Los Estados Unidos de América, Norte y Sur, hacia 1850: inmigración y esclavitud

De Baripedia

Basado en un curso de Aline Helg[1][2][3][4][5][6][7]

En 1850, Estados Unidos era un país acosado por profundas y complejas divisiones. Por un lado, los estados del Norte, formados principalmente por inmigrantes procedentes de Europa, estaban en plena transformación, abrazando la industrialización y una filosofía de crecimiento económico. Por otro lado, los estados del Sur dependían en gran medida del trabajo de los afroamericanos esclavizados y seguían firmemente arraigados en una economía agraria. Esta diferencia entre el Norte y el Sur distaba mucho de ser simplemente económica o demográfica; reflejaba una división cultural y política que acabaría desembocando en la Guerra Civil estadounidense.

Las tensiones se vieron exacerbadas por cuestiones legislativas, como la aprobación de la Ley de Esclavos Fugitivos de 1850. Esta ley convirtió la ayuda a un esclavo fugitivo en un delito federal, lo que amplió la división entre el Norte y el Sur y puso de relieve sus diferencias morales e ideológicas. En el Norte, el atractivo de la tierra y la promesa de trabajo habían atraído oleadas de inmigrantes de Irlanda, Alemania y otras partes de Europa. Estos recién llegados, que huían del hambre, la persecución y la pobreza en sus países de origen, encontraron oportunidades y esperanza en las ciudades industriales del Norte. El Norte también era más proclive a apoyar la abolición y, en general, más favorable a la intervención del gobierno federal en asuntos económicos y sociales. En cambio, el Sur estaba profundamente arraigado en una tradición agraria, en la que la esclavitud era vital para la economía de las plantaciones. Los estados del Sur se inclinaban más por apoyar los derechos de los estados y, en general, se resistían más a la intervención federal, sobre todo en relación con la institución de la esclavitud. Muchos consideraban que la protección de esta institución era crucial para la economía y el modo de vida del Sur.

Esta división entre el Norte y el Sur no era simplemente una diferencia de perspectiva económica; reflejaba un desacuerdo fundamental sobre la naturaleza de la libertad, la justicia y el papel del gobierno. La inmigración y la esclavitud eran los síntomas visibles de estas diferencias, pero bajo la superficie se estaba gestando un enfrentamiento más amplio, que moldeaba la nación y la encaminaba hacia un conflicto que redefiniría Estados Unidos. En la década de 1850 hubo intentos de compromiso y reconciliación, pero las divisiones eran demasiado profundas y la guerra civil se hizo inevitable.

La expansión territorial[modifier | modifier le wikicode]

Desplazamiento forzoso de amerindios[modifier | modifier le wikicode]

Una pirámide de cráneos de bisonte utilizados como abono, a mediados de la década de 1870.

El periodo comprendido entre 1820 y 1850 estuvo marcado por otra política trágica y controvertida en Estados Unidos: el traslado de indios. Mientras el Norte y el Sur se enzarzaban en acalorados debates sobre la inmigración y la esclavitud, se desarrollaba otra crisis en relación con las poblaciones indígenas del país. El gobierno estadounidense, que buscaba ampliar los territorios para los colonos y explotar los recursos naturales, aprobó la Ley de Traslado de Indios en 1830. Esta ley, firmada por el Presidente Andrew Jackson, autorizaba al Presidente a negociar tratados para trasladar a las tribus de sus tierras ancestrales en el este de Estados Unidos a tierras situadas al oeste del río Misisipi.

La aplicación de esta política entre 1831 y 1838 fue devastadora para las naciones cherokee, creek, seminola, chickasaw y choctaw. Miles de nativos americanos se vieron obligados a abandonar sus hogares, se perdieron muchas vidas por el camino y este triste capítulo de la historia estadounidense se conoció como el "Sendero de las Lágrimas". La expulsión no sólo tuvo que ver con la tierra. Se trataba de la destrucción de la cultura y el modo de vida de los nativos americanos. La caza del búfalo, por ejemplo, era algo más que una fuente de alimento; era parte integrante de la identidad y la espiritualidad de muchas tribus. La destrucción del bisonte por los cazadores blancos, junto con la reubicación forzosa, infligió un doble golpe a las poblaciones indígenas. En el contexto más amplio de la época, el traslado de los indios formaba parte de un patrón de tensión y transformación que definía la América de entonces. La expansión hacia el oeste, la inmigración, la esclavitud y la política sobre los nativos americanos eran síntomas de una nación que luchaba por definirse a sí misma. El desplazamiento de los nativos americanos es un doloroso recordatorio de que el crecimiento y el progreso pueden tener a menudo un trágico coste humano, y de que las voces marginadas pueden caer en el olvido en las luchas por el poder y la influencia.

Andrew Jackson, séptimo presidente de Estados Unidos, fue uno de los principales responsables de la política de expulsión forzosa de las tribus indígenas estadounidenses. Su creencia en el "destino manifiesto" -la idea de que el pueblo estadounidense estaba destinado a extender su civilización y sus valores democráticos por todo el continente- le llevó a aprobar la Ley de Traslado de Indios de 1830. Esta política estaba estrechamente vinculada a la visión de Jackson de un desarrollo económico sólido y la expansión de los asentamientos blancos en la región sudoriental de Estados Unidos. A sus ojos, la presencia de tribus de nativos americanos en estas ricas y fértiles tierras era un obstáculo para este crecimiento y prosperidad. Jackson creía que trasladar a las tribus al oeste del río Misisipi, lejos de las tierras de cultivo y las oportunidades económicas deseables, daría a los colonos blancos acceso a más tierras y recursos. Creía que esto conduciría a un mayor crecimiento económico, y a menudo presentaba la medida como una solución "humanitaria", alegando que protegería a los nativos americanos de la extinción.

Sin embargo, la aplicación de la Ley de Traslado de Indios resultó ser una tragedia humana. El Sendero de las Lágrimas, como llegó a conocerse, vio cómo miles de nativos americanos eran expulsados a la fuerza de sus tierras ancestrales, muchos de los cuales perdieron la vida por el camino a causa de las enfermedades, el hambre y el agotamiento. La política de Jackson hacia los amerindios es un reflejo de la época en que vivió, una época marcada por el expansionismo, el etnocentrismo y un ardiente deseo de crecimiento y prosperidad. Sin embargo, también sigue siendo un capítulo oscuro y controvertido de la historia de Estados Unidos, y los efectos de estos desplazamientos siguen resonando hoy en las comunidades amerindias. En el contexto más amplio de la América de la década de 1830, en la que la esclavitud, la inmigración y la expansión hacia el oeste eran temas candentes, la política de traslado de indios de Jackson encaja en un complejo panorama de conflictos y cambios. Pone de relieve los retos y las contradicciones de una nación en crecimiento, dividida entre la aspiración al progreso y las realidades, a menudo crueles, de cómo se perseguía ese progreso.

El equilibrio entre estados esclavistas y estados libres[modifier | modifier le wikicode]

El texto de la Declaración de Independencia de Texas.

En la década de 1850, la cuestión del equilibrio entre estados esclavistas y estados libres en Estados Unidos se convirtió en un tema político central, reflejo de las crecientes tensiones entre el Norte y el Sur. La expansión hacia el oeste y el sur, con la adición de nuevos territorios y la formación de nuevos estados, exacerbó estas tensiones y amenazó con alterar el delicado equilibrio establecido por el Compromiso de Missouri de 1820. El Compromiso de Missouri había sido concebido como una solución a corto plazo para mantener el equilibrio en el Senado entre los estados esclavistas y no esclavistas. Con la admisión de Maine como estado libre y de Misuri como estado esclavista, el compromiso logró aliviar temporalmente las tensiones. Pero era sólo una solución temporal a un problema persistente. Con el descubrimiento de oro en California en 1848 y la consiguiente fiebre del oro, la cuestión de la esclavitud resurgió con renovada urgencia. La cuestión de si California sería admitida como estado libre o esclavo se convirtió en un importante punto de discordia, reflejo de las profundas divisiones nacionales en torno a la esclavitud. En respuesta, se adoptó el Compromiso de 1850, un complejo conjunto de medidas diseñadas para mantener el equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas y evitar una inminente guerra civil. El compromiso incluía la admisión de California como estado libre, el establecimiento de los territorios de Nuevo México y Utah sin restricciones sobre la esclavitud, y la adopción de una ley más estricta sobre los esclavos fugitivos. Esta última, en particular, exacerbó las tensiones entre el Norte y el Sur, ya que dificultaba la huida de los esclavos y penalizaba la ayuda a los esclavos fugitivos. El Compromiso de 1850 consiguió aliviar las tensiones temporalmente, pero no resolvió los problemas subyacentes. Por el contrario, sentó las bases de nuevas divisiones y conflictos. Las contradicciones inherentes a una nación devota de los ideales de libertad e igualdad y profundamente arraigada en una economía dependiente de la esclavitud acabarían por estallar, desembocando en la Guerra Civil estadounidense. El periodo previo al Compromiso de 1850 representa una etapa crucial en la historia de Estados Unidos, una época en la que las grietas de la unión se convirtieron en abismos. Los esfuerzos por navegar por estas aguas turbulentas revelan la complejidad de los problemas políticos, económicos y sociales de la época, y ofrecen una visión de los retos inherentes al gobierno de una nación tan vasta y diversa.

La Declaración de Independencia de Texas, aprobada el 2 de marzo de 1836 en la Convención de 1836 celebrada en Washington-on-the-Brazos, fue un momento decisivo en la historia de la República de Texas. El documento proclamaba la independencia de Texas de México y enumeraba una serie de agravios contra el gobierno mexicano que justificaban la separación.

El texto íntegro de la declaración comienza así: "Cuando un gobierno ha dejado de proteger la vida, la libertad y la propiedad del pueblo, de quien deriva sus legítimos poderes, y para el progreso de cuya felicidad fue instituido, y, lejos de ser una garantía para el disfrute de estos derechos inestimables e inalienables, se convierte en un instrumento en manos de malvados gobernantes para su opresión."

Esta poderosa declaración expresa un profundo sentimiento de injusticia y la convicción de que el gobierno mexicano ha traicionado los principios fundamentales sobre los que se suponía que debía actuar. El documento continúa enumerando específicamente las injusticias cometidas por México y los esfuerzos de Texas para rectificarlas por medios legales. En el contexto histórico, la Declaración de Independencia de Texas fue producto de las crecientes tensiones entre los colonos de Texas y el gobierno mexicano. Las diferencias culturales, religiosas y políticas se vieron exacerbadas por las reformas centralizadoras del presidente mexicano Santa Anna, que reforzaron el control del gobierno central sobre Texas. La declaración de independencia inició la Revolución de Texas, un conflicto armado que duró hasta que las fuerzas tejanas ganaron la batalla de San Jacinto. La República de Texas existió entonces como estado soberano durante casi una década antes de ser anexionada por Estados Unidos en 1845. La Declaración de Independencia de Texas sigue siendo un símbolo de la lucha por la autodeterminación y la libertad, reflejo de los ideales de democracia y soberanía que animaron a los colonos en su búsqueda de la independencia. Es un documento clave para entender la compleja y a menudo conflictiva dinámica de las relaciones entre Texas y México en el siglo XIX, y sigue resonando en la cultura e identidad texanas contemporáneas.

La continuación del texto de la Declaración de Independencia de Texas es un profundo reflejo de las tensiones que llevaron a la separación de Texas de México. Describe un sentimiento de traición y una dramática transformación del gobierno mexicano de una federación de estados soberanos a lo que los autores de la Declaración perciben como un "despotismo militar central consolidado".

La redacción dice: "Cuando la Constitución Federal del país, que han jurado apoyar, ya no tiene existencia substancial, y la naturaleza entera de su gobierno ha sido cambiada por la fuerza, sin su consentimiento, de una federación limitada de estados soberanos, unidos para propósitos nacionales específicos, a un despotismo militar central consolidado, en el cual todo interés es despreciado excepto el del ejército y el sacerdocio, ambos los enemigos eternos de la libertad civil, los siempre listos sirvientes del poder, y los instrumentos habituales de los tiranos. " Esta parte del texto pone de manifiesto el profundo descontento de los texanos ante la erosión de la Constitución Federal mexicana y la centralización del poder en manos del ejército y el sacerdocio, percibidos como enemigos de la libertad. La mención del cambio sin consentimiento expresa una violación de la confianza y de los principios democráticos, alimentando el deseo de independencia. Estas palabras captan un momento de transformación y conflicto, no sólo en la relación entre Texas y México, sino también en la lucha más amplia por la autonomía y el gobierno representativo. La elección de términos contundentes como "despotismo", "tiranos" y "enemigos eternos de la libertad civil" muestra el nivel de indignación y la profunda convicción de que la independencia no sólo estaba justificada, sino que era necesaria. El documento continúa detallando agravios específicos y es una apasionada acusación de las acciones del gobierno mexicano, afirmando la determinación de Texas de gobernar según sus propios términos y valores.

La continuación del texto de la Declaración de Independencia de Texas amplifica aún más la aguda crítica al gobierno mexicano. Este pasaje es un grito apasionado contra las violaciones percibidas de los derechos y la dignidad de los tejanos, y una firme declaración de su determinación de buscar la independencia. El texto dice: "Cuando, mucho después de que el espíritu de la constitución haya desaparecido, la moderación es finalmente tan completamente perdida por aquellos en el poder, que incluso la apariencia de libertad es suprimida, las formas mismas de la constitución son abandonadas, y, lejos de que sus peticiones y protestas sean atendidas, los agentes que las llevan son arrojados a las mazmorras, y ejércitos mercenarios enviados a imponerles un nuevo gobierno a punta de bayoneta." Este párrafo, rico en imágenes y emoción, pinta un cuadro de opresión y tiranía. Evoca una situación en la que el gobierno mexicano no sólo abandonó los principios de la Constitución, sino que reprimió activamente los intentos de reparar los agravios mediante la fuerza militar. Las palabras elegidas - "calabozos", "ejércitos mercenarios", "la punta de la bayoneta"- subrayan el uso brutal de la fuerza y la indignación de los tejanos ante lo que consideraban injusticias flagrantes. En su contexto histórico, este pasaje refleja las intensas tensiones que condujeron a la Revolución de Texas y a su posterior independencia. Los sentimientos expresados en la Declaración de Independencia son a la vez producto y reflejo de las profundas divisiones y malentendidos entre Texas y el gobierno central mexicano. La retórica de la Declaración de Independencia de Texas capta una época de lucha y cambio, y todavía resuena hoy como un elocuente testamento de la búsqueda de la libertad y la autodeterminación.

La conclusión de este pasaje de la Declaración de Independencia de Texas marca una línea clara e inquebrantable entre el opresor y el oprimido, justificando la rebelión como un derecho y un deber. He aquí el texto: "Cuando, en tal crisis, se olvidan las opiniones divergentes de los partidos políticos, y se traza la línea de demarcación entre el opresor y el oprimido, es derecho y deber de este último rebelarse contra el primero, y empuñar las armas que se ha visto obligado a tomar en defensa de su persona, su propiedad y sus derechos, por los que ha empeñado su vida, su fortuna y su sagrado honor." En estas palabras, la retórica alcanza un punto culminante, trascendiendo las rencillas partidistas y centrándose en los principios fundamentales de la libertad, la dignidad y los derechos humanos. El lenguaje está impregnado de una profunda solemnidad, describiendo la lucha por la independencia no sólo como una elección, sino como una obligación moral y ética. El llamamiento a "empuñar las armas" y defender "la persona, los bienes y los derechos" subraya la urgencia de la situación y el compromiso total con la causa. La referencia a "la vida, la fortuna y el honor sagrado" sirve para magnificar lo que está en juego, presentándolo como una lucha definitiva por la identidad, la supervivencia y la integridad. Estas poderosas palabras de la Declaración de Independencia de Texas capturaron un momento decisivo de la historia, encapsulando la determinación, la indignación y el idealismo que llevaron a la fundación de la República de Texas. Siguen resonando como testimonio de la búsqueda universal de la libertad y la autodeterminación, y son un recordatorio de los sacrificios y valores que pueden forjar el destino de una nación.

La historia de Texas en la primera mitad del siglo XIX es un reflejo complejo y conmovedor de las tensiones que definieron la época en Estados Unidos, especialmente en relación con la esclavitud y la expansión territorial. El papel de Texas en estos debates ofrece una fascinante ventana a las fuerzas en juego durante este convulso periodo de la historia estadounidense. La llegada masiva de colonos angloamericanos a Texas, armados con sus propias concepciones de la esclavitud y los derechos de propiedad, puso rápidamente en conflicto las leyes y valores locales con los del gobierno mexicano, que había abolido la esclavitud en 1829. Las tensiones fueron en aumento hasta que estalló una revuelta que culminó con la Declaración de Independencia de Texas en 1836. La recién creada República de Texas estaba en conflicto consigo misma a causa de la esclavitud, lo que reflejaba los dilemas más generales a los que se enfrentaba la nación estadounidense en su conjunto. A pesar de la abolición formal de la esclavitud en 1829, la institución siguió practicándose, reflejando la brecha entre los ideales legislativos y la realidad sobre el terreno. La anexión de Texas a Estados Unidos en 1845 puso de relieve la cuestión crucial del equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas. La entrada de Texas aumentó el número de estados esclavistas, exacerbando las tensiones dentro del Congreso y en todo el país. El hecho de que el Congreso estadounidense reconociera la independencia de Texas, pero se negara a anexionársela inmediatamente, demuestra lo controvertida que fue la cuestión. Este episodio de la historia de Texas pone de relieve los temas interrelacionados de la expansión, la esclavitud y el poder político dentro de la Unión. Ilustra cómo las decisiones sobre un territorio pueden tener repercusiones nacionales y cómo los problemas locales pueden convertirse en crisis nacionales. Texas se convirtió en un microcosmos de los dilemas morales, legales y políticos de la época, y su compleja historia sigue iluminando los retos que han conformado la identidad y el destino de Estados Unidos.

James Knox Polk (1795-1849) fue el undécimo Presidente de los Estados Unidos. Fue elegido para un mandato comprendido entre 1845 y 1849.

La historia de Oregón a mediados del siglo XIX refleja de forma conmovedora las mismas tensiones nacionales que conformaban el resto del país en aquella época, como la expansión territorial, los derechos de los nativos americanos y la cuestión de la esclavitud. La carrera hacia Oregón y la colonización de la región pusieron de manifiesto la tensión entre la expansión blanca y los derechos de las tribus indígenas. Los tratados, a menudo injustos y manipuladores, se utilizaron para expulsar por la fuerza a los nativos americanos de sus tierras ancestrales. La doctrina del Destino Manifiesto, que justificaba la expansión hacia el oeste, sirvió a menudo de base ideológica para estos desplazamientos. La situación de Oregón reflejaba un patrón más amplio de desposesión y opresión de los pueblos indígenas en todo Estados Unidos. La creación de Oregón como territorio libre de esclavos en 1848 fue un reflejo del debate nacional sobre la extensión de la esclavitud a nuevos territorios y estados. Los colonos del norte de Oregón, generalmente opuestos a la esclavitud, consiguieron convertir Oregón en un territorio libre de esclavos. Sin embargo, esto también exacerbó las tensiones entre el Norte y el Sur, ya que cada nuevo territorio o estado que se añadía a la Unión amenazaba con alterar el delicado equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas. Oregón se convirtió en otro punto álgido del debate nacional sobre la esclavitud, que acabaría desembocando en la Guerra Civil. La situación de Oregón también demostró cómo la dinámica regional podía interactuar con las cuestiones nacionales. Las relaciones con los canadienses y los británicos, así como las preocupaciones locales sobre la colonización y la economía, influyeron en la forma en que Oregón abordó estas cuestiones más amplias. Las decisiones tomadas en Oregón estaban vinculadas a cuestiones locales y regionales, pero también repercutían en los debates nacionales. Oregón en las décadas de 1840 y 1850 ilustra cómo los temas nacionales de la expansión, los derechos de los nativos americanos y la esclavitud se vivieron e interpretaron en un contexto regional concreto. La historia de Oregón añade otra capa de complejidad a nuestra comprensión de este periodo crucial de la historia estadounidense, demostrando cómo cuestiones aparentemente locales podían tener resonancia nacional e incluso mundial.

El periodo se centró en la presidencia de James K. Polk en la década de 1840 es uno de los más complejos e importantes de la historia de Estados Unidos. Estuvo marcado por la expansión territorial, la esclavitud y las consiguientes tensiones regionales. La ideología del Destino Manifiesto, la idea de que Estados Unidos estaba destinado a expandirse de costa a costa, fue una fuerza impulsora durante este periodo. James K. Polk, ferviente partidario de esta doctrina, consideraba la expansión hacia el oeste una prioridad nacional. Esto condujo a agresivos esfuerzos por adquirir vastos territorios, sentando las bases de futuros conflictos. La anexión de Texas fue un asunto controvertido, sobre todo por su condición de estado esclavista. Su admisión exacerbó las tensiones entre el Norte y el Sur y alteró el delicado equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas. La escalada de estas tensiones culminó en la guerra mexicano-estadounidense orquestada por Polk, que tuvo como resultado la adquisición de territorio mexicano al norte del Río Grande. La adquisición de estos nuevos territorios creó una nueva serie de problemas, ya que la nación tenía que determinar si se permitiría la esclavitud en estas zonas. El Compromiso de 1850 intentó resolver estos problemas, estableciendo nuevas reglas para los territorios e intentando mantener un precario equilibrio entre los intereses del Norte y del Sur. Sin embargo, estas medidas sólo pospusieron el inevitable enfrentamiento. Las decisiones tomadas durante la presidencia de Polk contribuyeron a sentar las bases de la Guerra Civil. Las cuestiones de la expansión y la esclavitud continuaron dividiendo al país, y los compromisos alcanzados resultaron insuficientes para mantener la paz. El complejo legado de Polk, marcado por el éxito de la expansión territorial pero también por la exacerbación de las divisiones nacionales, dejó un impacto duradero. La presidencia de James K. La presidencia de Polk desempeñó un papel clave en la formulación de la política expansionista de Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Las cuestiones de la esclavitud y la expansión territorial durante su mandato fueron la raíz de conflictos y profundas divisiones que configuraron la historia estadounidense. Su compromiso con la expansión, aunque contribuyó a la economía y al crecimiento territorial, también creó tensiones que acabaron desembocando en la Guerra de Secesión. Su legado sigue siendo objeto de debate y estudio, reflejo de la complejidad de este periodo crucial en la historia de la nación.

Bajo la presidencia de James K. Polk, Estados Unidos vivió un periodo de expansión territorial sin precedentes, impulsado principalmente por la ideología del "Destino Manifiesto". Esta doctrina, que postulaba que la expansión de Estados Unidos por el continente norteamericano era inevitable y estaba predestinada, determinó la política y la diplomacia de la época. Un elemento central de esta expansión fue la anexión de Texas y Florida a Estados Unidos. Texas, en particular, fue un tema polémico debido a la cuestión de la esclavitud. Su anexión exacerbó las tensiones entre los estados del norte y del sur, alimentando el debate sobre el equilibrio de poder entre estados esclavistas y no esclavistas. La guerra entre México y Estados Unidos, que comenzó en 1846, también se convirtió en un punto central de la presidencia de Polk. Esta guerra surgió de una disputa fronteriza entre Texas y México y fue vista por muchos en los estados del norte como una expansión agresiva e injustificada de la esclavitud. La controversia en torno a la guerra estaba vinculada a la expansión territorial y a los esfuerzos por aumentar la esfera de influencia de los estados esclavistas. La victoria en la guerra mexicano-estadounidense condujo a la adquisición de vastos territorios en el Oeste, como California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Estos nuevos territorios avivaron el debate sobre la extensión de la esclavitud y crearon una nueva dinámica en las relaciones entre los estados del Norte y del Sur. La presidencia de James K. La presidencia de Polk fue un periodo crucial en la historia de Estados Unidos, marcado por la expansión, la guerra y las crecientes tensiones nacionales. La doctrina del Destino Manifiesto y las políticas resultantes marcaron la trayectoria de la nación, allanando el camino para la expansión hacia el oeste, pero también para las divisiones y conflictos que vendrían después. La controversia en torno a la esclavitud, exacerbada por la anexión de Texas y la guerra entre México y Estados Unidos, sentó las bases de las tensiones que acabarían culminando en la Guerra Civil estadounidense. El periodo de Polk sigue siendo un capítulo complejo y multidimensional de la historia de Estados Unidos, que refleja los ideales, ambiciones y dilemas de una nación en plena transformación.

Prise de Mexico par les troupes U.S. par Carl Nebel dans The War Between the United States and Mexico, Illustrated (1851).

La Guerra México-Estados Unidos, que duró de 1846 a 1848, fue un momento crucial en la historia de la expansión estadounidense. Culminó con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que México cedió a Estados Unidos una vasta extensión de tierra que incluía California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, a cambio de 15 millones de dólares. Esta adquisición, conocida como la "cesión mexicana", representó un gran paso en la realización del "Destino Manifiesto" de Estados Unidos. Pero también intensificó la creciente división entre el Norte y el Sur en torno a la cuestión de la esclavitud. La vasta extensión de territorio recién adquirido reavivó el debate sobre si la esclavitud estaría permitida o prohibida en estos nuevos territorios. Los estados del Sur, cuyas economías dependían en gran medida de la esclavitud, querían que los nuevos territorios allanaran el camino a esta práctica. Los estados del Norte, por su parte, se oponían en gran medida a la expansión de la esclavitud y temían que el equilibrio de poder dentro del gobierno federal se inclinara a favor de los estados esclavistas. Así pues, la cesión mexicana avivó las tensiones y desacuerdos que acabarían desembocando en la Guerra de Secesión. Puso de relieve cómo la cuestión de la esclavitud estaba inextricablemente ligada a la política de expansión territorial de la época, y cómo la búsqueda del crecimiento y la prosperidad podía tener consecuencias profundas y duraderas para la unidad nacional.

El descubrimiento de oro en California en 1848 desencadenó una fiebre del oro que atrajo a miles de personas de todo Estados Unidos y del mundo. El atractivo de la riqueza repentina llevó a muchas personas, entre ellas inmigrantes chinos, a la costa oeste. Estos inmigrantes chinos desempeñaron un papel vital en el desarrollo de California y la Costa Oeste durante el siglo XIX. No sólo contribuyeron a la extracción de oro, sino que también trabajaron en otras industrias, como la construcción del ferrocarril transcontinental. Su duro trabajo y determinación fueron recibidos a menudo con admiración, pero también con discriminación y prejuicios. La fiebre del oro también influyó en la cuestión de la esclavitud. La rápida expansión de la población de California planteó la cuestión de si el estado sería admitido en la Unión como estado libre o esclavista. Finalmente, California fue admitida como estado libre en 1850 como parte del Compromiso de 1850, un conjunto de medidas diseñadas para mantener el equilibrio entre estados esclavistas y no esclavistas. De este modo, la Fiebre del Oro tuvo un profundo impacto no sólo en la economía y la demografía de California, sino también en el panorama político nacional, exacerbando las tensiones sobre la cuestión de la esclavitud que acabarían desembocando en la guerra civil.

La expansión y colonización del Oeste americano a mediados del siglo XIX marcó un periodo trágico y divisivo en las relaciones entre los colonos europeos y los pueblos indígenas de la región. La promesa de tierras fértiles y el atractivo de la riqueza, sobre todo tras la anexión de Oregón en 1846 y el descubrimiento de oro en California en 1848, provocaron una afluencia masiva de colonos al Oeste. Esta migración hacia el Oeste provocó un aumento de las tensiones y la violencia entre colonos y nativos americanos. Los colonos, motivados por la creencia en su "destino manifiesto" de dominar el continente, trataron a menudo a los pueblos indígenas con desprecio y crueldad. Muchas tribus se vieron obligadas a abandonar sus tierras ancestrales y asentarse en reservas remotas y a menudo estériles. Sus poblaciones fueron diezmadas por las enfermedades traídas por los europeos, la violencia de los conflictos armados y los trabajos forzados. Las políticas gubernamentales de la época, como la Ley de Traslado de Indios de 1830, apoyaron e incluso fomentaron este traslado forzoso y la esclavización de los pueblos indígenas. Acontecimientos como el Sendero de las Lágrimas atestiguan el sufrimiento y la injusticia infligidos a los amerindios durante este periodo. En última instancia, la expansión hacia el oeste alteró profundamente las formas de vida y las culturas de los pueblos indígenas, dejando cicatrices duraderas que siguen resonando en la relación entre Estados Unidos y las naciones indígenas en la actualidad. El legado de esta época sigue siendo objeto de reflexión y debate, poniendo de relieve la complejidad y ambigüedad de las motivaciones y consecuencias de la expansión estadounidense.

La conquista del Oeste por Estados Unidos en el siglo XIX planteó profundas cuestiones éticas y morales que siguen resonando hasta nuestros días. La agresiva expansión del territorio estadounidense se produjo a menudo a expensas de los derechos y la dignidad de los pueblos indígenas, y las acciones de los colonos y del gobierno estadounidense violaron con frecuencia los tratados y acuerdos suscritos con las tribus nativas americanas. La expulsión forzosa de los pueblos indígenas de sus tierras ancestrales era una característica común de la política de la época. A menudo se justificaba por creencias racistas y teorías de superioridad que deshumanizaban a los pueblos indígenas y los consideraban obstáculos para la civilización y el progreso. Estas actitudes permitían, e incluso fomentaban, la violencia extrema y la crueldad hacia los amerindios. El exterminio de los pueblos indígenas y la destrucción de sus modos de vida y culturas han dejado cicatrices duraderas en estas comunidades. Los efectos de estas políticas aún se dejan sentir hoy en día, con mayores índices de pobreza, desempleo y problemas de salud entre las poblaciones indígenas en comparación con otros grupos de Estados Unidos. Reflexionar sobre este periodo de la historia estadounidense exige reconocer y comprender las injusticias que se perpetraron. También exige examinar cómo los valores y principios que guiaron la conquista del Oeste siguen influyendo hoy en día en la política y la sociedad estadounidenses. Esta es una parte importante de la historia que merece un estudio cuidadoso y un examen crítico, no sólo para honrar la memoria de los que sufrieron, sino también para informar los debates actuales sobre los derechos, la justicia y la igualdad.

El sistema bipartidista de Estados Unidos, con sus orígenes en el periodo posrevolucionario, ha experimentado una evolución compleja y llena de matices. La escisión del Partido Demócrata-Republicano en 1828 fue un momento clave de esta evolución. El Partido Demócrata, liderado por Andrew Jackson, se erigió rápidamente en representante de los intereses de los pequeños agricultores, trabajadores y colonos del Oeste. Defendiendo una gobernanza más descentralizada y la oposición a la banca central, el partido trató de posicionarse como el defensor del "hombre común", en contraste con los intereses elitistas. En el otro bando, el Partido Nacional Republicano, que más tarde se convertiría en el Partido Whig, representaba los intereses de la élite industrial y comercial del noreste. Los Whigs promovían una visión más favorable a la industria y al desarrollo económico, apoyando un gobierno central más fuerte y la creación de un banco nacional. Esta división entre los dos partidos principales creó una dinámica que influyó en la política estadounidense a lo largo del siglo XIX. Puso de manifiesto las tensiones entre las distintas visiones del gobierno y las prioridades económicas, tensiones que siguen configurando el panorama político estadounidense hasta nuestros días. Con el tiempo, los partidos evolucionaron y se realinearon, sobre todo con la desaparición del Partido Whig a mediados del siglo XIX y la aparición del moderno Partido Republicano, fundado en 1854, en gran medida en torno a la oposición a la expansión de la esclavitud. Este nuevo partido, en alianza con otros grupos antiesclavistas, logró elegir a Abraham Lincoln en 1860. En general, el sistema bipartidista de Estados Unidos ha demostrado su capacidad para evolucionar y readaptarse en respuesta a los cambios de la sociedad y la economía. Las tensiones y conflictos entre diferentes visiones de América, como se manifestó en la división entre demócratas y whigs a principios del siglo XIX, siguen desempeñando un papel clave en la política estadounidense, reflejando la evolución de los valores, intereses y aspiraciones de la nación.

En las décadas de 1820 y 1830, la cuestión de la esclavitud y su expansión a nuevos territorios cobró cada vez más importancia en la política estadounidense, reflejando una profunda y creciente división entre el Norte y el Sur. La controversia en torno a la esclavitud creó una tensión palpable entre los principales partidos políticos de la época. El Partido Demócrata, que tenía su base principalmente en el Sur, apoyaba ampliamente la expansión de la esclavitud. Para muchos demócratas sureños, la esclavitud no sólo era una institución económicamente vital, sino también un derecho protegido por la Constitución. La expansión de la esclavitud en los nuevos territorios se consideraba una necesidad para mantener el equilibrio político y económico con el Norte, que crecía rápidamente. En cambio, el partido Whig, cuya base se encontraba principalmente en el Norte, estaba más dividido sobre la cuestión, aunque muchos se oponían a ella. A los whigs del Norte les preocupaba a menudo la expansión de la esclavitud porque temían que amenazara la economía de trabajo libre y alterara el equilibrio político de la nación. Algunos también estaban motivados por convicciones morales y religiosas contrarias a la esclavitud. Esta división entre demócratas y whigs sobre la cuestión de la esclavitud exacerbó las tensiones regionales y, en última instancia, contribuyó a configurar el panorama político estadounidense anterior a la guerra civil. Compromisos como el de Missouri de 1820 y el de 1850 fueron intentos temporales de reconciliar estas diferencias, pero la cuestión de la esclavitud siguió siendo un punto de fricción que finalmente condujo a la Guerra Civil. La cuestión de la esclavitud puso de manifiesto profundas divisiones no sólo entre el Norte y el Sur, sino también dentro de los propios partidos, lo que tuvo repercusiones duraderas en la política estadounidense.

La disolución del Partido Whig en 1854 y la creación del Partido Republicano marcaron un punto de inflexión en la política estadounidense, reflejando la creciente polarización en torno a la cuestión de la esclavitud. El nuevo Partido Republicano se formó a partir de grupos abolicionistas y antiesclavistas y rápidamente se posicionó a favor de restringir la esclavitud en los territorios. Esta firme posición resonó en la élite industrial y comercial del Norte, así como en el naciente movimiento abolicionista, convirtiendo al Partido Republicano en un actor importante de la política nacional. Por el contrario, el Partido Demócrata se asoció cada vez más con los intereses de los propietarios de esclavos del Sur. El partido apoyaba la soberanía popular, que permitía a los residentes de los territorios decidir por sí mismos la legalidad de la esclavitud, una postura que se hacía eco de los intereses sureños. Esta dicotomía entre los partidos amplificó la división Norte-Sur y preparó el terreno para un periodo turbulento de la historia estadounidense. La elección entre restringir o expandir la esclavitud ya no era sólo una cuestión política, sino que se convirtió en una cuestión moral y social que avivó las pasiones de ambos bandos. En 1860, la elección de Abraham Lincoln, primer presidente republicano, cristalizó estas divisiones y fue un factor desencadenante de la secesión de varios estados del Sur, que desembocó en la Guerra de Secesión. La creación del Partido Republicano y la disolución del Partido Whig ilustraron hasta qué punto la cuestión de la esclavitud había polarizado a la nación y pusieron de relieve los complejos retos a los que se enfrentaba Estados Unidos al navegar por las procelosas aguas de la expansión territorial y el equilibrio entre los derechos humanos y los intereses económicos.

En los primeros años de la República estadounidense, la evolución del sistema de partidos políticos fue compleja y no puede reducirse únicamente a cuestiones de racismo y xenofobia. Aunque estos elementos desempeñaron sin duda un papel en la sociedad de la época, sobre todo en el trato a menudo discriminatorio de los inmigrantes irlandeses y otros grupos étnicos, no fueron los únicos motores del cambio político. El sistema de partidos de Estados Unidos se desarrolló en respuesta a multitud de factores, como las diferencias regionales, los intereses económicos, los debates sobre el poder federal frente al estatal y cuestiones morales como la esclavitud. Los partidos políticos se han formado y reformado para reflejar estas preocupaciones diversas y a menudo contrapuestas, y su evolución es el resultado de un complejo conjunto de dinámicas sociales, económicas y políticas. Las tensiones entre los intereses agrícolas del Sur y los intereses industriales y comerciales del Norte, por ejemplo, han sido un motor clave en la formación de los partidos y sus plataformas. Del mismo modo, los debates sobre la constitución, el banco nacional, los aranceles y la expansión hacia el oeste contribuyeron a configurar el panorama político. En resumen, aunque el racismo y la xenofobia eran elementos presentes en la sociedad estadounidense de la época e influyeron en ciertos aspectos de la política, la evolución del sistema de partidos fue un asunto mucho más matizado y polifacético.

Durante el siglo XIX, el Destino Manifiesto se convirtió en una doctrina profundamente arraigada en la psique nacional estadounidense, que sostenía que Estados Unidos estaba destinado por Dios a extender su civilización y su democracia por todo el continente. Esta idea fue influyente y ampliamente aceptada, trascendiendo a menudo las divisiones partidistas. Los demócratas, sobre todo durante la presidencia de James K. Polk, eran especialmente entusiastas de esta idea. Polk, estaban especialmente entusiasmados con la idea de la expansión hacia el oeste. Veían la expansión como un medio para ampliar la economía agrícola y abrir nuevas tierras a los colonos. En el Sur, la expansión hacia nuevos territorios también se veía como una oportunidad para extender la institución de la esclavitud. Aunque el Partido Republicano no se formó hasta mediados del siglo XIX, sus precursores, como el Partido Whig, y los propios republicanos, también vieron oportunidades en el Oeste. A menudo se centraban más en el desarrollo económico, apoyando políticas como el sistema de transporte interno, los aranceles protectores y la creación de bancos nacionales para apoyar la industrialización. La oposición a la extensión de la esclavitud a los nuevos territorios también se convirtió en una postura clave del Partido Republicano. Aunque demócratas y republicanos podían diferir en sus motivaciones y prioridades específicas, compartían una creencia común en el destino manifiesto y apoyaban la expansión hacia el oeste. Consideraban que dicha expansión era esencial para el crecimiento nacional y el florecimiento de la democracia estadounidense. Sin embargo, la forma en que veían esta expansión y las políticas que promovían a menudo reflejaban diferencias regionales y económicas, creando a veces tensiones y conflictos dentro de la creciente nación.

Estas diferencias sobre la esclavitud y el trato a los pueblos indígenas estaban profundamente arraigadas en los intereses económicos y sociales de las distintas regiones del país, y configuraron las políticas y posturas de cada partido. El Partido Demócrata, con un fuerte apoyo en el Sur, estaba vinculado a la economía agraria y a la cultura de las plantaciones de la región. La esclavitud era una parte esencial de esta economía, y muchos demócratas sureños veían la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios como una necesidad para mantener su modo de vida y su influencia política. También eran menos proclives a cuestionar las políticas hacia los nativos americanos que favorecían la expansión hacia el oeste a expensas de las poblaciones nativas. El Partido Republicano, por su parte, tenía una base de apoyo en el Norte industrial y estaba más influido por las ideas abolicionistas y las preocupaciones morales sobre la esclavitud. Se oponían a la expansión de la esclavitud en los territorios occidentales, temiendo que distorsionara el equilibrio de poder a favor de los estados esclavistas y socavara la libertad y las oportunidades de los trabajadores libres. El Partido Republicano también era más proclive a simpatizar con las reivindicaciones y los derechos de los pueblos indígenas, aunque esto no siempre se tradujo en una política concreta. Estas profundas diferencias entre demócratas y republicanos sobre la esclavitud y el trato a los pueblos indígenas no sólo reflejaban divisiones geográficas y económicas; también revelaban una profunda división moral e ideológica. Desempeñaron un papel fundamental en las crecientes tensiones entre el Norte y el Sur en el periodo previo a la Guerra Civil, y siguen influyendo en la forma en que entendemos este periodo de la historia estadounidense. La complejidad de estos temas muestra cómo las cuestiones de la esclavitud y los derechos de los nativos americanos estaban inextricablemente ligadas a las cuestiones más amplias de la democracia, la economía y el destino nacional de la época.

Los partidos políticos de Estados Unidos en el siglo XIX eran partidarios de la expansión hacia el oeste, motivados por la ideología del Destino Manifiesto y las posibilidades de crecimiento económico. Sin embargo, estas ambiciones de expansión revelaron profundas y persistentes divisiones en torno a cuestiones como la esclavitud y el trato a los pueblos indígenas. El Partido Demócrata, cuya base de apoyo se encontraba principalmente en el Sur, era más proclive a apoyar la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios. Para ellos, la esclavitud era una parte esencial de la economía y la estructura social, y a menudo actuaban agresivamente para proteger y expandir estos intereses. El Partido Republicano, cuya base de apoyo se encontraba principalmente en el Norte, era más propenso a oponerse a la expansión de la esclavitud y a mostrar una mayor preocupación por los derechos y el bienestar de los pueblos indígenas. Su oposición a la expansión de la esclavitud estaba vinculada a consideraciones morales, sociales y económicas, y reflejaba una visión diferente de la identidad y el futuro de la nación. Estas diferencias, aunque podían parecer secundarias frente al objetivo común de la expansión, se convirtieron en centrales e insalvables. Alimentaron tensiones regionales y políticas que acabaron degenerando en un conflicto abierto que desembocó en la Guerra Civil estadounidense en 1861. La complejidad de estos debates, y la forma en que se enredaron con cuestiones más amplias de poder, identidad y destino, demuestran que la expansión hacia el oeste no era simplemente una cuestión de conquista territorial, sino un profundo desafío a los valores y principios de la joven República.

La tesis del Destino Manifiesto en Estados Unidos (1845)[modifier | modifier le wikicode]

Esta obra, pintada hacia 1872 por John Gast y titulada American Progress, es una representación alegórica del "Destino Manifiesto". En esta escena, una mujer angelical (a veces identificada con Columbia, la personificación de los Estados Unidos en el siglo XIX) lleva la luz de la "civilización" hacia el Oeste con los colonos americanos, cableando el telégrafo a su paso. Los amerindios y los animales salvajes huyen a la oscuridad del indómito Oeste.

La tesis del Destino Manifiesto, formulada por John L. O'Sullivan en 1845, fue una ideología poderosa y rectora de Estados Unidos durante el siglo XIX. Se basaba en la creencia de que Estados Unidos tenía la misión única y divina de extender su influencia por todo el continente norteamericano y, con el tiempo, más allá. Esta idea no era simplemente un llamamiento a la expansión territorial; estaba profundamente arraigada en la visión que muchos tenían de la identidad estadounidense. Estados Unidos se consideraba una nación excepcional con una forma de gobierno superior y valores democráticos. Por tanto, la expansión se consideraba no sólo un derecho sino también un deber, destinado a difundir estos valores y llevar la "civilización" a regiones menos desarrolladas. Esta ideología desempeñó un papel clave en los movimientos expansionistas de Estados Unidos, justificando acciones como la anexión de Texas, la adquisición de Oregón y la guerra contra México. También influyó en la forma en que los estadounidenses percibían a los pueblos indígenas e interactuaban con ellos, a menudo con consecuencias devastadoras. Más tarde, las ideas del Destino Manifiesto también encontraron eco en el imperialismo estadounidense más allá del continente, influyendo en acciones como la anexión de Hawai y la conquista de Filipinas. Aunque poderoso e influyente, el Destino Manifiesto también fue controvertido. Algunos lo veían como una excusa para la agresión y la opresión, y estaba profundamente vinculado a los debates sobre la esclavitud y la naturaleza de la expansión estadounidense. La forma en que configuró la historia estadounidense sigue siendo objeto de estudio y reflexión, pues ilustra las complejidades del crecimiento de una nación y los retos éticos y morales que acompañan a dicha expansión.

La tesis del Destino Manifiesto, arraigada en la creencia en la superioridad de la cultura y la raza anglosajonas, ejerció una poderosa y a menudo inquietante influencia en la política de expansión estadounidense del siglo XIX. Fue una herramienta para justificar muchas acciones que hoy se reconocen ampliamente como injustas e inhumanas. De hecho, el Destino Manifiesto estaba estrechamente vinculado a una forma de nacionalismo étnico que situaba la cultura y la raza anglosajonas por encima de todas las demás. Esta idea estaba imbuida de un sentido de misión divina, según el cual Estados Unidos estaba encargado de extender su "civilización superior" al resto del mundo. Este concepto no era meramente teórico; se puso en práctica de forma agresiva en acciones como la anexión de territorios mexicanos, la supresión y el desplazamiento de pueblos indígenas y el apoyo continuado a la institución de la esclavitud. Estas acciones se justificaban con una retórica que presentaba a Estados Unidos como el portador de un ideal democrático superior, mientras que los habitantes de los territorios conquistados eran a menudo descritos como inferiores y necesitados de "civilización". Este enfoque racista y etnocéntrico tuvo consecuencias profundas y duraderas, sobre todo en las relaciones con los pueblos indígenas. El desplazamiento forzoso y la anexión han ido a menudo acompañados de violencia y opresión, creando heridas que persisten en muchas comunidades hasta el día de hoy. Además, la asociación de la esclavitud con esta expansión exacerbó las divisiones regionales y políticas, contribuyendo en última instancia a la Guerra Civil estadounidense.

El periodo posterior a la guerra mexicano-estadounidense marcó un punto de inflexión en la forma en que Estados Unidos aplicó la tesis del Destino Manifiesto. Se pasó de la mera expansión territorial a través de la conquista militar y la anexión a formas de expansión más económicas y estratégicas. La Homestead Act de 1862 es un ejemplo perfecto. Esta ley permitía a cualquier persona dispuesta a trabajar y cultivar la tierra reclamar hasta 160 acres de tierras públicas. Esto fomentó la colonización del Oeste y permitió a muchos ciudadanos estadounidenses, incluidos muchos inmigrantes, adquirir tierras a bajo coste. Sin embargo, a menudo se hizo a expensas de los pueblos indígenas, que se vieron desplazados de sus tierras ancestrales. El énfasis en la expansión económica también quedó patente en el desarrollo del ferrocarril, que unió el Este y el Oeste y facilitó el comercio y la migración. El ferrocarril transcontinental, terminado en 1869, es un ejemplo emblemático de este esfuerzo. El Destino Manifiesto también influyó en la política exterior estadounidense más allá del continente norteamericano. La anexión de Hawai en 1898, la adquisición de territorio tras la guerra hispano-estadounidense y las intervenciones en América Latina y Asia se justificaron, en parte, por esta creencia en el deber y el derecho de Estados Unidos a extender su influencia y sus ideales democráticos. El Destino Manifiesto era, por tanto, un concepto flexible que se adaptaba a las necesidades y aspiraciones cambiantes de la nación. Aunque conservaba sus raíces en la creencia en una misión divina y en la superioridad cultural, evolucionó hasta abarcar una gama más amplia de objetivos y métodos, reflejo de las crecientes ambiciones de Estados Unidos en la escena mundial y de las transformaciones internas del país durante este periodo crucial de su historia.

La evolución del Destino Manifiesto hacia una forma de imperio informal, caracterizado por la influencia más que por la anexión directa, marcó una etapa significativa en la política exterior estadounidense. Reflejaba una creciente comprensión de la importancia del poder económico y estratégico, además del poder territorial. En el Caribe y América Latina, este enfoque adoptó varias formas. La Doctrina Monroe, inicialmente destinada a impedir la intervención europea en el hemisferio occidental, se convirtió en una justificación de la influencia estadounidense en la región. Más tarde, el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe de 1904 declaró que Estados Unidos podía intervenir en los asuntos de los países del hemisferio occidental para mantener la estabilidad. Esto dio lugar a varias intervenciones militares, como la ocupación de Haití (1915-1934) y la República Dominicana (1916-1924). La apertura del Canal de Panamá en 1914 también simbolizó el creciente alcance de la influencia estadounidense en la región, facilitando el comercio y los movimientos militares entre los océanos Atlántico y Pacífico. Durante la Guerra Fría, la lucha contra el comunismo se convirtió en la principal justificación de la intervención estadounidense en los asuntos de otras naciones. Esto incluyó el apoyo a los regímenes anticomunistas y la oposición a los movimientos socialistas y comunistas en varios países, a veces por medios muy controvertidos, como la participación estadounidense en el golpe de estado de Chile en 1973. Este enfoque de influencia en lugar de anexión reflejaba una forma de imperialismo menos visible, pero potencialmente tan poderosa, como la conquista territorial directa. También demostró una sofisticada comprensión de los resortes del poder internacional, al reconocer que la influencia económica, política y cultural podía ser a menudo más eficaz que el control territorial directo. Sin embargo, también provocó críticas y controversias, tanto en el extranjero como en Estados Unidos. La intervención y la injerencia en los asuntos de otras naciones se percibieron a menudo como imperialistas y neocoloniales, y en ocasiones provocaron reacciones violentas y una oposición duradera a Estados Unidos y sus políticas.

La idea del Destino Manifiesto se transformó en una forma de imperialismo económico y estratégico a medida que avanzaba el siglo XIX. Puede que el periodo de conquista y anexión territorial haya remitido, pero el impulso expansionista continuó de distintas formas. La anexión de Hawai en 1898, por ejemplo, no formaba parte de la expansión continental, sino de un esfuerzo más amplio por extender la influencia estadounidense en el Pacífico. Del mismo modo, la victoria estadounidense en la guerra hispano-estadounidense de 1898 condujo a la adquisición de Puerto Rico, Guam y Filipinas, y marcó un punto de inflexión en la expansión estadounidense fuera de Norteamérica. La Política de Puertas Abiertas en China, que pretendía promover los intereses comerciales estadounidenses en Asia, es otro ejemplo de cómo el expansionismo estadounidense se manifestó de forma diferente. En el interior, políticas como la Homestead Act siguieron fomentando la expansión hacia el oeste, a menudo a expensas de los pueblos indígenas. La idea subyacente de que Estados Unidos tenía un papel especial que desempeñar, no sólo en Norteamérica sino en el mundo, persistió, aunque en formas diferentes. La transformación del expansionismo estadounidense en una forma más económica y menos territorial reflejó las cambiantes realidades del poder internacional y los crecientes intereses económicos de Estados Unidos en el extranjero. También prefiguró la forma en que Estados Unidos desempeñaría un papel protagonista en los asuntos mundiales en el siglo XX, utilizando su poder económico, militar y cultural para influir en los acontecimientos de todo el mundo.

1850: Frágil compromiso entre los estados esclavistas y los estados libres[modifier | modifier le wikicode]

29 de enero de 1850: Henry Clay presenta un compromiso en el Senado.

En 1850, Estados Unidos se encontraba en un delicado equilibrio entre los estados esclavistas del Sur y los estados libres del Norte. Este compromiso se estableció para mantener el equilibrio de poder entre las dos regiones, pero era frágil. Al mismo tiempo, se estaban adquiriendo nuevos territorios como resultado de la guerra entre México y Estados Unidos y la anexión de California, lo que complicaba aún más la cuestión de la esclavitud y la condición de estado. El Compromiso de 1850, una serie de leyes aprobadas por el Congreso de Estados Unidos, intentó resolver estas cuestiones complejas y conflictivas. Incluía varias medidas clave diseñadas para aliviar las tensiones entre los estados del norte y del sur. California fue admitida como estado libre. Esto apaciguó a los estados del norte que deseaban limitar la expansión de la esclavitud, pero también desequilibró la distribución de estados esclavos y libres. Para compensar la admisión de California como estado libre, se reforzó la Ley del Esclavo Fugitivo, facilitando a los propietarios de esclavos del Sur la recuperación de los esclavos que habían escapado a los estados libres del Norte. Esto exacerbó las tensiones en el Norte, donde muchos ciudadanos consideraban la ley injusta e inhumana. Además, el Compromiso también supuso la abolición del comercio de esclavos en Washington D.C., pensada para complacer a los abolicionistas del Norte pero con escasos efectos prácticos sobre la propia institución de la esclavitud. Por último, la organización de los territorios de Nuevo México y Utah sin restricciones sobre la esclavitud dejó la decisión en manos de la población local (principio de soberanía popular). Esto dejó sin decidir la cuestión de la esclavitud en estos territorios, abriendo la puerta a futuros conflictos. El Compromiso de 1850 alivió temporalmente las tensiones, pero también puso de manifiesto la profundidad y complejidad de las divisiones regionales en torno a la cuestión de la esclavitud. Las concesiones hechas por ambas partes no resolvieron los problemas subyacentes y, de hecho, sembraron las semillas de futuros conflictos. El delicado equilibrio establecido por el compromiso se vio aún más erosionado por la aprobación de la Ley Kansas-Nebraska en 1854, que permitía a los nuevos territorios decidir por sí mismos si serían esclavistas o libres. La década siguiente estuvo marcada por el aumento de las tensiones y la violencia ocasional, culminando finalmente con el estallido de la Guerra Civil estadounidense en 1861.

En 1850, la cuestión candente en Estados Unidos era el equilibrio entre los estados esclavistas y los estados libres, especialmente en el contexto de la incorporación de nuevos territorios a la nación. Había mucho en juego. Si los estados esclavistas se convertían en mayoría, podrían controlar el Senado y extender potencialmente la esclavitud a nuevos territorios. Por el contrario, si los estados libres ganaban la mayoría, podrían trabajar para abolir la esclavitud en esas zonas. Esta preocupación fue el centro de los debates sobre el Compromiso de 1850, un conjunto de leyes diseñadas para resolver esta espinosa cuestión. La solución propuesta incluía la admisión de California como estado libre, lo que complacería a los estados del Norte, al tiempo que se creaban los territorios de Nuevo México y Utah, donde la cuestión de la esclavitud se decidiría por soberanía popular, dejando la decisión en manos de los habitantes de estos territorios. Para apaciguar a los estados del Sur, se reforzó la Ley del Esclavo Fugitivo, una ley que facilitaba la recuperación de los esclavos fugitivos por parte de sus dueños. El Compromiso de 1850 fue un delicado intento de mantener un delicado equilibrio entre los intereses divergentes del Norte y del Sur, una cuestión que seguiría atormentando a la nación hasta el estallido de la Guerra Civil estadounidense.

El Compromiso de 1850 fue un complejo conjunto de leyes diseñadas para resolver las crecientes tensiones entre los estados del norte y del sur sobre la cuestión de la esclavitud en los territorios recién adquiridos. Uno de los elementos clave del compromiso fue la admisión de California como estado libre, lo que apaciguó a los estados abolicionistas del Norte. Además, se crearon los territorios de Nuevo México y Utah con la estipulación de que la cuestión de la esclavitud se decidiría por soberanía popular, es decir, por votación de los residentes de estos territorios. Para disipar las preocupaciones del Sur, el Compromiso también reforzó la Ley del Esclavo Fugitivo, facilitando la recuperación de los esclavos que habían huido a los estados libres. A pesar de estas medidas, el Compromiso de 1850 no logró resolver el problema de la esclavitud de una vez por todas, y las tensiones siguieron aumentando. El desacuerdo sobre la esclavitud en los territorios se convirtió en la principal manzana de la discordia, exacerbando las diferencias regionales e ideológicas. La elección de Abraham Lincoln en 1861, con su firme postura contra la expansión de la esclavitud, avivó aún más las tensiones. Muchos en el Sur veían a Lincoln y al partido republicano como una amenaza directa a su modo de vida y a la institución de la esclavitud. Estas tensiones acabaron culminando en el estallido de la Guerra Civil estadounidense, una lucha sangrienta que puso en juego el futuro de la unión y el de la esclavitud en Estados Unidos.

El Norte: revolución del mercado e inmigración[modifier | modifier le wikicode]

La revolución del mercado[modifier | modifier le wikicode]

La revolución del mercado de mediados del siglo XIX en el norte de Estados Unidos marcó un punto de inflexión decisivo en la historia económica y social del país. Este periodo se caracterizó por la introducción de nuevas tecnologías, en particular el ferrocarril y las fábricas de vapor. La construcción de vastas redes de ferrocarriles revolucionó el transporte, facilitando la circulación de mercancías y personas por todo el país. Al mismo tiempo, la innovación en la tecnología del vapor condujo a un aumento significativo de la producción industrial. Estos avances tecnológicos propiciaron el rápido crecimiento de la industria, sobre todo en los sectores textil y manufacturero. La transición de una economía predominantemente agraria a una economía de mercado integrada fue posible gracias a la expansión industrial. Los mercados financieros y los bancos desempeñaron un papel clave, proporcionando el capital necesario para financiar este crecimiento explosivo. La industrialización también condujo a una rápida urbanización, con un importante desplazamiento de la población de las zonas rurales a los centros urbanos. El atractivo de las ciudades y las oportunidades de empleo en las nuevas fábricas atrajeron a una mano de obra cada vez más numerosa. Esto se vio reforzado por una afluencia masiva de inmigrantes, principalmente de Irlanda y Alemania, atraídos por las oportunidades económicas del Norte. Esta inmigración no sólo proporcionó una mano de obra esencial para la industria, sino que también añadió riqueza cultural a la sociedad estadounidense. La rápida evolución de la economía y la sociedad también provocó cambios significativos en las estructuras sociales y los valores culturales. La aparición de una clase trabajadora diferenciada y la valoración de la innovación y el espíritu empresarial se convirtieron en señas de identidad de esta época. La transformación de la economía agraria en una economía industrializada moderna sentó las bases del futuro desarrollo económico de Estados Unidos. La revolución del mercado en el Norte a mediados del siglo XIX configuró la transición de Estados Unidos hacia un sistema económico moderno e integrado. La interacción de los avances tecnológicos, el crecimiento industrial, la urbanización y el cambio cultural y social creó un paisaje complejo y dinámico, sentando las bases del poder económico estadounidense que perduraría en los siglos venideros.

La revolución del mercado en el norte de Estados Unidos a mediados del siglo XIX marcó un periodo de profunda transformación económica y social. Fue testigo de la introducción de nuevas tecnologías y sistemas de transporte, en particular el ferrocarril y las fábricas de vapor. Estas innovaciones aceleraron la producción y estimularon el crecimiento industrial, haciendo que la sociedad pasara de una estructura predominantemente agraria a una próspera economía industrializada. La transición a una economía de mercado fue acompañada de una rápida urbanización, facilitada por una gran afluencia de inmigrantes, sobre todo de Irlanda y Alemania. Estos inmigrantes proporcionaron la mano de obra necesaria para el crecimiento industrial y contribuyeron a la expansión de las ciudades, transformando el paisaje urbano del Norte. En cambio, el sur de Estados Unidos siguió un camino muy diferente, manteniéndose fiel a una economía agraria. Centrada en la producción de cultivos comerciales como el algodón y el tabaco, la economía del Sur estaba estrechamente vinculada a la dependencia laboral de los afroamericanos esclavizados. Esta concentración en la agricultura y la dependencia de la esclavitud crearon una profunda división económica y social entre el Norte y el Sur. Esta divergencia económica, combinada con las diferencias culturales y sociales entre estas dos regiones, creó tensiones que en última instancia contribuyeron al estallido de la Guerra Civil. El rápido crecimiento y la industrialización del Norte contrastaban fuertemente con la economía agraria y esclavista del Sur, alimentando desacuerdos sobre cuestiones como la esclavitud, el comercio y los derechos de los estados. Estas diferencias fundamentales marcaron la historia de Estados Unidos y desembocaron en un conflicto que definiría la nación durante generaciones.

La revolución del mercado en Estados Unidos a mediados del siglo XIX marcó un periodo de profundos cambios económicos, en cuyo centro se hallaba el rápido desarrollo de las infraestructuras de transporte. La construcción de ferrocarriles y canales cambió el panorama económico de la nación, facilitando la circulación de bienes y personas y permitiendo una integración económica sin precedentes. En este periodo de transformación, el Norte, el Sur, el Este y el Oeste del país quedaron unidos como nunca antes. Los ferrocarriles y canales no sólo permitieron la exportación de mercancías del Norte industrial a otras regiones, sino que también sirvieron de conductos para las personas, las ideas y la cultura. Esto contribuyó a la formación de una identidad nacional más unificada, reforzando un sentimiento de pertenencia y cohesión en un momento en que el país estaba acosado por tensiones regionales. El impacto de esta infraestructura de transporte se extendió mucho más allá de la economía. Permitió la expansión de la industria y el crecimiento de los centros urbanos, sobre todo en el Norte. Las ciudades se convirtieron en imanes para inmigrantes y trabajadores, estimulando la innovación y la cultura empresarial. Los mercados eran ahora capaces de responder rápidamente a las necesidades y demandas cambiantes, impulsando un crecimiento económico sostenido. Pero estos cambios también afectaron al delicado equilibrio entre las distintas regiones del país. Mientras el Norte se industrializaba rápidamente, el Sur seguía siendo mayoritariamente agrario y dependía de la esclavitud. Las diferencias económicas y culturales se acentuaron, sentando las bases de las tensiones que culminarían en la Guerra Civil. La revolución del mercado redefinió la forma en que los estadounidenses hacían negocios y vivían su vida cotidiana. Dio forma a una economía y una sociedad en rápida transformación, uniendo regiones, estimulando la innovación y el crecimiento, pero también exacerbando las divisiones que pondrían a prueba la resistencia de la nación. El desarrollo de las infraestructuras de transporte ha sido un factor clave de esta transformación, un motor que ha impulsado a Estados Unidos hacia una nueva era de prosperidad y conflictos.

La comercialización, el cambio económico radical que marcó el siglo XIX en Estados Unidos, transformó la forma en que las comunidades vivían y hacían negocios. Antes de este periodo, muchas comunidades de colonos vivían al margen de la economía dominante, dependiendo de la agricultura de subsistencia y de un comercio limitado. El trueque y la autosuficiencia eran a menudo los principales medios de supervivencia. Con la llegada de la comercialización, el país experimentó un aumento de la actividad económica y del uso del dinero en las transacciones. El trueque fue sustituido por la compraventa de bienes y servicios, y se desarrolló una mayor dependencia de los sistemas de mercado. Esto condujo al crecimiento de las ciudades y los centros industriales, atrayendo a trabajadores y empresarios hacia nuevas oportunidades económicas. Sin embargo, esta transición no estuvo exenta de desafíos. La comercialización provocó a menudo la erosión de las estructuras comunitarias y familiares tradicionales. El énfasis en la economía de mercado restó importancia a los lazos comunitarios y familiares que antaño habían constituido el núcleo de la sociedad estadounidense. En muchos casos, los valores y las tradiciones han sido sustituidos por un enfoque centrado en la producción, el consumo y el crecimiento económico. La revolución del mercado y la comercialización también han abierto la puerta a nuevas formas de comercio e industria. La innovación tecnológica, la construcción de ferrocarriles y canales y el auge de los bancos y las instituciones financieras contribuyeron a crear un panorama económico más dinámico e interconectado. En resumen, la comercialización supuso un punto de inflexión en la historia económica de Estados Unidos, sentando las bases de la sociedad industrial moderna. Transformó las comunidades rurales y aisladas en una nación económicamente integrada e interconectada. Pero este progreso económico trajo consigo su propio conjunto de retos y tensiones, entre los que destaca la erosión de los valores tradicionales de la comunidad y la familia. La complejidad de esta transformación refleja la naturaleza matizada del progreso y el crecimiento, revelando tanto las oportunidades como los costes de vivir en una sociedad comercializada.

La industrialización, el proceso de transformación que marcó el desarrollo económico y social en el siglo XIX, reorganizó nuestra forma de producir y consumir. La industrialización se refiere al desarrollo de la industria a gran escala, caracterizado por el uso de máquinas y la aplicación de métodos de producción en masa. Marca la transición del trabajo manual a la producción a máquina y la introducción de piezas intercambiables producidas en serie. Este proceso revolucionario aportó muchos beneficios, pero también planteó nuevos retos. Uno de los aspectos más notables de la industrialización es el aumento de la eficacia y la productividad. La mecanización ha permitido producir más bienes en menos tiempo y con menos mano de obra. También ha hecho posible la estandarización de los productos, reduciendo los costes y haciendo los bienes más accesibles a un mayor número de consumidores. La industrialización también ha tenido un profundo impacto en la mano de obra. La necesidad de trabajadores cualificados para manejar maquinaria sofisticada ha cambiado la naturaleza del trabajo, exigiendo nuevas cualificaciones y formación. Al mismo tiempo, la mecanización ha reducido la necesidad de ciertos tipos de trabajo manual, provocando desplazamientos y cambios en la estructura del empleo. Además de los cambios económicos, la industrialización también ha tenido un importante impacto social y medioambiental. La rápida urbanización, la concentración de la población en centros industriales y unas condiciones de trabajo a menudo difíciles han planteado nuevos retos en materia de sanidad, educación y vivienda. Además, la industrialización ha provocado un mayor consumo de recursos naturales y un aumento de la contaminación. La industrialización ha sido un motor clave del desarrollo económico moderno, fomentando la innovación, el crecimiento y la mejora de la calidad de vida para muchos. Sin embargo, también ha traído consigo retos y tensiones, sobre todo en términos de condiciones laborales, equidad social e impacto medioambiental. Comprender estos diversos aspectos de la industrialización permite entender cómo pueden evolucionar la sociedad y la economía, y las opciones y compensaciones que acompañan al progreso tecnológico y económico.

La industrialización de Estados Unidos en el siglo XIX supuso un punto de inflexión en la historia económica y social del país. Esta transformación puede analizarse en varios apartados que destacan distintos aspectos de este profundo cambio. La industrialización se caracterizó por la construcción de instalaciones industriales a gran escala. La producción en masa, posible gracias a la aplicación de nuevas tecnologías y métodos de fabricación, revolucionó la forma de producir bienes. Esto sentó las bases de una economía más dinámica y diversificada. Uno de los cambios sociales más llamativos de este periodo fue el aumento del porcentaje de asalariados en la población activa. En 1800, alrededor del 10% de la población activa era asalariada, pero esta cifra había aumentado hasta cerca del 40% en 1860. Este cambio se debió en gran medida al aumento del empleo en las fábricas y al abandono progresivo del trabajo agrícola, lo que refleja una transformación fundamental de la naturaleza del trabajo y del empleo. La industrialización también estimuló una rápida urbanización. A medida que la gente se trasladaba a las zonas urbanas para trabajar en las fábricas, surgían nuevas ciudades y pueblos, y los centros urbanos existentes se expandían rápidamente. Esto no sólo cambió el paisaje geográfico, sino que también provocó una transformación de los estilos de vida, con nuevas oportunidades y retos. En conjunto, estos cambios han tenido un profundo impacto en la sociedad y la economía estadounidenses. La transición de una economía agraria a una industrial creó nuevas oportunidades de riqueza y progreso, pero también planteó cuestiones sobre las condiciones de trabajo, las desigualdades sociales y las tensiones de clase. El papel del gobierno, la aparición de movimientos obreros y los debates sobre regulación y reforma se convirtieron en temas centrales de este periodo. El periodo de industrialización de Estados Unidos fue un periodo de transformación rápida y radical. El crecimiento de la industria, los cambios en la mano de obra y la urbanización redefinieron la economía y la sociedad estadounidenses. Estos cambios siguen influyendo en el país hoy en día, y la comprensión de este periodo histórico es esencial para entender la dinámica socioeconómica actual.

Crecimiento económico en Estados Unidos (1700-1850).

El periodo de industrialización de Estados Unidos trajo profundos cambios a la región del Noreste y a la sociedad en general. Los cambios fueron tan profundos que pueden describirse en función de varios aspectos que arrojan luz sobre esta importante transición. El Noreste de Estados Unidos fue la región más industrializada del país durante este periodo. La construcción de grandes fábricas, sobre todo en las industrias textiles, supuso una ruptura con la imagen tradicional de Estados Unidos como nación de colonos campesinos libres y autosuficientes. Esta transformación económica creó nuevas oportunidades, pero también planteó nuevos retos. Un aspecto destacable de la industrialización fue el empleo de mujeres y niñas en las fábricas, sobre todo en la industria textil. Antes de casarse, muchas de ellas encontraron trabajo en estas fábricas, contribuyendo a los ingresos familiares. Esto no sólo mejoró el nivel de vida de muchas familias, sino que también empezó a cambiar la forma en que la sociedad veía el papel de la mujer en la economía. El aumento del trabajo asalariado y la rápida urbanización provocaron profundos cambios en la estructura social y los estilos de vida. La gente emigraba a las ciudades en busca de trabajo, lo que modificaba las estructuras familiares y comunitarias. Las condiciones de trabajo en las fábricas también plantearon nuevas cuestiones sobre los derechos de los trabajadores, las relaciones entre empresarios y empleados y la justicia social. Estos cambios tuvieron un impacto duradero en la sociedad y la economía estadounidenses. La industrialización creó una prosperidad sin precedentes, pero también acentuó las desigualdades y las tensiones sociales. El papel emergente de la mujer en la economía ha allanado el camino a debates más amplios sobre los derechos y la igualdad de género. La urbanización ha redefinido la cultura y el estilo de vida, creando tanto oportunidades como retos. El periodo de industrialización fue una época de rápidos cambios y transformaciones en Estados Unidos, sobre todo en el noreste. Reformó la economía, la sociedad e incluso la identidad nacional. Comprender estos cambios y sus implicaciones a largo plazo puede ofrecer importantes perspectivas sobre los retos y oportunidades contemporáneos en Estados Unidos.

La expansión de la industrialización en los Estados Unidos del siglo XIX no sólo reconfiguró la economía, sino que también tuvo importantes repercusiones en la vida cotidiana y en los papeles tradicionales de hombres y mujeres. Los matices de estos cambios pueden explorarse a través de diferentes aspectos. Durante este periodo, muchos trabajadores de fábricas, tanto hombres como mujeres, estaban sometidos a largas jornadas laborales y a menudo hacían horas extras por la noche. Las condiciones de trabajo eran a menudo difíciles y los salarios bajos. Esto reflejaba la dura realidad de la incipiente economía industrial, en la que a menudo se explotaba a los trabajadores. Además del trabajo en las fábricas, algunas mujeres encontraron oportunidades para trabajar desde casa. Contratadas por las fábricas, realizaban tareas como coser ropa con máquinas Singer. Aunque estos trabajos a domicilio ofrecían mayor flexibilidad, los salarios solían ser muy bajos, lo que reflejaba otra faceta de la explotación del trabajo femenino. El trabajo de las mujeres en estas fábricas y los contratos a domicilio les permitían obtener ingresos extra y contribuir a la economía familiar. Esto tuvo un impacto significativo en la economía de las familias obreras, proporcionando oportunidades pero también imponiendo presiones adicionales a las mujeres que tenían que equilibrar las responsabilidades familiares y profesionales. También empezó a cambiar los roles tradicionales de género. Las mujeres participaban cada vez más en la vida laboral y asumían responsabilidades fuera del hogar. Esto no sólo amplió las oportunidades para las mujeres, sino que también planteó nuevos retos en términos de igualdad de género y relaciones familiares. El aumento de la producción de bienes y servicios, gracias en parte a la mano de obra femenina, propició el crecimiento económico. La industrialización estimuló la demanda de bienes de consumo y contribuyó a la expansión del mercado interior. El periodo de industrialización trajo consigo cambios complejos y a veces contradictorios en la vida de los trabajadores estadounidenses. Las oportunidades económicas vinieron acompañadas de retos y explotación. El creciente papel de la mujer en la economía industrial abrió nuevas vías, pero también reveló desigualdades persistentes. Comprender esta dinámica ofrece una valiosa perspectiva de la transformación social y económica de Estados Unidos en esta época crucial.

El periodo de industrialización de Estados Unidos no sólo transformó la economía y la mano de obra, sino que también tuvo un profundo impacto en el sistema educativo, sobre todo en el desarrollo de la profesión docente. Con la urbanización y la expansión económica, creció la necesidad de educación para preparar a la mano de obra y educar a los ciudadanos. El crecimiento del sistema escolar estatal fue, por tanto, una respuesta natural a estas necesidades sociales. La ideología burguesa dominante en la época desempeñó un papel clave en el desarrollo de la profesión docente. Esta ideología enfatizaba el ideal de la maternidad y veía a las mujeres como las guardianas y educadoras naturales de los niños. El papel tradicional de la mujer en la familia se extendió a la escuela, donde se la consideraba una figura materna para los alumnos. El papel de la mujer como educadora natural hizo de la profesión docente una opción profesional adecuada y respetable para ellas. Esto permitió a las mujeres entrar en la esfera profesional sin violar las normas sociales de la época. Esta compatibilidad entre el ideal de la maternidad y la profesión docente hizo que aumentara considerablemente el número de mujeres que accedían a la profesión. Aportaron un toque femenino a la educación y contribuyeron a formar a la siguiente generación de ciudadanos. La expansión del sistema escolar estatal, con un número cada vez mayor de maestras, ha contribuido a promover la educación y la alfabetización entre la población. Esto ha permitido educar a más niños y ampliar el acceso a la educación más allá de las clases privilegiadas. La profesión de maestra en Estados Unidos durante el periodo de industrialización refleja las complejidades sociales y culturales de la época. Muestra cómo se utilizaron los roles de género para dar forma a la profesión y cómo la propia profesión ayudó a promover la educación y la alfabetización. Es un ejemplo perfecto de cómo el cambio económico e industrial puede tener un impacto profundo y duradero en otros aspectos de la sociedad, como la educación y el papel de la mujer.

La lucha de la clase obrera durante el periodo de industrialización en Estados Unidos se caracterizó por retos únicos, que pusieron de relieve la complejidad y las dificultades de la condición obrera. Durante el periodo de industrialización se empleó a un gran número de trabajadores en condiciones a menudo difíciles e inhumanas. Largas jornadas, salarios bajos y condiciones de trabajo peligrosas eran la norma para muchos. Con la llegada de inmigrantes y el rápido crecimiento de la industria, a menudo sobraba mano de obra. Esto ponía a los trabajadores en una posición débil para negociar mejores condiciones, ya que los empresarios podían sustituir fácilmente a quienes exigían mejoras. La clase obrera estaba a menudo dividida por etnia, raza y sexo. Estas divisiones dificultan la organización y la creación de un frente unido para luchar por los derechos de los trabajadores. Los prejuicios y las tensiones internas obstaculizan a menudo la solidaridad de los trabajadores. Organizarse en sindicatos es difícil y a menudo se topa con la feroz oposición de los empresarios y a veces incluso del gobierno. Los medios de que disponen los trabajadores para expresar sus quejas son limitados y a menudo ineficaces. La situación en Estados Unidos difiere de la de América Latina, donde los retos a los que se enfrentaba la clase trabajadora pueden haber estado condicionados por diferentes factores, como las estructuras políticas, los sistemas económicos y las condiciones sociales y culturales propias de cada región. La lucha de la clase obrera durante el periodo de industrialización en Estados Unidos demuestra lo compleja y difícil que puede ser la situación. Las condiciones de trabajo, las divisiones internas y los retos organizativos crearon una situación en la que los trabajadores luchaban por mejorar sus condiciones de vida. Esto ilustra los retos inherentes al esfuerzo colectivo por el cambio social y pone de relieve la necesidad de una comprensión profunda y matizada de los factores sociales, económicos y culturales que influyen en esta dinámica.

Inmigración[modifier | modifier le wikicode]

A mediados del siglo XIX, Estados Unidos experimentó una explosión demográfica excepcional. Este crecimiento, impulsado por altas tasas de reproducción y una afluencia masiva de inmigrantes, transformó la nación en muchos sentidos. La población pasó de 5,3 millones en 1800 a 31,5 millones en 1860, y este cambio tuvo un profundo impacto en la sociedad, la economía y la política estadounidenses. Una de las razones de este crecimiento demográfico fue la elevada tasa de reproducción de la población existente. Con familias más numerosas y tasas de mortalidad infantil en descenso, la población creció de forma natural. Este crecimiento interno allanó el camino para el cambio social, estimulando la economía y creando demanda de mayores servicios y oportunidades. Junto al crecimiento natural, la afluencia masiva de inmigrantes procedentes de Europa, sobre todo de Irlanda y Alemania, ha tenido una gran influencia en la explosión demográfica. La promesa de oportunidades económicas y libertad en Estados Unidos atrajo a miles de personas en busca de una vida mejor. Estos inmigrantes no sólo contribuyeron al crecimiento demográfico, sino que también diversificaron la cultura estadounidense. El rápido crecimiento de la población impulsó la expansión hacia el oeste, el crecimiento urbano y la industrialización. El aumento de la demanda de mano de obra impulsó el crecimiento de la industria, mientras que la urbanización transformó las ciudades en centros económicos y culturales. La diversificación de la población también provocó cambios en los estilos de vida y los roles familiares, influyendo en la estructura social de la nación. La explosión demográfica no estuvo exenta de tensiones. Exacerbó los desacuerdos entre el Norte y el Sur, en particular sobre la esclavitud y la representación política. Algunos historiadores consideran que este crecimiento contribuyó a las tensiones que desembocaron en la Guerra Civil. La explosión demográfica de mediados del siglo XIX en Estados Unidos es un capítulo fascinante de su historia. Influyó de forma indeleble en la economía, la sociedad, la política y la cultura de la nación. Entender este periodo y sus implicaciones permite comprender mejor las complejidades de la historia estadounidense y los retos y oportunidades que marcaron esta época crucial. La forma en que Estados Unidos superó estos retos ofrece una perspectiva esclarecedora de la resistencia y adaptabilidad que siguen caracterizando a la nación en la actualidad.

A mediados del siglo XIX se produjo una oleada de inmigración sin precedentes hacia Estados Unidos. Confluyeron factores políticos, económicos y sociales que desencadenaron un éxodo masivo de Europa a América. Este periodo crucial contribuyó a la explosión demográfica de Estados Unidos, configurando la trayectoria de la nación. Las guerras napoleónicas dejaron a Europa devastada e inestable. Con el auge de la industrialización, el modo de vida agrícola tradicional se vio socavado y el pequeño campesinado decayó. Ante la pobreza extrema y la falta de perspectivas económicas, muchos europeos buscaron refugio en Estados Unidos, atraídos por la promesa de oportunidades y prosperidad. 1848 fue una fecha crucial, a menudo denominada el "Año de las Revoluciones" o la "Primavera de las Naciones". Muchos países europeos se vieron sacudidos por protestas y levantamientos. El Manifiesto Comunista, publicado ese mismo año por Marx y Engels, expresaba la frustración generalizada con el sistema capitalista. Estas convulsiones políticas impulsaron a un número aún mayor de personas a emigrar a Estados Unidos. Además del malestar político, muchos inmigrantes huían de la persecución religiosa y política. Las hambrunas, especialmente la Gran Hambruna en Irlanda, agravaron la situación, obligando a más personas a buscar un nuevo futuro en Estados Unidos. La complejidad de las circunstancias en Europa, desde guerras a revoluciones y crisis económicas, provocó una oleada masiva de inmigración a Estados Unidos a mediados del siglo XIX. Estos inmigrantes no sólo contribuyeron al crecimiento demográfico del país, sino que también influyeron profundamente en la cultura y la economía estadounidenses. Su llegada marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos, inyectando una vitalidad y diversidad que siguen enriqueciendo a la nación en la actualidad.

A mediados del siglo XIX se produjo un punto de inflexión en la historia de Irlanda y Estados Unidos, ya que la tragedia de la Gran Hambruna irlandesa tuvo un impacto duradero en ambas naciones. La Gran Hambruna, también conocida como "An Gorta Mór" en irlandés, fue un periodo de profunda angustia para Irlanda. Entre 1845 y 1849, una enfermedad llamada tizón tardío destruyó la cosecha de patata, que era entonces el alimento básico de gran parte de la población. El resultado fue una hambruna devastadora, en la que cerca de un millón de personas murieron de hambre o de enfermedades relacionadas con la malnutrición. La hambruna no sólo causó una mortalidad masiva, sino que también desestabilizó la economía y la estructura social de Irlanda. La dependencia de la patata era tal que su colapso dejó en la indigencia a comunidades enteras. La pobreza se agudizó, las familias se desintegraron y la confianza en las autoridades británicas, que administraban Irlanda en aquella época, se resintió por su inadecuada gestión de la crisis. La hambruna impulsó a muchos irlandeses a buscar mejores oportunidades en otros lugares, y Estados Unidos se convirtió en un destino popular. Entre 1830 y 1860, casi el 45% de los inmigrantes en Estados Unidos procedían de Irlanda. No sólo buscaban comida y trabajo, sino también la promesa de libertad y oportunidades que ofrecía Estados Unidos. La llegada masiva de inmigrantes irlandeses a Estados Unidos contribuyó a la explosión demográfica del país, pero también planteó problemas de integración. Los inmigrantes irlandeses se encontraron a menudo con prejuicios y discriminación. No obstante, han contribuido a conformar la identidad y la cultura estadounidenses, aportando su herencia celta y su espíritu resistente. Su presencia también influyó en la política y el movimiento obrero estadounidenses. La Gran Hambruna irlandesa y la posterior inmigración a Estados Unidos ofrecen un estudio conmovedor de cómo un desastre natural puede remodelar el destino de una nación y crear ondas expansivas que trascienden las fronteras. El recuerdo de este periodo perdura en la historia y la cultura irlandesa-estadounidense, y sigue siendo un recordatorio de la fragilidad humana frente a la naturaleza, así como de la capacidad para superar la adversidad y forjar nuevas vidas en tierras extranjeras.

La mitad del siglo XIX en Estados Unidos estuvo marcada por una gran oleada de inmigración. En este periodo no sólo llegaron inmigrantes irlandeses, como ya se ha mencionado, sino también alemanes, escandinavos y otros grupos étnicos. El impacto de estos inmigrantes en el desarrollo de Estados Unidos puede explorarse a través de la urbanización, el crecimiento agrícola y la diversificación cultural.

Muchos inmigrantes alemanes y escandinavos se sintieron atraídos por las fértiles tierras del Medio Oeste, donde podían establecer granjas y empezar una nueva vida. Estos inmigrantes a menudo tenían experiencia agrícola y trataron de aprovechar las oportunidades que ofrecía la agricultura estadounidense. Estos recién llegados contribuyeron notablemente al desarrollo agrícola de la región. Trajeron consigo técnicas agrícolas avanzadas y tradiciones de trabajo duro que ayudaron a convertir el Medio Oeste en el granero de América. Su presencia estimuló la economía local y reforzó la posición de Estados Unidos como potencia agrícola. Otros inmigrantes, menos acomodados y a menudo sin experiencia agrícola, se asentaron en ciudades portuarias como Nueva York y Boston. Estas ciudades sirvieron como puntos de entrada para millones de inmigrantes y se convirtieron rápidamente en centros de oportunidades económicas. La afluencia de inmigrantes a las ciudades provocó una rápida urbanización. Los inmigrantes trabajaron en fábricas, almacenes y astilleros, impulsando la Revolución Industrial estadounidense. Esta mano de obra abundante y barata contribuyó a hacer de Estados Unidos una potencia industrial emergente. La inmigración masiva a las ciudades también dio lugar a una rica diversidad cultural. Barrios como Little Italy y Chinatown en Nueva York se han convertido en símbolos del mosaico cultural estadounidense. La comida, la música, la lengua y las tradiciones de diversos grupos étnicos han enriquecido el paisaje cultural estadounidense. La inmigración de mediados del siglo XIX determinó el desarrollo económico y cultural de Estados Unidos de forma profunda y duradera. Ya fuera a través del desarrollo agrícola del Medio Oeste o de la urbanización e industrialización de las grandes ciudades, los inmigrantes desempeñaron un papel clave en la transformación del país. Su legado sigue influyendo en la identidad estadounidense, reflejando la promesa y la posibilidad de Estados Unidos como tierra de oportunidades y diversidad.

La migración de negros del Sur al Norte a mediados del siglo XIX fue un hito importante en la historia de Estados Unidos. No sólo desempeñó un papel en la explosión demográfica, sino que también tuvo un profundo impacto en la cultura, la sociedad y el movimiento por los derechos civiles. Esta migración estuvo motivada principalmente por el deseo de escapar de la creciente discriminación racial y las leyes de segregación en el Sur. La decisión del Tribunal Supremo en el caso Dred Scott en 1857, que afirmaba que los negros no eran ciudadanos protegidos por la Constitución, agravó la situación. Además, la perspectiva de una vida mejor en el Norte, con más oportunidades económicas y menos restricciones legales, atrajo a muchos negros. Un aspecto crucial de esta migración fue el Ferrocarril Subterráneo, una compleja red de rutas y refugios seguros para los esclavos fugitivos. Los cuáqueros y otros abolicionistas dedicados desempeñaron un papel vital en la prestación de ayuda y refugios seguros para los esclavos que trataban de llegar al Norte. Los negros que emigraban al norte solían asentarse en las ciudades, contribuyendo al crecimiento urbano. Encontraron trabajo en diversos sectores, como fábricas, astilleros y servicio doméstico. Su presencia reforzó la economía del Norte y contribuyó a su desarrollo industrial. Esta migración también influyó en la cultura de las ciudades del Norte. Las influencias africanas en la música, la danza, la cocina y otros aspectos de la vida cultural enriquecieron estas comunidades y sentaron las bases de futuros movimientos culturales como el Renacimiento de Harlem. La migración de negros del Sur al Norte a mediados del siglo XIX fue un periodo crítico que influyó no sólo en la demografía sino también en el paisaje social y cultural de Estados Unidos. Puso de manifiesto las desigualdades raciales de la época y estimuló el impulso hacia la abolición de la esclavitud. También sentó las bases de las luchas por los derechos civiles que tomarían forma a lo largo del siglo siguiente. La combinación de esta migración con la inmigración europea configuró la identidad única y diversa de Estados Unidos, demostrando cómo los movimientos de población pueden tener un impacto duradero en el desarrollo de una nación.

La brecha entre ricos y pobres[modifier | modifier le wikicode]

La creciente brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos a mediados del siglo XIX es una manifestación del complejo proceso de industrialización, el desarrollo del capitalismo y el cambio de las estructuras sociales y económicas. El siglo XIX estuvo marcado por la Revolución Industrial en Estados Unidos, un periodo de rápida expansión de la industria y la innovación tecnológica. La capacidad de producir bienes a gran escala permitió a algunos empresarios hacerse extremadamente ricos. Personajes como John D. Rockefeller (petróleo), Andrew Carnegie (acero) y Cornelius Vanderbilt (ferrocarriles) adquirieron una inmensa riqueza al dominar sus respectivas industrias. Estos "barones" consiguieron centralizar el poder y la riqueza eliminando o absorbiendo competidores, controlando las materias primas y manipulando los precios. Mientras la élite industrial acumulaba fortunas, la clase trabajadora luchaba por sobrevivir. Muchos trabajadores, sobre todo inmigrantes, estaban sometidos a salarios miserables y condiciones de trabajo deplorables. Las jornadas eran largas, las condiciones a menudo peligrosas y la protección de los trabajadores escasa o nula. La pobreza también dio lugar a barrios de chabolas en las grandes ciudades. Familias enteras vivían en infraviviendas, sin acceso a servicios sanitarios ni a una atención médica adecuada. La creciente brecha entre ricos y pobres también se caracterizó por la formación de una aristocracia financiera e industrial. Esta élite estaba formada por familias antiguas y nuevos ricos que controlaban una parte desproporcionada de la riqueza del país. Familias como los Roosevelt y los Whitney, que tenían sus raíces en la élite mercantil colonial, siguieron ejerciendo una influencia significativa, combinando a menudo su riqueza con el servicio público y la filantropía. La brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos a mediados del siglo XIX refleja un periodo de profundos cambios económicos y sociales. La industrialización y la aparición del capitalismo crearon tanto oportunidades como retos, ganadores y perdedores. Este periodo sentó las bases de la economía moderna, incluidas las desigualdades que aún persisten hoy en día. Las lecciones aprendidas de esta época siguen informando los debates sobre la regulación de la industria, la protección de los trabajadores, la distribución justa de la riqueza y las responsabilidades sociales de las élites económicas.

A mediados del siglo XIX, las familias Roosevelt y Whitney formaban parte de la rica élite de la clase mercantil de Estados Unidos. Los Roosevelt eran una familia prominente con profundas raíces en la historia estadounidense. Su fortuna procedía principalmente del transporte marítimo y la importación. Más tarde, también se convirtieron en influyentes actores políticos, con miembros de la familia desempeñando destacados cargos públicos, como Theodore Roosevelt, que llegó a ser Presidente en 1901.La familia Whitney era otro símbolo de la élite mercantil, habiendo construido sus fortunas a través del comercio del algodón. Su riqueza e influencia en los negocios y la política eran también notables.

Central Park, creado en 1858, fue un ambicioso proyecto para proporcionar un espacio verde de ocio en el corazón de Nueva York. Pero más allá de su papel como parque público, también simbolizaba las divisiones de clase de la época. El diseño y la ubicación de Central Park lo convirtieron en el lugar de ocio favorito de los ricos. Los cuidados jardines, las sofisticadas actividades y el ambiente general estaban más en sintonía con los gustos e intereses de la élite que con los de la clase trabajadora. La clase trabajadora y los pobres a menudo tenían poco o ningún acceso a Central Park. Ya fuera por su situación geográfica, por las normas sociales o por los costes indirectos asociados a su visita, Central Park se percibía en gran medida como un dominio reservado a la élite. A mediados del siglo XIX, Estados Unidos experimentaba una rápida transformación, marcada por la industrialización y la urbanización. Familias como los Roosevelt y los Whitney encarnaban el ascenso de una nueva élite adinerada, cuya riqueza e influencia contrastaban fuertemente con la precariedad de la clase trabajadora. Central Park, en este contexto, puede verse como un microcosmos de esta desigualdad, reflejo de una sociedad en la que las oportunidades y las ventajas estaban desigualmente distribuidas. Esta época ofrece una visión de las tensiones y desafíos que han dado forma a la América moderna, incluidos los problemas persistentes de la desigualdad y la justicia social.

En 1860, el 5% más rico de las familias estadounidenses controlaba más de la mitad de la riqueza del país.

La mitad del siglo XIX en Estados Unidos fue una época de rápidos cambios. La industrialización, el crecimiento urbano y la expansión hacia el oeste fueron características clave de este periodo. Al mismo tiempo, se desarrolló el sistema económico capitalista, dando lugar a oportunidades de riqueza sin precedentes para algunos, pero también creando importantes desigualdades. La afirmación de que "en 1860, el 5% más rico de las familias estadounidenses controlaba más de la mitad de la riqueza del país" pone de relieve una situación económica sorprendente en Estados Unidos durante este periodo, y merece un análisis más detallado. La mitad del siglo XIX en Estados Unidos fue una época de rápidos cambios. La industrialización, el crecimiento urbano y la expansión hacia el oeste fueron características clave de este periodo. Al mismo tiempo, se desarrolló el sistema económico capitalista, dando lugar a oportunidades de riqueza sin precedentes para algunos, pero creando también importantes desigualdades. Los individuos y las familias que supieron aprovechar estas oportunidades económicas a menudo consiguieron acumular una riqueza considerable. Los magnates industriales, los grandes terratenientes y los empresarios de éxito formaban parte del 5% que controlaba gran parte de la riqueza del país. Su influencia se extendía mucho más allá de la economía, configurando también la política, la cultura y la sociedad de la época. Esta concentración de riqueza creó una marcada disparidad entre ricos y pobres. Las clases trabajadoras y los inmigrantes, en particular, se enfrentaban a menudo a salarios bajos y condiciones de vida precarias. La riqueza estaba a menudo vinculada al poder político, lo que permitía a la élite económica influir en las leyes y reglamentos a su favor. La riqueza también influyó en el desarrollo urbano, con la construcción de monumentos, parques e infraestructuras a menudo diseñados para reflejar y servir a los intereses de la clase adinerada. La concentración de la riqueza en Estados Unidos en 1860 no era un simple dato estadístico, sino un fenómeno que influía profundamente en el tejido social, económico y político de la nación. Planteó cuestiones fundamentales sobre la equidad, las oportunidades y los valores democráticos que siguen resonando hoy en día.

La historia de la dinastía Kennedy en Estados Unidos, y los acontecimientos de mediados del siglo XIX que moldearon las actitudes políticas de muchos inmigrantes irlandeses, plantean varios puntos interesantes para seguir debatiendo.

La hambruna irlandesa de la década de 1840 provocó una oleada masiva de inmigración a Estados Unidos. Muchos inmigrantes irlandeses se encontraron en situaciones precarias, viviendo en la pobreza en ciudades como Nueva York. Esta pobreza, unida a la animadversión y los prejuicios hacia los irlandeses, provocó a menudo tensiones sociales e incluso violencia. Los disturbios de Nueva York de 1863, por ejemplo, fueron en parte alimentados por estas tensiones. Enfrentados a la discriminación y a los problemas económicos, muchos irlandeses buscaron formas de reafirmarse en la sociedad estadounidense. Para muchos, esto incluía la participación política, y el Partido Demócrata se convirtió en un aliado natural para muchos de ellos. Esta alianza resultó duradera y contribuyó a configurar el panorama político de la época. La familia Kennedy es un claro ejemplo del éxito y la influencia política de los irlandeses-americanos. Su ascenso al poder fue gradual y sus logros están estrechamente ligados a la historia de Estados Unidos.

  • John F. Kennedy: 35º Presidente de Estados Unidos, conocido por su carisma y su postura progresista en materia de derechos civiles y Guerra Fría.
  • Robert F. Kennedy: Fiscal General y candidato presidencial, comprometido con la lucha contra la pobreza y la injusticia.
  • Ted Kennedy: Senador por Massachusetts, protagonista de la legislación en materia de sanidad, educación y justicia social.

La familia Kennedy sigue siendo una fuerza influyente en la política estadounidense y representa un compromiso con los ideales liberales y progresistas. Su legado es complejo y controvertido, pero sigue siendo una parte importante de la historia política estadounidense. La situación de los inmigrantes irlandeses a mediados del siglo XIX, su respuesta política y el ascenso de la familia Kennedy son ejemplos de cómo la inmigración, la pobreza, la política y la identidad pueden entrelazarse en la historia de Estados Unidos. Destaca los retos de la integración y la representación, así como el potencial del compromiso político para lograr un cambio social significativo. Se trata de un capítulo de la historia estadounidense que aún resuena hoy en día, especialmente en los debates sobre inmigración, desigualdad e identidad nacional.

La mitad del siglo XIX en Estados Unidos fue un periodo profundamente contradictorio y conflictivo en cuanto a los derechos y el estatus de los afroamericanos, en particular de los que eran libres. Los afroamericanos libres que vivían en las ciudades del norte eran percibidos a menudo como una amenaza para los empleos y salarios de los blancos. Esta percepción provocaba con frecuencia discriminación y hostilidad en el lugar de trabajo. Aunque eran libres, a menudo se les confinaba a empleos mal pagados y con escasas posibilidades de ascenso. El antagonismo hacia la comunidad afroamericana degeneró a veces en violencia abierta. Los disturbios raciales, en los que turbas de blancos atacaban a los afroamericanos y sus propiedades, eran trágicamente frecuentes. Un ejemplo notorio son los disturbios de 1863 en Nueva York, en los que se linchó a afroamericanos y se destruyeron sus propiedades. La segregación y el racismo eran moneda corriente, incluso en los estados del norte. A menudo se excluía a los afroamericanos de las escuelas públicas, los lugares públicos y los medios de transporte. Estas leyes y prácticas eran un reflejo del racismo institucionalizado que impregnaba muchos aspectos de la vida cotidiana. Incluso a medida que la democracia se ampliaba para incluir a más hombres blancos, los afroamericanos quedaban cada vez más excluidos del voto y de la participación política. Esta exclusión se codificaba a menudo en la ley, creando un sistema en el que la raza se utilizaba explícitamente para determinar la elegibilidad para votar. La lucha contra estas injusticias sentó las bases del movimiento moderno por los derechos civiles. Personas como Frederick Douglass y organizaciones como la Sociedad Antiesclavista Estadounidense trabajaron incansablemente para promover los derechos y la dignidad de los afroamericanos. Pero el camino hacia la igualdad fue largo y plagado de obstáculos, y habría que esperar hasta mediados del siglo XX para ver cambios significativos. La mitad del siglo XIX fue una época de contradicciones para los afroamericanos, en la que la libertad formal coexistía con la discriminación, la violencia y la exclusión generalizadas. Esto pone de relieve la complejidad de la lucha por la igualdad racial y cómo la historia de este periodo aún resuena hoy en los debates y desafíos en torno a la raza en Estados Unidos. La paradoja de extender los derechos democráticos a unos y restringirlos a otros es un poderoso recordatorio de cómo la desigualdad y la discriminación pueden institucionalizarse, incluso dentro de una democracia.

Incluso en los estados del norte, a menudo considerados más liberales y progresistas en materia de derechos civiles, los afroamericanos distaban mucho de ser iguales ante la ley y la sociedad. Las leyes variaban considerablemente de un estado a otro. En algunos estados, como Massachusetts, los afroamericanos podían testificar ante los tribunales, mientras que en otros, como California, se les impedía testificar contra los blancos. Estas desigualdades legales crearon un sistema en el que los derechos y privilegios de los afroamericanos dependían en gran medida del lugar donde vivieran. El acceso al empleo también estaba gravemente limitado. A menudo se excluía a los afroamericanos de los empleos cualificados e industriales y se les confinaba a trabajos manuales mal pagados. Los sindicatos, que podrían haber contribuido a proteger los derechos de los trabajadores, excluían con frecuencia a los afroamericanos de sus filas. Incluso en los estados donde la igualdad formal estaba reconocida ante la ley, la segregación social era habitual. A menudo se excluía a los afroamericanos de los lugares públicos, las escuelas y los medios de transporte, o se les relegaba a sectores separados e inferiores de la sociedad. Los afroamericanos del Norte lucharon incansablemente contra estas desigualdades, recurriendo a menudo a los tribunales para impugnar la discriminación. Figuras destacadas como Frederick Douglass alzaron la voz y defendieron la igualdad y la justicia.

La discriminación y la segregación a menudo obligaban a los afroamericanos a vivir en zonas urbanas superpobladas y degradadas, conocidas comúnmente como guetos. Estos barrios carecían a menudo de servicios públicos adecuados, y las oportunidades de empleo y educación eran limitadas. A pesar de estos problemas, los afroamericanos demostraron una gran resistencia creando sus propias instituciones. Entre ellas había iglesias, escuelas, empresas y organizaciones cívicas que servían a sus comunidades y les ofrecían apoyo y solidaridad. Estas instituciones desempeñaron un papel crucial en la preservación de la cultura, la identidad y las aspiraciones de los afroamericanos en una época en la que a menudo eran excluidos de la sociedad mayoritaria. La emigración a los estados del Norte fue vista por muchos como una vía de escape de la opresión más explícita y sistemática del Sur. Aunque la vida en el Norte distaba mucho de ser ideal, ofrecía relativamente más oportunidades y libertades.

El Sur: esclavitud negra y privilegio blanco[modifier | modifier le wikicode]

Entre 1800 y 1860, el sur de Estados Unidos experimentó un importante crecimiento económico gracias a la expansión del cultivo del algodón y el comercio de esclavos. La invención de la desmotadora de algodón por Eli Whitney en 1793 fue una importante innovación que aumentó radicalmente la productividad del cultivo del algodón. Hizo que el proceso de separar las fibras de algodón de las semillas fuera mucho más rápido y eficaz, fomentando la rápida expansión del cultivo del algodón en el Sur. La esclavitud fue el pilar de esta economía en auge. Los propietarios de las plantaciones utilizaban mano de obra esclava para cultivar y cosechar el algodón, así como para otras tareas agrícolas y domésticas. La vida en las plantaciones era a menudo brutal e inhumana, con pocos o ningún derecho para los esclavos, que a menudo eran sometidos a violencia y severos castigos. Aunque el sistema de esclavitud beneficiaba a una élite de propietarios de plantaciones y a otros blancos ricos, también contribuía a crear una sociedad rígida y jerárquica en la que los derechos y las oportunidades estaban determinados en gran medida por la raza. Muchos blancos pobres del Sur, que no poseían esclavos, también se vieron perjudicados económicamente por el sistema, ya que se encontraban en competencia con la mano de obra esclava. El fin de la esclavitud tras la Guerra Civil no puso fin a estas desigualdades. La discriminación, la segregación y la opresión económica siguieron afectando a los afroamericanos del Sur y de todo el país durante décadas. Los efectos de estas injusticias históricas siguen presentes en muchos aspectos de la sociedad estadounidense actual, sobre todo en ámbitos como la educación, el empleo y la vivienda. La historia del crecimiento económico del Sur en el siglo XIX, impulsado por el cultivo del algodón y la esclavitud, es un poderoso ejemplo de cómo la riqueza y el poder pueden acumularse a expensas de los derechos humanos y la dignidad. Ofrece importantes lecciones sobre los costes y las consecuencias de la desigualdad y la explotación, y sigue resonando en los debates contemporáneos sobre raza, justicia y oportunidades en Estados Unidos.

Fotografía panorámica de una plantación de algodón de 1907, titulada "King Cotton".

Cotton King[modifier | modifier le wikicode]

Esto ilustra el marcado contraste entre los ricos e influyentes propietarios de las plantaciones, a menudo denominados "reyes del algodón", y las brutales condiciones a las que estaban sometidos los negros esclavizados. La rápida expansión de la industria textil en Inglaterra y el norte de Estados Unidos creó una demanda sin precedentes de algodón en bruto. El Sur, con su clima favorable y su mano de obra esclava, estaba en una situación ideal para satisfacer esta demanda. Los propietarios de las grandes plantaciones de algodón desempeñaron un papel central en la economía sureña, controlando no sólo la producción sino también el transporte y la venta del algodón. Su riqueza e influencia se extendían mucho más allá de la región, y ejercían una influencia considerable en la política nacional, especialmente en la cuestión de la esclavitud. Las condiciones de trabajo en las plantaciones de algodón eran a menudo extremadamente brutales. Las jornadas eran largas y agotadoras, y los esclavos eran sometidos a severos castigos corporales. Muchos esclavos eran separados de sus familias y se les negaba toda educación u oportunidad de superación personal. Mientras los "reyes del algodón" se enriquecían, la inmensa mayoría de los sureños blancos no poseían esclavos y vivían en condiciones modestas. Este contraste entre los ricos propietarios de las plantaciones y la mayoría de la población blanca creó tensiones sociales y económicas en la región. El sistema económico basado en la esclavitud y el algodón dejó un legado duradero en el Sur. Tras la Guerra Civil, el Sur luchó por diversificarse económicamente y persistieron las desigualdades raciales y económicas. El cultivo del algodón también tuvo un impacto ecológico, agotando los suelos y contribuyendo a los problemas agrícolas a largo plazo. El ascenso de los "reyes del algodón" y la expansión del cultivo del algodón en el Sur en el siglo XIX son capítulos complejos y significativos de la historia de Estados Unidos. Muestran cómo la riqueza y el poder pueden concentrarse en manos de unos pocos, al tiempo que revelan los costes humanos y sociales de un sistema económico basado en la explotación y la desigualdad.

La invención de la desmotadora de algodón por Eli Whitney en 1793 fue un factor clave en la transformación de la economía sureña y en el crecimiento del sistema esclavista. Antes de la desmotadora, el algodón tenía que desmotarse a mano, lo que suponía un proceso largo y laborioso. La máquina de Eli Whitney podía hacer el trabajo mucho más rápidamente, permitiendo una mayor producción. La mayor eficiencia en la producción de algodón hizo que el cultivo fuera más rentable, lo que impulsó a los propietarios de plantaciones a ampliar sus tierras de cultivo. Esta expansión se extendió por todo el Sur, incluidos los nuevos territorios y estados. El aumento de la producción de algodón requería más mano de obra, lo que provocó un aumento de la demanda de esclavos. El número de esclavos en el Sur aumentó significativamente durante el siglo XIX, creando un sistema en el que millones de personas eran deshumanizadas y tratadas como mera propiedad. El aumento de la producción de algodón tuvo repercusiones más allá de Estados Unidos, impulsando la industria textil en Europa y creando una red internacional de comercio de algodón. Esto fortaleció la economía del Sur y le dio una influencia considerable. Aunque la invención de la desmotadora de algodón condujo a la prosperidad económica de algunos, también exacerbó la desigualdad y el sufrimiento de muchos otros. El aumento de la dependencia de la esclavitud reforzó un sistema racista y opresivo, cuyos efectos aún se dejan sentir hoy en día. La invención de la desmotadora de algodón es un ejemplo elocuente de cómo una innovación tecnológica puede tener un impacto profundo y duradero en la sociedad. Aunque permitió el crecimiento económico y configuró el Sur como un "reino del algodón", también reforzó un brutal sistema de esclavitud que ha dejado una profunda cicatriz en la historia de Estados Unidos.

Una desmotadora de algodón (1869).

El rápido crecimiento de la industria algodonera en el sur de Estados Unidos durante el siglo XIX fue tanto un motor de prosperidad económica como una fuente de profundas y duraderas controversias. El crecimiento explosivo del algodón como producto de exportación enriqueció a muchos propietarios de plantaciones y estimuló la economía sureña. La demanda mundial de algodón creó una vigorosa dinámica comercial e hizo del Sur una región económicamente poderosa. Este crecimiento económico estaba inextricablemente ligado a la esclavitud. El número de esclavos se multiplicó por más de cuatro entre 1770 y 1860, y aunque el comercio internacional de esclavos se prohibió en 1808, el comercio interior de esclavos y el aumento natural perpetuaron y amplificaron este sistema inhumano. La dependencia del Sur de la esclavitud y su importancia económica exacerbaron las tensiones con el Norte, donde la esclavitud estaba en declive y las actitudes hacia ella eran cada vez más hostiles. Esto alimentó el conflicto político y social que finalmente desembocó en la guerra civil. El poder económico del Sur y su dependencia de la esclavitud influyeron en la política nacional, con compromisos como el Compromiso de 1820 y el Compromiso de 1850, que intentaban mantener un equilibrio incómodo entre estados esclavistas y no esclavistas. Los efectos de la industria algodonera y la esclavitud aún se dejan sentir hoy en día. Las desigualdades raciales, las divisiones regionales y los retos socioeconómicos que se acentuaron durante este periodo siguen influyendo en la sociedad estadounidense. El crecimiento de la industria algodonera en el siglo XIX es un ejemplo complejo y lleno de matices de cómo el comercio y la industria pueden ser tanto una fuente de prosperidad como un catalizador de profundos conflictos. También ilustra cómo las decisiones económicas y tecnológicas (como la invención de la desmotadora de algodón) pueden tener importantes consecuencias sociales y morales. El papel central de la esclavitud en esta historia sirve de sombrío y poderoso recordatorio de los costes humanos que pueden asociarse al crecimiento económico.

El aumento natural fue la principal razón del crecimiento de la población esclava en el Sur durante el siglo XIX. Tras la prohibición de la importación de esclavos a Estados Unidos en 1808, el incremento natural se convirtió en el principal medio de aumentar la población esclava. Es importante señalar que este "aumento natural" se produjo en un contexto de control y coerción brutales. Los propietarios de esclavos a menudo fomentaban la reproducción forzada entre los esclavos para aumentar su mano de obra. Las familias eran separadas, los niños vendidos y la vida familiar de los esclavos era a menudo precaria e inestable. La demanda de mano de obra en las plantaciones de algodón y el valor económico de los esclavos como "propiedad" exacerbaron estos abusos. El aumento del número de esclavos y su concentración en las regiones productoras de algodón fue una de las características más llamativas de la economía del Sur antes de la Guerra Civil. Estas tendencias tuvieron un gran impacto en la sociedad y la política estadounidenses, contribuyendo a las tensiones que finalmente desembocaron en la Guerra Civil. La cuestión de la esclavitud estuvo en el centro de muchos debates y compromisos importantes, y el crecimiento de la industria algodonera y la correspondiente dependencia de la mano de obra esclava exacerbaron estas divisiones. La historia de la esclavitud en Estados Unidos, y en particular la expansión de la esclavitud en la industria algodonera, sigue siendo un aspecto central y controvertido de la historia estadounidense. Su impacto y su legado siguen configurando la sociedad, la cultura y la política estadounidenses hasta nuestros días.

En el Sur de Estados Unidos existía en el siglo XIX una economía moderna y en expansión basada en un sistema laboral inhumano y atrasado. Por un lado, la industria algodonera estaba a la vanguardia de la modernidad económica, con innovaciones tecnológicas como la desmotadora de algodón, y el comercio global que unía el Sur a los mercados internacionales. Los propietarios de las plantaciones y los comerciantes de esclavos utilizaban métodos avanzados de contabilidad, gestión y organización, y la economía del Sur estaba integrada en un incipiente sistema capitalista. Por otra parte, este sistema se basaba en la deshumanización total de una gran parte de la población. Los esclavos se compraban y vendían como si fueran propiedades, y su trabajo se extorsionaba mediante la violencia y la coacción. Su vida cotidiana se caracterizaba a menudo por las privaciones, los malos tratos y una falta total de libertad o de derechos. La riqueza y el progreso económico de los propietarios de las plantaciones se construyeron literalmente sobre las espaldas de aquellos a quienes esclavizaban. Esta combinación de modernidad económica y opresión humana es una de las paradojas más sorprendentes de la historia de Estados Unidos. Subraya hasta qué punto el sistema esclavista estaba arraigado no sólo en la cultura y la sociedad del Sur, sino también en su economía. La tensión entre estos elementos arcaicos y modernos contribuyó a configurar la política y la sociedad antes de la Guerra Civil, y sigue influyendo en la forma en que los estadounidenses entienden este periodo de su historia. La coexistencia de estos modos de producción también tuvo repercusiones duraderas en el desarrollo económico, social y racial del país, cuyos efectos aún se dejan sentir hoy en día.

La sociedad dicotómica del Sur estadounidense del siglo XIX, basada en la tajante división entre blancos libres y negros esclavizados, era una estructura compleja y perniciosa que sigue influyendo en la sociedad estadounidense contemporánea. La economía del Sur dependía profundamente de la esclavitud. Los esclavos realizaban trabajos penosos en las plantaciones, las minas y el transporte. Los propietarios de las plantaciones, una pequeña fracción de la población blanca, controlaban gran parte de la riqueza y el poder. Esta riqueza económica descansaba sobre las espaldas de los esclavizados y deshumanizados. Este sistema económico se veía reforzado por leyes y políticas diseñadas para mantener la jerarquía social. Las estrictas leyes esclavistas controlaban la vida de los esclavizados, mientras que la población blanca pobre se situaba por encima de los esclavos en la jerarquía social. Estas leyes crearon un sistema legal que apoyaba activamente la dicotomía entre blancos y negros. Más allá de la economía y el derecho, esta división también estaba profundamente arraigada en la jerarquía social y cultural del Sur. Actitudes, tradiciones y creencias reforzaban la percepción de que los blancos eran superiores y los negros inferiores. Esta arraigada casta social continuó mucho después de la abolición de la esclavitud, afectando a las generaciones futuras. Afroamericanos libres: La presencia de una población de afroamericanos libres añade complejidad al sistema racial sureño. Aunque eran libres, a menudo estaban sujetos a leyes discriminatorias y privados de muchos derechos. Su precaria situación muestra cómo el sistema iba más allá de una simple división entre esclavos y hombres libres. El impacto de esta estructura social aún se deja sentir hoy en día, sobre todo en la persistencia de desigualdades y estereotipos raciales. El sistema de esclavitud y privilegio blanco en el sur de Estados Unidos en el siglo XIX dejó un legado duradero que sigue resonando en la sociedad moderna. Comprender esta época y sus efectos duraderos es esencial para abordar las cuestiones contemporáneas de raza y desigualdad en Estados Unidos.

La brecha entre blancos ricos y pobres[modifier | modifier le wikicode]

Durante el periodo crucial que va de 1820 a 1850, el sur de Estados Unidos se vio sumido en crecientes tensiones socioeconómicas que configuraron el camino que condujo a la Guerra de Secesión. Esta situación se caracterizaba por varios elementos interdependientes. La economía sureña estaba profundamente arraigada en la agricultura, con especial dependencia del cultivo del algodón. Los propietarios de las plantaciones obtenían su riqueza de la explotación de los esclavos, que proporcionaban la mano de obra para esta próspera industria. Sin embargo, esta riqueza se concentraba en gran medida en una élite blanca adinerada, lo que abría una brecha entre ésta y la mayoría de los sureños blancos. La mayoría de los sureños blancos no eran ricos propietarios de plantaciones, sino agricultores o jornaleros que a menudo vivían en la pobreza. No tenían acceso a la riqueza, el poder o las oportunidades de que disponía la élite. Esta desigualdad socioeconómica era una fuente persistente de tensiones en la sociedad sureña. Los afroamericanos esclavizados eran una parte esencial de la economía, ya que constituían la principal mano de obra de las plantaciones. Se les privaba de los derechos humanos básicos y se les reducía a una condición de propiedad. Su existencia en este estado deshumanizado subrayaba las contradicciones morales y éticas de la época. Aunque el Sur compartía muchas características con el Norte, incluida la disparidad económica entre ricos y pobres, se diferenciaba en que dependía más de la agricultura y la esclavitud. Esta dependencia única creó una dinámica social y económica propia que contribuyó a ampliar la brecha entre las dos regiones. La dicotomía entre los ricos propietarios de plantaciones y la mayoría pobre, combinada con la dependencia de la esclavitud, creó un complejo paisaje social en el Sur. La desigualdad y la tensión resultantes proporcionaron un terreno fértil para el conflicto, contribuyendo al estallido de la Guerra Civil. Comprender este periodo y la complejidad de sus problemas económicos y sociales es esencial para entender los orígenes y consecuencias de uno de los periodos más tumultuosos de la historia de Estados Unidos.

En el complejo y a menudo contradictorio Sur del siglo XIX, la esclavitud era una institución omnipresente cuyos efectos se dejaban sentir en todos los niveles de la sociedad blanca, a pesar de que sólo una pequeña minoría de blancos poseía esclavos directamente. Sólo un pequeño porcentaje de blancos sureños, en torno al 1,5%, poseía más de cinco esclavos. Este pequeño grupo de élite era en gran parte responsable de la agricultura a gran escala y de la mayor parte de la riqueza de la región. La mayoría de los blancos, alrededor del 64%, no poseían esclavos, pero sin embargo se beneficiaban indirectamente de la institución de la esclavitud. Los esclavos realizaban las tareas más arduas y menos deseables, lo que permitía a los blancos pobres acceder a empleos y oportunidades más atractivos y mejor remunerados. Un mecanismo especialmente revelador era el sistema de "préstamo de esclavos", por el que los propietarios de plantaciones prestaban esclavos a pequeños agricultores y aparceros. A cambio de una parte de su cosecha o de una pequeña cuota, estos blancos podían acceder a los beneficios del trabajo esclavo sin poseerlos directamente. Al tiempo que extendían los beneficios económicos de la esclavitud a un grupo más amplio, estos acuerdos también magnificaban los problemas morales y éticos asociados a la deshumanización y la opresión de las personas esclavizadas. El hecho de que tanta gente se beneficiara de este sistema puso de manifiesto las profundas contradicciones sociales y éticas que, en última instancia, contribuyeron a la Guerra Civil. La esclavitud en el Sur en el siglo XIX no era simplemente un asunto de ricos propietarios de plantaciones. Estaba integrada en la economía y la sociedad de un modo que influía en la vida de la mayoría de los blancos, incluso de aquellos que no la poseían directamente. Esto permitió que la esclavitud se convirtiera en una fuerza dominante en la sociedad sureña, al tiempo que contribuyó a las tensiones y contradicciones que finalmente desembocaron en la Guerra Civil. Comprender estos matices es esencial para apreciar el profundo y duradero impacto de la esclavitud en la nación estadounidense.

La adhesión de muchos sureños blancos al ideal campesino independiente de libertad y autosuficiencia durante el siglo XIX proporciona una fascinante visión de cómo se racionalizó y mantuvo la esclavitud dentro de esa sociedad. Muchos sureños blancos, sobre todo pequeños granjeros y aparceros, se veían a sí mismos como individuos independientes y autosuficientes. Creían que podían ganarse la vida mediante el trabajo duro y la determinación, una imagen encarnada por el Partido Demócrata, el partido político dominante en la región en aquella época. Estos blancos veían la esclavitud como un aspecto necesario de su libertad y autonomía. El trabajo de los esclavizados se consideraba esencial para el funcionamiento de la economía y la sociedad y, por tanto, para el mantenimiento de su propia independencia. Esta visión paradójica provocó un profundo apoyo a la esclavitud entre muchos sureños blancos, que veían una dependencia inextricable entre la libertad de los blancos y la perpetuación de la esclavitud. La autosuficiencia y la independencia económica estaban vinculadas a un sistema que negaba esos mismos derechos a los esclavizados. Esta creencia fue puesta a prueba por el creciente movimiento abolicionista en el Norte y la lucha por la libertad de los esclavizados en el Sur. Las tensiones entre estos ideales contrapuestos contribuyeron al estallido de la Guerra Civil, obligando a la nación a enfrentarse a la contradicción moral y ética en el corazón de la esclavitud. El ideal de libertad y autonomía del granjero independiente en el Sur del siglo XIX ilustra la complejidad y las contradicciones de la cultura de la esclavitud. Muestra cómo un sistema basado en la opresión y la deshumanización podía entrelazarse con los valores de independencia y libertad, creando un tejido social y político resistente y profundamente inestable a la vez. La ruptura de este delicado equilibrio fue un elemento clave que condujo a la Guerra Civil y a la posterior transformación de la nación estadounidense.

La Guerra Civil estadounidense, un conflicto que desgarró la nación entre 1861 y 1865, fue el resultado de tensiones y contradicciones profundamente arraigadas en la cultura y la sociedad del Sur. He aquí cómo la creencia en el ideal campesino independiente de libertad y autosuficiencia, y la convicción de que la libertad de los blancos dependía de la esclavitud, configuraron estas tensiones y condujeron a la guerra. El Sur estaba animado por el ideal de libertad y autonomía del campesino independiente, un valor profundamente arraigado en la conciencia colectiva. Este ideal glorificaba el autoempleo y la propiedad individual, incluso entre los blancos pobres. Paradójicamente, esta noción de libertad estaba estrechamente vinculada a la institución de la esclavitud. Incluso los blancos más pobres creían que su autonomía y su estatus privilegiado estaban directamente relacionados con la humillación y la opresión de los negros esclavizados. Este estrecho vínculo entre la esclavitud y el ideal de libertad provocó una feroz resistencia a cualquier intento de abolir o cambiar el statu quo. La mera sugerencia de igualdad racial se consideraba una amenaza a la identidad misma del Sur y a su modo de vida. Ante la creciente presión a favor de la abolición y la transformación social, el Sur optó por separarse de la Unión. Esta dramática decisión fue un intento desesperado de proteger la institución de la esclavitud y mantener una sociedad en la que los blancos eran considerados superiores y privilegiados. Los ideales contrapuestos de libertad individual y esclavitud colectiva formaban un frágil tejido social en el Sur anterior a la Guerra Civil. La tensión entre estos valores fue un poderoso catalizador que, en última instancia, condujo a la Guerra Civil. Comprender esta compleja dinámica ofrece importantes perspectivas sobre la naturaleza de la guerra, el legado de la esclavitud y las actuales luchas por la igualdad y la justicia en Estados Unidos.

La complejidad de los años que condujeron a la Guerra Civil en Estados Unidos radica en la forma en que valores, creencias y legislación se entrelazaron para crear una sociedad altamente dividida y volátil. El ideal de libertad y autonomía del granjero independiente era sacrosanto para los sureños blancos, incluso para los más pobres. Este ideal estaba vinculado a la imagen de un blanco que triunfaba gracias a su propio esfuerzo e ingenio. Este ideal de libertad chocaba con la realidad de la esclavitud, que proporcionaba la mano de obra necesaria para sostener la economía sureña. La creencia de que la libertad de los blancos dependía de la esclavitud de los negros creó una profunda tensión moral y ética. Las leyes sureñas reforzaban la separación entre negros y blancos, y privaban a los negros, ya fueran libres o esclavos, de derechos y privilegios fundamentales. Esta legislación reforzaba la creencia en la superioridad blanca y en la necesidad de la esclavitud. La constante comparación con las miserables condiciones de los esclavizados permitía a los blancos pobres sentirse parte de una aristocracia blanca. Incluso en la pobreza, se sentían privilegiados en comparación con los negros. Los ricos propietarios de plantaciones utilizaron estas creencias para movilizar a los blancos pobres en favor del Partido Demócrata. Defendían la esclavitud y el statu quo racial, apoyándose en la solidaridad racial más que en la clase económica. Estos elementos acabaron combinándose para desembocar en la guerra civil. La creciente brecha entre ricos y pobres entre los blancos, la intransigencia ante la abolición y el miedo a perder los privilegios raciales inflamaron las tensiones hasta el punto de ruptura. La sociedad sureña antes de la Guerra Civil era una compleja mezcla de creencias enfrentadas, privilegios raciales y tensiones económicas. La forma en que estos elementos fueron manipulados y explotados por la élite gobernante creó las condiciones para una guerra devastadora. El conflicto resultante no fue sólo una lucha por el futuro de la esclavitud, sino también un reflejo de los profundos desafíos a la igualdad, la justicia y la identidad que siguen conformando Estados Unidos en la actualidad.

Anexos[modifier | modifier le wikicode]

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Référencias[modifier | modifier le wikicode]