La Guerra Fría en América Latina y la Revolución Cubana

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La Guerra Fría fue un periodo de intensas tensiones y conflictos geopolíticos entre las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, y las potencias orientales, lideradas por la Unión Soviética, que duró desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta principios de la década de 1990. En América Latina, la Guerra Fría tuvo un impacto significativo en la política y la economía de la región.

La Revolución Cubana, que tuvo lugar en 1959 y fue liderada por Fidel Castro, tuvo un gran impacto en la región y fue vista como un desafío significativo a los intereses de Estados Unidos en la región. La revolución dio lugar al establecimiento de un gobierno comunista en Cuba, que se consideró una extensión de la influencia soviética en la región. Esto provocó un aumento de las tensiones entre Estados Unidos y Cuba y dio lugar a varios intentos del gobierno estadounidense de derrocar al gobierno cubano, incluida la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961.

A raíz de la Revolución Cubana, Estados Unidos adoptó una política de intervención en América Latina para evitar la expansión del comunismo en la región. Esto llevó a que Estados Unidos respaldara a gobiernos autoritarios, apoyara a rebeldes anticomunistas, como los Contras en Nicaragua, y apoyara golpes militares, como el de Chile en 1973. Esta intervención de Estados Unidos desestabilizó aún más la región y provocó violaciones generalizadas de los derechos humanos.

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La Guerra Fría en América Latina

La ola democrática y la intervención estadounidense (1944-1946)

Entre 1944 y 1946, una ola democrática recorrió América Latina y varios países pasaron de regímenes autoritarios a gobiernos democráticos. Fue una respuesta al final de la Segunda Guerra Mundial, que supuso un cambio en la política mundial hacia la democracia y el deseo de los ciudadanos latinoamericanos de una mayor libertad política.

En 1944, un golpe militar en Guatemala provocó el derrocamiento del gobierno autoritario de Jorge Ubico, en el poder desde 1931. Esto llevó al establecimiento de un gobierno democrático y allanó el camino para que otros países de la región siguieran su ejemplo. En 1945, Argentina celebró elecciones democráticas en las que resultó elegido presidente el militar Juan Perón. Esto marcó el comienzo de un periodo de gobierno democrático en Argentina, que duró hasta el derrocamiento de Perón en un golpe militar en 1955. En 1946, Brasil celebró sus primeras elecciones democráticas en más de una década, con la elección de Eurico Gaspar Dutra como presidente. Esto marcó el fin de la dictadura de Vargas, en el poder desde 1930. Perú celebra elecciones democráticas, y José Luis Bustamante y Rivero es elegido presidente, cuyo gobierno introduce reformas laborales y nacionaliza algunas industrias. Haití estaba bajo el mandato del Presidente Élie Lescot, cuyo gobierno se caracterizó por la corrupción y los abusos contra los derechos humanos. Venezuela experimentó un breve periodo de gobierno democrático tras un levantamiento popular contra la dictadura militar de Isaías Medina Angarita en 1945, durante el cual un gobierno de coalición aplicó políticas progresistas y programas sociales. Sin embargo, un golpe militar en 1948 llevó al establecimiento de otra dictadura en el país.

Estas transiciones democráticas se consideraron un acontecimiento positivo en la región, y Estados Unidos apoyó estos cambios, creyendo que la democracia ayudaría a promover la estabilidad y evitar la expansión del comunismo. Sin embargo, estas transiciones no estuvieron exentas de dificultades, y muchas de estas nuevas democracias se vieron asoladas por la inestabilidad política y los problemas económicos en los años siguientes.

En contraste con la ola democrática que se produjo en varios países latinoamericanos durante 1944-1946, Cuba, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Paraguay continuaron gobernados por dictadores durante este periodo. En Cuba estaba en el poder Fulgencio Batista, que inicialmente había sido presidente electo del país, pero más tarde se hizo con el control mediante un golpe militar. Honduras estaba bajo la dictadura de Tiburcio Carías Andino, que llevaba en el poder desde 1933 y gobernaba con mano de hierro. Del mismo modo, Anastasio Somoza García gobernaba Nicaragua desde 1937 como dictador, y su familia continuó en el poder durante varias décadas. El Salvador estaba gobernado por el general Maximiliano Hernández Martínez, en el poder desde 1931 y conocido por su brutal represión de la oposición política. Por último, Paraguay estaba bajo la dictadura de Higinio Morínigo, que había llegado al poder mediante un golpe militar en 1940 y gobernaba de forma autoritaria. Estos países permanecieron bajo el control de estos dictadores, mientras que otros de la región avanzaban hacia gobiernos democráticos.

En general, durante la oleada democrática de América Latina de 1944-1946, las clases medias urbanas proyectaron hacia el poder a partidos reformistas que a menudo ganaron con el apoyo de partidos comunistas y socialistas. Estos partidos reformistas pretendían aplicar políticas progresistas como reformas agrarias, reformas laborales y programas sociales para hacer frente a la desigualdad social y económica. Las clases medias urbanas apoyaban a estos partidos porque buscaban la modernización política y económica, y estos partidos prometían llevarla a cabo. Por su parte, los partidos comunistas y socialistas apoyaron a estos partidos reformistas porque compartían su visión de la justicia social y económica. Sin embargo, es importante señalar que el apoyo de los partidos comunistas y socialistas a estos partidos reformistas fue a menudo motivo de preocupación para Estados Unidos, que temía la expansión del comunismo en la región. Este temor llevó a la intervención estadounidense en varios países latinoamericanos tras la Segunda Guerra Mundial.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial, América Latina experimentó una reanudación de la industrialización a medida que los países trataban de modernizar sus economías y alcanzar a las naciones desarrolladas de Europa y Norteamérica. La aparición de nuevas industrias, el desarrollo de infraestructuras y una creciente clase media urbana caracterizaron este periodo de crecimiento económico. Sin embargo, la entrada de Estados Unidos en la Guerra Fría a finales de la década de 1940 y la subsiguiente lucha mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética tuvieron importantes repercusiones para América Latina.

Al intentar contrarrestar la expansión del comunismo en la región, Estados Unidos apoyó a menudo regímenes autoritarios hostiles a los principios democráticos y a las libertades civiles. Esto condujo a un largo periodo de pérdida de democracia en muchos países latinoamericanos y a la aparición de dictaduras militares. Los abusos de los derechos humanos, la represión de la oposición política y el énfasis en el fortalecimiento militar caracterizaron a menudo a estos regímenes.

Durante este periodo, Estados Unidos proporcionó una importante ayuda militar y económica a estos regímenes, a menudo a expensas de los valores democráticos y los derechos humanos. Las políticas de la Guerra Fría de Estados Unidos en América Latina tuvieron efectos duraderos en la región, ya que contribuyeron a la erosión de las instituciones democráticas y a la perpetuación de la desigualdad y los conflictos sociales. Sólo en las décadas de 1980 y 1990 comenzó la transición de América Latina hacia la democracia, a medida que las dictaduras militares fueron sustituidas por gobiernos elegidos y la sociedad civil empezó a exigir una mayor responsabilidad y representación política.

El impacto de la Guerra Fría (1947)

En 1947, la apertura que América Latina había experimentado tras la Segunda Guerra Mundial se vio frenada por la entrada de Estados Unidos en la Guerra Fría, que provocó un refuerzo del poder militar en la región. Estados Unidos aplicó una política antisoviética y trató de imponerla a las demás naciones americanas en las reuniones interamericanas que dominaba. Como resultado, consiguió la firma del tratado de Río, que establecía un sistema de asistencia mutua y declaraba que un ataque armado o una amenaza contra cualquier nación americana se consideraría un ataque contra todas ellas.[8][9]

Este tratado, firmado por la mayoría de los países latinoamericanos, tenía como objetivo contener la amenaza de la expansión comunista en la región. Estableció un marco de cooperación militar entre los países firmantes, en el que Estados Unidos desempeñó un papel destacado al proporcionar asistencia militar y entrenamiento a las fuerzas armadas de estos países. El tratado también justificaba que Estados Unidos interviniera en los asuntos de los países latinoamericanos para proteger sus intereses de seguridad percibidos.

La entrada de Estados Unidos en la Guerra Fría y su refuerzo del poder militar en América Latina tuvo importantes consecuencias para la región. Erosionó aún más las instituciones democráticas a medida que se afianzaban los regímenes militares y aumentaban las violaciones de los derechos humanos. La política de Estados Unidos durante la Guerra Fría se llevó a cabo a menudo a expensas de los valores democráticos y las libertades civiles de la región. América Latina tardaría muchos años en recuperarse de este periodo de agitación política y represión.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos se consideraba atacado por la Unión Soviética y la ideología comunista. En este contexto, el gobierno estadounidense consideraba América Latina como una región vulnerable a la influencia comunista y veía la expansión del comunismo en la región como una amenaza para su propia seguridad. En consecuencia, Estados Unidos trató de unir a las naciones latinoamericanas a su bando en la lucha contra el comunismo. El gobierno estadounidense utilizó diversos medios para intentar convencer a los países latinoamericanos de que le siguieran en esta lucha. Proporcionó ayuda militar y económica a los regímenes que consideraba amigos de sus intereses y trabajó activamente para derrocar a los gobiernos que consideraba comunistas o simpatizantes del comunismo. Además, Estados Unidos utilizó la propaganda para promover su visión del mundo y demonizar al comunismo y a sus partidarios. Muchas naciones latinoamericanas se sintieron presionadas para alinearse con Estados Unidos en la lucha de la Guerra Fría, aunque no compartieran plenamente sus opiniones o intereses. Algunos países, como Cuba y Nicaragua, rechazaron la visión estadounidense del mundo y aplicaron políticas antiestadounidenses de forma explícita. Sin embargo, la mayoría de los países de la región quedaron atrapados en medio, tratando de equilibrar su deseo de mantener su independencia y soberanía con la presión para alinearse con Estados Unidos en la lucha contra el comunismo. Esta dinámica tuvo importantes consecuencias para América Latina, contribuyendo a la erosión de las instituciones democráticas y a la perpetuación del conflicto social y la desigualdad. Los esfuerzos de Estados Unidos por unir a las naciones latinoamericanas a su bando en la lucha contra la Guerra Fría se hicieron a menudo a costa de los valores democráticos y los derechos humanos. La región tardaría muchos años en recuperarse de este periodo de agitación política y represión.

La OEA está ubicada en el edificio de la Unión Panamericana en Washington DC.

La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene su sede en el edificio de la Unión Panamericana, situado en Washington D.C. El edificio se terminó de construir en 1910 y sirvió de sede a la Unión Internacional de Repúblicas Americanas, predecesora de la OEA. En la actualidad, el edificio es el principal centro administrativo de la OEA, que es la organización regional más antigua del mundo. La OEA se fundó en 1948 para promover la democracia, los derechos humanos y el desarrollo económico en las Américas. Cuenta con 35 Estados miembros de Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe.

La Organización de Estados Americanos (OEA) se creó efectivamente en 1948 como una organización regional cuyo objetivo era promover la cooperación y la solidaridad entre las naciones de las Américas. Sin embargo, aunque el principio de no injerencia y no intervención está estipulado en la Carta de la OEA, la realidad es que Estados Unidos ha dominado a menudo la organización. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos utilizó la OEA como instrumento para promover sus intereses en la región, a menudo a expensas de la soberanía y la independencia de otros Estados miembros. Como usted ha mencionado, la OEA aprobó en 1962 una resolución que declaraba que el comunismo era incompatible con la democracia, lo que dio a Estados Unidos y a otros Estados miembros un pretexto para intervenir en los asuntos internos de otros países considerados simpatizantes del comunismo. Además, Estados Unidos ha tenido tradicionalmente una gran influencia en la OEA, tanto por su poder económico y militar en la región como por el hecho de que la organización tiene su sede en Washington D.C. Esto ha dado lugar a menudo a acusaciones de que la OEA está sesgada a favor de Estados Unidos y de que se ha utilizado para promover los intereses estadounidenses en la región. A pesar de estas críticas, la OEA también ha promovido la democracia y los derechos humanos en las Américas y ha desempeñado un papel decisivo en la mediación de conflictos entre Estados miembros. En los últimos años, la organización ha intentado reafirmar su independencia y promover un enfoque más equilibrado de las cuestiones regionales. Sin embargo, la historia de dominio estadounidense sobre la OEA sigue siendo un punto de discordia en la región.

En la década de 1960, Estados Unidos consideraba América Latina como un campo de batalla potencial en la lucha mundial contra el comunismo. Le preocupaba la posibilidad de una expansión soviética en la región. En esta visión influyeron varios factores, entre ellos la Revolución Cubana de 1959, que llevó al poder a un gobierno socialista a sólo 90 millas de las costas estadounidenses. Como ha mencionado, el Tratado de Río de 1947 estipulaba que cualquier amenaza a la seguridad o integridad territorial de un Estado miembro en las Américas se consideraría una amenaza para todos. Esto significaba que si un país de la región era atacado o se enfrentaba a la amenaza de una potencia exterior, Estados Unidos estaría obligado a acudir en su defensa. Esta disposición se consideraba una forma de disuadir las agresiones procedentes de fuera de la región y de promover la solidaridad regional frente a las amenazas comunes. Sin embargo, a medida que avanzaba la Guerra Fría, Estados Unidos empezó a interpretar esta disposición de forma más amplia, argumentando que cualquier amenaza interna a la seguridad de un Estado miembro, como la propagación del comunismo, también amenazaba a Estados Unidos. Esta interpretación dio a Estados Unidos un pretexto para intervenir en los asuntos internos de otros países de la región, a menudo con poca consideración por su soberanía o independencia. En este contexto, Estados Unidos se implicó cada vez más en el apoyo a las fuerzas anticomunistas de la región, incluyendo ayuda y entrenamiento militar, operaciones encubiertas e intervención directa en los conflictos. Esto condujo a varias intervenciones controvertidas y a veces sangrientas, como en Guatemala, Nicaragua y Chile, entre otros países.

La Doctrina Monroe, que el presidente James Monroe articuló por primera vez en 1823, declaraba que Estados Unidos se opondría a cualquier intento de las potencias europeas de colonizar o interferir en los asuntos de las naciones del hemisferio occidental. Con el tiempo, la doctrina llegó a considerarse una justificación de la intervención estadounidense en América Latina, especialmente durante la Guerra Fría. El Congreso de Estados Unidos votó a favor de proporcionar ayuda militar a los países latinoamericanos durante este periodo, a menudo a través de paquetes de ayuda económica y militar. Estos fondos pretendían ayudar a reforzar la capacidad militar de estos países y disuadir la influencia soviética en la región. Sin embargo, también se utilizaron para comprar armas y equipos militares de fabricación estadounidense, lo que impulsó la industria de defensa de Estados Unidos. Esta ayuda militar a menudo iba acompañada de condiciones, ya que Estados Unidos pretendía promover sus propios intereses y valores en la región. Esto incluía esfuerzos para promover la democracia, los derechos humanos y la oposición a los movimientos y gobiernos de izquierda. En algunos casos, la ayuda militar proporcionada por Estados Unidos se utilizó para apuntalar regímenes represivos y autoritarios, lo que provocó violaciones de los derechos humanos y represión política en países de toda la región.

La ayuda militar proporcionada por Estados Unidos a los países latinoamericanos adoptó a menudo la forma de paquetes de asistencia económica y militar. Esta asistencia pretendía ayudar a estos países a reforzar su capacidad militar y mejorar su capacidad de defensa frente a amenazas externas e internas. Sin embargo, una parte significativa de esta ayuda también se utilizó para comprar armas y equipos militares de fabricación estadounidense, lo que impulsó la industria de defensa de Estados Unidos. Esto se consideró una forma de promover los intereses y valores estadounidenses, al tiempo que se reforzaban las capacidades militares de los aliados de Estados Unidos en la región. La venta de armas y equipos militares a los países latinoamericanos fue una importante fuente de ingresos para la industria de defensa estadounidense. Contribuyó a consolidar a Estados Unidos como uno de los principales actores en el comercio mundial de armas. Al mismo tiempo, también profundizó la dependencia de la región de Estados Unidos en materia de apoyo militar y de seguridad. También contribuyó a la proliferación de armas en la región, lo que a su vez alimentó los conflictos y la inestabilidad en muchos países.

Además de proporcionar ayuda militar y vender armas de fabricación estadounidense, Estados Unidos puso en marcha una serie de programas de formación e iniciativas de contrainsurgencia en América Latina durante la Guerra Fría. Uno de estos programas fue la Escuela de las Américas, fundada en 1946 y con sede en Fort Benning, Georgia. La escuela entrenaba a personal militar latinoamericano en tácticas de contrainsurgencia, incluyendo técnicas de tortura y asesinato. Muchos de los graduados de la Escuela de las Américas se convirtieron en líderes de regímenes militares latinoamericanos, y algunos se vieron implicados posteriormente en abusos y atrocidades contra los derechos humanos. Otros programas e iniciativas de entrenamiento patrocinados por Estados Unidos fueron los Boinas Verdes, enviados a Latinoamérica para entrenar a las fuerzas locales en tácticas de contrainsurgencia, y la Alianza para el Progreso, un programa de ayuda económica estadounidense diseñado para promover el desarrollo económico y social en la región. Estos programas formaban parte de un esfuerzo más amplio de Estados Unidos por contrarrestar la influencia soviética en la región y promover sus propios intereses y valores. Sin embargo, también fueron criticados por su papel de apoyo a regímenes represivos y autoritarios y por contribuir a la violación de los derechos humanos y a la represión política en muchos países.

A medida que crecía la amenaza comunista en la región, el gobierno estadounidense se centró cada vez más en promover y consolidar regímenes anticomunistas, a menudo a expensas de la democracia y los derechos humanos. Esto condujo al apoyo de una serie de regímenes autoritarios y represivos en la región, muchos de los cuales fueron responsables de atroces violaciones de los derechos humanos y de represión política. El gobierno estadounidense proporcionó ayuda militar y económica a estos regímenes y a menudo hizo la vista gorda ante sus abusos en nombre de la lucha contra el comunismo y la promoción de los intereses estadounidenses. Estados Unidos también trabajó activamente para socavar y derrocar a los gobiernos elegidos democráticamente que se consideraban afines a las ideologías comunistas o socialistas, como fue el caso de Guatemala en 1954 y de Chile en 1973. Aunque Estados Unidos afirmaba promover la democracia y la libertad en la región, sus acciones tuvieron a menudo el efecto contrario, contribuyendo a la erosión de las instituciones democráticas y al auge del autoritarismo en muchos países. No fue hasta el final de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética cuando Estados Unidos empezó a cambiar su enfoque y a dar prioridad al apoyo a la gobernanza democrática y los derechos humanos en la región.

Durante la Guerra Fría, el gobierno estadounidense creía que los regímenes autoritarios y represivos eran más eficaces para combatir el comunismo que los democráticos. A menudo apoyaba a estos regímenes en la región por este motivo. La lógica era que, para evitar la expansión del comunismo, Estados Unidos necesitaba apoyar a gobiernos que pudieran proporcionar estabilidad y seguridad y que estuvieran dispuestos a utilizar la fuerza para reprimir los movimientos comunistas y a sus simpatizantes. Esto significaba a menudo apoyar juntas militares y otros regímenes autoritarios dispuestos a utilizar la violencia y la represión para mantener el poder. Sin embargo, esta estrategia tuvo un coste significativo para los derechos humanos y la democracia en la región, ya que muchos de estos regímenes cometieron graves violaciones de los derechos humanos y represión política. Además, la estrategia resultó finalmente ineficaz para impedir la expansión del comunismo y, en muchos casos, contribuyó al auge de los movimientos comunistas y socialistas al alimentar el resentimiento popular contra los regímenes respaldados por Estados Unidos. No fue hasta el final de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética cuando Estados Unidos empezó a cambiar su enfoque y a priorizar el apoyo a la gobernanza democrática y los derechos humanos en la región.

La ola antidemocrática (a partir de 1947)

Tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo un giro hacia el autoritarismo y las prácticas antidemocráticas en muchos países latinoamericanos, a medida que las élites gobernantes trataban de consolidar su poder y reprimir a los grupos de oposición, incluida la clase media. La Guerra Fría y el apoyo del gobierno estadounidense a los regímenes anticomunistas de la región contribuyeron a ello, a menudo a expensas de la gobernanza democrática y los derechos humanos. Muchos países latinoamericanos se vieron atrapados en esta dinámica, y las élites gobernantes aprovecharon la percepción de la amenaza del comunismo para justificar su represión de los grupos de oposición y las voces disidentes. Como consecuencia, en muchos países de la región se produjo un aumento del autoritarismo, con la llegada al poder de juntas militares y otros regímenes represivos que cometieron abusos generalizados contra los derechos humanos. Esta oleada antidemocrática persistió durante décadas hasta el final de la Guerra Fría y el posterior giro hacia la democracia y los derechos humanos en la región.

Tranvía en llamas frente al Capitolio Nacional durante el Bogotazo.

Tras la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, varios levantamientos y crisis políticas en América Latina desembocaron en el establecimiento de regímenes autoritarios en varios países. En Ecuador, por ejemplo, un golpe militar en 1944 derrocó al gobierno y estableció una junta. En Perú, varios golpes de estado y crisis políticas a finales de la década de 1940 y principios de la de 1950 desembocaron en la instauración de un régimen militar en 1968. En Venezuela, un golpe de estado en 1948 llevó al establecimiento de una dictadura militar, que duró hasta 1958. Además de estos países, las revueltas y crisis políticas de Argentina y Guatemala condujeron al establecimiento de dictaduras. En Argentina, un golpe militar en 1943 llevó al establecimiento de una dictadura militar, que duró hasta 1946. Le siguieron varios periodos de inestabilidad política, incluida la "guerra sucia" de los años setenta y principios de los ochenta. En Guatemala, un golpe de estado en 1954 derrocó al gobierno elegido democráticamente y condujo al establecimiento de una dictadura militar que duró hasta 1985. Estas dictaduras se caracterizaron a menudo por la represión, los abusos contra los derechos humanos y la supresión de la oposición política. Contaron con el apoyo de Estados Unidos, que las veía como baluartes contra el comunismo en la región. Sin embargo, en última instancia resultaron insostenibles, y muchos países latinoamericanos han pasado desde entonces a un gobierno democrático.

En Colombia, el periodo de 1946 a 1954 estuvo marcado por una guerra civil conocida como "La Violencia", desencadenada por la violencia política entre los partidos Liberal y Conservador. La derecha fascista desempeñó un papel importante en el conflicto, y las fuerzas conservadoras llevaron a cabo masacres y otros actos violentos contra la oposición liberal. El gobierno conservador que llegó al poder en 1946 hizo poco por atajar la violencia y, en su lugar, alimentó el conflicto armando a grupos paramilitares conservadores. La guerra civil causó la muerte de al menos 250.000 personas e influyó significativamente en la sociedad y la política colombianas durante años.

En algunos países de América Latina durante el periodo de la Guerra Fría, los líderes autoritarios establecieron dinastías, a menudo con el apoyo de Estados Unidos. Por ejemplo, Fulgencio Batista gobernó Cuba como dictador de 1934 a 1940 y de nuevo de 1952 a 1959, con el apoyo de Estados Unidos. En Haití, la familia Duvalier, encabezada por los dictadores François y Jean-Claude Duvalier, padre e hijo, gobernó el país durante más de 30 años, de 1957 a 1986. En Nicaragua, la familia Somoza, encabezada por Anastasio Somoza García y sus dos hijos, controló el país durante más de 40 años, de 1936 a 1979, con el apoyo de Estados Unidos.

A menudo se cita a Uruguay como un país que mantuvo una democracia estable y funcional durante la Guerra Fría, a pesar de los muchos retos y presiones a los que se enfrentan otros países latinoamericanos. En 1942, Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en establecer un Estado del bienestar, y contaba con una larga tradición democrática y de respeto de los derechos humanos. Durante la Guerra Fría, Uruguay celebró elecciones periódicas y mantuvo un sistema político multipartidista. Sin embargo, se enfrentó a retos políticos y económicos durante este periodo, como la polarización política, el malestar social y el estancamiento económico. En la década de 1970, Uruguay vivió un periodo de autoritarismo, marcado por las violaciones de los derechos humanos y la represión de la disidencia política. Sin embargo, en 1985 se restableció el gobierno democrático, y desde entonces Uruguay se ha mantenido como una democracia estable con un fuerte compromiso con los derechos humanos y la justicia social.

Aunque Uruguay siguió siendo una democracia durante el periodo de la Guerra Fría, es importante señalar que otros países de América Latina también mantuvieron gobiernos democráticos, al menos durante un periodo de tiempo. Por ejemplo, Costa Rica tenía una larga tradición democrática y, durante el periodo de la Guerra Fría, pudo mantener un gobierno democrático estable. Chile también tuvo un gobierno democrático relativamente estable durante gran parte del periodo de la Guerra Fría, aunque se enfrentó a importantes desafíos y finalmente sufrió un golpe militar en 1973. Otros países como México, Brasil y Venezuela también tuvieron periodos de gobierno democrático durante este periodo, aunque la inestabilidad política y los desafíos a la gobernanza democrática los marcaron a menudo.

Los tres elementos de la cruzada anticomunista en América Latina

La "cruzada antidemocrática" que tuvo lugar en América Latina en la década de 1950 tuvo tres elementos principales:

  • El primero fue la eliminación de los partidos comunistas mediante su ilegalización, lo que redujo su número de afiliados de unos 400.000 en 1947 a la mitad en 1952.
  • El segundo elemento fue la expulsión de los comunistas de los sindicatos puestos bajo control estatal. El gobierno estadounidense colocó a sindicalistas de la AFL en todas sus embajadas para crear sindicatos anticomunistas en las Américas.
  • El tercer elemento fue la exclusión diplomática y la ruptura de relaciones diplomáticas con la URSS en todas las Américas.

Estas medidas estaban diseñadas para suprimir la influencia del comunismo en América Latina y evitar la expansión de la influencia soviética en la región.

El caso de Guatemala

Jacobo Arbenz Guzmán en un fresco en Ciudad de Guatemala.
1954 "golpe de Estado" guatemalteco: el memorando de la CIA (mayo de 1975) que describe el papel de la Agencia en la destitución del gobierno guatemalteco del presidente Jacobo Árbenz Guzmán en junio de 1954. (1-5).

En Guatemala, en 1951 fue elegido un gobierno reformista y nacionalista dirigido por el presidente Jacobo Árbenz. Árbenz puso en marcha una reforma agraria que pretendía expropiar las tierras baldías de los grandes terratenientes y distribuirlas entre los campesinos sin tierra. Esta política fue vista como una amenaza por Estados Unidos, preocupado por la influencia del comunismo en la región y la posible pérdida de intereses comerciales estadounidenses en Guatemala. En 1954, Estados Unidos orquestó un golpe de estado contra Árbenz e instauró una dictadura militar que gobernaría Guatemala durante décadas. La CIA apoyó y entrenó a exiliados y mercenarios guatemaltecos para llevar a cabo el golpe. El golpe tuvo éxito y Árbenz se vio obligado a dimitir y huir del país. Este episodio pone de manifiesto la voluntad de Estados Unidos de intervenir en la política latinoamericana para proteger sus intereses comerciales y luchar contra el comunismo, aunque ello suponga derrocar a un gobierno elegido democráticamente. También ilustra el uso de operaciones encubiertas y de la fuerza militar para lograr estos objetivos.

Guatemala es un país relativamente pequeño de América Central, con una población actual de unos 16 millones de habitantes. Sin embargo, en la década de 1950, la población apenas superaba los 3 millones y la mayoría eran indígenas mayas que vivían en la pobreza y tenían un acceso limitado a la educación o la sanidad. En aquella época, la economía guatemalteca dependía en gran medida de la exportación de café y plátanos, y la United Fruit Company, una corporación estadounidense estrechamente vinculada al gobierno de Estados Unidos, poseía una parte importante de las tierras.

Juan José Arévalo fue elegido presidente de Guatemala en 1944, después de que un levantamiento popular conocido como la "Revolución de Octubre" derrocara a la dictadura militar. Fue el primer presidente elegido democráticamente en la historia de Guatemala, e inició una serie de reformas progresistas, como un nuevo código laboral, la seguridad social y la reforma agraria. A su presidencia siguió la de Jacobo Arbenz, que continuó las reformas e implantó un programa de reforma agraria que expropiaba las tierras no utilizadas propiedad de la United Fruit Company y las distribuía entre los campesinos sin tierra. Esto se consideró una amenaza para los intereses de Estados Unidos, que tenía una participación en la empresa, y la administración Eisenhower autorizó una operación encubierta para derrocar al gobierno.

El gobierno del Presidente Arévalo adoptó una nueva constitución inspirada en la de México, que garantizaba una amplia gama de derechos civiles y políticos, y un moderno código laboral que establecía la negociación colectiva, la jornada laboral de ocho horas y otras protecciones para los trabajadores. El gobierno también lanzó una gran campaña de alfabetización para educar a la población del país, en gran parte analfabeta.

Arbenz fue elegido presidente en 1951, y su principal objetivo era transformar Guatemala en un estado capitalista moderno, libre del control de intereses extranjeros. Quería promover la reforma agraria, nacionalizar las tierras sin explotar propiedad de la United Fruit Company y otras empresas extranjeras, y distribuirlas entre los campesinos sin tierra. Esto habría amenazado los intereses económicos de Estados Unidos y de los ricos terratenientes guatemaltecos vinculados a la oligarquía gobernante.

La reforma agraria de Guatemala, promulgada bajo la presidencia de Jacobo Arbenz, pretendía redistribuir la tierra de las grandes plantaciones sin cultivar entre los campesinos sin tierra y los pequeños agricultores. La reforma se consideró una forma de abordar la pobreza y la desigualdad generalizadas en el país, donde sólo el 2% de la población poseía el 70% de la tierra. La ley permitía expropiar a los grandes terratenientes las tierras no utilizadas con una indemnización basada en el valor declarado de la propiedad a efectos fiscales. Las tierras se distribuyeron entre los campesinos sin tierra y los pequeños agricultores, para aumentar la productividad agrícola y crear una distribución más equitativa de la tierra. La reforma agraria se topó con la feroz oposición de la United Fruit Company, que poseía grandes extensiones de tierra en Guatemala y se arriesgaba a perder grandes cantidades de terreno. La empresa presionó al gobierno estadounidense para que tomara medidas contra el gobierno de Arbenz, alegando que la reforma agraria estaba inspirada en el comunismo y constituía una amenaza para los intereses estadounidenses en la región.[10]

En 1954, tras 13 años de dictadura, Juan José Arévalo fue elegido presidente de Guatemala con un programa de democratización y modernización del país. El país aprobó una nueva constitución y un código laboral moderno, y se llevó a cabo una campaña de alfabetización. Sucediendo a Arévalo, Jacobo Arbenz, de centro-izquierda, pretendía hacer de Guatemala un estado independiente con una economía capitalista. Puso en marcha una reforma agraria promulgada en 1952, que permitía expropiar las tierras baldías de las grandes plantaciones con una indemnización del gobierno. En 18 meses se distribuyeron 700.000 hectáreas a 18.000 familias. Sin embargo, la United Fruit Company, propietaria de enormes extensiones de tierra, se opuso a la reforma, ya que el 85% de sus tierras estaban sin cultivar y reservadas para su futura expansión.

Operación PBSUCCESS: El presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower y el secretario de Estado John Foster Dulles, el albacea y defensor del "golpe de Estado" guatemalteco de 1954 que depuso al presidente Jacobo Árbenz Guzmán.

El gobierno guatemalteco ofreció una indemnización de 627.000 dólares a la United Fruit Company por la expropiación de sus tierras no cultivadas como parte de la reforma agraria. Sin embargo, hubo oposición tanto de los guatemaltecos como de Estados Unidos, con acusaciones de comunismo.[11][12]

En respuesta a la reforma agraria del gobierno guatemalteco y a la expropiación de tierras de la United Fruit Company, el gobierno de Estados Unidos actuó en nombre de la empresa. Exigió una indemnización 25 veces superior a la propuesta, acusando a Arbenz de comunista. Las acusaciones de comunismo fueron un pretexto conveniente para que el gobierno estadounidense interviniera y protegiera los intereses de la United Fruit Company. Se autorizó a la CIA a proporcionar armas y entrenamiento al ejército guatemalteco, en el que ya se habían infiltrado agentes estadounidenses. El escenario estaba preparado para un golpe de Estado contra Arbenz.

Los funcionarios estadounidenses veían la expansión del comunismo como un efecto dominó, en el que la caída de un país al comunismo provocaría la caída de otros en la región. Temían que si Guatemala caía en el comunismo, alentaría otros movimientos de izquierda en la región, lo que en última instancia provocaría la caída de otros gobiernos. El Canal de Panamá también se vería amenazado. Esto formaba parte de la estrategia más amplia de contención del comunismo en la región, que Estados Unidos había perseguido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En 1954, Estados Unidos solicitó a la OEA una intervención militar en Guatemala, pero la petición fue denegada. A pesar de ello, la CIA planeó y ejecutó un ataque contra Guatemala desde Honduras, mientras los exiliados guatemaltecos organizaban un golpe de Estado. El ejército guatemalteco fue derrotado rápidamente y Arbenz dimitió de su cargo. Tras el golpe, se instauraron una serie de gobiernos militares represivos con el apoyo de Estados Unidos, que condujeron a décadas de violencia política y represión en el país. [13][14][15][16]

Tras la intervención militar, Arbenz se vio obligado a dimitir y se exilió. Sin embargo, antes de marcharse, acusó públicamente a la United Fruit Company y a Washington de orquestar manifestaciones antiyanquis en toda América Latina. La caída de Arbenz inició un periodo de inestabilidad y violencia en Guatemala que duraría décadas.

Tras la dimisión forzada de Arbenz, el gobierno estadounidense se atribuyó la victoria contra el comunismo y sustituyó su gobierno por una dictadura militar. El nuevo régimen anuló las expropiaciones, destruyó los sindicatos y detuvo a presuntos comunistas. El régimen también prohibió Los Miserables de Victor Hugo, y unas 18.000 personas fueron ejecutadas. La United Fruit Company quedó libre para continuar sus operaciones en Guatemala.[17]

Bolivia es un caso interesante de país que intenta llevar a cabo reformas sociales y económicas en beneficio de su pueblo durante el periodo de la Guerra Fría. En 1952, un movimiento revolucionario liderado por mineros y campesinos derrocó a la dictadura militar. Estableció un gobierno democrático, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que emprendió un programa de reformas sociales y económicas. El gobierno del MNR nacionalizó las minas de estaño de Bolivia, controladas hasta entonces por empresas extranjeras. Utilizó los beneficios de las minas para financiar programas sociales, como la reforma agraria, la educación y la sanidad. El gobierno también concedió la ciudadanía y el derecho al voto a los indígenas, que hasta entonces habían estado excluidos de la participación política. Sin embargo, estas reformas no estuvieron exentas de dificultades. La nacionalización de las minas provocó un conflicto con Estados Unidos, que había realizado grandes inversiones en ellas. El gobierno del MNR se enfrentó a la oposición de las fuerzas conservadoras de Bolivia, hostiles a las reformas. A pesar de estos problemas, el gobierno del MNR siguió aplicando su programa de reformas, conocido como la Revolución Nacional. Las reformas fueron populares entre la mayoría pobre y trabajadora de Bolivia, pero también se enfrentaron a la resistencia de la élite rica y poderosa del país. Al final, la Revolución Nacional sólo tuvo un éxito parcial, y la historia de Bolivia en la segunda mitad del siglo XX está marcada por la inestabilidad política y los conflictos sociales. No obstante, el intento de aplicar reformas sociales y económicas frente a estructuras de poder arraigadas y presiones externas es un ejemplo importante e inspirador de lucha democrática en América Latina.

La Revolución Cubana

Preludio a la Revolución: Cuba bajo Batista

Fidel Castro firma como Primer Ministro de Cuba el 16 de febrero de 1959.

La Revolución Cubana fue un levantamiento político que tuvo lugar en Cuba entre 1953 y 1959, liderado por Fidel Castro y su ejército revolucionario. La revolución tuvo como resultado el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista, apoyado por Estados Unidos, y el establecimiento de un gobierno socialista en Cuba.

Las raíces de la revolución se remontan a principios del siglo XX, cuando Cuba estaba bajo el control de Estados Unidos. En 1952, cuando quedó claro que habría elecciones libres y justas en Cuba, Batista, un antiguo sargento del ejército, dio un golpe de estado para hacerse con el poder e impedir que se celebraran las elecciones. Batista había sido presidente de Cuba de 1940 a 1944 y había sido una destacada figura militar. Tras tomar el poder, Batista consolidó rápidamente su control sobre el gobierno y estableció una dictadura. Reprimió la disidencia política, censuró a la prensa y utilizó métodos violentos para mantenerse en el poder. El régimen de Batista se caracterizó por la corrupción y la brutalidad, y se hizo cada vez más impopular entre el pueblo cubano. A pesar de ello, Batista mantuvo el apoyo del gobierno de Estados Unidos, que lo veía como un baluarte contra el comunismo en América Latina.

En los años previos a la Revolución Cubana, la economía cubana dependía en gran medida de las empresas estadounidenses y la relación política entre Cuba y Estados Unidos estaba profundamente entrelazada. Las empresas estadounidenses habían realizado grandes inversiones en Cuba, sobre todo en la industria azucarera, y el gobierno de Estados Unidos había apoyado al régimen de Batista. Sin embargo, la oposición a Batista no se limitaba a partidos católicos y grupos de acción directa. Había un amplio abanico de grupos y organizaciones políticas que se oponían a la dictadura de Batista, incluidos partidos liberales y de izquierdas, sindicatos y grupos estudiantiles.

Una de las figuras clave de la oposición a Batista fue Fidel Castro, que había participado en la política de izquierdas desde la década de 1940 y había sido encarcelado tras un intento fallido de derrocar a Batista en 1953. Tras salir de la cárcel, Castro se exilió en México, donde formó el Movimiento 26 de Julio, que lanzó una guerra de guerrillas contra el régimen de Batista. El Movimiento 26 de Julio era sólo uno de los muchos grupos de oposición activos en Cuba en aquella época. Otros grupos notables eran el Partido Ortodoxo, dirigido por Eduardo Chibas, que abogaba por un gobierno limpio y reformas democráticas, y el Directorio Revolucionario, un grupo estudiantil que llevó a cabo acciones directas contra el régimen de Batista.

Al final, la oposición a Batista logró unirse en torno al objetivo común de derrocar la dictadura, y la Revolución Cubana consiguió derrocar al gobierno de Batista en 1959. La revolución provocó cambios significativos en la sociedad cubana, como la nacionalización de industrias y tierras, el establecimiento de un gobierno socialista y la estrecha relación entre Cuba y la Unión Soviética.

El gobierno estadounidense proporcionó apoyo económico y militar a Batista, y las empresas estadounidenses invirtieron grandes sumas en Cuba. Sin embargo, el apoyo estadounidense a Batista era profundamente impopular entre el pueblo cubano, que consideraba que Estados Unidos apoyaba a un dictador brutal que los oprimía. Cuando la Revolución Cubana cobró fuerza a finales de la década de 1950, Estados Unidos trató de socavarla e incluso intentó asesinar a Fidel Castro. Sin embargo, estos esfuerzos fueron infructuosos y, en 1959, Batista fue derrocado por las fuerzas revolucionarias lideradas por Castro.

Castro, un joven abogado, había participado en política desde la década de 1940 y estaba cada vez más desilusionado con el régimen de Batista. En 1953, dirigió un ataque fallido contra el Cuartel Moncada, un acontecimiento que se considera el inicio de la Revolución Cubana. Tras ser capturado y encarcelado, Castro fue liberado en 1955 como parte de una amnistía general y se exilió en México, donde continuó planeando su revolución. En México conoció al Che Guevara, un revolucionario argentino, y juntos formaron un ejército guerrillero para invadir Cuba.

El 2 de diciembre de 1956, Castro y su ejército desembarcaron en Cuba, pero su ataque inicial no tuvo éxito y la mayoría de los rebeldes murieron o fueron capturados. Sin embargo, Castro y un pequeño grupo consiguieron retirarse a las montañas de Sierra Maestra, donde se reagruparon e iniciaron una guerra de guerrillas contra las fuerzas de Batista. Durante los dos años siguientes, el ejército guerrillero de Castro creció en fuerza y apoyo por parte del pueblo cubano, desilusionado con el régimen corrupto y represivo de Batista. El gobierno estadounidense, que había apoyado a Batista, trató de socavar la revolución e incluso intentó asesinar a Castro.

A pesar de los esfuerzos estadounidenses, el 1 de enero de 1959 Batista huyó de Cuba y el ejército revolucionario de Castro entró en La Habana y declaró la victoria. La revolución provocó cambios significativos en la sociedad cubana, como la nacionalización de industrias y tierras, el establecimiento de un gobierno socialista y la estrecha relación entre Cuba y la Unión Soviética.

Los primeros pasos de la Revolución

Cuando Fidel Castro llegó a Cuba con su hermano Raúl y el Che Guevara en diciembre de 1956, al principio fueron recibidos con escepticismo e incredulidad por muchos cubanos que no creían que un pequeño grupo de rebeldes pudiera derrocar con éxito al régimen de Batista. Castro y sus seguidores se escondieron en Sierra Maestra, protegidos por campesinos que apoyaban su causa. Con el tiempo, Castro y sus seguidores aumentaron sus fuerzas mediante tácticas de guerra de guerrillas y ganándose el apoyo de las comunidades locales.

Al mismo tiempo, también había movimientos urbanos en Cuba que se oponían activamente al régimen de Batista mediante protestas, huelgas y otras formas de desobediencia civil. Estos movimientos desempeñaron un papel importante en el debilitamiento del régimen y en la concienciación de la opinión pública sobre la necesidad de un cambio en Cuba. Sin embargo, las tácticas de guerra de guerrillas empleadas por Castro y sus seguidores acabaron siendo decisivas para derrocar al régimen de Batista. Los rebeldes lanzaron ataques por sorpresa contra las fuerzas de Batista y desbarataron el control del régimen sobre el campo. A medida que la rebelión ganaba impulso, cada vez más cubanos se unían a su causa y, en 1959, el régimen de Batista había sido derrocado.

Castro (derecha) con su compañero revolucionario Camilo Cienfuegos entrando a La Habana el 8 de enero de 1959.

Las tácticas de guerra de guerrillas empleadas por Fidel Castro y sus seguidores empezaron a tener un mayor impacto en el régimen de Batista en 1958. Para entonces, los rebeldes habían podido aumentar sus fuerzas y establecer una estructura militar más eficaz, lo que les permitió lanzar ataques a mayor escala contra las fuerzas de Batista. Estados Unidos había apoyado inicialmente al régimen de Batista y había proporcionado armas y otras formas de ayuda a su gobierno. Sin embargo, a medida que la Revolución Cubana cobraba impulso y el régimen de Batista se volvía cada vez más brutal en la represión de las fuerzas de la oposición, Estados Unidos comenzó a distanciarse de Batista. En marzo de 1958, Estados Unidos suspendió los envíos de armas a Cuba, alegando su preocupación por las violaciones de los derechos humanos cometidas por el gobierno de Batista. Esta decisión afectó significativamente al equilibrio de poder en el conflicto, ya que privó al régimen de suministros militares críticos. Al mismo tiempo, las fuerzas guerrilleras bajo el liderazgo de Castro pudieron seguir creciendo y ampliando su control sobre el territorio cubano. A finales de 1958, los rebeldes habían lanzado una serie de exitosas campañas militares que habían debilitado gravemente a las fuerzas de Batista. La combinación del éxito militar de los rebeldes y la retirada del apoyo de Estados Unidos a Batista condujo finalmente a la caída del régimen. El 1 de enero de 1959, Batista huyó de Cuba, y los rebeldes liderados por Fidel Castro declararon la victoria de la Revolución Cubana.

Si bien es cierto que no todos los rebeldes que lucharon bajo el liderazgo de Castro eran marxistas, el propio Castro era un marxista-leninista comprometido que pretendía establecer un gobierno socialista en Cuba. En la ideología de Castro influyeron varios factores, como sus experiencias como activista estudiantil en La Habana en las décadas de 1940 y 1950, sus estudios de teoría marxista y su admiración por la Unión Soviética y su líder, José Stalin. En los años previos a la Revolución Cubana, Castro y sus seguidores desarrollaron un programa político claro que abogaba por el establecimiento de un Estado socialista en Cuba, haciendo hincapié en la reforma agraria, los derechos de los trabajadores y la nacionalización de industrias clave. Tras el derrocamiento del régimen de Batista, Castro y sus aliados pusieron rápidamente en práctica su programa socialista, nacionalizando industrias clave y redistribuyendo la tierra entre los campesinos. Cuba también estrechó lazos con la Unión Soviética, que proporcionó apoyo económico y militar al gobierno cubano. Con el tiempo, el programa político de Castro evolucionó y se identificó cada vez más con la ideología marxista-leninista. En 1965 declaró que la Revolución Cubana era una revolución socialista. Desarrolló una estrecha relación con la Unión Soviética, convirtiéndose en una de las principales figuras del movimiento comunista internacional.

Cuando los rebeldes liderados por Fidel Castro declararon la victoria de la Revolución Cubana en enero de 1959, no tenían un plan de gobierno totalmente desarrollado. Sin embargo, sí tenían algunas ideas y principios generales que pretendían implantar en el nuevo gobierno. Algunas de estas ideas eran lograr la independencia nacional de Estados Unidos, dar empleo al gran número de cubanos desempleados, mejorar las condiciones de vida en las zonas rurales y ampliar el acceso a la educación y la sanidad. En los primeros meses del nuevo gobierno, Castro y sus aliados trabajaron para poner en práctica estas ideas mediante una serie de iniciativas políticas. Por ejemplo, iniciaron un programa de reforma agraria, que consistía en expropiar grandes latifundios y distribuir la tierra entre pequeños agricultores y campesinos. También lanzaron una campaña para mejorar la sanidad y la educación, con especial atención a las zonas rurales, donde estos servicios solían escasear. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno se enfrentó a varios retos y obstáculos, como la resistencia de poderosos intereses de Cuba y Estados Unidos. Con el tiempo, Castro y sus aliados siguieron perfeccionando su programa político, haciendo cada vez más hincapié en la ideología marxista-leninista y en el establecimiento de un Estado socialista en Cuba.

El programa inicial de la Revolución Cubana no implicaba necesariamente una agenda comunista plenamente desarrollada, y seguía siendo visto con recelo por Estados Unidos y otras potencias occidentales, que lo consideraban una amenaza para sus intereses en la región. Estados Unidos había dominado durante mucho tiempo los asuntos económicos y políticos en Cuba, y el énfasis del nuevo gobierno en la soberanía nacional y la independencia representaba un desafío directo a esta hegemonía. Además, el gobierno estadounidense desconfiaba profundamente de cualquier movimiento político regional que pudiera alinearse con la Unión Soviética u otros países comunistas. A medida que se desarrollaba la Revolución Cubana, el programa político del gobierno se vio cada vez más influido por la ideología marxista-leninista, con un énfasis creciente en el socialismo y el establecimiento de una economía planificada. Esto, a su vez, aumentó las tensiones con Estados Unidos, que veía a Cuba como un puesto estratégico en la Guerra Fría. Los esfuerzos del gobierno estadounidense por socavar la Revolución Cubana formaban parte de un patrón más amplio de intervención e interferencia en los asuntos de los países latinoamericanos durante la Guerra Fría. A menudo, esta injerencia estaba motivada menos por la preocupación por el comunismo que por el deseo de mantener el dominio económico y político de Estados Unidos en la región.

Fidel Castro y sus seguidores eran muy conscientes de las amenazas que planteaban Estados Unidos y otras fuerzas exteriores. Tomaron medidas para proteger la revolución de injerencias externas. Entre otras medidas, reforzaron el ejército, establecieron estrechos vínculos con la Unión Soviética y promovieron un fuerte sentimiento de nacionalismo y antiimperialismo entre el pueblo cubano. Al mismo tiempo, el gobierno de Castro no toleraba la disidencia ni la oposición dentro del país y no estaba dispuesto a compartir el poder con otros grupos políticos. En los primeros años de la revolución, se produjeron purgas periódicas de presuntos contrarrevolucionarios y el gobierno adoptó una línea dura contra las supuestas amenazas a su autoridad. Parte de la razón de este enfoque fue la sensación de urgencia y crisis que caracterizó los primeros años de la revolución. El gobierno se veía a sí mismo inmerso en una lucha a vida o muerte por la supervivencia de la revolución y creía que cualquier desafío a su autoridad podría hacer descarrilar todo el proyecto. Con el tiempo, a medida que la revolución se afianzaba y la amenaza de intervención externa disminuía, el gobierno se volvió más tolerante con la disidencia y la oposición. Sin embargo, el legado de los primeros años de la revolución, con su énfasis en el poder centralizado y en un Estado de partido único, siguió configurando el panorama político de Cuba durante muchos años.

El gobierno cubano de Fidel Castro trató de crear coaliciones de apoyo para impulsar su programa político y ganar legitimidad popular. En los primeros años de la revolución, una amplia coalición de fuerzas políticas apoyó los objetivos del gobierno de justicia social, independencia nacional y antiimperialismo. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta coalición empezó a fracturarse y se produjeron luchas por el control del poder dentro del gobierno. Fidel Castro y sus partidarios mantuvieron una posición dominante mediante una combinación de tácticas, como la construcción de un culto a la personalidad en torno al propio Castro, la purga de disidentes y rivales potenciales y la movilización de las masas para apoyar a su gobierno. Los críticos del gobierno cubano sostienen que este énfasis en el control centralizado y en un Estado de partido único acabó socavando el potencial democrático de la revolución y reprimió el pluralismo político y la disidencia. Los partidarios de la revolución, por otro lado, sostienen que el énfasis del gobierno en la justicia social y la soberanía nacional representaba una alternativa genuina a la dominación de las potencias occidentales en la región, y que el enfoque del gobierno respecto a la organización política era necesario dadas las continuas amenazas a la revolución por parte de fuerzas externas.

Fidel Castro y su gobierno optaron por alinearse con el Partido Comunista de Cuba (PCC), que tenía un largo historial de oposición a la dictadura de Batista y era una de las pocas organizaciones políticas de Cuba capaz de mantener cierto grado de independencia respecto a Washington. Aunque el propio Castro no era comunista, reconoció las ventajas organizativas y políticas que podía ofrecer el PCC, sobre todo por su capacidad para movilizar el apoyo de las clases trabajadoras y los campesinos. El PCC también contaba con una infraestructura bien desarrollada de organizaciones locales y una base de activistas comprometidos, lo que lo convertía en un valioso aliado para el gobierno. Con el tiempo, la relación del gobierno con el PCC se profundizó y el partido pasó a desempeñar un papel cada vez más central en la política cubana. A finales de la década de 1960, el gobierno había adoptado formalmente una ideología marxista-leninista, y el PCC se había convertido en el único partido político legal del país. Mientras que algunos críticos sostienen que la adopción del comunismo por parte del gobierno representó una traición a los ideales originales de la revolución, otros afirman que fue una decisión pragmática que permitió al gobierno consolidar su poder y resistir las presiones externas de Estados Unidos y otras potencias occidentales.

La marcha triunfal de Fidel Castro de Santiago de Cuba a La Habana en enero de 1959 fue clave para movilizar a la población cubana tras la revolución. A medida que Castro y sus seguidores atravesaban la isla, eran recibidos por multitudes que los veían como héroes y libertadores. La marcha también permitió a Castro conseguir apoyo para su programa de gobierno y legitimidad popular. Pronunció discursos y celebró reuniones públicas a lo largo de la marcha, esbozando su visión de una nueva Cuba basada en la justicia social, la soberanía nacional y el antiimperialismo. En los meses siguientes, el gobierno continuó aprovechando este impulso para movilizar a las masas a través de diversos medios, como mítines masivos, organizaciones de base y la promoción de un culto a la personalidad en torno al propio Castro. Estos esfuerzos consiguieron generar un amplio apoyo al gobierno, especialmente entre la clase trabajadora y la población rural, históricamente marginadas bajo la dictadura de Batista.

Creación o reestructuración de organizaciones de masas (1959-1961)

Tras el triunfo de la revolución en 1959, Fidel Castro y su gobierno utilizaron diversos medios de comunicación para difundir su mensaje revolucionario y movilizar a la población cubana en torno a su causa. La televisión y la radio fueron especialmente importantes en este sentido. A través de sus discursos y apariciones regulares en televisión y radio, Fidel Castro se presentaba como un líder carismático comprometido con los intereses del pueblo cubano. Apelaba al patriotismo, al orgullo nacional y al deseo de una vida mejor, y presentaba el programa revolucionario de su gobierno como un medio para alcanzar estos objetivos. El estilo populista de liderazgo de Castro y su uso de los medios de comunicación fueron factores clave en su capacidad para movilizar el apoyo popular y crear un sentimiento de unidad nacional tras la revolución. Al presentarse como un defensor del pueblo y de la soberanía cubana, pudo aprovechar sentimientos populares muy arraigados y unir a la población en torno a la causa de su gobierno.

En los primeros años de la revolución, Fidel Castro y su gobierno trabajaron para crear y reestructurar una serie de organizaciones de masas, con la intención de movilizar a la población cubana en torno a su programa revolucionario y consolidar su control del poder. Muchas de estas organizaciones de masas se crearon con la ayuda del Partido Comunista, que desempeñó un importante papel de apoyo organizativo y orientación política. Algunas organizaciones que existían antes de la revolución, como la Federación de Estudiantes Universitarios y la Federación de Trabajadores Cubanos, también pasaron a estar bajo el control del gobierno y se incorporaron a la nueva estructura de organizaciones de masas. Estas organizaciones de masas incluían grupos como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), creados en 1960 para promover la vigilancia social y política y combatir las actividades contrarrevolucionarias. Otras organizaciones eran la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), entre otras. Con la creación de estas organizaciones de masas, Castro y su gobierno establecieron una poderosa red de apoyo y movilización popular, que contribuyó a reforzar su control sobre la sociedad cubana y a promover su programa revolucionario.

Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) fueron una de las organizaciones de masas más importantes creadas por el gobierno de Castro en los primeros años de la revolución. Los CDR se crearon en 1960 y crecieron rápidamente hasta convertirse en una poderosa red de organizaciones locales que servían de ojos y oídos del gobierno a nivel popular. La misión de los CDR era identificar y eliminar las actividades contrarrevolucionarias y promover las políticas sociales y sanitarias del gobierno a nivel local. Los CDR también eran responsables de organizar programas de vigilancia vecinal, distribuir propaganda gubernamental y movilizar el apoyo a las iniciativas del gobierno.

La afiliación a los CDR estaba abierta a todos los adultos, y el gobierno fomentaba encarecidamente la participación. A principios de la década de 1960, la mayoría de los adultos de Cuba eran miembros de los CDR, que sirvieron al gobierno como una poderosa herramienta para movilizar el apoyo popular y mantener el control sobre la sociedad cubana. Sin embargo, los CDR también fueron criticados por algunos como herramienta de represión y vigilancia, y siguen siendo un aspecto controvertido de la experiencia revolucionaria cubana.

Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) contaban con una amplia plantilla en los primeros años de la Revolución Cubana. Según algunas estimaciones, a principios de la década de 1960, los CDR contaban con más de 2 millones de miembros, aproximadamente un tercio de toda la población cubana de la época. Los CDR estaban organizados a nivel de base, con comités locales en cada barrio, lugar de trabajo y escuela. Los miembros de los CDR solían ser voluntarios comprometidos con la causa revolucionaria y dispuestos a trabajar en beneficio de sus comunidades.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) se creó en agosto de 1960 para movilizar a las mujeres en apoyo de la revolución e integrarlas en la vida política y social del país. La FMC desempeñó un papel importante en la promoción de la igualdad de género y los derechos de la mujer en Cuba y en la movilización de las mujeres para que participaran en las actividades revolucionarias y los programas gubernamentales. La Asociación de la Juventud Revolucionaria (AJR) también se creó en 1960 para movilizar a los jóvenes en apoyo de la revolución y promover su participación en actividades políticas y sociales. La AJR desempeñó un papel clave en la promoción de campañas de alfabetización y en la movilización de los jóvenes para que participaran en la defensa de la revolución. La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) se creó en 1961 para organizar y movilizar a los pequeños agricultores en apoyo de la revolución. La ANAP pretendía promover la reforma agraria y mejorar las condiciones de los pequeños agricultores, tradicionalmente marginados y explotados por los grandes terratenientes. La ANAP desempeñó un papel clave en la promoción de las cooperativas agrícolas y en la movilización de los pequeños agricultores para que participaran en el proceso revolucionario.

Tras la Revolución Cubana, Fidel Castro y sus allegados consolidaron el poder político y eliminaron a la oposición por diversos medios, como detenciones, encarcelamientos y ejecuciones. Muchos de los que inicialmente habían apoyado la revolución pero tenían opiniones diferentes fueron apartados u obligados a abandonar el país. El Partido Comunista, que había desempeñado un papel clave en la revolución, también se fortaleció y se convirtió en la fuerza política dominante del país. El gobierno de Castro aplicó políticas socialistas y nacionalizó muchas industrias y empresas, consolidando aún más el control sobre la economía y la sociedad.

Tras consolidar el poder, el gobierno de Castro aplicó políticas que condujeron a la concentración del poder en manos de un pequeño grupo de personas, incluidos él mismo y su familia. El gobierno reprimió la disidencia, restringió la libertad de expresión y de reunión, y controló los medios de comunicación y las instituciones religiosas. El sistema político se hizo más autoritario, con decisiones tomadas por un pequeño grupo de personas en lugar de mediante procesos democráticos. Aunque el gobierno aplicaba políticas socialistas, no era un verdadero Estado socialista, ya que no aplicaba plenamente los ideales del control obrero sobre los medios de producción. En cambio, mantuvo un férreo control sobre la economía y la sociedad.

Diplomacia y reformas económicas

Tras la Revolución Cubana, el gobierno dirigido por Fidel Castro intentó establecer relaciones diplomáticas y económicas con países no alineados y socialistas. Una de las figuras clave en este esfuerzo fue Ernesto "Che" Guevara, que viajó extensamente por Asia, África y Latinoamérica para establecer lazos con estos países.

Guevara creía que la Revolución Cubana sólo podría triunfar si se extendía a otros países e inspiraba movimientos similares por la justicia social y económica. También consideraba que la relación de Cuba con Estados Unidos era un obstáculo importante para el desarrollo del país y trató de romper esta dependencia estableciendo lazos con otras naciones. Además de los esfuerzos diplomáticos, el gobierno cubano puso en marcha una serie de reformas económicas para reducir la dependencia de Estados Unidos. Estas reformas incluyeron la nacionalización de industrias de propiedad extranjera, el establecimiento de empresas estatales y la colectivización de la agricultura. Sin embargo, estas políticas también tuvieron sus inconvenientes, como el descenso de la productividad, la escasez de bienes esenciales y la falta de incentivos para los trabajadores. Con el tiempo, el gobierno cubano siguió experimentando con diferentes modelos económicos, incluyendo un periodo de liberalización en la década de 1990 y un reciente giro hacia el control estatal bajo el liderazgo de Raúl Castro.

En mayo de 1959, el gobierno cubano puso en marcha una reforma agraria que expropió todas las propiedades de más de 40 hectáreas y las redistribuyó a cooperativas. Se prohibió a los extranjeros adquirir nuevas tierras como parte de esta reforma. La reforma agraria fue una de las principales iniciativas del nuevo gobierno. Su objetivo era redistribuir la tierra entre campesinos y pequeños agricultores, acabando con los latifundios que habían dominado la agricultura cubana durante décadas. El gobierno también nacionalizó una serie de industrias y empezó a aplicar políticas económicas que favorecían el control estatal de la economía. Estas políticas pretendían reducir la influencia de las empresas extranjeras en Cuba y aumentar el control del gobierno sobre los recursos del país.

En 1960, el gobierno cubano de Fidel Castro comenzó a nacionalizar empresas privadas cubanas y extranjeras. Esto incluía industrias como el petróleo, la electricidad, el azúcar, el transporte y las pequeñas empresas. El proceso de nacionalización continuó a lo largo de los años y, en 1968, casi todas las empresas privadas de Cuba habían pasado a manos del Estado.

Reformas sociales

La campaña de alfabetización fue una de las reformas sociales más importantes emprendidas por el gobierno cubano. Se puso en marcha en 1961 y, a lo largo de un año, más de 700.000 cubanos, en su mayoría jóvenes, se ofrecieron voluntarios para ir al campo a enseñar a leer y escribir a los campesinos analfabetos. Al final de la campaña, la tasa de analfabetismo había descendido del 23% a menos del 4%. Además de la campaña de alfabetización, el gobierno también llevó a cabo otras reformas sociales, como la mejora de las condiciones de trabajo, el aumento de los salarios y la reducción de los alquileres.

Los primeros años de la Revolución Cubana provocaron importantes cambios sociales y económicos en Cuba. El gobierno revolucionario puso en marcha varios programas sociales para mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano, como la campaña de alfabetización y la reforma de la vivienda. Además, el gobierno aplicó políticas para abordar los problemas de la pobreza y la desigualdad, como la reforma agraria, el aumento de los salarios y la reducción de los alquileres.

La nacionalización de la industria privada y de la propiedad extranjera también pretendía redistribuir la riqueza y los recursos en beneficio del pueblo cubano. Estas políticas condujeron a una transformación fundamental de la sociedad cubana, con algunos resultados positivos para la población. Sin embargo, también provocaron tensiones con Estados Unidos, que se oponía a la agenda socialista del gobierno cubano y percibía la nacionalización de la propiedad estadounidense como una amenaza para los intereses estadounidenses en la región.

Estados Unidos contra Cuba: Una confrontación de décadas

Fotografía de dos hombres estrechando la mano mientras muchos observadores aplauden. Encuentro de 1961 entre Fidel Castro y Jruschov.

Estados Unidos había apoyado al régimen de Batista en Cuba durante años antes de la revolución, proporcionando ayuda militar y económica a su gobierno. Sin embargo, tras la caída de Batista y el ascenso de Castro, el gobierno estadounidense empezó a preocuparse cada vez más por la alineación del gobierno revolucionario con la Unión Soviética y la expansión del comunismo en la región.

En un esfuerzo por reprimir la revolución, el gobierno estadounidense aplicó un embargo comercial a Cuba en 1960, que prohibía la mayoría de las exportaciones estadounidenses a Cuba y limitaba gravemente el acceso del país a los mercados internacionales. Estados Unidos también proporcionó apoyo militar y financiero a grupos anticastristas en Cuba, como la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, que fue un intento fallido de derrocar al gobierno de Castro. Además, el gobierno estadounidense intentó aislar diplomáticamente a Cuba, presionando a otros países de la región y de fuera de ella para que cortaran lazos con el gobierno cubano. Esto incluyó la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos en 1962.

La victoria de la revolución de Fidel Castro en Cuba tensó la relación entre Estados Unidos y Cuba y entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El gobierno estadounidense vio en el nuevo gobierno cubano una amenaza para sus intereses regionales, y la administración Eisenhower comenzó a trabajar para socavar el gobierno de Castro.

La reforma agraria en Cuba tuvo importantes consecuencias para Estados Unidos, sobre todo para las empresas estadounidenses que poseían grandes extensiones de tierra en Cuba, como la United Fruit Company. La expropiación de estas tierras sin compensación a los propietarios estadounidenses provocó un gran enfado y resentimiento en el gobierno de Estados Unidos y entre los intereses empresariales estadounidenses. La United Fruit Company, una empresa estadounidense, poseía una cantidad significativa de tierras en Cuba antes de que el gobierno cubano aplicara la reforma agraria. La nacionalización de sus propiedades en Cuba fue un duro golpe para sus intereses comerciales, y presionaron al gobierno estadounidense para que tomara medidas contra la revolución cubana. El gobierno de Estados Unidos, influido por la United Fruit Company y otros intereses empresariales, promulgó políticas para socavar la revolución cubana y apoyar a las fuerzas contrarrevolucionarias.

Además, el gobierno estadounidense veía la revolución cubana como una amenaza para sus intereses regionales, ya que Cuba se alineaba ahora con la Unión Soviética y otros países socialistas. Estados Unidos comenzó a imponer sanciones económicas a Cuba, incluido un embargo comercial, y empezó a explorar formas de derrocar al gobierno de Castro. Esto culminó en la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, a la que siguieron una serie de intentos de asesinar a Castro.

En 1960, las tensiones entre Estados Unidos y Cuba comenzaron a aumentar y la CIA empezó a conspirar para derrocar o asesinar a Fidel Castro. En abril de 1961, la CIA lanzó la invasión de Bahía de Cochinos, un intento de derrocar al gobierno cubano por parte de un grupo de exiliados cubanos entrenados y apoyados por Estados Unidos. Sin embargo, la invasión fracasó, lo que condujo a un fortalecimiento de la relación entre Cuba y la Unión Soviética, que acabaría desembocando en la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962.

Los misiles soviéticos regresan a Cuba.

A medida que Cuba se aislaba cada vez más de Estados Unidos y del mundo occidental, los revolucionarios cubanos se dirigieron a la Unión Soviética en busca de apoyo económico y político. En febrero de 1960, el primer ministro soviético Nikita Jruschov envió una delegación a La Habana para establecer relaciones diplomáticas con el nuevo gobierno cubano. En mayo de 1960, la Unión Soviética acordó proporcionar a Cuba ayuda económica, incluido petróleo, y comprar azúcar y otros productos cubanos. Esto marcó el comienzo de una estrecha relación entre Cuba y la Unión Soviética que duraría hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991. En respuesta a la nacionalización de propiedades estadounidenses en Cuba, el gobierno de Estados Unidos impuso un embargo comercial a Cuba en octubre de 1960, que prohibía todo comercio entre los dos países excepto alimentos y medicinas no subvencionados. El embargo se reforzó posteriormente con la Ley de Asistencia Exterior de 1962, que amplió el embargo para incluir casi todo el comercio con Cuba, y las Normas de Control de Activos Cubanos, que congelaron los activos cubanos en Estados Unidos. El embargo sigue vigente en la actualidad, aunque en los últimos años se han suavizado algunas restricciones.

En enero de 1961, Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba, tras la nacionalización de propiedades estadounidenses por parte del gobierno cubano. Se cerró la embajada de Estados Unidos en La Habana y la embajada de Cuba en Washington DC. Los dos países no han mantenido relaciones diplomáticas formales desde entonces, aunque ha habido intentos de mejorar las relaciones en diversos momentos.

El presidente Kennedy aprobó finalmente la operación a pesar de las dudas iniciales sobre el plan de invasión de Bahía de Cochinos heredado de la anterior administración Eisenhower. La invasión se lanzó en abril de 1961, pero pronto quedó claro que las fuerzas cubanas eran mucho más fuertes de lo esperado y la operación fracasó. Estados Unidos sufrió un gran bochorno, y la relación de Cuba con la Unión Soviética se profundizó como consecuencia de ello.[18][19][20][21][22][23] Tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, el régimen de Fidel Castro detuvo a unas 100.000 personas, entre ellas presuntos opositores y disidentes, como parte de la represión de las actividades antigubernamentales. El fracaso de la invasión también provocó un mayor deterioro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Fidel Castro desempeñó un papel fundamental en la Crisis de los Misiles de 1962. En aquel momento, la Unión Soviética se enfrentaba a una importante desventaja militar frente a Estados Unidos, que contaba con un importante arsenal nuclear y estaba en condiciones de lanzar ataques nucleares contra la URSS. Para restablecer este equilibrio, la Unión Soviética decidió instalar misiles nucleares en Cuba, situada a sólo 90 millas de la costa de Florida, lo que permitiría a la URSS lanzar ataques nucleares contra Estados Unidos en caso de conflicto.

En un principio, Castro se mostró ambivalente ante la idea de instalar misiles soviéticos en Cuba y no pareció apreciar la gravedad de la situación. Sin embargo, a medida que la crisis se agravaba y las tensiones aumentaban, empezó a ver los misiles como una forma de disuadir a Estados Unidos de atacar Cuba y de reforzar la relación entre Cuba y la Unión Soviética. Cuando el presidente John F. Kennedy descubrió la presencia de misiles soviéticos en Cuba, ordenó el bloqueo naval de la isla para impedir la entrega de más misiles. Esto puso a Castro en una posición difícil, ya que no quería dar marcha atrás y retirar los misiles. Sin embargo, tampoco quería agravar el conflicto y arriesgarse a un enfrentamiento militar con Estados Unidos.

Finalmente, fue la Unión Soviética la que decidió retirar los misiles tras negociar un acuerdo con Estados Unidos en el que éste se comprometía a no invadir Cuba y a retirar los misiles que tenía estacionados en Turquía. Castro no participó directamente en las negociaciones, y no está claro cuál fue su postura sobre la resolución de la crisis. Sin embargo, la crisis tuvo implicaciones significativas para Cuba. Consolidó aún más la relación entre Cuba y la Unión Soviética. Dejó claro que Estados Unidos estaba preparado para actuar agresivamente contra Cuba si sentía amenazados sus intereses de seguridad nacional. Esto condujo a un aumento de la represión política y la censura en Cuba, ya que Castro intentaba mantener el control sobre la población e impedir cualquier disidencia u oposición.

En 1965, Castro declaró que la revolución cubana era una revolución marxista-leninista y que Cuba era un Estado socialista. Esta declaración marcó un punto de inflexión en la revolución, ya que Cuba comenzó a alinearse más estrechamente con la Unión Soviética y otros estados socialistas y a adoptar políticas y prácticas socialistas.

Conclusiones: El legado de la Guerra Fría en América Latina y Cuba

La Revolución Cubana liderada por Fidel Castro fue un acontecimiento significativo en la historia de América Latina y del mundo. Castro, que subió al poder en 1959, lideró una revolución socialista que transformó el panorama político, social y económico del país. La revolución trajo consigo grandes cambios, como la reforma agraria, la nacionalización de empresas privadas y la puesta en marcha de programas de bienestar social. Sin embargo, la revolución también supuso la concentración del poder político en manos de Castro y sus socios, la supresión de la disidencia política y la eliminación de la libertad de prensa y las libertades civiles. Estados Unidos, que hasta entonces había apoyado al gobierno cubano, se volvió contra Castro e impuso un embargo económico que sigue vigente hoy en día.

El alineamiento de Castro con la Unión Soviética durante la Guerra Fría avivó aún más las tensiones con Estados Unidos, que culminaron en la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. A pesar de los riesgos, Castro estuvo dispuesto a permitir la instalación de misiles nucleares soviéticos en suelo cubano, lo que llevó al mundo al borde de la guerra nuclear. En última instancia, la Revolución Cubana y sus consecuencias tuvieron implicaciones de gran alcance para América Latina y el mundo. Aunque trajo consigo reformas sociales y un sentimiento de identidad nacional, también reforzó las tendencias autoritarias y provocó dificultades económicas a largo plazo para el pueblo cubano.

La Guerra Fría afectó significativamente a América Latina, ya que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban la influencia y el control de la región. Muchos regímenes autoritarios, a menudo apoyados por Estados Unidos, llegaron al poder en América Latina durante la Guerra Fría. Estos regímenes se caracterizaron a menudo por los abusos de los derechos humanos, la represión política y la desigualdad económica. La caída de la Unión Soviética en 1989 marcó el final de la Guerra Fría y trajo cambios significativos a América Latina. Muchos países de la región iniciaron la transición hacia la democracia y adoptaron políticas económicas más abiertas y orientadas al mercado. Sin embargo, el legado de la Guerra Fría y su impacto en América Latina sigue sintiéndose hoy en día.

Anexos

Referencias

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