Golpes de Estado y populismos latinoamericanos

De Baripedia


El auge de las ideologías populistas en América Latina tras la Primera Guerra Mundial se debió a una serie de factores, como el fracaso de los gobiernos democráticos liberales a la hora de abordar las necesidades económicas y sociales de las masas, la pobreza y desigualdad generalizadas y la inestabilidad política generalizada. La Gran Depresión de 1929 tuvo un efecto devastador en la región, exacerbando los problemas existentes y provocando disturbios generalizados y violencia política.

En Colombia, el periodo estuvo marcado por el ascenso de Jorge Eliécer Gaitán y su movimiento populista, que prometía atender las necesidades de la clase pobre y trabajadora. Sin embargo, el asesinato de Gaitán en 1948 desencadenó un periodo de violencia política conocido como "La Violencia", que duró más de una década.

En Cuba, la década de 1930 vio el ascenso del líder populista Fulgencio Batista, que prometió atender las necesidades de los pobres y la clase trabajadora. Sin embargo, su régimen se caracterizó por la corrupción generalizada y la violencia política, y acabó siendo derrocado por Fidel Castro y el movimiento comunista en 1959.

En Brasil, Getúlio Vargas llegó al poder en 1930, prometiendo atender las necesidades de la clase trabajadora y los pobres. A pesar de aplicar inicialmente una serie de reformas, entre ellas un salario mínimo y leyes laborales, el régimen de Vargas se hizo cada vez más autoritario y acabó siendo derrocado en 1945.

En este artículo se examinan los cambios políticos, económicos y sociales que se produjeron en América Latina entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1929 y que propiciaron la aparición de ideologías populistas. Pretende examinar los efectos de la Gran Depresión en América Latina en su conjunto, centrándose posteriormente en tres estudios de caso específicos: Colombia, Cuba y Brasil.

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Los años veinte: Un punto de inflexión en la historia de América Latina

En la década de 1920, América Latina experimentó importantes cambios económicos, políticos y sociales. Las economías de la región experimentaron un auge tras la Primera Guerra Mundial que duró hasta finales de los años veinte. La prosperidad estuvo impulsada por factores como el aumento de la demanda de productos latinoamericanos y las favorables condiciones económicas mundiales.

Este periodo de la historia latinoamericana se conoce como la "danza de los millones" debido al rápido crecimiento del producto nacional bruto en muchos países y a la afluencia de inversiones extranjeras, sobre todo de Estados Unidos, a los países sudamericanos. El término refleja la aparente prosperidad y optimismo de la época, ya que las economías de la región estaban en auge y muchos veían una oportunidad de riqueza y éxito.

Durante la "danza de los millones", las inversiones extranjeras en América Latina aumentaron significativamente, y las economías de la región siguieron dependiendo en gran medida de la exportación de productos agrícolas y minerales para adquirir las divisas necesarias para importar bienes manufacturados. El descenso de las importaciones europeas debido a la Gran Guerra creó una oportunidad para la industrialización en muchos países latinoamericanos. Sectores como el textil, la producción de alimentos y bebidas, los materiales de construcción y la fabricación de instrumentos experimentaron un crecimiento significativo durante este periodo. Esto marcó un punto de inflexión en el desarrollo económico de la región y señaló un cambio hacia una economía más diversificada e industrializada.

La Gran Guerra en Europa también marcó el inicio del imperialismo estadounidense en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica. Estados Unidos vio en el conflicto una oportunidad para extender su influencia y control sobre la región, especialmente en sectores anteriormente dominados por los británicos. Esto marcó un cambio en el equilibrio de poder y la aparición de Estados Unidos como actor dominante en la política y la economía de América Latina. La intervención estadounidense en la región trajo consigo cambios significativos, como el establecimiento de gobiernos favorables a Estados Unidos, la introducción de la democracia al estilo estadounidense y la expansión de los intereses económicos estadounidenses. Este periodo marcó el comienzo de la hegemonía estadounidense en la región, que tendría efectos duraderos en el panorama político y económico de América Latina.

Estos cambios en el panorama político y económico de América Latina durante la "danza de los millones" impactaron profundamente en la sociedad. Continuaron las tendencias iniciadas en la década de 1850, con el declive del pequeño campesinado en favor de las grandes haciendas y la concentración de la mano de obra en determinados sectores, como las plantaciones, las minas, las fábricas, el transporte, la administración, la función pública y los servicios. La progresiva mecanización de la agricultura, junto con la inmigración masiva de europeos a países como Argentina y Brasil, provocó el desplazamiento de muchos pequeños agricultores y aparceros, que se vieron obligados a emigrar a las ciudades en busca de nuevas oportunidades. Esta migración del campo a la ciudad se conoce como el "éxodo rural". Estos cambios sociales contribuyeron al aumento de la pobreza y la desigualdad en la región. Sentaron las bases para el surgimiento de ideologías populistas que ofrecieran soluciones a los retos a los que se enfrentaban la clase trabajadora y los pobres.

La rápida industrialización y urbanización de la región provocó un cambio significativo en la estructura de la población de América Latina. El porcentaje de la población que vivía en zonas rurales disminuyó drásticamente, del 75% en Argentina al 90% en Perú y Centroamérica, a medida que los emigrantes rurales acudían a las ciudades en busca de nuevas oportunidades. La creciente población de las ciudades planteó nuevos retos a las élites tradicionales, ya que cada vez resultaba más difícil mantener el orden social frente a la pobreza y la desigualdad. El paso de las sociedades rurales a las urbanas fue un rasgo definitorio del periodo, y tendría efectos duraderos en el panorama político y económico de la región.

Los cambios provocados por la "danza de los millones" y el desplazamiento hacia sociedades urbanas se vieron agravados por el desarrollo del comercio y las redes de comunicación. Esto permitió el intercambio de ideas e ideologías a través de las fronteras y la llegada de nuevos grupos de inmigrantes. De México llegaron nuevas ideologías políticas y sociales, así como de la Europa socialista y fascista y de la Rusia bolchevique. La llegada de inmigrantes judíos también aportó nuevas perspectivas e ideas a la región. Todos estos factores contribuyeron a una creciente efervescencia social y política, mientras las élites tradicionales luchaban por mantener el control frente a estos nuevos desafíos. La intersección de estas fuerzas preparó el terreno para el surgimiento de ideologías populistas que definirían el panorama político de América Latina en los años venideros.

La afluencia de nuevas ideologías y perspectivas desafió el control dominante de las élites tradicionales y de la Iglesia católica. La llegada de estas nuevas ideas amenazó el orden existente, y los regímenes de orden y progreso que habían estado en vigor durante décadas ya no pudieron mantenerse en el poder. El impacto de estos acontecimientos se dejó sentir en toda América Latina, ya que el panorama político y social de la región se transformó. El auge de nuevas ideologías, combinado con el aumento de la pobreza y la desigualdad provocadas por la industrialización y la urbanización, preparó el terreno para los movimientos populistas que definirían la región en los años venideros.

La afluencia masiva de emigrantes rurales transformó las ciudades y la cultura urbana de América Latina. En todos los países, personas de diferentes regiones culturales se reunieron en las capitales y grandes ciudades, creando un crisol de diversos orígenes y tradiciones. El impacto de esta migración se dejó sentir en todos los aspectos de la vida urbana, desde el crecimiento de barrios marginales y chabolas hasta la transformación de normas y valores culturales. La llegada de estos emigrantes rurales trajo consigo nuevos retos y oportunidades, ya que lucharon por adaptarse a un entorno urbano desconocido y encontrar un lugar en el panorama social y económico de la región, que cambiaba rápidamente.

A pesar de enfrentarse a menudo al rechazo y la discriminación, estos emigrantes rurales desempeñaron un papel importante en la integración nacional. Su presencia en las ciudades trajo consigo sus tradiciones regionales y su patrimonio cultural, enriqueciendo el tejido urbano. La necesidad de alfabetización en la vida urbana llevó a un crecimiento de la educación, con un mayor acceso a las escuelas, lo que se tradujo en una población más alfabetizada. Además, la llegada de la radio y el cine a las ciudades durante la década de 1920 añadió una nueva dimensión a la vida urbana y proporcionó nuevas vías de comunicación, entretenimiento y expresión cultural. Estos acontecimientos trajeron consigo nuevos retos y oportunidades, y contribuyeron a conformar la emergente identidad nacional de América Latina en los años venideros.

Durante las décadas de 1910 y 1920 se produjeron otros cambios sociales significativos en América Latina. Surgió una nueva clase media: intelectuales, pequeños comerciantes, empresarios, profesores y funcionarios de las capitales y las grandes ciudades. Este grupo buscaba estabilidad y un lugar en la sociedad, pero ya no deseaba ser controlado por las élites tradicionales ni por el capital extranjero. El ascenso de esta nueva clase media aportó nuevas perspectivas, ideas y aspiraciones, y contribuyó a configurar el panorama político, social y cultural de la región. Este grupo desempeñó un papel importante en el creciente sentimiento de identidad nacional y en el desarrollo de una sociedad más democrática e integradora.

En esta época también crecía el número de estudiantes universitarios, principalmente hombres jóvenes de clase media alta. Estos estudiantes aportaron nueva energía, ideas y ambiciones a las universidades, y contribuyeron a configurar la vida intelectual y cultural de la región. El crecimiento de la población estudiantil también reflejaba cambios sociales y económicos más amplios, ya que cada vez más familias intentaban proporcionar a sus hijos una educación superior y mayores oportunidades en el futuro. El crecimiento de esta élite intelectual ayudó a crear nuevas vías de compromiso político y cultural, y desempeñó un papel importante en la configuración del futuro de América Latina.

En 1918, los estudiantes se convirtieron en una fuerza política en América Latina. Reclamaban la autonomía universitaria y estaban influidos por diversas ideologías, como el socialismo, el anarquismo, la Revolución Mexicana y el indigenismo. Este despertar del activismo político estudiantil reflejaba un creciente interés por el desarrollo de sus respectivos países y por la educación de las clases trabajadoras. Los estudiantes se veían a sí mismos como agentes de cambio y trataban de utilizar su nueva voz política para dar forma al futuro de América Latina. Este periodo marcó el comienzo de una nueva era de compromiso político e intelectual regional. Los estudiantes seguirían desempeñando un papel importante en la configuración de su futuro.

En la década de 1920, los trabajadores de diversos sectores industriales empezaron a organizarse en sindicatos y mostraron interés por las ideologías socialista, anarquista y comunista. Esta tendencia se vio influida en gran medida por los inmigrantes europeos que trajeron consigo estas ideologías a América Latina. Sectores como las minas estatales, las fábricas, el petróleo y las fábricas de cigarrillos se vieron especialmente afectados por esta tendencia, ya que los trabajadores de estas industrias intentaron mejorar sus condiciones laborales y salariales a través de la acción colectiva. Este fue un acontecimiento significativo, ya que marcó el comienzo del trabajo organizado en América Latina y señaló una creciente conciencia entre los trabajadores de sus derechos y de la importancia de la acción colectiva para lograr sus objetivos.

Los militares, una importante fuente de empleo e influencia política, se convirtieron en un actor fundamental en la evolución política y social de América Latina durante esta época. Cada vez con mayor frecuencia se produjeron golpes de Estado militares, a menudo dirigidos por jóvenes oficiales que pretendían modernizar sus países, pero también afirmar su propio poder. El auge de ideologías populistas, como las de los regímenes militares de México y el gobierno populista de Getulio Vargas en Brasil, reflejaba el creciente descontento de las clases trabajadoras urbanas y las poblaciones rurales con los sistemas políticos y económicos existentes. Estos cambios tendrían un profundo impacto en América Latina en los años venideros, incluyendo los devastadores efectos de la Gran Depresión de 1929.

En respuesta al cambiante panorama social y económico, el ejército se posicionó cada vez más como fuerza política, liberándose del control de los partidos tradicionales y de la Iglesia católica. Este cambio marcó la aparición del ejército como alternativa potencial al statu quo en América Latina.

Esto da lugar a la aparición de una nueva fuerza política, los militares, que pretenden presentarse como alternativa a los partidos políticos tradicionales y a la Iglesia católica. Los oficiales, procedentes principalmente de la clase media y de ciudades de provincias, pretenden que el ejército desempeñe un papel más activo en el desarrollo económico del país.

Esto conduce a un cambio hacia un sistema político más democrático y a la participación en la esfera política de grupos anteriormente marginados, como las mujeres y las personas de clase trabajadora.

La influencia de las ideologías de extrema derecha crece entre los políticos y militares latinoamericanos. Con la llegada de nuevas tecnologías como el cine y la radio, estos políticos pueden ahora ampliar su alcance y difundir su discurso a un público más amplio, configurando el panorama político de la nación.

Los populismos latinoamericanos

Es en este contexto que los populismos latinoamericanos tomaron forma en la década de 1920. Estos populismos dominaron la política desde los años 30 hasta los años 50.

El populismo se asocia a menudo con Perón, pero lo es más tarde, porque surfea en una ola de las décadas de 1920 y 1930.

El populismo latinoamericano de esa época era un movimiento que intentaba integrar a las clases trabajadoras en la política nacional sin cambiar el orden social; se dirigía principalmente a las masas urbanas, los trabajadores, la pequeña burguesía, los pensionistas, los migrantes rurales, los estudiantes, los intelectuales y los soldados.

Se trata de clases urbanas cuya radicalización amenaza con provocar una revolución social con el temor de perder el orden social. El populismo rechaza la lucha de clases por la solidaridad entre clases, defendiendo la idea de un estado corporativista que conduciría jerárquicamente a la familia nacional entre coaliciones verticales de patronatos.

Rafael Molina Trujillo.

El populismo en América Latina se caracterizó a menudo por un líder carismático que tenía una fuerte conexión emocional con el pueblo. Este líder solía ser visto como una figura machista, caracterizada por la fuerza, el autoritarismo y la simpatía por las necesidades del pueblo. El líder carismático era visto como la encarnación de la voluntad popular, y su atractivo personal y conexión emocional con las masas eran elementos clave del movimiento populista.

El líder populista en América Latina era visto a menudo como una figura benevolente y paternalista que comprendía y protegía al pueblo. Al mismo tiempo, no toleraba la oposición y podía ser autoritario en su enfoque. Utilizó los medios de comunicación para ganarse el apoyo popular y construir su marca personal, pero el movimiento en sí no tenía una ideología compleja. Se centraba en el nacionalismo y en una vaga promesa de desarrollo con justicia social. El líder era visto como la encarnación de la voluntad popular, y la conexión emocional con las masas fue clave para el éxito del movimiento.

La fuerte intervención del Estado en los asuntos económicos y sociales fue un aspecto clave del populismo latinoamericano. Para distraer la atención de los conflictos sociales internos, el líder populista solía intentar unificar a las masas contra un enemigo extranjero común, como el imperialismo estadounidense, los inmigrantes chinos, los inmigrantes afrocaribeños o los inmigrantes judíos (en el caso de Argentina). Esto ayudó a crear un sentimiento de unidad y solidaridad nacional, pero también sirvió para distraer la atención de las tensiones sociales y económicas subyacentes en el país.

El gobierno de Rafael Trujillo en la República Dominicana se considera uno de los ejemplos más extremos del populismo latinoamericano. Trujillo fue entrenado en la Guardia Nacional por los marines estadounidenses y permaneció en el poder durante muchos años, gobernando con mano de hierro. En 1937, ordenó la masacre de entre 15.000 y 20.000 campesinos haitianos por parte del ejército en la frontera, lo que se considera una de las peores atrocidades contra los derechos humanos de la historia latinoamericana. A pesar de ello, Trujillo mantuvo el apoyo popular entre ciertos sectores de la población, debido en parte al uso que hizo de los medios de comunicación de masas para construir un culto a la personalidad y a sus afirmaciones de ser un líder fuerte y benevolente que trabajaba para proteger a la nación de amenazas extranjeras.

El impacto de la Gran Depresión en América Latina

Consecuencias económicas

La Gran Depresión afectó significativamente a las economías latinoamericanas, especialmente a los países que dependían en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos o Europa. La caída de la demanda de sus productos y el descenso de los precios de las materias primas provocaron una fuerte contracción de sus economías y una disminución del nivel de vida. Los efectos de la depresión se dejaron sentir durante varias décadas y contribuyeron a configurar el panorama político y económico de la región.

La caída del consumo estadounidense tuvo un efecto cascada en las economías latinoamericanas, provocando una disminución de la demanda de sus exportaciones y un descenso de sus ingresos. Esto, combinado con el descenso de los precios de las materias primas, provocó una fuerte contracción de sus economías y una disminución de su nivel de vida. La inestabilidad económica causada por la Gran Depresión tuvo efectos duraderos en la región y contribuyó al malestar político y social en muchos países.

Implicaciones sociales

La recesión económica causada por la Gran Depresión provocó la pérdida generalizada de puestos de trabajo y el desempleo, sobre todo en las zonas rurales, donde muchas personas trabajaban en la agricultura y la minería. Los trabajadores que perdieron su empleo emigraron a las ciudades en busca de trabajo, lo que provocó un aumento de la pobreza urbana y del hacinamiento. El aumento del desempleo y el subempleo también afectó significativamente a las familias y las comunidades, causando dislocación y malestar social. La Gran Depresión tuvo consecuencias sociales de gran alcance, contribuyendo al aumento de la diferencia de ingresos y al descenso del nivel de vida de muchas personas.

Los efectos de la Gran Depresión se dejaron sentir de forma diferente en los distintos países, dependiendo de su desarrollo económico y sus niveles de pobreza. En América Latina, donde la pobreza ya estaba muy extendida, el aumento de la pobreza y el desempleo causado por la depresión fue grave. Sin embargo, puede que no fuera tan notable como en Estados Unidos, donde el contraste entre la prosperidad previa y posterior a la depresión fue más marcado.

Repercusiones políticas

La crisis económica provocada por la Gran Depresión tuvo importantes repercusiones políticas en América Latina. Entre 1930 y 1935, muchos países de la región experimentaron cambios de régimen, algunos pacíficos y otros violentos. La pobreza generalizada, el desempleo y el malestar social alimentados por la depresión crearon un entorno políticamente inestable que se prestaba a la aparición de líderes autoritarios que prometían restaurar el orden y la estabilidad. Estas convulsiones políticas contribuyeron al declive de las instituciones democráticas y al ascenso de regímenes autoritarios o militares, que tuvieron consecuencias duraderas para la región.

Estados Unidos, que se enfrentaba a su propia crisis económica durante la Gran Depresión, no pudo proporcionar el apoyo financiero y la intervención que había ofrecido anteriormente a los países latinoamericanos. La política de "buena vecindad", que pretendía fomentar las relaciones amistosas y evitar la intervención en los asuntos de otros países, fue insuficiente para evitar las convulsiones políticas y los golpes de Estado en la región. La inestabilidad política provocada por la depresión y la ausencia de apoyo estadounidense crearon un entorno propicio para el ascenso de líderes autoritarios que prometieron restaurar el orden y la estabilidad. Este periodo marcó un punto de inflexión en la relación entre Estados Unidos y América Latina y tuvo consecuencias de gran alcance para la región.

El caso de Colombia: crisis absorbida por los caficultores

Factores económicos

Colombia fue uno de los países de América Latina más afectados por la Gran Depresión. Su economía dependía en gran medida de las exportaciones de café, que se destinaban en un 75% a Estados Unidos. A pesar de la grave crisis económica provocada por la caída de la demanda de exportaciones, Colombia no experimentó un cambio repentino de poder, a diferencia de muchos otros países de la región. Por el contrario, la crisis fue absorbida en gran medida por los cafeteros, que se enfrentaron a la caída de los precios y los ingresos como consecuencia de la depresión. El impacto económico y social de la depresión se sintió de forma aguda en las regiones cafeteras de Colombia y tuvo consecuencias de gran alcance para el país.

Tras el inicio de la Gran Depresión en 1929, el precio mundial del café cayó en picado, lo que provocó una importante disminución de los ingresos de los caficultores colombianos. Esto provocó una disminución de las importaciones y una contracción de la economía, pero en comparación con otros países latinoamericanos, Colombia salió relativamente mejor parada. El volumen de exportaciones cayó sólo un 13%, y el Producto Nacional Bruto (PNB) disminuyó sólo un 2,4%. A diferencia de muchos otros países de la región, Colombia no experimentó un golpe de estado o una revolución durante este periodo. En su lugar, se produjo una transferencia histórica de poder del partido Conservador al partido Liberal, como resultado de un sistema político que marginó al partido Liberal y permitió a los Conservadores mantener el control durante más de 50 años. Esta transferencia de poder se produjo tras la división del partido Conservador y la elección de un presidente Liberal en 1930.

La experiencia de Colombia durante la Gran Depresión puede aportar valiosas ideas y lecciones para comprender acontecimientos y reacciones similares que puedan producirse en el presente o en el futuro. Estudiar las experiencias históricas de los países en tiempos de crisis económica puede ayudar a arrojar luz sobre la forma en que los distintos países y regiones responden a retos similares y puede informar la toma de decisiones en el presente.

La transición de la economía colombiana durante la Gran Depresión se vio influida por la forma de producir café. El cambio hacia el cultivo del café a pequeña escala y la transferencia de la propiedad de los grandes terratenientes a los pequeños agricultores ayudaron al país a absorber en cierta medida el impacto económico de la Gran Depresión. Al descentralizar la industria cafetera y repartir el riesgo entre muchos pequeños agricultores, el país pudo mitigar el impacto de la caída de los precios del café y de los ingresos de exportación en la economía general. Esto demuestra cómo una economía diversificada puede ser más resistente en tiempos de crisis.

Durante la Gran Depresión, los pequeños caficultores de Colombia se vieron muy afectados por la caída de los precios. Los antiguos latifundistas, que habían pasado a comprar y exportar café, pudieron capear mejor la crisis porque no tenían que soportar los costes directos de la producción de café. En cambio, los pequeños agricultores tuvieron que seguir trabajando duro para producir café a pesar de los bajos precios, lo que se tradujo en su explotación y en mayores dificultades económicas. Esto demuestra cómo las crisis económicas pueden afectar desproporcionadamente a las comunidades vulnerables, perpetuando los ciclos de pobreza y desigualdad.

Esta semiautarquía ayudó en cierta medida a los pequeños caficultores de Colombia durante la Gran Depresión. Al tener su propio huerto, podían producir parte de sus alimentos, lo que reducía su dependencia del mercado y les permitía sobrevivir a pesar de los bajos precios del café. Esto demuestra cómo las comunidades locales y los hogares pueden adoptar estrategias de autosuficiencia para hacer frente a las crisis económicas y las presiones externas. Sin embargo, también pone de relieve las limitaciones de estas estrategias y la necesidad de soluciones sistémicas más amplias para abordar las causas profundas de la inestabilidad económica.

Dinámica política

Alfonso López Pumarejo, Presidente de la República de Colombia de 1934 a 1938 y de 1942 a 1946.

Esta división de los conservadores condujo a la transferencia del poder al partido liberal en 1930 y marcó un cambio en la política colombiana. A pesar de las dificultades económicas a las que se enfrentó el país durante la Gran Depresión, no se produjeron grandes disturbios políticos ni golpes de estado, lo que contrastó con las experiencias de muchos otros países latinoamericanos.

El programa populista y las reformas de Alfonso López abordaron los impactos sociales y económicos de la Gran Depresión en Colombia. Introdujo medidas como el sufragio universal para los hombres, programas de educación, sindicalización y reconocimiento de las comunidades indígenas para mejorar el nivel de vida y reducir la desigualdad en el país. Esto marcó un cambio hacia políticas y reformas más progresistas destinadas a abordar las dificultades sociales y económicas generalizadas a las que se enfrentaba la población colombiana debido a la Gran Depresión.

No fue hasta 1934 cuando Alfonso López fue elegido e inició un programa populista conocido como "revolución en marcha". Este programa estaba inspirado en la revolución mexicana e incluía una pequeña reforma constitucional, el sufragio universal para los hombres y programas de educación y sindicalización. También había un pequeño reconocimiento de las comunidades indígenas de Colombia.

La "Revolución en Marcha" de López fue un intento de abordar algunos de los problemas sociales y económicos que habían surgido tras la Gran Depresión, como la pobreza, la desigualdad y el desempleo. Aunque sus reformas fueron limitadas, representaron un importante paso adelante para el país y marcaron un cambio hacia un panorama político más progresista.

En 1938, López fue apartado del poder en un golpe militar, poniendo fin a su programa populista y reformista. El régimen militar de extrema derecha que asumió el poder reprimiría a la oposición política y a los sindicatos, e invertiría gran parte de los avances logrados bajo la administración de López.

Bajo la presidencia de Alfonso López, el liberalismo obtuvo el apoyo de una parte de la población urbana y de la clase trabajadora. Sin embargo, a pesar de este éxito, las zonas rurales, en particular las pequeñas comunidades cafeteras, no se vieron afectadas por los esfuerzos de López. Estos pequeños agricultores llevaban mucho tiempo sufriendo la autoexplotación, y la presión de sus circunstancias acabó culminando en una guerra civil durante la Segunda Guerra Mundial, conocida como la "violencia", que provocó la muerte de más de 250.000 campesinos y una migración rural masiva.

Cuba: Revolución y golpe de Estado militar

En el siglo XX, Cuba se hizo cada vez más dependiente de Estados Unidos, que importaba más del 80% del azúcar cubano. La economía cubana estaba marcada por las desigualdades sociales y políticas, con una pequeña élite adinerada y muchos trabajadores pobres. En 1959, una revolución liderada por Fidel Castro derrocó al dictador Fulgencio Batista, apoyado por Estados Unidos, e instauró un régimen socialista. El nuevo gobierno nacionalizó las propiedades estadounidenses, incluidas las plantaciones de azúcar, e implantó reformas agrarias para mejorar la vida de los trabajadores rurales. Esto provocó la ruptura de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, lo que condujo a un embargo comercial y a una serie de intentos por parte de Estados Unidos de derrocar al gobierno, incluida la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961. A pesar de las dificultades, la Revolución Cubana propició mejoras significativas en educación, sanidad e igualdad social, y Cuba sigue siendo hoy uno de los pocos Estados socialistas del mundo.

Esto creó una situación de extrema desigualdad y pobreza para la mayoría de la población cubana, lo que provocó malestar social y político. En 1933, un golpe militar liderado por Fulgencio Batista derrocó al gobierno y estableció una dictadura que duró hasta 1959, cuando una revolución liderada por Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio consiguió derrocar a Batista y establecer un estado socialista en Cuba. Esta revolución tuvo un impacto significativo en la economía y el panorama político del país, conduciendo a la nacionalización de las empresas de propiedad estadounidense y a la introducción de importantes reformas sociales y económicas destinadas a reducir la desigualdad y mejorar el nivel de vida del pueblo cubano.

Durante el periodo de 1929 a 1933, la industria azucarera cubana experimentó importantes turbulencias como consecuencia de la Gran Depresión. El fuerte descenso de los precios del azúcar, que cayeron más de un 60%, provocó la correspondiente disminución de las exportaciones en más de un 80%. Los grandes terratenientes tomaron medidas drásticas para mitigar el impacto de esta recesión económica, incluyendo la reducción de los niveles de producción y el recorte de los salarios agrícolas en un 75%. Esto provocó el despido masivo de miles de trabajadores temporeros de Haití y Jamaica y la quiebra de cientos de pequeñas fábricas y tiendas. El efecto dominó de estos acontecimientos fue de gran alcance, ya que en 1933, una cuarta parte de la población activa estaba desempleada, y un asombroso 60% de la población vivía por debajo del mínimo de subsistencia.

Gerardo Machado llegó al poder en Cuba en 1925, tras ganar las elecciones presidenciales. Al principio de su presidencia, Machado aplicó políticas nacionalistas y liberales para modernizar el país. Inició varios proyectos de infraestructuras, como carreteras, puentes y edificios, e introdujo reformas educativas, agrícolas y laborales. Estos esfuerzos le granjearon la popularidad y el apoyo del pueblo cubano.

Sin embargo, a medida que avanzaba su presidencia, Machado se volvió cada vez más autoritario y paranoico, reprimiendo a la oposición política y violando los derechos humanos. Estableció una fuerza policial secreta para vigilar e intimidar a sus críticos, y utilizó a su ejército para sofocar las protestas y la disidencia. También se enriqueció a sí mismo y a sus aliados mediante la corrupción y la malversación de fondos, alienando aún más al pueblo cubano.

A principios de la década de 1930, el régimen de Machado era profundamente impopular y se enfrentaba a la oposición generalizada de diversos sectores de la sociedad. En 1933 se vio obligado a dimitir y huir del país, marcando el final de su gobierno. Aunque tanto las iniciativas progresistas como la brutal represión marcaron la presidencia de Machado, su legado se recuerda principalmente como un periodo de dictadura y abuso de poder.

La presidencia de Machado se hizo cada vez más autoritaria, y la oposición a su gobierno se hizo más radical y organizada. La oposición política, las huelgas laborales y las protestas contra su régimen se hicieron más frecuentes, y algunos grupos de la oposición recurrieron a actos de sabotaje y violencia para desafiar su gobierno. Al mismo tiempo, los movimientos comunista, socialista y anarquista se fortalecían en Cuba, alimentados por el descontento popular con la política de Machado.

En respuesta a esta creciente oposición, el régimen de Machado se volvió aún más represivo y violento, utilizando el ejército y la policía secreta para sofocar las protestas y aplastar la disidencia. Esta represión se hizo cada vez más brutal, con violaciones generalizadas de los derechos humanos, como detenciones arbitrarias, torturas y ejecuciones extrajudiciales. La creciente inestabilidad política y la represión alimentaron la ira popular y radicalizaron aún más a la oposición, provocando disturbios generalizados e inestabilidad en el país.

Ante la creciente inestabilidad política y los disturbios en Cuba, el gobierno de Estados Unidos intentó intervenir enviando un negociador para mediar en una solución. Sin embargo, estos esfuerzos resultaron finalmente infructuosos. En agosto de 1933, una huelga general paralizó el país y el ejército liberó a Machado, que se exilió.

Una coalición de diversos grupos políticos y de la sociedad civil tomó entonces el poder, pero la coalición era heterogénea y carecía de un líder o dirección claros. La coalición no pudo gobernar el país ni controlar eficazmente la anarquía general, ya que diversos grupos armados y milicias deambulaban por las calles, disputándose el poder y la influencia. La incapacidad de la coalición para restablecer el orden y la estabilidad provocó más inestabilidad política y violencia en el país, y sentó las bases para nuevos conflictos en los años venideros.

Fulgencio Batista en Washington, D.C. en 1938.

El periodo que siguió a la destitución de Machado se caracterizó por el caos y la violencia generalizados, incluidos disturbios, huelgas y la toma de plantaciones de azúcar por parte de trabajadores que pretendían establecer un colectivo de corte socialista o bolchevique.

Además, soldados y oficiales de un cuartel de La Habana, dirigidos por el sargento Fulgencio Batista, se amotinaron contra el gobierno. Este levantamiento militar desestabilizó aún más la ya caótica situación política del país, y Batista se convirtió en una figura clave del panorama político del país, liderando finalmente un golpe de estado que estableció su propia dictadura en 1952.

El motín militar liderado por Batista recibió el inesperado apoyo de los civiles, que transformaron el levantamiento en un golpe militar. El golpe dio lugar a un gobierno revolucionario de 100 días gobernado por decreto y que pretendía "devolver Cuba a Cuba" y liberar al país del control estadounidense. El gobierno revolucionario pretendía implementar reformas radicales y abordar las quejas populares, como la desigualdad social, la pobreza y la represión política.

Sin embargo, el gobierno revolucionario duró poco y se enfrentó a la oposición de varios grupos, incluidos los militares y otros intereses creados. Finalmente, el gobierno fue sustituido por otra dictadura militar, lo que marcó el comienzo de un largo periodo de inestabilidad política y violencia en el país.

El gobierno revolucionario de los 100 días introdujo varias reformas para abordar las desigualdades sociales y económicas del país. Una de las reformas clave fue la concesión del sufragio universal a las mujeres, otorgándoles el derecho al voto por primera vez.

El gobierno también llevó a cabo reformas en el sector educativo, concediendo autonomía a las universidades y aumentando el acceso a la educación para todos. Además, se concedió a los trabajadores, incluidos los cortadores de caña, un salario mínimo y otros beneficios sociales, como tiempo libre remunerado y mejores condiciones de trabajo.

Otra reforma importante fue el inicio de la reforma agraria, que pretendía abordar la desigual distribución de la tierra y mejorar la vida de los campesinos. Estas reformas supusieron un importante paso adelante para Cuba. Sin embargo, al final duraron poco, y muchos de los logros alcanzados durante el gobierno revolucionario se perdieron durante los posteriores periodos de inestabilidad política y violencia.

Las reformas introducidas por el gobierno revolucionario de los 100 días fueron consideradas demasiado radicales por la derecha y los grupos de extrema derecha de Cuba, que se opusieron a los cambios del sistema político y económico existente. Al mismo tiempo, la izquierda marxista consideró que las reformas eran demasiado tímidas e insuficientes, ya que no iban lo suficientemente lejos como para abordar los problemas subyacentes de la pobreza, la desigualdad y la represión política.

Además, las reformas eran inaceptables para el gobierno estadounidense del presidente Franklin D. Roosevelt, que las consideraba una amenaza para los intereses estadounidenses en la región. A Estados Unidos le preocupaba la expansión de las ideas y la influencia marxistas en la región, y veía las reformas en Cuba como parte de una tendencia más amplia de movimientos y gobiernos de izquierda en América Latina. Esta oposición de la derecha, la izquierda y Estados Unidos contribuyó a la caída del gobierno revolucionario y al establecimiento de otra dictadura militar en Cuba.

Estados Unidos no intervino militarmente tras los 100 días de gobierno revolucionario, sino que optó por influir en los acontecimientos mediante la diplomacia y las maniobras políticas. El gobierno estadounidense convenció a Batista para que tomara el poder a través de una serie de presidentes civiles y más tarde como dictador.

Batista gobernó Cuba con mano de hierro, suprimiendo la disidencia política y la oposición, y alineándose estrechamente con los intereses estadounidenses en la región. Mantuvo este control del poder hasta la revolución de 1959 liderada por Fidel Castro, que derrocó a Batista y estableció un gobierno socialista en Cuba. La revolución castrista representó un importante punto de inflexión en la historia cubana y marcó el comienzo de una nueva era de reformas políticas, económicas y sociales en el país.

El caso de Brasil: golpe militar y régimen fascinante

En el Brasil de la década de 1930, un golpe militar llevó al establecimiento de un régimen fascista conocido como el Estado Novo (Nuevo Estado). Los líderes militares del país dieron el golpe y contaron con el apoyo de las élites conservadoras, descontentas con la gestión de los problemas sociales y económicos del país por parte del gobierno democrático. El nuevo régimen se caracterizó por el autoritarismo, la censura, la supresión de la oposición política y el control gubernamental de la economía. A pesar del apoyo popular inicial, el Estado Novo acabó siendo muy impopular, lo que provocó su caída en 1945. La dictadura militar brasileña que siguió duró hasta 1985.

Contexto económico

Brasil tiene una economía mixta, con sectores tan diversos como la agricultura, la industria manufacturera, los servicios y la extracción de recursos. El café ha sido durante mucho tiempo un importante cultivo de exportación, pero la economía del país se ha diversificado con el tiempo. Los grandes terratenientes dominan la industria cafetera, y los trabajadores del café, incluidos los temporeros, los inmigrantes europeos y los brasileños, tienen un poder de negociación limitado. Esto ha contribuido a una distribución desigual de la riqueza y la renta en Brasil.

En 1930, Brasil estaba gobernado por la Primera República de Orden y Progreso, un gobierno marcado por la inestabilidad política y la crisis económica. A pesar de su nombre, el gobierno no abordó estas cuestiones con eficacia. La crisis se vio exacerbada por un conflicto en torno a las elecciones presidenciales, ya que sólo una pequeña parte de la población tenía derecho a votar y participar en los comicios. Esto provocó un descontento generalizado y contribuyó al eventual golpe militar que instauró el régimen fascista del Estado Novo ese mismo año.

Tres de los 17 estados brasileños se negaron a aceptar los resultados de las elecciones presidenciales, lo que provocó revueltas y disturbios. En respuesta, los militares dieron un golpe de estado y derrocaron al gobierno civil, dando el poder a Getúlio Vargas, ganadero y gobernador del estado de Rio Grande do Sul. Fue el inicio del régimen del Estado Novo y de una era de autoritarismo en Brasil.

Panorama político

El poder político de Brasil ha cambiado a lo largo del tiempo, reflejando los cambios en su panorama económico. En los primeros tiempos de la historia de Brasil, la industria azucarera de la región nordeste era la fuerza económica dominante y ejercía una influencia significativa sobre el sistema político del país. Con el tiempo, el centro del poder se desplazó a Río de Janeiro, en el sur, donde la ganadería y la producción de materias primas como el café adquirieron mayor importancia. Esta concentración de poder económico en el sur propició el ascenso de figuras influyentes como Getúlio Vargas y contribuyó a la estabilidad política de la región.

Una vez en el poder, Vargas aplicó una política de represión y consolidación de su propio poder. Primero se centró en la izquierda socialista y comunista, suprimiendo sus actividades políticas y reprimiendo las voces de la oposición. Después dirigió su atención a la derecha fascista, conocida como los Integralistas, a los que la Italia de Mussolini financiaba en secreto. Vargas utilizó su poder para silenciar a sus oponentes políticos, creando un régimen autoritario caracterizado por la censura y la supresión de la oposición política. Esto contribuyó a establecer su dominio sobre el país y a solidificar su poder.

En 1937, Vargas dio un segundo golpe de estado e impuso el Estado Novo, un régimen fascista inspirado en la Italia de Mussolini y el Portugal de Salazar. Como parte de este esfuerzo, prohibió todos los partidos políticos y confió en el apoyo directo de los militares para consolidar su poder. El Estado Novo era un estado corporativista que pretendía regular y controlar todos los aspectos de la sociedad, incluidos la economía, la política y la cultura. El régimen se caracterizó por el autoritarismo, la censura y la supresión de la oposición política, así como por el control gubernamental de la economía. El Estado Novo duró hasta 1945, cuando fue derrocado tras una amplia oposición y disturbios.

La dictadura brasileña de la década de 1930, también conocida como Estado Novo, se caracterizó por varios rasgos clave. El régimen promovió el nacionalismo y destacó el papel de los militares. El Estado intervino fuertemente en la economía, controlando los sindicatos y la empresa privada. La censura y la represión política también fueron características centrales del régimen, ya que Vargas intentó suprimir la oposición y mantener su control del poder. Estas políticas contribuyeron a crear un Estado altamente centralizado y autoritario en el que las libertades individuales estaban limitadas y el gobierno ejercía un amplio control sobre todos los aspectos de la sociedad.

La dictadura del Estado Novo duró en Brasil hasta 1954. A pesar de estar en el poder durante toda la Segunda Guerra Mundial, el régimen se enfrentó a una creciente oposición y descontento. Al final, el ejército dio otro golpe y obligó a Vargas a exiliarse, marcando el fin de su gobierno y el comienzo de una nueva era en la política brasileña. A pesar del fin de la dictadura, su legado perduró durante muchos años, y el país experimentó una serie de cambios políticos y económicos en las décadas siguientes.

Conclusiones: Comprender los golpes de Estado y los populismos en América Latina

La crisis financiera mundial de 1929 tuvo un profundo impacto en las empresas estadounidenses, no sólo en las ubicadas en Estados Unidos, sino también en toda América Latina. Los efectos de la crisis fueron de gran alcance y devastadores, llevando a muchas empresas al borde de la quiebra.

La crisis de 1929 puso de manifiesto las limitaciones del liberalismo económico, que era una forma de liberalismo relativo caracterizado por el apoyo estatal a los terratenientes, los industriales, las empresas y los bancos, al tiempo que suprimía los derechos y libertades de los trabajadores.

La crisis de 1929 puso de manifiesto los defectos de la forma relativa del liberalismo económico, ya que ayudaba principalmente a los hacendados, industriales, corporaciones, bancos y reprimía a los trabajadores. La crisis puso de manifiesto las importantes desigualdades existentes en estas sociedades, lo que llevó a la necesidad de un líder fuerte y carismático que uniera y tranquilizara a la población. Esta tendencia no se limitó a América Latina, ya que incluso Estados Unidos, bajo la presidencia de Roosevelt, recurrió a políticas nacionalistas.

Esto ayuda a mantener la paz social y a evitar el malestar social, pero también suele dar lugar a reformas limitadas e insuficientes. El populismo también puede proporcionar una ilusión de cambio, pero en realidad refuerza las estructuras de poder existentes y perpetúa la desigualdad.

Los pequeños campesinos rurales y la clase trabajadora urbana, representados por los partidos socialistas y comunistas y los sindicatos, se vieron afectados negativamente por las crisis y los giros políticos hacia el populismo. Estos grupos se enfrentaron a menudo a la supresión o fueron integrados en un partido nacional más amplio que afirmaba ofrecer beneficios sociales.

La Gran Depresión de 1929 puso de manifiesto los defectos y deficiencias del liberalismo económico, caracterizado por una tendencia a la intervención estatal en favor de la élite adinerada, incluidos hacendados, industriales, corporaciones, bancos, y la supresión de la clase trabajadora. Esta crisis puso de manifiesto las desigualdades persistentes en las sociedades de toda América y la necesidad de un líder carismático que unificara y reconfortara a la población, a menudo a través de ideologías nacionalistas.

Para sofocar el descontento social, se adoptaron movimientos populistas como medio para evitar o suprimir la revolución, como en Cuba en 1933. No obstante, estos esfuerzos exigieron la aplicación de una legislación social para proteger los derechos de los trabajadores y los pobres. Sin embargo, aunque las tensiones se suprimieron temporalmente, no desaparecieron del todo y resurgieron con más fuerza tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Las repercusiones de la Gran Depresión siguen haciéndose sentir, sobre todo en los pequeños campesinos de las zonas rurales y en los partidos y sindicatos socialistas y comunistas de las zonas urbanas, que se enfrentaron a la supresión y la integración en partidos nacionales más grandes con disposiciones limitadas en materia de bienestar social.

Anexos

Referencias