« La formación de sistemas migratorios globales » : différence entre les versions
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== Influencia de la transición demográfica en la migración == | == Influencia de la transición demográfica en la migración == | ||
Durante el siglo XVIII, la aparición de la protoindustria y la diversificación de las fuentes de ingresos marcaron el inicio de una profunda transformación económica y social en Europa. En este periodo se produjo una mejora de las condiciones de vida que condujo a una reducción de la mortalidad, tendencia que se aceleró en el siglo XIX con avances médicos como la mejora de la higiene pública, la vacunación y el uso de antibióticos. | |||
Sin embargo, mientras la mortalidad descendía, la tasa de natalidad se mantuvo alta durante gran parte del siglo XIX. Este desequilibrio entre nacimientos y defunciones provocó un rápido crecimiento de la población, que sólo empezó a ralentizarse en torno a 1875, cuando las tasas de natalidad empezaron a descender. Esta transición demográfica -de alta mortalidad y alta natalidad a baja mortalidad y baja natalidad- se completó en general en la década de 1950 en los países desarrollados, con la consiguiente reducción de la presión demográfica. | |||
El fuerte crecimiento demográfico en Europa ha tenido importantes consecuencias económicas, sobre todo para la generación más joven en edad de trabajar. Con un número cada vez mayor de personas incorporándose al mercado laboral y una economía que no siempre podía ofrecer suficientes puestos de trabajo, muchos europeos se encontraron ante la falta de oportunidades. Esto contribuyó a un aumento de la emigración, ya que la gente buscaba nuevas oportunidades en el extranjero, sobre todo en América, donde había tierras disponibles y una gran demanda de mano de obra para apoyar la industrialización y la expansión económica. | |||
La emigración sirvió como válvula de seguridad, reduciendo la presión demográfica y ofreciendo a los emigrantes la oportunidad de construir una vida mejor. Este proceso migratorio se vio facilitado por los avances en el transporte y las comunicaciones, que hicieron más accesibles y menos costosos los viajes intercontinentales, permitiendo a amplios sectores de la población participar en los grandes movimientos migratorios del siglo XIX. | |||
== | == Efectos de la urbanización y la industrialización == | ||
Los alemanes constituyeron una parte importante de las primeras oleadas de inmigración a Estados Unidos, con picos migratorios significativos durante el siglo XIX. Este periodo coincidió con diversas presiones económicas y políticas en Alemania, como las secuelas de las guerras napoleónicas, las crisis agrícolas y las restricciones políticas y religiosas, que empujaron a muchos alemanes a buscar una vida mejor en otros lugares. Sin embargo, cuando Alemania entró en la segunda oleada de la Revolución Industrial, la situación empezó a cambiar. La industrialización transformó la economía alemana, creando nuevas oportunidades de empleo en las ciudades en auge y en las incipientes industrias. Esto tuvo el efecto de reducir la emigración, ya que las perspectivas económicas en Alemania se hicieron más atractivas. | |||
A partir de la década de 1880, con la industrialización acelerada bajo el canciller Otto von Bismarck y el desarrollo de un incipiente Estado del bienestar, Alemania experimentó un aumento de la calidad de vida y de las oportunidades económicas. Los empleos en la industria manufacturera, la ingeniería y la química, por ejemplo, se hicieron más abundantes y mejor pagados. Esto coincidió con un descenso de la emigración alemana, ya que cada vez menos personas sentían la necesidad de abandonar su patria en busca de trabajo u oportunidades económicas. Además, las políticas económicas proteccionistas de Alemania, como los aranceles a la importación que protegían a las industrias nacientes, también contribuyeron a una economía más robusta y a una mayor autosuficiencia. Esto ha hecho que permanecer en Alemania resulte más atractivo que emigrar. | |||
En este contexto, el descenso de la emigración alemana a Estados Unidos y otros países puede considerarse una consecuencia directa de la mejora de las condiciones económicas y la disponibilidad de puestos de trabajo en una Alemania cada vez más industrializada. Los alemanes que unas décadas antes hubieran considerado la emigración una opción viable encontraron nuevas razones para quedarse en un país que ahora ofrecía perspectivas de futuro prometedoras. | |||
== | == Política, estructuras agrarias e impacto de las crisis económicas == | ||
La | La primera globalización, que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, se caracterizó por un aumento espectacular del comercio internacional y de los flujos de capital, así como por el desplazamiento masivo de personas a través de las fronteras internacionales. Aunque este periodo trajo consigo un crecimiento económico sin precedentes y la apertura de nuevos mercados, también estuvo marcado por crisis y depresiones económicas, algunas de las cuales se vieron exacerbadas por las políticas gubernamentales. Las estructuras agrarias europeas, a menudo basadas en el minifundio y la agricultura intensiva, entraron en competencia directa con la agricultura mecanizada a gran escala de Estados Unidos. La afluencia masiva de trigo barato estadounidense a los mercados europeos, facilitada por la reducción de los costes de transporte y las innovaciones en almacenamiento y logística, provocó la caída en picado de los precios agrícolas. Esto tuvo un impacto devastador en los agricultores europeos, que no podían competir con los menores costes de producción del trigo estadounidense. | ||
La | La Gran Depresión Agrícola de 1873-1890 es un ejemplo notable. Fue desencadenada no sólo por la afluencia de productos agrícolas baratos procedentes de América, sino también por una serie de malas cosechas en Europa, que agravaron la caída de los precios y la presión económica sobre los agricultores. Los regímenes políticos de la época respondieron a esta crisis de diferentes maneras. Algunos adoptaron medidas proteccionistas en un intento de proteger a los agricultores locales, mientras que otros fomentaron la emigración como medio de aliviar la presión demográfica y económica sobre las zonas rurales. Los efectos de estas políticas han variado: algunas han conseguido estabilizar los mercados agrícolas locales, mientras que otras han provocado tensiones comerciales y un aumento de la emigración internacional. La primera globalización trajo consigo importantes retos económicos. Las crisis y depresiones de esta época fueron a menudo el resultado de una compleja interacción entre las fuerzas del mercado globalizado y las intervenciones políticas, poniendo de relieve las dificultades de adaptarse a las realidades de una economía cada vez más interconectada. | ||
=== | === El caso de Italia: migración y crisis agrícola === | ||
La | La Gran Depresión Agrícola de 1873-1890 fue un importante catalizador de las oleadas de emigración de Europa a Estados Unidos, siendo Italia un ejemplo llamativo de este fenómeno. La situación agraria en Italia, sobre todo en el periodo previo y durante esta depresión, estaba marcada por estructuras feudales y un sistema agrario anticuado. | ||
En 1873, | En 1873, el campesinado italiano seguía operando en un marco en el que la tierra era propiedad predominante de la nobleza y las órdenes religiosas. Esta estructura de propiedad limitaba las oportunidades económicas de los pequeños agricultores y los trabajadores agrícolas, sometidos a menudo a duras condiciones de trabajo y a una pobreza endémica. La llegada de productos agrícolas baratos procedentes de América, como el trigo, agravó estas condiciones al provocar la caída en picado de los precios locales, haciendo aún más precaria la situación de los agricultores. | ||
En | En el Véneto y otras partes de Italia, el colapso del sistema agrícola y la depresión económica resultante llevaron a muchas personas a emigrar. Buscando escapar de la pobreza y el estancamiento económico, muchos italianos vieron en la emigración una oportunidad para construir una nueva vida en países que ofrecían mejores perspectivas económicas, especialmente Estados Unidos. Esta emigración se planteaba a menudo como una solución temporal, con la esperanza de regresar a Italia una vez conseguidos los ahorros, pero para muchos se ha convertido en permanente. | ||
Este modelo de emigración no es exclusivo de Italia. Otros países de la cuenca mediterránea, enfrentados a retos similares con sus sistemas agrarios obsoletos y a la presión económica de la competencia de los mercados mundiales, también experimentaron grandes oleadas de emigración. Estos movimientos de población han tenido un impacto significativo en los países de origen y destino, cambiando la demografía, la economía e incluso el tejido cultural de estas sociedades. | |||
=== | === Hambruna en Irlanda y consecuencias migratorias === | ||
La | La Gran Hambruna Irlandesa de la Patata de 1845 a 1847 fue un episodio trágico y significativo en la historia de la migración. La dependencia de Irlanda de la patata, alimento básico de gran parte de la población, hizo al país especialmente vulnerable al tizón de la patata, que destruyó las cosechas. Este desastre se produjo en un contexto en el que Irlanda era mayoritariamente rural, con estructuras agrícolas arcaicas y una población formada principalmente por agricultores pobres. | ||
La | La relación colonial de Irlanda con Gran Bretaña agravó la crisis. Las políticas británicas que prohibían la industrialización de Irlanda, a pesar de su proximidad a grandes centros industriales como Manchester, impidieron el desarrollo económico que podría haber ofrecido alternativas a la dependencia agrícola. Por eso, cuando sobrevino la hambruna, no existía un sector industrial que pudiera absorber el excedente de mano de obra o mitigar el impacto económico. | ||
La | La hambruna, unida a las epidemias y a las políticas represivas hacia los pobres y mendigos, provocó una crisis humanitaria masiva. Como consecuencia, unos dos millones de irlandeses emigraron, la mayoría a Estados Unidos. Esta oleada de emigración tuvo un profundo impacto en Irlanda, reduciendo significativamente su población, y en Estados Unidos, donde los inmigrantes irlandeses formaron grandes comunidades e influyeron en la cultura y la sociedad. | ||
La | La hambruna de 1860 en Finlandia ofrece un interesante paralelismo. Al igual que Irlanda, Finlandia, entonces bajo dominio ruso, sufrió políticas exteriores que limitaron su desarrollo económico y aumentaron su vulnerabilidad a las crisis agrícolas. Estos ejemplos ilustran cómo las políticas coloniales e imperiales pueden tener efectos devastadores en las poblaciones subdominantes, provocando a menudo movimientos migratorios masivos en respuesta a crisis económicas y humanitarias. | ||
=== La | === La zona de residencia judía en Rusia y sus implicaciones === | ||
La Zone de Résidence des juifs de Russie, établie dans les territoires actuels de la Lettonie, la Lituanie et la Pologne, a été une réalité significative et souvent tragique de l'histoire juive entre 1791 et 1917. Instituée par Catherine la Grande, cette zone était un immense "ghetto" où les Juifs de Russie étaient contraints de vivre. Bien qu'elle ait restreint la liberté de mouvement et imposé des limitations économiques sévères, la Zone de Résidence est aussi devenue un centre important pour la culture et l'éducation juives. Des institutions telles que l'Université hébraïque à Vilnius y ont vu le jour, témoignant d'une vie culturelle et intellectuelle florissante malgré les restrictions. La situation pour les Juifs dans la Zone de Résidence s'est fortement détériorée à partir de 1881, avec l'assassinat du tsar Alexandre II. Cet événement a déclenché des vagues de violence antisémite, connues sous le nom de pogromes, qui ont entraîné la mort, la destruction de propriétés et la dégradation des conditions de vie pour de nombreux Juifs. Les pogromes se sont intensifiés en 1905, suite à la défaite de la Russie dans la guerre russo-japonaise, les Juifs étant souvent utilisés comme boucs émissaires pour les frustrations et les échecs de l'Empire russe. | La Zone de Résidence des juifs de Russie, établie dans les territoires actuels de la Lettonie, la Lituanie et la Pologne, a été une réalité significative et souvent tragique de l'histoire juive entre 1791 et 1917. Instituée par Catherine la Grande, cette zone était un immense "ghetto" où les Juifs de Russie étaient contraints de vivre. Bien qu'elle ait restreint la liberté de mouvement et imposé des limitations économiques sévères, la Zone de Résidence est aussi devenue un centre important pour la culture et l'éducation juives. Des institutions telles que l'Université hébraïque à Vilnius y ont vu le jour, témoignant d'une vie culturelle et intellectuelle florissante malgré les restrictions. La situation pour les Juifs dans la Zone de Résidence s'est fortement détériorée à partir de 1881, avec l'assassinat du tsar Alexandre II. Cet événement a déclenché des vagues de violence antisémite, connues sous le nom de pogromes, qui ont entraîné la mort, la destruction de propriétés et la dégradation des conditions de vie pour de nombreux Juifs. Les pogromes se sont intensifiés en 1905, suite à la défaite de la Russie dans la guerre russo-japonaise, les Juifs étant souvent utilisés comme boucs émissaires pour les frustrations et les échecs de l'Empire russe. | ||
Version du 4 décembre 2023 à 15:13
Basado en un curso de Michel Oris[1][2]
Durante la transición entre el siglo XIX y principios del XX, los flujos migratorios mundiales tomaron forma bajo el impulso de la creciente integración de las economías nacionales y las primeras oleadas de globalización. Esta época fue testigo de un mundo convulso, que tejía vínculos cada vez más estrechos a medida que se intensificaba el incesante flujo de bienes, servicios y personas. En estos días de globalización incipiente, surgieron redes migratorias a gran escala que ofrecían a las personas nuevas vías para cruzar fronteras en busca de horizontes prometedores. Entre 1850 y 1914 se produjo una integración económica sin precedentes, en la que las naciones abrieron sus puertas a la inmigración y al comercio, sentando las bases de un tejido económico mundial y allanando el camino para un flujo dinámico de personas, bienes y servicios a escala planetaria. El crecimiento económico y el aumento de las inversiones facilitaron las migraciones, apoyadas por el desarrollo de medios de transporte cada vez más sofisticados, que permitían viajar más rápido y más lejos que nunca. Este capítulo de la historia vio cómo personas de toda condición se aventuraban a tierras que antes les parecían inaccesibles, sentando las bases de los sistemas migratorios contemporáneos y configurando la dinámica de la migración internacional a largo plazo.
Enfoques teóricos de la migración
La teoría de la migración es una disciplina que trata de descifrar las fuerzas motrices de la movilidad humana, identificando las razones por las que los individuos abandonan su lugar de origen para trasladarse a otro. Examina múltiples factores: económicos, como la búsqueda de oportunidades laborales; políticos, como las situaciones de inestabilidad o conflicto; medioambientales, como las catástrofes naturales; y sociales y culturales, marcados por los cambios en las normas y prácticas colectivas. Esta teoría no se limita a estudiar las causas de la migración, sino que se extiende a las múltiples y complejas repercusiones de estos movimientos de población, analizando el impacto tanto en los propios migrantes como en las comunidades de acogida, en términos de integración, interacción social y transformación de la sociedad. En resumen, la teoría de la migración proporciona un marco para comprender cómo y por qué la migración moldea las sociedades, pasadas y presentes.
Las distintas teorías de la migración ofrecen un espectro de enfoques para examinar las causas y los efectos de la movilidad humana. Estas teorías no se excluyen mutuamente y a menudo se complementan para ofrecer una comprensión más completa de la dinámica migratoria.
Las teorías económicas consideran la migración como una elección económica racional. Los individuos son considerados agentes económicos que deciden emigrar en respuesta a las diferencias salariales, las oportunidades de empleo y la búsqueda de un mejor nivel de vida. La teoría del capital humano y los modelos push-pull forman parte de esta perspectiva, destacando cómo las diferencias económicas entre regiones atraen a los emigrantes hacia zonas de relativa prosperidad.
Las teorías políticas atribuyen la migración principalmente a factores políticos, como la guerra, la represión política, la persecución y la búsqueda de derechos humanos o seguridad. Estas teorías subrayan que, en muchos casos, la migración no es una elección sino una necesidad para sobrevivir, lo que da lugar a flujos de refugiados y solicitantes de asilo.
Las teorías medioambientales destacan la influencia de los cambios y desastres medioambientales en la migración. Explican cómo las catástrofes naturales, el cambio climático y la degradación del medio ambiente pueden obligar a las comunidades a desplazarse en busca de condiciones de vida más seguras y sostenibles.
Las teorías sociales y culturales reconocen la importancia de los factores sociales y culturales en la toma de decisiones sobre la migración. Incluyen la influencia de las redes sociales, las expectativas familiares, las tradiciones culturales y las normas de género. Estas teorías sugieren que la migración no es sólo una respuesta a las condiciones materiales, sino también a las aspiraciones sociales y las identidades culturales.
Cada teoría ofrece herramientas analíticas para comprender un aspecto de la migración, pero en la práctica, las razones de la migración son a menudo una compleja combinación de estos factores, reflejo de la multiplicidad de experiencias humanas y contextos globales.
Fundamentos del modelo clásico de migración
El modelo clásico de migración, a menudo denominado modelo neoclásico o modelo coste-beneficio, se basa en la premisa de que las decisiones de migración son el resultado de una evaluación racional por parte de los individuos de los costes y beneficios asociados al traslado. En este marco, el emigrante potencial analiza los costes económicos y personales de marcharse -como los gastos de viaje, la pérdida de redes sociales y familiares y los riesgos inherentes a entrar en un entorno desconocido- frente a los beneficios esperados, como mejores oportunidades de empleo, salarios más altos y mejor calidad de vida. En el ejemplo del agricultor, este modelo supone que evaluará los costes directos de la emigración (como los gastos de viaje y el asentamiento en un nuevo lugar) y los costes indirectos (como la separación de su familia y su comunidad). A continuación, comparará estos costes con los beneficios previstos, como el aumento de los ingresos, el acceso a mejores servicios o la seguridad personal y política. Si los beneficios percibidos superan los costes, la teoría sugiere que es más probable que el agricultor tome la decisión de emigrar. Se trata de un cálculo utilitarista que también puede tener en cuenta los beneficios y los costes para los miembros de la familia del emigrante, no sólo para el individuo. Este modelo se ha utilizado para explicar los flujos migratorios de las zonas rurales a las urbanas y de los países de renta baja a los de renta alta. Sin embargo, este modelo también ha sido criticado por su excesiva simplificación y por no tener en cuenta factores no económicos o limitaciones estructurales que pueden influir en la decisión de emigrar. La investigación contemporánea sobre la migración reconoce que se trata de un proceso complejo en el que influyen una serie de factores económicos, sociales, políticos y medioambientales que interactúan entre sí.
El modelo coste-beneficio de la migración se centra en un análisis económico de la decisión de emigrar. Según este modelo, el "beneficio" se conceptualiza como una función de la diferencia entre el salario real en el país de inmigración y el salario real en el país de origen. El salario real se define como el poder adquisitivo de un salario, es decir, el salario nominal ajustado al coste de la vida en un lugar determinado. Las diferencias de poder adquisitivo entre países pueden afectar a la decisión de emigrar. Un salario alto en un país como Suiza puede no traducirse en un alto poder adquisitivo debido al coste de la vida relativamente alto. En cambio, si Estados Unidos ofrece un salario real más elevado -en el que los salarios permiten una mayor capacidad de ahorro y consumo una vez tenido en cuenta el coste de la vida-, esto puede animar a un emigrante potencial a trasladarse, siempre que disponga de los medios financieros para asumir los costes iniciales de la emigración. Este modelo, aunque útil para comprender la economía de la migración, tiene limitaciones en el sentido de que no tiene en cuenta muchos otros factores que pueden influir en la decisión de emigrar. Estos factores incluyen, entre otros, consideraciones personales y familiares, políticas migratorias, condiciones laborales, seguridad personal y redes sociales existentes. Además, este modelo presupone el pleno acceso a la información y la capacidad de actuar en consecuencia, lo que no siempre ocurre en la realidad, donde los emigrantes suelen enfrentarse a importantes incertidumbres y limitaciones.
La teoría push/pull, a menudo asociada a la geografía de la migración, se centra en las fuerzas que empujan a los individuos a salir de su país de origen y las que tiran de ellos hacia un país de destino. Los factores de empuje incluyen elementos negativos como el desempleo, la pobreza, el hambre, los conflictos políticos o sociales y las catástrofes naturales. Los factores de atracción son los aspectos positivos que atraen a los emigrantes a un nuevo lugar, como la disponibilidad de puestos de trabajo, mejores condiciones de vida, estabilidad política, seguridad y la presencia de comunidades de la diáspora. Esta teoría va más allá de la simple ecuación económica del modelo coste-beneficio, aunque sigue estando muy influida por consideraciones económicas. Por ejemplo, un país con un mercado laboral sólido y salarios altos puede ser un poderoso factor de atracción, mientras que unas condiciones de vida difíciles pueden ser un poderoso factor de empuje. Sin embargo, la teoría push/pull también reconoce influencias no económicas. Los emigrantes pueden sentirse atraídos por factores culturales, como la presencia de familiares o miembros de la comunidad ya establecidos en el país de destino, o repelidos por problemas sociales como la discriminación o la persecución en su país de origen.
La noción de un mercado perfecto, en el contexto de la migración, implicaría una fluidez total de los trabajadores, con individuos que se desplazan sin fricciones de un mercado a otro en respuesta a las señales económicas. Sin embargo, las decisiones migratorias rara vez se toman en el vacío y suelen estar muy influidas por factores no económicos. Las decisiones económicas están entrelazadas con las relaciones y las circunstancias personales. La teoría neoclásica puede sugerir que un individuo se trasladará por un trabajo mejor pagado en Los Ángeles, pero esta decisión puede verse frustrada por otras consideraciones, como la carrera de su cónyuge, la estabilidad familiar, la red social o incluso el apego emocional a un lugar. La importancia de los "costes de transacción" que no son estrictamente monetarios, como el coste emocional de la separación o el desarraigo, y que no siempre se tienen en cuenta en los modelos económicos simplificados. Los individuos son seres complejos en cuyas decisiones influyen multitud de factores, desde las limitaciones económicas hasta los valores personales, las obligaciones familiares y las preferencias subjetivas. La migración, como muchas otras opciones vitales, es por tanto el resultado de un cálculo complejo que va más allá del alcance de los modelos económicos tradicionales. Los economistas y otros investigadores que estudian la migración deben, por tanto, tener en cuenta la diversidad de motivaciones y limitaciones que influyen en las decisiones de los migrantes. Esto requiere un enfoque multidisciplinar que integre perspectivas económicas, sociológicas, psicológicas, geográficas y políticas para comprender plenamente la dinámica de la migración.
Análisis de los costes de migración: costes directos e indirectos
La decisión de emigrar incorpora un conjunto de costes que no se limitan a los gastos inmediatos. Los costes directos son los más visibles e incluyen los costes asociados al traslado, la instalación en un nuevo lugar y los gastos iniciales antes de percibir el primer salario. Estos costes pueden ser considerables y a menudo representan una inversión importante para el emigrante, sobre todo si el traslado es internacional. Los costes de oportunidad, en cambio, son más sutiles y representan aquello a lo que un individuo renuncia cuando elige una opción en lugar de otra. En el contexto de la migración, esto podría incluir la oportunidad de recomprar tierras o de aprovechar otras oportunidades económicas que surgen cuando otros se marchan. Estos costes de oportunidad deben sopesarse con los beneficios potenciales de la migración, como el aumento de los ingresos o la mejora de las condiciones de vida. La pérdida de lazos sociales es otro coste significativo de la migración. Las redes familiares y comunitarias desempeñan un papel crucial en el apoyo a las personas, tanto emocional como práctico. La separación de la familia, los amigos y la comunidad de origen puede tener profundos efectos psicológicos en los migrantes, sobre todo en términos de soledad, aislamiento y dificultad para integrarse en nuevos entornos sociales. Estos costes intangibles pueden ser difíciles de cuantificar, pero son cruciales en el proceso de toma de decisiones. Además, la migración puede implicar un periodo de adaptación en el que los migrantes pueden enfrentarse a barreras como el idioma, la discriminación o la dificultad para encontrar un trabajo que se ajuste a sus capacidades y cualificaciones. Estos retos pueden acarrear costes adicionales, tanto económicos como psicológicos. La decisión de emigrar es el resultado de una evaluación compleja que integra consideraciones económicas, costes de oportunidad, pérdidas intangibles y retos psicosociales. Esto requiere un análisis en profundidad que vaya más allá de los modelos económicos simplistas y tenga en cuenta la dimensión humana de la migración.
La expectativa económica en el contexto de la migración es un concepto que intenta evaluar los beneficios potenciales de la migración en términos de probabilidades y ganancias esperadas. La ecuación que combina la probabilidad de encontrar un empleo y el salario esperado es una forma de cuantificar los beneficios esperados en función de la información disponible y de las condiciones previstas en el mercado laboral de destino. La información desempeña un papel crucial en este cálculo. Un emigrante bien informado sobre las condiciones del mercado laboral, las oportunidades de empleo y los niveles salariales en el país de destino puede tomar una decisión más informada y, potencialmente, maximizar sus expectativas económicas. Las redes de emigrantes, las agencias de contratación y los medios de comunicación suelen desempeñar un papel clave en la difusión de esta información. Sin embargo, existe un elemento de incertidumbre. Las condiciones económicas pueden cambiar rápidamente, como ocurrió en 1921 en Estados Unidos, cuando la recesión económica provocó recortes de empleo y un aumento de la hostilidad hacia los inmigrantes. Tales fluctuaciones económicas pueden convertir una apuesta aparentemente segura en un alto riesgo, lo que subraya la naturaleza volátil de las expectativas económicas en la migración. Tener en cuenta el riesgo y la incertidumbre es, por tanto, un aspecto esencial de la teoría económica de la migración. Los emigrantes pueden intentar minimizar el riesgo informándose, emigrando en periodos de gran demanda de mano de obra o eligiendo países con políticas de inmigración más estables. Sin embargo, los riesgos nunca pueden eliminarse por completo debido a la imprevisibilidad inherente a las economías y políticas nacionales, así como a las circunstancias personales de los emigrantes. La expectativa económica ofrece un marco para anticipar los beneficios de la migración, pero debe considerarse con cautela, teniendo en cuenta los riesgos y la incertidumbre que a menudo caracterizan el proceso migratorio.
Factores de Inmovilización: El papel del capital humano
El capital humano desempeña un papel central en la comprensión de la inmovilidad como contrapartida de la migración. El coste del viaje es un elemento fundamental que puede determinar si una persona tiene capacidad para emigrar. A menudo, quienes más podrían beneficiarse de la migración, debido a la pobreza u otras condiciones desfavorables en su país de origen, son precisamente quienes no pueden asumir los costes iniciales del traslado. Esta paradoja de la migración es una de las principales preocupaciones en el campo de los estudios sobre migración. Las personas que viven en la pobreza pueden carecer de capital financiero para cubrir los gastos de viaje, visados, alojamiento inicial y otros gastos relacionados con la migración. Pero el capital humano no se limita a los recursos financieros; también incluye la educación, las aptitudes, la experiencia laboral y las redes sociales que pueden facilitar la migración o la inmovilidad. Las personas con mayores niveles de educación, competencias especializadas y buenas redes sociales pueden encontrar más fácilmente oportunidades de migración legal y tener acceso a recursos que pueden ayudarles a superar las barreras financieras y normativas. Por otra parte, quienes carecen de estos atributos de capital humano pueden encontrarse en una situación de inmovilidad limitada, en la que, a pesar del deseo o la necesidad de emigrar, no pueden hacerlo. Además, la decisión de emigrar suele estar influida por el cálculo del rendimiento de la inversión en capital humano. Si los emigrantes potenciales perciben que los beneficios de su capital humano no serán reconocidos o recompensados en el país de destino (por ejemplo, debido a la descualificación o la discriminación), pueden optar por quedarse a pesar de las dificultades económicas.
La noción de conocimiento localizado refleja la importancia de los conocimientos y capacidades específicos de un determinado contexto geográfico, cultural o económico. En el siglo XIX, la localización de las competencias era especialmente pronunciada debido a las marcadas diferencias en las prácticas agrícolas, las condiciones climáticas, el cultivo del suelo y los métodos de trabajo entre las distintas regiones del mundo. Un agricultor ginebrino del siglo XIX habría adquirido técnicas y conocimientos adaptados a las condiciones de la agricultura suiza, que podrían no ser directamente transferibles a entornos radicalmente distintos, como los del Salvaje Oeste americano. Las técnicas de cultivo, la gestión de los recursos hídricos, los tipos de cultivos y las condiciones estacionales varían considerablemente, lo que hace que ciertos conocimientos sean específicos de su lugar de origen. El caso de los daneses ilustra cómo una población bien educada, con amplios conocimientos en varios campos, puede adaptarse mejor y tener éxito en nuevos entornos. Una educación diversificada y un alto nivel de alfabetización pueden hacer a los emigrantes más resistentes y capaces de reajustar sus conocimientos para satisfacer las exigencias de su nuevo lugar de residencia. Probablemente esto contribuyó al éxito de los emigrantes daneses, que pudieron aplicar un conjunto de competencias más amplio y adaptable a los retos a los que se enfrentaban en sus nuevos hogares. Este ejemplo pone de relieve la importancia de la transferibilidad de competencias en el contexto de la migración. En el mundo actual, la educación y la formación profesional suelen tratar de dotar a las personas de competencias transferibles, que puedan aplicarse en diversos contextos, para mejorar su movilidad y sus posibilidades de éxito en caso de migración.
Las inversiones, sobre todo en activos inmobiliarios como la tierra, pueden actuar como anclas e influir en las decisiones de trasladarse o quedarse. Los terratenientes, en particular, pueden ser reacios a emigrar debido a la importante inversión que han realizado en sus tierras, tanto financiera como personalmente. Estas tierras no son sólo una fuente de ingresos, sino que también pueden representar un patrimonio familiar, una parte de su identidad y un lugar de estabilidad social y emocional. La decisión de vender o ceder la tierra puede ser especialmente difícil si la tierra ha pertenecido a la familia durante generaciones, si está asociada a un estatus social particular o si el mercado inmobiliario es tal que la venta no recuperaría una inversión equivalente en otro lugar. Estos activos suelen considerarse ilíquidos, lo que significa que no pueden convertirse rápidamente en efectivo sin una pérdida significativa de valor. Por el contrario, los inquilinos no suelen tener las mismas limitaciones. Sin profundos lazos financieros o emocionales con una propiedad, pueden ser más flexibles y receptivos a oportunidades en otros lugares. Esta movilidad puede ser una ventaja en tiempos de cambio o inestabilidad económica, permitiéndoles buscar nuevas oportunidades de empleo o de vida en otras regiones o países. Sin embargo, incluso los inquilinos pueden enfrentarse a obstáculos a la movilidad, como la escasez y el coste de la vivienda en la región de destino, u otras formas de inversión en su comunidad, como las redes sociales y las relaciones profesionales. Así pues, la inversión en propiedades y otras formas de activos pueden tener un impacto significativo en la decisión de emigrar, actuando como un factor de anclaje que refuerza la inmovilidad y hace que la decisión de marcharse sea más costosa y compleja.
Las redes sociales son un componente crucial del proceso migratorio y pueden desempeñar un papel decisivo en el éxito de la inmigración. Estas redes, formadas por familiares, amigos, conocidos, compatriotas e incluso organizaciones comunitarias, proporcionan un apoyo esencial que puede facilitar el asentamiento y la integración en el país de destino. Para los recién llegados, tener conexiones dentro de la comunidad inmigrante puede ayudar mucho a desenvolverse en las complejidades del mercado laboral y del sistema de vivienda. Por ejemplo, los miembros de la comunidad pueden compartir información sobre oportunidades de empleo, recomendar puestos a los recién llegados o asesorarles sobre cómo buscar trabajo eficazmente en el nuevo contexto. También pueden ofrecer o informar sobre opciones de vivienda asequible, lo que es especialmente importante cuando se es nuevo en un país y aún no se está familiarizado con las normas y procedimientos locales. Más allá de la ayuda pragmática para encontrar trabajo o alojamiento, las redes sociales también pueden proporcionar un importante apoyo emocional y psicológico. La inmigración puede ser una experiencia de aislamiento, y contar con una red de apoyo puede ayudar a los inmigrantes a superar sentimientos de soledad y a adaptarse a una nueva cultura. Las redes sociales también pueden influir en la decisión de emigrar. La teoría de la migración en red sugiere que todo acto migratorio se ve facilitado por los vínculos previamente establecidos entre los emigrantes y sus compatriotas en el país de destino. Estos vínculos reducen los costes y riesgos de la migración, y las nuevas oportunidades que crean pueden animar a otros a seguirles. Sin embargo, también es posible que unas redes sociales fuertes en el país de origen actúen como factor de anclaje, disuadiendo la migración. La perspectiva de dejar atrás relaciones estrechas y un tejido social integrado puede ser un importante factor disuasorio de la decisión de marcharse.
Dinámica de los sistemas de migración y olas migratorias
Los sistemas y oleadas migratorios del pasado han configurado el mundo en que vivimos hoy. El periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, en particular, fue testigo de movimientos masivos de población, principalmente de Europa a América, pero también entre otras regiones del mundo. El "sistema atlántico" se refiere al flujo masivo de emigrantes europeos hacia América del Norte y del Sur. Este sistema está marcado por la emigración de decenas de millones de personas, que han abandonado sus países de origen por diversos motivos, como la búsqueda de tierras, la huida de la persecución o los disturbios políticos y la búsqueda de oportunidades económicas. Países europeos como Irlanda, Italia, Alemania y Escandinavia fueron importantes fuentes de emigrantes hacia Estados Unidos, que en su momento fomentó la inmigración para poblar sus vastos territorios y alimentar su crecimiento económico. El "sistema del Pacífico" describe la migración de asiáticos, principalmente chinos y japoneses, a países situados en torno al océano Pacífico, como Estados Unidos (sobre todo California y Hawai), Canadá y Australia. Estas migraciones se vieron impulsadas por la demanda de mano de obra para plantaciones, ferrocarriles y otras industrias de rápido crecimiento en estas regiones. Sin embargo, los emigrantes asiáticos se enfrentaron a menudo a una grave discriminación y a políticas excluyentes que limitaban sus derechos civiles y de inmigración. Estos sistemas migratorios no son sólo fenómenos históricos; han dejado huellas duraderas en las sociedades de acogida y de origen, configurando la demografía, la economía, la cultura y la política de estos países. Las comunidades diaspóricas establecidas durante estas oleadas migratorias siguen influyendo en las relaciones internacionales, el comercio y los intercambios culturales entre naciones. En la actualidad, el término "sistema migratorio" también puede utilizarse para describir patrones de migración más contemporáneos, incluidos los flujos migratorios entre América Latina y Estados Unidos, entre África y Europa y dentro de la región Asia-Pacífico. Estos sistemas están influidos por factores económicos, políticos y medioambientales globales, así como por las políticas migratorias de los países receptores.
Aunque los flujos migratorios transatlánticos hacia Norteamérica han sido los más numerosos, Sudamérica y África también han recibido emigrantes europeos durante el mismo periodo, aunque en menor medida. En Sudamérica, países como Argentina, Brasil y Uruguay se han convertido en importantes destinos para los inmigrantes europeos. Argentina, por ejemplo, fomentó activamente la inmigración europea a finales del siglo XIX y principios del XX para poblar el país y desarrollar su economía. Italianos y españoles, en particular, constituyeron una gran proporción de estos emigrantes, y su influencia sigue siendo visible hoy en día en la cultura y la sociedad de estas naciones sudamericanas. En cuanto a África, los movimientos de población hacia las colonias británicas y francesas estuvieron a menudo vinculados a la necesidad de mano de obra para las plantaciones, las minas y la construcción de infraestructuras, así como a la administración colonial. Los británicos, por ejemplo, emigraron a países como Sudáfrica, Kenia y Rodesia (actual Zimbabue), mientras que los franceses se dirigieron a regiones como Argelia y África Occidental. Estas migraciones a África se caracterizaron a menudo por el establecimiento de pequeñas comunidades de europeos que mantenían un estatus privilegiado bajo las estructuras coloniales. Muchos emigrantes buscaban aprovechar las oportunidades económicas de las colonias sin intención de establecerse de forma permanente. El impacto de estas migraciones en Sudamérica y África fue profundo, provocando transformaciones sociales, económicas y políticas. En América del Sur, esto dio lugar a una mayor diversidad cultural y a la aparición de sociedades multiculturales. En África, las consecuencias del colonialismo y del asentamiento de poblaciones europeas han sido más complejas, a menudo marcadas por la explotación y las tensiones sociopolíticas que han persistido incluso después de la independencia de las colonias. Estos movimientos de población ilustran la variedad de motivaciones y contextos de la migración y demuestran que, incluso a pequeña escala, la inmigración ha tenido un impacto duradero en el desarrollo de las sociedades de todo el mundo.
El periodo de migración a Estados Unidos suele dividirse en lo que se conoce como "vieja" y "nueva" migración, en función de los orígenes nacionales de los emigrantes y del momento de su llegada.
Migración antigua (hasta 1880): durante este periodo, la mayoría de los emigrantes a Estados Unidos procedían de países del norte y oeste de Europa, sobre todo del Reino Unido, Alemania y los países escandinavos. Estas primeras oleadas de inmigrantes desempeñaron un papel importante en el desarrollo temprano de Estados Unidos y dejaron una huella duradera en la cultura estadounidense, especialmente en la lengua inglesa. Los inmigrantes alemanes y escandinavos también trajeron consigo sus propias lenguas, culturas y tradiciones, pero con el tiempo el inglés se convirtió en la lengua dominante, reflejo del predominio de los inmigrantes británicos y de la importancia del inglés en la vida económica, política y social del país.
Nueva migración (después de 1880): Hacia finales del siglo XIX, el perfil de los inmigrantes empezó a cambiar. Cada vez más inmigrantes procedían del sur y el este de Europa, sobre todo de Italia, Rusia y otros países eslavos. Esta nueva oleada de inmigración coincidió con la rápida industrialización y el crecimiento de las ciudades en Estados Unidos, que atraían trabajadores para las fábricas, la construcción y las infraestructuras en expansión. Estos inmigrantes a menudo se sentían atraídos por la promesa de oportunidades económicas y de escapar de las dificultades económicas, las restricciones políticas o la persecución en sus países de origen.
La transición de la antigua a la nueva migración refleja los cambios económicos y sociales en Estados Unidos y Europa. Mientras que la antigua migración ayudó a establecer las bases culturales y lingüísticas en las colonias y los primeros estados norteamericanos, la nueva migración contribuyó a la diversidad cultural y desempeñó un papel clave en la expansión económica de finales del siglo XIX y principios del XX. Estos movimientos de población también plantearon retos de integración y provocaron tensiones sociales, dando lugar a periodos de xenofobia y a la adopción de leyes de inmigración más estrictas a principios del siglo XX. A pesar de ello, Estados Unidos sigue siendo un país profundamente marcado por su historia de inmigración y la contribución de los emigrantes a su sociedad y economía.
La dinámica de los recién llegados que adquieren posiciones dominantes en la sociedad de acogida, mientras que los nuevos inmigrantes luchan por integrarse, es una característica histórica común de muchos contextos migratorios, incluido el de Estados Unidos. Los emigrantes que llegaron a Estados Unidos durante las primeras oleadas de inmigración tuvieron la ventaja del tiempo para echar raíces, acumular riqueza, crear redes sociales y políticas y aprender a desenvolverse en su nuevo entorno. Al haber tenido la oportunidad de asentarse e integrarse antes de que empezaran a llegar las grandes oleadas de inmigración, estos primeros en llegar a menudo pudieron aprovechar las oportunidades disponibles en un país en expansión, como la compra de tierras baratas o el acceso a cargos políticos influyentes. La adquisición de tierras, en particular, permitió a muchos de los primeros emigrantes convertirse en prósperos terratenientes, lo que les proporcionó un considerable estatus económico y social. Del mismo modo, en el ámbito político, a menudo se encontraban en mejor posición para participar en la vida pública e influir en las decisiones políticas, sobre todo en relación con las leyes de inmigración y la política exterior. Los inmigrantes que llegaron más tarde, sobre todo los de la "nueva migración" posterior a 1880, a menudo se encontraron con una sociedad estadounidense ya en proceso de estructuración, con mayores barreras económicas, sociales y lingüísticas. Estos grupos se enfrentaban a mayores prejuicios y discriminación y eran percibidos como más difíciles de integrar debido a sus diferentes lenguas, religiones y costumbres. En un entorno en el que los puestos de influencia ya estaban ocupados en gran medida por los primeros en llegar, los nuevos inmigrantes se veían a menudo relegados a trabajos mal pagados, condiciones de vida precarias y papeles marginales en la sociedad. Estas diferencias de experiencia entre los primeros en llegar y los nuevos inmigrantes se reflejan en las tensiones históricas en torno a cuestiones de asimilación, pluralismo cultural y definición de la identidad estadounidense. Las sucesivas oleadas de inmigración han remodelado constantemente la sociedad estadounidense, y cada grupo de inmigrantes ha contribuido a la diversidad y complejidad de la nación, aunque se hayan enfrentado a diferentes retos en su búsqueda de integración y reconocimiento.
Factores que impulsan la migración intercontinental
Impacto del transporte en la migración
La importancia del transporte para la migración intercontinental en el siglo XIX fue capital, transformando radicalmente la capacidad de las personas para recorrer largas distancias y establecerse en nuevos lugares. Antes, los viajes eran largos y peligrosos, pero con la llegada de los barcos de vapor, las travesías oceánicas se hicieron más rápidas, seguras y predecibles. Estos barcos podían transportar un número considerable de pasajeros, lo que hizo accesible la emigración a un mayor número de personas. Al mismo tiempo, el desarrollo del ferrocarril revolucionó el transporte terrestre. Estas redes conectaban el interior de los países con los puertos marítimos, facilitando el acceso a los puertos de embarque y la colonización de las zonas del interior una vez llegados a su destino. En Estados Unidos, por ejemplo, el ferrocarril permitió a los inmigrantes extenderse por todo el país, lo que fue esencial para el desarrollo y la conquista del Oeste. Estos avances en el transporte tuvieron profundos efectos en la economía y la demografía mundiales. No sólo favorecieron las migraciones masivas, sino que también contribuyeron al crecimiento económico de los países de acogida gracias a la afluencia de mano de obra y a la explotación de nuevas tierras. La agricultura, en particular, floreció con el acceso a vastas extensiones de tierra, atrayendo a quienes buscaban escapar de la superpoblación y las duras condiciones económicas de Europa. Además, la capacidad de transportar grandes cantidades de mercancías impulsó rápidamente el comercio mundial, favoreciendo la aparición de una economía global interconectada. Los emigrantes desempeñaron un papel clave en este proceso, transportando bienes e ideas entre sus países de origen y sus nuevos hogares, fortaleciendo los lazos económicos y culturales entre continentes. Los avances tecnológicos en el transporte en el siglo XIX fueron un elemento clave en la era de la migración intercontinental, contribuyendo a dar forma a nuestro mundo moderno a través de una movilidad humana sin precedentes y un mayor intercambio económico.
La reducción de los costes de transporte durante el siglo XIX desempeñó un papel fundamental en el aumento de las migraciones transoceánicas. Esta reducción de costes se debió en gran medida a las mejoras en la organización del transporte marítimo. En respuesta al proteccionismo estadounidense, que restringía las importaciones y provocaba la salida de muchos barcos con bodegas infrautilizadas, las compañías navieras buscaron formas de hacer más rentables los viajes de regreso a Estados Unidos. En este contexto surgieron las compañías de emigración. Estas empresas se especializaron en el transporte de emigrantes, optimizando el espacio disponible en las bodegas de los barcos que, de otro modo, habrían estado vacías. Convirtieron lo que antes era un coste no rentable en una oportunidad lucrativa, no sólo reduciendo los precios de los billetes para los emigrantes, sino también aumentando el volumen de pasajeros transportados. Además, estas compañías empezaron a promocionar activamente Estados Unidos como destino, utilizando la publicidad para atraer a los emigrantes con la promesa de tierra, trabajo y una vida mejor. Utilizaban imágenes idílicas de la vida estadounidense e historias de éxito para animar a la gente a emprender el viaje. Esta publicidad jugó con las esperanzas y aspiraciones de la gente y contribuyó a impulsar los grandes movimientos de población hacia Estados Unidos. La combinación del abaratamiento de los costes de transporte y los esfuerzos de marketing de las compañías de emigración estimularon la migración masiva, permitiendo que un número cada vez mayor de europeos se embarcaran rumbo a América y configurando los perfiles demográficos y económicos de ambos continentes.
Influencia de la transición demográfica en la migración
Durante el siglo XVIII, la aparición de la protoindustria y la diversificación de las fuentes de ingresos marcaron el inicio de una profunda transformación económica y social en Europa. En este periodo se produjo una mejora de las condiciones de vida que condujo a una reducción de la mortalidad, tendencia que se aceleró en el siglo XIX con avances médicos como la mejora de la higiene pública, la vacunación y el uso de antibióticos.
Sin embargo, mientras la mortalidad descendía, la tasa de natalidad se mantuvo alta durante gran parte del siglo XIX. Este desequilibrio entre nacimientos y defunciones provocó un rápido crecimiento de la población, que sólo empezó a ralentizarse en torno a 1875, cuando las tasas de natalidad empezaron a descender. Esta transición demográfica -de alta mortalidad y alta natalidad a baja mortalidad y baja natalidad- se completó en general en la década de 1950 en los países desarrollados, con la consiguiente reducción de la presión demográfica.
El fuerte crecimiento demográfico en Europa ha tenido importantes consecuencias económicas, sobre todo para la generación más joven en edad de trabajar. Con un número cada vez mayor de personas incorporándose al mercado laboral y una economía que no siempre podía ofrecer suficientes puestos de trabajo, muchos europeos se encontraron ante la falta de oportunidades. Esto contribuyó a un aumento de la emigración, ya que la gente buscaba nuevas oportunidades en el extranjero, sobre todo en América, donde había tierras disponibles y una gran demanda de mano de obra para apoyar la industrialización y la expansión económica.
La emigración sirvió como válvula de seguridad, reduciendo la presión demográfica y ofreciendo a los emigrantes la oportunidad de construir una vida mejor. Este proceso migratorio se vio facilitado por los avances en el transporte y las comunicaciones, que hicieron más accesibles y menos costosos los viajes intercontinentales, permitiendo a amplios sectores de la población participar en los grandes movimientos migratorios del siglo XIX.
Efectos de la urbanización y la industrialización
Los alemanes constituyeron una parte importante de las primeras oleadas de inmigración a Estados Unidos, con picos migratorios significativos durante el siglo XIX. Este periodo coincidió con diversas presiones económicas y políticas en Alemania, como las secuelas de las guerras napoleónicas, las crisis agrícolas y las restricciones políticas y religiosas, que empujaron a muchos alemanes a buscar una vida mejor en otros lugares. Sin embargo, cuando Alemania entró en la segunda oleada de la Revolución Industrial, la situación empezó a cambiar. La industrialización transformó la economía alemana, creando nuevas oportunidades de empleo en las ciudades en auge y en las incipientes industrias. Esto tuvo el efecto de reducir la emigración, ya que las perspectivas económicas en Alemania se hicieron más atractivas.
A partir de la década de 1880, con la industrialización acelerada bajo el canciller Otto von Bismarck y el desarrollo de un incipiente Estado del bienestar, Alemania experimentó un aumento de la calidad de vida y de las oportunidades económicas. Los empleos en la industria manufacturera, la ingeniería y la química, por ejemplo, se hicieron más abundantes y mejor pagados. Esto coincidió con un descenso de la emigración alemana, ya que cada vez menos personas sentían la necesidad de abandonar su patria en busca de trabajo u oportunidades económicas. Además, las políticas económicas proteccionistas de Alemania, como los aranceles a la importación que protegían a las industrias nacientes, también contribuyeron a una economía más robusta y a una mayor autosuficiencia. Esto ha hecho que permanecer en Alemania resulte más atractivo que emigrar.
En este contexto, el descenso de la emigración alemana a Estados Unidos y otros países puede considerarse una consecuencia directa de la mejora de las condiciones económicas y la disponibilidad de puestos de trabajo en una Alemania cada vez más industrializada. Los alemanes que unas décadas antes hubieran considerado la emigración una opción viable encontraron nuevas razones para quedarse en un país que ahora ofrecía perspectivas de futuro prometedoras.
Política, estructuras agrarias e impacto de las crisis económicas
La primera globalización, que tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX, se caracterizó por un aumento espectacular del comercio internacional y de los flujos de capital, así como por el desplazamiento masivo de personas a través de las fronteras internacionales. Aunque este periodo trajo consigo un crecimiento económico sin precedentes y la apertura de nuevos mercados, también estuvo marcado por crisis y depresiones económicas, algunas de las cuales se vieron exacerbadas por las políticas gubernamentales. Las estructuras agrarias europeas, a menudo basadas en el minifundio y la agricultura intensiva, entraron en competencia directa con la agricultura mecanizada a gran escala de Estados Unidos. La afluencia masiva de trigo barato estadounidense a los mercados europeos, facilitada por la reducción de los costes de transporte y las innovaciones en almacenamiento y logística, provocó la caída en picado de los precios agrícolas. Esto tuvo un impacto devastador en los agricultores europeos, que no podían competir con los menores costes de producción del trigo estadounidense.
La Gran Depresión Agrícola de 1873-1890 es un ejemplo notable. Fue desencadenada no sólo por la afluencia de productos agrícolas baratos procedentes de América, sino también por una serie de malas cosechas en Europa, que agravaron la caída de los precios y la presión económica sobre los agricultores. Los regímenes políticos de la época respondieron a esta crisis de diferentes maneras. Algunos adoptaron medidas proteccionistas en un intento de proteger a los agricultores locales, mientras que otros fomentaron la emigración como medio de aliviar la presión demográfica y económica sobre las zonas rurales. Los efectos de estas políticas han variado: algunas han conseguido estabilizar los mercados agrícolas locales, mientras que otras han provocado tensiones comerciales y un aumento de la emigración internacional. La primera globalización trajo consigo importantes retos económicos. Las crisis y depresiones de esta época fueron a menudo el resultado de una compleja interacción entre las fuerzas del mercado globalizado y las intervenciones políticas, poniendo de relieve las dificultades de adaptarse a las realidades de una economía cada vez más interconectada.
El caso de Italia: migración y crisis agrícola
La Gran Depresión Agrícola de 1873-1890 fue un importante catalizador de las oleadas de emigración de Europa a Estados Unidos, siendo Italia un ejemplo llamativo de este fenómeno. La situación agraria en Italia, sobre todo en el periodo previo y durante esta depresión, estaba marcada por estructuras feudales y un sistema agrario anticuado.
En 1873, el campesinado italiano seguía operando en un marco en el que la tierra era propiedad predominante de la nobleza y las órdenes religiosas. Esta estructura de propiedad limitaba las oportunidades económicas de los pequeños agricultores y los trabajadores agrícolas, sometidos a menudo a duras condiciones de trabajo y a una pobreza endémica. La llegada de productos agrícolas baratos procedentes de América, como el trigo, agravó estas condiciones al provocar la caída en picado de los precios locales, haciendo aún más precaria la situación de los agricultores.
En el Véneto y otras partes de Italia, el colapso del sistema agrícola y la depresión económica resultante llevaron a muchas personas a emigrar. Buscando escapar de la pobreza y el estancamiento económico, muchos italianos vieron en la emigración una oportunidad para construir una nueva vida en países que ofrecían mejores perspectivas económicas, especialmente Estados Unidos. Esta emigración se planteaba a menudo como una solución temporal, con la esperanza de regresar a Italia una vez conseguidos los ahorros, pero para muchos se ha convertido en permanente.
Este modelo de emigración no es exclusivo de Italia. Otros países de la cuenca mediterránea, enfrentados a retos similares con sus sistemas agrarios obsoletos y a la presión económica de la competencia de los mercados mundiales, también experimentaron grandes oleadas de emigración. Estos movimientos de población han tenido un impacto significativo en los países de origen y destino, cambiando la demografía, la economía e incluso el tejido cultural de estas sociedades.
Hambruna en Irlanda y consecuencias migratorias
La Gran Hambruna Irlandesa de la Patata de 1845 a 1847 fue un episodio trágico y significativo en la historia de la migración. La dependencia de Irlanda de la patata, alimento básico de gran parte de la población, hizo al país especialmente vulnerable al tizón de la patata, que destruyó las cosechas. Este desastre se produjo en un contexto en el que Irlanda era mayoritariamente rural, con estructuras agrícolas arcaicas y una población formada principalmente por agricultores pobres.
La relación colonial de Irlanda con Gran Bretaña agravó la crisis. Las políticas británicas que prohibían la industrialización de Irlanda, a pesar de su proximidad a grandes centros industriales como Manchester, impidieron el desarrollo económico que podría haber ofrecido alternativas a la dependencia agrícola. Por eso, cuando sobrevino la hambruna, no existía un sector industrial que pudiera absorber el excedente de mano de obra o mitigar el impacto económico.
La hambruna, unida a las epidemias y a las políticas represivas hacia los pobres y mendigos, provocó una crisis humanitaria masiva. Como consecuencia, unos dos millones de irlandeses emigraron, la mayoría a Estados Unidos. Esta oleada de emigración tuvo un profundo impacto en Irlanda, reduciendo significativamente su población, y en Estados Unidos, donde los inmigrantes irlandeses formaron grandes comunidades e influyeron en la cultura y la sociedad.
La hambruna de 1860 en Finlandia ofrece un interesante paralelismo. Al igual que Irlanda, Finlandia, entonces bajo dominio ruso, sufrió políticas exteriores que limitaron su desarrollo económico y aumentaron su vulnerabilidad a las crisis agrícolas. Estos ejemplos ilustran cómo las políticas coloniales e imperiales pueden tener efectos devastadores en las poblaciones subdominantes, provocando a menudo movimientos migratorios masivos en respuesta a crisis económicas y humanitarias.
La zona de residencia judía en Rusia y sus implicaciones
La Zone de Résidence des juifs de Russie, établie dans les territoires actuels de la Lettonie, la Lituanie et la Pologne, a été une réalité significative et souvent tragique de l'histoire juive entre 1791 et 1917. Instituée par Catherine la Grande, cette zone était un immense "ghetto" où les Juifs de Russie étaient contraints de vivre. Bien qu'elle ait restreint la liberté de mouvement et imposé des limitations économiques sévères, la Zone de Résidence est aussi devenue un centre important pour la culture et l'éducation juives. Des institutions telles que l'Université hébraïque à Vilnius y ont vu le jour, témoignant d'une vie culturelle et intellectuelle florissante malgré les restrictions. La situation pour les Juifs dans la Zone de Résidence s'est fortement détériorée à partir de 1881, avec l'assassinat du tsar Alexandre II. Cet événement a déclenché des vagues de violence antisémite, connues sous le nom de pogromes, qui ont entraîné la mort, la destruction de propriétés et la dégradation des conditions de vie pour de nombreux Juifs. Les pogromes se sont intensifiés en 1905, suite à la défaite de la Russie dans la guerre russo-japonaise, les Juifs étant souvent utilisés comme boucs émissaires pour les frustrations et les échecs de l'Empire russe.
Ces violences et l'oppression continue ont provoqué une vague significative d'émigration des populations juives de la Zone de Résidence. De nombreux Juifs ont choisi de migrer vers l'Amérique du Nord, en particulier vers les États-Unis, en quête de sécurité, de liberté et de meilleures opportunités économiques. Cette migration a eu un impact considérable tant sur les communautés qu'ils ont laissées derrière eux que sur les sociétés dans lesquelles ils se sont intégrés, apportant avec eux leur culture, leur savoir et leur résilience. La migration juive de la Zone de Résidence vers d'autres parties du monde est un exemple poignant de la façon dont la persécution et l'instabilité politique peuvent conduire à des mouvements de population massifs, redéfinissant les communautés et les identités à travers le monde.
Rôle des Villes Portuaires et l'Attraction des États-Unis
Les migrations de masse du XIXe et du début du XXe siècle ont profondément influencé l'évolution de nombreuses villes européennes, en particulier les villes portuaires, mais de manière différente de ce que l'on pourrait attendre. D'une part, certains migrants, arrivés dans les ports européens avec l'espoir de continuer leur voyage vers d'autres destinations, se sont retrouvés contraints de s'établir dans ces villes faute de moyens financiers suffisants pour poursuivre leur route. Ces villes portuaires, comme Hambourg, Liverpool, et Marseille, ont ainsi vu leur population et leur diversité culturelle croître de manière significative, avec la formation de nouvelles communautés ethniques et une contribution notable à la vie économique et culturelle de ces villes.
D'autre part, la décision de certains migrants de rester dans ces villes portuaires s'est aussi basée sur un calcul économique. Après avoir comparé les salaires réels – c'est-à-dire les salaires ajustés au coût de la vie – de leur pays d'origine à ceux du pays de destination, certains ont conclu que la situation économique était finalement plus avantageuse en Europe. Cette prise de décision a souvent été influencée par la désillusion vis-à-vis du mythe des pays comme les États-Unis, perçus comme des terres d'opportunité mais où la réalité pouvait se révéler plus difficile en termes de barrières linguistiques, de manque d'opportunités d'emploi qualifié, et de discrimination.
Les migrations ont non seulement transformé les sociétés d'accueil en Amérique, mais ont également eu un impact considérable sur les villes européennes, changeant leur démographie et leur développement urbain. Ces villes portuaires sont devenues des carrefours de cultures diverses, façonnant leur caractère unique et jouant un rôle important dans l'histoire de la migration.
Modélisation de la Causalité Migratoire
La continuité de la migration, même après la fin d'une crise spécifique, peut être comprise en tenant compte de la complexité et de l'interdépendance des facteurs qui influencent la migration. La migration n'est pas déclenchée par un seul événement ou une seule condition, mais résulte plutôt d'une combinaison de facteurs qui interagissent et se complètent. L'un des éléments cruciaux est l'effet cumulatif des migrations antérieures. Les migrations précédentes créent des communautés diasporiques dans les pays de destination, qui à leur tour encouragent et facilitent l'arrivée de nouveaux migrants. Cette forme de migration en chaîne signifie que les mouvements de population peuvent se perpétuer même après la disparition de la cause initiale. Les crises, en plus de leurs impacts immédiats, peuvent entraîner des changements sociétaux et culturels durables. Ces changements peuvent modifier de manière permanente les structures économiques et sociales, ainsi que les aspirations et les attentes des individus, ce qui peut continuer à motiver la migration longtemps après la fin de la crise. De plus, les perceptions et les attentes jouent un rôle important. Les opportunités perçues à l'étranger, souvent idéalisées grâce aux récits de réussite des migrants précédents, peuvent continuer à inciter à la migration. Ces perceptions peuvent persister même lorsque la réalité est différente, alimentant ainsi la migration continue. Les conditions économiques et politiques prolongées résultant de crises antérieures peuvent également entretenir la migration. Par exemple, des transformations économiques majeures ou un chômage élevé persistant après la fin de la crise peuvent pousser les gens à chercher de meilleures opportunités ailleurs. Les politiques migratoires des pays de destination et la législation internationale influencent aussi la continuité de la migration. Des politiques plus libérales et des accords facilitant la migration peuvent encourager un flux continu de migrants. Enfin, une fois que la migration devient une option viable et reconnue, elle peut devenir une réponse standard aux défis économiques ou sociaux, même en l'absence d'une crise aiguë. Cette inertie sociale et économique peut maintenir le mouvement des populations bien après la résolution des problèmes qui l'ont initialement motivé. Dans son ensemble, la migration est un processus dynamique et multifactoriel, où divers facteurs sociaux, économiques, politiques et personnels s'entremêlent, souvent créant un élan qui perpétue la migration au-delà de ses causes initiales.
La crise de la pomme de terre en Irlande en 1845, également connue sous le nom de Grande Famine, a été un événement déclencheur majeur de l'émigration irlandaise vers les États-Unis. Cette catastrophe, combinée avec le développement de la navigation à vapeur rendant les voyages transatlantiques plus accessibles et abordables, a coïncidé avec la perception des États-Unis comme un lieu de rêve et d'opportunité. Ces facteurs ont conduit à une émigration massive de deux millions d'Irlandais, un mouvement qui s'est poursuivi même après la fin de la famine.
Le fait que la migration ait continué même après 1914, quand les salaires moyens en Irlande et aux États-Unis étaient devenus similaires, illustre la complexité des motifs de migration. Cela suggère que les décisions de migrer ne dépendent pas uniquement de considérations économiques immédiates, mais aussi de facteurs plus larges et parfois plus nuancés. Premièrement, l'émigration avait déjà créé des réseaux établis aux États-Unis. Ces communautés diasporiques irlandaises offraient du soutien, des informations et des opportunités pour les nouveaux arrivants, ce qui rendait la migration vers les États-Unis plus attractive et moins risquée. Deuxièmement, les perceptions et attentes à l'égard des États-Unis, en tant que terre d'opportunité, ont continué de jouer un rôle majeur. Le "rêve américain", alimenté par des récits de réussite et une idéalisation de la vie aux États-Unis, a maintenu son attrait, même si la réalité économique était devenue moins favorable. Troisièmement, les effets à long terme de la Grande Famine et des politiques britanniques en Irlande ont peut-être laissé des cicatrices économiques et sociales profondes, influençant la décision de continuer à émigrer. La mémoire collective de la famine, ainsi que la quête d'une plus grande stabilité politique et économique, ont pu contribuer à la poursuite de l'émigration. Enfin, la migration, une fois devenue une pratique courante, peut s'auto-entretenir. La décision de migrer est souvent influencée par les actions de ceux qui sont partis avant, créant un phénomène de migration en chaîne qui peut perdurer indépendamment des conditions économiques initiales. Bien que les salaires moyens aient pu se niveler entre l'Irlande et les États-Unis, d'autres facteurs, tels que les réseaux sociaux, les perceptions culturelles, l'histoire et les dynamiques de migration établies, ont continué à motiver les Irlandais à émigrer vers les États-Unis.
L'autonomisation des flux migratoires est un concept crucial pour comprendre pourquoi la migration continue souvent même après la disparition des causes initiales. Ce phénomène implique que, une fois que les migrations commencent en réponse à certaines conditions ou crises, elles tendent à développer une dynamique propre qui les maintient au-delà de la résolution de ces conditions initiales. Dans le cas de l'émigration irlandaise vers les États-Unis, par exemple, la Grande Famine a été le facteur déclencheur. Cependant, une fois que les communautés irlandaises se sont établies aux États-Unis et que les réseaux de migrants ont été créés, ces réseaux ont commencé à jouer un rôle autonome dans la promotion et la facilitation de la migration supplémentaire. Les communautés diasporiques fournissent non seulement des informations et un soutien aux nouveaux arrivants, mais créent également un sentiment d'appartenance et de connexion avec le pays de destination, indépendamment des conditions économiques ou politiques qui ont initialement motivé la migration. De plus, la migration en chaîne, où les migrants suivent les membres de leur famille, leurs amis ou leurs concitoyens dans le pays de destination, devient un moteur important de la migration continue. Ces réseaux sociaux et familiaux peuvent être plus influents dans les décisions de migration que les facteurs économiques ou politiques. En outre, les perceptions et les attentes peuvent aussi jouer un rôle dans l'autonomisation des flux migratoires. Les mythes et les récits autour des pays de destination, tels que le "rêve américain" dans le contexte des États-Unis, continuent d'attirer les migrants même si la réalité économique est différente de l'image idéalisée. Les flux migratoires, une fois initiés, peuvent acquérir une autonomie par rapport à leurs causes originales. Les réseaux sociaux, les attentes culturelles, et les dynamiques de migration en chaîne contribuent à maintenir et à amplifier ces flux, même en l'absence des conditions qui les ont déclenchés initialement. Cela explique pourquoi la migration peut continuer à un rythme soutenu même après que les circonstances ayant provoqué le premier mouvement migratoire aient changé ou disparu.
L'explication du phénomène d'autonomisation des flux migratoires, en particulier dans le contexte de la migration irlandaise vers les États-Unis, repose en grande partie sur le rôle des réseaux sociaux et de la communication entre les migrants et leurs familles restées au pays. Lorsqu'un migrant irlandais s'installe aux États-Unis, les lettres et les informations qu'il envoie à sa famille en Irlande jouent un rôle crucial dans la poursuite de la migration. Ces correspondances offrent des informations fiables et pratiques sur la vie aux États-Unis, y compris des conseils sur les démarches d'immigration, les opportunités d'emploi, les quartiers où vivre et ceux à éviter. Cette communication directe et fiable renforce la confiance des membres de la famille et des amis restés en Irlande, car elle provient de sources qu'ils connaissent et en qui ils ont confiance. Elle crée un lien tangible entre le pays d'origine et le pays de destination, réduisant ainsi l'incertitude et le risque perçu associés à la migration. En fournissant un réseau social et un soutien, les migrants établis encouragent d'autres membres de la famille et de la communauté à les rejoindre. Ce phénomène est un exemple typique de migration en chaîne, où les migrants suivent les voies tracées par ceux qui les ont précédés, créant ainsi des schémas de migration établis et renforçant la dynamique des flux migratoires. De plus, ceux qui choisissent de migrer sont souvent les individus les plus ouverts et entreprenants, ceux qui sont disposés à prendre des risques et à chercher de nouvelles opportunités. Cela peut conduire à une sorte de sélection auto-entretenue, où les populations qui restent dans le pays d'origine sont souvent plus conservatrices ou moins enclines à la prise de risque. La migration irlandaise vers les États-Unis illustre comment les réseaux sociaux et la communication entre les migrants et leurs familles peuvent créer et maintenir des flux migratoires. Ces dynamiques montrent également comment la migration peut transformer non seulement les sociétés d'accueil, mais aussi les communautés d'origine, souvent en façonnant la composition et les attitudes de ces populations sur le long terme.
Intégration et Assimilation: Le Cas Américain
Dichotomie Sociale: Dominants (WASP) vs Dominés
L'intégration et l'assimilation des immigrants aux États-Unis ont toujours été des processus complexes, influencés par des dynamiques de pouvoir et des structures sociales préexistantes. Dans le contexte américain, les White Anglo-Saxon Protestants (WASPs) ont longtemps constitué le groupe dominant, tant sur le plan politique qu'économique. Cette domination reflète l'héritage de la vieille migration, principalement britannique, scandinave et allemande, qui a formé la base de la société américaine dès ses débuts.
Ces groupes, en raison de leurs origines ethniques et de leur appartenance religieuse (protestante), ont souvent été perçus comme le "noyau" de l'identité américaine. Ils ont joué un rôle majeur dans la formation des institutions politiques et économiques des États-Unis et ont longtemps occupé une position privilégiée dans la hiérarchie sociale et culturelle du pays.
L'élection de John F. Kennedy en tant que président en 1960 a marqué un tournant significatif dans l'histoire américaine. Kennedy était non seulement d'origine irlandaise, mais aussi catholique, ce qui le distinguait du profil WASP traditionnellement associé aux leaders politiques américains. Sa présidence a symbolisé une certaine ouverture dans la société américaine et a indiqué une évolution dans l'acceptation des groupes ethniques et religieux qui étaient auparavant marginalisés ou tenus à l'écart des sphères de pouvoir.
La présidence de Kennedy a également reflété et peut-être contribué à des changements plus larges dans la société américaine concernant l'intégration et l'assimilation des différents groupes ethniques et religieux. Son succès en tant que premier président catholique et d'origine irlandaise a défié certaines des normes et des attentes traditionnelles sur qui pouvait accéder au pouvoir dans la société américaine.
Formation de Communautés Immigrées et Segmentation Urbaine
L'autonomisation des flux migratoires a joué un rôle clé dans la formation de communautés d'immigrants et la segmentation de l'espace dans les villes américaines, comme en témoignent les quartiers tels que Chinatown ou Little Italy. Ce phénomène s'explique par la tendance des migrants à rejoindre des membres de leur famille ou des connaissances qui se sont déjà établis dans le pays de destination. Ces réseaux familiaux et sociaux offrent un soutien indispensable aux nouveaux arrivants, facilitant leur installation et intégration.
Dans ce contexte, les migrants tendent à se regrouper avec d'autres membres de leur communauté, créant ainsi des enclaves ethniques au sein des villes. Ces quartiers, comme Chinatown pour les immigrants chinois ou Little Italy pour les immigrants italiens, servent de lieux de rassemblement où les traditions culturelles, la langue, et les pratiques sociales peuvent être préservées et transmises. Ils offrent également un espace où les migrants peuvent se soutenir mutuellement, tant sur le plan économique que social.
Concernant la mafia italienne, son émergence aux États-Unis est liée aux défis auxquels les immigrants italiens étaient confrontés, notamment en termes de protection contre les agressions et de discrimination. Dans l'absence de structures de soutien adéquates et face à la marginalisation, certains membres de la communauté italienne se sont tournés vers des organisations clandestines pour assurer leur protection et avancer leurs intérêts. Cependant, il est important de noter que ces organisations, bien que présentées parfois comme des protecteurs de la communauté, se sont souvent engagées dans des activités criminelles et ont eu un impact complexe et parfois négatif sur les communautés qu'elles prétendaient servir.
Ces quartiers ethniques et ces structures communautaires sont des témoignages de la manière dont les immigrants ont façonné et continuent de façonner le paysage culturel et social des villes américaines. Ils reflètent les défis, les stratégies d'adaptation, et les contributions des immigrants à la société américaine.
Défis d'Intégration des Nouveaux Immigrants
La théorie de la sédimentation dans le contexte de l'immigration aux États-Unis offre un cadre pour comprendre comment différentes vagues d'immigration sont intégrées dans la société américaine et comment les perceptions et les traitements de ces groupes changent au fil du temps. Cette théorie suggère que chaque nouvelle vague d'immigrants subit initialement des difficultés d'intégration, y compris des expériences de discrimination et de racisme, mais que ces défis s'atténuent avec l'arrivée de groupes ultérieurs.
Dans le cas des immigrés de la "nouvelle vague", principalement italiens et slaves, arrivés aux États-Unis vers la fin du XIXe siècle et au début du XXe siècle, ils ont été confrontés à des défis significatifs d'intégration. Ces groupes, en raison de leurs différences culturelles, linguistiques et religieuses par rapport à la majorité anglo-saxonne protestante, ont souvent été perçus comme des "étrangers" difficiles à assimiler.
Selon la théorie de la sédimentation, ces groupes ont été soumis à des préjugés et à une marginalisation initiale. Cependant, avec l'arrivée de nouvelles vagues d'immigrants, les groupes précédemment marginalisés ont commencé à être perçus comme plus intégrés ou "américanisés". Par exemple, les immigrants irlandais et allemands, qui avaient été auparavant l'objet de discrimination, ont vu leur statut s'améliorer relativement avec l'arrivée des immigrants italiens et slaves. Cette dynamique illustre un modèle où les derniers arrivants sont souvent les plus marginalisés et font face au plus grand degré de discrimination. Au fur et à mesure que ces groupes s'établissent, s'intègrent économiquement et politiquement, et à mesure que de nouveaux groupes arrivent, la perception et le traitement de ces communautés immigrées antérieures évoluent.
Cette théorie simplifie une réalité complexe et que l'intégration et l'assimilation sont des processus multifactoriels influencés par de nombreux facteurs, y compris les politiques gouvernementales, les conditions économiques, et les attitudes sociales plus larges. Néanmoins, la théorie de la sédimentation offre un aperçu utile de la manière dont les dynamiques d'intégration peuvent évoluer au sein d'une société avec des vagues successives d'immigration.
Conséquences de l'Industrialisation sur la Société Américaine
À la fin du XIXe siècle, l'Amérique a connu des changements significatifs dans son paysage économique et social, en partie dus à la fin de la conquête du Far West et à l'industrialisation rapide. La fermeture de la frontière ouest, souvent symbolisée par le recensement de 1890 déclarant la fin de la "frontière" américaine, a marqué un tournant dans les opportunités disponibles pour les immigrants et les citoyens américains.
Pendant des décennies, la migration vers l'Ouest avait été une voie pour de nombreux Américains et immigrants pour devenir propriétaires de terres. Cette expansion vers l'ouest, bien que tragiquement conflictuelle et dévastatrice pour les populations autochtones, était perçue comme une opportunité de prospérité et de succès individuel, symbolisée par l'accès à la propriété foncière. Cependant, avec la fin effective de cette expansion, les opportunités de posséder des terres et de s'établir en tant que fermiers indépendants ont considérablement diminué. En parallèle, les États-Unis ont connu une industrialisation rapide, avec le développement de grandes usines et le besoin croissant de main-d'œuvre dans les zones urbaines. Les immigrants arrivant à cette période se sont donc retrouvés dans une situation différente de celle des générations précédentes. Au lieu de s'orienter vers l'agriculture et la conquête de terres, ils se sont tournés vers les emplois industriels, devenant des employés dans des usines souvent caractérisées par des conditions de travail difficiles, des salaires bas et des heures longues.
Cette transition a eu plusieurs implications. Premièrement, elle a signifié un changement dans le rêve américain, passant de la propriété foncière à l'emploi industriel. Deuxièmement, l'afflux de main-d'œuvre a contribué à maintenir les salaires bas, créant des conditions économiques difficiles pour de nombreux travailleurs, tant immigrants que natifs. Troisièmement, cela a renforcé la division de classe, car la capacité de devenir propriétaire de terres, un symbole de succès et d'indépendance, devenait de moins en moins accessible. La fin de la conquête du Far West et l'industrialisation ont marqué une période de transition majeure dans l'histoire des États-Unis, redéfinissant les opportunités et les défis auxquels les immigrants et les citoyens étaient confrontés. Ces changements ont également contribué à façonner la structure socio-économique du pays, avec des répercussions qui se sont fait sentir bien au-delà de cette période.
À la fin du XIXe siècle et au début du XXe siècle, les États-Unis ont connu une diminution de la fluidité sociale, rendant l'ascension sociale plus difficile pour beaucoup. Cette période a vu l'émergence et la popularisation de certains mythes américains, notamment celui du self-made-man et du cowboy, qui reflétaient l'idéal de réussite individuelle et d'indépendance. Cependant, la réalité historique et sociale de ces mythes était souvent plus complexe et diversifiée que ne le suggèrent les représentations populaires. Le mythe du self-made-man, qui célèbre la capacité d'une personne à s'élever socialement et économiquement par son travail acharné et son ingéniosité, a gagné en popularité pendant cette période. Ce mythe a été renforcé par des histoires d'entrepreneurs et d'industriels qui, partis de rien, auraient bâti des fortunes et des entreprises prospères. Cependant, cette narrative a souvent masqué les barrières structurelles et les inégalités qui rendaient une telle ascension difficile pour la majorité des gens, en particulier pour les immigrants, les minorités ethniques, et les classes ouvrières. En ce qui concerne le mythe du cowboy, l'image populaire du cowboy en tant que figure héroïque, solitaire et intrépide de l'Ouest américain était largement blanche et masculinisée. Néanmoins, la réalité historique montre que les cowboys étaient en fait très diversifiés sur le plan racial et ethnique. Beaucoup d'entre eux étaient des Noirs, des Asiatiques, des Hispaniques et des Amérindiens. Cette diversité reflète la nature multiculturelle de la frontière américaine, bien que cette réalité ait été fréquemment occultée dans les récits et les représentations culturelles dominants. Cette période de l'histoire américaine a vu l'émergence de mythes puissants sur la réussite individuelle et l'aventure, qui étaient à la fois une source d'inspiration et, parfois, un voile sur les réalités sociales et économiques plus complexes. La diminution de la mobilité sociale et les difficultés croissantes d'ascension économique contrastaient avec ces récits idéalisés, révélant les tensions entre l'idéal américain et les expériences vécues par de nombreux citoyens et immigrants aux États-Unis.
Montée de la Xénophobie et Politiques de Restriction Migratoire
La xénophobie et la fermeture des frontières aux États-Unis se sont développées en deux phases distinctes, reflétant les tensions et les changements dans la société américaine à la fin du XIXe siècle et au début du XXe siècle.
La période de de la du XIXe siècle (1890 - 1900) a été marquée par une montée de la xénophobie, en grande partie due à l'arrivée massive d'immigrants de la nouvelle vague, notamment d'Italie, de Russie, et d'autres pays d'Europe de l'Est et du Sud. Ces immigrants, souvent catholiques ou juifs, différaient culturellement et religieusement des populations majoritairement protestantes d'origine anglo-saxonne et germanique. Leur arrivée a suscité des inquiétudes parmi certaines parties de la population américaine, qui craignaient que ces nouveaux arrivants ne puissent pas s'assimiler ou qu'ils ne menacent les emplois et la stabilité économique. Cette période a vu l'émergence de mouvements nativistes et de lois restrictives, comme la Loi d'exclusion des Chinois de 1882, qui visaient à limiter l'immigration de certains groupes. La fin de la Première Guerre mondiale a marqué une deuxième phase de xénophobie et de fermeture des frontières. Cette période a été caractérisée par une intensification des sentiments anti-immigrants, exacerbée par les peurs post-guerre concernant le radicalisme politique (comme le communisme et l'anarchisme) et une récession économique. La "Peur rouge" de 1919-1920, une période de forte peur du communisme aux États-Unis, a souvent été associée aux immigrants, en particulier à ceux d'Europe de l'Est. En réponse à ces craintes, les États-Unis ont adopté des lois d'immigration de plus en plus restrictives, comme les Quota Acts de 1921 et 1924, qui ont mis en place des quotas sévères basés sur les origines nationales et ont considérablement réduit l'immigration en provenance de nombreux pays.
Ces deux périodes reflètent les tensions et les défis que les États-Unis ont rencontrés en intégrant des vagues successives d'immigrants dans une société en rapide évolution. La xénophobie et les politiques restrictives de l'époque ont eu un impact durable sur le paysage de l'immigration aux États-Unis, façonnant à la fois les perceptions et les expériences des immigrants et les politiques migratoires américaines pendant des décennies.
Durant la première période de xénophobie aux États-Unis, à la fin du XIXe siècle, un racisme spécifique ciblant les Asiatiques et les Afro-Américains s'est manifesté de manière notable. Ce racisme était en partie alimenté par la peur que les Blancs ne deviennent minoritaires face à une augmentation perçue de la population asiatique et noire. Ce sentiment était renforcé par des changements démographiques, notamment la baisse de la natalité à partir de 1875, qui était plus prononcée parmi les Blancs aisés que parmi les communautés noires et asiatiques, souvent économiquement défavorisées. Cette peur d'être submergé par des populations non-blanches a conduit à des politiques discriminatoires et à des lois raciales. Par exemple, la Loi d'exclusion des Chinois de 1882 a été l'une des premières et des plus significatives de ces lois, interdisant l'immigration de travailleurs chinois. Elle a établi un précédent pour d'autres législations discriminatoires contre les Asiatiques.
La victoire du Japon sur la Russie en 1905 lors de la guerre russo-japonaise a exacerbé ces craintes aux États-Unis, alimentant des inquiétudes sur la "montée" de l'Asie et une possible menace pour la suprématie occidentale. Cette perception a conduit à une méfiance accrue envers les immigrants japonais et à l'établissement de quotas et de restrictions d'immigration visant spécifiquement les Asiatiques. Ces politiques reflétaient et renforçaient des attitudes racistes et xénophobes déjà présentes dans la société américaine. Le racisme de cette époque n'était pas uniquement dirigé contre les Asiatiques, mais affectait également les Afro-Américains, qui continuaient de faire face à la ségrégation et à la discrimination systémique dans de nombreuses parties du pays. Malgré l'abolition de l'esclavage après la guerre civile, les lois Jim Crow dans le Sud et d'autres formes de discrimination institutionnalisée ont maintenu les Afro-Américains dans une position inférieure sur les plans social, économique et politique.
Après la Première Guerre mondiale, les États-Unis ont connu une deuxième vague de xénophobie et de fermeture des frontières, influencée par des facteurs économiques, sociaux et politiques complexes. Pendant la guerre, l'immigration aux États-Unis avait considérablement diminué, tandis que l'économie américaine était fortement mobilisée pour la production d'armes et de matériel militaire. Avec la fin de la guerre en 1918, l'immigration a repris, alimentée par un grand nombre de réfugiés européens cherchant à fuir les ravages et les bouleversements causés par la guerre. Dans un premier temps, cette vague d'immigration ne posait pas de problème majeur, étant donné que les industries de guerre étaient encore actives. Cependant, avec le retour à une économie de paix en 1920, la situation a rapidement changé. Les commandes militaires ont cessé, entraînant des licenciements massifs et une récession économique. Les syndicats américains, déjà préoccupés par les troubles et les grèves, ont commencé à attribuer la responsabilité du chômage et de la baisse des salaires à l'afflux de nouveaux immigrants. Ces inquiétudes étaient exacerbées par la peur du communisme, en particulier concernant les immigrants en provenance d'Europe de l'Est, où le communisme gagnait en influence.
Dans ce contexte de crainte du communisme, de tensions économiques et de chômage, les attitudes envers les immigrants se sont durcies. Les années 1920 ont vu l'adoption de lois restrictives en matière d'immigration, comme les Quota Acts de 1921 et 1924, qui limitaient sévèrement l'immigration en provenance de nombreux pays, en particulier ceux d'Europe de l'Est et d'Asie. En parallèle, les États-Unis se sont retirés de la scène internationale, malgré leur rôle clé dans la création de la Société des Nations après la Première Guerre mondiale. Ce retrait et le renforcement des quotas d'immigration reflétaient un désir croissant d'isolationnisme et une méfiance envers les influences étrangères. Cette période après la Première Guerre mondiale représente donc un moment crucial dans l'histoire des États-Unis, marqué par des tensions économiques, une montée de l'anticommunisme, et un durcissement des attitudes envers les immigrants. Ces éléments ont contribué à façonner la politique d'immigration américaine et l'identité nationale pour les décennies à venir.