La evolución de Suiza desde sus orígenes hasta el siglo XX

De Baripedia

Basado en un curso de Victor Monnier[1][2][3]

La evolución jurídica de Suiza desde el principio de su historia hasta el siglo XX es una historia fascinante y compleja, caracterizada por continuas adaptaciones e importantes reformas. Esta evolución refleja el modo en que un país situado en la encrucijada de diversas influencias culturales y políticas europeas ha dado forma a un sistema jurídico único, equilibrando hábilmente tradición e innovación. Desde sus primeras raíces como confederación de cantones independientes, con sistemas jurídicos diversos y locales, hasta la aparición de un marco jurídico federal unificado y moderno, Suiza ha experimentado una importante transformación jurídica. Esta historia jurídica no es sólo la de la creación de leyes y reglamentos, sino también la de la búsqueda constante de un equilibrio entre la autonomía regional y la cohesión nacional, todo ello en el contexto de un entorno europeo en constante cambio. El examen de esta evolución jurídica nos ayuda a comprender cómo Suiza ha establecido un sistema jurídico que respeta tanto sus diversas tradiciones locales como su compromiso con los principios democráticos y el Estado de Derecho.

La confederación de Estados desde el siglo XIII hasta 1798[modifier | modifier le wikicode]

La Confederación de los 13 cantones y sus aliados en el siglo XVIII.

Suiza antes de 1798 era un paisaje político y social único y diverso. Esta época, anterior a la invasión francesa y a la creación de la República Helvética, estuvo marcada por un mosaico de cantones soberanos, cada uno con su propio gobierno y tradiciones. Los Trece Cantones, como Zúrich, Berna y Lucerna, formaban el corazón de la Confederación Helvética, reflejando una variedad de sistemas políticos que demostraban la independencia y autonomía de cada región.

Además de los cantones soberanos, la Confederación incluía territorios aliados como Ginebra, Neucastel, Valais y el Príncipe Abad de San Gall. Estas regiones, aunque vinculadas a la Confederación, conservaban cierto grado de autonomía y tenían estructuras políticas distintas. Por ejemplo, Ginebra, famosa por su papel en la Reforma Protestante con figuras como Jean Calvin, disfrutó de un estatus especial como república independiente antes de convertirse en cantón suizo en 1815. La diversidad de sistemas políticos dentro de la Confederación era notable. En Obwalden y Appenzell, por ejemplo, prevalecía una forma de democracia directa, en la que el pueblo tomaba directamente las decisiones importantes en reuniones abiertas conocidas como Landsgemeinde. Esta tradición de democracia directa está profundamente arraigada en la cultura política suiza y sigue influyendo en el sistema político suizo actual.

Otros cantones, como Basilea y Friburgo, adoptaron regímenes oligárquicos en los que un pequeño grupo de ciudadanos influyentes ejercía el poder. Estas estructuras reflejaban a menudo los intereses económicos y las jerarquías sociales de la época. Por ejemplo, la ciudad de Basilea, con su rica historia de comercio y banca, estaba gobernada por una élite económica que desempeñaba un papel clave en la toma de decisiones políticas. La diversidad también se extendía a los regímenes monárquicos y eclesiásticos. Neuchâtel, por ejemplo, estaba gobernada por los Príncipes de Neuchâtel, una familia noble que mantenía un régimen monárquico. Del mismo modo, en Valais, el poder estaba en manos de autoridades religiosas, lo que ilustra cómo la religión y la política estaban a menudo interconectadas en la Suiza anterior a 1798.

Este periodo de la historia suiza, con su complejidad política y su diversidad cultural, sentó las bases de la Suiza moderna. Los acontecimientos de finales del siglo XVIII, especialmente la invasión francesa en 1798, marcaron un periodo de cambios radicales que condujeron a la centralización y unificación de Suiza bajo la República Helvética. Sin embargo, el espíritu de autonomía y diversidad de los cantones siguió influyendo en el desarrollo político y social de Suiza, configurando el país tal y como lo conocemos hoy.

Antes de 1798, Suiza no sólo era un conjunto de cantones soberanos y aliados, sino que también incluía territorios sometidos. Estos territorios estaban bajo el dominio de uno o más cantones soberanos, lo que los diferenciaba de los cantones independientes o aliados. Esta compleja configuración territorial refleja la naturaleza fragmentada y jerárquica de la estructura política de Suiza en aquella época. Un ejemplo llamativo de esta dinámica fue la situación de Ginebra. Mientras que la ciudad de Ginebra era una entidad soberana, reconocida por su importancia en el movimiento de la Reforma protestante y su condición de centro intelectual y cultural, el campo que la rodeaba estaba sometido al dominio de varios cantones. Esta dualidad entre la ciudad soberana y sus territorios sometidos refleja la complejidad de las relaciones políticas y territoriales dentro de la Confederación Helvética.

Otras regiones, como el País de Vaud, también ilustran esta dinámica. Antes de convertirse en cantón independiente en 1803, el País de Vaud estaba sometido a la dominación del cantón de Berna. Esta sumisión se manifestaba en diversas formas de control político y económico, reflejo de una relación de dependencia entre el territorio sometido y el cantón soberano. Del mismo modo, el Tesino, Argovia y Turgovia eran también territorios sometidos, cada uno de ellos sometido a la autoridad de varios cantones. Esta situación era a menudo el resultado de conquistas, tratados u otros acuerdos históricos, y estos territorios estaban generalmente privados de los derechos políticos y de la autonomía de que gozaban los cantones soberanos. Esta jerarquía entre cantones soberanos y territorios sometidos ha desempeñado un papel clave en la historia política y social de Suiza. A menudo ha sido fuente de tensiones y conflictos, sobre todo en materia de derechos civiles y representación política. Estas tensiones fueron factores importantes en la evolución política posterior, sobre todo durante los periodos de reforma y revolución que marcaron el final del siglo XVIII y el principio del XIX, allanando el camino hacia la Suiza moderna.

En la Suiza anterior a 1798, la Dieta Confederal era el principal órgano de gobierno para los asuntos intercantonales. Esta institución atestigua el modo en que la Confederación Helvética, a pesar de su diversidad y autonomía regionales, intentaba mantener una forma de unidad y colaboración entre sus diversos miembros. La Dieta se reunía anualmente y congregaba a los representantes de los trece cantones soberanos y de varios territorios aliados. Esta reunión era crucial para gestionar cuestiones que afectaban a la Confederación en su conjunto, como la política exterior, la defensa y, en ocasiones, asuntos económicos o jurídicos de importancia común. Una característica notable de la Dieta Confederal era su principio de toma de decisiones por unanimidad. Este requisito reflejaba la delicada naturaleza del equilibrio de poder dentro de la Confederación. Cada cantón, independientemente de su tamaño o poder económico, tenía derecho de veto, lo que garantizaba que las decisiones tomadas fueran aceptables para todos los miembros. Sin embargo, este sistema también podía provocar bloqueos y retrasos en la toma de decisiones, sobre todo cuando los intereses de los distintos cantones divergían. La existencia de la Dieta Confederal ilustra la tensión entre la independencia de los cantones y la necesidad de una acción colectiva. Aunque cada cantón gozaba de una autonomía considerable en sus asuntos internos, la Dieta era un foro en el que los intereses y preocupaciones comunes podían debatirse y, en el mejor de los casos, resolverse de forma que beneficiaran a la Confederación en su conjunto. La Dieta Confederal, con su modo de funcionamiento único y sus desafíos, desempeñó un papel importante en la configuración de la identidad política de Suiza. La tensión entre autonomía local y colaboración intercantonal sigue influyendo en la estructura política de Suiza, incluso después de las profundas transformaciones del siglo XIX que condujeron a la creación de la Suiza moderna como Estado federal.

A lo largo de su historia, la Confederación Helvética, a pesar de sus diferencias internas y sus conflictos sociales y religiosos, ha logrado permanecer unida sobre la base de unos principios fundamentales que han guiado su existencia durante cinco siglos. La coexistencia de los diversos Estados soberanos dentro de la Confederación ha sido posible gracias a un conjunto de valores e intereses compartidos que son cruciales para la supervivencia y la prosperidad de la nación. Uno de los principales factores de unidad fue la necesidad de protegerse de las amenazas exteriores. Situada en el corazón de Europa, Suiza era a menudo el objetivo de las grandes potencias europeas. Las alianzas militares, como el Pacto Eterno de 1291 entre Uri, Schwyz y Unterwalden, simbolizaban este compromiso compartido de defender la integridad y la independencia del territorio suizo. Esta alianza sentó las bases de la Confederación Helvética, ilustrando la voluntad de los cantones de unirse frente a las amenazas extranjeras. La paz y el orden público entre los cantones también eran esenciales. A pesar de las diferencias culturales y religiosas, sobre todo entre cantones católicos y protestantes, que culminaron en conflictos como las Guerras de Kappel en el siglo XVI, existía un consenso sobre la importancia de mantener la paz interna. La Dieta Confederal desempeñó un papel central en la mediación de conflictos y el fomento de la cooperación, contribuyendo así a la estabilidad de la Confederación. El respeto y la defensa de los derechos y libertades individuales de los cantones también eran primordiales. Cada cantón valoraba mucho su autonomía, lo que se reflejaba en su resistencia a cualquier forma de centralización. La diversidad de sistemas políticos dentro de la Confederación refleja este compromiso con la autonomía y la libertad. Por último, la promoción de la prosperidad compartida a través de alianzas económicas fue otro de los pilares de la unidad suiza. La posición estratégica de Suiza en la encrucijada de las rutas comerciales europeas fomentó la cooperación económica. Los acuerdos comerciales, como las alianzas entre los cantones para el control de los pasos alpinos, beneficiaban a todos los miembros de la Confederación, reforzando su voluntad de cooperar y mantener la unidad. Estos principios no sólo ayudaron a Suiza a atravesar períodos históricos complejos, marcados por guerras y convulsiones en Europa, sino que también conformaron su identidad política y cultural. Esta cohesión, a pesar de la diversidad interna, ha permitido a la Confederación preservar su independencia y sentar las bases de la Suiza moderna, una nación caracterizada por su compromiso con la democracia, la neutralidad y la cooperación intercantonal.

La regla del consenso, que prevaleció en la Confederación Helvética hasta el siglo XVI, refleja una característica fundamental de la política suiza de la época. Esta regla exigía la unanimidad para todas las decisiones importantes, garantizando que se tuvieran en cuenta y se respetaran los intereses de todos los cantones. Con este planteamiento se pretendía garantizar que cualquier decisión adoptada fuera beneficiosa para todos los miembros de la Confederación, o al menos aceptable para cada uno de ellos, lo cual era esencial para mantener la unidad en una alianza tan diversa. La regla de la unanimidad tuvo un impacto significativo en la forma de gestionar y resolver los conflictos. A pesar de las diferencias culturales, lingüísticas y religiosas, así como de los intereses regionales divergentes, esta regla ayudó a evitar divisiones importantes y fomentó un enfoque de colaboración para la resolución de problemas. Esto implicaba a menudo extensas negociaciones y compromisos para alcanzar soluciones consensuadas.

Hasta el siglo XVI, este enfoque contribuyó a un periodo relativamente estable de la historia suiza, con pocos conflictos internos. De hecho, durante este periodo, Suiza sólo experimentó cuatro grandes conflictos internos y tres guerras. Estos conflictos incluían enfrentamientos por rivalidades territoriales, cuestiones de gobierno y tensiones religiosas, pero en general se contuvieron gracias a la estructura de la Confederación y a la regla de la unanimidad. Estos conflictos, aunque graves, no amenazaron la existencia misma de la Confederación. Por ejemplo, las guerras borgoñonas de la década de 1470, en las que Suiza luchó con éxito contra el duque Carlos el Temerario de Borgoña, demostraron la capacidad de la Confederación para defenderse de enemigos externos manteniendo al mismo tiempo la unidad interna. Las guerras de Kappel del siglo XVI, en cambio, se centraron más en las tensiones religiosas entre los cantones católicos y protestantes, pero ni siquiera estos conflictos condujeron a una ruptura duradera de la Confederación. Esta relativa estabilidad, a pesar de la diversidad y los posibles puntos de fricción, atestigua la solidez de la estructura política suiza y la regla del consenso. Estos principios han desempeñado un papel crucial en la preservación de la unidad de Suiza, allanando el camino para la posterior evolución de la Confederación hacia un Estado federal moderno.

La cohesión dentro de la Confederación Helvética, antes de la adopción de una constitución formal, se mantenía gracias a una compleja red de alianzas y pactos, así como a un conjunto de valores y tradiciones compartidos. Esta red de acuerdos y lazos sociales, culturales y económicos ha desempeñado un papel crucial en la unión de Suiza a pesar de su diversidad interna. Las alianzas entre los cantones, a menudo selladas por tratados, fueron un pilar de la estructura política suiza. Un ejemplo histórico significativo es el Pacto Federal de 1291, un acuerdo entre los cantones de Uri, Schwyz y Unterwalden. Este pacto, considerado el acto fundacional de la Confederación, simbolizaba el compromiso de los cantones de defender mutuamente su independencia frente a amenazas externas. Estas alianzas no eran sólo militares, sino que abarcaban también aspectos económicos y políticos, garantizando la asistencia mutua y la cooperación en diversos ámbitos. La cohesión también se veía reforzada por un conjunto común de valores y normas sociales. A pesar de las diferencias lingüísticas y culturales, los cantones compartían un profundo compromiso con la autonomía local y un respeto mutuo por sus diversidades. Esta identidad colectiva, basada en una historia compartida y en luchas comunes, fue un fuerte vínculo para la Confederación.

La interdependencia económica también desempeñó un papel clave. Situados en importantes rutas comerciales, los cantones se beneficiaron de la cooperación económica, especialmente a través de acuerdos comerciales y aduaneros. Esta interconexión económica fomentó unas relaciones estables y provechosas entre los cantones, contribuyendo así a su unidad. Por último, la Dieta Confederal proporcionaba un mecanismo para resolver conflictos y tomar decisiones sobre asuntos intercantonales. Aunque sus poderes eran limitados, la Dieta permitía una negociación y mediación eficaces entre los cantones, gracias sobre todo al principio de unanimidad, que garantizaba que se tuvieran en cuenta los intereses de todos. De este modo, la Confederación Helvética, antes de la era constitucional, era un ejemplo único de cooperación y unidad, mantenida no por una autoridad centralizada, sino por una red de alianzas, interdependencia económica y valores compartidos. Esta estructura permitió a Suiza preservar su independencia y estabilidad a lo largo de los siglos, sentando las bases para el posterior desarrollo de un Estado federal moderno.

El Estado unitario centralizado: la República Helvética de 1798 a 1803[modifier | modifier le wikicode]

Los 19 cantones de la República Helvética antes de febrero de 1802.
Bandera de la República Helvética (versión francesa en el reverso).

La Revolución Francesa tuvo un impacto profundo y duradero en Europa, incluida Suiza, al difundir las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Estas ideas revolucionarias, inspiradas en parte por la Revolución Americana, encontraron un eco significativo en Suiza, influyendo en su evolución política y social. En Suiza, el final del siglo XVIII estuvo marcado por estructuras políticas y sociales en gran medida feudales y jerárquicas. Los territorios sometidos, en particular, sintieron el peso de estas estructuras. La difusión de las ideas de la Revolución Francesa empezó a cuestionar estos viejos regímenes y a suscitar aspiraciones de mayor libertad e igualdad entre la población.

El impacto de la Revolución Francesa en Suiza se manifestó de varias maneras. Por un lado, creció la admiración por los principios de la democracia y los derechos humanos. Estas ideas inspiraron a los movimientos reformistas suizos, que empezaron a exigir cambios políticos y sociales dentro de la Confederación. La Revolución también tuvo implicaciones directas para Suiza. La invasión francesa de 1798 condujo al colapso del antiguo sistema confederal y a la creación de la República Helvética, un Estado más centralizado inspirado en los ideales revolucionarios franceses. En este periodo se abolieron las antiguas estructuras feudales y se introdujeron nuevas reformas, como la igualdad ante la ley y la separación de la Iglesia y el Estado.

Sin embargo, este periodo de cambios no estuvo exento de resistencias y conflictos. Las tensiones entre los cantones tradicionales y las nuevas autoridades impuestas por Francia provocaron divisiones internas. Además, las reformas radicales emprendidas por la República Helvética se percibieron a veces como contrarias a las tradiciones y la autonomía locales, lo que provocó oposición. La Revolución Francesa desempeñó un papel clave en la transformación de Suiza a finales del siglo XVIII. Al introducir las ideas de libertad e igualdad, no sólo influyó en el pensamiento político y social de Suiza, sino que también desencadenó acontecimientos que reconfiguraron el panorama político helvético, provocando el fin de la antigua Confederación y el surgimiento de un nuevo orden político.

El advenimiento de los principios de libertad e igualdad a finales del siglo XVIII, fuertemente influenciados por los ideales de la Revolución Francesa, marcó un importante punto de inflexión en la historia política y social de Suiza. Antes de 1798, el panorama político suizo estaba dominado por estructuras feudales y jerárquicas, en las que los derechos políticos estaban a menudo restringidos a determinadas clases o regiones, y los territorios sometidos a la autoridad de cantones soberanos. Sin embargo, con el impacto de la Revolución Francesa y el surgimiento de la República Helvética en 1798, tras la invasión francesa, estos ideales de libertad e igualdad empezaron a abrirse camino en el entramado político suizo. Bajo la influencia de la Francia revolucionaria, la República Helvética introdujo reformas radicales que rompieron con las tradiciones feudales y jerárquicas. Estas reformas incluían la abolición de los privilegios señoriales, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y los intentos de centralizar la administración. Estos cambios representaron una profunda ruptura con el pasado. Los principios de libertad e igualdad, antes excluidos o limitados en los derechos políticos, pasaron a ocupar un lugar central en la nueva estructura política. Por primera vez, la idea de que todos los ciudadanos debían disfrutar de los mismos derechos y libertades se convirtió en un principio político y jurídico inalienable en Suiza.

Sin embargo, este periodo de cambios no estuvo exento de resistencias y dificultades. La introducción de estas reformas radicales chocó a menudo con las tradiciones locales y la autonomía de los cantones, provocando tensiones y a veces rebeliones. A pesar de estos desafíos, el legado de la República Helvética y la influencia de los ideales de la Revolución Francesa han dejado una huella indeleble en Suiza. La transición a estos principios de libertad e igualdad allanó el camino a la Suiza moderna, caracterizada por un gobierno democrático, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos. Esta evolución también sentó las bases para la adopción de la Constitución Federal de 1848, que consolidó a Suiza como Estado federal, marcando definitivamente el abandono de las estructuras feudales y la plena adopción de los principios democráticos.

La intervención de la República Francesa en Suiza a finales del siglo XVIII estuvo motivada por una mezcla de ideales revolucionarios e intereses estratégicos y económicos. En 1798, la Francia revolucionaria apoyó los movimientos reformistas en Suiza y acabó invadiendo el territorio, contribuyendo al colapso de la antigua Confederación Helvética y a la creación de la República Helvética. Esta nueva entidad política se inspiró en gran medida en la República Francesa, incorporando los principios de libertad, igualdad y soberanía popular. Sin embargo, más allá de difundir los ideales revolucionarios, Francia tenía importantes intereses económicos y estratégicos en la región. Por un lado, Suiza, con su posición central en Europa y sus importantes rutas comerciales, ofrecía considerables ventajas económicas. La integración de Suiza en la esfera de influencia francesa abría oportunidades comerciales y económicas, sobre todo en términos de control de las rutas comerciales y acceso a los recursos. La posición estratégica de Suiza fue también un factor clave. En aquella época, Francia ya había conquistado el norte de Italia, y Suiza ofrecía una ruta directa y cómoda para unir Francia con sus territorios italianos. El control de Suiza permitió a Francia asegurarse una ruta esencial a través de los Alpes, que era crucial para las ambiciones militares y territoriales de Francia en Europa.

Por ello, la ocupación francesa fue recibida con sentimientos encontrados en Suiza. Mientras que algunos acogieron con satisfacción los ideales revolucionarios y el fin de las estructuras feudales, otros se mostraron recelosos u hostiles a la influencia y el control franceses. Este periodo estuvo marcado por tensiones y resistencias internas, ya que la República Helvética, aunque inspirada en la Revolución Francesa, también era percibida como un régimen impuesto desde el exterior. La intervención francesa en Suiza fue una compleja mezcla de idealismo revolucionario y realismo político y económico. Desempeñó un papel clave en la transformación de la estructura política de Suiza, allanando el camino para los cambios que han dado forma al país moderno, al tiempo que ponía de relieve los retos y tensiones de la influencia extranjera y las aspiraciones nacionales.

El año 1798 representó un punto de inflexión histórico para Suiza con la promulgación de su primera constitución, fuertemente influenciada por la Constitución francesa de 1795. Nacía así la República Helvética, un Estado centralizado que difería radicalmente de la tradicional estructura federal de la Confederación Helvética. La nueva constitución introdujo un cambio fundamental en la gobernanza del país, pasando de un mosaico de cantones soberanos a un gobierno unitario. Esta centralización del poder, una novedad en la historia suiza, supuso la abolición de la soberanía cantonal. Los cantones, que históricamente habían gozado de un alto grado de autonomía con sus propias leyes y gobiernos, se vieron integrados en un sistema nacional más unificado. Esta unificación, aunque inspirada en los ideales revolucionarios de libertad e igualdad, fue percibida por muchos suizos como una pérdida de autonomía e identidad locales. La influencia de la Francia revolucionaria fue evidente no sólo en los principios políticos de la República Helvética, sino también en su administración y legislación. Francia, que ya había extendido su influencia por toda Europa, veía en Suiza un territorio estratégica y económicamente importante. La adopción de las ideas revolucionarias francesas supuso un alejamiento radical de las tradiciones políticas suizas, en particular la soberanía popular y la secularización del Estado. Sin embargo, este periodo de cambios radicales estuvo marcado por tensiones y conflictos internos. Muchos suizos estaban profundamente apegados a su autonomía cantonal y percibían la centralización como una injerencia extranjera o incluso una ocupación. Estas tensiones desembocaron en disturbios internos, reflejo de las dificultades inherentes a la transición de una confederación de cantones independientes a un Estado centralizado. A pesar de su duración relativamente corta, que terminó con el Acta de Mediación en 1803, la República Helvética tuvo un impacto significativo en el panorama político de Suiza. Sentó las bases para la posterior adopción de principios democráticos y allanó el camino para la formación de la Suiza moderna, un Estado federal unificado que respeta los derechos y libertades individuales, al tiempo que conserva ciertos aspectos de su herencia federal.

La creación de la República Helvética en 1798 marcó una profunda transformación en la estructura política y social de Suiza. Con el establecimiento de un Estado central soberano, los antiguos territorios sometidos, que habían estado bajo el dominio de los cantones más poderosos, adquirieron un estatus igualitario. Esta igualdad entre territorios supuso una ruptura significativa con el pasado feudal y jerárquico de Suiza. Un cambio igualmente importante fue la emancipación del individuo dentro de la sociedad suiza. La nueva Constitución concedió a todos los adultos el derecho a ejercer sus derechos políticos. Esto supuso la introducción del sufragio universal, un concepto revolucionario en la época, que se alejaba de los sistemas políticos anteriores, en los que el derecho de voto solía estar restringido a determinadas clases sociales o regiones. Este reconocimiento de los derechos individuales estaba en armonía con los ideales de la Revolución Francesa, que abogaba por la libertad y la igualdad de los ciudadanos. Sin embargo, la República Helvética dependía en gran medida de Francia. Esta dependencia no era sólo política, sino también económica y militar. Bajo Napoleón Bonaparte, Francia ejerció una considerable influencia sobre Suiza, utilizando al país como aliado estratégico y fuente de recursos. Esta influencia francesa era visible en varios aspectos del gobierno suizo, incluyendo sus instituciones políticas, políticas económicas e incluso asuntos militares.

El periodo de la República Helvética estuvo marcado por tensiones internas, ya que muchos suizos sentían la nueva estructura gubernamental como una imposición extranjera. La centralización, aunque traía consigo reformas modernas, a menudo chocaba con las tradiciones de autonomía y gobierno local de los cantones suizos. Además, la dependencia de Francia planteaba dudas sobre la verdadera independencia y soberanía de Suiza. Con todo, aunque la República Helvética duró poco, fue una etapa crucial en el desarrollo político de Suiza. Introdujo conceptos modernos de gobierno y derechos civiles, que siguieron influyendo en el desarrollo político suizo incluso después de su colapso y el retorno a un sistema federal con el Acta de Mediación en 1803.

La República Helvética, establecida en 1798, fue escenario de profundas y crecientes tensiones entre los diferentes grupos políticos y sociales de Suiza. Por un lado, estaban los partidarios del nuevo orden revolucionario, seducidos por los ideales de libertad, igualdad y la estructura centralizada de gobierno inspirada en la Revolución Francesa. Por otro lado, los conservadores, apegados a las tradiciones y a la autonomía cantonal, se oponían ferozmente a estos cambios y aspiraban a un retorno al antiguo modelo confederal. Estas tensiones desembocaron en una guerra civil en 1802, conocida como la Stecklikrieg, que estalló principalmente como reacción a la centralización forzosa y a la percepción de una excesiva influencia extranjera. Los conservadores, sobre todo en los cantones rurales, veían la nueva estructura gubernamental como una erosión de su autonomía tradicional y una afrenta a sus prácticas políticas y sociales establecidas.

La guerra civil puso de manifiesto las profundas divisiones de la sociedad suiza. Por un lado estaban los partidarios del nuevo régimen, a menudo procedentes de zonas urbanas e influidos por ideales revolucionarios. Por otro, los partidarios del antiguo sistema, principalmente en los cantones rurales y montañosos, defendían ferozmente su independencia y sus tradiciones. Este enfrentamiento fue un momento crucial de la historia suiza, ilustrativo de la lucha entre progreso y tradición, entre influencia extranjera y autonomía nacional. La guerra civil de 1802 condujo finalmente a la intervención de Napoleón Bonaparte, que actuó como mediador para restablecer la paz y el orden en Suiza. Su mediación desembocó en el Acta de Mediación de 1803, que disolvió la República Helvética e introdujo una nueva estructura federal. Esta ley representó un compromiso entre las aspiraciones centralizadoras de la República Helvética y las tradiciones de autonomía cantonal, sentando las bases del moderno sistema federal suizo. El periodo de la República Helvética fue una época de cambios y conflictos que marcó de forma significativa el desarrollo político y social de Suiza. Puso de relieve los retos que plantea el equilibrio entre reforma y tradición, y desempeñó un papel crucial en la configuración de la identidad política de la Suiza contemporánea.

La confederación de Estados de 1803 a 1848[modifier | modifier le wikicode]

La intervención de Napoleón Bonaparte en la Guerra Civil suiza de 1802 marcó un momento decisivo en la historia de Suiza. Ante la inestabilidad y los conflictos internos que sacudían la República Helvética, Napoleón actuó para restablecer el orden, pero sus acciones también tuvieron profundas repercusiones en la estructura política del país. Napoleón convocó en París una asamblea constituyente que reunió a representantes de todos los cantones suizos. El objetivo era encontrar una solución duradera a las tensiones internas de Suiza y crear un marco político estable. El resultado de estas deliberaciones fue el Acta de Mediación de 1803, un documento crucial que redefinió la estructura política de Suiza.

El Acta de Mediación restableció la soberanía de los cantones, volviendo así a un sistema confederal. Esta restauración representó un compromiso entre las aspiraciones centralizadoras de la República Helvética y las tradiciones de autonomía cantonal. Los cantones recuperaron gran parte de la autonomía que habían perdido bajo la República Helvética, lo que alivió las tensiones entre los partidarios del antiguo régimen y los del nuevo. Sin embargo, el Acta de Mediación también preservó muchos de los logros del periodo revolucionario. Se mantienen los principios de igualdad y libertad introducidos durante la República Helvética. Esto significaba que, aunque se volvía a una estructura confederal, la sociedad suiza no regresaba al estado anterior a 1798. Las reformas introducidas bajo la República Helvética, sobre todo en materia de derechos civiles y organización del Estado, tuvieron efectos duraderos.

El Acta de Mediación de 1803, introducida bajo la égida de Napoleón Bonaparte, redefinió la estructura política de Suiza, creando un equilibrio entre las tradiciones cantonales y los ideales revolucionarios de libertad e igualdad. Esta nueva estructura confederal mantuvo la soberanía de los cantones existentes al tiempo que integraba a ciertos estados aliados como nuevos cantones por derecho propio, reconociendo su estatus e importancia dentro de la Confederación. En este marco revisado, los cantones que ya eran soberanos antes de la República Helvética conservaron su soberanía. Al mismo tiempo, territorios que anteriormente habían sido aliados o súbditos, como San Gall, los Grisones, Argovia, Turgovia, Tesino y Vaud, fueron elevados a la categoría de cantones. Esta ampliación no sólo aumentó el número de cantones de la Confederación, sino que también contribuyó a un reparto más equilibrado del poder y a una mejor representación de las distintas regiones del país. El Acta de Mediación también introdujo amplios derechos políticos para los ciudadanos suizos. Se concedió el derecho de sufragio activo y pasivo, reforzando los principios democráticos dentro de la Confederación. Sin embargo, estos derechos siguieron siendo principalmente una cuestión cantonal, lo que significa que los cantones conservaron una considerable autonomía sobre la legislación electoral y la gobernanza local. Esta disposición reflejaba el deseo de mantener la importancia de las tradiciones cantonales al tiempo que se incorporaban los logros democráticos del periodo revolucionario. Esta estructura confederal revisada marcó una etapa importante en el desarrollo de Suiza como nación. Combinaba la soberanía cantonal con un compromiso con los principios democráticos, sentando las bases de la estructura política federal que caracteriza a la Suiza moderna. Por tanto, la Ley de Mediación ha desempeñado un papel crucial en la transición de Suiza hacia un sistema político más inclusivo y representativo que respeta tanto la autonomía regional como los derechos de los ciudadanos.

El Pacto Federal de 1815.

El Acta de Mediación de 1803, instituida por Napoleón Bonaparte, representó una importante reforma de la estructura política y militar de Suiza. Sustituyó la compleja red de alianzas que había caracterizado a la Confederación Helvética antes de la República Helvética, estableciendo una nueva organización que reflejaba tanto las tradiciones cantonales como las necesidades de la época. Un aspecto importante del Acta de Mediación fue el fortalecimiento de la esfera militar. En el contexto de la Europa de principios del siglo XIX, marcada por las guerras napoleónicas y la amenaza constante de las potencias vecinas, en particular Austria, era crucial que Suiza dispusiera de una sólida capacidad defensiva. Por ello, la Ley hacía especial hincapié en la necesidad de que Suiza mantuviera una fuerza militar capaz de proteger su territorio y su soberanía. Este enfoque supuso un cambio con respecto al sistema anterior, en el que las estructuras militares estaban a menudo fragmentadas y dependían en gran medida de las alianzas cantonales. Además de estos cambios militares, el Acta de Mediación también restableció la Dieta, aunque de forma modificada. La Dieta, que había sido un elemento central del gobierno suizo antes de la República Helvética, se reconfiguró como una especie de conferencia diplomática. A cada cantón se le asignaron dos representantes, garantizando así una representación más equilibrada de los diferentes cantones en el seno de esta asamblea. Esta nueva estructura de la Dieta pretendía facilitar la colaboración y la toma de decisiones entre los cantones, respetando al mismo tiempo su autonomía. La Ley de Mediación de 1803 desempeñó así un papel crucial en la estabilización de Suiza tras el tumultuoso periodo de la República Helvética. Al combinar elementos federales y confederales, creó un marco que permitió a Suiza navegar en un entorno europeo inestable, sentando al mismo tiempo las bases para el desarrollo ulterior del sistema político suizo. Este periodo fue esencial en la evolución de Suiza hacia un Estado moderno, capaz de defender su independencia al tiempo que adoptaba una estructura política más democrática y equilibrada.

La caída de Napoleón Bonaparte tuvo un impacto significativo en la organización política de Suiza. Tras el fin de la era napoleónica, el Acta de Mediación de 1803 fue sustituida por el Pacto Federal de 1815. El objetivo de este nuevo documento era reorganizar la Confederación Helvética y definir su estructura política en el contexto postnapoleónico. El Pacto Federal de 1815 tenía muchas similitudes con el Acta de Mediación. Mantuvo una estructura federal, reconociendo la soberanía de los cantones y estableciendo al mismo tiempo mecanismos de cooperación y gobierno conjunto. Esta continuidad reflejaba el deseo de los suizos de preservar los logros del periodo de la República Helvética y del Acta de Mediación, sobre todo en cuanto al equilibrio entre la autonomía cantonal y la gestión centralizada de los asuntos comunes. Un aspecto clave del Pacto Federal fue su énfasis en la independencia y neutralidad de Suiza. Tras las turbulencias de las Guerras Napoleónicas y la experiencia de la influencia extranjera, era esencial para Suiza consolidar su estatus de nación neutral e independiente. Este principio de neutralidad se convirtió en un rasgo definitorio de la política suiza y desempeñó un papel crucial en la preservación de la paz y la estabilidad del país. El Pacto Federal también formalizó la incorporación de nuevos cantones a la Confederación, ampliando la estructura federal a un mayor número de territorios. Esta expansión contribuyó a la diversidad y riqueza de la cultura política suiza, reforzando al mismo tiempo la cohesión nacional.

A partir de 1830, Suiza atravesó un periodo de importantes cambios políticos y económicos que pusieron en tela de juicio el sistema federal existente. En este periodo, influido por las olas de liberalismo y nacionalismo que recorrieron Europa, surgieron tensiones entre la soberanía cantonal y la necesidad de un desarrollo económico y político más integrado. Políticamente, los cantones suizos gozaban de un alto grado de autonomía, con sus propios gobiernos, leyes y políticas. Esta autonomía, aunque fundamental para la tradición política suiza, empezó a plantear problemas para la creación de una política nacional coherente. Las disparidades entre los cantones en términos de estructuras políticas y derechos civiles crearon desigualdades e ineficiencias que dificultaron el desarrollo de políticas globales. Económicamente, Suiza empezaba a industrializarse y a integrarse más en la economía europea. Sin embargo, la soberanía cantonal dio lugar a una multitud de sistemas aduaneros y políticas comerciales que obstaculizaron el comercio nacional e internacional. Esta fragmentación económica se consideraba cada vez más un obstáculo para el desarrollo económico del país. En respuesta a estos retos, en la década de 1830 se llevaron a cabo una serie de reformas liberales en varios cantones, conocidas como la Regeneración. Estas reformas pretendían modernizar las instituciones políticas, ampliar los derechos civiles y promover una mayor unidad nacional. Reflejaban un creciente deseo de una gobernanza más centralizada que pudiera responder más eficazmente a las necesidades económicas y políticas de una Suiza cambiante. Este periodo de cambios sentó las bases para los posteriores debates y reformas que culminarían con la adopción de la Constitución Federal de 1848. Esta Constitución marcó un importante paso en la evolución política de Suiza, estableciendo un Estado federal más centralizado, con un gobierno nacional dotado de mayor autoridad, al tiempo que preservaba la autonomía cantonal en muchos ámbitos. Esta transición hacia una estructura federal más integrada fue esencial para afrontar los retos del desarrollo político y económico de Suiza en el siglo XIX.

Durante el periodo de cambios políticos y económicos que vivió Suiza a mediados del siglo XIX, surgió una división ideológica entre progresistas y conservadores, que reflejaba visiones diferentes de cómo debía organizarse el Estado. Los progresistas, influidos por las ideas y tendencias liberales de la Europa de la época, abogaban por un Estado centralizado. Veían la centralización como un medio de unificar el país, agilizar la administración y acelerar el desarrollo económico y político. En general, los progresistas favorecían la adopción de reformas democráticas, la ampliación de los derechos civiles y la creación de un mercado nacional unificado. Consideraban que un gobierno central más fuerte era una herramienta eficaz para modernizar Suiza, sobre todo en el contexto de la industrialización y la creciente integración de Suiza en la economía europea. Los conservadores, por su parte, deseaban preservar la tradicional estructura confederal del Estado. Valoraban la autonomía cantonal y temían que la centralización amenazara las tradiciones locales y la independencia cantonal. Para los conservadores, mantener la estructura confederal era esencial para proteger la identidad y los valores suizos. A menudo contaban con el apoyo de los cantones rurales y tradicionales, que recelaban de los cambios rápidos y de la influencia de las ideas liberales y revolucionarias procedentes del extranjero. Estas diferencias provocaron tensiones y enfrentamientos políticos, que culminaron en el conflicto de la Sonderbund en 1847. Este conflicto, una guerra civil de corta duración, fue desencadenado por la formación de una alianza defensiva (la Sonderbund) por parte de los cantones católico-conservadores en respuesta a los esfuerzos progresistas por centralizar el gobierno. La victoria de las fuerzas progresistas en este conflicto allanó el camino para la adopción de la Constitución Federal de 1848, que establecía un equilibrio entre la estructura federal y ciertos elementos de un Estado centralizado, al tiempo que preservaba la autonomía cantonal en muchos ámbitos.

La guerra de la Sonderbund de 1847 fue un momento decisivo en la historia de Suiza, marcando el final de una época de intensa división entre progresistas y conservadores. El conflicto estalló debido a profundos desacuerdos sobre la dirección política del país, en particular con respecto a la centralización del poder y las reformas liberales. La Sonderbund fue una alianza defensiva formada por los cantones católico-conservadores como reacción a los esfuerzos de los progresistas por reformar y centralizar el Estado. La victoria de las fuerzas progresistas en esta guerra civil marcó la derrota del clan conservador y allanó el camino para importantes cambios políticos. Esta victoria condujo a la redacción y adopción de la Constitución Federal de 1848, que estableció una nueva estructura política para Suiza, basada en un Estado federal.

La Constitución Federal de 1848 representaba una síntesis de ideales progresistas y tradiciones confederales. Creó un gobierno central fuerte con poderes claramente definidos, al tiempo que preservaba la autonomía de los cantones en muchos ámbitos. Esta estructura permitió la unificación nacional y una gestión más eficaz de los asuntos comunes, respetando al mismo tiempo las particularidades regionales. Aunque la nueva Constitución se inspiraba en varios modelos, entre ellos el Pacto Federal de 1815, introdujo importantes innovaciones. Estableció instituciones federales como un parlamento bicameral (el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados), un gobierno federal (el Consejo Federal) y un tribunal supremo (el Tribunal Federal). También estableció políticas nacionales en ámbitos como el comercio, las aduanas, la moneda y los servicios postales, al tiempo que garantizaba los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. La estructura del Estado federal establecida por la Constitución de 1848 ha perdurado eficazmente hasta nuestros días, demostrando ser un modelo estable y flexible para la gobernanza suiza. Ha permitido a Suiza superar los retos de los siglos XIX y XX, manteniendo su unidad y respetando la diversidad de sus cantones. Esta estructura federal se ha convertido en un elemento clave de la identidad política suiza y en un ejemplo de éxito de la gobernanza federal en un contexto de diversidad cultural y lingüística.

El Estado federal desde 1848 hasta nuestros días[modifier | modifier le wikicode]

Gedenkblatt 1874.jpg

El año 1848 es una fecha crucial en la historia de Suiza, ya que marca la adopción de su primera constitución federal. Este hito fue el resultado de una serie de transformaciones políticas y sociales que remodelaron significativamente Suiza. Tras las turbulencias de las Guerras Napoleónicas y conflictos internos como la Guerra de la Sonderbund en 1847, surgió un consenso sobre la necesidad de una reforma estructural. Suiza, hasta entonces una confederación laxa de cantones independientes, se unificó bajo una estructura estatal federal más coherente y centralizada. La nueva Constitución estableció un gobierno central fuerte, encarnado en instituciones federales como el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados, que forman el parlamento bicameral de Suiza, así como el Consejo Federal como poder ejecutivo y el Tribunal Supremo Federal como autoridad judicial suprema. Estas instituciones supusieron una innovación en el panorama político suizo, introduciendo una separación de poderes y un sistema de gobierno más eficaz y representativo.

La Constitución de 1848 también codificó los derechos fundamentales de todos los ciudadanos suizos, garantizando normas para los derechos civiles y políticos. Centralizó aspectos importantes como la defensa, los asuntos exteriores y las políticas comercial y aduanera, al tiempo que conservaba la autonomía cantonal en ámbitos como la educación y la policía. Este enfoque ha permitido mantener un equilibrio entre la unificación nacional y el respeto de las particularidades cantonales. La neutralidad de Suiza, principio fundamental de su política exterior, se vio reforzada por esta Constitución. Tras haber sido un campo de batalla para las potencias europeas durante las Guerras Napoleónicas, Suiza trató de posicionarse como un Estado neutral y pacífico. La Constitución Federal de 1848 marcó el nacimiento de la Suiza moderna como Estado federal. No sólo consolidó la unidad nacional en un contexto de diversidad cantonal, sino que también sentó las bases de la estabilidad política y la prosperidad económica que caracterizan a la Suiza actual. Aunque la Constitución ha sufrido varias revisiones a lo largo de los años, sigue siendo la piedra angular del orden constitucional y político contemporáneo de Suiza.

La revisión total de la Constitución Federal suiza en 1874 fue un hito importante en la historia política y jurídica del país. Esta revisión, que se produjo 26 años después de la adopción de la primera Constitución Federal en 1848, reflejó las necesidades y los retos de una nación en evolución. El principal objetivo era adaptar el marco constitucional a las realidades sociales, económicas y políticas de la época, marcada por la industrialización y el cambio demográfico. La revisión respondía a la necesidad de clarificar y reforzar las competencias del gobierno federal. En aquella época, Suiza se enfrentaba a retos como la necesidad de unificar la legislación en ámbitos clave, como el derecho civil y penal, y la gestión y el desarrollo de las infraestructuras, en particular los ferrocarriles. La expansión de la red ferroviaria era una cuestión crucial para el desarrollo económico y la integración nacional, que requería un enfoque coordinado a nivel federal.

Además, la revisión de 1874 aportó mejoras significativas en materia de derechos y libertades civiles. Estos cambios reflejaban las tendencias liberales y democráticas de la época, subrayando el compromiso de Suiza con los principios democráticos. La reforma también contribuyó a la armonización de los diversos sistemas jurídicos cantonales, fomentando una mayor unidad jurídica dentro del país. La Constitución Federal de 1874 desempeñó así un papel crucial en la adaptación de Suiza a las realidades del siglo XIX. Reforzó el marco federal preservando al mismo tiempo el equilibrio entre el poder central y la autonomía cantonal. Este proceso de revisión ilustró la capacidad de Suiza para reformarse y adaptarse, manteniendo al mismo tiempo la estabilidad y la cohesión nacional. La Constitución revisada, con sus posteriores enmiendas, sigue sirviendo de base para el orden constitucional de la Suiza moderna, dando testimonio de la flexibilidad y solidez del sistema político suizo.

En 1999, Suiza volvió a revisar completamente su Constitución Federal, marcando una etapa importante en el desarrollo continuo de su marco jurídico e institucional. Esta revisión, que se produjo más de un siglo después de la gran reforma de 1874, pretendía modernizar la Constitución adaptándola a las realidades y desafíos de finales del siglo XX y principios del XXI. La revisión de 1999 no cambió radicalmente la estructura política ni los principios fundamentales de la Constitución de 1874, pero sí introdujo una serie de actualizaciones y aclaraciones importantes. Uno de los objetivos de la revisión era hacer la Constitución más accesible y comprensible para los ciudadanos y reflejar los cambios sociales, tecnológicos y medioambientales que se habían producido desde la última gran revisión. Un aspecto clave de la revisión de 1999 fue la incorporación de nuevos derechos y protecciones para los ciudadanos. Ello incluía disposiciones reforzadas sobre derechos humanos y libertades civiles, que reflejaban la evolución de las normas internacionales y el creciente reconocimiento de la importancia de los derechos individuales. La revisión también abordó cuestiones como la protección del medio ambiente, subrayando el compromiso de Suiza con el desarrollo sostenible. Además, la revisión pretendía aclarar y racionalizar ciertas disposiciones constitucionales, haciendo el texto más coherente y fácil de entender. Esto ha contribuido a una mayor transparencia y eficacia en la interpretación y aplicación de la Constitución. En resumen, la revisión total de la Constitución Federal suiza en 1999 fue un proceso de ajuste y modernización, más que una revisión completa. Permitió preservar la estructura federal establecida y los principios fundamentales de la democracia suiza, adaptando al mismo tiempo el marco jurídico del país a las exigencias y desafíos del nuevo milenio. Esta revisión atestigua la capacidad de Suiza para evolucionar y reformarse de manera ponderada, preservando al mismo tiempo la estabilidad y los valores que caracterizan desde hace tiempo su sistema político.

La estructura federal del Estado suizo, establecida por la Constitución Federal de 1848 y mantenida hasta hoy, puede considerarse en efecto un compromiso entre diferentes visiones políticas. En el periodo previo a 1848, existía una clara división entre los progresistas, que aspiraban a un modelo de Estado más unitario inspirado en Francia, y los conservadores, que defendían la soberanía de los cantones y la estructura confederal tradicional. Los progresistas de la época, influidos por los ideales liberales y los movimientos democráticos que se extendían por Europa, pretendían reformar la estructura política de Suiza. Veían en el modelo de Estado unitario, adoptado por Francia tras su propia revolución, un medio para unificar el país bajo un gobierno centralizado. Este sistema, creían, conduciría a una administración más eficiente, una legislación uniforme y una mayor integración económica y política. De hecho, para los progresistas, la abolición de la soberanía cantonal era esencial para modernizar Suiza y hacerla más coherente como Estado-nación. Sin embargo, la fuerte tradición de autonomía cantonal de Suiza y el apego a la soberanía local hacían que la idea de un Estado unitario fuera menos aceptable para amplios sectores de la población, sobre todo en los cantones rurales y conservadores. Estos grupos valoraban la autonomía cantonal y la diversidad como elementos esenciales de la identidad suiza.

Se llegó a un compromiso con la adopción de la Constitución Federal de 1848, que establecía un Estado federal. Este modelo conciliaba las demandas de los progresistas de un gobierno central fuerte con el deseo de los conservadores de mantener la autonomía cantonal. En el sistema federal suizo, el gobierno central tiene competencias claramente definidas, sobre todo en materia de defensa, política exterior y regulación económica, mientras que los cantones conservan un alto grado de autonomía en ámbitos como la educación y la policía. Esta estructura federal ha garantizado un equilibrio entre la unificación nacional y el respeto de las particularidades regionales, y ha permitido a Suiza desarrollar un sistema político estable y próspero caracterizado por la diversidad cultural y lingüística y una democracia sólida.

Retrato de James Fazy.

James Fazy, influyente figura política ginebrina, desempeñó un papel clave en la promoción del modelo federal en Suiza, inspirado en parte en la Constitución estadounidense de 1787. Con su compromiso político y sus ideas, Fazy contribuyó de manera significativa a configurar el debate sobre la estructura política de Suiza en el periodo anterior y posterior a la revolución radical de 1846 en Ginebra. Fazy era un ferviente defensor del federalismo y admiraba el modelo político de Estados Unidos, en particular el bicameralismo de su sistema legislativo. En el modelo estadounidense, el Congreso se compone de dos cámaras: la Cámara de Representantes, cuyos miembros son elegidos en función de la población de cada estado, y el Senado, donde cada estado está representado por igual, independientemente de su tamaño o población. Fazy veía en este sistema una forma de equilibrar los intereses del pueblo (representado en la cámara baja) y de los Estados (representados en la cámara alta).

Inspirándose en este modelo, Fazy abogó por la adopción de una estructura similar en Suiza. Esta propuesta respondía a la necesidad de lograr un equilibrio entre las distintas fuerzas políticas y regionales de Suiza: por un lado, garantizar una representación justa del conjunto de la población suiza y, por otro, proteger los intereses y la autonomía de cada cantón. La adopción de la Constitución Federal Suiza en 1848 estableció efectivamente un sistema bicameral, con el Consejo Nacional (que representa al pueblo suizo y se basa en la población de cada cantón) y el Consejo de los Estados (que representa a los cantones con igual representación para cada uno, independientemente de su tamaño o población). Este sistema garantizaba tanto la representación democrática como la protección de la soberanía cantonal, reflejando la influencia de las ideas federalistas y bicamerales promovidas por figuras como James Fazy.

Constitution fédérale de la Confédération suisse de 1848 - article 3

El artículo 3 de la Constitución Federal suiza, que estipula la soberanía de los cantones, desempeñó un papel crucial a la hora de satisfacer las demandas conservadoras durante el desarrollo de la estructura política federal del país. Los conservadores, apegados a la tradición de autonomía cantonal y recelosos de una centralización excesiva, veían en este artículo una garantía fundamental de la preservación de la independencia de los cantones dentro de la federación suiza. El artículo 3 establece que los cantones son soberanos en la medida en que su soberanía no esté limitada por la Constitución federal, y que ejercen todos los derechos no delegados al gobierno federal. Esta disposición ha sido un elemento clave para equilibrar las competencias entre el gobierno federal y los cantones, permitiendo a estos últimos conservar un alto grado de autonomía en muchos ámbitos, como la educación, la policía y la sanidad. El reconocimiento de la soberanía cantonal en la Constitución aseguró a los conservadores que las tradiciones, las particularidades regionales y la autonomía local serían respetadas en el nuevo orden federal. Esto fue esencial para ganar su apoyo a la nueva estructura federal, que centralizaba ciertos poderes, especialmente en defensa, política exterior y regulación económica, al tiempo que preservaba la independencia de los cantones en muchas otras áreas.

Apéndices[modifier | modifier le wikicode]

Referencias[modifier | modifier le wikicode]