados están menos dispuestos a atarse las manos. Tal vez los Estados quieran conservar su flexibilidad, y esto podría indicar una evolución hacia un mayor papel de las organizaciones internacionales.
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En cuanto al proceso de toma de decisiones y la fijación de la agenda, es posible aplicar a las relaciones internacionales conceptos similares a los del ciclo político. La fijación de la agenda consiste en determinar qué miembros de una organización tienen capacidad para proponer nuevas normas. Por ejemplo, en la Unión Europea, la Comisión Europea, que funciona independientemente de los Estados miembros, tiene esta capacidad. Se trata de un signo de judicialización avanzada y de supranacionalidad, que no se da sistemáticamente en todas las organizaciones internacionales.

El segundo aspecto se refiere al propio proceso de toma de decisiones. Hay que determinar si las decisiones se toman por consenso, por unanimidad de los Estados o por los Estados solos. Si éste es el caso, puede decirse que la organización internacional produce normas que reflejan la voluntad individual de cada Estado. En este sentido, estas normas son compatibles con el concepto de soberanía de los Estados, ya que cada Estado ha dado voluntariamente su acuerdo a estas normas.

Cuando existe un sistema de votación por mayoría, como ocurre en la Unión Europea o en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los Estados pueden quedar vinculados por una decisión aunque hayan votado en contra. De este modo, estas instituciones internacionales adquieren un carácter más supranacional, ya que pueden de hecho establecer normas vinculantes para sus miembros, incluso en ausencia de su acuerdo explícito.

Esto plantea una serie de cuestiones interesantes e importantes sobre el funcionamiento de la gobernanza mundial y las tensiones entre soberanía nacional y cooperación internacional. Por ejemplo, ¿es aceptable que un Estado quede vinculado por una decisión a la que se ha opuesto? ¿Cómo se puede proteger a los Estados minoritarios en un sistema así? Esto también puede dar lugar a conflictos entre Estados miembros, especialmente si la decisión adoptada tiene consecuencias importantes para los intereses nacionales. Al mismo tiempo, también es una forma eficaz de tomar decisiones y avanzar en cuestiones complejas y globales.

Al permitir que las decisiones se tomen por mayoría y no por unanimidad, estas instituciones pueden superar los vetos de un pequeño número de Estados y tomar medidas sobre cuestiones urgentes. Esto puede ser especialmente importante en situaciones en las que la inacción o el retraso podrían tener graves consecuencias, como en el caso del cambio climático o las cuestiones de seguridad mundial. Sin embargo, también requiere controles y equilibrios para evitar abusos y garantizar que se tienen en cuenta los intereses de todos los Estados miembros.

La Unión Europea es un buen ejemplo de esta tensión. Las decisiones tomadas por la Comisión Europea y el Parlamento Europeo pueden tener profundos efectos en los Estados miembros, incluso si han votado en contra de esas decisiones. Esto ha dado lugar a debates sobre la soberanía y el poder de estas instituciones, y sobre cómo los Estados miembros pueden influir en las decisiones tomadas a este nivel. El caso del Consejo de Seguridad de la ONU es ligeramente diferente, ya que sus cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) tienen derecho de veto sobre las resoluciones. Esto significa que estos países pueden bloquear cualquier decisión, aunque todos los demás miembros estén de acuerdo. Esto ha sido criticado a menudo por injusto y representativo de una era pasada de la política mundial. Sin embargo, también sirve para proteger los intereses de estas grandes potencias y evitar grandes conflictos. En resumen, la toma de decisiones por mayoría en las organizaciones internacionales es un elemento clave de la cooperación internacional, pero también plantea importantes cuestiones sobre soberanía, representación y equidad.

En el sistema de la Unión Europea (UE), la complejidad se ve agravada por el hecho de que la toma de decisiones no recae únicamente en los Estados miembros reunidos en el Consejo de la Unión Europea, sino que también interviene el Parlamento Europeo, institución colegisladora independiente del Consejo. El Parlamento Europeo es elegido directamente por los ciudadanos de los Estados miembros de la UE, lo que refuerza su legitimidad democrática y su independencia de los gobiernos nacionales. Esto convierte a la Unión Europea en una entidad supranacional única. Ninguna otra organización internacional comparte una estructura de gobierno semejante en la que los ciudadanos tengan un papel directo en la toma de decisiones supranacionales. En este sentido, la UE destaca por su capacidad para trascender la soberanía nacional en determinadas medidas políticas y legislativas.

Relaciones transgubernamentales y transnacionales[modifier | modifier le wikicode]

La creciente interdependencia de las sociedades y la aparición de problemas transfronterizos han suscitado un interés cada vez mayor por las soluciones conjuntas. Cuanto más globalizadas están las sociedades, más problemas trascienden las fronteras estatales, lo que exige una cooperación más amplia. En consecuencia, la creación de organizaciones internacionales y el desarrollo de normas internacionales son esenciales para hacer frente a estos retos compartidos. Estas organizaciones y normas internacionales permiten no sólo regular los ámbitos de actividad transfronterizos, sino también armonizar las políticas y prácticas de los distintos países. De este modo, contribuyen a una gestión más eficaz de los problemas mundiales, ya se trate del cambio climático, las migraciones, la salud mundial o el comercio internacional. Dicho esto, su eficacia depende de la voluntad de los Estados miembros de cumplir las normas internacionales y adoptar medidas de aplicación a nivel nacional. Sin embargo, la complejidad de las cuestiones globales y la diversidad de los contextos nacionales hacen que esta sea una tarea difícil, lo que subraya la importancia del compromiso continuo de los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil a la hora de abordar estos retos globales.

Hemos asistido a una tendencia hacia una mayor judicialización de las organizaciones y normas internacionales. Esta judicialización, es decir, la tendencia a utilizar el derecho y los procedimientos jurídicos para resolver los problemas internacionales, no es uniforme en todos los ámbitos y organizaciones. Sin embargo, el fenómeno está presente y es notable. Desde 1945, hemos asistido no sólo a un aumento del número de organizaciones internacionales y tratados multilaterales, sino también a una tendencia a hacerlos más vinculantes. El objetivo es establecer una disciplina colectiva y reforzar el respeto de los compromisos adquiridos a escala internacional. Sin embargo, la aplicación de estas normas y acuerdos puede variar en función de la adhesión de los países a los mismos, de su capacidad para cumplir los compromisos y de los mecanismos de aplicación y control existentes. A pesar de las importantes dificultades, este avance hacia una mayor judicialización es un signo alentador del esfuerzo mundial por gestionar los problemas internacionales mediante la cooperación y el Derecho internacional.

Otro fenómeno notable en la organización política de los Estados, además de su cooperación en organizaciones intergubernamentales, es la integración regional. En todo el mundo proliferan las iniciativas de integración regional. Por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) representa una iniciativa de este tipo. Sin embargo, este acuerdo es esencialmente económico y se limita a la creación de una zona de libre comercio, sin mayores ambiciones, a diferencia de la Unión Europea, que se extiende a diversas políticas de todo tipo. Es importante señalar que la integración regional puede variar considerablemente en términos de ambición y alcance. Mientras que algunos acuerdos pueden centrarse principalmente en cuestiones económicas, otros, como la Unión Europea, pueden aspirar a una integración más profunda que abarque una amplia gama de políticas y ámbitos de cooperación.

En el sur de América Latina se encuentra MERCOSUR, una organización que reúne a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Bolivia. Aunque también es una zona de libre comercio, MERCOSUR tiene mayores ambiciones. Sus miembros aspiran a una unión aduanera, un mercado común y, posiblemente, una moneda común en el futuro, aunque todavía no es el caso. El MERCOSUR es ambicioso; sus países miembros han desarrollado políticas comunes en materia de medio ambiente, derechos sociales y derechos laborales para sus ciudadanos. El ascenso de los gobiernos de izquierda en los últimos años ha propiciado un giro hacia la esfera social. Sin embargo, con los recientes cambios políticos, especialmente en Argentina y Brasil, este enfoque podría cambiar. No obstante, MERCOSUR sigue siendo una organización consolidada y funcional.

La Unión Africana (UA), creada a principios del nuevo milenio en 2002, es también una importante organización regional. Su predecesora, la Organización para la Unidad Africana, se centró principalmente en la descolonización. La Unión Africana, en cambio, tiene ambiciones mucho más amplias. Se apoya en organizaciones subregionales, como la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO). La UA aspira a una mayor integración económica y política entre sus Estados miembros, inspirándose en parte en el modelo de la Unión Europea. Varias organizaciones subregionales africanas comparten un plan de acción similar, dirigido principalmente a liberalizar el comercio entre sus Estados miembros con vistas a crear un mercado común y, en última instancia, una moneda común. En algunas partes de África ya existen uniones monetarias, aunque a menudo se trata de un legado de la época colonial. La Unión Africana también prevé la unificación de estos diversos mercados comunes subregionales en un mercado común para toda África. Sin embargo, se han producido retrasos en la aplicación de estos planes. Algunos organismos subregionales son más eficaces que otros, pero es interesante observar esta tendencia hacia la organización regional. La Unión Africana no sólo actúa en el ámbito económico, sino también en el de la seguridad. Cuenta con un Consejo de Seguridad que, de forma muy similar al Consejo de Seguridad de la ONU, puede prever la intervención militar en el territorio de sus Estados miembros en caso de crisis, un fenómeno bastante reciente. Así pues, estamos asistiendo a una réplica del sistema de la ONU a escala africana, con distintos grados de eficacia. Este importante fenómeno va más allá de lo que hace la Unión Europea en materia de seguridad.

En el sudeste asiático también encontramos la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), una red de Estados que se han unido para crear un mercado común. Aunque el objetivo inicial era crear esta zona para 2015, aún se está lejos de conseguirlo. Sin embargo, tienen un plan para integrarse no sólo económicamente, sino también cultural y socialmente. Están desarrollando actividades conjuntas, incluido un sistema de intercambios universitarios. El concepto de intercambios culturales y sociales se fomenta mucho en la ASEAN.

También existe el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), una organización de Estados del Golfo que también aspira a establecer una unión monetaria. Además, Vladimir Putin ha lanzado más recientemente la Unión Euroasiática, que reúne a Rusia y a varios antiguos Estados de la URSS. Esta unión aduanera aspira a rivalizar con la Unión Europea, especialmente en el contexto del conflicto ucraniano. La ambición rusa es incluir a Ucrania en esta organización y en este proceso de integración económica dominado por Rusia. Esto sería incompatible con un acuerdo de asociación profunda con la Unión Europea. Por tanto, está claro que estas organizaciones regionales también pueden competir entre sí.

El fenómeno del regionalismo, caracterizado por la aparición y multiplicación de organizaciones regionales, es relativamente reciente y se remonta esencialmente a los años noventa. Es una respuesta a la creciente globalización y a los retos transfronterizos. Las organizaciones regionales proporcionan un marco para que los Estados colaboren y coordinen sus esfuerzos para abordar problemas comunes y transnacionales, ya sean económicos, políticos, medioambientales o relacionados con la seguridad. La idea que subyace al regionalismo es que los países que comparten vínculos geográficos, históricos, culturales o económicos pueden beneficiarse de una cooperación más estrecha. Esto puede traducirse en el establecimiento de mercados comunes, la aplicación de políticas coordinadas o incluso, en algunos casos, la adopción de una moneda única. Es importante señalar que el grado de integración y la naturaleza de los acuerdos varían considerablemente de una organización regional a otra. Por ejemplo, la Unión Europea representa un nivel de integración muy elevado, con una moneda común y una gobernanza supranacional en muchos ámbitos. Otras organizaciones, como ASEAN o MERCOSUR, están menos integradas, pero persiguen objetivos de cooperación económica y política. Sin embargo, a pesar de su crecimiento y potencial, las organizaciones regionales se enfrentan a numerosos retos, sobre todo en lo que respecta a la coordinación entre los Estados miembros, el cumplimiento de los compromisos y la gestión de los conflictos.

A pesar del aumento general de la judicialización y la integración a través de las organizaciones internacionales, existe un cierto hastío con el actual sistema multilateral. Organizaciones como la OMC y la ONU encuentran a menudo dificultades para hacer avanzar sus programas debido a los bloqueos y conflictos entre los Estados miembros. Al mismo tiempo, sin embargo, estamos asistiendo a un aumento de la cooperación a un nivel más micro, a menudo denominada "diplomacia de redes" o "diplomacia de segunda vía". Se trata de la interacción y colaboración directas entre tecnócratas, burocracias y departamentos administrativos de distintos países. Por ejemplo, los ministerios de medio ambiente o educación de distintos países pueden colaborar directamente en iniciativas concretas, independientemente de las posiciones oficiales de sus respectivos gobiernos. Estos tipos de colaboración pueden ser a menudo más ágiles y eficaces para resolver problemas concretos, debido a su naturaleza más tecnocrática y menos politizada.

Existe una tendencia creciente a la colaboración entre diversas entidades no gubernamentales, como organizaciones no gubernamentales (ONG), organismos de investigación, empresas e incluso particulares. Estos actores trabajan juntos en problemas internacionales comunes, a menudo de manera informal y flexible, intercambiando información, buenas prácticas y recursos. Este tipo de cooperación, a veces denominada "diplomacia de la sociedad civil", puede ser una parte crucial de la arquitectura internacional. Estas redes internacionales, ya sean formales o informales, son importantes porque permiten que un abanico más amplio de actores participe en la resolución de problemas internacionales. También pueden proporcionar plataformas para el intercambio de información, la creación de consenso y la aplicación de políticas a un nivel que las organizaciones intergubernamentales formales tal vez no puedan alcanzar. No obstante, hay que subrayar que estas redes no son una panacea. Aunque pueden desempeñar un papel importante en la resolución de problemas internacionales, no pueden sustituir por completo el papel de los Estados y las organizaciones internacionales formales. Estas entidades tienen poder legal para tomar decisiones vinculantes, aplicar normas y adoptar sanciones que van más allá de lo que pueden hacer las redes no gubernamentales.

El Comité de Supervisión Bancaria de Basilea es un excelente ejemplo de organización transnacional que ejerce una influencia considerable sobre la regulación de las finanzas internacionales. Fundado en 1974 por los bancos centrales de los países del G10, el Comité de Basilea emite recomendaciones sobre regulación bancaria con el objetivo de mejorar la estabilidad del sistema financiero mundial. Elaboró los Acuerdos de Basilea, una serie de recomendaciones sobre regulación bancaria y normas de supervisión. Aunque estas normas no son jurídicamente vinculantes, tienen una influencia considerable, ya que suelen ser adoptadas por los bancos centrales y los reguladores nacionales de todo el mundo. El Comité de Basilea desempeñó un papel clave en la respuesta a la crisis financiera mundial de 2008. En respuesta, desarrolló las normas conocidas como Basilea III, que endurecieron los requisitos de capital y liquidez de los bancos e introdujeron nuevas regulaciones para mejorar la gestión del riesgo bancario. Sin embargo, la pertenencia al Comité de Basilea se ha limitado tradicionalmente a los bancos centrales de los países desarrollados. Esto ha dado lugar a críticas sobre la representatividad y equidad del comité, aunque se han hecho esfuerzos para incluir a representantes de países en desarrollo, como China. El ejemplo del Comité de Basilea ilustra el importante papel que pueden desempeñar las organizaciones transnacionales en la regulación de asuntos internacionales, pero también los retos a los que se enfrentan en términos de representatividad y legitimidad.

Estas normas suelen describirse como "derecho indicativo", que no tiene la fuerza jurídica vinculante del "derecho duro". Sin embargo, aunque no son jurídicamente vinculantes, estas normas pueden ejercer una fuerte presión política y social sobre los Estados para que las adopten y apliquen. Estas normas, elaboradas en redes transgubernamentales como el Comité de Basilea, pueden llegar a ser muy influyentes, sobre todo en ámbitos en los que la cooperación internacional es esencial para resolver problemas comunes. Por ejemplo, además de la regulación financiera, también podemos ver este tipo de normas en ámbitos como el medio ambiente, la salud pública y las normas laborales. Estas normas informales pueden desempeñar un papel clave en la regulación internacional. Por ejemplo, pueden servir de base para la elaboración de tratados internacionales más formales. Además, incluso en ausencia de un tratado formal, estas normas pueden contribuir a crear un consenso internacional sobre determinadas cuestiones y orientar el comportamiento de los Estados.

La cooperación internacional y las relaciones interestatales han evolucionado mucho más allá de la interacción diplomática formal entre Estados. Ahora implican a una multitud de actores, como organizaciones no gubernamentales, empresas multinacionales, organizaciones internacionales y redes políticas transnacionales. Estos actores operan a menudo al margen de los canales diplomáticos formales, pero pueden desempeñar un papel importante en la resolución de problemas globales y en el establecimiento de la agenda política internacional. También es importante señalar el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación en la cooperación internacional. Internet y los medios sociales han permitido a individuos y grupos de todos los tamaños y ubicaciones geográficas participar en los debates políticos internacionales. Esto ha llevado a una democratización parcial de la política internacional, ya que los ciudadanos de a pie pueden ahora influir en las decisiones políticas internacionales. En resumen, para comprender la complejidad de la cooperación internacional y las relaciones interestatales en la actualidad, es crucial mirar más allá de las interacciones diplomáticas tradicionales y considerar la multitud de actores y procesos que configuran el mundo político internacional.

La forma en que las nuevas potencias emergentes se integran en el sistema internacional es una cuestión de crucial importancia. Estos países no son simples participantes pasivos en la escena internacional, sino que son cada vez más activos a la hora de establecer la agenda mundial. Lo hacen no sólo a través de canales diplomáticos formales, sino también a través de redes transgubernamentales informales, donde a veces pueden encontrar oportunidades de cooperación más productivas. Estas relaciones transgubernamentales pueden ser más matizadas y complejas que las relaciones diplomáticas formales, ya que implican a un abanico mucho más amplio de actores. A veces pueden ser más cordiales y productivas, ya que permiten una forma de diálogo más informal y técnica. Sin embargo, también suelen ser fragmentarias y depender de la cuestión específica o del área técnica de que se trate. Es esencial comprender que los Estados ya no están simplemente representados por sus dirigentes o ministros de Asuntos Exteriores en la escena internacional. En su lugar, actúan cada vez más a través de sus subunidades, como ministerios especializados, agencias gubernamentales e incluso agentes no estatales. Esta tendencia hacia una participación más descentralizada y diversificada en la gobernanza mundial refleja la creciente complejidad del sistema internacional y la necesidad de un enfoque más multidimensional de la cooperación internacional.

Hoy en día, la gestión de los asuntos internacionales va mucho más allá de los intercambios diplomáticos formales. Muchos actores dentro de los Estados -incluidos diversos organismos gubernamentales, reguladores, autoridades locales e incluso parlamentos- participan activamente en los asuntos internacionales. Por ejemplo, los parlamentos pueden participar en foros internacionales, mientras que las agencias gubernamentales pueden colaborar con sus homólogos extranjeros en cuestiones técnicas específicas. Este proceso de desagregación refleja la creciente complejidad del mundo moderno. Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día -como el cambio climático, el terrorismo o las pandemias- no pueden ser resueltos por un solo Estado que actúe en solitario. Al contrario, requieren la cooperación transnacional e implican a multitud de actores. Además, esto también refleja la creciente interdependencia de los Estados en nuestro mundo globalizado. Las medidas adoptadas en un país pueden tener un impacto significativo en otros países, lo que hace necesaria la coordinación y la cooperación internacionales.

Evaluar la influencia de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG)[modifier | modifier le wikicode]

El término "relaciones transnacionales" o "transnacionalismo" hace referencia a la multiplicación e intensificación de los intercambios entre actores no gubernamentales a través de las fronteras nacionales. Estos actores pueden ser empresas multinacionales, ONG, movimientos sociales, redes científicas o incluso individuos. En el contexto del transnacionalismo, los Estados ya no son los únicos actores de la escena internacional. Los actores no gubernamentales desempeñan un papel cada vez más importante en la definición y aplicación de las políticas internacionales. Por ejemplo, las ONG pueden influir en las políticas internacionales sobre cuestiones como los derechos humanos o el cambio climático presionando a los gobiernos y las organizaciones internacionales, organizando campañas de sensibilización y aportando conocimientos técnicos.

El transnacionalismo también puede darse junto a las relaciones interestatales tradicionales. Por ejemplo, las empresas multinacionales pueden llevar a cabo actividades comerciales más allá de las fronteras nacionales al tiempo que se rigen por acuerdos comerciales internacionales negociados entre Estados. Del mismo modo, las ONG pueden trabajar a escala internacional al tiempo que colaboran con gobiernos y organizaciones internacionales. Esto significa que la gestión de los asuntos internacionales es cada vez más compleja y requiere comprender las interacciones entre una gran variedad de actores a distintos niveles.

La terminología "ONG" (Organización No Gubernamental) es bastante amplia y puede abarcar multitud de organizaciones con diferentes objetivos, estructuras y métodos de trabajo. En general, una ONG es una organización sin ánimo de lucro que opera con independencia del gobierno. Las ONG pueden actuar en muchos campos, como los derechos humanos, la educación, la sanidad, el desarrollo sostenible, etc. La ONU ha establecido una serie de criterios para acreditar a las ONG. Estos criterios suelen estar relacionados con la misión, los objetivos y el funcionamiento de la organización. Por ejemplo, para ser reconocida por la ONU, una ONG debe generalmente:

  • Tener objetivos y metas coherentes con los de la ONU.
  • Operar de forma transparente y democrática
  • tener un impacto a escala nacional o internacional
  • Tener una estructura organizativa definida
  • Tener fuentes de financiación transparentes

Una vez acreditada, una ONG puede asistir a determinadas reuniones de la ONU, presentar declaraciones escritas u orales, participar en debates, colaborar con los Estados miembros y otros actores, y tener acceso a la información y los recursos de la ONU. La acreditación de una ONG por parte de la ONU no significa necesariamente que la ONU apoye o apruebe las acciones de la ONG. Es simplemente un reconocimiento de la capacidad de la ONG para contribuir a los debates y procesos de la ONU.[[File:Lavenex intro SP measure influence NGO that is not ong.png|400px|thumbnail|focused|¿Quién no es una ONG?]

La diversidad de organizaciones que pueden alcanzar el estatus de ONG refleja la complejidad y variedad de problemas a los que se enfrenta el mundo. Incluye organizaciones centradas en temas como el desarrollo, la salud, la educación, los derechos humanos, el medio ambiente, etc. Sin embargo, es importante subrayar que no todas las organizaciones de la lista, como la Yakuza o Nestlé, tienen estatus de ONG. La Yakuza, por ejemplo, es una organización criminal y Nestlé es una multinacional. Estas entidades son muy diferentes de las típicas organizaciones sin ánimo de lucro que constituyen la mayoría de las ONG. La ONU tiene un estricto procedimiento de acreditación de ONG, que garantiza que las organizaciones reconocidas como tales realizan actividades que cumplen los objetivos y principios de la ONU. En cualquier caso, esta observación pone de manifiesto la variedad de actores en la escena internacional, así como la complejidad de las relaciones e interacciones entre estos diferentes actores. También muestra la importancia de estas organizaciones en el proceso internacional de toma de decisiones, y cómo pueden influir en las políticas y normas a escala mundial.

Los criterios mencionados son esenciales para garantizar que las organizaciones no gubernamentales (ONG) reconocidas por la ONU cumplen unas normas mínimas de gobernanza, independencia e integridad. También garantizan que estas organizaciones tienen una misión y unos objetivos acordes con los de la ONU, lo que permite una colaboración fructífera. Además, estos criterios establecen una importante distinción entre las ONG y otros tipos de organizaciones, como las empresas con ánimo de lucro y las entidades gubernamentales. También garantizan que las ONG rindan cuentas y sean transparentes en sus operaciones, respetando al mismo tiempo los principios democráticos. Aunque estos criterios son útiles para la acreditación de la ONU, no se aplican necesariamente a todas las ONG del mundo. La definición y el estatuto de las ONG pueden variar de un país a otro, en función de la legislación nacional. En cualquier caso, la diversidad de ONG que operan en todo el mundo, en términos de tamaño, alcance y misión, es una ilustración de la complejidad y variedad de los problemas globales a los que nos enfrentamos. Cada ONG desempeña un papel crucial aportando su experiencia única y trabajando en temas específicos, contribuyendo al esfuerzo global por mejorar la vida de las personas en todo el mundo.

Si partimos de la base de que las organizaciones no gubernamentales (ONG) ejercen una influencia significativa en la política internacional, resulta interesante examinar las distintas fases del proceso político en las que estas organizaciones pueden intervenir. Con el fin de poner de relieve un tema o iniciar un debate sobre una cuestión concreta, estas organizaciones pueden actuar tanto fuera como dentro del marco político formal. Externamente, las ONG pueden organizar actos o campañas de sensibilización para llamar la atención del público y de los medios de comunicación sobre un tema determinado. Además, pueden participar en actividades educativas e informativas para ampliar la comprensión pública de cuestiones concretas. En la esfera política, pueden recurrir a grupos de presión y a la presentación de investigaciones, estudios e informes en profundidad a los responsables políticos. Estos esfuerzos pueden contribuir a configurar la política, influir en la opinión de los responsables políticos y orientar las decisiones en una dirección coherente con sus objetivos y misiones.

En la fase de elaboración de políticas y normas, la experiencia de las ONG puede desempeñar un papel clave a la hora de influir en estos procesos. De hecho, la Carta de las Naciones Unidas y los estatutos del ECOSOC (Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas) ofrecen a las ONG diversas oportunidades de contribuir, tanto por escrito como oralmente. También pueden participar como parte de las delegaciones nacionales, lo que significa que los representantes oficiales de las ONG tienen acceso a casi todos los foros y procesos de toma de decisiones. También es habitual que las ONG ayuden a financiar las delegaciones nacionales y apoyen a las delegaciones de países que no disponen de medios para participar plenamente en las negociaciones internacionales. Esto es especialmente relevante para los países en desarrollo, donde el coste de viajar a las negociaciones internacionales puede ser prohibitivo, por no hablar de los conocimientos necesarios para participar eficazmente. Por ello, las ONG pueden desempeñar un papel importante en la fase de elaboración de políticas, reforzando la capacidad negociadora de las delegaciones nacionales.

En la fase de toma de decisiones, el papel de las ONG se manifiesta principalmente a través de los grupos de presión. También ejercen una influencia indirecta a través de su representación en las delegaciones nacionales. Desempeñan un papel aún más crucial en la fase de aplicación de las políticas, en particular mediante la elaboración de informes sobre el cumplimiento de las normas internacionales. Muchas ONG son conocidas por su experiencia en la redacción de estos informes y disponen de recursos muy específicos. Por ejemplo, Amnistía Internacional, como organización no estatal, tiene acceso a determinadas instituciones y personas que serían inaccesibles para los Estados. Amnistía Internacional puede, por ejemplo, obtener autorización para visitar prisiones en terceros países a fin de verificar el respeto de los derechos humanos en cuanto a las condiciones de detención y examinar en qué medida se recurre o no a la tortura en esas instituciones. Esto sería impensable para otro Estado, como una visita a una prisión en Afganistán, ya que violaría el principio de no injerencia. Aunque el acceso a estos recursos siempre se negocia, a los actores privados generalmente les resulta más fácil obtenerlos y, por tanto, disponen de recursos muy específicos para cumplir su misión.

El proceso de "nombrar y avergonzar", utilizado a menudo por las ONG en su labor de defensa, consiste en denunciar públicamente a los Estados u otras entidades que violan las normas u obligaciones internacionales. El objetivo de este enfoque es presionar a los infractores para que cambien su comportamiento. Al exponer sus acciones a la opinión pública, se pretende provocar la vergüenza suficiente para impulsar el cambio. Tomemos el ejemplo de las violaciones de los derechos humanos. Si un Estado es constantemente identificado y criticado por no respetar los derechos humanos, la presión internacional y la atención mediática resultantes pueden obligarle a revisar sus prácticas. Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch utilizan a menudo esta estrategia en su trabajo. Sin embargo, la eficacia de este método depende en gran medida de una serie de factores. Por ejemplo, un Estado puede ser más sensible a la vergüenza si su imagen internacional es importante para él. Además, el impacto de este método también depende del peso de los medios de comunicación y de la opinión pública del país en cuestión. Además, las ONG desempeñan un papel clave en la evaluación de las prácticas estatales. Pueden llevar a cabo investigaciones y estudios independientes, presentar informes detallados sobre los problemas detectados y vigilar de cerca el cumplimiento de las normas internacionales por parte de los Estados. Esto contribuye a mantener la transparencia y a exigir a los Estados que rindan cuentas de sus actos. En conclusión, el papel de las ONG en la denuncia y la evaluación es crucial para defender las normas internacionales. Sin embargo, la eficacia de estos esfuerzos depende de muchos factores, como la sensibilidad de los Estados hacia su reputación internacional y el peso de los medios de comunicación y la opinión pública.

Estudio de caso: Acceso de las ONG a las organizaciones internacionales de 1950 a 2010 en distintos ámbitos[modifier | modifier le wikicode]

La interacción entre las organizaciones internacionales (OI) y las organizaciones no gubernamentales (ONG) ha suscitado un gran interés en la investigación sobre relaciones internacionales. Esta interacción ha evolucionado con el tiempo, tanto en cantidad como en calidad, sobre todo desde los años cincuenta. En las primeras décadas posteriores a 1950, la mayoría de las ONG tenían estatuto de observador en las OI. Su función principal era proporcionar información y conocimientos valiosos a los gobiernos. Por lo general, se les consultaba sobre cuestiones concretas, pero no tenían poder de decisión. Sin embargo, a partir de los años ochenta y, sobre todo, de los noventa, las ONG empezaron a desempeñar un papel mucho más activo en la gobernanza internacional. Su número aumentó considerablemente y empezaron a participar de forma más directa y sustancial en los procesos de toma de decisiones de las OI. Hoy en día, las ONG pueden influir en las OI de varias maneras. Por ejemplo, pueden contribuir a la formulación de políticas proporcionando información, análisis y recomendaciones. También pueden participar en la elaboración de normas internacionales, proponiendo enmiendas o participando en grupos de trabajo. Además, algunas ONG han adquirido considerables conocimientos técnicos y jurídicos, lo que les permite contribuir de manera significativa a las negociaciones internacionales. También pueden ayudar a supervisar la aplicación de las decisiones tomadas por las OI, por ejemplo denunciando las violaciones de las normas internacionales.

El artículo de Jonas Tallberg, "Governance Problems, Policy Approaches, and Institutional Design", ofrece un análisis en profundidad de cómo las ONG obtuvieron un acceso cada vez mayor a las organizaciones internacionales (OI) en diversos ámbitos políticos entre 1950 y 2010.[6] El artículo ofrece una interesante visión general de las tendencias, los retos y las oportunidades de la participación de las ONG en la gobernanza mundial. Tallberg señala que el acceso de las ONG a las OI ha cambiado significativamente a lo largo de este periodo. En 1950, las ONG tenían un acceso muy limitado a las OI. Sin embargo, con el tiempo este acceso se ha ido ampliando gradualmente, tanto en lo que se refiere al número de ONG participantes como a la diversidad de ámbitos políticos en los que actúan. El artículo también examina los retos y obstáculos a los que se enfrentan las ONG cuando intentan influir en la política internacional. Por ejemplo, a pesar de su mayor acceso, las ONG pueden seguir encontrando resistencia por parte de los Estados miembros de la OI, que pueden ver su participación como una amenaza para su propia influencia. Por último, Tallberg ofrece algunas ideas sobre cómo podría mejorarse en el futuro el acceso de las ONG a las OI. Sugiere que el diseño institucional de las OI podría modificarse para facilitar una participación más activa de las ONG. Por ejemplo, las OI podrían adoptar normas más transparentes e inclusivas para la participación de las ONG, o establecer mecanismos específicos para facilitar su participación. El artículo de Tallberg proporciona un valioso análisis de la evolución de la relación entre las ONG y las OI, y ofrece elementos de reflexión para el futuro de la gobernanza mundial.

Lavenex Exemple d’une analyse empirique accès des ONG aux OI dans différents domaines 1950 – 2010.png

Este gráfico es una herramienta útil para visualizar la evolución de la participación de las ONG en distintos ámbitos de la política internacional desde 1950 hasta 2010. Ofrece una visión general de cómo se ha ampliado el alcance de la participación de las ONG en diversos sectores a lo largo del tiempo. El eje horizontal, que representa la línea temporal de 1950 a 2010, nos permite seguir las tendencias a lo largo del tiempo. El eje vertical aparece dividido en distintas categorías que representan los diversos sectores políticos, desde la seguridad y el medio ambiente hasta el comercio y el desarrollo. Por ejemplo, el sector del desarrollo podría incluir a las ONG que trabajan en cuestiones como la reducción de la pobreza, la educación y la sanidad en los países en desarrollo. El sector del medio ambiente podría incluir ONG que se centran en cuestiones como el cambio climático, la conservación de la biodiversidad o la sostenibilidad. Del mismo modo, el sector del comercio podría incluir ONG centradas en cuestiones de política comercial, mientras que el sector de la seguridad podría incluir ONG centradas en cuestiones como el desarme, la no proliferación o la resolución de conflictos. Este gráfico ofrece una visión general de la evolución de la participación de las ONG en los distintos sectores. Permite identificar tendencias clave, como el aumento de la participación de las ONG en determinados ámbitos o la aparición de nuevas áreas de compromiso para las ONG a lo largo del tiempo.

También han contabilizado y analizado las condiciones de acceso de las ONG a estas organizaciones, estableciendo un índice que puede tomar un valor máximo de 2,5. El índice, que puede alcanzar un valor máximo de 2,5, es una herramienta cuantitativa utilizada para medir el nivel de acceso de las ONG a diferentes organizaciones internacionales. Este índice puede determinarse en función de varios criterios, como la capacidad de las ONG para participar en reuniones, presentar documentos, intervenir en reuniones o tomar parte en procesos formales de toma de decisiones. Un índice más alto significaría un acceso más amplio y profundo de las ONG a una determinada organización internacional, mientras que un índice más bajo indicaría un acceso limitado. Analizando estos índices en diferentes organizaciones y sectores políticos, y a lo largo de un periodo de tiempo, los investigadores pueden identificar tendencias clave y hacer valiosas observaciones sobre el cambiante papel de las ONG en la gobernanza internacional. Es importante señalar que el acceso no siempre se traduce en influencia. Aunque el acceso puede permitir a las ONG hacer oír su voz y compartir sus perspectivas y conocimientos, el impacto real de sus contribuciones en las decisiones políticas puede variar en función de diversos factores, como la apertura de la organización a las opiniones de las ONG, la pertinencia y calidad de las contribuciones de las ONG y el contexto político más amplio.

La participación activa de las organizaciones no gubernamentales (ONG) es especialmente marcada en el ámbito de los derechos humanos. Estas ONG desempeñan un papel crucial a la hora de poner de relieve las violaciones de los derechos humanos, defender a las víctimas e influir en las políticas y normas internacionales. De hecho, la creciente presencia de las ONG en el ámbito de los derechos humanos puede explicarse por varios factores. En primer lugar, las violaciones de los derechos humanos suelen ser el resultado de políticas estatales, y las ONG pueden actuar como un importante contrapeso, poniendo de relieve estos abusos y presionando para que se produzcan cambios. En segundo lugar, el ámbito de los derechos humanos es de alcance universal, pues afecta a todas las personas independientemente de su nacionalidad o estatus. Esto confiere a las ONG legitimidad y relevancia mundiales.

En cambio, en el ámbito del medio ambiente, aunque importante, la participación de las ONG en las organizaciones internacionales ha sido menor. Esto puede deberse a diversas razones, como la complejidad científica y técnica de los problemas medioambientales, los conflictos de intereses económicos y políticos o la dificultad de conciliar los intereses y perspectivas de las distintas partes interesadas. Sin embargo, dada la creciente urgencia de problemas medioambientales como el cambio climático, la deforestación y la pérdida de biodiversidad, cabe esperar una mayor implicación de las ONG en este campo en el futuro.

El papel de las ONG en el ámbito medioambiental es a veces menos visible dentro de las organizaciones internacionales formales. Esto se debe a varias razones. En primer lugar, hay menos organizaciones internacionales con un amplio mandato medioambiental. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), por ejemplo, tiene un papel más consultivo que regulador. En segundo lugar, las cuestiones medioambientales suelen tratarse en el marco de tratados internacionales específicos, como el Acuerdo de París sobre el Clima, y no a través de organizaciones internacionales permanentes. Esto significa que el papel de las ONG puede consistir más en influir en la formulación de estos tratados, abogar por su aplicación y supervisar su cumplimiento. En tercer lugar, muchos de los problemas medioambientales más acuciantes son complejos y requieren enfoques multidisciplinares y multisectoriales. Por ello, las ONG de medio ambiente suelen actuar en diversas organizaciones y foros, desde locales hasta internacionales, y pueden colaborar con agentes de distintos sectores, como el empresarial, el académico y el gubernamental. Por último, las ONG medioambientales también pueden desempeñar un papel importante fuera de las estructuras formales, por ejemplo sensibilizando a la opinión pública, presionando a gobiernos y empresas y trabajando directamente sobre el terreno en proyectos de conservación y sostenibilidad. Aunque esto puede no reflejarse en su presencia en las organizaciones internacionales, no disminuye en absoluto la importancia de su contribución a la gobernanza medioambiental mundial.

Conclusión: Transformación del sistema internacional[modifier | modifier le wikicode]

Lavenex pyramide transformation du système international 2015.png

Para resumir esta sección sobre la internacionalización y el sistema internacional, en la cúspide de la pirámide tenemos las relaciones intergubernamentales formales y diplomáticas. Se trata de interacciones entre representantes de Estados que trabajan para desarrollar el Derecho internacional. En los últimos años, hemos asistido a una cierta judicialización de estos procesos, con un énfasis cada vez mayor en la aplicación de la ley y la resolución de conflictos a través de mecanismos jurídicos. Por debajo de este nivel, encontramos una miríada de interacciones transgubernamentales y transnacionales. Las relaciones transgubernamentales implican a actores estatales que actúan de forma más independiente, al margen de los canales diplomáticos tradicionales, mientras que las relaciones transnacionales implican a actores no estatales, como organizaciones no gubernamentales y empresas. Aunque estos niveles se presentan jerárquicamente, no están aislados unos de otros, sino que están interconectados y a menudo se solapan. Por ejemplo, las ONG pueden influir en las negociaciones intergubernamentales a través de grupos de presión y la difusión de información, mientras que las decisiones adoptadas a nivel intergubernamental pueden, a su vez, dar forma a las actividades de los actores transgubernamentales y transnacionales. En conjunto, esta estructura ilustra la complejidad y diversidad de las interacciones dentro del sistema internacional moderno.

Para comprender plenamente el sistema internacional contemporáneo, es imprescindible no sólo centrarse en las relaciones interestatales formales, sino también tener en cuenta las relaciones transgubernamentales y transnacionales. Las relaciones transgubernamentales se refieren a las interacciones entre partes de distintos Estados, a menudo a nivel de burocracias, que actúan con mayor independencia de sus dirigentes políticos centrales. Por ejemplo, reguladores, funcionarios o agencias gubernamentales de distintos países pueden colaborar informalmente para resolver problemas comunes o coordinar políticas. Del mismo modo, las relaciones transnacionales se refieren a las interacciones entre entidades no gubernamentales que operan más allá de las fronteras nacionales, como empresas multinacionales, organizaciones no gubernamentales, grupos de la sociedad civil e incluso particulares. Ambos tipos de relaciones desempeñan un papel cada vez más importante en la gobernanza internacional, y a menudo intervienen en ámbitos clave como las normas mundiales, la protección del medio ambiente o los derechos humanos, entre otros. Por tanto, para entender cómo funciona el sistema internacional contemporáneo, necesitamos ampliar nuestra mirada para incluir estas formas de interacción además de las relaciones tradicionales entre Estados.

Las tres grandes perspectivas teóricas sobre el sistema internacional[modifier | modifier le wikicode]

Existe una pluralidad de opiniones y teorías en el ámbito de las relaciones internacionales sobre el efecto de la internacionalización en el principio de soberanía estatal. Estas perspectivas tratan de determinar si esta tendencia global representa un desafío sustancial para la soberanía estatal tradicional. También se preguntan si estamos asistiendo a una transformación en la que la soberanía se comparte gradualmente a través de las instituciones internacionales, y si esto podría conducir a la aparición de una especie de sociedad global. Estos puntos de vista son variados y constituyen la base de las principales nociones de los tres grandes paradigmas teóricos de las relaciones internacionales.

Neorrealismo[modifier | modifier le wikicode]

John Mearsheimer, un importante teórico del neorrealismo, exploró en profundidad los límites de las instituciones internacionales en su artículo de 1994, "La falsa promesa de las instituciones internacionales" [7] En este ensayo, Mearsheimer articula la visión neorrealista de que las instituciones internacionales son esencialmente herramientas al servicio de los Estados más poderosos: "Los realistas... reconocen que los Estados a veces operan a través de instituciones. Sin embargo, creen que esas normas reflejan cálculos estatales de interés propio basados principalmente en la distribución internacional del poder. Los Estados más poderosos del sistema crean y dan forma a las instituciones para poder mantener su cuota de poder mundial, o incluso aumentarla. Desde este punto de vista, las instituciones son esencialmente "escenarios para representar relaciones de poder"... las instituciones reflejan en gran medida la distribución de poder en el sistema". Destaca las limitaciones de las instituciones internacionales".

Mearsheimer admite que los Estados actúan a veces a través de las instituciones. Sin embargo, en su opinión, estas normas e interacciones reflejan principalmente los cálculos de interés propio de los Estados, basados en gran medida en la distribución internacional del poder. En otras palabras, los Estados más poderosos crean y dan forma a las instituciones internacionales para mantener, o incluso aumentar, su cuota de poder mundial. Desde esta perspectiva, Mearsheimer considera que las instituciones internacionales son esencialmente "arenas de juego de las relaciones de poder". Reflejan la distribución del poder en el sistema internacional, en lugar de ser entidades independientes capaces de influir o regular eficazmente el comportamiento de los Estados. Este punto de vista ofrece una crítica incisiva de la idea de que las instituciones internacionales pueden ser un vehículo para el orden mundial cooperativo o un medio para superar la anarquía fundamental del sistema internacional. Por el contrario, según Mearsheimer, los Estados poderosos las instrumentalizan en gran medida para promover sus propios intereses, lo que limita su capacidad para actuar como factores de equilibrio o estabilización en las relaciones internacionales.

Los pensadores realistas, aunque aceptan la existencia de instituciones internacionales, consideran que son ante todo un reflejo de la jerarquía de poder mundial, o de la distribución del poder entre los Estados. Estas instituciones, según la perspectiva realista, permanecen en gran medida bajo el control de los Estados más poderosos, que las apoyan mientras sirvan a sus intereses. Cuando dejan de ser útiles, estos Estados poderosos pueden optar por no respetarlas más, porque no existe ninguna fuerza internacional vinculante capaz de garantizar que se respeten una vez que estos Estados ya no están satisfechos con ellas. Así pues, desde un punto de vista realista, la pertinencia y la influencia de las organizaciones internacionales dependen del apoyo de las grandes potencias. Por otra parte, los Estados dominantes pueden utilizar estas instituciones internacionales como palancas para imponer ciertas normas a los Estados menos poderosos. Estas normas suelen ser las que favorecen los intereses de las potencias dominantes. De este modo, las instituciones internacionales pueden convertirse en una herramienta a través de la cual los Estados influyentes pueden ejercer su poder y moldear el mundo según sus propios intereses. El impacto de las organizaciones internacionales depende en gran medida del apoyo de las grandes potencias que las respaldan. Las instituciones no son independientes, sino más bien herramientas a merced de Estados influyentes, listas para ser utilizadas para hacer avanzar sus agendas globales.

Es observable que los Estados se desentienden de ciertos debates cuando no sirven a sus intereses. Tomemos, por ejemplo, el caso de Estados Unidos, que decidió no participar en el Protocolo de Kioto. Esta decisión se debió en gran medida al hecho de que las naciones emergentes no se veían constreñidas por este marco institucional. En consecuencia, Estados Unidos previó los efectos negativos y los costes que tendría si participaba. En consecuencia, optó por no participar en este proceso. En el caso de la Corte Penal Internacional (CPI), Estados Unidos también manifestó su oposición. Su reticencia se debe a la negativa a someterse a una entidad supranacional que podría incriminar a ciudadanos estadounidenses por crímenes contra la humanidad. Este es otro ejemplo de cómo los Estados poderosos pueden optar por no cumplir con las instituciones internacionales cuando perciben que su participación podría ir en contra de sus intereses nacionales.

La decisión de las grandes potencias de participar o no en las instituciones internacionales se basa en una evaluación estratégica de sus propios intereses. Estos intereses pueden ser políticos, económicos o de seguridad. Esta perspectiva coincide con el realismo en las relaciones internacionales, que ve a los Estados como actores racionales que persiguen sus intereses nacionales en un entorno anárquico. Por ejemplo, un país poderoso puede optar por participar en una organización internacional si ello le permite ejercer influencia sobre otros países, configurar las reglas y normas internacionales en su beneficio o cosechar beneficios económicos. Al mismo tiempo, dicha participación también puede proporcionar un mecanismo para resolver disputas con otros Estados de forma pacífica y estructurada. Por otro lado, si una institución internacional se percibe como contraria a los intereses de una gran potencia, ésta puede optar por no participar o incluso oponerse a ella. Este es el caso de Estados Unidos, que decidió no participar en el Protocolo de Kioto y oponerse a la Corte Penal Internacional, por temor a que estas instituciones perjudicaran sus intereses nacionales. Pero la abstención o la oposición a las instituciones internacionales también pueden tener consecuencias, sobre todo en términos de imagen internacional, relaciones diplomáticas o presión de la comunidad internacional. Por ello, las grandes potencias deben sopesar constantemente las ventajas e inconvenientes de su participación en las instituciones internacionales.

Liberalismo[modifier | modifier le wikicode]

El liberalismo en las relaciones internacionales se centra en la noción de interdependencia entre Estados y sostiene que esta creciente interdependencia fomenta una cooperación mutuamente beneficiosa. Esta cooperación se considera racional y beneficiosa para todos los Estados, ya que puede generar ganancias mutuas y ayudar a resolver problemas transfronterizos. Por ejemplo, en el ámbito del comercio, una mayor cooperación puede facilitar el libre comercio, lo que puede estimular el crecimiento económico y crear beneficios para todos los participantes. Del mismo modo, ante retos medioambientales como el cambio climático, la acción colectiva es necesaria para lograr resultados efectivos, ya que estos retos no pueden ser resueltos por un solo Estado. Además, los liberales sostienen que las instituciones internacionales desempeñan un papel clave a la hora de facilitar esta cooperación, proporcionando un marco para las negociaciones, estableciendo reglas y normas de comportamiento y ayudando a resolver disputas. Así pues, el liberalismo considera que las instituciones internacionales no son instrumentos de poder de los Estados más fuertes, sino actores importantes por derecho propio, capaces de configurar las relaciones internacionales y fomentar la cooperación entre los Estados.

A pesar de la creciente interdependencia y del interés mutuo por la cooperación, ésta no se produce de forma espontánea ni fácil. Hay una serie de obstáculos a la cooperación, como intereses divergentes, problemas de comunicación, dificultades de coordinación y el riesgo de comportamientos oportunistas o de "parasitismo" en los que un Estado se beneficia de los esfuerzos de otros sin contribuir él mismo. Aquí es donde entran en juego las instituciones internacionales. Pueden ayudar a superar estos obstáculos y facilitar la cooperación. Por ejemplo, pueden proporcionar un foro para la negociación y el diálogo, ayudar a crear confianza entre los Estados, promover la transparencia y la responsabilidad, coordinar la acción colectiva y establecer mecanismos para resolver conflictos y garantizar el cumplimiento de los acuerdos. De este modo, las instituciones internacionales se consideran herramientas valiosas para facilitar la cooperación, en lugar de simples instrumentos de poder para los Estados poderosos. Según la perspectiva liberal, su papel e influencia en las relaciones internacionales van mucho más allá de reflejar simplemente la distribución del poder entre los Estados.

El fenómeno descrito suele denominarse el problema del "beneficiario gratuito". En el contexto de las relaciones internacionales, se refiere a la tendencia de un Estado a beneficiarse de los esfuerzos colectivos sin contribuir equitativamente. Esto puede comprometer el éxito de la acción colectiva, ya que si todos los Estados actúan de forma egoísta, no se consigue el bien común. Las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial para superar este problema. Al establecer normas comunes, facilitar la coordinación y supervisar el cumplimiento de las obligaciones, pueden animar a los Estados a cooperar en lugar de actuar de forma egoísta. Por ejemplo, un tratado internacional puede especificar las obligaciones de cada Estado, mientras que los mecanismos de supervisión y aplicación pueden garantizar que cada Estado cumpla sus compromisos. En caso de incumplimiento, las instituciones internacionales también pueden proporcionar mecanismos de resolución de conflictos. Además, estas instituciones pueden fomentar la cooperación promoviendo la transparencia y la información. Al proporcionar información sobre las acciones y políticas de los Estados, pueden contribuir a fomentar la confianza y disuadir de comportamientos de "parasitismo".

Para Robert Keohane en International Institutions: Two Approaches publicado en 1988, "...Este programa de investigación ... asume ... racionalidad por parte de los actores. Parte de la premisa de que si en la política mundial no hubiera beneficios potenciales de los acuerdos ... no habría necesidad de instituciones internacionales específicas. ... A la inversa, si la cooperación fuera fácil ... no habría necesidad de instituciones que facilitaran la cooperación ... Es la combinación del valor potencial de los acuerdos y la dificultad de realizarlos lo que hace que los regímenes internacionales sean significativos. Para cooperar en la política mundial de forma más que esporádica, los seres humanos tienen que recurrir a las instituciones.... Incluso en ausencia de autoridad jerárquica, las instituciones proporcionan información (a través de la supervisión) y estabilizan las expectativas. También pueden hacer factible la aplicación descentralizada, por ejemplo creando condiciones en las que pueda funcionar la reciprocidad...".[8].

Robert Keohane subraya la importancia de las instituciones internacionales para facilitar la cooperación entre Estados. Parte de la base de que los actores son racionales y ven el valor potencial de los acuerdos internacionales. Sin embargo, también reconoce que la cooperación es difícil de lograr debido a los retos que plantea el anárquico sistema internacional. Para Keohane, las instituciones internacionales desempeñan un papel clave para superar estos retos. En primer lugar, proporcionan información, sobre todo a través de mecanismos de supervisión, que pueden ayudar a los Estados a evaluar el comportamiento de los demás y a desarrollar expectativas estables. Esta información puede reducir la incertidumbre, fomentar la confianza y disuadir de comportamientos oportunistas. En segundo lugar, las instituciones internacionales pueden facilitar la aplicación descentralizada de los acuerdos. Por ejemplo, pueden crear condiciones favorables para la reciprocidad, un principio clave de la cooperación internacional. Según este principio, si un Estado respeta sus compromisos, es más probable que los demás hagan lo mismo, y viceversa. Al facilitar la reciprocidad, las instituciones internacionales pueden animar a los Estados a cumplir sus compromisos y cooperar de forma más regular. Sin embargo, como señala Keohane, el valor y la eficacia de las instituciones internacionales dependen en última instancia de la voluntad de los Estados de cooperar y cumplir sus compromisos. Aunque las instituciones pueden facilitar la cooperación, no pueden garantizarla.

La perspectiva liberal subraya la importancia de las instituciones internacionales como facilitadoras de la cooperación entre Estados. Dicha cooperación puede ser difícil de lograr en un sistema internacional caracterizado por la anarquía, en el que ningún poder supremo impone el orden. En tal contexto, los Estados pueden mostrarse reacios a cooperar por temor a que otros exploten sus esfuerzos en beneficio propio, un problema conocido como el "dilema del prisionero" en la teoría de juegos. Las instituciones internacionales ayudan a superar estos retos de varias maneras. En primer lugar, pueden fomentar la transparencia difundiendo información sobre el comportamiento de los Estados. Esto puede ayudar a los Estados a evaluar la credibilidad de los compromisos de los demás y a tomar decisiones informadas sobre su propio comportamiento. En segundo lugar, las instituciones internacionales pueden ayudar a estabilizar las expectativas estableciendo normas y reglas claras para el comportamiento de los Estados. Esto puede reducir la incertidumbre y fomentar la confianza, facilitando así la cooperación. En tercer lugar, las instituciones internacionales pueden facilitar la aplicación de los acuerdos proporcionando mecanismos de resolución de conflictos y supervisando el cumplimiento de los compromisos. Esto puede disuadir del comportamiento oportunista y animar a los Estados a respetar sus compromisos. Sin embargo, como subraya la perspectiva realista, la voluntad y el interés de los Estados siguen siendo factores cruciales para la cooperación internacional. Las instituciones internacionales pueden facilitar la cooperación, pero no garantizarla. Los Estados siguen siendo los principales actores de la escena internacional y su comportamiento viene determinado en gran medida por sus propios cálculos del interés nacional.

En el marco del liberalismo, los Estados se perciben como racionales y orientados a la consecución de sus objetivos nacionales. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas a los que se enfrentan los Estados son a menudo transnacionales y requieren cooperación y coordinación internacionales. Las instituciones internacionales se crean para facilitar esta cooperación. Los Estados se adhieren a estas instituciones y cumplen sus normas no porque les obligue a ello una autoridad superior, sino porque reconocen los beneficios de la cooperación y el cumplimiento de las normas reconocidas internacionalmente. En otras palabras, consideran que el cumplimiento de las normas de estas instituciones redunda en su propio interés a largo plazo. Las instituciones internacionales pueden utilizar distintos mecanismos para fomentar el cumplimiento. Por ejemplo, pueden supervisar las acciones de los Estados miembros y hacer público cualquier incumplimiento de las normas, lo que puede repercutir en la reputación internacional del Estado en cuestión. Además, algunas instituciones también disponen de mecanismos de resolución de litigios para resolver disputas entre Estados miembros de forma pacífica y ordenada. Además, algunas instituciones también pueden imponer sanciones a los Estados que incumplan sus normas. Estas sanciones pueden ser económicas, diplomáticas o incluso militares. Sin embargo, la eficacia de estas sanciones depende en gran medida de la voluntad de los demás Estados miembros de aplicarlas. Es importante señalar que, aunque las instituciones internacionales pueden ejercer cierta presión sobre los Estados para que cumplan las normas internacionales, la soberanía de los Estados sigue siendo primordial. Los Estados conservan el derecho a retirarse de una institución internacional si consideran que pertenecer a ella ya no redunda en su interés nacional.

Las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial a la hora de configurar el comportamiento de los Estados en la escena mundial. Al establecer normas y reglas claras, estas instituciones proporcionan un marco a los Estados, guiando sus acciones y políticas. La idea básica es que, al adherirse a estas instituciones, los Estados se comprometen a respetar ciertas normas de conducta. Una vez que han aceptado estas normas, puede resultar política y socialmente costoso incumplirlas. Además, el incumplimiento de estas normas puede acarrear sanciones, que van desde el aislamiento diplomático a penalizaciones económicas, lo que crea un incentivo para cumplirlas. Es importante señalar, sin embargo, que aunque las instituciones internacionales pueden ejercer cierta influencia sobre las acciones de los Estados, por lo general no disponen de medios coercitivos para obligar a un Estado a actuar de una determinada manera. El poder de estas instituciones reside a menudo en su capacidad para coordinar las acciones de los Estados, facilitar el diálogo y la cooperación, y poner en marcha mecanismos de resolución de disputas cuando surgen conflictos. No obstante, el poder de estas instituciones depende siempre de la voluntad de los Estados miembros de respetar las normas y cumplir las reglas, ya que estas instituciones son, por definición, entidades intergubernamentales que dependen de la cooperación de sus miembros para funcionar eficazmente.

Constructivismo[modifier | modifier le wikicode]

El constructivismo es otro paradigma importante en la teoría de las relaciones internacionales. A diferencia del realismo y el liberalismo, que se centran respectivamente en el poder y la interdependencia económica entre Estados, el constructivismo hace especial hincapié en las ideas, las normas y las identidades en la política mundial. El constructivismo se ocupa de cómo los actores internacionales, incluidos los Estados, se perciben a sí mismos e interpretan el mundo que les rodea. Sugiere que estas percepciones e interpretaciones conforman el comportamiento de estos actores. En otras palabras, el constructivismo sostiene que el comportamiento de los actores internacionales no viene dictado simplemente por intereses materiales o cálculos de poder, sino que también está influido por sus creencias, valores e identidades. Por ejemplo, un constructivista podría examinar cómo se establecen y evolucionan con el tiempo las normas internacionales, como la norma contra el uso de armas químicas o nucleares. Estas normas son construidas en gran medida por los propios actores internacionales y, una vez establecidas, pueden influir en el comportamiento de dichos actores. En este sentido, el constructivismo ofrece una perspectiva diferente sobre el papel de las instituciones internacionales. En lugar de verlas simplemente como arenas de competición por el poder (como hace el realismo) o como facilitadoras de la cooperación económica (como hace el liberalismo), el constructivismo ve las instituciones internacionales como actores importantes en la creación y el mantenimiento de normas internacionales. Es importante señalar que el constructivismo, como paradigma, no está unificado e incluye una variedad de perspectivas y enfoques diferentes. Por ejemplo, algunos constructivistas hacen más hincapié en el papel de las ideas y las normas, mientras que otros se centran en el papel de las identidades y las culturas. Sin embargo, todos comparten la idea básica de que las estructuras sociales y las ideas tienen un impacto significativo en el comportamiento de los actores internacionales.

El constructivismo concede gran importancia a las fuerzas sociales y culturales que trascienden las fronteras nacionales, lo que encaja bien con el fenómeno de la globalización. Este paradigma considera que nuestro mundo interconectado no sólo permite un flujo creciente de bienes y servicios, sino también un intercambio de ideas, normas, valores e identidades. Estos intercambios culturales e ideológicos pueden tener un impacto significativo en la política mundial, según los constructivistas. Las ONG, por ejemplo, son agentes no estatales que desempeñan un papel crucial en la elaboración de normas internacionales y la promoción de ideas sobre cuestiones que van desde los derechos humanos al cambio climático. A menudo operan más allá de las fronteras nacionales y pueden influir en la política tanto nacional como internacional. Del mismo modo, las redes sociales y otros medios de comunicación tradicionales contribuyen a la rápida difusión de información, ideas y normas a través de las fronteras. Pueden amplificar las voces de los grupos marginados, concienciar sobre los problemas e influir en la opinión pública y en las decisiones políticas. El constructivismo hace hincapié en estas interacciones dinámicas y complejas, argumentando que nuestra comprensión de las relaciones internacionales es incompleta si no tenemos en cuenta estos factores sociales y culturales. En resumen, este paradigma pone de relieve el modo en que los intercambios culturales y las comunicaciones transfronterizas, acentuados por la globalización, están configurando el panorama político mundial.

El constructivismo concede gran importancia al aspecto de socialización que ofrecen las organizaciones internacionales. Estas instituciones, según los constructivistas, no son sólo arenas de negociación de intereses materiales o lugares de cooperación basados en cálculos racionales, sino también lugares de socialización donde los actores estatales y no estatales pueden influir en las identidades, normas y valores de los demás. Al ser miembro de una organización internacional, un Estado está frecuentemente en contacto con otros Estados y, por tanto, puede verse influido por sus normas y valores. Por ejemplo, al adherirse a una organización internacional como la ONU, un país puede verse alentado a respetar determinadas normas internacionales sobre derechos humanos o protección del medio ambiente. Del mismo modo, una organización económica internacional como la OMC puede fomentar la adopción de normas económicas y comerciales liberales entre sus miembros. Esta socialización también puede tener lugar a través de la interacción con otros agentes no estatales de la organización, como ONG, empresas multinacionales o grupos de reflexión, todos los cuales pueden desempeñar un papel en la promoción de determinadas normas y valores. Así pues, según la visión constructivista, las organizaciones internacionales pueden tener un efecto profundo y duradero en el comportamiento de los Estados, moldeando sus identidades, intereses y acciones a través de procesos de socialización.

La participación en organizaciones internacionales como la ONU, o en sus subórganos como el Consejo de Derechos Humanos o las negociaciones sobre el clima, puede tener un impacto significativo en la forma en que los responsables políticos perciben y responden a los problemas mundiales. En estos foros, los responsables políticos están expuestos a diversos puntos de vista y enfoques de resolución de problemas, que a veces pueden cuestionar sus propias creencias y métodos. Esta exposición a la diversidad y las diferencias puede fomentar una forma de socialización, en la que los responsables políticos empiezan a desarrollar una comprensión compartida de los problemas y a adoptar valores y objetivos comunes. Por ejemplo, en las negociaciones sobre el clima, políticos de distintos países se reúnen para debatir y negociar soluciones a los problemas medioambientales mundiales. Con el tiempo, esta interacción continua puede conducir a una mayor comprensión y aceptación de los problemas medioambientales y de la necesidad de tomar medidas para resolverlos. Del mismo modo, la participación en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU puede hacer que los responsables de la toma de decisiones se familiaricen más con las normas internacionales de derechos humanos y las integren en sus propias políticas nacionales. Dicho esto, hay que señalar que este proceso de socialización no es automático y puede variar en función de muchos factores, entre ellos la apertura de los responsables de la toma de decisiones a nuevas ideas, la presión de grupo dentro de la organización y el contexto político y social de su país de origen.

El cambio climático es un ejemplo perfecto de la influencia de los procesos constructivistas en las normas internacionales. Durante mucho tiempo, la cuestión del calentamiento global fue controvertida y se cuestionaron las pruebas del impacto de la actividad humana en el clima. Sin embargo, gracias al compromiso sostenido de científicos, organizaciones no gubernamentales, ciudadanos y otros agentes no estatales, la comprensión y aceptación de la realidad del cambio climático ha ido evolucionando gradualmente. Este proceso ha implicado estrategias de persuasión, campañas de sensibilización, esfuerzos educativos y una serie de complejas interacciones en el seno de diversas instituciones y plataformas internacionales. Estos actores han utilizado las plataformas internacionales, como las conferencias de la ONU sobre el clima, para difundir información, compartir investigaciones y datos y promover un discurso sobre la necesidad de tomar medidas para mitigar el cambio climático. También han aprovechado estas oportunidades para crear redes y alianzas, influir en las políticas y presionar a favor de la acción climática. Con el tiempo, este proceso ha contribuido a crear una "comunidad de Estados" que comparten un entendimiento y una preocupación comunes por el cambio climático. Este es un buen ejemplo de cómo los procesos constructivistas pueden desempeñar un papel en la configuración de normas internacionales e influir en el comportamiento de los Estados. Dicho esto, es importante señalar que el proceso no ha terminado. A pesar de los avances logrados, sigue habiendo diferencias entre los Estados en cuanto a su respuesta al reto del cambio climático. Además, aunque la mayor concienciación sobre el problema ha llevado a compromisos más firmes para reducir las emisiones, queda por ver hasta qué punto se cumplirán estos compromisos.

Retos actuales de las relaciones internacionales[modifier | modifier le wikicode]

El mundo está asistiendo a un importante cambio en la dinámica del poder internacional con la aparición de Estados no occidentales en la escena mundial. Países como China e India, con sus economías en rápido crecimiento, están adquiriendo una influencia cada vez mayor y remodelando las relaciones de poder dentro de las estructuras internacionales existentes. Esto no tiene precedentes por varias razones. Históricamente, el poder en el sistema internacional ha estado dominado por los Estados occidentales, con instituciones y normas diseñadas y controladas en gran medida por ellos. La aparición de potencias no occidentales en este sistema podría conducir a una reevaluación y reforma de estas estructuras.

El ascenso de estas potencias también plantea retos únicos. Por ejemplo, China, como potencia emergente, tiene un sistema político que difiere significativamente de los de los Estados occidentales dominantes. Esto puede provocar tensiones y conflictos en cuestiones de gobernanza mundial, derechos humanos y comercio. Además, el proceso de emergencia de estas nuevas potencias no es uniforme. Algunos países, como China, han realizado enormes progresos económicos y se han convertido en actores principales de la economía mundial, mientras que otros, como India, a pesar de su tamaño y potencial económico, siguen luchando contra retos internos como la pobreza y la desigualdad. Está claro que la aparición de estas nuevas potencias está transformando el sistema internacional. Esto puede ofrecer oportunidades para una mayor diversidad y una representación más equilibrada en la gobernanza mundial. Sin embargo, también plantea nuevos retos para la cooperación internacional y la gestión de los conflictos mundiales.

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Los datos de Maddison ofrecen una rica perspectiva histórica de la evolución de la economía mundial en los dos últimos milenios. Al cuantificar y comparar el producto interior bruto (PIB) de las distintas regiones del mundo a lo largo de la historia, es posible observar los cambios en las tendencias económicas mundiales y comprender cómo ha variado el equilibrio del poder económico con el paso del tiempo. Tomando la época romana como punto de partida, por ejemplo, podemos ver el ascenso y la caída de las distintas potencias económicas. Los datos podrían mostrar cómo, en determinados periodos, el Imperio Romano dominó la economía mundial, y luego cómo el centro de la economía mundial se desplazó gradualmente hacia el oeste, hacia Europa y Norteamérica, con la Revolución Industrial. Del mismo modo, los datos de Maddison podrían mostrar cómo, en las últimas décadas, el centro de la economía mundial ha empezado a desplazarse hacia el este, con la rápida aparición de las economías asiáticas. Esta tendencia se refleja claramente en los resultados económicos actuales de países como China e India. Estos datos, visualizados en forma de gráfico, pueden ayudar a poner en perspectiva las fluctuaciones históricas del poder económico mundial y anticipar posibles trayectorias futuras. Es una herramienta valiosa para comprender la dinámica de la economía mundial, tanto histórica como prospectivamente.

El análisis de los datos históricos realizado por Maddison muestra que el centro de la economía mundial se situaba cerca de la frontera entre India y China hace 2.000 años. Aunque estas dos civilizaciones ya eran grandes potencias económicas en aquella época, su influencia no era absoluta, ya que el Imperio Romano también era una fuerza económica importante. El Imperio Romano, con su vasto territorio que abarcaba Europa, el norte de África y Oriente Próximo, ejercía un poder económico considerable. Por tanto, sus actividades económicas, incluido el comercio con otras regiones, contribuyeron a desplazar el centro de la economía mundial hacia Occidente. Este análisis demuestra la dinámica del poder económico mundial a lo largo de la historia. Las principales fuerzas económicas no son estáticas, sino que evolucionan en función del desarrollo de las civilizaciones, la innovación tecnológica, los recursos disponibles, las políticas económicas, el comercio internacional y muchos otros factores. Las tendencias pasadas no garantizan las posiciones futuras, lo que hace que el análisis de la economía mundial sea a la vez complejo y fascinante.

La era de la Revolución Industrial, que se extendió desde 1820 hasta 1913, supuso un cambio significativo en la estructura económica mundial. Durante este periodo, las naciones occidentales realizaron avances tecnológicos sin precedentes que alteraron radicalmente sus modos de producción y, en consecuencia, su posición en la economía mundial. La Revolución Industrial marcó la transición de una economía basada principalmente en la agricultura y la artesanía a otra caracterizada por la producción industrial mecanizada en masa. Occidente, en particular países como Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos, estuvieron a la vanguardia de estos cambios, desarrollando industrias textiles, siderúrgicas, carboneras y ferroviarias, entre otras. La modernización que acompañó a esta revolución dio a estas naciones occidentales una ventaja significativa en términos de producción industrial, poder económico y riqueza global. El resultado fue un desplazamiento significativo del centro de la economía mundial hacia Occidente.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la posición de Estados Unidos como primera potencia económica mundial empezó a consolidarse. Esto se atribuyó principalmente a su economía relativamente intacta tras el conflicto, a su dominio en muchas industrias clave y a su capacidad para innovar y adaptarse rápidamente a las nuevas tecnologías. En Europa, la posguerra estuvo marcada por un periodo de intensa reconstrucción y la creación de la Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea. Estas iniciativas contribuyeron a hacer de Europa un gran polo económico, atrayendo hacia el oeste el centro del poder económico. Sin embargo, con la introducción de reformas económicas en China a finales de la década de 1970, el centro del poder económico comenzó a desplazarse de nuevo hacia el este. Estas reformas, que condujeron a una mayor apertura económica y a la liberalización gradual de los mercados, transformaron a China en una gran potencia económica, con un rápido crecimiento y una creciente influencia en la economía mundial. Como consecuencia, el centro de la economía mundial, antaño firmemente anclado en Occidente, ha empezado a desplazarse hacia el Este, reflejando la aparición de nuevas potencias económicas en Asia. Esto subraya la naturaleza dinámica y en constante cambio de la economía mundial.

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El crecimiento económico de China en las últimas décadas ha sido espectacular. Es uno de los países de más rápido crecimiento del mundo, transformando una economía socialista cerrada en una economía de mercado dinámica y abierta. En cambio, el crecimiento de Estados Unidos ha sido más estable, reflejo de la madurez de su economía. Otros mercados emergentes, como India, Brasil y Rusia, también han experimentado tasas de crecimiento relativamente altas, aunque suelen ser más volátiles. En cuanto a otros países ricos como Europa, Australia y Japón, su crecimiento económico ha sido en general más modesto, debido a la madurez de sus economías y a retos como el envejecimiento de la población. Sin embargo, estos países siguen siendo actores importantes en la economía mundial debido a su gran tamaño económico y a su influencia política y cultural.

China ha disfrutado de un impresionante crecimiento económico desde principios de la década de 2000, gracias en parte a su política de reforma económica y a su creciente integración en la economía mundial. Su contribución al crecimiento mundial fue especialmente notable tras la crisis financiera mundial de 2008, cuando la mayoría de las economías desarrolladas se vieron duramente afectadas y el crecimiento en China se mantuvo relativamente sólido. Sin embargo, también es importante señalar que el poder económico no se traduce directamente en poder político o militar en la escena mundial. Si bien es cierto que China ha aumentado su influencia, sobre todo a través de iniciativas como la Iniciativa Belt and Road, también se enfrenta a una serie de retos, como el envejecimiento de la población, las desigualdades regionales y las tensiones con otros países. Además, aunque China ha superado a EE.UU. en términos de PIB en paridad de poder adquisitivo, EE.UU. sigue siendo la mayor economía en términos de PIB nominal y sigue a la cabeza en ámbitos como la innovación tecnológica y la influencia militar. Esto subraya la complejidad del concepto de "poder" en la escena mundial, que no puede medirse ni compararse plenamente en términos de tamaño económico.

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Como una de las mayores economías del mundo, China tiene un impacto considerable en el comercio mundial. Su posición como gran importador significa que las fluctuaciones de su demanda interna pueden tener consecuencias mundiales, sobre todo para los países cuyas economías dependen en gran medida de las exportaciones a China. Además, China es también un gran exportador, lo que significa que sus decisiones en materia de producción y política comercial pueden influir en los mercados mundiales de diversos productos y servicios. La posición de China como gran potencia económica también le confiere un importante poder de negociación en los debates sobre política comercial internacional. Por ejemplo, puede influir en las reglas, normas y reglamentos del comercio mundial a través de foros como la Organización Mundial del Comercio. Además, como gran actor económico, China también tiene la oportunidad de promover sus propios intereses económicos y políticos a escala mundial. Dicho esto, el poder económico no se traduce directamente en influencia política o militar. A pesar de su tamaño económico, China sigue teniendo que navegar por un complejo panorama internacional y enfrentarse a considerables desafíos internos.

En la teoría realista de las relaciones internacionales, el aumento del poder económico de un Estado suele considerarse el preludio de un aumento de su poder militar. Los realistas asumen que, en un sistema internacional anárquico, los Estados buscan siempre el poder y la seguridad. Como tal, un crecimiento económico sustancial ofrece los medios para invertir más en capacidades militares y, por tanto, para reforzar el poder y la seguridad del Estado. En lo que respecta a India, su rápido crecimiento económico podría, según una lógica realista, conducir a un aumento de su poder militar a largo plazo. Sin embargo, este proceso no será necesariamente lineal ni estará exento de obstáculos. Por ejemplo, India se enfrenta a importantes retos en términos de desarrollo y desigualdad social, que podrían ralentizar su crecimiento económico y, en consecuencia, su expansión militar. Sin embargo, el poder económico no se traduce automáticamente en poder militar. Otros factores, como las decisiones estratégicas, las capacidades tecnológicas, la voluntad política y la percepción de las amenazas, también influyen a la hora de determinar el poder militar de un Estado. Además, en el contexto actual, en el que la guerra económica, la influencia cultural y el poder blando se han convertido en elementos clave del juego internacional, el poder militar es sólo un aspecto del poder global de un Estado.

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El gasto militar de China ha aumentado significativamente en los últimos años, reflejando su crecimiento económico y su ambición de incrementar su poder e influencia internacionales. Este es un aspecto de lo que se conoce como "realismo ofensivo" en las relaciones internacionales: la idea de que un Estado que está ganando poder económico tratará de utilizarlo para aumentar su poder militar y reforzar así su posición y seguridad en la escena internacional. Es importante señalar que el aumento del gasto militar no significa automáticamente un aumento correspondiente del poder militar. También entran en juego la forma en que se gasta ese dinero, la tecnología disponible, la formación y experiencia de las fuerzas armadas y muchos otros factores.

También cabe mencionar que la comparación del gasto militar entre países puede ser engañosa debido a las diferencias en los costes laborales y otros factores. Por ejemplo, la misma cantidad de dinero podría emplear más soldados o construir más equipamiento en China que en Estados Unidos debido a las diferencias en los costes laborales. No obstante, la tendencia al aumento del gasto militar en China es un claro indicador de sus crecientes ambiciones en materia de defensa y seguridad, y así lo reconocen cada vez más otros actores internacionales.

El realismo, como teoría de las relaciones internacionales, postula que los Estados están motivados por la búsqueda de sus propios intereses nacionales, y que el poder militar y económico es la clave de la seguridad e influencia de un Estado. Desde el prisma realista, el rápido aumento del poder económico y militar de China podría considerarse una amenaza potencial para otros Estados, especialmente para los que actualmente ostentan el mayor poder en el sistema internacional, como Estados Unidos. Según la teoría neorrealista, el sistema internacional es intrínsecamente anárquico, es decir, no tiene una autoridad superior que regule el comportamiento de los Estados. En un sistema así, los Estados desconfiarían naturalmente de otros Estados que estuvieran adquiriendo poder rápidamente, porque podrían utilizar ese poder para amenazar sus intereses. Por tanto, los Estados poderosos podrían intentar contrarrestar el ascenso de China por diversos medios, como reforzando sus propias capacidades militares, formando alianzas con otros Estados o aplicando políticas diseñadas para limitar la influencia económica y política de China.

Las tres perspectivas teóricas sobre los retos actuales[modifier | modifier le wikicode]

A continuación trataremos de aplicar estas teorías al ascenso de China.

El Neorrealismo[modifier | modifier le wikicode]

El neorrealismo considera que los Estados son los actores principales y más importantes de la escena internacional. Según este punto de vista, las instituciones internacionales suelen ser creadas y moldeadas por los Estados más poderosos para servir a sus propios intereses. Aquí es donde entra en juego el concepto de "dilema de seguridad". Un dilema de seguridad es una situación en la que las medidas adoptadas por un Estado para aumentar su propia seguridad (como el incremento de sus capacidades militares) tienen el efecto de aumentar la sensación de inseguridad en otros Estados. Esto puede conducir a una espiral de escalada, en la que cada Estado se siente obligado a reforzar constantemente su propia seguridad en respuesta a las acciones de los demás.

En el caso de China, algunos Estados pueden percibir su rápido aumento de poder económico y militar como una amenaza para su propia seguridad. En respuesta a esta percepción, estos Estados podrían tratar de reforzar sus propias capacidades militares, lo que a su vez podría llevar a China a reforzar aún más sus propias capacidades, y así sucesivamente. Según el neorrealismo, esta dinámica podría dificultar la cooperación internacional, ya que cada Estado se preocuparía principalmente de su propia seguridad en lugar de resolver problemas comunes. Esto podría limitar la eficacia de las instituciones internacionales, si se considera que sirven a los intereses de los Estados más poderosos y no a los de la comunidad internacional en su conjunto.

El neorrealismo sostiene que la creación y el funcionamiento de las instituciones internacionales reflejan la distribución del poder en el sistema internacional. Así pues, según este punto de vista, si un Estado como China aumenta su poder, puede intentar crear o influir en instituciones internacionales que reflejen y sirvan mejor a sus propios intereses. Podemos ver esto con la creación por parte de China de instituciones como el Nuevo Banco de Desarrollo (también conocido como el Banco de los BRICS) y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII). Estas instituciones pueden verse como los intentos de China de desafiar el papel dominante desempeñado por instituciones occidentales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en las finanzas y el desarrollo internacionales. Además, estas instituciones también pueden ayudar a China a promover su propia visión del desarrollo y las relaciones internacionales. Por ejemplo, el Nuevo Banco de Desarrollo y el BAII se centran en la financiación de infraestructuras, lo que está en consonancia con la iniciativa china "Belt and Road" de desarrollar infraestructuras y vínculos comerciales en todo el mundo. Aunque estas nuevas instituciones pueden desafiar a las existentes, no necesariamente las sustituyen. Por ejemplo, muchos países son miembros tanto del Banco Mundial como del BAII. Además, en algunos casos, estas nuevas instituciones también pueden trabajar en asociación con otras ya existentes. Así pues, la estructura de las instituciones internacionales está cambiando, reflejando la cambiante distribución del poder en el sistema internacional.

Según la perspectiva realista, la naturaleza anárquica del sistema internacional significa que los Estados nunca pueden estar seguros de las intenciones de los demás. Se considera que los Estados se preocupan principalmente por su propia seguridad y tratan de maximizar su poder relativo. En este contexto, a menudo se considera que las instituciones internacionales son poco útiles para garantizar la seguridad, ya que en última instancia están subordinadas a los intereses y al poder de los Estados soberanos. En este contexto, convertirse en hegemón, o en la potencia dominante del sistema internacional, se considera la forma más segura de garantizar la propia seguridad. La hegemonía otorga a un Estado el poder de moldear las reglas y normas del sistema internacional en su propio beneficio y reduce su vulnerabilidad frente a las acciones de los demás.

La perspectiva realista tiende a esperar que las grandes potencias estén en constante competición por el poder y la influencia. Según este punto de vista, a medida que China desarrolla y refuerza su poder económico y militar, es probable que intente extender su influencia en Asia y desafiar la posición dominante de Estados Unidos en la región. Esto podría dar lugar a un aumento de las tensiones entre Estados Unidos y China, y potencialmente incluso a un conflicto, si Estados Unidos intenta mantener su posición como superpotencia mundial y frustrar el ascenso de China. La Doctrina Monroe, enunciada por primera vez en 1823, establecía que cualquier intervención europea en el continente americano se consideraría un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos. Era una declaración clara de la intención de Estados Unidos de convertirse en la potencia dominante del hemisferio occidental. Es un ejemplo clásico de realismo en política exterior, en el que Estados Unidos trata de maximizar su propia seguridad e influencia limitando la influencia de otras grandes potencias en su vecindad inmediata. En la actualidad, algunos observadores sostienen que China podría estar intentando establecer una especie de "Doctrina Monroe" en Asia Oriental, tratando de desbancar a Estados Unidos como potencia dominante en la región y establecer su propia esfera de influencia. Esto podría explicar algunas de las acciones de China, como sus reivindicaciones territoriales en el Mar de China Meridional y sus esfuerzos por aislar a Taiwán.

Según la teoría del realismo ofensivo, la estructura anárquica del sistema internacional obliga a los Estados a buscar el poder y anticiparse a los conflictos. En este contexto, la emergencia de China como superpotencia mundial podría desembocar inevitablemente en un conflicto con Estados Unidos, ya que cada país busca maximizar su propia seguridad aumentando su poder relativo. Según Mearsheimer, la situación actual entre Estados Unidos y China es un ejemplo de lo que él llama la "trampa de Tucídides": cuando el poder de una nación en crecimiento amenaza el de una potencia establecida, el conflicto es casi inevitable.

Los realistas consideran que las instituciones internacionales no son actores autónomos con poder propio, sino herramientas al servicio de los Estados más poderosos. Según esta visión, las instituciones reflejan el equilibrio de poder mundial y son utilizadas por las grandes potencias para promover sus propios intereses. En el contexto actual, esto significaría que China podría intentar crear o remodelar las instituciones internacionales para reflejar y promover mejor sus propios intereses, especialmente si percibe que las instituciones actuales están muy influidas por Estados Unidos u otras potencias occidentales.

Los constructivistas y los liberales ven las instituciones internacionales de un modo fundamentalmente distinto al de los realistas. Para constructivistas y liberales, las instituciones sirven para cooperar entre sí.

Los liberales sostienen que las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial a la hora de facilitar la cooperación entre los Estados. Sostienen que, incluso en un sistema internacional en el que cada Estado persigue sus propios intereses, las instituciones pueden ayudar a superar los problemas de confianza e incertidumbre que, de otro modo, podrían obstaculizar la cooperación. Las instituciones internacionales pueden servir como foros en los que los Estados pueden negociar acuerdos, intercambiar información, supervisar el cumplimiento y resolver disputas. Por ejemplo, la Organización Mundial del Comercio proporciona un marco para las negociaciones comerciales y la resolución de disputas comerciales. Del mismo modo, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático han proporcionado un marco para la cooperación internacional en materia de medio ambiente. Estas instituciones también pueden contribuir a crear transparencia y reducir la incertidumbre, al proporcionar información sobre las políticas y el comportamiento de los Estados. Esto puede ayudar a superar el "dilema de la seguridad", en el que los Estados pueden verse alentados a adoptar políticas agresivas por temor a las intenciones hostiles de otros.

Los constructivistas ven las instituciones internacionales como espacios en los que se debaten, negocian y cuestionan ideas, normas y valores. Según esta perspectiva, las instituciones pueden influir en los intereses y las identidades de los Estados a través de procesos de socialización, persuasión y difusión de normas. Por lo tanto, las instituciones pueden desempeñar un papel activo en la configuración del comportamiento y las políticas de los Estados, y no son meras herramientas al servicio de los Estados más poderosos. Los liberales, por su parte, sostienen que las instituciones internacionales pueden fomentar la cooperación reduciendo la incertidumbre, proporcionando información y facilitando la resolución de conflictos. Para ellos, las instituciones pueden ser actores neutrales que faciliten la cooperación entre Estados, aunque también puedan verse influidas por los Estados más poderosos. Los realistas, en cambio, ven las instituciones internacionales como instrumentos al servicio de los Estados más poderosos. En su opinión, las instituciones reflejan el reparto de poder en el sistema internacional y son utilizadas por los Estados poderosos para promover sus propios intereses.

Según la teoría realista, la influencia de los Estados en las instituciones internacionales viene determinada en gran medida por su poder relativo. Es probable que los Estados más poderosos controlen y configuren las instituciones en función de sus propios intereses. Si otro Estado adquiere suficiente poder, puede hacerse con el control de ciertas instituciones o crear otras nuevas que reflejen sus propios intereses. Esto puede dar lugar a rivalidades institucionales, en las que diferentes instituciones son controladas por diferentes Estados y promueven diferentes agendas. Por ejemplo, si China adquiere cada vez más influencia a nivel mundial, puede tratar de promover sus intereses a través de instituciones como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, mientras que Estados Unidos y Europa siguen ejerciendo una influencia considerable a través de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, también es importante señalar que ni siquiera los Estados más poderosos pueden controlar totalmente las instituciones internacionales. Estas instituciones tienen sus propias reglas, procedimientos y normas que pueden resistir la manipulación de un solo Estado. Además, las instituciones internacionales suelen necesitar la cooperación de muchos Estados para funcionar eficazmente, lo que puede limitar la influencia que puede ejercer un solo Estado.

Los realistas y neorrealistas consideran que las instituciones internacionales no son independientes, sino que reflejan la distribución de poder dentro del sistema internacional. En otras palabras, los Estados más poderosos, según esta perspectiva, pueden moldear las instituciones según sus propios intereses y utilizarlas como herramientas para ejercer su influencia. Por eso, en el contexto del ascenso de China al poder, cabría esperar de forma realista que China tratara de ganar influencia dentro de las instituciones existentes o de crear otras nuevas más afines a sus propios intereses. Sin embargo, otras teorías de las relaciones internacionales tienen perspectivas diferentes. Por ejemplo, los liberales y los constructivistas tienden a ver las instituciones internacionales como actores importantes por derecho propio, que pueden desempeñar un papel a la hora de facilitar la cooperación entre Estados y tienen el potencial de moderar ciertos comportamientos agresivos o de confrontación. Los liberales, por ejemplo, creen que las instituciones internacionales pueden contribuir a facilitar la cooperación reduciendo la incertidumbre y haciendo más creíbles los compromisos. Para los constructivistas, las instituciones pueden ser importantes lugares de socialización y formación de la identidad, en los que los Estados pueden ser inducidos a adoptar determinadas normas y prácticas internacionales.

El Consejo de Seguridad de la ONU es un buen ejemplo de cómo las instituciones internacionales pueden reflejar la distribución del poder en el sistema internacional. Durante la Guerra Fría, cuando el sistema era claramente bipolar, con dos superpotencias (EEUU y la URSS), el Consejo de Seguridad se vio a menudo paralizado por los desacuerdos entre estos dos actores. Tras el final de la Guerra Fría, el mundo pasó a ser unipolar, con Estados Unidos como única superpotencia, y durante este periodo el Consejo de Seguridad de la ONU se volvió más activo. Fue durante este periodo cuando el Consejo de Seguridad autorizó varias intervenciones militares, por ejemplo en Irak (1991), Somalia (1992) y Libia (2011). Sin embargo, a medida que el sistema internacional se hace cada vez más multipolar, con la aparición de nuevas potencias como China, volvemos a asistir a un estancamiento en el Consejo de Seguridad. Esto refleja las crecientes tensiones entre estas grandes potencias y muestra cómo las instituciones internacionales pueden verse influidas por las relaciones de poder entre los Estados.

El liberalismo[modifier | modifier le wikicode]

Los liberales ven las instituciones internacionales como foros de información y comunicación. Estas instituciones, argumentan, pueden facilitar la cooperación reduciendo la incertidumbre y aumentando la transparencia entre los Estados. Las instituciones internacionales pueden proporcionar información valiosa que ayude a comprender las intenciones y acciones de otros Estados. Por ejemplo, pueden proporcionar información sobre las políticas económicas, el gasto militar, los compromisos en materia de derechos humanos, etcétera. Esto puede ayudar a generar confianza y facilitar la cooperación entre los Estados. Las instituciones también pueden ayudar a resolver problemas de coordinación y cooperación estableciendo normas y reglas comunes. Por ejemplo, instituciones como la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional establecen normas para el comercio internacional y la política económica que pueden ayudar a coordinar las acciones de los Estados y resolver conflictos. Por último, las instituciones internacionales también pueden contribuir a reforzar la credibilidad de los compromisos de los Estados. Cuando un Estado asume un compromiso en el marco de una institución internacional, le resulta más difícil incumplirlo sin sufrir consecuencias. Esto puede contribuir a reforzar la confianza y la cooperación entre los Estados. En general, los liberales consideran que las instituciones internacionales son un medio importante para facilitar la cooperación y gestionar las relaciones internacionales de forma más pacífica y estable.

Los liberales sostienen que las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial a la hora de reducir la incertidumbre en las relaciones internacionales. En su opinión, estas instituciones pueden facilitar la cooperación proporcionando información sobre las intenciones y acciones de otros Estados, estableciendo normas de comportamiento aceptadas internacionalmente y proporcionando mecanismos para resolver conflictos. Al proporcionar un foro de comunicación y negociación, las instituciones internacionales pueden contribuir a aclarar las intenciones de los Estados, reducir los malentendidos y minimizar el riesgo de conflicto. Además, pueden ayudar a promover la transparencia exigiendo a los Estados que revelen información sobre sus políticas y acciones, lo que puede contribuir a generar confianza y facilitar la cooperación. Además, al establecer normas y reglas de comportamiento, las instituciones internacionales pueden contribuir a estabilizar las expectativas y hacer más predecible el comportamiento de los Estados. Esto también puede contribuir a reforzar la credibilidad de los compromisos de los Estados y facilitar la cooperación. Por último, al proporcionar mecanismos de resolución de conflictos, las instituciones internacionales pueden ayudar a gestionar pacíficamente las disputas entre Estados. Pueden facilitar el proceso de negociación, proporcionar mecanismos de arbitraje y mediación, e incluso imponer sanciones por incumplimiento de los acuerdos. Así pues, a diferencia de la perspectiva realista de Mearsheimer, la perspectiva liberal considera que las instituciones internacionales desempeñan un papel activo y beneficioso en la gestión de las relaciones internacionales.

Desde la perspectiva liberal, las instituciones internacionales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), cumplen varias funciones importantes que pueden facilitar la cooperación entre Estados y minimizar los conflictos. Pueden servir para :

  • Proporcionar información: Las instituciones internacionales pueden contribuir a reducir la incertidumbre proporcionando información valiosa sobre las intenciones, capacidades y acciones de otros Estados. Por ejemplo, la OMC exige a sus miembros que publiquen sus políticas comerciales, lo que contribuye a hacerlas más transparentes y predecibles.
  • Establecer reglas y normas: las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial a la hora de establecer reglas y normas de comportamiento aceptadas por la comunidad internacional. Estas reglas y normas pueden contribuir a estabilizar las expectativas, hacer más predecible el comportamiento de los Estados y minimizar el riesgo de conflicto.
  • Facilitar la resolución de conflictos: las instituciones internacionales suelen ofrecer mecanismos para la resolución pacífica de conflictos entre Estados. Por ejemplo, la OMC cuenta con un mecanismo de solución de diferencias que permite a los Estados resolver sus conflictos comerciales de forma pacífica y ordenada.
  • Promover la cooperación: Al facilitar la comunicación y la negociación entre los Estados, las instituciones internacionales pueden ayudar a promover la cooperación en una serie de cuestiones, desde el comercio hasta el medio ambiente o la seguridad.

En este sentido, incluso grandes potencias como China tienen interés en participar en estas instituciones y acatar sus normas, ya que ello puede permitirles proteger sus intereses, gestionar sus relaciones con otros Estados de forma más previsible y estable y resolver las disputas pacíficamente.

Los liberales sostienen que las instituciones internacionales pueden contribuir a crear condiciones que faciliten la cooperación aclarando las reglas del juego, estableciendo normas de comportamiento, proporcionando información valiosa y ayudando a resolver disputas. Los liberales también creen que las instituciones internacionales pueden influir en el comportamiento de los Estados creando incentivos para la cooperación y costes por el incumplimiento. Por ejemplo, si un Estado no cumple las normas comerciales de la OMC, puede ser objeto de sanciones comerciales. Además, el incumplimiento puede dañar la reputación y la credibilidad del Estado, lo que puede disuadirle de incumplir las normas en el futuro. Sin embargo, a diferencia de los constructivistas, los liberales no sostienen necesariamente que las instituciones internacionales puedan cambiar fundamentalmente los intereses de un Estado. En cambio, se centran más en cómo las instituciones pueden ayudar a coordinar las acciones de los Estados para lograr sus intereses existentes de forma más eficaz y pacífica. Así pues, dentro de la escuela de pensamiento liberal, la importancia de las instituciones reside en su capacidad para promover la cooperación y estabilizar las relaciones internacionales, más que en su capacidad para transformar los intereses fundamentales de los Estados.

Al examinar la posición internacional de China a través del prisma de la teoría liberal, se nos presenta un panorama intrigante. China ha conseguido insertarse de forma significativa en el panorama de las instituciones internacionales, a pesar de no haber participado en su creación y de permanecer al margen de ciertas entidades clave, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La cuestión central aquí es por qué China ha decidido unirse a estas instituciones, dado que están dominadas, en su mayor parte, por Estados Unidos y otras potencias occidentales. La respuesta a esta pregunta reside en los principios fundamentales del liberalismo, que sostiene que las instituciones internacionales promueven la cooperación y ayudan a superar los dilemas de la cooperación reduciendo la incertidumbre y los costes de transacción. Así, China ha entrado en estas instituciones no porque esté necesariamente de acuerdo con su estructura o dirección, sino porque reconoce los beneficios potenciales de su participación. Aunque estas instituciones estén dominadas por otras potencias, China puede utilizar su plataforma para promover sus intereses, acceder a información valiosa y participar activamente en la configuración de las normas que rigen las relaciones internacionales. Un claro ejemplo de esta estrategia es la participación activa de China en el Comité de Basilea, institución internacional dedicada a la supervisión bancaria. A pesar de la influencia predominante de los bancos centrales occidentales, el Banco Popular de China colabora activamente con los demás miembros para elaborar normas comunes. Esto le permite anticiparse e influir en la normativa financiera internacional y adaptar su propia política en consecuencia. En resumen, desde una perspectiva liberal, la participación de China en las instituciones internacionales no es un signo de conformidad con las normas occidentales, sino una estrategia pragmática para navegar, influir y beneficiarse de la gobernanza mundial.

La teoría liberal ofrece una visión más optimista de las relaciones internacionales. No ve el conflicto como algo inevitable, sino como un reto que los Estados pueden superar mediante la cooperación y el diálogo. Desde esta perspectiva, las instituciones internacionales desempeñan un papel crucial. Proporcionan foros donde los Estados pueden negociar, debatir y buscar soluciones comunes a sus diferencias. Las normas y mecanismos de estas instituciones ayudan a estructurar estas interacciones, reducen la incertidumbre y facilitan la toma colectiva de decisiones. Además, las instituciones internacionales crean redes de cooperación que trascienden las fronteras. Estas redes pueden incluir no sólo a los Estados, sino también a otros agentes diversos, como organizaciones no gubernamentales, empresas multinacionales e instituciones financieras. Estas redes pueden facilitar el intercambio de información, generar confianza mutua y fomentar la cooperación en una serie de cuestiones, desde el comercio internacional hasta la protección del medio ambiente. Así pues, desde una perspectiva liberal, es totalmente posible que China y Estados Unidos, o cualquier otro dúo de grandes potencias, gestionen sus diferencias y cooperen por el bien común. Sin embargo, esto requiere voluntad política por ambas partes, así como un uso eficaz de las instituciones internacionales y los mecanismos de cooperación.

El constructivismo[modifier | modifier le wikicode]

Los constructivistas creen que las instituciones internacionales desempeñan un papel fundamental no sólo en la estructuración de la interacción entre los Estados, sino también en la configuración de sus identidades e intereses. Según el constructivismo, las interacciones dentro de las instituciones pueden cambiar la forma en que los Estados se perciben a sí mismos y a los demás. Mediante el diálogo y la negociación, los Estados pueden modificar sus intereses, aprender a comprender los puntos de vista de los demás e incluso adoptar nuevas normas y valores. Esta transformación de percepciones e intereses puede, a su vez, afectar a su comportamiento en la escena internacional. Por eso, desde un punto de vista constructivista, la diplomacia y el diálogo revisten una importancia capital. Al ofrecer foros de debate y negociación, las instituciones internacionales pueden ayudar a los Estados a superar sus diferencias, forjar consensos e incluso transformar sus relaciones para mejor. De este modo, el constructivismo ofrece una visión más dinámica y evolutiva de las relaciones internacionales, donde el cambio no sólo es posible, sino también producto de la interacción social.

El enfoque constructivista ofrece herramientas para entender cómo los actores globales, como Gorbachov, pudieron cambiar su perspectiva y adoptar enfoques más liberales. El constructivismo considera que las normas, ideas y creencias pueden evolucionar a través de la interacción y el diálogo. Así, el final de la Guerra Fría, marcado por el acercamiento entre EEUU y la URSS y la adopción de reformas liberales por parte de esta última, puede interpretarse a través de un prisma constructivista. Esto implica que Gorbachov, a través de diversas interacciones a nivel internacional, se vio influido por las ideas liberales y comenzó a incorporarlas a su propia visión del mundo y de la política. Desde una perspectiva realista o liberal, este cambio de orientación política podría ser más difícil de explicar, dado que estos enfoques hacen hincapié en el poder y los beneficios materiales, respectivamente, como principales motores de la política internacional. El constructivismo, por su parte, destaca la importancia de las ideas y normas compartidas a la hora de configurar el comportamiento de los actores internacionales.

El constructivismo subraya el papel de las ideas, los valores, las normas y las percepciones en la forma de entender e interpretar el mundo, incluida la naturaleza de las amenazas. En el caso del cambio climático, es un ejemplo perfecto de cómo nuestras percepciones de una amenaza pueden evolucionar con el tiempo. Hace unas décadas, el cambio climático se ignoraba en gran medida o se consideraba una cuestión marginal. Sin embargo, gracias a años de investigación científica, activismo y diplomacia, ahora se reconoce como una gran amenaza mundial que requiere una acción colectiva. La labor de organizaciones no gubernamentales (ONG), expertos y científicos ha sido esencial para cambiar la percepción de esta amenaza. Han contribuido a difundir información, sensibilizar a la opinión pública y presionar a los responsables políticos para que se tomen en serio el cambio climático. Este ejemplo ilustra el importante papel de las ideas y las normas a la hora de configurar nuestra comprensión de las amenazas y nuestras respuestas a ellas. Según la perspectiva constructivista, nuestras percepciones de lo que constituye una amenaza pueden moldearse y modificarse mediante el diálogo, la interacción y el intercambio de ideas.

El constructivismo insiste en que la seguridad y las amenazas no son realidades objetivas, sino que vienen definidas por nuestras percepciones e interpretaciones de la realidad. En el contexto de las relaciones sino-estadounidenses, esto significa que la forma en que China y Estados Unidos perciben e interpretan las acciones del otro puede tener un impacto significativo en su relación. Por ejemplo, si Estados Unidos ve la expansión económica y militar de China como una amenaza para su hegemonía, puede adoptar políticas de contrapeso y disuasión. Del mismo modo, si China percibe las acciones estadounidenses en la región Asia-Pacífico como un intento de contener su ascenso, puede adoptar una postura más agresiva. Sin embargo, según el constructivismo, estas percepciones no son fijas y pueden modificarse mediante el diálogo, el intercambio de información y la interacción. Por ejemplo, si EE.UU. y China consiguen entenderse y generar confianza mutua mediante el debate y la negociación, pueden llegar a ver las acciones del otro bajo una luz menos amenazadora. De este modo, el constructivismo nos anima a no dar por sentadas las percepciones de la seguridad y las amenazas, sino a reconocer que pueden moldearse y modificarse mediante el diálogo y la interacción.

El constructivismo sostiene que el significado que atribuimos a un acontecimiento, como la construcción por parte de China de islas artificiales en el Mar de China Meridional, es el resultado de nuestra interpretación de ese acontecimiento y no una característica inherente al mismo. En el caso de la construcción de las islas artificiales, por ejemplo, puede interpretarse como un movimiento puramente defensivo por parte de China, que busca reforzar su seguridad estableciendo un mayor control sobre su entorno regional. Desde esta perspectiva, la construcción de las islas no es necesariamente una amenaza para otros países, a menos que éstos la interpreten como un intento de China de extender su influencia o alterar el equilibrio de poder en Asia. Por el contrario, si se considera que China pretende desafiar el liderazgo regional de Estados Unidos o reclamar unilateralmente territorios en disputa, entonces la construcción de las islas podría verse como una amenaza. Es importante señalar que estas interpretaciones se construyen y moldean a partir de una serie de factores, como las creencias preexistentes, los intereses estratégicos, la historia de las relaciones sino-estadounidenses y los discursos políticos actuales. Por este motivo, un enfoque constructivista de la seguridad internacional haría hincapié en la necesidad del diálogo y la comunicación abierta para desmitificar las intenciones de la otra parte y minimizar los malentendidos y las percepciones erróneas de la amenaza.

En las teorías neorrealistas y liberales, la amenaza suele percibirse como algo tangible y objetivo, a menudo vinculado al equilibrio de poder militar y económico entre los Estados. Así, los tanques fronterizos, en estos marcos teóricos, suelen interpretarse como un claro indicador de una amenaza potencial. Sin embargo, la perspectiva constructivista insiste en que la percepción de la amenaza se construye subjetivamente y está moldeada por diversos factores, como la historia, la cultura, las normas sociales y el discurso político. Los tanques fronterizos, por ejemplo, pueden interpretarse no como una amenaza inminente, sino como una medida defensiva o preventiva, dependiendo del contexto. Desde este punto de vista, la percepción de la amenaza no es fija, sino que puede evolucionar en función de la evolución del discurso y de las percepciones colectivas. El enemigo no es una entidad fija, sino una construcción social que puede cambiar en función de las relaciones y los discursos entre los actores. Esto es lo que distingue la perspectiva constructivista de las perspectivas neorrealista y liberal.

La teoría constructivista hace hincapié en la importancia del discurso, la percepción y la construcción social de las relaciones internacionales. Al comienzo de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética eran aliados en la lucha contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, después de la guerra, sus relaciones degeneraron rápidamente en una intensa rivalidad, a pesar de que no hubo grandes cambios en sus respectivas capacidades materiales. Para explicarlo, los constructivistas señalan las grandes transformaciones en el discurso y las percepciones que tuvieron lugar durante este periodo. Ambos países empezaron a percibirse mutuamente como amenazas ideológicas y de seguridad, y estas percepciones se vieron reforzadas por discursos políticos, narrativas mediáticas y representaciones culturales que pintaban al otro como el enemigo. Estas percepciones y discursos han tenido efectos reales en la política mundial, alimentando la desconfianza y la hostilidad, y conduciendo en última instancia a décadas de Guerra Fría. Así pues, según el constructivismo, la naturaleza cambiante de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética no puede entenderse plenamente sólo en términos de poder o estrategia, sino que también debe tener en cuenta estos procesos sociales y discursivos.

Las tres teorías - realismo, liberalismo y constructivismo - abordan la situación desde ángulos diferentes, destacando distintas facetas de las relaciones internacionales. El realismo se centra en el aspecto del poder y la seguridad, planteando la idea de que el interés nacional primordial es obtener y mantener el poder. Así, la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética se considera una lucha inevitable por el poder y la hegemonía. El liberalismo, por su parte, defiende la idea de que la cooperación y las instituciones internacionales pueden contribuir a mitigar los conflictos y promover la paz. Así, los liberales podrían explicar la Guerra Fría como un fracaso a la hora de resolver intereses divergentes por medios pacíficos e institucionales, como los acuerdos de desarme. El constructivismo, sin embargo, se centra en cómo los actores internacionales construyen y modifican sus percepciones y discursos sobre los demás. Así, para un constructivista, el aspecto clave de la Guerra Fría sería el modo en que Estados Unidos y la Unión Soviética construyeron la imagen del otro como una amenaza, lo que tuvo profundas consecuencias para sus relaciones y políticas. El análisis de estos discursos ofrece una visión más matizada y rica de las relaciones internacionales que puede complementar, e incluso cuestionar, las perspectivas más tradicionales del realismo y el liberalismo.

Desde una perspectiva constructivista, las percepciones e identidades de los actores internacionales son fluidas y pueden cambiar con el tiempo. Esto puede dificultar las predicciones. No obstante, esta perspectiva también hace hincapié en el papel crucial de las instituciones a la hora de estructurar las interacciones internacionales y definir las normas de comportamiento. Las instituciones internacionales, como la ONU, la UE, la OMC y muchas otras, proporcionan marcos para la cooperación, el diálogo y la resolución de conflictos. Al promover normas y valores compartidos, pueden influir en la forma en que los actores internacionales perciben e interactúan entre sí. Por ejemplo, las instituciones pueden contribuir a reforzar las normas de no agresión y respeto de los derechos humanos, lo que puede ayudar a mitigar la percepción de amenaza y promover la paz. Del mismo modo, pueden ayudar a fomentar el diálogo y el entendimiento mutuo, lo que puede facilitar la resolución pacífica de conflictos y aliviar las tensiones internacionales. Así pues, aunque sea difícil hacer predicciones exactas desde una perspectiva constructivista, ésta puede ofrecer valiosas perspectivas sobre la dinámica potencial de las relaciones internacionales y el papel que las instituciones pueden desempeñar en su configuración.

La escuela inglesa del constructivismo, también conocida como "Sociedad Internacional" o "Escuela Inglesa", desarrolló el concepto de "sociedad protointernacional". Este término se utiliza para describir una fase de la evolución de las relaciones internacionales en la que los Estados empiezan a compartir ciertos intereses y valores comunes, pero no forman necesariamente una sociedad internacional completa y plenamente integrada. Según los teóricos de la escuela inglesa, la creciente institucionalización de las relaciones internacionales y el desarrollo de foros y procesos compartidos contribuyen a fomentar esta convergencia de percepciones e intereses. Los Estados pueden empezar a ver ciertas cuestiones de forma más similar como resultado de su participación continua en estos foros y procesos compartidos. Así, por ejemplo, instituciones y organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional pueden desempeñar un papel importante en la formación de esta proto-sociedad internacional, proporcionando un espacio para el diálogo y la negociación entre Estados, así como promoviendo ciertas normas y valores compartidos. Dicho esto, los teóricos de la escuela inglesa también subrayan que esta sociedad protointernacional dista mucho de ser uniforme o coherente, y está sujeta a tensiones y contradicciones. Los distintos Estados pueden interpretar y aplicar las normas y valores compartidos de formas diferentes, y puede haber conflictos entre estas interpretaciones y aplicaciones.

Para los constructivistas, las organizaciones no gubernamentales (ONG) desempeñan un papel crucial en la dinámica de las relaciones internacionales. A diferencia de las teorías liberales y realistas, que se centran principalmente en los Estados como actores principales, los constructivistas ven una mayor variedad de actores en la escena internacional, incluidas las ONG, los movimientos sociales, las organizaciones internacionales y otros actores no estatales. Los constructivistas defienden la idea de que las ONG tienen poder para influir en el discurso internacional, moldear la opinión pública y cambiar percepciones y creencias mediante campañas de sensibilización, defensa y otras actividades. Esto les permite influir en la política y las decisiones de los gobiernos. Por ejemplo, una ONG que trabaje en cuestiones medioambientales puede contribuir a que el cambio climático ocupe un lugar central en la agenda política internacional, poniendo de relieve los riesgos asociados y presionando para que se adopten políticas más sostenibles. Del mismo modo, una ONG que trabaje en el ámbito de los derechos humanos puede contribuir a poner de relieve las violaciones de estos derechos en determinadas partes del mundo, influir en la opinión pública y presionar a los gobiernos para que tomen medidas al respecto. Es importante señalar que, aunque las ONG pueden desempeñar un papel importante en la configuración del discurso y las percepciones, no tienen poder formal para tomar decisiones sobre política internacional, ya que este poder sigue estando principalmente en manos de los Estados. Sin embargo, su influencia en las ideas, normas y percepciones puede tener un impacto significativo en la forma de actuar de los Estados y otros actores internacionales.

Estudio de caso: los problemas en torno al Mar de China Meridional[modifier | modifier le wikicode]

Desde una perspectiva neorrealista, la ampliación de la presencia china en el Mar de China Meridional mediante la construcción de islas artificiales podría considerarse un movimiento estratégico para aumentar su poder e influencia regionales. De hecho, los neorrealistas parten del supuesto de que los Estados actúan principalmente en función de sus intereses de seguridad y poder en un sistema internacional anárquico. Al construir estas islas, se considera que China pretende ampliar su influencia y asegurar sus reivindicaciones territoriales en una región de importancia estratégica. Es una demostración de su poder y un intento de afirmar su soberanía sobre una zona en disputa rica en recursos y una vía marítima clave para el comercio internacional. También podría verse como un intento de China de desafiar la presencia e influencia de Estados Unidos en la región, algo así como la Doctrina Monroe del siglo XIX, que afirmaba el dominio estadounidense sobre el hemisferio occidental. Por último, desde una perspectiva neorrealista, podría considerarse que China utiliza estas islas artificiales como elemento disuasorio o como medio de proyectar su poder militar, reforzando así su posición estratégica en la región.

Desde una perspectiva liberal, el conflicto del Mar de China Meridional puede verse a través del prisma de las normas e instituciones internacionales que rigen el derecho del mar. Uno de estos marcos es la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM). Esta convención, a menudo descrita como una "constitución para los océanos", establece los derechos y responsabilidades de las naciones en relación con el uso de los océanos del mundo, estableciendo directrices para las empresas, el medio ambiente y la gestión de los recursos marinos. En 2016, la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya dictó sentencia en un caso presentado por Filipinas contra China, alegando que la pretensión expansiva de China sobre el mar de China Meridional era contraria a la CNUDM. Sin embargo, China ha rechazado la sentencia, alegando que carece de fuerza jurídica vinculante. Esto pone de relieve uno de los retos de los planteamientos liberales: la dependencia de la voluntad de los Estados de adherirse a las normas internacionales y aceptar la jurisdicción de las instituciones internacionales. Además, el hecho de que Estados Unidos, una de las principales potencias marítimas, no haya ratificado la CNUDM también puede obstaculizar la eficacia de estas instituciones al crear incoherencias en su aplicación y cumplimiento. No obstante, los liberales sostienen que estos problemas no demuestran necesariamente el fracaso de las instituciones internacionales, sino más bien la necesidad de mejorarlas y reforzarlas. También subrayan el papel que estas instituciones pueden desempeñar para facilitar el diálogo, resolver conflictos y promover la cooperación entre Estados.

Desde una perspectiva liberal, conflictos como el del ciberespionaje entre Estados Unidos y China pueden resolverse mediante la cooperación y el diálogo institucionalizado. Recientemente se ha llegado a un acuerdo para crear un grupo de trabajo transgubernamental que facilite la comunicación entre estas dos potencias. El objetivo es fomentar una mejor comprensión de las intenciones de la otra parte y evitar malentendidos que puedan dar lugar a tensiones. Estos acuerdos institucionales pueden contribuir a fomentar la confianza y estabilizar las relaciones, proporcionando mecanismos para el intercambio de información y la resolución de disputas. También pueden definir reglas comunes y normas de comportamiento aceptables en ámbitos emergentes como el ciberespacio, donde la falta de claridad sobre expectativas y responsabilidades puede provocar conflictos. Sin embargo, la eficacia de estos mecanismos depende de la voluntad de las partes implicadas de comprometerse de buena fe y respetar los acuerdos alcanzados. Aquí es donde los liberales ven el papel crucial de las instituciones internacionales: como guardianes del Estado de Derecho internacional, facilitando la cooperación y proporcionando un foro para la resolución pacífica de las disputas.

Desde una perspectiva constructivista, que se perciba o no una amenaza depende mucho de cómo se construya discursivamente. En el caso de las islas artificiales del Mar del Sur de China, Estados Unidos puede optar por interpretar las acciones de China como una amenaza a su presencia en Asia, o como un problema regional que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) podría gestionar. Según este enfoque, estas dos interpretaciones diferentes pueden tener consecuencias muy distintas en términos de relaciones internacionales. Si Estados Unidos ve la acción de China como una amenaza, podría producirse una escalada de tensiones entre ambos países. Por otro lado, si lo ven como un problema regional que puede ser gestionado por la ASEAN, esto podría llevar a una solución más pacífica y cooperativa del conflicto. Por eso, desde un punto de vista constructivista, el discurso -la forma en que se describen e interpretan las situaciones- es tan importante. No se trata sólo de entender las acciones de otros Estados, sino también de comprender cómo se perciben e interpretan estas acciones, y cómo estas percepciones e interpretaciones pueden influir en el comportamiento de un Estado.

Desde un punto de vista realista, la lucha contra el cambio climático puede verse como un "dilema del prisionero". En este escenario, cada país tiene un interés propio en seguir emitiendo gases de efecto invernadero para apoyar su crecimiento económico, mientras espera que otros países reduzcan sus emisiones para resolver el problema del cambio climático. Esto se conoce como el problema del "beneficiario sin contrapartida": a cada país le interesa que los demás asuman los costes de reducir las emisiones, mientras disfruta de los beneficios de estas reducciones. Si todos los países actúan así, el resultado es un fracaso colectivo en la resolución del problema del cambio climático. Para China, como mayor emisor de CO2, la decisión de reducir o no sus emisiones tiene importantes implicaciones para el régimen internacional del cambio climático. Si China opta por no reducir sus emisiones, puede beneficiarse económicamente a corto plazo, pero esto podría comprometer los esfuerzos mundiales para combatir el cambio climático a largo plazo. Aquí es donde el papel de las instituciones internacionales, como el Acuerdo de París sobre el Clima, puede ser crucial. Pueden ayudar a coordinar las acciones de los distintos países y establecer normas y mecanismos para incentivar a los países a reducir sus emisiones, con el fin de superar el problema del "beneficiario gratuito".

Desde una perspectiva realista, la ecología y, en particular, el cambio climático, son cuestiones complejas de abordar. Sin embargo, si adoptamos enfoques liberales o constructivistas, la esperanza de encontrar soluciones se hace más halagüeña. Por ejemplo, las negociaciones de París ofrecen un marco institucional adecuado para compartir ideas. La financiación también es una cuestión importante. En particular, el intento de China de internacionalizar su moneda podría interpretarse como un desafío al dólar, que ocupa una posición central en la economía mundial. En cuanto a las inversiones, pueden considerarse del mismo modo. Cada uno de estos temas puede iluminarse utilizando las lentes de las tres principales teorías de las relaciones internacionales: realista, liberal y constructivista. Estas diferentes perspectivas pueden ayudar a comprender mejor las complejas dinámicas en juego en estas áreas clave.

He aquí cómo estas tres teorías podrían analizar algunos de estos temas:

  1. Cambio climático :
    • Realista: El cambio climático podría considerarse una cuestión de seguridad por derecho propio, y los países tratarían de minimizar sus propios costes económicos al tiempo que maximizan los beneficios.
    • Liberal: Los acuerdos internacionales como el Acuerdo de París son necesarios para facilitar la cooperación y resolver el problema del cambio climático. Pueden crear un entorno en el que los Estados tengan un incentivo para cooperar para resolver un problema común.
    • Constructivista: Los Estados, las ONG y las instituciones internacionales pueden desempeñar un papel en la construcción social del cambio climático como un problema global que requiere una acción colectiva.
  2. La internacionalización de la moneda china:
    • Realista: China podría tratar de internacionalizar su moneda para aumentar su poder relativo en la escena internacional, desafiando el dominio del dólar estadounidense.
    • Liberal: La internacionalización de la moneda china podría verse facilitada por instituciones internacionales como el FMI. Esto podría crear un sistema monetario más diversificado y estable.
    • Constructivista: La internacionalización de la moneda china podría verse como una amenaza o una oportunidad, dependiendo de cómo la construyan discursivamente los actores internacionales.
  3. Inversión :
    • Realista: La inversión podría verse como un medio para aumentar el poder y la influencia de un Estado.
    • Liberal: Las instituciones internacionales pueden facilitar la inversión creando un entorno estable y predecible y regulando los conflictos.
    • Constructivista: La inversión puede verse como una forma de poder blando, que da forma a las relaciones internacionales a través de la difusión de ideas y valores culturales.

Cada teoría ofrece una perspectiva única que puede enriquecer nuestra comprensión de estas complejas cuestiones. La complejidad de los fenómenos internacionales hace que ninguna teoría pueda pretender ofrecer por sí sola una comprensión completa y unívoca. Cada perspectiva -realista, liberal o constructivista- arroja su propia luz, revelando ciertas dinámicas y dejando otras en la oscuridad. Por lo tanto, el uso de varias teorías puede ayudar a construir una comprensión más rica y matizada de un fenómeno determinado. También es crucial reconocer que cada teoría tiene sus propias limitaciones y que siempre hay aspectos de un problema o fenómeno que pueden quedar sin explicar o mal comprendidos, incluso con la aplicación de varias perspectivas. La interdisciplinariedad es, por tanto, esencial si queremos comprender plenamente la complejidad de las relaciones internacionales y la política mundial. Implica combinar diversos enfoques teóricos, metodológicos y disciplinarios para ofrecer una visión más completa y matizada de los problemas mundiales.

Actualmente asistimos a una transformación en curso del orden internacional, caracterizada por una mezcla de integración y desintegración. Por un lado, China se está posicionando cada vez más dentro del sistema internacional existente, como demuestra su pertenencia a numerosas instituciones internacionales. Esto demuestra su deseo de integrarse y adherirse a las normas y reglas mundiales establecidas. Por otro lado, China está creando nuevas instituciones, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, que podrían interpretarse como un signo de desintegración o, al menos, un desafío al orden internacional existente. Es importante subrayar que este proceso está en curso y que el impacto a largo plazo de estos acontecimientos es aún incierto. El paralelismo de estas tendencias de integración y desintegración revela la complejidad de la dinámica mundial actual, así como el delicado equilibrio entre cooperación y competencia en la escena internacional. También pone de relieve la importancia de seguir de cerca esta evolución para comprender las futuras transformaciones del orden mundial.

La elección de la teoría a utilizar depende a menudo de la cuestión específica que se trata de comprender. Cada teoría de las relaciones internacionales tiene su propia lente y se centra en factores y mecanismos diferentes, por lo que puede ofrecer una explicación más convincente de unos fenómenos que de otros. Por ejemplo, si uno está interesado en la cuestión del ascenso de China y sus implicaciones para la seguridad regional, el neorrealismo, con su énfasis en el equilibrio de poder, podría ofrecer una perspectiva especialmente útil. Si, por el contrario, se analizan los esfuerzos internacionales para hacer frente al cambio climático, un enfoque liberal que haga hincapié en la importancia de la cooperación y las instituciones internacionales podría resultar más esclarecedor. Por último, si lo que interesa es cómo evolucionan y se interpretan las normas internacionales, el constructivismo, que se centra en las ideas, los discursos y las normas sociales, podría ofrecer valiosas perspectivas. Por tanto, es esencial elegir la teoría más pertinente en función de la cuestión específica de interés. Sin embargo, también puede ser útil considerar varias perspectivas para obtener una comprensión más completa y matizada de los problemas complejos y multidimensionales que caracterizan a las relaciones internacionales.

Anexos[modifier | modifier le wikicode]

Referencias[modifier | modifier le wikicode]

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