Orígenes y causas de la revolución industrial inglesa

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Basado en un curso de Michel Oris[1][2]

Estructuras agrarias y sociedad rural: análisis del campesinado europeo preindustrialEl régimen demográfico del Antiguo Régimen: la homeostasisEvolución de las estructuras socioeconómicas en el siglo XVIII: del Antiguo Régimen a la ModernidadOrígenes y causas de la revolución industrial inglesaMecanismos estructurales de la revolución industrialLa difusión de la revolución industrial en la Europa continentalLa revolución industrial más allá de Europa: Estados Unidos y JapónLos costes sociales de la Revolución IndustrialAnálisis histórico de las fases cíclicas de la primera globalizaciónDinámica de los mercados nacionales y globalización del comercio de productosLa formación de sistemas migratorios globalesDinámica e impactos de la globalización de los mercados monetarios : El papel central de Gran Bretaña y FranciaLa transformación de las estructuras y relaciones sociales durante la Revolución IndustrialLos orígenes del Tercer Mundo y el impacto de la colonizaciónFracasos y obstáculos en el Tercer MundoCambios en los métodos de trabajo: evolución de las relaciones de producción desde finales del siglo XIX hasta mediados del XXLa edad de oro de la economía occidental: los treinta gloriosos años (1945-1973)La evolución de la economía mundial: 1973-2007Los desafíos del Estado del bienestarEn torno a la colonización: temores y esperanzas de desarrolloTiempo de rupturas: retos y oportunidades en la economía internacionalGlobalización y modos de desarrollo en el "tercer mundo"

La Revolución Industrial marcó un punto de inflexión decisivo en la historia de la humanidad. En menos de un siglo, esta convulsión alteró profundamente las estructuras económicas y sociales, iniciando una era de cambios cuya escala y velocidad no tienen parangón en los anales del pasado.

Esta transformación comenzó en suelo inglés, claramente antes de extenderse a toda Gran Bretaña o Reino Unido. En los albores del siglo XVIII, Inglaterra, con sus 6 millones de habitantes, representaba dos tercios de la población británica. Cabe destacar que la Revolución Industrial arraigó y floreció principalmente en Inglaterra durante casi cincuenta años, antes de que sus innovaciones y reformas traspasaran las fronteras y se extendieran por las naciones de formas y a ritmos específicos de cada contexto nacional.

En el umbral de este periodo de metamorfosis, hacia 1780-1790, Inglaterra se encontraba en un nivel técnico sin precedentes. A pesar de representar sólo alrededor del 1% de la población mundial, su contribución a la producción de hierro ascendía a una décima parte de la producción mundial, lo que reflejaba su liderazgo industrial. La industria de la hilatura, particularmente intensiva en mano de obra, fue una de las primeras en experimentar una mecanización acelerada, allanando el camino para una evolución industrial que remodelaría la faz del trabajo y de la sociedad.

¿Qué es la Revolución Industrial?[modifier | modifier le wikicode]

El término "Revolución Industrial" encarna la transición tecnológica y económica que transformó los cimientos de las sociedades durante el siglo XVIII. Marca el comienzo de una era en la que el ingenio humano, unido a unos avances industriales sin precedentes, empezó a remodelar el mundo natural con un vigor y una escala nunca vistos. Este periodo de revolución, en el sentido más amplio del término, supuso una profunda modificación de las estructuras sociales al alterar los valores y costumbres preexistentes. Se caracterizó por la introducción de nuevas técnicas de producción masiva, la aparición de la fábrica como principal lugar de trabajo y la adopción de la máquina de vapor y otras innovaciones que trastornaron los métodos tradicionales de fabricación y comercio. La Revolución Industrial no es sólo un periodo de cambio tecnológico; también simboliza una época en la que se redefinieron las relaciones sociales, económicas y culturales, sentando las bases de la economía capitalista moderna y ejerciendo una influencia duradera en la historia de la humanidad.

La Revolución Industrial fue un poderoso motor de crecimiento demográfico y desarrollo económico, contribuyendo a una expansión sin precedentes de la población y la prosperidad. Este periodo de intensa transformación alcanzó su punto álgido en el siglo XIX con la expansión de la Revolución Industrial por Europa, extendiendo sus innovaciones tecnológicas y modelos de producción por todo el continente. La sociología adoptó así el término "Revolución Industrial" para designar esta época de grandes trastornos, no sólo en el sector industrial, sino también en la propia estructura de la sociedad. Las implicaciones de este fenómeno van mucho más allá de los avances técnicos: implican una revisión radical de las relaciones sociales, una nueva jerarquía de clases, una redefinición del trabajo y un cambio de mentalidad, con la aparición de valores como la eficacia, el progreso y la innovación. Esta revolución ha tenido repercusiones en todas las esferas de la vida cotidiana, alterando profundamente las interacciones humanas y las perspectivas de futuro. La industrialización no sólo configuró el paisaje económico, sino que también reorganizó la geografía humana, con un desplazamiento masivo de la población del campo a las ciudades, dando lugar a la urbanización moderna.

Intentar precisar el inicio de la Revolución Industrial es un ejercicio complejo, dada la naturaleza gradual y a veces desigual del proceso, así como la falta de datos estadísticos fiables y sistemáticos para el periodo. Los historiadores suelen situar el inicio de la Revolución Industrial en torno a 1750, cuando empezaron a observarse en Inglaterra cambios notables en la producción y los métodos de trabajo. Paul Bairoch ha subrayado la importancia de la Revolución Agrícola como precursora esencial de la Revolución Industrial. Al haber dado lugar a una mejora de los rendimientos agrícolas y al crecimiento demográfico, creó las condiciones necesarias para el desarrollo de la industria. Sin embargo, esta perspectiva es objeto de continuo debate entre los estudiosos, ya que algunos sugieren que otros factores, como la acumulación de capital, la innovación tecnológica o las instituciones políticas y económicas, desempeñaron papeles igualmente cruciales. El término "revolución industrial" propiamente dicho no se acuñó hasta el siglo XIX, en concreto a partir de 1884, mucho después de que hubieran tenido lugar los acontecimientos que describe. La palabra "revolución" se utilizó por primera vez en un contexto moderno con la Revolución Francesa en 1789, y aunque sugiere una transformación rápida y radical, la Revolución Industrial tuvo lugar en realidad a lo largo de varias décadas, o incluso un siglo o más. Este concepto de cambio brusco fue popularizado especialmente en los años sesenta por el historiador económico Walt Whitman Rostow con su modelo de "despegue", que comparaba el crecimiento económico con el ascenso de un avión. Según Rostow, la Revolución Industrial representaba el momento en que una sociedad pasaba del estancamiento económico al crecimiento autosostenido. La Revolución Industrial no es un acontecimiento repentino, sino una evolución caracterizada por el cambio gradual y el ajuste continuo, que transforma fundamentalmente las estructuras económicas y sociales durante un largo periodo.

Los pilares de la revolución: textil, siderurgia, carbón y energía mecánica[modifier | modifier le wikicode]

The Spinning-jenny de James Hargreaves, 1765, museo de Wuppertal, Alemania.

La revolución textil es emblemática de la transformación industrial que tuvo lugar en Inglaterra en el siglo XVIII e ilustra perfectamente el cambio tecnológico y sus repercusiones económicas. La "lanzadera volante", inventada en 1733 por John Kay, supuso una mejora significativa en la industria del tejido. Duplicó la velocidad de la tejeduría al permitir que la lanzadera recorriera el telar a gran velocidad sin intervención manual directa. Esta innovación provocó un aumento de la demanda de hilo, ya que ahora los telares podían producir tejido mucho más rápido que antes. En respuesta a este aumento de la demanda de hilo, en 1764 James Hargreaves inventó la Spinning Jenny, una máquina de hilar revolucionaria capaz de hilar varios hilos al mismo tiempo, superando con creces la producción de las máquinas de hilar tradicionales. Sin embargo, este invento creó un desequilibrio entre la producción de hilo y la capacidad de tejido, ya que la producción de hilo superaba lo que los tejedores podían convertir en tejido. En respuesta a este excedente de hilo y a la necesidad de aumentar la productividad del tejido, se desarrolló el telar mecánico. En 1785, Edmund Cartwright patentó el primer telar mecánico que, aunque inicialmente imperfecto, sentó las bases para futuras mejoras. A continuación, en la década de 1780, se adoptó la energía de vapor para los telares, lo que permitió aprovechar aún más eficazmente el hilo producido por la "Spinning Jenny" y condujo a la mecanización del tejido a gran escala. Estas innovaciones no sólo aumentaron la productividad, sino que también transformaron la estructura de la industria textil, favoreciendo la transición de la industria artesanal a la producción industrial. También tuvieron importantes consecuencias sociales, como la concentración de los trabajadores en las fábricas y la reducción de la mano de obra necesaria, presagiando los profundos cambios sociales y económicos que trajo consigo la Revolución Industrial.

La combinación de acero y carbón fue uno de los pilares de la Revolución Industrial, junto con el sector textil, forjando literalmente las herramientas y materiales necesarios para construir la era industrial. La innovación de Abraham Darby en 1709 fue un punto de inflexión decisivo. Al utilizar coque, derivado de la hulla (carbón mineral), en lugar de carbón vegetal para fundir el mineral de hierro, Darby no sólo respondió a la crisis energética provocada por la deforestación, sino que sentó las bases de una producción de hierro y acero mucho mayor. El carbón vegetal estaba limitado no sólo por la cantidad de madera disponible, sino también por su eficiencia energética. El proceso Darby permitió producir hierro en mayores cantidades y a menor coste, ya que el coque podía alcanzar las temperaturas más altas y constantes necesarias para la producción de hierro. Además, los yacimientos de carbón eran abundantes en Inglaterra, lo que garantizaba un suministro estable y económico. Este avance tuvo una enorme repercusión, ya que el hierro era esencial para muchas industrias de la época, como la construcción de maquinaria, barcos, edificios y, más tarde, ferrocarriles. Además, como el coque se convirtió en el combustible preferido para la producción de hierro, esto estimuló la minería del carbón, reforzando la sinergia entre las industrias del hierro y del carbón. Esta dinámica creó un círculo virtuoso de innovación y producción que impulsó la expansión industrial de Gran Bretaña y contribuyó a establecer su dominio económico mundial a lo largo del siglo XIX.

El uso de la energía mecánica a través de la máquina de vapor es otro aspecto fundamental de la Revolución Industrial. La adaptación de esta tecnología a diversos sectores industriales supuso un salto cualitativo en la producción y la eficiencia. La máquina de vapor, en su forma primitiva, se desarrolló a principios del siglo XVIII, con inventores como Thomas Newcomen que, en 1712, creó una máquina de vapor diseñada para bombear agua de las minas de carbón. Aunque esta máquina supuso un avance significativo, su funcionamiento seguía siendo ineficaz y caro. El verdadero avance llegó con James Watt, que en las décadas de 1760 y 1770 introdujo mejoras decisivas en la máquina de vapor de Newcomen. En particular, inventó un condensador independiente que reducía considerablemente el consumo de carbón y aumentaba la eficacia. Watt continuó desarrollando un motor que convertía el movimiento alternativo en rotación, haciéndolo aplicable a muchos procesos industriales, mucho más allá del simple bombeo de agua. A partir de 1780, con las continuas mejoras de Watt y otros, la máquina de vapor se convirtió en el motor de la industria. Permitió sincronizar el trabajo de las máquinas, lo que se tradujo en una producción más previsible y regular. Los trabajadores podían ahora ajustar la máquina para optimizar su tiempo de trabajo, y las máquinas podían funcionar día y noche, independientemente de las condiciones meteorológicas o de la fuerza muscular humana o animal. El impacto de la máquina de vapor en la sociedad industrial fue colosal, ya que no sólo mejoró la eficacia y redujo los costes, sino que transformó radicalmente la forma de hacer y organizar el trabajo. Con el desarrollo de los ferrocarriles de vapor y los barcos de vapor, la máquina de vapor también revolucionó el transporte, acelerando el comercio y la comunicación a una escala antes inimaginable.

El papel de la innovación[modifier | modifier le wikicode]

El concepto de innovación[modifier | modifier le wikicode]

Una invención es la creación de un producto o la introducción de un proceso por primera vez. La innovación, sin embargo, se produce cuando la invención se adopta y utiliza para mejorar procesos existentes o para crear productos o procesos totalmente nuevos y, por tanto, tiene un impacto económico o social.

La "pila de Bagdad", un objeto descubierto que se asemeja a una pila electroquímica y que probablemente data de hace más de 2000 años, es un ejemplo. Si realmente fuera una pila, este descubrimiento se consideraría un invento extraordinario. Sin embargo, como no tenemos pruebas de que este objeto se utilizara para aplicaciones prácticas en la sociedad que lo produjo, no se considera una innovación en el sentido moderno del término.

En el contexto de la Revolución Industrial, la innovación es un concepto clave. Muchos inventos, como la máquina de vapor mejorada de James Watt o la "Spinning Jenny" de James Hargreaves, respondían a necesidades específicas (como la necesidad de bombear agua de las minas con mayor eficacia o de producir textiles más rápidamente) y se adoptaron a gran escala. Estos inventos se convirtieron en innovaciones porque se utilizaron ampliamente, se integraron en los procesos de producción y tuvieron un impacto significativo en la economía y la sociedad en su conjunto.

Relación entre invención e industrialización[modifier | modifier le wikicode]

Antes de la Revolución Industrial, el aumento de la demanda de productos manufacturados provocó una escasez de mano de obra en las industrias incipientes. Esto tuvo como consecuencia el aumento del coste de la mano de obra, ya que los trabajadores, más demandados, tenían mayor poder de negociación sobre sus salarios. La consecuencia directa fue el aumento de los costes de producción y, en consecuencia, de los precios para los consumidores. Ante esta situación, los empresarios e industriales tenían un gran interés económico en encontrar la manera de producir de forma más eficiente. Esto estimuló la innovación y la búsqueda de nuevas tecnologías que pudieran reducir la dependencia de la mano de obra, reducir los costes y aumentar la producción para satisfacer la creciente demanda. Inventos como el telar mecánico y la máquina de vapor se convirtieron en grandes innovaciones en la medida en que se adoptaron a gran escala, permitiendo la producción en masa a menor coste. La mecanización de los procesos de producción también permitió producir bienes en mayores cantidades y a precios más bajos, haciéndolos accesibles a un segmento más amplio de la población, lo que alimentó un círculo virtuoso de crecimiento económico. En este periodo se produjo un cambio de paradigma en el que el trabajo humano dejó de ser el principal motor de la producción. En su lugar, la eficiencia se logró mediante el uso de máquinas, lo que condujo a un cambio significativo en las estructuras sociales y económicas de la época.

La ecuación del precio de venta, PV (precio de venta) = Sa (salario) + MP (materias primas) + E (expectativa de ganancia), adquiere un significado especial cuando se aplica a la Revolución Industrial inglesa. Durante este periodo, cada uno de los componentes de esta ecuación sufrió profundas transformaciones como consecuencia de los avances tecnológicos y los cambios sociales. En lo que respecta a los salarios (Sa), la Revolución Industrial tuvo un impacto ambiguo. La mayor demanda de mano de obra en las fábricas puede haber dado lugar a salarios más elevados para algunos, mientras que la mecanización ha reducido la necesidad de conocimientos artesanales especializados, presionando a la baja los salarios de estos oficios. Sin embargo, se han hecho necesarias nuevas competencias para gestionar y mantener la maquinaria, lo que ha creado un mercado laboral cambiante. El coste de las materias primas (RM), por su parte, se ha reducido gracias a métodos de producción y transporte más eficaces. El desarrollo del ferrocarril y la mecanización de la minería redujeron el precio del hierro y el carbón, componentes clave de la industria emergente. Los ingresos previstos (E) reflejan los beneficios esperados de las ventas. Con el aumento de la producción en masa, las empresas podían esperar altos márgenes de beneficio a pesar de la reducción de los precios unitarios, lo que permitía una distribución más amplia de los productos industriales. Más allá de estos factores, la Revolución Industrial introdujo la importancia de la inversión de capital en tecnologías innovadoras y las economías de escala logradas mediante la producción en volumen. Estos factores alteraron fundamentalmente la forma de calcular y gestionar los costes de producción. Así, en el clima efervescente de la industrialización, la fórmula se hizo más compleja. Los salarios se vieron influidos por la emigración de los trabajadores rurales a las ciudades industriales, los costes de las materias primas se redujeron gracias a los nuevos métodos de extracción y transformación, y las expectativas de ingresos se modularon por el aumento de la competencia y la creciente demanda derivada de la bajada de los precios de venta. Además, el aumento de los costes de capital debido a la inversión en maquinaria costosa se vio compensado por una mayor rentabilidad debida al aumento de la productividad. En definitiva, las economías de escala redujeron los costes por unidad, impulsaron la competitividad y aumentaron los beneficios, redefiniendo la economía y la sociedad de la época.

En el contexto de la Revolución Industrial inglesa, si el coste de los salarios (Sa) y de las materias primas (MP) es elevado, las empresas deben o bien aumentar su precio de venta (PV) para mantener sus expectativas de beneficios (E), o bien reducir su margen de beneficios (E) para mantener sus precios competitivos. Dado que unos precios de venta elevados pueden reducir la demanda de productos, las empresas tienen un fuerte incentivo para innovar con el fin de reducir costes. En el contexto de la Revolución Industrial inglesa, la gestión de costes era crucial para las empresas que querían prosperar. Los elevados salarios y el coste de las materias primas planteaban un dilema: aumentar el precio de venta para preservar los márgenes de beneficio, o reducir dichos márgenes para ofrecer precios competitivos. Unos precios más altos podrían haber provocado una menor demanda, mientras que unos márgenes de beneficio más bajos podrían haber comprometido la viabilidad del negocio. Ante esta ecuación económica, la innovación se convirtió en la clave para salir del atolladero. Los avances tecnológicos aportaron soluciones para optimizar la producción. Por ejemplo, la introducción de nueva maquinaria en la industria textil aumentó considerablemente la eficiencia de la producción, reduciendo la dependencia de la costosa mano de obra y fomentando la producción en masa, lo que redujo el coste unitario de cada producto. La automatización también ha desempeñado un papel importante en la reducción de la necesidad de mano de obra cualificada, contribuyendo a mantener bajos los costes salariales. Al mismo tiempo, las mejoras en la gestión y el tratamiento de las materias primas, como la sustitución del carbón vegetal por el coque en la producción de hierro, no sólo han reducido los costes sino que también han aumentado la producción. Estas innovaciones han permitido a las empresas mantener o bajar sus precios de venta manteniendo un margen de beneficios aceptable. En un mercado cada vez más competitivo, con consumidores que buscan productos de bajo coste, la innovación no era sólo una cuestión de maximizar los beneficios, sino también una necesidad para la supervivencia económica.

Acelerar el ritmo del progreso tecnológico[modifier | modifier le wikicode]

La evolución de la tecnología durante la Revolución Industrial ilustra perfectamente la interacción dinámica entre la innovación y la necesidad de superar obstáculos prácticos. Cada nuevo invento podía introducir cambios significativos en los procesos de producción, pero a menudo estos mismos cambios creaban retos inesperados que a su vez requerían soluciones innovadoras. Esta cascada de innovaciones sucesivas se tradujo en un aumento progresivo de la eficacia y la productividad.

Por ejemplo, las mejoras en los telares aumentaron la demanda de hilo, lo que llevó a la invención de la "spinning Jenny", una máquina capaz de hilar grandes cantidades de lana rápidamente. Esta innovación a su vez creó un exceso de hilo que superaba la capacidad de tejido, lo que llevó al desarrollo de telares mecánicos más eficientes. Cada paso de este proceso no sólo resolvió el problema inmediato, sino que allanó el camino para aumentar la capacidad de producción y reducir los costes.

La difusión lateral de las innovaciones es otro fenómeno característico de este periodo. Las innovaciones no quedaron confinadas a su campo de origen, sino que atravesaron sectores industriales, catalizando avances en otras áreas. El desarrollo de la máquina de vapor es un ejemplo notable. Inicialmente diseñada para bombear agua de las minas, la máquina de vapor se adaptó para producir movimiento rotatorio, allanando el camino para el diseño y la producción de locomotoras. Esta adaptabilidad intersectorial de las innovaciones permitió una transformación generalizada de la industria y el transporte, cambiando no sólo la forma de fabricar y distribuir los productos, sino también la propia estructura de la economía y la sociedad.

Estas innovaciones acumulativas y su fertilización cruzada fueron esenciales para la modernización de la industria y la creación de nuevas estructuras económicas que caracterizaron la Revolución Industrial. No sólo hicieron más eficaces los procesos, sino que sentaron las bases de una sociedad industrial y tecnológica que seguiría evolucionando mucho después del final del periodo industrial clásico.

El sistema de fábrica[modifier | modifier le wikicode]

El sistema de fábricas es uno de los cambios fundamentales que trajo consigo la Revolución Industrial. Este sistema marcó un giro decisivo en los métodos de producción al concentrar la mano de obra, las materias primas y las máquinas en grandes establecimientos únicos: las fábricas. En estas fábricas, a diferencia de la artesanía y la producción a domicilio (el "sistema de putting-out"), el trabajo estaba altamente especializado y a cada trabajador se le asignaba una tarea específica en el proceso de producción. Esta organización del trabajo, conocida como la división del trabajo, condujo a un aumento exponencial de la productividad. Los trabajadores ya no necesitaban ser artesanos expertos capaces de fabricar un producto desde cero; en su lugar, podían ser formados rápidamente para realizar una operación específica.

El sistema de fábricas también cambió la faz económica de la sociedad. Por primera vez, la producción se liberó de las limitaciones de la fuerza muscular humana o animal. La máquina de vapor, junto con otras formas de tecnología, proporcionó una fuente fiable de energía que permitió la producción ininterrumpida y a gran escala. Además, con la centralización de la producción, los propietarios de las fábricas podían ejercer un control más rígido sobre el proceso de producción y los trabajadores. Esta centralización condujo a una gestión más sistemática y a la normalización de los productos y las prácticas laborales. Sin embargo, el sistema de fábricas no estaba exento de problemas. Se le asociaba con unas condiciones de trabajo difíciles, jornadas largas y agotadoras y una estricta disciplina laboral. También fue criticado por deshumanizar al trabajador y por tener consecuencias sociales nocivas, como el deterioro de la salud de los trabajadores y la explotación infantil.

Estructura y funcionamiento de la planta[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial supuso una transformación radical en la forma de producir bienes y en el entorno vital de los trabajadores. En el pasado, la gente vivía y trabajaba principalmente en zonas rurales, produciendo bienes en casa o en pequeños talleres. Este modelo descentralizado de producción, conocido como sistema doméstico o sistema de producción, se vio revolucionado por la introducción y mejora de la máquina de vapor. Las primeras máquinas de vapor se utilizaban para drenar el agua de las minas, pero pronto se adaptaron para suministrar energía a otras máquinas en las fábricas. Esta innovación permitió centralizar la producción en grandes fábricas, donde las máquinas podían funcionar eficazmente utilizando una fuente de energía común. La instalación y el mantenimiento de las costosas máquinas de vapor obligaban a concentrar la producción en un solo lugar.

Esto provocó una importante transformación en la forma de organizar el trabajo. Los trabajadores abandonaron sus hogares y pequeños talleres para trabajar en fábricas, donde podían ser supervisados más fácilmente y donde el trabajo se organizaba de forma mucho más estructurada. Esta centralización del trabajo en las fábricas condujo a una rápida urbanización, y los trabajadores se trasladaron a las ciudades que crecieron alrededor de estos centros de producción, que a menudo estaban situados cerca de fuentes de energía o de las redes de transporte emergentes. El impacto sobre los trabajadores fue profundo. Tuvieron que adaptarse a una vida que ya no se regía por los ciclos naturales, sino por los estrictos horarios impuestos por el funcionamiento de las fábricas. La productividad aumentó espectacularmente con el uso de máquinas propulsadas por vapor, lo que redujo el tiempo necesario para producir bienes.

Estos cambios no estuvieron exentos de dificultades. Los trabajadores se enfrentaron a condiciones difíciles, la salud pública en las zonas urbanas superpobladas se deterioró y las ciudades eran a menudo insalubres. Sin embargo, esta concentración de la producción y la mano de obra permitió economías de escala e innovaciones que transformaron la economía mundial, sentando las bases del crecimiento económico y la prosperidad contemporáneos.

Introducción de la disciplina industrial[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial supuso un cambio importante en la organización del trabajo. En el sistema anterior, los trabajadores disponían de un gran margen de maniobra sobre su horario laboral, con una estructura menos restrictiva que les permitía adaptar su trabajo a su vida personal y a las estaciones del año. Sin embargo, esta flexibilidad dejó de ser posible con la introducción de las fábricas.

Con el nacimiento de estas grandes instalaciones industriales, los trabajadores tuvieron que adaptarse a un entorno laboral mucho más rígido. La disciplina se convirtió en un aspecto central de la producción por varias razones fundamentales. En primer lugar, las máquinas de vapor y otras herramientas costosas debían utilizarse continuamente para ser rentables, lo que implicaba la necesidad de una mano de obra constantemente presente y operativa. En segundo lugar, el proceso de trabajo en la fábrica exigía una coordinación meticulosa de las tareas, ya que cada trabajador era un eslabón de una cadena de producción en masa. La ausencia o el retraso de un solo trabajador podía desequilibrar todo el sistema. En tercer lugar, la producción en masa dependía de la uniformidad y la previsibilidad, lo que exigía que los trabajadores siguieran procedimientos estandarizados para garantizar la homogeneidad de los productos finales.

Para garantizar esta disciplina, las fábricas introdujeron horarios de trabajo estrictos y normas precisas para los descansos, con sistemas de vigilancia para controlar las horas de asistencia de los empleados. Las llegadas tarde y las ausencias se castigaban a menudo con multas, y todo el entorno laboral estaba diseñado para maximizar la eficiencia y la producción.

Esta transición a una disciplina laboral estricta fue una prueba para muchos trabajadores acostumbrados a una mayor libertad. Los roces entre empleados y jefes eran habituales, y la adaptación a la vida industrial vino acompañada de tensiones y luchas por los derechos de los trabajadores. La adaptación a los nuevos ritmos impuestos por la industrialización y a las exigencias de las fábricas llevó tiempo y transformó profundamente la sociedad.

Orígenes de la Revolución Industrial en Inglaterra[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra a finales del siglo XVIII, supuso un importante punto de inflexión en la historia de la humanidad. En este periodo surgieron nuevas tecnologías que revolucionaron los métodos de producción tradicionales, sobre todo en sectores como el textil, la metalurgia y, más tarde, la química y el transporte. Las innovaciones tecnológicas fueron el motor de este cambio. El desarrollo de la máquina de vapor por James Watt, la creación de la hilandera por James Hargreaves y la introducción del proceso de pudelado para la producción de hierro más puro por Henry Cort son sólo algunos ejemplos de los avances tecnológicos que impulsaron esta transformación. Estos inventos permitieron una producción más rápida y a mayor escala, reduciendo el coste de los bienes y cambiando los métodos de trabajo. En términos económicos, la Revolución Industrial condujo a la creación de nuevos tipos de empresas e industrias, y a la concentración de la producción en fábricas cada vez más grandes, lo que se conoce como el "sistema de fábricas". Esta concentración de la producción dio lugar a economías de escala y a un aumento espectacular de la eficacia productiva. Socialmente, provocó un desplazamiento masivo de la población. Los campesinos y artesanos, cuyos oficios habían quedado obsoletos por las nuevas máquinas, emigraron a las ciudades para trabajar en las fábricas, lo que dio lugar a una urbanización rápida y a menudo no planificada. También dio lugar a una nueva clase social: la clase obrera, que vivía en condiciones a menudo precarias y trabajaba muchas horas. La Revolución Industrial también tuvo un gran impacto en el medio ambiente, con un aumento de la contaminación y una mayor explotación de los recursos naturales. Sentó las bases del crecimiento económico moderno, pero también planteó cuestiones sobre el desarrollo sostenible y la equidad social que siguen siendo de actualidad. La Revolución Industrial no fue simplemente un periodo de cambios técnicos, sino una profunda transformación de la sociedad en su conjunto que redefinió las estructuras económicas, sociales e incluso políticas a una escala nunca vista.

La Revolución Industrial encontró un caldo de cultivo especialmente favorable en Inglaterra, gracias a una combinación de factores que actuaron armoniosamente para catalizar este cambio radical. Disponía de abundantes reservas de carbón y hierro, esenciales para impulsar la nueva maquinaria y la producción industrial. Al mismo tiempo, una población en rápida expansión proporcionaba abundante mano de obra para las fábricas y un mercado creciente para los productos manufacturados. Los avances tecnológicos también estaban en auge, con una serie de inventos que transformaron industrias como la textil y la producción de energía. Este espíritu de innovación se vio respaldado por un acceso relativamente fácil al capital y un vibrante espíritu empresarial, lo que permitió que las innovaciones se convirtieran rápidamente en empresas de éxito. Además, la estabilidad política y un sistema jurídico bien establecido proporcionaban un entorno seguro para la inversión y la protección de la innovación mediante sistemas de patentes. El alcance del Imperio Británico, por su parte, abrió mercados lejanos para los productos manufacturados al tiempo que garantizaba un flujo constante de materias primas. Además, una cultura favorable al progreso científico y a la aplicación práctica de los conocimientos fomentaba aún más la innovación técnica. Una estructura social que permitía cierta movilidad dio lugar a una nueva clase de trabajadores cualificados y directivos, esenciales para el funcionamiento de las empresas industriales. Por último, la inversión en infraestructuras, como redes de canales y ferrocarriles, mejoró enormemente la logística, haciendo más eficiente el transporte de materias primas y productos acabados. Todos estos elementos convergieron para establecer a Inglaterra como la cuna de esta revolución, que posteriormente se extendió mucho más allá de sus fronteras.

La revolución del consumo en el siglo XVIII: 1700 - 1760[modifier | modifier le wikicode]

La aparición de un nuevo deseo de consumir[modifier | modifier le wikicode]

La aparición de un creciente deseo de consumir bienes es un fenómeno que acompañó y estimuló la Revolución Industrial. En el siglo XVIII, a medida que crecía la población y mejoraban gradualmente los ingresos, empezó a aumentar la demanda de productos manufacturados.

Antes de que la mecanización transformara la producción, este aumento de la demanda se satisfacía con métodos de trabajo tradicionales, como el "putting-out system", en el que los artesanos trabajaban en sus casas o en pequeños talleres, produciendo bienes que aún no habían sido racionalizados por las máquinas. Este crecimiento económico sin aumento de la productividad significaba que se necesitaba más gente para producir la misma cantidad de bienes, ya que la producción por trabajador se mantenía relativamente estable sin la ayuda de la mecanización. Esto creó una presión sobre los recursos disponibles, en particular la mano de obra y las materias primas. El desequilibrio entre la creciente demanda y el estancamiento de la capacidad de producción animó a inversores y empresarios a buscar formas de aumentar la productividad. Esto llevó a la adopción de nuevas tecnologías, como las máquinas de hilar y tejer, que podían producir con mucha más eficacia que los métodos manuales. En consecuencia, las primeras innovaciones de la Revolución Industrial se orientaron principalmente a satisfacer este creciente deseo de consumo. La mecanización y la centralización de la producción en fábricas permitieron producir bienes en mayor cantidad y a menor coste, satisfaciendo así la demanda del mercado al tiempo que aumentaba la productividad y se estimulaba el crecimiento económico.

El crecimiento del consumo en la Gran Bretaña del siglo XVIII puede considerarse el resultado de la expansión del comercio marítimo. El poderío naval británico proporcionó un acceso regular y seguro a una amplia gama de productos exóticos. Estos bienes, antes reservados a una élite, empezaron a circular más ampliamente y a estimular la curiosidad y el deseo entre la población en general. Además, el consumo empezó a democratizarse, trascendiendo las clases altas para llegar a un público más amplio. La gente podía permitirse comprar objetos que simbolizaban el estatus y la pertenencia a una determinada clase social. Documentos como los inventarios posteriores a la muerte revelan que la gente poseía más objetos personales que nunca, incluyendo moda y ropa reciente, lo que refleja un aumento general del consumo y del interés por los bienes materiales. Al mismo tiempo, la revolución industrial trajo consigo avances tecnológicos que revolucionaron la producción de bienes. Productos como la ropa se abarataron y se hicieron más accesibles, lo que fomentó una sustitución más frecuente y un mayor consumo. Estas innovaciones no sólo hicieron más accesible el consumo, sino que también fomentaron la innovación continua para satisfacer la creciente demanda. La época también se caracterizó por un cambio en los valores sociales y las aspiraciones individuales. El éxito personal y la capacidad de consumo se convirtieron en marcadores de la posición social, impulsando a una gran variedad de individuos a tratar de mejorar su calidad de vida mediante la compra de bienes. De este modo, la Revolución Industrial y la cultura del consumo se reforzaron mutuamente, creando un círculo virtuoso de demanda e innovación que contribuyó al crecimiento económico sostenido de Gran Bretaña durante este periodo.

El nacimiento de una economía impulsada por el consumo[modifier | modifier le wikicode]

Otra faceta interesante de la Revolución Industrial es la evolución de las prácticas comerciales y el nacimiento del consumo de masas en la Inglaterra del siglo XVIII. El comercio tradicional, basado en la venta ambulante, en la que los vendedores llevaban sus mercancías de pueblo en pueblo, empezó a cambiar. La aparición de la tienda fija y del espacio comercial sedentario marcó un importante punto de inflexión en la forma de vender y consumir. Las tiendas con grandes escaparates, que eran una novedad en la época, ofrecían un atractivo espectáculo que cautivaba la mirada de los transeúntes. Estos escaparates estaban meticulosamente organizados para presentar las mercancías de forma atractiva y estética, jugando con los deseos y aspiraciones de los clientes potenciales. Se alejaban así del enfoque directo y funcional de la venta ambulante, introduciendo un elemento de espectáculo y deseo en el acto de compra. La publicidad, en sus diversas formas emergentes, desempeñó un papel crucial en esta nueva cultura de consumo. Empezó a influir en las decisiones de los consumidores haciéndoles creer que necesitaban productos que antes no habían considerado. Los anuncios impresos, las vallas publicitarias e incluso las demostraciones de productos se utilizaban para fomentar las compras. Al mismo tiempo, la aparición de nuevas actividades de ocio y la estructuración del tiempo en torno a momentos de relajación también contribuyeron a cambiar el comportamiento de los consumidores. Los paseos dominicales después de misa, por ejemplo, brindaban la oportunidad de socializar y pasear, convirtiendo la visita a las tiendas en un pasatiempo en sí mismo. Esto contribuyó a normalizar e integrar aún más el consumismo en la vida cotidiana de la gente. Esta evolución contribuyó al nacimiento de una sociedad de consumo en Inglaterra, donde la adquisición de bienes se convirtió en parte integrante de la cultura y el estilo de vida, yendo mucho más allá de la satisfacción de las necesidades básicas para abarcar una dimensión de placer, estatus social e identidad personal.

Principales cambios sociales en la Gran Bretaña del siglo XVIII[modifier | modifier le wikicode]

La evolución de los valores en Inglaterra durante la Revolución Industrial refleja un profundo cambio en las prioridades sociales y las actitudes culturales. A medida que la sociedad se transformaba gracias a los avances de la tecnología y la industria, la propia noción de progreso empezó a replantearse en términos materiales. La importancia concedida a los valores religiosos y morales tradicionales empezó a decaer en favor de la apreciación de los beneficios tangibles y el bienestar material. El éxito económico y la acumulación de riqueza se convirtieron en indicadores de progreso y estatus social. En este nuevo marco de valores, el éxito individual y colectivo se medía a menudo por la capacidad de consumir, poseer y mejorar las comodidades materiales de la vida. Esta asociación entre progreso y bienestar material tuvo importantes implicaciones para la sociedad. Por ejemplo, vestir a la moda o mejorar el aislamiento y el confort de las viviendas dejaron de ser meras formas de satisfacer necesidades prácticas para convertirse en símbolos de estatus y logros personales. Esto fomentó la adopción de tecnologías innovadoras y la búsqueda constante de mejoras en la producción de bienes de consumo. La mentalidad consumista que se desarrolló durante este periodo se vio alimentada por la creencia de que el progreso material no sólo era deseable, sino también un derecho. Esto condujo a una cultura en la que la búsqueda del progreso estaba intrínsecamente ligada a la adquisición de bienes materiales, influyendo en las motivaciones que subyacían a la innovación tecnológica y configurando la trayectoria de la sociedad industrial. En última instancia, este cambio en el sistema de valores desempeñó un papel clave en la dinámica de la Revolución Industrial, motivando la expansión económica e influyendo profundamente en la evolución de las estructuras sociales y económicas de la Inglaterra moderna y, por extensión, de todo el mundo.

El siglo XVIII marcó un periodo de importantes transformaciones sociales, sobre todo en Inglaterra, donde empezaron a aflojarse las rigideces de las estructuras feudales. El ascenso de la burguesía, una clase social formada por individuos cuyo estatus derivaba de su riqueza y de su papel en el comercio y la industria, cambió la forma en que se percibía y adquiría el estatus social. En la sociedad preindustrial, la nobleza estaba en la cima de la jerarquía social y el estatus se heredaba principalmente. Sin embargo, con los trastornos económicos de la Revolución Industrial, la riqueza generada por el comercio y las nuevas industrias empezó a ofrecer vías para ascender en la escala social que antes no eran posibles. Empresarios, comerciantes e industriales de éxito empezaron a adquirir bienes y un estilo de vida que antes habían sido patrimonio exclusivo de la nobleza. En Inglaterra, la nobleza también reaccionó a estos cambios, como demuestra su interés por la mejora de la agricultura y la agronomía, invirtiendo en áreas que contribuían al desarrollo económico. La mayor fluidez social permitió a quienes triunfaban en los negocios imitar las apariencias externas de la nobleza, adoptando su estilo de vida, sus ropas e incluso sus aficiones. Así, el estatus social empezó a estar influido por el éxito económico y la capacidad de consumir y mostrar signos externos de riqueza. Esta tendencia fue aún más marcada en las colonias americanas, donde las diferencias de clase estaban menos arraigadas y las oportunidades económicas se veían a menudo como un medio de establecer un nuevo estatus social. De hecho, en Estados Unidos, la promesa de democracia e igualdad de oportunidades estaba arraigada en un contexto en el que el estatus social podía adquirirse a través de los logros individuales y no por nacimiento. Las fronteras entre las clases sociales eran más permeables, lo que permitía una mayor movilidad social. Esto llevó a que ciertos individuos de la nobleza estuvieran dispuestos a renunciar a su título hereditario para participar en este nuevo mundo de oportunidades basadas en el mérito personal y el éxito económico. La fluidez de la sociedad fue así un motor de cambio social y económico, contribuyendo a la aparición de una dinámica capitalista en la que la riqueza y la innovación industrial redefinieron las estructuras de poder y las jerarquías.

La producción aumenta un 60% entre 1700 y 1760[modifier | modifier le wikicode]

El periodo comprendido entre 1700 y 1760 marcó el inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra y se caracterizó por importantes avances que allanaron el camino para los grandes cambios que se avecinaban. El aumento de la producción en un 60% durante este periodo ilustra la aceleración de la actividad industrial y la creciente eficacia de los procesos de fabricación. La adopción de la máquina de vapor, desarrollada por Thomas Newcomen hacia 1712 y perfeccionada por James Watt más avanzado el siglo, desempeñó un papel crucial. Aunque las primeras máquinas de vapor se utilizaron principalmente para bombear agua de las minas, sentaron las bases para su futuro uso como fuente de energía en la producción industrial. De hecho, la máquina de vapor se convirtió en un símbolo emblemático de la Revolución Industrial, al permitir el aumento de la automatización y la mecanización de muchos procesos de fabricación. El sistema de fábricas también contribuyó a este aumento de la producción. Al centralizar a los trabajadores y las máquinas en grandes complejos, fue posible especializar y racionalizar la producción, aumentando la cantidad y la consistencia de los bienes producidos. Esta especialización permitió explotar las economías de escala y reducir los costes de producción, haciendo los productos más accesibles a una población cada vez más numerosa. Además, las mejoras en las infraestructuras de transporte, como la construcción de canales y el desarrollo de carreteras, facilitaron el traslado de las materias primas a las fábricas y la distribución de los productos acabados a los mercados locales e internacionales. Estas innovaciones en el transporte han reducido el tiempo y los costes asociados a la distribución, permitiendo que los productos fabricados en Gran Bretaña sean competitivos en el mercado mundial. Estas transformaciones tecnológicas y organizativas contribuyeron al crecimiento económico sostenido de Inglaterra, sentando las bases de la expansión industrial que caracterizaría la segunda mitad del siglo XVIII. Este periodo fue, por tanto, un momento crucial en el que se sentaron las bases de una economía industrial moderna, marcando el comienzo de una era de progreso e innovación que transformaría el mundo.

Salarios elevados[modifier | modifier le wikicode]

El aumento de la producción durante la Revolución Industrial inglesa vino acompañado de un crecimiento de la mano de obra empleada en los nuevos sectores industriales. Esta mayor demanda de trabajadores presionó al alza los salarios debido a los principios de la oferta y la demanda: una elevada demanda de trabajadores en un contexto de oferta limitada tiende naturalmente a hacer subir los salarios. Al aumentar los salarios, los trabajadores y sus familias disponían de más medios para consumir, lo que contribuyó al enriquecimiento progresivo de los "pequeños" o clases trabajadoras. Este aumento del consumo alimentó a su vez la demanda de bienes manufacturados, estimulando la producción y la innovación industrial. Sin embargo, este aumento de los salarios tuvo un efecto secundario: animó a los propietarios de fábricas y a los empresarios a buscar formas de reducir los costes de producción para mantener o aumentar sus márgenes de beneficio. La mecanización parecía ser la solución obvia para alcanzar este objetivo. Sustituyendo la mano de obra, cada vez más cara, por máquinas, las empresas podían producir más rápidamente, en mayor cantidad y a menor coste. Esta sustitución de la mano de obra por capital (máquinas) dio lugar a lo que a menudo se denomina la "segunda fase" de la Revolución Industrial, que se caracterizó por un aumento aún mayor de la mecanización y la automatización de la producción. Esto tuvo consecuencias a largo plazo para la estructura del empleo y las cualificaciones requeridas de la mano de obra. Los trabajadores tuvieron que adaptarse a nuevos métodos de trabajo, a menudo más rigurosos y repetitivos, en un entorno industrial. Estos cambios también provocaron tensiones sociales, ya que mientras algunos sectores de la sociedad se enriquecían gracias a la industrialización, otros veían perturbado su modo de vida tradicional, con una mayor competencia y una presión a la baja de los salarios en algunos oficios manuales como consecuencia de la automatización.

¿Por qué arraigó la Revolución Industrial en Europa?[modifier | modifier le wikicode]

La aparición de la Revolución Industrial en Europa puede atribuirse a una serie de factores interrelacionados. En primer lugar, el acceso a recursos abundantes como el carbón y el hierro era esencial, ya que estos materiales proporcionaban la base para la creación y mejora de nuevas tecnologías, impulsando el desarrollo industrial. Además, Europa se beneficiaba de una población en constante crecimiento, una fuente inagotable de mano de obra para las incipientes fábricas y un mercado para los productos manufacturados. Europa también contaba con una rica tradición de innovación y un próspero espíritu emprendedor, elementos que siempre han estimulado el descubrimiento y la aplicación de nuevas técnicas y conocimientos. Esta atmósfera fértil para el progreso se vio reforzada por unas instituciones educativas y de investigación dinámicas. Por último, un marco político y económico estable ha fomentado la revolución industrial al proporcionar un entorno propicio para los negocios y la inversión. Gobiernos estables, sistemas jurídicos bien establecidos y un entorno favorable a las empresas permitieron a las industrias incipientes desarrollarse y asumir riesgos, a menudo con el apoyo de políticas gubernamentales e infraestructuras específicas. De este modo, Europa se convirtió en la cuna de la Revolución Industrial, sentando las bases de un cambio profundo y duradero en la producción industrial, el trabajo y la sociedad en su conjunto.

Sentimiento de superioridad y apertura mental[modifier | modifier le wikicode]

El análisis histórico de Karl Marx sobre las sociedades asiáticas y europeas es complejo y forma parte de un conjunto más amplio de teorías sobre el desarrollo socioeconómico y el cambio histórico. Marx abordó la cuestión del etnocentrismo y los sentimientos de superioridad en el contexto europeo, examinando cómo estas actitudes podrían haber influido en el comportamiento europeo durante la época colonial y la expansión imperial. Es cierto que durante gran parte de la historia europea, el cristianismo proporcionó un marco cultural e ideológico homogeneizador, sobre todo durante el periodo en que la Iglesia católica dominó religiosa y políticamente. Esto puede haber contribuido a una sensación de superioridad y a un fuerte sentimiento de identidad colectiva, sobre todo en relación con otras civilizaciones. La expulsión de judíos y musulmanes durante y después de la Edad Media (como en España a finales del siglo XV), por ejemplo, se debió en parte a un deseo de unidad religiosa y política que, en última instancia, alimentó la ideología de la "pureza" cristiana. Sin embargo, Europa distaba mucho de ser monolítica, y las diferencias confesionales, sobre todo tras la Reforma protestante del siglo XVI, dieron lugar a siglos de conflictos religiosos y diversidad dentro de la propia Europa. Estos conflictos y la competencia entre Estados nación y poderes confesionales también pueden haber estimulado la innovación y la expansión en ultramar, ya que cada uno buscaba ampliar su influencia y riqueza. La apertura europea -la curiosidad y el deseo de descubrir y explotar nuevos territorios y recursos- fue otro factor clave de la expansión europea y del desarrollo de la Revolución Industrial. Esta combinación de etnocentrismo y deseo de explorar llevó a las naciones europeas a navegar hacia nuevos continentes, establecer colonias e iniciar el proceso de comercio global que sería precursor de la economía mundial moderna. La tesis de Marx de la unidad cristiana como base de un sentimiento de superioridad forma parte, por tanto, de un análisis mucho más amplio y no debe considerarse una explicación completa o exclusiva de las complejidades históricas de la época.

En su obra, David Landes ha propuesto la idea de que ciertos elementos culturales y tecnológicos, como el alfabeto, pueden haber desempeñado un papel en la capacidad de Europa para progresar tecnológica y económicamente. Según este punto de vista, el alfabeto fonético, que requería la memorización de un número relativamente pequeño de caracteres en comparación con los sistemas ideográficos utilizados en Asia oriental, facilitó la difusión de las habilidades de lectura y escritura, contribuyendo así a una mayor difusión del conocimiento y la innovación. En cuanto a la influencia del protestantismo, pensadores como Max Weber han sugerido que ciertas formas de protestantismo, en particular la ética calvinista, fomentaron la alfabetización y una cierta forma de ascetismo propicio a la acumulación de capital, lo que habría favorecido el desarrollo del espíritu empresarial y del capitalismo moderno. La situación en Japón es diferente, pero no constituye necesariamente un obstáculo insalvable para la industrialización. El sistema de escritura japonés es complejo y combina tres conjuntos de caracteres: kanji (caracteres tomados del chino), hiragana y katakana (dos silabarios exclusivos del japonés). Sin embargo, la enseñanza básica de estos caracteres se sistematizó desde una edad temprana en Japón, lo que permitió una alfabetización generalizada. Además, la era Meiji en Japón (1868-1912) estuvo marcada por una serie de reformas encaminadas a modernizar el país según las pautas occidentales, que incluyeron amplias reformas educativas. La industrialización de Japón se produjo rápidamente gracias a una serie de políticas estatales deliberadas, la adopción de tecnologías extranjeras y una fuerte inversión en educación y formación de la mano de obra. El gobierno Meiji fomentó el aprendizaje y la práctica de conocimientos técnicos y científicos occidentales, al tiempo que conservaba y adaptaba aspectos de la cultura y los sistemas tradicionales de Japón, lo que dio lugar a una mezcla única que impulsó la industrialización. Por tanto, es importante reconocer que, aunque ciertos factores culturales pueden influir en el desarrollo de una sociedad, no determinan por sí mismos el éxito o el fracaso de la industrialización. Las políticas gubernamentales estratégicas, las instituciones adaptables y la capacidad de asimilar e innovar a partir de tecnologías e ideas extranjeras son también factores esenciales.

Acceso a las fuentes de energía[modifier | modifier le wikicode]

La disponibilidad y el uso de fuentes de energía fiables y potentes desempeñaron sin duda un papel fundamental en la revolución industrial europea. De hecho, antes de la era industrial, las economías se basaban principalmente en la agricultura y el trabajo humano o animal. Con la Revolución Industrial se produjo un cambio fundamental en la forma de obtener y utilizar la energía, lo que permitió una producción en masa y una eficiencia sin precedentes. El agua fue una de las primeras fuentes de energía utilizadas para industrializar la producción, gracias a la invención de los molinos de agua y las ruedas hidráulicas. Estas tecnologías utilizaban la energía cinética del agua corriente para accionar diversas máquinas en las industrias textiles, por ejemplo. Posteriormente, la máquina de vapor revolucionó este paradigma energético. Inventada a principios del siglo XVIII y perfeccionada por ingenieros como James Watt, la máquina de vapor permitió aprovechar la energía del carbón, un recurso abundante en Europa en aquella época, sobre todo en Gran Bretaña. Esta fuente de energía permitía una mayor flexibilidad en la ubicación de las fábricas, ya que, a diferencia de las norias, las máquinas de vapor no necesitaban estar situadas cerca de una fuente de agua corriente. A medida que se desarrollaba la Revolución Industrial, el carbón se convirtió en el combustible preferido, no sólo para las máquinas de vapor, sino también para las nuevas tecnologías de calefacción y generación de electricidad que se desarrollaron a finales del siglo XIX. Más tarde, con el descubrimiento y la explotación del petróleo, se dispuso de otra fuente de energía densa y transportable, que apoyó la continua expansión de la industrialización. El acceso a estas fuentes de energía y la capacidad de aprovecharlas eficazmente fueron fundamentales para mantener a Europa en la vanguardia de la innovación industrial durante varios siglos. La revolución energética que acompañó a la era industrial no sólo facilitó la producción en masa, sino que también estimuló el desarrollo de nuevas industrias y transportes, y tuvo un profundo impacto en las estructuras sociales y económicas de las sociedades europeas.

Influencias climáticas y geográficas[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial se desarrolló de forma diferente en cada región de Europa, condicionada por las particularidades geográficas, económicas y culturales de cada una de ellas. En Gran Bretaña, Francia, Suiza y Alemania, diversos factores influyeron en el desarrollo de la industria. Gran Bretaña suele considerarse la cuna de la Revolución Industrial, en gran parte debido a sus vastas reservas de carbón y al fácil acceso al hierro. Por ejemplo, las minas de carbón de Gales y el norte de Inglaterra proporcionaron el combustible esencial para la máquina de vapor de James Watt. Los yacimientos de hierro de las Midlands permitieron producir acero en grandes cantidades, gracias sobre todo al proceso de pudelado perfeccionado por Henry Cort. Además, la geografía insular del país estimuló una floreciente industria naval, apoyada por avances como el barco de vapor de Robert Fulton. Este dominio de los mares facilitó no sólo el comercio exterior, sino también la capacidad de importar materias primas y exportar productos acabados.

En Francia, la revolución industrial fue más gradual. Aunque también disponía de reservas de carbón, como las de la cuenca carbonífera de Nord-Pas-de-Calais, y de hierro en Lorena, su desarrollo industrial se vio frenado por las convulsiones políticas de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas. Sin embargo, regiones como Normandía vieron surgir industrias textiles, y Lyon se convirtió en un importante centro de la seda. La invención del telar de Jacquard por Joseph Marie Jacquard modernizó la producción textil, demostrando el ingenio técnico de Francia. Suiza, a pesar de su escasez de recursos naturales en comparación con sus vecinos, ha destacado en campos que requieren gran habilidad técnica y poca necesidad de materias primas. La relojería, por ejemplo, se ha convertido en una industria de renombre en los cantones de Neuchâtel y Ginebra. La precisión y la calidad de los relojes suizos no tenían rival, reflejo del énfasis puesto en la formación técnica y la artesanía de precisión. Alemania experimentó una revolución industrial más tardía, pero destacó por su énfasis en la investigación y el desarrollo científicos. Los yacimientos de carbón del Ruhr alimentaron una potente industria siderúrgica, y la industria química también despegó con empresas como BASF. Las universidades técnicas alemanas (Technische Universitäten) produjeron una generación de ingenieros e inventores que contribuyeron a la rápida mecanización e innovación tecnológica.

En cada una de estas regiones, la combinación única de recursos, competencias, innovaciones y condiciones económicas configuró el desarrollo de la Revolución Industrial. La capacidad de estos países para adaptarse, invertir e innovar fue crucial para sus respectivas transformaciones industriales.

Fragmentación política y competencia[modifier | modifier le wikicode]

Colón y la Reina Isabel I de Castilla representados en un monumento de la Plaza de Colón de Madrid.

La Baja Edad Media y el Renacimiento vieron cómo Europa se fragmentaba en un mosaico de territorios políticos, lo que dio lugar a una intensa rivalidad entre las naciones emergentes. Esta competencia sirvió de catalizador para la exploración y la innovación, sentando las bases de lo que sería la Revolución Industrial y la expansión colonial europea.

Karl Marx, en su análisis histórico, discutió a menudo las limitaciones inherentes a las sociedades autocráticas y centralizadas, como las del Imperio chino. Postulaba que estas rígidas estructuras políticas ahogaban la innovación y conducían inevitablemente a su propio declive. En cambio, consideraba que el dinamismo competitivo de los Estados europeos era un motor de cambio y progreso. Esta competencia se hizo patente en el campo de los descubrimientos geográficos, donde los monarcas estaban deseosos de financiar expediciones para aumentar su prestigio y extender su influencia. El caso de Cristóbal Colón es ejemplar: tras ser rechazado por Portugal, consiguió el apoyo de Isabel la Católica de España. La intención de Isabel no era sólo ampliar los dominios de la corona española, sino también obtener una ventaja estratégica y económica sobre sus rivales europeos, especialmente Portugal, que ya había establecido una ruta marítima a la India alrededor de África.

El deseo de superar a sus rivales también estimuló el desarrollo tecnológico. Los ejércitos europeos evolucionaban constantemente, buscando armas más eficaces y mejores fortificaciones. Este clima de competencia también espoleó la investigación en los campos de la navegación y la cartografía, esenciales para la exploración y el dominio marítimos. La dinámica competitiva de los Estados-nación también condujo a la creación de compañías comerciales con monopolios reales, como la Compañía Británica de las Indias Orientales o la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que desempeñaron un papel crucial en el establecimiento de redes comerciales mundiales y en la acumulación de riqueza, impulsando a sus respectivos países hacia una nueva era de expansión industrial y colonial. Esta competencia interestatal fue un factor clave en la emergencia de Europa como centro de poder mundial en la Edad Moderna, configurando profundamente las trayectorias económicas y políticas de la región y del mundo en su conjunto.

Impacto de la expansión colonial[modifier | modifier le wikicode]

Los grandes descubrimientos marítimos, que comenzaron a finales del siglo XV, allanaron el camino a una era de temprana globalización, caracterizada a menudo por el comercio triangular. Éste resultó ser un poderoso motor para el desarrollo económico de Europa. El comercio triangular afectaba a tres regiones principales: Europa, África y América. Los barcos europeos navegaban hasta África, donde intercambiaban productos manufacturados por esclavos. Estos esclavos eran luego transportados a través del Atlántico en condiciones inhumanas hasta las Américas como parte del siniestro "Pasaje del Medio". En el Nuevo Mundo, los esclavos se vendían y los productos de su trabajo forzado, como el azúcar, el algodón, el tabaco y más tarde el café, se transportaban a Europa. Los beneficios de estas ventas se reinvertían a menudo en la producción de bienes manufacturados, alimentando el crecimiento de la industria europea. En este periodo también se introdujeron en Europa cultivos agrícolas procedentes de América, como la patata, el tomate y el maíz, que transformaron la dieta europea y contribuyeron al aumento de la población. A cambio, los europeos introdujeron caballos, ganado y enfermedades a las que las poblaciones nativas no tenían inmunidad, provocando desastres demográficos.

El comercio triangular tuvo un impacto considerable en el desarrollo de Europa. No sólo generó enormes beneficios para los comerciantes y financieros europeos, sino que también estimuló el desarrollo de sectores clave como la construcción naval, la banca, los seguros y, en algunas regiones, la industria manufacturera. Además, el capital acumulado financió los avances tecnológicos y proporcionó los medios para la expansión industrial. Sin embargo, es esencial reconocer el inmenso coste humano de este periodo. La trata de esclavos supuso un sufrimiento y una muerte incalculables para millones de africanos, y la colonización europea de las Américas condujo a la destrucción sistemática de las culturas indígenas y a la desaparición de poblaciones enteras. La prosperidad obtenida gracias a estos intercambios desiguales sentó las bases del ascenso económico e industrial de Europa, pero también dejó un legado de injusticia y división que sigue influyendo en las relaciones internacionales y en la política mundial actual.

La industrialización de Suiza ofrece un ejemplo fascinante que pone en tela de juicio algunos supuestos comunes sobre las condiciones previas de la Revolución Industrial. Sin imperio colonial y sin acceso directo al mar, Suiza logró sin embargo situarse como una de las economías más desarrolladas de Europa gracias a varios factores clave. La estabilidad política de Suiza y su política de neutralidad le han permitido evitar los costes excesivos asociados a los conflictos y concentrarse en el desarrollo económico. Esto se ha complementado con un compromiso con la educación y la formación, creando una mano de obra altamente cualificada e innovadora. Las innovaciones suizas en campos como la ingeniería de precisión y la relojería sentaron las bases de lo que se convertiría en una tradición de alta tecnología. En términos de recursos, Suiza fue capaz de aprovechar sus recursos hídricos para obtener energía, algo esencial en las primeras etapas de su desarrollo industrial. Su posición estratégica en el corazón de Europa también facilitó las dinámicas relaciones comerciales con las poderosas naciones vecinas. El sector financiero suizo también se convirtió en un pilar de la economía, proporcionando el capital necesario para la inversión industrial tanto dentro como fuera del país. Este capital contribuyó a financiar no sólo la industria nacional, sino también a crear oportunidades internacionales. Por último, Suiza se ha orientado inteligentemente hacia sectores industriales nicho, centrándose en la calidad y la tecnología punta más que en las materias primas o el volumen de producción. La relojería suiza, por ejemplo, se ha convertido en sinónimo de precisión y calidad, reafirmando que el éxito industrial puede lograrse a través de la especialización y no de la expansión colonial o el comercio marítimo. La historia de la industrialización suiza demuestra así que el camino hacia el desarrollo industrial puede adoptar muchas formas y está influido por una combinación única de factores sociales, económicos y políticos adaptados al contexto particular de cada país.

¿Es inevitable la revolución industrial?[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial, cuyo inicio puede observarse en Inglaterra, se produjo como resultado de una convergencia de circunstancias favorables. La Inglaterra del siglo XVIII gozaba de una notable estabilidad política y de sólidas instituciones financieras, en particular su banco central, que crearon un entorno propicio a la inversión y la empresa. El movimiento enclosure también había remodelado el paisaje agrícola, liberando una mano de obra que alimentaría las ciudades y las primeras fábricas. Esta transformación se vio apuntalada por la abundancia de recursos como el carbón y el hierro, cruciales para la fabricación de maquinaria y la aparición del ferrocarril. Los avances técnicos, como la mejora de la máquina de vapor por James Watt, reforzaron esta dinámica al permitir la producción mecanizada. La inversión en la industrialización también se vio estimulada por la riqueza derivada del imperio colonial inglés y la supremacía de su marina mercante. Inglaterra también se benefició de una legislación favorable al desarrollo empresarial, de un vasto mercado interior y de una red de transportes cada vez mejor que facilitaba el comercio interior. Al mismo tiempo, una tenaz cultura empresarial, apoyada por un sistema de patentes que fomentaba la innovación y una tradición de libertad económica, allanó el camino para importantes avances. Por el contrario, España se enfrentó al mismo tiempo a una serie de obstáculos que frenaron su impulso industrial. La abundancia de oro y plata procedentes de las colonias distrajo paradójicamente la atención de la necesidad de innovación interna e inversión industrial. La productividad agrícola se estancó y no impulsó a la población hacia las ciudades como ocurrió en Inglaterra. Los periodos de inestabilidad política y los conflictos también obstaculizaron la inversión a largo plazo, esencial para el éxito de la industrialización. Además, un estricto marco mercantilista limitaba a menudo la iniciativa privada y el libre comercio, esenciales para el espíritu emprendedor. Así pues, la Revolución Industrial en Inglaterra no fue una certeza histórica, sino más bien el resultado de una compleja maraña de factores socioeconómicos y políticos que configuraron un camino especialmente fértil para el cambio industrial, un camino que no estaba tan claro para España u otras naciones europeas de la época.

Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, Inglaterra experimentó una meteórica metamorfosis económica, a menudo denominada Revolución Industrial. Esta transformación, que comenzó hacia 1760, se afianzó en el espacio de unas pocas décadas. Hacia 1800, Inglaterra no sólo había remodelado su propio paisaje industrial y económico, sino que también había sentado las bases de un fenómeno que se extendería al resto de Europa. La industrialización británica, con su cúmulo de innovaciones tecnológicas, empezó a exportarse a naciones vecinas como Francia, Bélgica, Alemania y Suiza. Cada país adaptó estos nuevos métodos a su contexto particular, dando lugar a un periodo de importante crecimiento económico y cambio social en todo el continente. Sin embargo, la primera oleada de la Revolución Industrial no se extendió inmediatamente fuera de Europa a otras partes del mundo. Las sociedades de Asia, África y América se vieron afectadas de forma diferente, a menudo indirecta, por los imperios coloniales europeos. Europa, gracias a su progreso tecnológico y a su mayor poder económico, estableció un dominio que iba a ampliar la brecha con otras regiones del globo. Esta brecha ha tenido profundas repercusiones en el desarrollo global, influyendo en las trayectorias económicas, políticas y sociales de sociedades mucho más allá de las fronteras europeas. Las consecuencias de esta dinámica son complejas y aún visibles en las relaciones internacionales contemporáneas. La industrialización ha creado un mundo cada vez más interconectado, al tiempo que ha acentuado las disparidades entre las naciones industrializadas y las no industrializadas.

Teoría a debate: ¿una revolución agrícola pionera?[modifier | modifier le wikicode]

Hasta cierto punto, la Revolución Industrial puede considerarse una revolución agrícola. La Revolución Industrial se caracterizó por el paso del trabajo manual a la producción mecanizada, lo que también tuvo importantes repercusiones en la agricultura. El desarrollo de nuevas tecnologías, como los arados y trilladoras mecanizados, aumentó la productividad y la eficacia de la agricultura. El crecimiento de la red de transportes, incluida la construcción de carreteras, canales y ferrocarriles, también facilitó el transporte de los productos agrícolas al mercado, contribuyendo a impulsar el comercio agrícola. Además, el crecimiento demográfico que acompañó a la Revolución Industrial creó una mayor demanda de alimentos, lo que estimuló aún más el desarrollo de la agricultura. En conjunto, la Revolución Industrial tuvo un impacto significativo en la agricultura, y puede considerarse una revolución agrícola en este sentido.

Desaparición gradual del barbecho[modifier | modifier le wikicode]

La Revolución Industrial está intrínsecamente ligada a cambios paralelos en la agricultura, lo que ha llevado a algunos historiadores a denominarla "Revolución Agrícola". La innovación tecnológica condujo a considerables mejoras en los métodos de producción agrícola, aumentando la productividad y reduciendo la necesidad de una gran mano de obra en el campo. Un ejemplo de ello es la mejora de aperos agrícolas como el arado, que se vio favorecida por el uso de nuevos materiales como el hierro y el acero. Inventos como la sembradora mecánica de Jethro Tull, las cosechadoras y los sistemas de rotación de cultivos también desempeñaron un papel fundamental en esta transformación. Las mejoras en la cría de animales mediante la selección sistemática de especies también contribuyeron a aumentar la disponibilidad de carne, leche y lana. Además, la revolución agrícola liberó a parte de la población rural, que emigró a las ciudades para trabajar en las fábricas, impulsando el crecimiento urbano e industrial. El desarrollo de infraestructuras de transporte más eficaces también facilitó el transporte de los excedentes agrícolas a los mercados urbanos, favoreciendo el desarrollo del comercio y la expansión de la economía. Sin embargo, esta transición no estuvo exenta de consecuencias negativas. Provocó el cercamiento de las tierras comunales, obligando a muchos pequeños agricultores a abandonar sus tierras y buscar trabajo en la ciudad. Además, la transición a una agricultura más intensiva también degradó en ocasiones el medio ambiente, un fenómeno que continuó y se intensificó con la modernización agrícola del siglo XX. La revolución industrial y la revolución agrícola fueron dos facetas de un mismo proceso de modernización, que reconfiguró la sociedad, la economía y el medio ambiente de forma profunda y duradera.

Avances en agronomía e innovaciones técnicas en agricultura[modifier | modifier le wikicode]

El interés de la nobleza por la agronomía durante la Revolución Industrial fue un factor clave de la innovación agrícola. Este periodo se caracterizó por un impulso científico y práctico para mejorar la productividad agrícola. Los nobles y terratenientes progresistas empezaron a adoptar y desarrollar nuevas técnicas y prácticas agrícolas. Esto incluía no sólo herramientas y maquinaria mejoradas, sino también la aplicación de la ciencia a la selección y cría de animales de granja. En Inglaterra, por ejemplo, fue la época de los "mejoradores agrícolas" o "gentlemen farmers", que eran nobles u hombres ricos que se interesaban personalmente por el avance de la agricultura. Robert Bakewell (1725-1795) es un ejemplo destacado de uno de estos mejoradores. Fue uno de los primeros en aplicar métodos de selección sistemática para mejorar las razas ganaderas. En particular, desarrolló la raza ovina Leicester Longwool, que producía más carne y lana que las razas tradicionales. También trabajó con el ganado vacuno, creando razas más productivas para la leche y la carne. Este tipo de innovación tuvo importantes repercusiones económicas y sociales. La mayor disponibilidad de carne y lana baratas impulsó el comercio y la industria, como las fábricas de lana, esenciales para la floreciente industria textil. Del mismo modo, el aumento de la producción lechera repercutió en la dieta de las crecientes poblaciones urbanas. Estos experimentos agronómicos formaban parte de un movimiento más amplio de "cercamiento", en el que las tierras comunales fueron cercadas y convertidas en explotaciones más productivas y gestionadas de forma privada. A menudo tuvo efectos devastadores para los campesinos, que perdieron sus derechos tradicionales sobre la tierra, pero también impulsó la eficiencia de la producción agrícola, contribuyendo a impulsar la Revolución Industrial.

Transformación de las élites y evolución de los campesinos[modifier | modifier le wikicode]

La era del caballero agricultor[modifier | modifier le wikicode]

Los caballeros agricultores fueron una parte esencial de la evolución de la agricultura durante la Revolución Industrial, y su influencia a menudo se extendía mucho más allá de sus propias fincas. Su enfoque de la agricultura solía combinar la pasión por la innovación y la mejora con los recursos necesarios para experimentar y aplicar nuevas técnicas. Estos ricos terratenientes desempeñaron un papel pionero invirtiendo en la investigación y el desarrollo de prácticas agrícolas mejoradas, como el saneamiento de las tierras, la rotación de cultivos y la cría selectiva. Sus experimentos condujeron a un aumento significativo de la productividad agrícola, lo que a su vez ayudó a liberar mano de obra para las fábricas en rápido crecimiento de las ciudades, una característica central de la Revolución Industrial. Sin embargo, este periodo de cambios no estuvo exento de críticas. El movimiento de cercamiento, por ejemplo, se ha asociado a menudo con los gentlemen farmers. Esta práctica consistía en transformar las tierras comunales, sobre las que muchos pequeños agricultores tenían derechos de pastoreo y cultivo, en propiedad privada para una agricultura más intensiva. Aunque esto aumentó la eficiencia de la producción agrícola, también desplazó a muchos agricultores, contribuyendo a la angustia rural y a la urbanización forzada. Con el tiempo, con la llegada de la agricultura científica y la agricultura comercial a gran escala en los siglos XIX y XX, la tradición de la agricultura señorial perdió su importancia como motor de la innovación agrícola. Sin embargo, el legado de la agricultura señorial permanece en las prácticas agrícolas modernas, y su papel en la revolución agrícola que acompañó y apoyó a la Revolución Industrial sigue siendo un importante tema de estudio para los historiadores económicos.

La protoindustrialización se refiere a una fase anterior a la Revolución Industrial propiamente dicha, caracterizada por un tipo de producción dispersa y a pequeña escala, realizada a menudo en el marco del llamado "sistema doméstico" o "putting-out system". En este sistema, los artesanos, que podían ser tejedores, hilanderos, herreros u obreros de otros oficios tradicionales, realizaban parte de la producción industrial desde sus casas o talleres a pequeña escala. Estos artesanos protoindustriales vivían a menudo en zonas rurales y se dedicaban a la agricultura a un nivel de subsistencia o ligeramente superior, complementando sus ingresos con su trabajo industrial. No dependían exclusivamente de la agricultura para su subsistencia, lo que les hacía menos vulnerables a las malas cosechas y a las variaciones de los precios agrícolas. Sin embargo, tampoco dependían por completo de los ingresos del trabajo industrial, lo que les daba cierta capacidad de recuperación económica. A menudo se dedicaban a la producción textil, muy demandada en aquella época. Los comerciantes o empresarios suministraban las materias primas -lana, lino, algodón- y hacían pedidos a los artesanos, que las transformaban en productos textiles en sus casas. A continuación, los comerciantes recogían los productos acabados para venderlos en los mercados locales o para exportarlos. Este modelo facilitó la transición a la industrialización al crear una mano de obra cualificada y acostumbrar a los comerciantes a invertir en la producción y gestionar complejas redes de distribución. Con la llegada de la Revolución Industrial y la introducción de la maquinaria, muchas prácticas protoindustriales se integraron en sistemas de producción más amplios y mecanizados. Las fábricas sustituyeron gradualmente al trabajo a domicilio, transformando radicalmente la economía y la sociedad europeas.

La máquina de hilar Jenny, inventada por James Hargreaves en 1764, marcó un punto de inflexión decisivo en la historia de la producción textil. Esta máquina de hilar manual podía hacer el trabajo de varias hilanderas tradicionales a la vez, transformando radicalmente la eficacia y la economía de la producción de hilo. Con la introducción de la hiladora Jenny y otras innovaciones tecnológicas, como la water frame de Richard Arkwright y la mule-jenny de Samuel Crompton, la capacidad de producción textil aumentó espectacularmente. Estas máquinas podían producir hilos más finos y resistentes mucho más rápidamente que las hiladoras manuales. Este aumento de la eficiencia redujo los costes de producción y aumentó la cantidad de tejido disponible en el mercado. Los artesanos e hilanderos que trabajaban en casa como parte del sistema doméstico simplemente no podían competir con las máquinas que producían más y a menor coste. Muchos quebraron o se vieron obligados a buscar trabajo en las nuevas fábricas para sobrevivir. Estos cambios contribuyeron a la migración de trabajadores del campo a las ciudades, dando lugar a una clase obrera urbana y a una industrialización a gran escala. Esta agitación socioeconómica no fue sin consecuencias. Provocó un periodo de penuria y malestar social para muchos antiguos artesanos y sus familias. La resistencia a estos cambios se manifestó en movimientos como el de los luditas, artesanos que destruyeron las máquinas que consideraban responsables de la pérdida de sus puestos de trabajo. Sin embargo, a pesar de la resistencia, la industrialización continuó, dando lugar a la era moderna de la industria y la tecnología.

El proceso de cerramiento[modifier | modifier le wikicode]

Escritura de cerramiento de 1793.

El fenómeno conocido como enclosures en Inglaterra fue especialmente acusado en los siglos XVIII y XIX y tuvo un profundo efecto en la estructura social y económica del campo inglés. El movimiento de enclosures supuso la consolidación de las tierras comunales, antes abiertas a todos los miembros de una parroquia para el pastoreo y el cultivo, en explotaciones privadas separadas. La nobleza y los grandes terratenientes, a menudo aprovechando las Enclosure Acts, "cercaron" estas tierras, estableciendo su derecho exclusivo de propiedad y utilizándolas para una agricultura más intensiva y comercial. Este proceso condujo a la expropiación de muchos pequeños agricultores, que perdieron no sólo sus tierras, sino también sus medios tradicionales de subsistencia. Las consecuencias sociales de este movimiento fueron dramáticas. Muchos de estos campesinos sin tierra, privados de sus medios tradicionales de subsistencia, se vieron obligados a emigrar a las ciudades en busca de trabajo, suministrando así la mano de obra necesaria para la naciente revolución industrial. La afluencia de estos trabajadores a las zonas urbanas aumentó enormemente la oferta de mano de obra, lo que permitió a los propietarios de las fábricas cobrar salarios bajos, ya que la demanda de empleo superaba con creces la oferta. Esto también condujo a unas condiciones de trabajo precarias y a la creación de tugurios urbanos donde los trabajadores vivían a menudo en condiciones miserables. El Príncipe de Gales, y más tarde otros miembros de la familia real británica, acumularon grandes extensiones de tierra durante este periodo, que se convirtieron en una parte importante de la riqueza de la Corona. Estas tierras, gestionadas hoy por el Ducado de Cornualles y el Ducado de Lancaster, siguen siendo importantes fuentes de ingresos para la Familia Real. El cercamiento de las tierras comunales fue un factor clave en la aceleración de la industrialización, ya que liberó mano de obra para las fábricas, cambió las prácticas agrícolas y transformó la estructura social del campo británico.

Will Kymlicka, en su libro de 1999 Theories of Justice: An Introduction, señala que "en la Inglaterra del siglo XVII se produjo un movimiento hacia el cercamiento (apropiación privada) de tierras que antes pertenecían a la comunidad y eran accesibles a todos. En estas tierras (los "comunes"), cualquiera podía ejercer el derecho a pastar, recoger leña, etc. La apropiación privada de los bienes comunes condujo a la fortuna de algunos y a la pérdida de recursos de otros, que se vieron privados de todo medio de subsistencia". La práctica del enclosure, que se aceleró durante la revolución agrícola que precedió a la revolución industrial, provocó profundos cambios en las estructuras de la propiedad y en la organización de la sociedad inglesa de la época. Los "commons" eran tierras de las que los miembros de una comunidad podían depender para obtener recursos esenciales. Cuando estas tierras se cercaban y se convertían en propiedad privada, a menudo se beneficiaban de ello quienes ocupaban posiciones de poder o riqueza, que podían permitirse comprar y cercar las tierras, mientras que los pequeños campesinos y trabajadores rurales que dependían de estos bienes comunes para su supervivencia quedaban desamparados. Los efectos de los cercamientos no se limitaron a la privación de recursos para los pobres. También cambió la dinámica del trabajo en Inglaterra, obligando a muchas personas a convertirse en jornaleros agrícolas para los nuevos terratenientes o a trasladarse a las ciudades, convirtiéndose en la mano de obra de las fábricas y empresas de la era industrial. Este desplazamiento también desempeñó un papel en la creación de una clase obrera urbana y, por extensión, en los cambios políticos y sociales que acompañaron a la Revolución Industrial.

Anexos[modifier | modifier le wikicode]

Referencias[modifier | modifier le wikicode]