La razón de Estado

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La razón de Estado se refiere a un principio de gobierno según el cual el Estado tiene el derecho y la obligación de tomar decisiones que redunden en el interés supremo del país, incluso si estas decisiones son contrarias a otras consideraciones, como las leyes morales, religiosas o internacionales. En la práctica, la razón de Estado se ha utilizado a menudo para justificar acciones que de otro modo se considerarían inmorales o ilegales. Por ejemplo, un gobierno podría justificar la declaración de guerra, el espionaje o la suspensión de ciertas libertades civiles en nombre de la razón de Estado.

La razón de Estado desempeña un papel crucial en la ciencia política, especialmente en el análisis de las decisiones tomadas por un gobierno o un jefe de Estado. Los estudios de ciencia política tratan de comprender las motivaciones que subyacen a las acciones políticas, y el concepto de razón de Estado puede ayudar a explicar por qué se toman determinadas decisiones. La ciencia política examina cómo influye la razón de Estado en las estrategias de política exterior, la gestión de crisis, las decisiones sobre la guerra y la paz, las políticas internas y otros aspectos de la gobernanza. Los investigadores pueden analizar cómo se invoca la razón de Estado para justificar determinadas acciones y cuáles son sus implicaciones para la democracia, los derechos humanos, la ética y el derecho internacional. Además, el concepto de raison d'état está vinculado a otras teorías de la ciencia política, como el realismo y el neorrealismo, que sugieren que los Estados actúan principalmente en función de sus intereses de seguridad nacional. Sin embargo, existe un debate permanente sobre hasta dónde puede o debe llegar un Estado para salvaguardar sus intereses, y cómo equilibrarlo con otras obligaciones y valores, como el respeto de los derechos humanos y las normas internacionales. Por este motivo, la raison d'Etat sigue siendo un importante tema de estudio en la ciencia política, tanto para comprender las acciones pasadas como para fundamentar los debates sobre la mejor manera de gestionar los retos políticos actuales y futuros.

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¿Qué es la razón de Estado?

La razón de Estado es, en efecto, un concepto que permite a las autoridades públicas adoptar medidas excepcionales, que pueden quedar fuera del marco jurídico habitual, para responder a situaciones extraordinarias o amenazas a la seguridad nacional. En teoría, este concepto pretende proteger los intereses superiores del Estado y del pueblo. En la práctica, sin embargo, está sujeto a controversia y debate, ya que puede utilizarse para justificar acciones que violan los derechos humanos, las normas internacionales o los principios democráticos. Por ejemplo, en tiempos de guerra o de grave crisis nacional, un gobierno puede invocar la raison d'Etat para justificar medidas como la declaración de la ley marcial, la suspensión de ciertas libertades civiles o la adopción de medidas de emergencia que de otro modo serían ilegales.

La idea de raison d'état implica que, en determinadas circunstancias, el Estado u otra entidad política institucional puede actuar de una manera que se aparte de la ley ordinaria para proteger el interés supremo del país. Este concepto suele invocarse en situaciones de emergencia o crisis nacional, en las que el Estado considera que debe adoptar medidas extraordinarias para preservar la seguridad, la estabilidad u otros intereses esenciales. Sin embargo, la posibilidad de que un Estado establezca excepciones al derecho común en determinadas circunstancias no significa que pueda hacerlo sin restricciones ni controles. En la mayoría de los ordenamientos jurídicos, existen controles y equilibrios destinados a evitar los abusos de poder y a garantizar que cualquier excepción a la ley general sea proporcionada, necesaria y conforme a ciertas normas mínimas. Por ejemplo, las constituciones de muchos países tienen disposiciones especiales para situaciones de emergencia que permiten ciertas derogaciones temporales de los derechos y libertades normalmente garantizados. Sin embargo, estas disposiciones suelen exigir que las medidas adoptadas sean proporcionadas a la gravedad de la situación y que se levanten en cuanto termine la emergencia. Además, en los sistemas democráticos, las decisiones adoptadas en nombre de la razón de Estado pueden estar sujetas a revisión judicial, y pueden ser impugnadas ante los tribunales si se considera que son inconstitucionales o contrarias al derecho internacional.

La razón de Estado es un concepto que se aplica en circunstancias excepcionales, cuando se considera necesario derogar el derecho común y potencialmente las libertades públicas para proteger el interés supremo del Estado. En una democracia, el uso de la razón de Estado debe ser cuidadosamente controlado y limitado. Sólo debe invocarse en situaciones verdaderamente excepcionales, no como práctica común o rutinaria. Si se utilizara de forma regular o arbitraria, podría poner en peligro el Estado de Derecho y los principios democráticos. Por lo tanto, incluso en situaciones de emergencia, las democracias tratan de mantener controles y equilibrios para garantizar que el uso de la raison d'état respeta ciertos límites. Esto puede incluir requisitos constitucionales, revisión judicial y transparencia y responsabilidad ante el público y el parlamento. Dicho esto, la aplicación de la raison d'état sigue siendo una cuestión compleja y delicada que genera debates filosóficos, políticos y jurídicos. Las decisiones tomadas en nombre de la raison d'Etat pueden tener consecuencias trascendentales y duraderas, por lo que es crucial abordarlas con cautela y discernimiento.

El concepto de raison d'Etat puede implicar una desviación de ciertas normas habituales de legalidad, normalidad y lógica. Permítanme desarrollar estos puntos:

  • Extralimitación de la legalidad: La razón de Estado puede llevar a desviarse de las leyes vigentes habituales. Por ejemplo, en una situación de emergencia, un gobierno podría invocar la razón de Estado para suspender ciertas leyes o derechos.
  • Exceder lo normal: La raison d'Etat se ocupa de situaciones excepcionales, no de la gobernanza rutinaria o normal. Se supone que las medidas adoptadas en virtud de la raison d'état son extraordinarias y temporales.
  • Exceder lo lógico: La raison d'état puede implicar a veces acciones que pueden parecer ilógicas o contradictorias según los criterios normales. Por ejemplo, un Estado puede optar por emprender acciones contrarias a sus propias leyes o principios, o que vayan en contra de sus compromisos internacionales, si dichas acciones se consideran necesarias para proteger los mejores intereses del Estado.

Aunque la raison d'Etat puede dar lugar a un incumplimiento de estas normas, es importante señalar que en los sistemas democráticos suele haber controles y equilibrios para evitar el abuso de poder y preservar el Estado de Derecho. La raison d'état no da carta blanca al gobierno para actuar a su antojo, sino que debe utilizarse con cautela y discernimiento, y respetando los principios fundamentales de la democracia y los derechos humanos.

En efecto, el estado de excepción es un término que a menudo se utiliza indistintamente con el de raison d'Etat. Se refiere a una situación en la que el gobierno deroga la ley ordinaria, a menudo en respuesta a una emergencia o crisis. El estudio de los estados de excepción podría centrarse en cuestiones como: ¿Cuáles son las condiciones que desencadenan un estado de excepción? ¿Cómo justifican los gobiernos la invocación de la raison d'état o la declaración del estado de excepción? ¿Cuáles son los efectos sobre la sociedad y los derechos humanos? ¿Cuáles son los mecanismos para controlar y limitar el uso de la raison d'état?

Los acontecimientos y la respuesta del gobierno estadounidense a los atentados del 11 de septiembre de 2001 pueden servir de ejemplo para estudiar la raison d'état. Las acciones del gobierno estadounidense tras los atentados demuestran varios aspectos de la raison d'état en acción.

  • Extralimitación en el cumplimiento de la ley: En respuesta a los atentados, el Congreso de EEUU aprobó la USA PATRIOT Act, una ley que ampliaba los poderes de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad para vigilar e investigar las actividades terroristas. Algunas disposiciones de la ley han sido criticadas por su posible vulneración de las libertades civiles garantizadas por la Constitución estadounidense.
  • Ir más allá de lo normal: la declaración de la "guerra contra el terror" por parte del presidente George W. Bush y la invasión de Afganistán (y posteriormente de Irak) fueron acciones extraordinarias tomadas en respuesta a una situación extraordinaria.
  • Ir más allá de lo lógico: Algunas de las decisiones tomadas en la "guerra contra el terror", como la creación del campo de detención de Guantánamo y el uso de técnicas avanzadas de interrogatorio (consideradas por muchos tortura), pueden parecer ilógicas o contrarias a los principios legales y éticos normales.

Estas acciones, tomadas en nombre de la seguridad nacional, han provocado un gran debate sobre el papel del Estado, la protección de las libertades civiles y los límites del arte de gobernar. El impacto de estas decisiones sigue sintiéndose y debatiéndose hasta el día de hoy. Por ello, el 11 de septiembre de 2001 y sus consecuencias constituyen un ejemplo especialmente pertinente para el estudio de la raison d'état.

La noción de "raison d'état" suele ir unida a la de "estado de excepción". Ambos se refieren a un estado de acción que supera el marco del derecho común y la normalidad, a menudo en respuesta a una situación de emergencia o crisis excepcional. El "estado de excepción" suele declararse cuando las circunstancias se consideran tan graves que las normas habituales no pueden aplicarse con eficacia. Permite al Estado actuar de forma extraordinaria para responder a la situación. Puede incluir medidas como la suspensión de ciertas libertades civiles, la declaración de la ley marcial o la adopción de leyes de emergencia. La "raison d'état" puede invocarse como justificación de tales acciones excepcionales, basándose en la necesidad de proteger el interés supremo del Estado y del pueblo. Sin embargo, aunque estos conceptos están estrechamente relacionados, no son necesariamente idénticos. El estado de excepción suele ser un mecanismo formal que se declara con arreglo a determinados procedimientos legales y tiene implicaciones jurídicas específicas. La razón de Estado, por otra parte, es un concepto más amplio que puede justificar una variedad de acciones extraordinarias, independientemente de que se declare o no un estado de excepción formal. También es importante señalar que, aunque estos conceptos permiten al Estado actuar de manera excepcional, no dan un cheque en blanco para actuar sin restricciones ni controles. En los sistemas democráticos, suelen existir mecanismos para limitar y controlar el uso de la razón de Estado y la invocación de los estados de excepción, con el fin de evitar abusos de poder y preservar los derechos fundamentales.

La razón de Estado puede interpretarse como una forma de "razonabilidad" en el sentido de que busca proteger el interés supremo de la nación, especialmente cuando se enfrenta a una crisis o amenaza existencial. Sin embargo, esto no significa necesariamente que todas las acciones emprendidas en nombre de la raison d'état sean automáticamente "razonables" en el sentido ordinario de la palabra.

Hay varios factores que pueden influir en que una acción tomada en nombre de la razón de Estado se considere razonable:

  1. Proporcionalidad: ¿Son las acciones tomadas en nombre de la razón de Estado proporcionales a la amenaza o crisis a la que pretenden hacer frente? ¿Son las mínimas necesarias para alcanzar el objetivo?
  2. Necesidad: ¿Eran las acciones absolutamente necesarias? ¿Existían otras opciones que podrían haber sido igualmente eficaces, pero menos intrusivas o menos perjudiciales para los derechos y libertades?
  3. Eficacia: ¿Fueron eficaces las acciones para lograr el objetivo previsto? ¿Resolvieron con éxito la crisis o combatieron la amenaza?
  4. Respeto de los principios democráticos y de los derechos humanos: ¿Fueron las acciones emprendidas conformes a los principios democráticos básicos y a las normas internacionales de derechos humanos?

En última instancia, la cuestión de si la razón de Estado es "razonable" es en gran medida subjetiva y puede depender de cómo se sopesen estos factores. Es un tema que suele estar en el centro de los debates políticos y filosóficos.

Genealogía de la razón de Estado

La cuestión del estado de excepción, o la suspensión de ciertas normas democráticas en situaciones excepcionales, es objeto de un intenso debate filosófico, político y jurídico. En efecto, ¿cómo puede justificarse que una democracia, un sistema que valora el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos, pueda suspender temporalmente estos principios en nombre de un interés superior?

Para comprender esta paradoja, puede ser útil examinar la genealogía de la raison d'Etat y del estado de excepción. El concepto de razón de Estado está profundamente arraigado en la historia política y filosófica de Occidente. Se remonta al menos al periodo del Renacimiento y las Guerras de Religión en Europa, cuando filósofos como Nicolás Maquiavelo y Jean Bodin empezaron a articular la idea de que un gobernante podría a veces tener que actuar al margen de las normas habituales de la moral y la ley para preservar el Estado.

La idea del estado de excepción fue formalizada más tarde por juristas y teóricos de la política, que reconocieron que las constituciones y los sistemas jurídicos pueden resultar a veces insuficientes para hacer frente a crisis extraordinarias. Esta idea fue expuesta por pensadores como Carl Schmitt, quien argumentó que el soberano es quien tiene el poder de decidir sobre el estado de excepción. Sin embargo, la justificación del estado de excepción no significa que se abandone por completo la democracia o que los principios democráticos sean irrelevantes. Al contrario, la idea es que la propia democracia se ve amenazada en estas situaciones excepcionales y que son necesarias medidas extraordinarias para preservarla. Además, incluso en un estado de excepción, se reconoce generalmente que hay límites a lo que el Estado puede hacer, y que deben mantenerse ciertas normas básicas de respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho. Dicho esto, existe un riesgo real de que se abuse de los estados de excepción y de raison d'état para justificar violaciones de los derechos humanos o un deslizamiento hacia el autoritarismo. Por tanto, es crucial que su uso esté cuidadosamente controlado y limitado, y que existan mecanismos que garanticen la rendición de cuentas y la supervisión democrática.

En situaciones de emergencia o crisis, la suspensión temporal de ciertas normas democráticas o la ampliación de los poderes del Estado pueden dar lugar a una zona gris, una "tierra de nadie" jurídica en la que las salvaguardias habituales pueden dejar de aplicarse. Precisamente por ello, la invocación del estado de excepción suele estar rodeada de procedimientos y controles formales. En muchos países, por ejemplo, la Constitución establece las circunstancias en las que puede declararse el estado de excepción, su duración y los poderes específicos que el gobierno puede ejercer durante ese periodo. También puede haber requisitos de aprobación parlamentaria, notificación a organismos internacionales o revisión judicial. Sin embargo, incluso con estos controles, siempre existe el riesgo de que se abuse del estado de excepción o se prolongue indebidamente, lo que llevaría a un debilitamiento del Estado de derecho y de las libertades civiles. Por lo tanto, la vigilancia democrática, la revisión judicial y la supervisión de los derechos humanos son esenciales para garantizar que el estado de excepción no se convierta en la norma y que la democracia pueda restaurarse tan pronto como las circunstancias lo permitan.

El estado de excepción, aunque suele invocarse para proteger la democracia y el Estado frente a una amenaza grave, implica de hecho una suspensión o relajación temporal de determinadas normas, reglas y procedimientos democráticos. Se crea así un espacio de "vaguedad", en el que los límites y garantías habituales son menos claros. Se trata de un estado de ambigüedad, en el que el Estado, para preservar el orden y la seguridad, puede llegar a estar por encima de la democracia que se supone que debe proteger. Esta situación está plagada de riesgos, entre ellos que los poderes del Estado se extiendan más allá de lo necesario o que el estado de excepción se prolongue indebidamente. Por esta razón, es crucial contar con mecanismos sólidos de supervisión y rendición de cuentas que guíen el uso del estado de excepción. Esto puede incluir requisitos constitucionales o legales, control judicial, control parlamentario y seguimiento por parte de los medios de comunicación y la sociedad civil. Además, incluso en un estado de excepción, se reconoce generalmente que deben mantenerse ciertas normas básicas de respeto de los derechos humanos y del Estado de derecho. Éstas incluyen el derecho a un juicio justo, la prohibición de la tortura y el derecho a la vida, entre otros. Estos derechos no pueden suspenderse, ni siquiera en situaciones de emergencia. Por último, es importante recordar que el estado de excepción debe ser temporal y limitarse a la duración de la crisis o amenaza que lo motivó. Una vez superada la crisis, el Estado debe volver al funcionamiento normal y restablecer plenamente las normas y procedimientos democráticos.

La raison d'état está profundamente arraigada en la teoría política y su comprensión requiere una reflexión sobre conceptos políticos clave y contextos históricos y contemporáneos. Además, como las medidas adoptadas en nombre de la raison d'Etat pueden tener consecuencias importantes para los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho, suelen generar un intenso debate político. La teoría política ofrece muchas herramientas para comprender y analizar la razón de Estado. Por ejemplo, puede ayudar a aclarar los valores e intereses en juego, evaluar las justificaciones de determinadas acciones y comprender los riesgos y consecuencias potenciales. También puede proporcionar un marco para comparar distintos enfoques de la razón de Estado en diferentes contextos nacionales e internacionales. Además, la razón de Estado no puede entenderse al margen de las condiciones políticas específicas de un momento dado. Las decisiones tomadas en nombre de la raison d'Etat suelen estar influidas por las realidades políticas del momento, incluidas las preocupaciones en materia de seguridad, los retos económicos, las presiones sociales y políticas y las normas y valores imperantes. Por lo tanto, los debates sobre la raison d'état suelen estar vinculados a cuestiones más amplias sobre la naturaleza y la dirección de la política y la sociedad. En última instancia, la cuestión de la razón de Estado nos lleva a reflexionar sobre principios fundamentales de la política y la gobernanza, como el equilibrio entre seguridad y libertades, la naturaleza y los límites de la soberanía, y el papel del Estado en la protección del bien común.

Maquiavelo (1469 - 1627): Conceptualización de la razón de Estado

Su retrato póstumo por Santi di Tito, en el Palazzo Vecchio de Florencia.

Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento político de Nicolás Maquiavelo, a menudo condensado en la expresión "el fin justifica los medios". En su obra más famosa, "El Príncipe", Maquiavelo sostiene que, para alcanzar y mantener el poder, los gobernantes deben estar dispuestos a actuar de formas que, en otros contextos, podrían considerarse inmorales. Sin embargo, es importante señalar que Maquiavelo no aboga por el rechazo total de la moral. Por el contrario, señala que la moral convencional a veces puede entrar en conflicto con las exigencias de la política. Por ejemplo, un gobernante puede necesitar recurrir al engaño o a la fuerza para proteger al Estado. En este contexto, tales acciones pueden estar justificadas si contribuyen a un fin superior, como la estabilidad política o la seguridad del Estado. Esto enlaza con la idea de "raison d'état", que sugiere que, en determinadas circunstancias excepcionales, el Estado puede estar justificado para emprender acciones que se desvíen de la ley o las normas ordinarias. Sin embargo, como reconoce el propio Maquiavelo, esto plantea un complejo reto ético y político, ya que puede resultar difícil determinar cuándo está realmente justificada una acción de este tipo y hasta dónde puede llegar. El pensamiento de Maquiavelo ha sido objeto de numerosos debates e interpretaciones a lo largo de los siglos. Algunos críticos lo consideran un cínico que aboga por la amoralidad, mientras que otros lo ven como un realista pragmático que simplemente reconoce los dilemas y retos de la política. Sea como fuere, sus ideas han influido profundamente en la teoría política y siguen informando los debates sobre cuestiones como la razón de Estado.

Maquiavelo se ha asociado a menudo con la idea de la astucia o el engaño como herramienta estratégica en política. En "El Príncipe", sugiere que los gobernantes, cuando actúan por el bien del Estado, pueden tener que recurrir a la ocultación o la manipulación para alcanzar sus objetivos. La astucia, en este contexto, puede entenderse como una forma de inteligencia estratégica, en la que un individuo o grupo posee información que otros no tienen y utiliza esta asimetría informativa en su beneficio. Esto puede implicar engañar a los oponentes, disfrazar las verdaderas intenciones o manipular las percepciones para obtener una ventaja estratégica. Sin embargo, es importante señalar que para Maquiavelo el uso de la astucia no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin mayor, como la estabilidad del Estado y la protección del bien común. Además, aunque Maquiavelo pueda parecer partidario de cierto nivel de engaño o manipulación en política, también advierte que los gobernantes deben actuar con cautela y sabiduría, y mantener la confianza y el respeto de sus súbditos en la medida de lo posible.

En la perspectiva maquiavélica, la táctica -y en particular la capacidad de actuar al margen de las normas establecidas cuando sea necesario para alcanzar un objetivo mayor- se considera un componente esencial de la habilidad como estadista. Esto es en gran medida lo que Maquiavelo quiere decir con la afirmación de que "el fin justifica los medios". En otras palabras, para Maquiavelo, el éxito político requiere a veces acciones que, fuera del contexto político, podrían considerarse contrarias a la moral convencional o a la ley. La exigencia última para el gobernante, en este marco de pensamiento, es el bienestar y la estabilidad del Estado. Sin embargo, es importante señalar que esta visión de la política, aunque a veces pueda parecer pragmática, también plantea importantes cuestiones éticas y morales. Subraya la necesidad de un equilibrio entre la persecución de objetivos políticos y el respeto de las normas éticas y jurídicas. Además, subraya la importancia de la responsabilidad y la transparencia en el ejercicio del poder. El propio Maquiavelo no era insensible a estos retos. En sus escritos, reconoce que el poder político, mal utilizado, puede conducir a la tiranía y la injusticia. Por ello, aunque pueda parecer que apoya la idea de que el fin justifica los medios, también subraya la importancia de la prudencia, la sabiduría y la moderación en el ejercicio del poder.

Aunque Maquiavelo no utiliza explícitamente el término "razón de Estado", sus escritos describen un concepto similar. Para él, la primera prioridad de un gobernante es el mantenimiento del poder y la estabilidad del Estado. Por ello, puede ser necesario adoptar comportamientos o métodos que no se ajusten a los principios democráticos tradicionales o que incluso puedan parecer inmorales. Dicho esto, Maquiavelo no aboga por el autoritarismo o el despotismo. Tampoco sugiere que los gobernantes sean libres de hacer lo que les plazca sin ningún tipo de restricción o responsabilidad. De hecho, advierte contra el abuso de poder y subraya la necesidad de un gobierno sabio y prudente. También sugiere que los gobernantes deben comportarse siempre de forma que se ganen el respeto y la confianza de sus súbditos, ya que el apoyo popular es crucial para la estabilidad y el éxito a largo plazo. La filosofía de Maquiavelo plantea importantes cuestiones sobre el poder, la ética y la gobernanza. Aunque a veces pueda parecer cínica o amoral, pone de relieve los retos inherentes a la política y la necesidad de un delicado equilibrio entre idealismo y realismo, entre moralidad y eficacia.

Desde la perspectiva de Maquiavelo, la acción política puede requerir a veces ir más allá de los marcos tradicionales de la ley y la moral para alcanzar los objetivos más importantes, como la estabilidad del Estado. Aquí es donde la noción de "razón de Estado" conecta con su filosofía. Maquiavelo reconoce que la política, especialmente a un alto nivel como el del gobernante de un Estado, puede implicar complejos dilemas en los que la estricta adhesión a reglas y normas puede entrar en conflicto con las exigencias prácticas del poder y la supervivencia del Estado. Esto no significa que Maquiavelo defienda un rechazo total de la ley o la moral, sino que considera estos aspectos como parte de un conjunto más amplio de consideraciones que deben tenerse en cuenta en la toma de decisiones políticas. Sin embargo, también plantea importantes cuestiones sobre los límites de la acción política y la tensión entre los imperativos de la realidad política y los ideales democráticos y éticos. Estas cuestiones, que están en el centro de los debates sobre la raison d'état, siguen siendo pertinentes y controvertidas hoy en día.

Giovanni Botero (1544 - 1617): Contribución a la conceptualización de la razón de estado

Giovanni Botero.

Giovanni Botero es, en efecto, una figura clave en el desarrollo del concepto de "razón de Estado". Nacido en 1544 en Piamonte (Italia), fue diplomático, sacerdote jesuita y escritor influyente sobre temas que van desde la economía a la geografía y la política. Su obra más famosa, "Della ragion di Stato" (Sobre la razón de Estado), publicada por primera vez en 1589, desempeñó un papel crucial en la formulación de este concepto. En este tratado, Botero explica que la supervivencia y el éxito del Estado dependen de una combinación de prudencia, política y moralidad. Sostiene que, en ocasiones, los gobernantes deben actuar de acuerdo con consideraciones pragmáticas que pueden superar las normas jurídicas o éticas tradicionales. Sin embargo, a diferencia de Maquiavelo, Botero insiste en que la razón de Estado debe guiarse siempre por principios cristianos y morales. Para él, la verdadera razón de Estado es la que sirve al bien común y es conforme a la ley divina. Así, aunque tanto Botero como Maquiavelo pueden considerarse importantes contribuyentes a la teoría de la razón de Estado, ofrecen perspectivas diferentes sobre la relación entre política, moral y poder. Estas perspectivas han tenido una profunda influencia en el pensamiento político y siguen informando los debates actuales sobre cuestiones como la razón de Estado y la ética en la política.

Giovanni Botero fue uno de los primeros pensadores que se centró en la construcción y la eficacia del poder estatal. Se interesó por el modo en que los Estados pueden desarrollar y mantener su poder, en particular a través de la economía y la demografía. Para Botero, el poder de un Estado no sólo dependía del tamaño de su territorio o de su ejército, sino también de la riqueza y el bienestar de su población. Por ello, fue uno de los primeros en subrayar la importancia de los factores económicos y sociales para reforzar el poder del Estado. En el marco de la raison d'état, Botero sostenía que los dirigentes tenían que tomar decisiones pragmáticas para garantizar la supervivencia y la prosperidad de sus Estados. Esto podía requerir a veces acciones que iban más allá de las normas legales o éticas tradicionales. Sin embargo, a diferencia de Maquiavelo, Botero también destacaba la importancia de los principios morales y cristianos en la gobernanza, argumentando que la verdadera razón de Estado debía servir siempre al bien común y respetar la ley divina. Esta combinación de pragmatismo político y compromiso moral ha hecho del pensamiento de Botero una gran influencia en la teoría política, y su concepto de razón de Estado sigue siendo relevante en los debates contemporáneos sobre el poder, la ética y la gobernanza.

Giovanni Botero, como sacerdote jesuita, incorporó principios teológicos a su concepción de la razón de Estado. Para él, el ejercicio del poder, incluida la aplicación del arte de gobernar, debe guiarse por los principios y enseñanzas de la fe cristiana. Botero afirmó que los dirigentes, especialmente los que ejercen un poder excepcional en virtud de la razón de Estado, tienen el deber de respetar la palabra de Dios y seguir sus mandamientos. Deben esforzarse por alcanzar los objetivos divinos para la humanidad, lo que significa promover el bien común, mantener la justicia y la paz, y proteger a los débiles y vulnerables. Desde esta perspectiva, la razón de Estado no puede servir de excusa para actuar de forma arbitraria o injusta. Por el contrario, debe utilizarse siempre de forma compatible con la ley divina y promoviendo el bienestar de la comunidad. Se trata de una visión del Estado distinta de la de Maquiavelo y otros teóricos políticos más seculares. Hace hincapié en la responsabilidad moral y espiritual de los dirigentes y en la importancia de la fe y la virtud en la política. Este punto de vista ha influido en el desarrollo posterior de la teoría política, en particular dentro de la tradición de la filosofía política cristiana.

Giovanni Botero y Nicolás Maquiavelo tienen perspectivas diferentes sobre la razón de Estado en relación con la moral. A menudo se interpreta que Maquiavelo deja de lado las consideraciones morales tradicionales en favor de un pragmatismo político, según el cual el fin (la estabilidad y el éxito del Estado) justifica los medios. Su planteamiento se califica a veces de amoral, en el sentido de que no se ajusta a la moral convencional. Botero, en cambio, insiste en la importancia de la moral, concretamente la cristiana, en la política. Para él, la razón de Estado no es una excusa para actuar de forma inmoral o injusta, sino un principio que debe aplicarse de forma que esté de acuerdo con los mandamientos de Dios y promueva el bienestar de la comunidad. Así, aunque ambos están de acuerdo en que los gobernantes pueden necesitar a veces tomar medidas excepcionales para proteger y fortalecer su Estado, difieren en la medida en que estas acciones deben estar limitadas por la moral y la ética.

Para él, la aplicación de la razón de Estado debe guiarse siempre por principios morales, especialmente los derivados de la fe cristiana. El poder político, incluso cuando se ejerce de forma excepcional en virtud de la razón de Estado, no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar objetivos divinos para la humanidad. Esto significa que, aunque a veces los gobernantes tengan que emprender acciones que parezcan ir en contra de la moral convencional o de las leyes vigentes, estas acciones pueden justificarse si están de acuerdo con los mandamientos de Dios y si promueven el bienestar de la comunidad.

La concepción de Botero de la razón de Estado sirve como una especie de respuesta a la visión de Maquiavelo. Mientras que Maquiavelo se centra en la eficacia política y el pragmatismo, dejando de lado las consideraciones morales tradicionales, Botero subraya el papel crucial de la moral, en particular de la moral cristiana, en el gobierno. Botero sostiene que el verdadero poder y la autoridad proceden de Dios y, por tanto, quienes gobiernan deben seguir los mandamientos y las enseñanzas de Dios. Si un gobernante hace esto, entonces puede justificar el uso de la razón de Estado en circunstancias excepcionales. Desde este punto de vista, la razón de Estado no es una excusa para actuar de forma amoral o injusta, sino un principio que debe utilizarse de acuerdo con las enseñanzas divinas. Se trata de una perspectiva que contrasta fuertemente con la de Maquiavelo, y refleja las diferencias más amplias de su pensamiento político.

Para Botero, el uso de la razón de Estado es una extensión del deber del príncipe para con Dios y el bienestar de su pueblo. Sostiene que el príncipe, al hacer uso de la razón de Estado, a veces puede tener que ir más allá de las leyes o normas convencionales para alcanzar los objetivos superiores que Dios le ha asignado. Es importante aclarar que para Botero el uso de la razón de Estado no es una licencia para la inmoralidad o la injusticia. Por el contrario, el príncipe siempre debe buscar actuar de acuerdo con los principios morales y éticos derivados de la fe cristiana, incluso cuando actúe de manera excepcional. Esta visión de la razón de Estado como herramienta al servicio de la voluntad divina y del bien común es un rasgo distintivo del pensamiento político de Botero, y ofrece un interesante contraste con enfoques más seculares y pragmáticos de la razón de Estado.

Botero es uno de los primeros pensadores en desarrollar una teoría del Estado moderno y en explorar las condiciones para la aplicación de la raison d'état. Le preocupa la cuestión de cómo construir y mantener un Estado poderoso y eficaz que pueda responder a los desafíos y las crisis sin comprometer los principios morales fundamentales. Para Botero, la raison d'Etat es un instrumento esencial a disposición del príncipe para gestionar estas situaciones excepcionales. Sin embargo, su uso debe estar siempre guiado por una profunda comprensión de la voluntad divina y de las necesidades de la comunidad. También sugiere que el Estado moderno debe organizarse de tal modo que facilite la aplicación eficaz y ética de la razón de Estado. Esto implica una estructura de gobierno fuerte, una administración competente y una población bien gobernada y moralmente virtuosa. En resumen, la visión de Botero de la razón de Estado está profundamente arraigada en su concepción más amplia del Estado moderno y sus requisitos. Esto le convierte en una figura importante en el desarrollo de la teoría política moderna.

Botero propone que la raison d'état puede invocarse en momentos de crisis grave, como las guerras civiles. Estas situaciones excepcionales pueden amenazar la existencia misma del Estado y la estabilidad de la sociedad, requiriendo medidas extraordinarias para restablecer el orden y la paz. Botero sugiere que, en tales casos, el príncipe puede verse obligado a anular las leyes ordinarias o las normas éticas convencionales para preservar el Estado y a sus ciudadanos. Sin embargo, incluso en estas circunstancias extremas, el príncipe no está libre de limitaciones morales. Al contrario, sus acciones deben estar siempre guiadas por principios divinos y encaminadas al bienestar de la comunidad. Así, para Botero, la razón de Estado no es una licencia para la arbitrariedad o la injusticia, sino un principio que puede justificar acciones extraordinarias en circunstancias extraordinarias, siempre con el respeto a los mandamientos de Dios y la promoción del bien común como objetivos últimos.

La paradoja de Botero es que legitima la acción del príncipe por motivos religiosos, pero al mismo tiempo está dispuesto a definir como morales actos que no tienen nada de humanos. Esta paradoja es uno de los aspectos más controvertidos del pensamiento de Botero. Por un lado, insiste en que la razón de Estado debe guiarse siempre por principios morales y teológicos. Por otro lado, reconoce que la aplicación de la razón de estado puede requerir en ocasiones acciones que en otros contextos serían consideradas inmorales o inhumanas. Botero parece resolver esta paradoja argumentando que una necesidad excepcional -como la que puede surgir en una guerra civil u otra crisis grave- puede justificar acciones que de otro modo serían inaceptables. Considera que, en tales situaciones, el bien común y la supervivencia del Estado pueden requerir medidas extraordinarias, aunque impliquen cierto sufrimiento o daño. Sin embargo, es importante señalar que para Botero, incluso en estas circunstancias extremas, el príncipe no está libre de restricciones morales. Siempre debe tratar de minimizar el daño causado y actuar de acuerdo con la voluntad divina, tal y como él la entiende. Puede parecer un planteamiento paradójico, pero es coherente con su visión del Estado y de la moral política.

Partiendo de un apriori conceptual limitado, el príncipe es moral para poder aplicar la razón de Estado. Si el príncipe es fundamentalmente inmoral, entonces puede utilizar la razón de Estado para promover sus propios intereses en nombre de Dios. Esta es una preocupación importante en relación con la teoría de Botero sobre la razón de Estado. En efecto, existe el riesgo de que un príncipe inmoral haga un mal uso de la noción de razón de Estado para justificar acciones que sirvan a sus propios intereses y no al bien común. Podría, por ejemplo, afirmar que actúa en nombre de la voluntad divina o de la preservación del Estado, mientras que en realidad persigue objetivos egoístas o tiránicos. Este es un problema en todas las teorías políticas que permiten flexibilidad o discrecionalidad en la aplicación de normas morales o jurídicas. ¿Cómo podemos garantizar que no se abusa de esta latitud? ¿Cómo garantizar que los dirigentes se mantengan fieles a los principios éticos fundamentales y no utilicen la razón de Estado como pretexto para ejercer un poder arbitrario? Botero, como muchos otros pensadores políticos, intenta resolver este problema insistiendo en la necesidad de un estricto control moral y religioso sobre el príncipe. Según él, el príncipe debe ser profundamente consciente de sus deberes para con Dios y la comunidad, y debe tratar siempre de servir al bien común antes que a sus propios intereses. Sin embargo, sigue siendo una cuestión abierta cómo puede garantizarse esto en la práctica, especialmente en ausencia de mecanismos de control democrático eficaces.

Uno de los supuestos fundamentales del argumento de Botero a favor de la raison d'Etat parece ser que los ciudadanos de a pie pueden carecer de la racionalidad necesaria para comprender y gestionar los complejos problemas a los que se enfrenta el Estado, especialmente en tiempos de crisis o emergencia. Desde esta perspectiva, la raison d'Etat puede verse como un mecanismo para restaurar el orden y la racionalidad cuando la población es incapaz de hacerlo por sí misma. Esto puede implicar acciones que parecen "irrazonables" o arbitrarias a primera vista, pero que están justificadas por la necesidad de preservar la estabilidad y el bienestar del Estado en su conjunto. Sin embargo, este enfoque tiene serias limitaciones. Puede utilizarse fácilmente para justificar abusos de poder o para eludir los principios democráticos. Además, se basa en una visión bastante pesimista de la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas y participar de forma significativa en la gobernanza de su propia sociedad. En este sentido, la teoría de Botero, aunque tiene importantes implicaciones para la comprensión de la política y el poder, debe abordarse con cautela.

La idea de la raison d'état sugiere que en determinadas situaciones, especialmente aquellas en las que el orden social o la seguridad del Estado se ven amenazados, pueden ser necesarias medidas extraordinarias. Estas medidas pueden ir más allá de lo que normalmente permite la ley o la ética convencional. El objetivo es proteger al Estado y a sus ciudadanos de amenazas significativas. Sin embargo, es crucial subrayar que, incluso en una situación de emergencia o crisis, hay límites a lo que un gobierno puede justificar en nombre del Estado. Por ejemplo, nunca deben violarse los derechos humanos básicos ni los principios democráticos. Además, el uso de la raison d'Etat debe ser temporal y específico para la crisis o amenaza en cuestión. Una vez superada la crisis, el gobierno debe volver al orden jurídico normal. Además, el uso de la raison d'Etat requiere mucha cautela y un control estricto para evitar el abuso de poder. Los dirigentes deben rendir cuentas de sus actos y las decisiones adoptadas en nombre de la raison d'Etat deben ser transparentes y estar sujetas a escrutinio. En una democracia, esto implica un papel activo de los medios de comunicación, la sociedad civil y las instituciones de control, como los tribunales.

Históricamente, el estado de guerra ha sido uno de los momentos en los que más se ha invocado la raison d'état. En estos momentos de crisis extrema, el Estado puede verse obligado a tomar medidas extraordinarias para garantizar su supervivencia. Esto puede implicar, por ejemplo, restricciones temporales de las libertades civiles, la movilización de recursos de forma inusual o la aplicación de estrategias militares que, de otro modo, podrían considerarse inaceptables. El objetivo es siempre proteger al Estado y a sus ciudadanos de la amenaza inminente. Sin embargo, como ya se ha mencionado, incluso en tiempos de guerra, es crucial que las acciones emprendidas en nombre del Estado respeten ciertos principios fundamentales, como el respeto de los derechos humanos, la proporcionalidad de las medidas adoptadas y su carácter temporal. Además, tales acciones deben estar siempre sujetas a un riguroso escrutinio y control para evitar el abuso de poder. Por último, cabe señalar que la raison d'Etat no se limita a las situaciones de guerra. También puede invocarse en otras situaciones de crisis, como emergencias sanitarias o catástrofes naturales, cuando el orden normal debe suspenderse temporalmente para hacer frente a la situación.

Para Giovanni Botero, como para muchos otros pensadores políticos de su época, el ejército y la capacidad de hacer la guerra se consideraban elementos esenciales del poder y la autoridad del Estado. También era a través de la conducción de la guerra como el Estado podía a veces ser llamado a ejercer la raison d'état, tomando decisiones excepcionales para garantizar su supervivencia y seguridad. En el contexto de la guerra, la raison d'Etat podía invocarse para justificar estrategias militares inusuales, el uso de recursos de forma no convencional o incluso acciones que de otro modo podrían considerarse contrarias al derecho internacional. Sin embargo, es importante subrayar que el uso de la raison d'état en este contexto debe ser siempre proporcionado, temporal y respetuoso con los derechos humanos de las personas, incluidos los de los enemigos. Además, la capacidad de mantener un ejército fuerte y eficaz suele considerarse una manifestación del poder del Estado y de su capacidad para proteger a sus ciudadanos, lo que también constituye un elemento importante de la raison d'état. Un ejército fuerte puede disuadir de ataques extranjeros, mantener el orden interno y garantizar la soberanía e independencia del Estado.

En su evolución, la raison d'Etat se ha ido separando gradualmente de su base teológica para convertirse en un concepto más ampliamente asociado a la filosofía política y a las prácticas del poder estatal. Esta evolución se ha visto influida por los cambios en la naturaleza de las sociedades, la organización del Estado y la naturaleza de los conflictos y retos a los que se enfrentan los Estados. La aplicación de la raison d'Etat como forma extraordinaria de gobierno suele estar justificada por situaciones excepcionales, como crisis, guerras o amenazas a la seguridad nacional. Estas situaciones suelen requerir respuestas rápidas y a veces radicales, que pueden ir más allá de los procedimientos y normas habituales de gobernanza. Sin embargo, la invocación de la raison d'Etat debe respetar siempre ciertos límites, especialmente en lo que se refiere al respeto de los derechos humanos y los principios fundamentales de la democracia. No debe utilizarse como excusa para abusar del poder o violar las libertades fundamentales, sino como medio para proteger el interés público en situaciones extraordinarias. También es importante señalar que la aplicación de la raison d'Etat debe ser siempre temporal, y el Estado debe volver a su gobernanza normal en cuanto se resuelva la situación de emergencia. En este sentido, la razón de Estado es una herramienta importante para garantizar la supervivencia y continuidad del Estado, pero su uso debe estar regulado y controlado para evitar abusos.

La razón de Estado es un concepto que permite al Estado, en determinadas situaciones excepcionales, actuar de forma extraordinaria en interés de la nación. Esto puede implicar la toma de decisiones o la adopción de políticas que se desvíen de la norma o incluso de la ley, si se considera necesario para proteger la seguridad, la estabilidad o la integridad de la nación. Sin embargo, como ya se ha mencionado, el uso de la raison d'état debe ser temporal y proporcionado a la situación, y siempre de acuerdo con los derechos fundamentales de los ciudadanos. En una democracia, el uso de la razón de Estado también debe estar sujeto a controles y equilibrios para evitar el abuso de poder. Además, la razón de Estado no justifica acciones contrarias a la moral o a la ética. En efecto, si bien el interés general puede requerir a veces medidas excepcionales, éstas deben respetar siempre los principios fundamentales de justicia y respeto de la dignidad humana. Se trata de un tema complejo que ha sido ampliamente debatido en filosofía política y ciencia política.

El concepto de raison d'Etat es intrínsecamente paradójico. En circunstancias extraordinarias, el Estado puede tener que tomar medidas que vayan más allá de la norma legal y de las libertades individuales para proteger el bienestar general de la sociedad. El carácter extraordinario de estas situaciones justificaría el uso de medidas no ordinarias, según la teoría de la raison d'Etat. Por un lado, se basa en la idea de que el Estado a veces debe adoptar medidas extraordinarias para proteger el interés general. Esto puede incluir la suspensión temporal de ciertos derechos y libertades individuales, en circunstancias excepcionales como una guerra o una crisis grave. Por otro lado, estas medidas extraordinarias pueden suponer en sí mismas una amenaza para la democracia y el Estado de Derecho, al crear una situación en la que el Estado actúa fuera de los límites habituales de la ley y el control democrático. Esta paradoja está en el centro de muchos debates de filosofía política y derecho constitucional. ¿Cómo pueden justificarse las restricciones de los derechos y libertades fundamentales en nombre del interés público? ¿Cuáles son los límites de la acción del Estado en situaciones excepcionales? ¿Cómo garantizar el control democrático y evitar los abusos de poder en tales situaciones? Estas preguntas son aún más pertinentes en el contexto actual, en el que muchos países de todo el mundo han tenido que adoptar medidas excepcionales para hacer frente a crisis como la pandemia de COVID-19.

La guerra como catalizador del arte de gobernar

Michel Senellart (1953 - ): Perspectivas contemporáneas sobre el papel de la guerra

Michel Senellart es un filósofo francés contemporáneo especializado en filosofía política e historia de las ideas políticas. Su visión de la razón de Estado se centra en gran medida en la idea de que el Estado a veces necesita desviarse de la norma para responder a crisis importantes, como la guerra.

Según Senellart, la razón de Estado no es más que una contravención de las razones ordinarias en aras del bien público, o en aras de una razón mayor y universal. Esto significa que, en ocasiones, el Estado puede verse obligado a actuar de forma contraria a las normas habituales en aras del bien público o para respetar una razón más universal. La guerra es un ejemplo típico en el que puede aplicarse la razón de Estado según Senellart. En tiempos de guerra, el Estado puede tener que tomar medidas extraordinarias para garantizar la seguridad y el bienestar de la nación. Esto podría incluir acciones que en tiempos de paz se considerarían fuera de lo común o incluso ilegales.

La razón de Estado suele invocarse en situaciones de emergencia o crisis en las que el funcionamiento normal de la democracia no es suficiente para responder a una amenaza grave para el Estado o la sociedad. Esto puede incluir situaciones de guerra, terrorismo, catástrofe natural o pandemia. En estas situaciones, el gobierno puede considerar necesario tomar medidas extraordinarias para garantizar la seguridad, el bienestar y la continuidad de la nación. Esto puede implicar la derogación temporal de ciertas normas o leyes normales. Sin embargo, la invocación de la razón de Estado debe realizarse siempre con cautela. La suspensión o modificación de las normas o derechos habituales debe ser proporcional a la amenaza, limitada en el tiempo y estar sujeta a revisión judicial para evitar el abuso de poder y preservar el Estado de Derecho y los principios democráticos.

Scipione Ammirato (1531 - 1601): La guerra y la razón de Estado

Scipione Ammirato fue un historiador italiano de finales del siglo XVI. Su visión de la razón de Estado es menos conocida que la de pensadores como Maquiavelo o Botero, pero refleja la idea de que en determinadas circunstancias el bienestar del Estado puede requerir acciones extraordinarias, a menudo asociadas a situaciones de conflicto o guerra. De hecho, la guerra es un contexto en el que los líderes se enfrentan a menudo a decisiones difíciles que pueden requerir desviarse de las normas y prácticas habituales para preservar la seguridad y la integridad del Estado. Es en este contexto en el que puede invocarse la noción de statecraft para justificar tales acciones. En el contexto de la guerra, la aplicación de la razón de Estado puede adoptar muchas formas, como la imposición de la ley marcial, la restricción de las libertades civiles, la requisa de la propiedad privada, la movilización de la población para el esfuerzo bélico, etc. En el contexto de los conflictos con otros Estados, la aplicación de la razón de Estado puede adoptar muchas formas.

En el contexto de conflictos con otras naciones o grupos, incluidos grupos religiosos, la raison d'Etat puede invocarse para justificar determinadas acciones o políticas extraordinarias destinadas a proteger la integridad, la seguridad y los intereses del Estado. La aplicación de la raison d'Etat puede adoptar muchas formas en estos contextos, como políticas de seguridad reforzadas, restricciones de determinadas libertades civiles, esfuerzos diplomáticos extraordinarios, medidas militares de defensa, etc. En algunos casos, estas medidas pueden estar justificadas por los propios intereses del Estado. En algunos casos, estas medidas pueden ser controvertidas, ya que pueden parecer contrarias a ciertos principios democráticos o de derechos humanos.

La razón de Estado se invoca a menudo en el contexto de tensiones internacionales y preparativos de guerra. Implica la adopción de medidas extraordinarias para proteger la seguridad y los intereses nacionales, que pueden incluir la movilización de recursos, el aumento de la producción militar, la aplicación de políticas de seguridad reforzadas y la coordinación de esfuerzos para anticiparse y prepararse para una posible guerra. Desde esta perspectiva, la raison d'état se considera una herramienta de preparación para la guerra, una especie de "guerra latente". Es una forma de poner en común los recursos del Estado y de centrar la atención en un objetivo común, a saber, la defensa del Estado y de sus intereses. Sin embargo, es importante subrayar que la invocación de la razón de Estado para justificar tales medidas extraordinarias debe hacerse siempre de manera transparente, proporcional y limitada en el tiempo. Además, debe respetar siempre los principios del Estado de Derecho y los derechos fundamentales de los ciudadanos. Además, es preferible evitar la guerra en la medida de lo posible, recurriendo a la diplomacia, la negociación y la cooperación internacional para resolver los conflictos y las tensiones. La guerra debe ser siempre el último recurso, cuando se hayan agotado todas las demás opciones.

La guerra, al ser una situación excepcional, justifica a menudo el recurso a la raison d'état. Es un momento en el que la seguridad y la propia existencia del Estado pueden verse amenazadas. En consecuencia, pueden aplicarse medidas extraordinarias para proteger y preservar la nación. Sin embargo, hay que señalar que el uso de la fuerza del Estado, incluso en tiempos de guerra, debe ajustarse a los principios fundamentales de la democracia y a las normas internacionales. Esto significa que cualquier acción emprendida debe respetar los derechos humanos, los principios de justicia y las reglas de la guerra.

Carl Schmitt (1888 - 1985): Reevaluación de la relación entre guerra y Estado

Schmitt asesora a los gobiernos de von Papen (izquierda) y Schleicher (derecha) sobre la cuestión constitucional.

Carl Schmitt, jurista y filósofo político alemán, desarrolló la teoría del partisano, que se centra en una forma específica de combate: la guerra de guerrillas o lucha irregular. Esta teoría se desarrolla principalmente en su libro "Teoría del partisano" (1962). Según Schmitt, el partisano se distingue del combatiente regular porque no actúa según las reglas convencionales de la guerra y no es fácilmente identificable. Está arraigado en un lugar concreto (normalmente su territorio local), es extremadamente móvil y su lealtad es más hacia una causa que hacia un Estado. Schmitt consideró la aparición de los partisanos como una transformación significativa de la naturaleza de la guerra. El impacto de esta transformación en la razón de Estado es considerable. Si el Estado está diseñado para gestionar conflictos entre entidades claramente definidas y organizadas, ¿cómo puede gestionar el tipo de conflicto asimétrico e irregular que representa el partisano? La cuestión se complica aún más si consideramos que el partisano puede ser interno al Estado, un ciudadano que se ha levantado en armas contra el Estado por una u otra razón. Schmitt considera que la figura del partisano desafía las categorías tradicionales del derecho de guerra y obliga a repensar los conceptos de soberanía y excepción. Así, en este marco, la razón de Estado se vuelve más compleja, ya que la amenaza no sólo procede de actores estatales externos, sino que también puede emanar del interior, lo que puede justificar medidas excepcionales para hacerle frente.

Carl Schmitt desarrolló una teoría del "decisionismo". El decisionismo es un enfoque de la teoría política que hace hincapié en el papel de la decisión individual en los procesos políticos. La famosa frase de Schmitt "el soberano es quien decide la excepción" expresa esta idea. Significa que el verdadero poder político reside en la capacidad de suspender el orden jurídico vigente para hacer frente a una emergencia. Este poder de decidir cuándo y cómo se suspende el orden jurídico normal es, según Schmitt, lo que define la soberanía. Durante el ascenso del nazismo, Schmitt fue un activo defensor del régimen. Sostuvo que la toma del poder por Hitler fue un ejemplo de decisión soberana, al suspender el orden constitucional de la República de Weimar en 1933. La soberanía y el estado de excepción han sido muy criticados, no sólo por su papel en la legitimación del régimen nazi, sino también por la forma en que pueden utilizarse para justificar abusos de poder.

Según Carl Schmitt, el soberano, como quien decide sobre la excepción, tiene el poder de determinar los momentos de emergencia o crisis que justifican la suspensión del orden jurídico normal. Este poder de excepción podría incluir, de hecho, la capacidad de declarar la guerra o de tomar decisiones extraordinarias en respuesta a situaciones de crisis. De hecho, la teoría de la raison d'état y el concepto de guerra total se han vinculado a los regímenes totalitarios del siglo XX, especialmente a los de la Alemania nazi y la Unión Soviética de Stalin. En estos regímenes, el Estado trata de controlar todos los aspectos de la vida pública y privada, incluida la economía, la educación, las artes, la religión, las relaciones personales e incluso los pensamientos de los individuos. El totalitarismo se asocia a menudo con la movilización total en tiempos de guerra, cuando todos los recursos de la sociedad se dedican al esfuerzo bélico. Esto puede hacerse mediante el servicio militar obligatorio, la regulación de la industria y la economía, y la restricción de las libertades civiles en nombre de la seguridad nacional. En este contexto, a menudo se invoca la razón de Estado para justificar acciones que, en tiempos de paz, se considerarían violaciones de los derechos humanos.

El totalitarismo es un sistema político que pretende controlar todos los aspectos de la vida pública y privada, incluida la expresión individual y el libre pensamiento. En un régimen totalitario, el Estado pretende monopolizar la verdad y definir la realidad para sus ciudadanos. Los medios de comunicación estatales se utilizan para difundir la propaganda oficial, y cualquier disidencia o crítica al régimen es severamente reprimida. Esto puede crear un entorno en el que el pensamiento independiente y la libertad de expresión se vean obstaculizados o incluso sean peligrosos. Los individuos pueden conformarse a las expectativas del régimen, no sólo por miedo a las represalias, sino también por condicionamiento social y adoctrinamiento. El totalitarismo se asocia a menudo con regímenes autoritarios arraigados en ideologías extremas y que pretenden remodelar la sociedad de acuerdo con una visión utópica. Sin embargo, este intento de controlar todos los aspectos de la vida social e individual puede conducir a menudo a la opresión, la violencia y la deshumanización.

Carl Schmitt, filósofo político alemán, escribió mucho sobre la naturaleza de la política y el poder. Sostenía que la distinción fundamental en política es entre "amigo" y "enemigo". En este marco, el enemigo no es necesariamente un individuo o grupo al que se odia o desprecia personalmente, sino el que está al otro lado del conflicto político. Según Schmitt, el papel del soberano (el "gobernante") es hacer esta distinción y tomar decisiones en situaciones excepcionales, como la guerra o la crisis. Schmitt sostenía que, en tales situaciones, la normalidad constitucional puede suspenderse en nombre de la preservación del Estado. Es lo que se denomina estado de excepción.

La visión del conflicto desde una perspectiva teológica nazi, tal y como la expresa Carl Schmitt, se centra en la noción de amigo y enemigo. Esto implica que los conflictos son inevitables e incluso necesarios en política, ya que permiten definir claramente quién es "amigo" y quién "enemigo". Esta distinción es fundamental para el ejercicio del poder político. En el contexto del nazismo, esta teoría se utilizó para justificar la agresión y la expansión imperialista, identificando a ciertos grupos (como los judíos o los comunistas) como "enemigos" del Estado. El futurismo fue un movimiento artístico y social que comenzó en Italia a principios del siglo XX y que valoraba la velocidad, la tecnología, la juventud y la violencia, rechazando el pasado. Algunos futuristas, como Filippo Tommaso Marinetti, apoyaron los movimientos fascistas en Italia y otros países. Sin embargo, el futurismo como movimiento era distinto del nazismo y de la teoría política de Carl Schmitt, aunque compartían algunos temas de glorificación del conflicto y rechazo de la tradición.

Carl Schmitt sostenía que la esencia de la política descansa en la distinción entre amigo y enemigo. Para él, la guerra, como conflicto supremo, es la máxima expresión de esta distinción. Es en el contexto de la guerra, o al menos de la posibilidad de la guerra, donde, según Schmitt, se pone de manifiesto la verdadera naturaleza de lo político. En este contexto, el soberano (o quien ejerza el poder político) es quien decide el estado de excepción, es decir, quien determina cuándo una situación es tan grave que justifica medidas extraordinarias -incluida la guerra-. Es lo que Schmitt denomina "decisionismo".

Actualité de l’état d’exception et de la raison d'État

Giorgio Agambe (1942 - ) : Comprendre l'état d'exception

Giorgio Agamben .

Giorgio Agamben, un philosophe italien bien connu, a publié un livre intitulé "État d'exception" en 2005 (sa première édition italienne date de 2003). Il examine dans cet ouvrage la notion d'"état d'exception" telle qu'elle a été développée par Carl Schmitt. Agamben analyse comment les États peuvent utiliser l'état d'exception pour suspendre les lois et les droits constitutionnels en situation de crise. Il argumente que, de plus en plus, l'état d'exception est devenu la norme plutôt que l'exception dans les sociétés contemporaines, avec l'extension des pouvoirs de surveillance et de contrôle des gouvernements. Pour Agamben, l'état d'exception est un espace dangereux où le droit est en suspens et où l'autorité gouvernementale agit sans contraintes légales, ce qui peut mener à des abus de pouvoir. Il met en garde contre l'utilisation de cette situation pour restreindre les libertés civiles et les droits de l'homme. C'est un concept puissant et inquiétant qui souligne la tension entre la sécurité et la liberté dans les sociétés modernes. L'ouvrage de Agamben a été largement discuté et débattu, et a eu un impact significatif sur la pensée politique contemporaine.

Agamben émet l'idée que les sociétés contemporaines ont tendance à entrer dans un état d'exception permanent, particulièrement sous le prétexte de la sécurité. L'État d'exception est une situation de crise qui permet à l'État de suspendre les lois et les libertés civiles normalement en vigueur. Agamben suggère que cet état d'exception est de plus en plus utilisé comme un moyen de gouvernance normal, plutôt que comme une réponse exceptionnelle à une crise. Par exemple, dans le contexte de la "guerre contre le terrorisme", les États peuvent invoquer la sécurité nationale pour justifier des mesures qui violent les droits de l'homme et les libertés civiles. Cet état d'exception, selon Agamben, met en danger la démocratie en rendant les citoyens vulnérables aux abus de pouvoir. Il soutient que l'état d'exception révèle une tension fondamentale entre la sécurité et la liberté, une tension qui est au cœur des débats contemporains sur le rôle de l'État dans la société.

Dans la Déclaration des Droits de l'Homme et du Citoyen de 1789, il est affirmé que la liberté est la condition préalable à la sécurité. C'est-à-dire que les individus doivent être libres pour être en sécurité. Cependant, dans le monde contemporain, ce paradigme semble avoir été inversé. De plus en plus, la sécurité est vue comme une condition préalable à la liberté. Cela signifie que les États et les sociétés sont de plus en plus disposés à restreindre les libertés individuelles et collectives au nom de la sécurité. Cela peut être vu dans le contexte de la lutte contre le terrorisme, par exemple, où les libertés civiles sont souvent restreintes au nom de la sécurité nationale. C'est une évolution inquiétante pour beaucoup, car elle peut potentiellement mener à des abus de pouvoir et à une diminution de la démocratie. Cette tension entre sécurité et liberté est un débat crucial dans la pensée politique contemporaine. La question est de savoir jusqu'où nous sommes disposés à aller pour garantir notre sécurité et si cela en vaut la peine si cela signifie une restriction de nos libertés.

Giorgio Agamben, dans son ouvrage "État d'exception", soutient que dans les sociétés contemporaines, la sécurité est souvent privilégiée par rapport à la liberté. Selon lui, cela mène à ce qu'il appelle un "état d'exception" : un état dans lequel les normes légales régulières sont suspendues au nom de la sécurité. Pour Agamben, ce n'est pas une situation exceptionnelle ou temporaire, mais un état permanent qui est devenu la norme dans de nombreuses sociétés modernes. Il argue que la notion de sécurité est devenue une excuse pour restreindre les libertés et renforcer le pouvoir de l'État, créant ainsi un environnement de contrôle et de surveillance constants. Ce qu'Agamben critique ici, c'est le glissement de la primauté de la liberté vers la primauté de la sécurité dans nos sociétés contemporaines. Il suggère que cela mène à une rationalisation et à une normalisation de l'état d'exception, qui, à son tour, menace les libertés individuelles et collectives. C'est un débat important qui fait écho à de nombreux problèmes contemporains, de la lutte contre le terrorisme à la gestion des crises sanitaires, où la tension entre liberté et sécurité est constamment présente.

Selon Agamben, nous vivons maintenant dans une situation où l'état d'exception est devenu la norme, plutôt qu'une occurrence rare et temporaire comme le suggérait Botero. Cette perspective est en effet en accord avec la théorie de Michel Foucault sur la société de surveillance. Foucault a développé la notion de "biopouvoir", où le contrôle exercé par l'État s'étend non seulement à la vie sociale, mais aussi à la vie biologique des individus. Cela implique une surveillance constante et une régulation détaillée des corps et des vies des citoyens. C'est donc un glissement significatif dans la façon dont le pouvoir est exercé par l'État. Ce changement peut être vu comme une menace pour nos libertés individuelles, car le pouvoir de l'État est exercé de manière plus intrusive et omniprésente. En outre, comme Agamben le souligne, la primauté de la sécurité sur la liberté contribue à ce processus, en justifiant l'expansion continue du contrôle et de la surveillance au nom de la protection de la sécurité des individus et de la société dans son ensemble. Il est important de noter que ces perspectives sont fortement débattues dans le domaine académique et politique. Certaines personnes peuvent voir ces développements comme nécessaires et justifiés, tandis que d'autres peuvent les voir comme des atteintes inacceptables à nos libertés individuelles et à nos droits fondamentaux.

La notion que nous sommes entrés dans une ère de "non-droit" et de "nécessité" reflète les préoccupations que de nombreux penseurs, juristes et activistes ont aujourd'hui concernant la manière dont le droit et la démocratie sont utilisés, et parfois contournés, au nom de la sécurité, de l'efficacité ou de la nécessité. La traçabilité et la surveillance sont devenues des éléments omniprésents de notre vie quotidienne, sous-tendant des aspects majeurs de notre économie, de notre gouvernement et de notre société. Ceci est facilité par l'avancement technologique rapide, qui permet un niveau de surveillance et de collecte de données sans précédent. La tension entre la nécessité et le droit est une question centrale de notre époque. Traditionnellement, l'état de droit est un principe fondamental des sociétés démocratiques, garantissant que toutes les actions, y compris celles de l'État, sont soumises à la loi. Cependant, dans de nombreux cas, nous voyons des situations où la "nécessité" est invoquée pour justifier des actions qui, autrement, pourraient être considérées comme contraires aux principes juridiques et démocratiques fondamentaux. Cette tension pose des questions fondamentales sur la nature de nos sociétés et de nos systèmes politiques. Comment équilibrer la sécurité et la liberté ? Qu'est-ce que la démocratie signifie dans une ère de surveillance de masse et de données omniprésentes ? Ce sont des questions complexes auxquelles il n'y a pas de réponses simples, mais le débat et la réflexion sont essentiels pour façonner l'avenir de nos sociétés.

Le concept d'état d'exception décrit par Agamben est précisément celui d'une situation où les lois ordinaires et les droits civils sont suspendus, souvent en réponse à une crise perçue ou à une situation d'urgence. Cet état de choses crée effectivement une "zone grise" où les règles normales ne s'appliquent pas et où les pouvoirs de l'État peuvent être étendus de manière significative. Dans ces situations, il y a souvent une tension entre les impératifs de sécurité et les droits et libertés individuels. C'est une question complexe qui n'a pas de réponse facile, car elle nécessite un équilibre entre la protection de la sécurité de l'État et de ses citoyens d'une part, et la sauvegarde des droits et libertés individuels d'autre part.

La séparation des pouvoirs est un principe fondamental qui vise à prévenir l'abus de pouvoir et à maintenir l'équilibre dans l'exercice de l'autorité. Cette séparation permet à chaque pouvoir - législatif, exécutif, judiciaire - de contrôler les autres et de garantir ainsi une forme de réciprocité dans le fonctionnement de l'Etat. Cependant, lorsqu'un état d'exception est déclaré, ces frontières peuvent devenir floues. Les pouvoirs de l'exécutif peuvent être élargis, parfois au détriment des autres pouvoirs, ce qui peut mettre en péril l'équilibre démocratique. Il en résulte souvent une accumulation de pouvoirs entre les mains d'un seul organe ou individu, ce qui peut entraîner une concentration du pouvoir et potentiellement mener à des abus.

Dans un État d'exception, les pouvoirs exécutifs sont souvent renforcés aux dépens des autres branches du gouvernement. Cela peut mener à une situation où l'exécutif peut légiférer sans le contrôle du législatif, par le biais de décrets ou d'ordonnances, et où les pouvoirs de contrôle du judiciaire sont limités. En outre, un état d'exception peut également conduire à l'adoption de réglementations restrictives, souvent justifiées par la nécessité de répondre à une urgence ou à une crise, qui peuvent entraver les droits et libertés individuelles. Ces réglementations peuvent affecter de nombreux aspects de la vie des individus, allant de la liberté de mouvement à la protection de la vie privée. Il est donc essentiel, même en temps de crise, de maintenir les principes fondamentaux de la démocratie et de l'état de droit, et de veiller à ce que toute mesure extraordinaire soit proportionnée, nécessaire et temporaire.

L’application de l‘État d’exception en France est la Première guerre mondiale qui renvoie à un état d’exception ; la préparation de la seconde guerre mondiale en 1938 et en 1939 avec le pacte germano-soviétique qui crée des dissensions dans la politique française, car les communistes souhaitent suivre la position soviétique; la constitution française de 1958, l’article 16 dit qu’en cas de menace sur l’intégrité de la république et de la nation, le président de la République peut prendre tous les pouvoirs nécessaires.Ainsi un article accorde la prise de tous les pouvoirs au nom de l’attaque de l’intégrité du territoire.

L'état d'exception en France a été appliqué dans diverses situations de crise. Pendant la Première Guerre mondiale, le gouvernement français a dû prendre des mesures extraordinaires, notamment la mobilisation générale, la censure et le rationnement, pour soutenir l'effort de guerre. Plus tard, dans les années précédant la Seconde Guerre mondiale, face à une période de grande incertitude et de tension, le gouvernement a entrepris une série de mesures pour renforcer la défense nationale. Ce climat de tension a atteint son paroxysme avec le Pacte germano-soviétique de 1939 qui a provoqué des dissensions au sein du Parti communiste français, certains membres s'opposant à la position officielle du parti en faveur du pacte. En outre, l'article 16 de la Constitution française de 1958 stipule que le président de la République peut exercer des pouvoirs exceptionnels en cas de crise grave. Ces pouvoirs ont été invoqués une seule fois, pendant la crise algérienne en 1961. Dans chaque cas, l'équilibre entre le fonctionnement de la démocratie et le respect des droits et libertés individuels a été mis à l'épreuve.

La Constitution française de 1958, dans son article 16, donne des pouvoirs exceptionnels au Président de la République en cas de crise grave menaçant l'intégrité du territoire ou le fonctionnement régulier des pouvoirs publics. Cet article a été conçu dans le contexte de la Guerre Froide, et il était destiné à être utilisé dans des circonstances exceptionnelles où le fonctionnement normal de l'Etat serait gravement perturbé. Il a été invoqué une seule fois, pendant la crise algérienne en 1961. L'article 16 confère au président "les pouvoirs les plus étendus", lui permettant de prendre des mesures nécessaires à la défense de la nation. Cependant, il est important de noter que ces pouvoirs ne sont pas illimités. Le Conseil Constitutionnel, selon une décision prise en 1973, a le pouvoir de contrôler l'application de l'article 16 et peut donc mettre fin à l'état d'exception si les conditions ne sont plus réunies.

La Suisse, en tant que pays traditionnellement neutre, a dû faire face à ses propres défis pendant les deux guerres mondiales. Dans le contexte de la Première Guerre mondiale, le 30 août 1914, l'Assemblée fédérale suisse a confié au Conseil fédéral (le gouvernement suisse) le pouvoir illimité pour garantir la sécurité, l'intégrité et la neutralité du pays. Cette décision a été prise dans le but de permettre au gouvernement de prendre rapidement et efficacement les mesures nécessaires pour préserver la Suisse des conséquences du conflit européen qui se déroulait autour d'elle. Il s'agissait clairement d'un exemple d'application de la "raison d'État", où les règles ordinaires de la gouvernance démocratique ont été temporairement suspendues en réponse à une situation extraordinaire. C'est une illustration claire du concept d'état d'exception, bien qu'il ait été exercé dans le but de préserver la neutralité et l'indépendance de la Suisse plutôt que de l'engager dans le conflit.

Le 11 septembre et le retour de la raison d’État

Article détaillé : Les ruptures du 11 septembre 2001.

Autorisation de recours à la force militaire de 2001

Après les attentats du 11 septembre 2001, le président américain George W. Bush a déclaré que l'intégrité de la nation avait été attaquée. Cette déclaration était basée sur le fait que les attentats terroristes étaient assimilés à un acte de guerre. Dans ce contexte, le président a invoqué le concept de "raison d'État", suggérant qu'une réponse extraordinaire était nécessaire pour faire face à cette situation extraordinaire. Cette réponse a pris la forme de l'"Authorization for Use of Military Force" (AUMF), qui a été votée par le Congrès américain peu de temps après les attaques. L'AUMF a donné au président l'autorité de prendre toutes les "mesures nécessaires et appropriées" contre ceux qu'il déterminerait avoir "planifié, autorisé, commis ou aidé" les attaques du 11 septembre. En outre, l'administration Bush a mis en place des mesures de sécurité intérieure draconiennes, comme le Patriot Act, qui a étendu les pouvoirs du gouvernement en matière de surveillance et d'enquête. Ces mesures, bien que controversées, ont été présentées comme essentielles pour protéger la nation.

Suite aux attentats du 11 septembre 2001, le président George W. Bush a répondu en plaçant la défense de la nation américaine comme une nécessité primordiale. Dans ses discours, il a présenté les agresseurs non pas comme de simples terroristes, mais comme un ennemi comparable à une nation, ce qui a eu pour effet paradoxal d'élever la stature d'Oussama Ben Laden. En effet, en assimilant Al-Qaïda à un État-nation, Bush a implicitement crédité Ben Laden du statut de chef d'État. Cette approche a également justifié une réponse militaire massive, plutôt qu'une approche policière et judiciaire pour faire face à un crime. Cela a conduit à l'invasion de l'Afghanistan et à la Guerre contre le Terrorisme, une campagne militaire à l'échelle mondiale qui a profondément affecté les relations internationales et les politiques intérieures aux États-Unis.

En qualifiant les attaques du 11 septembre 2001 comme un "acte de guerre", George W. Bush a établi une justification pour l'application de la raison d'État. L'acte de guerre est une condition qui autorise l'utilisation de la raison d'État, car il constitue une situation d'exception, une circonstance extraordinaire qui demande des mesures extraordinaires. La raison d'État, dans ce contexte, permet au gouvernement de prendre des décisions et d'agir d'une manière qui pourrait être contraire aux lois et aux principes habituels dans l'intérêt suprême de la nation. Cela pourrait inclure des actions telles que la déclaration de guerre, la mobilisation des forces militaires, l'instauration de mesures de sécurité internes renforcées, et d'autres mesures extraordinaires qui pourraient être perçues comme nécessaires pour assurer la sécurité et l'intégrité de la nation.

Lorsque George W. Bush a qualifié les attaques du 11 septembre 2001 comme un "acte de guerre", il a légitimé, en quelque sorte, Al-Qaïda et son chef, Ben Laden, comme des acteurs de guerre traditionnels. Cette déclaration a, de fait, changé le paradigme de l'application de la raison d'État. Cela a permis à l'administration Bush de justifier l'application de la raison d'État, en prenant des mesures extraordinaires pour la défense de la nation, allant de la guerre en Afghanistan à la mise en place de nouvelles mesures de sécurité intérieure. Cette déclaration a marqué un tournant dans l'histoire contemporaine, en introduisant un nouveau type de conflit - la "guerre contre le terrorisme" - où la frontière entre le droit de la paix et le droit de la guerre devient floue.

Lorsqu'un État est confronté à une situation d'urgence ou à un danger imminent, il peut être amené à invoquer ce que l'on appelle la "raison d'État" ou l'état d'exception pour prendre des mesures extraordinaires afin de protéger la sécurité et l'intégrité de la nation. Cependant, ces mesures extraordinaires peuvent parfois s'écarter des principes traditionnels de l'État de droit, ce qui peut soulever des questions importantes sur l'équilibre entre la sécurité et les libertés individuelles. En effet, dans de tels cas, il peut y avoir une tendance à favoriser les actions d'urgence et la réponse à la menace immédiate, parfois aux dépens des protections juridiques normales et des garanties de procédure. Cela peut conduire à une situation où les règles normales du droit public sont mises de côté au nom de la gestion de l'urgence. Cette situation peut être source de tension et de débats, car elle met en jeu les valeurs fondamentales de la démocratie et de l'État de droit, comme le respect des droits de l'homme et des libertés fondamentales.

Le 9 novembre 2001, Stephen John Byers déclarait « c’est un très bon jour pour faire ressortir et passer en douce toutes les mesures que nous devons prendre[1] ».Cette déclaration met en évidence un point de tension important dans les situations d'urgence ou d'exception. En réponse à une crise, les gouvernements peuvent être tentés de faire passer rapidement des mesures qui pourraient, dans des circonstances normales, faire l'objet d'un débat public approfondi et de contrôles démocratiques. Dans certains cas, ces mesures peuvent inclure des lois ou des réglementations qui limitent les libertés individuelles, augmentent les pouvoirs de l'État ou modifient d'autres aspects de la gouvernance et de l'ordre public. Bien que ces mesures puissent être justifiées par la gravité de la situation, elles soulèvent des questions importantes sur la transparence, la responsabilité et le respect des principes démocratiques. Il est crucial que même dans les situations d'urgence, les gouvernements s'efforcent de maintenir l'État de droit, de respecter les droits de l'homme et de s'engager de manière transparente avec le public. En outre, les mesures prises en réponse à une situation d'urgence devraient être proportionnées, nécessaires et sujettes à un examen régulier pour s'assurer qu'elles restent appropriées et justifiées.

Les attentats du 11 septembre 2001 ont conduit à une série de changements significatifs dans les législations et politiques, en particulier aux États-Unis, mais aussi à l'échelle internationale. Le besoin perçu de protéger les citoyens contre de futures attaques terroristes a conduit à l'adoption de mesures qui, dans certains cas, ont restreint les libertés civiles et modifié les normes en matière de vie privée, de surveillance et de droits de l'homme. L'une des réponses les plus controversées à ces attaques a été l'adoption du USA PATRIOT Act aux États-Unis, qui a élargi les pouvoirs de surveillance du gouvernement américain dans le but de prévenir le terrorisme. Bien que ces mesures aient été prises dans le but déclaré de protéger la sécurité nationale, elles ont également suscité de vives inquiétudes concernant leur impact sur les libertés civiles et le respect de la vie privée. Dans ce contexte, le débat démocratique peut en effet être confronté à des défis. Il est important que même en temps de crise, la transparence, la responsabilité et le respect des droits de l'homme soient maintenus. Il s'agit d'un délicat équilibre à trouver entre la protection de la sécurité nationale et la préservation des principes démocratiques fondamentaux.

USA PATRIOT Act : Implications pour la raison d'État

Le USA PATRIOT Act (Uniting and Strengthening America by Providing Appropriate Tools Required to Intercept and Obstruct Terrorism Act) est une loi américaine qui a été promulguée peu de temps après les attentats terroristes du 11 septembre 2001. américaine, en particulier en ce qui concerne les lois sur l'immigration, la sécurité nationale, la surveillance et l'application de la loi. Son objectif déclaré était de "déjouer et punir les actes de terrorisme aux États-Unis et dans le monde entier, d'améliorer l'application de la loi pour détecter et prévenir le terrorisme, et pour d'autres objectifs". Certaines des dispositions les plus controversées du Patriot Act concernent la collecte d'informations et la surveillance. La loi a permis aux agences de renseignement de collecter un large éventail d'informations, y compris des données sur les transactions financières, les communications par courrier électronique et téléphone, et a donné aux autorités fédérales une plus grande capacité à suivre et intercepter les communications. Cette loi a grandement élargi les pouvoirs des agences de sécurité et de renseignement américaines en matière de surveillance, d'investigation et de poursuite des crimes de terrorisme. Les dispositions de cette loi touchent à une grande variété de questions, allant de la surveillance électronique à l'immigration, en passant par le financement du terrorisme.

Une des dispositions controversées du USA PATRIOT Act permet la détention indéfinie d'étrangers soupçonnés d'être liés à des activités terroristes. Les autorités américaines ont le pouvoir de détenir une personne sur la base de simples soupçons et peuvent le faire pour une durée indéterminée, sans inculpation ni procès. De plus, la définition du terrorisme et de l'activité terroriste a été élargie pour englober de nombreux actes criminels non violents et les associations lâches avec des groupes soupçonnés d'activités terroristes. Cette définition élargie a été critiquée pour sa potentielle utilisation abusive.

Le système "Carnivore", precuseur de l'USA PATRIOT Act était un système de surveillance de l'Internet mis en place par le FBI au début des années 2000. Mis en place à la fin des années 1990 et utilisé principalement dans les années 2000, il permettait au FBI de surveiller les courriels et les activités en ligne de personnes spécifiquement ciblées dans le cadre d'enquêtes criminelles ou de sécurité nationale. Il a été conçu pour surveiller les communications par courrier électronique et les activités en ligne de personnes spécifiquement ciblées dans le cadre d'enquêtes criminelles ou de sécurité nationale. Le système fonctionnait en étant installé directement sur le réseau de l'Internet Service Provider (ISP) de la personne ciblée. Il pouvait alors filtrer toutes les communications entrantes et sortantes de cette personne. Le système était techniquement un dispositif de capture de paquets, c'est-à-dire un logiciel capable d'intercepter et d'inspecter les "paquets" de données qui circulent sur un réseau informatique. "Carnivore" était installé directement sur le réseau de l'Internet Service Provider (ISP) de la personne ciblée, où il pouvait filtrer toutes les communications entrantes et sortantes de cette personne. Le FBI a déclaré avoir abandonné l'utilisation de "Carnivore" en 2005, bien que des rapports ultérieurs suggèrent que des outils de surveillance similaires continuent d'être utilisés.

En termes juridiques, le terrorisme est généralement défini par la commission d'actes violents ou dangereux dans le but d'influencer ou d'affecter le gouvernement par intimidation ou contrainte. Cela peut également inclure les actes commis en représailles à des opérations menées par le gouvernement. Cette définition est assez large et peut potentiellement couvrir une variété d'actes criminels. Par exemple, cela pourrait inclure non seulement des actes de violence physique, comme les attentats à la bombe ou les attaques armées, mais aussi des actes de cyber-terrorisme qui perturbent les systèmes informatiques du gouvernement.

L'ennemi est déclaré Hors la loi – Carl Schmitt fournit à Giorgio Agamben les catégories d'une critique fondamentale de Guantanamo.

La prison de Guantanamo Bay : Un symbole de la raison d'État en action

La prison de Guantanamo Bay, située sur un territoire cubain loué par les États-Unis, est devenue un symbole controversé de l'application de la raison d'État dans le contexte de la lutte contre le terrorisme. Suite aux attentats du 11 septembre 2001, les États-Unis ont commencé à y détenir des personnes considérées comme des "combattants ennemis illégaux" en relation avec Al-Qaïda, les talibans ou d'autres groupes terroristes. L'objectif déclaré était d'obtenir des informations de ces détenus pour prévenir d'autres attaques terroristes. Cependant, le fait que ces individus étaient détenus hors du territoire principal des États-Unis soulevait des questions juridiques complexes concernant leur statut légal et leurs droits. Les critiques ont soutenu que la détention de ces personnes à Guantanamo constituait une violation des lois internationales sur les droits de l'homme, notamment les Conventions de Genève. Les méthodes d'interrogation employées à Guantanamo, souvent décrites comme de la torture, ont également été l'objet de vives critiques. En outre, de nombreux détenus ont été retenus pendant de nombreuses années sans inculpation ni jugement, ce qui a suscité des préoccupations quant à la violation du droit à un procès équitable. Ainsi, Guantanamo est devenu un exemple marquant de la façon dont la raison d'État a été invoquée pour justifier des mesures extraordinaires dans le contexte de la guerre contre le terrorisme.

La prison de Guantanamo Bay, située sur une base militaire américaine à Cuba, a été qualifiée de "no man's land" juridique. Il s'agit d'un territoire qui, bien qu'étant sous contrôle américain, n'est pas considéré comme faisant partie des États-Unis au sens propre. Cela a permis au gouvernement américain d'argumenter que les détenus à Guantanamo n'étaient pas éligibles aux protections constitutionnelles normalement accordées aux individus sur le sol américain. Cette situation a créé une zone grise juridique qui a été utilisée pour justifier des pratiques de détention et d'interrogation controversées. Les critiques soutiennent que cela a permis au gouvernement américain d'éviter les protections juridiques traditionnelles, telles que le droit à un procès équitable, le droit à un avocat et la protection contre les traitements cruels et inhumains. Cet état de "no man's land" juridique a été critiqué pour avoir facilité la création d'un système où la raison d'État prévaut sur les droits de l'homme et les principes du droit international. Ainsi, Guantanamo est devenu un symbole du débat sur l'équilibre entre la sécurité nationale et les droits individuels dans la lutte contre le terrorisme.

La situation de la prison de Guantanamo a créé une complexité juridique unique. La base militaire sur laquelle la prison est située est techniquement sur le territoire cubain, mais elle est contrôlée par les États-Unis en vertu d'un traité de location à long terme. Le gouvernement américain a maintenu que, puisque la base de Guantanamo est située à l'extérieur du territoire américain, les détenus qui y sont détenus ne bénéficient pas des protections constitutionnelles auxquelles ils auraient droit s'ils étaient détenus sur le sol américain. Cette position a été contestée par des avocats, des défenseurs des droits de l'homme et d'autres, qui soutiennent que les détenus de Guantanamo devraient bénéficier de ces protections. C'est précisément cette complexité et cette incertitude juridiques qui ont conduit certains à qualifier Guantanamo de "no man's land" juridique, un espace où les règles normales du droit semblent ne pas s'appliquer. Cela a soulevé des questions sérieuses sur l'équilibre entre les impératifs de la sécurité nationale et le respect des droits de l'homme et des normes du droit international.

La désignation des détenus de Guantanamo a été un sujet de controverse majeure depuis l'ouverture de la prison. Le gouvernement américain a affirmé que les détenus sont des "combattants ennemis illégaux", un terme qui n'est pas reconnu par les Conventions de Genève, qui définissent les règles internationales pour le traitement des prisonniers de guerre. Le terme "combattant ennemi illégal" a été critiqué par de nombreux juristes et défenseurs des droits de l'homme, qui soutiennent que cette désignation est utilisée pour contourner les obligations des États-Unis en vertu des Conventions de Genève et d'autres normes internationales en matière de droits de l'homme. En effet, les détenus de Guantanamo n'ont pas les mêmes droits que les prisonniers de guerre (qui ont droit à un certain nombre de protections en vertu des Conventions de Genève), les prisonniers de droit commun (qui ont droit à un procès et à une représentation juridique) ou les prisonniers politiques (qui peuvent bénéficier de protections supplémentaires en vertu du droit international). La position du gouvernement américain a été contestée devant les tribunaux, et bien que certaines pratiques aient été modifiées en réponse à ces contestations, la situation globale de Guantanamo reste un sujet de controverse.

L'administration Bush, dans sa lutte contre le terrorisme, a créé une nouvelle catégorie de détenus : les "combattants ennemis illégaux". Cela signifie qu'ils n'étaient ni considérés comme des prisonniers de guerre, qui sont protégés par les Conventions de Genève, ni comme des criminels de droit commun, qui ont droit à un procès devant un tribunal civil. En tant que "combattants ennemis illégaux", ces détenus étaient essentiellement en dehors de la protection du droit international et du droit américain, ce qui permettait au gouvernement américain de les détenir indéfiniment sans inculpation ni jugement. Cela a également permis aux interrogateurs d'employer des techniques d'interrogatoire agressives qui seraient autrement interdites. Cette approche a été largement critiquée pour avoir violé les principes fondamentaux des droits de l'homme et de l'état de droit. Bien que certaines des politiques les plus controversées aient été modifiées par la suite, la question du statut et des droits des détenus de Guantanamo reste un sujet de débat.

Le terme "guerre contre la terreur" implique un conflit armé, ce qui suggère que ceux qui sont capturés en y participant seraient normalement considérés comme des prisonniers de guerre. Cependant, l'administration Bush a décidé de ne pas suivre cette ligne de raisonnement, préférant qualifier ces détenus de "combattants ennemis illégaux". Cette décision a conduit à une situation où, bien qu'ils soient capturés dans le cadre de ce qui est appelé une guerre, ils ne bénéficient pas des protections normalement accordées aux prisonniers de guerre en vertu du droit international. En fait, cette situation illustre l'un des nombreux défis posés par la guerre contre le terrorisme. Dans une guerre conventionnelle, les frontières, les combattants et les objectifs sont généralement clairement définis. Cependant, dans la guerre contre le terrorisme, ces éléments sont souvent flous ou non définis. Par exemple, le "terrain de bataille" n'est pas limité à une zone géographique spécifique, mais s'étend à l'échelle mondiale. Les "combattants ennemis" peuvent être des citoyens de presque tous les pays, y compris ceux qui sont en paix avec les États-Unis. Et parce que le terrorisme est une tactique plutôt qu'une entité identifiable, il n'y a pas d'ennemi clairement défini à vaincre pour mettre fin à la guerre. Ces facteurs contribuent tous à la complexité et à la controverse entourant la guerre contre le terrorisme et le traitement des détenus de Guantanamo.

La création de la prison de Guantanamo est en effet un exemple notable de l'utilisation de l'extraterritorialité pour échapper aux contraintes juridiques normales. En plaçant la prison hors du territoire des États-Unis, l'administration américaine a cherché à la mettre hors de portée des cours américaines, et donc de l'application des lois américaines sur le traitement des prisonniers.

En 2004, la Cour suprême des États-Unis a statué dans l'affaire Rasul c. Bush que les tribunaux américains avaient compétence pour examiner les demandes d'habeas corpus présentées par les détenus de Guantanamo. Cela signifiait que, contrairement à ce que prétendait l'administration Bush, les détenus de Guantanamo avaient le droit de contester la légalité de leur détention devant les tribunaux américains. L'affaire Rasul v. Bush en 2004 a marqué un tournant, en déclarant que les détenus de Guantanamo avaient le droit de contester leur détention devant les tribunaux américains. Cette décision a élargi les droits des détenus, leur permettant d'avoir un certain niveau de protection juridique. Cependant, l'administration Bush a réagi en 2006 en faisant adopter la Military Commissions Act, qui tentait de limiter l'accès des détenus aux tribunaux. En 2008, la Cour suprême a réaffirmé les droits des détenus dans l'affaire Boumediene v. Bush, déclarant que les détenus de Guantanamo avaient le droit constitutionnel d'habeas corpus. Concernant le terme "combattant irrégulier", c'est une terminologie controversée que l'administration Bush a utilisée pour justifier le traitement des détenus de Guantanamo. Elle a été critiquée par beaucoup comme une tentative de contourner les protections prévues par les lois internationales, notamment la Convention de Genève.

La question de savoir si la "parenthèse" de l'État d'exception aux États-Unis, enclenchée suite aux attaques du 11 septembre, est terminée, est complexe et sujet à débat. L'état d'exception, dans le contexte de la sécurité nationale, a permis l'adoption de mesures extraordinaires, telles que le USA PATRIOT Act, l'ouverture de la prison de Guantanamo, et une surveillance accrue des communications électroniques, parmi d'autres. Plusieurs de ces mesures sont encore en place, même si elles ont été révisées et débattues. Par exemple, la prison de Guantanamo est toujours opérationnelle, même si le nombre de détenus a été réduit et que plusieurs présidents américains ont promis sa fermeture. De même, bien que le USA PATRIOT Act ait expiré en 2015, plusieurs de ses dispositions ont été renouvelées sous d'autres formes législatives. De plus, la menace du terrorisme continue d'influencer la politique américaine et internationale, et le cadre légal de la "guerre contre le terrorisme" a des implications durables. Par conséquent, bien qu'il y ait eu des changements significatifs depuis le 11 septembre 2001, il est difficile de dire que l'état d'exception est complètement fini. Il est important de noter que ce sujet fait l'objet de nombreux débats parmi les juristes, les politologues et les chercheurs en études de sécurité. Il n'y a donc pas de consensus définitif sur la question.

Même après la fin de l'administration de George W. Bush, certaines mesures prises dans le sillage du 11 septembre sont restées en place. Barack Obama, bien qu'il ait promis de fermer la prison de Guantanamo lors de sa campagne présidentielle en 2008, n'a pas réussi à tenir cette promesse pendant ses deux mandats. De plus, des programmes de surveillance de masse révélés par Edward Snowden en 2013 ont montré que le gouvernement américain continuait à surveiller les communications de ses citoyens et d'autres personnes à travers le monde. Cela soulève la question de savoir si ces mesures exceptionnelles sont devenues la norme, et si la notion d'état de droit a été modifiée ou compromise à la suite du 11 septembre. Ces questions sont encore débattues parmi les chercheurs, les politiciens et les défenseurs des droits civiques. L'état d'exception, tel que conceptualisé par Giorgio Agamben, peut devenir permanent et changer la nature de la relation entre l'état et ses citoyens. Il est important de souligner que l'équilibre entre la sécurité et la liberté est une question complexe et contestée. Les décisions prises au nom de la sécurité nationale peuvent avoir des conséquences durables sur les libertés civiles, et l'évaluation de ces décisions nécessite un examen attentif et un débat public.

L'Union européenne a adopté une approche différente par rapport à la gestion du terrorisme. Plutôt que de s'appuyer sur des mesures unilatérales, elle a cherché à harmoniser les législations de ses États membres. Cela a impliqué la création d'un cadre juridique commun pour la définition du terrorisme et la mise en place de mesures de lutte contre le terrorisme. En 2002, l'Union européenne a adopté une décision-cadre sur la lutte contre le terrorisme, qui définit des infractions liées au terrorisme et prévoit des sanctions pénales pour ces infractions. Cette décision-cadre a été modifiée plusieurs fois pour s'adapter à l'évolution de la menace terroriste. De plus, l'Union européenne a mis en place divers instruments pour faciliter la coopération entre les États membres dans la lutte contre le terrorisme. Par exemple, elle a créé Europol, l'agence de l'Union européenne pour la coopération des services répressifs, qui facilite l'échange d'informations et la coordination des actions entre les forces de police des États membres.

Les programmes de "restitutions extraordinaires" et les "vols secrets" de la CIA qui ont été révélés au grand jour dans les années 2000 sont des exemples marquants de la façon dont certains droits fondamentaux et libertés publiques peuvent être contournés dans le cadre de la lutte contre le terrorisme. La restitution extraordinaire est le transfert secret d'une personne d'un pays à un autre sans recours à un processus judiciaire formel. Cela a souvent conduit à des situations où des individus ont été détenus sans inculpation, ont été privés de leurs droits juridiques fondamentaux et, dans certains cas, ont été soumis à la torture ou à des traitements inhumains et dégradants. Les vols secrets de la CIA, souvent appelés "vols de la torture", sont utilisés pour transporter ces personnes entre différents sites de détention à travers le monde. Il a été révélé que plusieurs pays, y compris certains pays européens, ont collaboré avec ces programmes, soit en permettant l'utilisation de leur espace aérien et de leurs aéroports pour ces vols, soit en participant à la détention et à l'interrogatoire des individus. Ces pratiques sont clairement en contradiction avec les principes de l'État de droit et le respect des droits de l'homme, et elles ont suscité de vives critiques et controverses. De plus, elles ont soulevé des questions importantes sur la responsabilité et la transparence des gouvernements dans le cadre de la lutte contre le terrorisme.

Anexos

  • Stéphane Bonnet « Botero machiavélien ou l'invention de la raison d'Etat », Les Études philosophiques 3/2003 (n° 66), p. 315-329.
  • Bouaziz, Franck. "À La Une – Critique De La Raison D’Etat." Le Nouvel Economiste. N.p., 9 Feb. 2011. url: http://www.lenouveleconomiste.fr/critique-de-la-raison-detat-9130/
  • À propos de État d’exception, Homo sacer de Giorgio Agamben, Sidi Askofaré « À propos de État d'exception, Homo sacer de Giorgio Agamben », L'en-je lacanien1/2004 (no 2), p. 193-205.
  • Botero, Giovanni. Della Ragion Di Stato Libri Dieci. In Roma: Presso Vincenzio Pellagallo, 1590.
  • Machiavelli, Niccolò, Jean-Louis Fournel, Jean-Claude Zancarini, and Giorgio Inglese. De Principatibus = Le Prince. Paris: Presses Universitaires De France, 2000.
  • Nuccio, Oscar. Giovanni Botero: Politica E Precettistica Economica Del Medievalismo Controriformistico. Sassari: Gallizzi, 1992.
  • Senellart, Michel. Machiavélisme Et Raison D'Etat: XIIe-XVIIIe Siècle ; Suivi D'un Choix De Textes. Paris: Presses Universitaires De France, 1989.
  • Senellart, Michel. Les Arts De Gouverner: Du Regimen Médiéval Au Concept De Gouvernement. Paris: Ed. Du Seuil, 1995.
  • "Comment L'obsession Sécuritaire Fait Muter La démocratie." Comment L'obsession Sécuritaire Fait Muter La Démocratie, Par Giorgio Agamben (Le Monde Diplomatique, Janvier 2014). N.p., n.d. Web. 15 Sept. 2014. <http://www.monde-diplomatique.fr/2014/01/AGAMBEN/49997>.
  • ARTE. “Terrorisme, Raison D'État (1/2) | ARTE.” YouTube, Arte, 12 Mar. 2019, www.youtube.com/watch?v=r6F9DShho50.
  • ARTE. “Terrorisme, Raison D'État (2/2) | ARTE.” YouTube, YouTube, 12 Mar. 2019, www.youtube.com/watch?v=83fRNSkiIsA.

Referencias

  1. Steve Byers, ministre du Commerce anglais du gouvernement de Tony Blair avait envoyé un courrier une heure après le drame « C'est un très bon jour pour faire ressortir et passer en douce toutes les mesures que nous devons prendre. » p. 549