« Europa en el centro del mundo: de finales del siglo XIX a 1918 » : différence entre les versions

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= Sistema europeo y orden europeo =
= El sistema y el orden europeo =
El sistema europeo, establecido en el Congreso de Viena de 1815, basaba su dominio en las grandes potencias de la época, especialmente Francia, Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia. Este sistema pretendía reorganizar Europa tras las guerras napoleónicas, restableciendo una forma de equilibrio entre las grandes potencias. Durante el siglo XIX, este sistema se caracterizó por la coexistencia de antiguos Estados-nación como Francia y Gran Bretaña, así como por la aparición de nuevos Estados-nación como Italia y Alemania. Además, imperios como el Imperio Austrohúngaro, el Imperio Ruso y el Imperio Otomano también coexistieron con estos Estados-nación. Esta coexistencia era a menudo inestable, ya que las grandes potencias trataban de ampliar su influencia y su territorio a expensas de las demás, lo que creaba tensiones diplomáticas y militares. Las rivalidades entre las grandes potencias también dieron lugar a alianzas militares, que finalmente desembocaron en la Primera Guerra Mundial.
El sistema europeo, establecido en el Congreso de Viena de 1815, basaba su dominio en las grandes potencias de la época, especialmente Francia, Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia. Este sistema pretendía reorganizar Europa tras las guerras napoleónicas, restableciendo una forma de equilibrio entre las grandes potencias. Durante el siglo XIX, este sistema se caracterizó por la coexistencia de antiguos Estados-nación como Francia y Gran Bretaña, así como por la aparición de nuevos Estados-nación como Italia y Alemania. Además, imperios como el Imperio Austrohúngaro, el Imperio Ruso y el Imperio Otomano también coexistieron con estos Estados-nación. Esta coexistencia era a menudo inestable, ya que las grandes potencias trataban de ampliar su influencia y su territorio a expensas de las demás, lo que creaba tensiones diplomáticas y militares. Las rivalidades entre las grandes potencias también dieron lugar a alianzas militares, que finalmente desembocaron en la Primera Guerra Mundial.


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La Revolución Industrial también repercutió en los grandes imperios asiáticos, como China e India, que empezaron a perder su dominio económico y político sobre el mundo. Esto provocó un cambio en el equilibrio de poder entre Europa y Asia, que benefició a Europa. Sin embargo, a pesar del dominio de Europa a principios del siglo XX, éste llegó a su fin con el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Varios factores contribuyeron a este fin de Europa. En primer lugar, la Primera Guerra Mundial agotó los recursos de las grandes potencias europeas, lo que debilitó su influencia en el mundo. Además, la guerra provocó la pérdida de vidas humanas y desencadenó movimientos sociales y políticos en los países europeos que desafiaron el orden establecido. El ascenso de Estados Unidos, Rusia y Japón como potencias económicas y militares también contribuyó al debilitamiento de Europa. Europa también se enfrentó a retos internos como la aparición de movimientos nacionalistas y las tensiones entre las principales potencias europeas. Por último, el fin de Europa se vio acelerado por las convulsiones sociales y políticas que siguieron a la guerra, como el auge del comunismo, los movimientos independentistas en las colonias y la aparición de nuevas ideologías políticas como el fascismo y el nazismo. En resumen, el dominio de Europa a principios del siglo XX llegó a su fin debido a varios factores, como la Primera Guerra Mundial, la aparición de nuevas potencias económicas y militares, los desafíos internos y la agitación social y política que siguió a la guerra.
La Revolución Industrial también repercutió en los grandes imperios asiáticos, como China e India, que empezaron a perder su dominio económico y político sobre el mundo. Esto provocó un cambio en el equilibrio de poder entre Europa y Asia, que benefició a Europa. Sin embargo, a pesar del dominio de Europa a principios del siglo XX, éste llegó a su fin con el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Varios factores contribuyeron a este fin de Europa. En primer lugar, la Primera Guerra Mundial agotó los recursos de las grandes potencias europeas, lo que debilitó su influencia en el mundo. Además, la guerra provocó la pérdida de vidas humanas y desencadenó movimientos sociales y políticos en los países europeos que desafiaron el orden establecido. El ascenso de Estados Unidos, Rusia y Japón como potencias económicas y militares también contribuyó al debilitamiento de Europa. Europa también se enfrentó a retos internos como la aparición de movimientos nacionalistas y las tensiones entre las principales potencias europeas. Por último, el fin de Europa se vio acelerado por las convulsiones sociales y políticas que siguieron a la guerra, como el auge del comunismo, los movimientos independentistas en las colonias y la aparición de nuevas ideologías políticas como el fascismo y el nazismo. En resumen, el dominio de Europa a principios del siglo XX llegó a su fin debido a varios factores, como la Primera Guerra Mundial, la aparición de nuevas potencias económicas y militares, los desafíos internos y la agitación social y política que siguió a la guerra.


== Un sistema de Estados ==
== El concepto del sistema estatal ==
Desde mediados del siglo XVII, los Estados se han considerado el marco de referencia de las relaciones internacionales. Este punto de vista se formalizó con el Tratado de Westfalia en 1648, que marcó el final de la Guerra de los Treinta Años en Europa. Este tratado estableció el principio de la soberanía estatal y puso fin a la idea medieval de un imperio universal. De hecho, durante toda la Edad Media, la idea de un imperio universal había estado en el aire como un deseo de recrear el Imperio Romano.  
Desde mediados del siglo XVII, los Estados se han considerado el marco de referencia de las relaciones internacionales. Este punto de vista se formalizó con el Tratado de Westfalia en 1648, que marcó el final de la Guerra de los Treinta Años en Europa. Este tratado estableció el principio de la soberanía estatal y puso fin a la idea medieval de un imperio universal. De hecho, durante toda la Edad Media, la idea de un imperio universal había estado en el aire como un deseo de recrear el Imperio Romano.  


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Aunque el sistema europeo se vio perturbado por la Primera Guerra Mundial, los Estados-nación siguen siendo hasta hoy los principales actores de las relaciones internacionales. Sin embargo, su papel ha cambiado con el tiempo. En el siglo XX, con la aparición de nuevos retos como la globalización, el terrorismo y el cambio climático, los Estados tuvieron que adaptarse e intervenir en nuevos ámbitos como la sanidad, la educación y el medio ambiente. Así, aunque el sistema europeo ha desaparecido, los Estados siguen siendo actores clave en las relaciones internacionales, al tiempo que amplían su campo de acción más allá de las cuestiones políticas y militares.
Aunque el sistema europeo se vio perturbado por la Primera Guerra Mundial, los Estados-nación siguen siendo hasta hoy los principales actores de las relaciones internacionales. Sin embargo, su papel ha cambiado con el tiempo. En el siglo XX, con la aparición de nuevos retos como la globalización, el terrorismo y el cambio climático, los Estados tuvieron que adaptarse e intervenir en nuevos ámbitos como la sanidad, la educación y el medio ambiente. Así, aunque el sistema europeo ha desaparecido, los Estados siguen siendo actores clave en las relaciones internacionales, al tiempo que amplían su campo de acción más allá de las cuestiones políticas y militares.


== Estados nación y Estados imperio ==
== Estados-nación vs. Estados-imperio ==


Los Estados nación y los Estados imperio tienen características diferentes. Los Estados-nación son Estados soberanos que se definen por su territorio, lengua, cultura e historia comunes. Suelen estar compuestos por un único grupo étnico o lingüístico, y su gobierno es elegido por la población. Ejemplos de Estados-nación son Francia, Alemania y Japón. Los Estados imperio, por el contrario, son Estados compuestos por varios grupos étnicos o lingüísticos diferentes, y su territorio puede abarcar a menudo varios continentes. Ejemplos de Estados imperio son Rusia y el Imperio Otomano. Estos Estados suelen estar gobernados por una élite que las poblaciones autóctonas perciben como extranjera o colonial.
Los Estados nación y los Estados imperio tienen características diferentes. Los Estados-nación son Estados soberanos que se definen por su territorio, lengua, cultura e historia comunes. Suelen estar compuestos por un único grupo étnico o lingüístico, y su gobierno es elegido por la población. Ejemplos de Estados-nación son Francia, Alemania y Japón. Los Estados imperio, por el contrario, son Estados compuestos por varios grupos étnicos o lingüísticos diferentes, y su territorio puede abarcar a menudo varios continentes. Ejemplos de Estados imperio son Rusia y el Imperio Otomano. Estos Estados suelen estar gobernados por una élite que las poblaciones autóctonas perciben como extranjera o colonial.
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A pesar de sus diferencias, tanto los Estados-nación como los Estados-imperio han desempeñado un papel importante en la historia europea. Los Estados nación se han asociado a menudo con la democracia y la liberación nacional, mientras que los Estados imperio se han asociado a menudo con el imperialismo y la dominación extranjera.
A pesar de sus diferencias, tanto los Estados-nación como los Estados-imperio han desempeñado un papel importante en la historia europea. Los Estados nación se han asociado a menudo con la democracia y la liberación nacional, mientras que los Estados imperio se han asociado a menudo con el imperialismo y la dominación extranjera.


=== Antiguos estados-nación ===
=== Los Estados-nación tradicionales ===
El ''Reino Unido'' fue una de las grandes potencias europeas del siglo XIX debido a su posición privilegiada como primera potencia marítima y comercial. También fue uno de los principales actores del sistema europeo de la época, tratando de mantener un equilibrio de poder entre las distintas potencias europeas para evitar conflictos. El Reino Unido también estaba dotado de una poderosa industria, basada en la revolución industrial que se inició en su territorio, lo que le permitió dominar el comercio internacional y convertirse en la primera potencia financiera del mundo. Su imperio colonial era también muy extenso, lo que le proporcionaba importantes recursos económicos y un estatus de potencia mundial. Sin embargo, a pesar de su posición dominante, el Reino Unido también se enfrentó a retos internos y externos, como la cuestión irlandesa y la creciente competencia con otras potencias europeas como Alemania.
El ''Reino Unido'' fue una de las grandes potencias europeas del siglo XIX debido a su posición privilegiada como primera potencia marítima y comercial. También fue uno de los principales actores del sistema europeo de la época, tratando de mantener un equilibrio de poder entre las distintas potencias europeas para evitar conflictos. El Reino Unido también estaba dotado de una poderosa industria, basada en la revolución industrial que se inició en su territorio, lo que le permitió dominar el comercio internacional y convertirse en la primera potencia financiera del mundo. Su imperio colonial era también muy extenso, lo que le proporcionaba importantes recursos económicos y un estatus de potencia mundial. Sin embargo, a pesar de su posición dominante, el Reino Unido también se enfrentó a retos internos y externos, como la cuestión irlandesa y la creciente competencia con otras potencias europeas como Alemania.


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Tras la caída de Napoleón, Francia renunció a cualquier ambición hegemónica en Europa, pero continuó expandiendo su imperio colonial. Sin embargo, conservó una importante influencia cultural en Europa, sobre todo en las artes y la literatura. Durante el siglo XIX, Francia vivió también un periodo de modernización y prosperidad económica, con el desarrollo de la industria y el ferrocarril. Sin embargo, la derrota ante Prusia en 1870 y la pérdida de Alsacia-Lorena marcaron un punto de inflexión en la historia de Francia y debilitaron su influencia en Europa.
Tras la caída de Napoleón, Francia renunció a cualquier ambición hegemónica en Europa, pero continuó expandiendo su imperio colonial. Sin embargo, conservó una importante influencia cultural en Europa, sobre todo en las artes y la literatura. Durante el siglo XIX, Francia vivió también un periodo de modernización y prosperidad económica, con el desarrollo de la industria y el ferrocarril. Sin embargo, la derrota ante Prusia en 1870 y la pérdida de Alsacia-Lorena marcaron un punto de inflexión en la historia de Francia y debilitaron su influencia en Europa.


=== Los Estados-nación de reciente creación ===
=== Estados-nación recientemente confirmados ===


Alemania se reafirmó apoyándose en el nacionalismo. La unidad alemana se logra bajo la égida de Prusia en enero de 1871. Por otra parte, esta unidad se logrará gracias a la guerra contra Austria en particular, en 1866, y contra Francia en 1870. Estos conflictos debían unificar internamente a la nación movilizándola contra los enemigos exteriores. Austria quería crear ella misma Alemania integrando a todos los pueblos de habla alemana en su imperio, oponiéndose a la idea prusiana de un Imperio alemán independiente de Austria. Alemania es un Estado-nación incompleto, ya que no incluye a Austria, donde viven los pueblos de habla alemana.
Alemania se reafirmó apoyándose en el nacionalismo. La unidad alemana se logra bajo la égida de Prusia en enero de 1871. Por otra parte, esta unidad se logrará gracias a la guerra contra Austria en particular, en 1866, y contra Francia en 1870. Estos conflictos debían unificar internamente a la nación movilizándola contra los enemigos exteriores. Austria quería crear ella misma Alemania integrando a todos los pueblos de habla alemana en su imperio, oponiéndose a la idea prusiana de un Imperio alemán independiente de Austria. Alemania es un Estado-nación incompleto, ya que no incluye a Austria, donde viven los pueblos de habla alemana.
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Italia está fragmentada hasta 1861. La unidad nacional se consigue mediante la guerra contra el Imperio Austrohúngaro, que incluía a las poblaciones de habla italiana. La unidad italiana fue incompleta: Trentino e Istria, que constituían las Tierras Irredentas, eran regiones que formaban parte del Imperio Austrohúngaro. Italia la consideró incompleta e intentó recuperar Trentino e Istria durante la Primera Guerra Mundial. Francia apoyó a Italia y ésta le cedió Saboya. En estos intercambios, las voluntades populares desempeñan un escaso papel.
Italia está fragmentada hasta 1861. La unidad nacional se consigue mediante la guerra contra el Imperio Austrohúngaro, que incluía a las poblaciones de habla italiana. La unidad italiana fue incompleta: Trentino e Istria, que constituían las Tierras Irredentas, eran regiones que formaban parte del Imperio Austrohúngaro. Italia la consideró incompleta e intentó recuperar Trentino e Istria durante la Primera Guerra Mundial. Francia apoyó a Italia y ésta le cedió Saboya. En estos intercambios, las voluntades populares desempeñan un escaso papel.


=== Los Estados del Imperio ===
=== Estructura y papel de los Estados Imperio ===


La Europa de la época estaba formada por numerosos imperios multinacionales, que agrupaban poblaciones de lenguas, culturas y religiones diferentes. El Imperio ruso era el mayor de estos imperios, con una gran diversidad de grupos étnicos y religiosos. El Imperio Otomano incluía grupos étnicos turcos, árabes, kurdos, armenios, griegos, búlgaros y rumanos, entre otros. Austria-Hungría estaba compuesta por muchos grupos étnicos, como alemanes, húngaros, checos, eslovacos, polacos, rutenos, croatas, eslovenos y rumanos. Todos estos imperios multinacionales experimentaron tensiones internas debido a la diversidad de sus poblaciones.
La Europa de la época estaba formada por numerosos imperios multinacionales, que agrupaban poblaciones de lenguas, culturas y religiones diferentes. El Imperio ruso era el mayor de estos imperios, con una gran diversidad de grupos étnicos y religiosos. El Imperio Otomano incluía grupos étnicos turcos, árabes, kurdos, armenios, griegos, búlgaros y rumanos, entre otros. Austria-Hungría estaba compuesta por muchos grupos étnicos, como alemanes, húngaros, checos, eslovacos, polacos, rutenos, croatas, eslovenos y rumanos. Todos estos imperios multinacionales experimentaron tensiones internas debido a la diversidad de sus poblaciones.
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El Imperio Otomano, el "viejo enfermo de Europa", se vio sometido a una gran presión por parte de las grandes potencias europeas durante el siglo XIX, especialmente a causa de la Cuestión Oriental, es decir, la cuestión de quién asumiría el control de los territorios del Imperio Otomano en los Balcanes y Oriente Próximo. Las grandes potencias competían por la hegemonía de la región, cada una tratando de ampliar su influencia política y económica. Rusia estaba interesada en desmantelar el Imperio Otomano para extender su influencia a los Balcanes, el Mar Negro y el Estrecho. Sin embargo, las otras grandes potencias europeas también estaban implicadas en rivalidades políticas y económicas por la riqueza y los territorios del Imperio Otomano. Gran Bretaña, por ejemplo, estaba interesada en las rutas comerciales hacia India y Asia, mientras que Francia trataba de proteger sus intereses en la región mediterránea. Estas rivalidades contribuyeron a la fragmentación del Imperio Otomano a partir del siglo XIX, dando lugar a guerras, crisis diplomáticas y tratados internacionales que socavaron la soberanía del Imperio Otomano. Además, el auge del nacionalismo entre las poblaciones árabes y balcánicas también socavó la autoridad del Imperio Otomano, ya que estas poblaciones buscaban cada vez más la independencia y la formación de Estados nacionales separados. Todo ello condujo finalmente al colapso del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. Algunas potencias europeas se opusieron a la desintegración del Imperio Otomano porque temían la inestabilidad y los conflictos que podría provocar. En particular, el Reino Unido tenía interés en mantener el Imperio Otomano como amortiguador entre las posesiones británicas en la India y las ambiciones rusas en la región. Sin embargo, a medida que la situación del Imperio Otomano se deterioraba con el tiempo, las potencias europeas acabaron participando en su desmembramiento, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. Este fue particularmente el caso del Reino Unido que, tras la apertura del Canal de Suez en 1869, comenzó a implicarse más en el desmembramiento del Imperio Otomano. El canal era una importante ruta marítima que unía Europa y Asia, y su control era estratégico para el comercio y el dominio imperial. El Reino Unido apoyó a Grecia en su guerra de independencia contra el Imperio Otomano en 1821, y ocupó Egipto en 1882 antes de participar en la Primera Guerra Mundial junto a los Aliados contra los Imperios Centrales, de los que formaba parte el Imperio Otomano.
El Imperio Otomano, el "viejo enfermo de Europa", se vio sometido a una gran presión por parte de las grandes potencias europeas durante el siglo XIX, especialmente a causa de la Cuestión Oriental, es decir, la cuestión de quién asumiría el control de los territorios del Imperio Otomano en los Balcanes y Oriente Próximo. Las grandes potencias competían por la hegemonía de la región, cada una tratando de ampliar su influencia política y económica. Rusia estaba interesada en desmantelar el Imperio Otomano para extender su influencia a los Balcanes, el Mar Negro y el Estrecho. Sin embargo, las otras grandes potencias europeas también estaban implicadas en rivalidades políticas y económicas por la riqueza y los territorios del Imperio Otomano. Gran Bretaña, por ejemplo, estaba interesada en las rutas comerciales hacia India y Asia, mientras que Francia trataba de proteger sus intereses en la región mediterránea. Estas rivalidades contribuyeron a la fragmentación del Imperio Otomano a partir del siglo XIX, dando lugar a guerras, crisis diplomáticas y tratados internacionales que socavaron la soberanía del Imperio Otomano. Además, el auge del nacionalismo entre las poblaciones árabes y balcánicas también socavó la autoridad del Imperio Otomano, ya que estas poblaciones buscaban cada vez más la independencia y la formación de Estados nacionales separados. Todo ello condujo finalmente al colapso del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. Algunas potencias europeas se opusieron a la desintegración del Imperio Otomano porque temían la inestabilidad y los conflictos que podría provocar. En particular, el Reino Unido tenía interés en mantener el Imperio Otomano como amortiguador entre las posesiones británicas en la India y las ambiciones rusas en la región. Sin embargo, a medida que la situación del Imperio Otomano se deterioraba con el tiempo, las potencias europeas acabaron participando en su desmembramiento, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. Este fue particularmente el caso del Reino Unido que, tras la apertura del Canal de Suez en 1869, comenzó a implicarse más en el desmembramiento del Imperio Otomano. El canal era una importante ruta marítima que unía Europa y Asia, y su control era estratégico para el comercio y el dominio imperial. El Reino Unido apoyó a Grecia en su guerra de independencia contra el Imperio Otomano en 1821, y ocupó Egipto en 1882 antes de participar en la Primera Guerra Mundial junto a los Aliados contra los Imperios Centrales, de los que formaba parte el Imperio Otomano.


== El equilibrio europeo ==
== El equilibrio de poder europeo ==
[[Image:Congress of Vienna.PNG|derecha|thumb|200px|El Congreso de Viena por Jean Godefroy.]]
[[Image:Congress of Vienna.PNG|derecha|thumb|200px|El Congreso de Viena por Jean Godefroy.]]


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El equilibrio europeo se rompió a principios del siglo XX. Varios factores contribuyeron a esta situación, como el auge de los nacionalismos y las reivindicaciones territoriales, la carrera armamentística y el aumento de las tensiones entre las grandes potencias. Las rivalidades entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, en particular, se hicieron cada vez más pronunciadas, contribuyendo a debilitar el equilibrio que se había establecido en el Congreso de Viena de 1815.
El equilibrio europeo se rompió a principios del siglo XX. Varios factores contribuyeron a esta situación, como el auge de los nacionalismos y las reivindicaciones territoriales, la carrera armamentística y el aumento de las tensiones entre las grandes potencias. Las rivalidades entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, en particular, se hicieron cada vez más pronunciadas, contribuyendo a debilitar el equilibrio que se había establecido en el Congreso de Viena de 1815.


== Las nuevas potencias fuera de Europa ==
== La emergencia de las nuevas potencias mundiales ==
Desde finales del siglo XIX, nuevas potencias surgieron fuera de Europa, alterando el equilibrio de poder. Estados Unidos, tras su victoria en la guerra hispano-estadounidense de 1898, afirmó su influencia sobre el Caribe y América Latina. Japón, por su parte, se consolidó como la principal potencia asiática tras su victoria sobre Rusia en 1905. Estas nuevas potencias desafiaron el dominio europeo sobre el mundo y contribuyeron al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial.
Desde finales del siglo XIX, nuevas potencias surgieron fuera de Europa, alterando el equilibrio de poder. Estados Unidos, tras su victoria en la guerra hispano-estadounidense de 1898, afirmó su influencia sobre el Caribe y América Latina. Japón, por su parte, se consolidó como la principal potencia asiática tras su victoria sobre Rusia en 1905. Estas nuevas potencias desafiaron el dominio europeo sobre el mundo y contribuyeron al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial.


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A finales del siglo XIX, Estados Unidos y Japón emergieron como importantes potencias económicas y militares fuera de Europa. Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial del mundo, mientras que Japón se modernizó rápidamente hasta convertirse en una importante potencia regional. Estas nuevas potencias empezaron a cuestionar el equilibrio europeo, sobre todo porque la propia Europa se enfrentaba a tensiones cada vez mayores entre las distintas potencias europeas.
A finales del siglo XIX, Estados Unidos y Japón emergieron como importantes potencias económicas y militares fuera de Europa. Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial del mundo, mientras que Japón se modernizó rápidamente hasta convertirse en una importante potencia regional. Estas nuevas potencias empezaron a cuestionar el equilibrio europeo, sobre todo porque la propia Europa se enfrentaba a tensiones cada vez mayores entre las distintas potencias europeas.


= Expansión colonial =
= La era de la expansión colonial =


El siglo XIX se caracterizó por un aumento significativo del tamaño de los imperios coloniales, en particular los de las potencias europeas. En 1800, estos imperios controlaban alrededor del 35% de la superficie terrestre, pero esta cifra había aumentado hasta el 85% en 1914. La conquista colonial fue uno de los principales fenómenos del siglo XIX. Casi todas las potencias europeas se embarcaron en esta empresa, y las consecuencias fueron considerables.  
El siglo XIX se caracterizó por un aumento significativo del tamaño de los imperios coloniales, en particular los de las potencias europeas. En 1800, estos imperios controlaban alrededor del 35% de la superficie terrestre, pero esta cifra había aumentado hasta el 85% en 1914. La conquista colonial fue uno de los principales fenómenos del siglo XIX. Casi todas las potencias europeas se embarcaron en esta empresa, y las consecuencias fueron considerables.  
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La expansión colonial se utilizó a menudo como herramienta para reforzar el nacionalismo en los países europeos. Las potencias coloniales presentaban la colonización como un medio de extender la influencia de su nación, cultura y civilización por todo el mundo, lo que generaba entusiasmo y apoyo entre los ciudadanos de sus propios países. Las conquistas coloniales también permitieron a los países europeos competir entre sí por el territorio y la riqueza, creando un sentimiento de competencia nacional que reforzó los movimientos nacionalistas.
La expansión colonial se utilizó a menudo como herramienta para reforzar el nacionalismo en los países europeos. Las potencias coloniales presentaban la colonización como un medio de extender la influencia de su nación, cultura y civilización por todo el mundo, lo que generaba entusiasmo y apoyo entre los ciudadanos de sus propios países. Las conquistas coloniales también permitieron a los países europeos competir entre sí por el territorio y la riqueza, creando un sentimiento de competencia nacional que reforzó los movimientos nacionalistas.


== Imperios coloniales==
== El establecimiento de los imperios coloniales==


La colonización supuso a menudo la expansión territorial de los estados imperiales, que pretendían establecer su dominio sobre territorios lejanos a menudo poblados por pueblos indígenas. Esta dominación se expresaba mediante el establecimiento de regímenes políticos, económicos y sociales impuestos por la metrópoli, que pretendía explotar los recursos del territorio colonial en beneficio de su economía nacional. Esta situación de sometimiento tuvo importantes repercusiones en las poblaciones colonizadas, que sufrieron discriminación y privación de libertad, y que a menudo se opusieron a la dominación colonial.
La colonización supuso a menudo la expansión territorial de los estados imperiales, que pretendían establecer su dominio sobre territorios lejanos a menudo poblados por pueblos indígenas. Esta dominación se expresaba mediante el establecimiento de regímenes políticos, económicos y sociales impuestos por la metrópoli, que pretendía explotar los recursos del territorio colonial en beneficio de su economía nacional. Esta situación de sometimiento tuvo importantes repercusiones en las poblaciones colonizadas, que sufrieron discriminación y privación de libertad, y que a menudo se opusieron a la dominación colonial.
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Los colonizadores solían tener poca consideración por las culturas y tradiciones de los pueblos colonizados, a los que pretendían imponer su propio modelo económico, social y político. Las consecuencias de esta dominación aún se dejan sentir hoy en día, con fronteras artificiales y conflictos internos en muchos países surgidos de la descolonización.
Los colonizadores solían tener poca consideración por las culturas y tradiciones de los pueblos colonizados, a los que pretendían imponer su propio modelo económico, social y político. Las consecuencias de esta dominación aún se dejan sentir hoy en día, con fronteras artificiales y conflictos internos en muchos países surgidos de la descolonización.


== Rivalidades entre potencias coloniales: la carrera por las colonias ==
== Rivalidad y competencia: la carrera por las colonias ==


La conquista de nuevas tierras creó una rivalidad entre las distintas potencias coloniales, que buscaban extender su influencia y dominio sobre los territorios más ricos y estratégicos. Esta rivalidad desembocó en una auténtica "carrera por las colonias" en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las grandes potencias europeas, como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Portugal, pero también Japón y Estados Unidos, participaron en esta carrera por las colonias, a menudo en detrimento de los pueblos indígenas que habitaban esos territorios. Esta competencia fue especialmente intensa en África, donde las potencias coloniales buscaban controlar las riquezas naturales, sobre todo materias primas como el caucho, los diamantes, el oro y el petróleo. Esta rivalidad entre potencias coloniales también alimentó tensiones y conflictos, como la guerra de los Boers en Sudáfrica (1899-1902), la guerra italo-etíope (1935-1936) y la guerra franco-tunecina (1881). La rivalidad entre las grandes potencias fue también una de las causas de la Primera Guerra Mundial, en la que las cuestiones coloniales fueron uno de los factores de tensión entre las naciones europeas.  
La conquista de nuevas tierras creó una rivalidad entre las distintas potencias coloniales, que buscaban extender su influencia y dominio sobre los territorios más ricos y estratégicos. Esta rivalidad desembocó en una auténtica "carrera por las colonias" en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las grandes potencias europeas, como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Portugal, pero también Japón y Estados Unidos, participaron en esta carrera por las colonias, a menudo en detrimento de los pueblos indígenas que habitaban esos territorios. Esta competencia fue especialmente intensa en África, donde las potencias coloniales buscaban controlar las riquezas naturales, sobre todo materias primas como el caucho, los diamantes, el oro y el petróleo. Esta rivalidad entre potencias coloniales también alimentó tensiones y conflictos, como la guerra de los Boers en Sudáfrica (1899-1902), la guerra italo-etíope (1935-1936) y la guerra franco-tunecina (1881). La rivalidad entre las grandes potencias fue también una de las causas de la Primera Guerra Mundial, en la que las cuestiones coloniales fueron uno de los factores de tensión entre las naciones europeas.  


== La Conferencia de Berlín ==
== La Conferencia de Berlín: Compartir África ==


[[File:Kongokonferenz.jpg|thumb|right|300px|Representación de la Conferencia de Berlín (en 1884), donde se reunieron representantes de las potencias europeas.]]
[[File:Kongokonferenz.jpg|thumb|right|300px|Representación de la Conferencia de Berlín (en 1884), donde se reunieron representantes de las potencias europeas.]]
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La Conferencia de Berlín permitió organizar la colonización de África y delimitar las zonas de influencia de las potencias coloniales europeas en el continente, pero también exacerbó las rivalidades entre estas últimas. En efecto, la carrera por las colonias generó conflictos y tensiones entre las distintas potencias, que se enfrentaron por los territorios colonizados. Así, la rivalidad entre Gran Bretaña y Francia cristalizó en el norte de África, donde ambos países se disputaron el control de Egipto y Sudán. Del mismo modo, la rivalidad entre Gran Bretaña y Rusia provocó enfrentamientos en Asia Central, especialmente por Afganistán. Por último, la rivalidad entre Alemania y Francia se manifestó en África Occidental, donde ambos países lucharon por el control de Togo y Camerún. Estas rivalidades coloniales contribuyeron a crear un clima de tensión en Europa, que acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial. De hecho, las rivalidades coloniales alimentaron las tensiones entre las potencias europeas, que libraron una guerra sin cuartel por el control de los territorios coloniales.
La Conferencia de Berlín permitió organizar la colonización de África y delimitar las zonas de influencia de las potencias coloniales europeas en el continente, pero también exacerbó las rivalidades entre estas últimas. En efecto, la carrera por las colonias generó conflictos y tensiones entre las distintas potencias, que se enfrentaron por los territorios colonizados. Así, la rivalidad entre Gran Bretaña y Francia cristalizó en el norte de África, donde ambos países se disputaron el control de Egipto y Sudán. Del mismo modo, la rivalidad entre Gran Bretaña y Rusia provocó enfrentamientos en Asia Central, especialmente por Afganistán. Por último, la rivalidad entre Alemania y Francia se manifestó en África Occidental, donde ambos países lucharon por el control de Togo y Camerún. Estas rivalidades coloniales contribuyeron a crear un clima de tensión en Europa, que acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial. De hecho, las rivalidades coloniales alimentaron las tensiones entre las potencias europeas, que libraron una guerra sin cuartel por el control de los territorios coloniales.


== La colonización de África ==
== El impacto de la colonización de África ==


[[File:Egypt sudan under british control.jpg|thumb|Egipto y Sudán británicos. En este mapa de 1912, el emplazamiento de Fachoda (''Kodok'') puede verse al sur en el Nilo]].
[[File:Egypt sudan under british control.jpg|thumb|Egipto y Sudán británicos. En este mapa de 1912, el emplazamiento de Fachoda (''Kodok'') puede verse al sur en el Nilo]].
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El descubrimiento de petróleo a principios del siglo XX fue un tema importante para las potencias europeas y contribuyó a su interés por las regiones productoras. Las compañías petroleras europeas se establecieron en los países de Oriente Próximo y el norte de África, y las grandes potencias trataron de asegurar sus suministros de petróleo asegurándose el control de estas regiones. Esta carrera por el petróleo fue también un factor de tensiones y rivalidades entre las potencias europeas y contribuyó al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. El declive del Imperio Otomano se debió en parte a su incapacidad para modernizar su economía y adaptarse a los cambios tecnológicos de la época, incluido el uso del petróleo como fuente de energía. Las grandes potencias europeas, por su parte, se dieron cuenta rápidamente de la importancia del petróleo y trataron de controlar el acceso al mismo para asegurar su dominio económico y político. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos en la región del Mar Negro y Oriente Próximo exacerbó así las rivalidades entre las potencias europeas y acentuó el declive del Imperio Otomano, que luchaba por explotar sus propios recursos petrolíferos. Las compañías petroleras europeas y estadounidenses se afianzaron rápidamente en la región, aprovechando la inestabilidad política y la debilidad del Imperio Otomano para imponer sus intereses económicos.
El descubrimiento de petróleo a principios del siglo XX fue un tema importante para las potencias europeas y contribuyó a su interés por las regiones productoras. Las compañías petroleras europeas se establecieron en los países de Oriente Próximo y el norte de África, y las grandes potencias trataron de asegurar sus suministros de petróleo asegurándose el control de estas regiones. Esta carrera por el petróleo fue también un factor de tensiones y rivalidades entre las potencias europeas y contribuyó al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. El declive del Imperio Otomano se debió en parte a su incapacidad para modernizar su economía y adaptarse a los cambios tecnológicos de la época, incluido el uso del petróleo como fuente de energía. Las grandes potencias europeas, por su parte, se dieron cuenta rápidamente de la importancia del petróleo y trataron de controlar el acceso al mismo para asegurar su dominio económico y político. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos en la región del Mar Negro y Oriente Próximo exacerbó así las rivalidades entre las potencias europeas y acentuó el declive del Imperio Otomano, que luchaba por explotar sus propios recursos petrolíferos. Las compañías petroleras europeas y estadounidenses se afianzaron rápidamente en la región, aprovechando la inestabilidad política y la debilidad del Imperio Otomano para imponer sus intereses económicos.


== Extremo Oriente ==
== Lo que se juega en Extremo Oriente ==
Extremo Oriente fue también una zona de rivalidad entre las potencias coloniales, especialmente Gran Bretaña, Rusia y Japón. Gran Bretaña estaba especialmente preocupada por el ascenso de Rusia en Asia Central y su presencia en Manchuria, que amenazaban sus intereses en la India. Los británicos también tenían importantes intereses económicos en China, que era entonces un lucrativo mercado para las exportaciones británicas.
Extremo Oriente fue también una zona de rivalidad entre las potencias coloniales, especialmente Gran Bretaña, Rusia y Japón. Gran Bretaña estaba especialmente preocupada por el ascenso de Rusia en Asia Central y su presencia en Manchuria, que amenazaban sus intereses en la India. Los británicos también tenían importantes intereses económicos en China, que era entonces un lucrativo mercado para las exportaciones británicas.


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Desde finales del siglo XIX, las grandes potencias empezaron a exportar sus rivalidades y conflictos a distintas partes del mundo, como Asia, África y el Pacífico. Esto provocó enfrentamientos y guerras coloniales, en las que las potencias europeas lucharon por el dominio territorial, el acceso a los recursos y la influencia política en estas regiones. Sin embargo, América del Sur era considerada una "zona reservada" por Estados Unidos, que pretendía ampliar su influencia en la región e impedir que otras potencias se establecieran en ella. Esta política de la "Doctrina Monroe" fue enunciada por el presidente estadounidense James Monroe en 1823, y sirvió de base para la política exterior estadounidense en América Latina durante los siglos XIX y XX.
Desde finales del siglo XIX, las grandes potencias empezaron a exportar sus rivalidades y conflictos a distintas partes del mundo, como Asia, África y el Pacífico. Esto provocó enfrentamientos y guerras coloniales, en las que las potencias europeas lucharon por el dominio territorial, el acceso a los recursos y la influencia política en estas regiones. Sin embargo, América del Sur era considerada una "zona reservada" por Estados Unidos, que pretendía ampliar su influencia en la región e impedir que otras potencias se establecieran en ella. Esta política de la "Doctrina Monroe" fue enunciada por el presidente estadounidense James Monroe en 1823, y sirvió de base para la política exterior estadounidense en América Latina durante los siglos XIX y XX.


= El desarrollo de los sistemas de alianzas =
= Establecimiento de sistemas de alianzas =
El establecimiento de sistemas de alianzas contribuyó a la desintegración de las condiciones políticas internacionales a principios del siglo XX. Las grandes potencias europeas se agruparon en dos grandes bloques de alianzas: la Triple Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia). Esta polarización provocó un aumento de las tensiones entre los dos bloques, con un incremento de las rivalidades económicas, militares y coloniales.
El establecimiento de sistemas de alianzas contribuyó a la desintegración de las condiciones políticas internacionales a principios del siglo XX. Las grandes potencias europeas se agruparon en dos grandes bloques de alianzas: la Triple Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia). Esta polarización provocó un aumento de las tensiones entre los dos bloques, con un incremento de las rivalidades económicas, militares y coloniales.


Los sistemas de alianzas también contribuyeron a la ampliación e internacionalización de los conflictos, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. Cuando estalló la guerra, las alianzas provocaron una movilización general de muchos países, más allá del enfrentamiento inicial entre Alemania y Francia. La guerra se extendió por toda Europa y más allá, implicando a muchos países y provocando la muerte de millones de personas.
Los sistemas de alianzas también contribuyeron a la ampliación e internacionalización de los conflictos, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. Cuando estalló la guerra, las alianzas provocaron una movilización general de muchos países, más allá del enfrentamiento inicial entre Alemania y Francia. La guerra se extendió por toda Europa y más allá, implicando a muchos países y provocando la muerte de millones de personas.


== La Triple Alianza ==
== El papel y el impacto de la Triple Alianza ==
[[File:Triple Alliance.png|thumb|right|Triple Alianza|La Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia.]]
[[File:Triple Alliance.png|thumb|right|Triple Alianza|La Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia.]]


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Las Potencias Centrales incluían a Alemania, Austria-Hungría e Italia. Este bloque estaba situado principalmente en Europa Central y Oriental, de ahí su nombre. Las Potencias Centrales se oponían a la Triple Entente, formada por Francia, Gran Bretaña y Rusia. Así pues, la Primera Guerra Mundial estuvo marcada por el enfrentamiento de estos dos bloques rivales.
Las Potencias Centrales incluían a Alemania, Austria-Hungría e Italia. Este bloque estaba situado principalmente en Europa Central y Oriental, de ahí su nombre. Las Potencias Centrales se oponían a la Triple Entente, formada por Francia, Gran Bretaña y Rusia. Así pues, la Primera Guerra Mundial estuvo marcada por el enfrentamiento de estos dos bloques rivales.


== La Triple Entente ==
== Formación e influencia de la Triple Entente ==
[[File:Triple Entente.jpg|thumb|200px|alt=Triple Entente.jpg]]
[[File:Triple Entente.jpg|thumb|200px|alt=Triple Entente.jpg]]


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La Primera Guerra Mundial también tuvo consecuencias geopolíticas duraderas. Los imperios alemán, austrohúngaro y otomano se derrumbaron, dejando tras de sí nuevos Estados. Rusia experimentó una revolución que condujo a la creación de la Unión Soviética, mientras que Europa vivió un periodo de inestabilidad política y económica que contribuyó al ascenso de regímenes autoritarios y fascistas.
La Primera Guerra Mundial también tuvo consecuencias geopolíticas duraderas. Los imperios alemán, austrohúngaro y otomano se derrumbaron, dejando tras de sí nuevos Estados. Rusia experimentó una revolución que condujo a la creación de la Unión Soviética, mientras que Europa vivió un periodo de inestabilidad política y económica que contribuyó al ascenso de regímenes autoritarios y fascistas.


== Aumento de las tensiones ==
== Escalada de tensiones: Preámbulo del conflicto ==
La crisis del verano de 1914 fue sólo la última de una serie de crisis cada vez más graves. Primero fue la crisis de Marruecos, que desembocó en la conferencia de Algeciras; después, la invasión italiana de Libia en 1911, que sacudió el equilibrio europeo, porque todo lo que tocaba al Imperio Otomano desencadenaba tensiones; después, las guerras de los Balcanes en 1912 - 1913, que fueron un preludio de la Primera Guerra Mundial.  
La crisis del verano de 1914 fue sólo la última de una serie de crisis cada vez más graves. Primero fue la crisis de Marruecos, que desembocó en la conferencia de Algeciras; después, la invasión italiana de Libia en 1911, que sacudió el equilibrio europeo, porque todo lo que tocaba al Imperio Otomano desencadenaba tensiones; después, las guerras de los Balcanes en 1912 - 1913, que fueron un preludio de la Primera Guerra Mundial.  


A partir del siglo XX se suceden una serie de crisis que generan tensiones entre las potencias europeas. Los bloques se oponen y se embarcan en una "carrera armamentística", mientras que las alianzas se extienden a muchos otros países, completando los bloques y cristalizando las oposiciones. Tras las guerras de los Balcanes, que había provocado y perdido, Bulgaria, hasta entonces aliada de Serbia, se unió a la "triple alianza", mientras que Grecia se alineó con la "triple entente".
A partir del siglo XX se suceden una serie de crisis que generan tensiones entre las potencias europeas. Los bloques se oponen y se embarcan en una "carrera armamentística", mientras que las alianzas se extienden a muchos otros países, completando los bloques y cristalizando las oposiciones. Tras las guerras de los Balcanes, que había provocado y perdido, Bulgaria, hasta entonces aliada de Serbia, se unió a la "triple alianza", mientras que Grecia se alineó con la "triple entente".


== De la crisis localizada a la guerra europea ==
== De la crisis local a la llama de la guerra europea ==


=== El asesinato del archiduque Francisco Fernando ===
=== El asesinato del archiduque Francisco Fernando: la mecha inicial ===
El atentado de Sarajevo se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, fue asesinado en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, por un joven nacionalista serbio llamado Gavrilo Princip. Gavrilo Princip fue un nacionalista serbio nacido el 25 de julio de 1894 en Obljaj, en lo que entonces era la provincia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro (actual Bosnia-Herzegovina). Se le conoce sobre todo por el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, en un atentado en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Princip era miembro de un grupo clandestino llamado la "Mano Negra", que pretendía promover la independencia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro y su vinculación a Serbia. Había recibido entrenamiento militar en Serbia antes de regresar a Bosnia para participar en el ataque. El 28 de junio de 1914, Princip y varios otros miembros de la Mano Negra atacaron el coche del Archiduque Francisco Fernando mientras visitaba Sarajevo. Princip consiguió disparar con una pistola al Archiduque y a su esposa, Sofía. Este suceso desencadenó una serie de alianzas y reacciones que acabaron provocando una escalada militar y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras el atentado, Princip fue detenido y encarcelado. Fue juzgado y condenado a 20 años de prisión por su participación en el asesinato del Archiduque. Murió en prisión en 1918, a los 23 años, de tuberculosis.
El atentado de Sarajevo se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, fue asesinado en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, por un joven nacionalista serbio llamado Gavrilo Princip. Gavrilo Princip fue un nacionalista serbio nacido el 25 de julio de 1894 en Obljaj, en lo que entonces era la provincia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro (actual Bosnia-Herzegovina). Se le conoce sobre todo por el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, en un atentado en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Princip era miembro de un grupo clandestino llamado la "Mano Negra", que pretendía promover la independencia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro y su vinculación a Serbia. Había recibido entrenamiento militar en Serbia antes de regresar a Bosnia para participar en el ataque. El 28 de junio de 1914, Princip y varios otros miembros de la Mano Negra atacaron el coche del Archiduque Francisco Fernando mientras visitaba Sarajevo. Princip consiguió disparar con una pistola al Archiduque y a su esposa, Sofía. Este suceso desencadenó una serie de alianzas y reacciones que acabaron provocando una escalada militar y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras el atentado, Princip fue detenido y encarcelado. Fue juzgado y condenado a 20 años de prisión por su participación en el asesinato del Archiduque. Murió en prisión en 1918, a los 23 años, de tuberculosis.


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[[file:Frontouest1914gf.gif|right|thumb|350px|El Frente Occidental entre 1915 y 1916 - [http://www.atlas-historique.net/1914-1945/cartes/FrontOuest1915-16.html atlas-historique.net]]]
[[file:Frontouest1914gf.gif|right|thumb|350px|El Frente Occidental entre 1915 y 1916 - [http://www.atlas-historique.net/1914-1945/cartes/FrontOuest1915-16.html atlas-historique.net]]]


=== Cronología de los acontecimientos ===
=== Cronología clave de los acontecimientos que precipitaron la guerra ===
El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, el 28 de junio de 1914, se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El asesinato creó una grave crisis internacional, que provocó una escalada de tensiones entre los países europeos y una serie de alianzas, que finalmente desembocaron en la guerra. Gavrilo Princip, el asesino del Archiduque, era un nacionalista serbio vinculado al grupo terrorista serbio Mano Negra.
El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, el 28 de junio de 1914, se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El asesinato creó una grave crisis internacional, que provocó una escalada de tensiones entre los países europeos y una serie de alianzas, que finalmente desembocaron en la guerra. Gavrilo Princip, el asesino del Archiduque, era un nacionalista serbio vinculado al grupo terrorista serbio Mano Negra.


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[[file:fronts1418.jpg|center|thumb|350px|Frentes de la Primera Guerra Mundial]].
[[file:fronts1418.jpg|center|thumb|350px|Frentes de la Primera Guerra Mundial]].


== La globalización del conflicto ==
== La globalización de los conflictos: actores internacionales ==
La Primera Guerra Mundial adquirió rápidamente una dimensión global, implicando a los imperios europeos, así como a sus colonias y aliados en todo el mundo. Por ejemplo, las colonias británicas, francesas y alemanas se movilizaron para unirse al esfuerzo bélico, enviando soldados y recursos a Europa. El conflicto también se extendió a los territorios coloniales, con combates en África, Asia y el Pacífico. Los imperios europeos lucharon por el control de estos territorios, mientras que los movimientos nacionalistas e independentistas también cobraron impulso en estas regiones. Además, la guerra también afectó a las relaciones comerciales y económicas en todo el mundo, perturbando el comercio y el flujo de mercancías. Así pues, la globalización de la guerra amplificó las consecuencias del conflicto y sus repercusiones se dejaron sentir en todo el mundo.
La Primera Guerra Mundial adquirió rápidamente una dimensión global, implicando a los imperios europeos, así como a sus colonias y aliados en todo el mundo. Por ejemplo, las colonias británicas, francesas y alemanas se movilizaron para unirse al esfuerzo bélico, enviando soldados y recursos a Europa. El conflicto también se extendió a los territorios coloniales, con combates en África, Asia y el Pacífico. Los imperios europeos lucharon por el control de estos territorios, mientras que los movimientos nacionalistas e independentistas también cobraron impulso en estas regiones. Además, la guerra también afectó a las relaciones comerciales y económicas en todo el mundo, perturbando el comercio y el flujo de mercancías. Así pues, la globalización de la guerra amplificó las consecuencias del conflicto y sus repercusiones se dejaron sentir en todo el mundo.


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La Primera Guerra Mundial también tuvo importantes consecuencias en las colonias de las potencias europeas. Las colonias alemanas, especialmente en África, fueron escenario de combates entre las fuerzas de los distintos imperios coloniales. Las tropas británicas y francesas conquistaron las colonias alemanas y se apoderaron de sus riquezas, como plantaciones, minas y recursos naturales. Las colonias también participaron en el esfuerzo bélico, con el envío de tropas coloniales para luchar en los frentes europeos. Se movilizaron varios cientos de miles de soldados africanos, asiáticos y americanos, a menudo en condiciones muy difíciles. Las colonias también proporcionaron recursos y materias primas esenciales para el esfuerzo bélico, como el caucho, el aceite de palma y el algodón. Esto condujo a una mayor explotación de las colonias y al empeoramiento de las condiciones de trabajo de la población local.
La Primera Guerra Mundial también tuvo importantes consecuencias en las colonias de las potencias europeas. Las colonias alemanas, especialmente en África, fueron escenario de combates entre las fuerzas de los distintos imperios coloniales. Las tropas británicas y francesas conquistaron las colonias alemanas y se apoderaron de sus riquezas, como plantaciones, minas y recursos naturales. Las colonias también participaron en el esfuerzo bélico, con el envío de tropas coloniales para luchar en los frentes europeos. Se movilizaron varios cientos de miles de soldados africanos, asiáticos y americanos, a menudo en condiciones muy difíciles. Las colonias también proporcionaron recursos y materias primas esenciales para el esfuerzo bélico, como el caucho, el aceite de palma y el algodón. Esto condujo a una mayor explotación de las colonias y al empeoramiento de las condiciones de trabajo de la población local.


=== Estados Unidos ===
=== El papel de Estados Unidos ===
La opinión pública estadounidense estaba dividida sobre la conveniencia de ir a la guerra. Por un lado, los partidarios de la intervención estaban convencidos de que Estados Unidos debía defender los valores democráticos y ayudar a sus aliados europeos. Por otro, los aislacionistas abogaban por la neutralidad y temían que la guerra perjudicara a la economía estadounidense. Sin embargo, la entrada de Estados Unidos en la guerra en 1917 estuvo motivada en última instancia por varios factores, entre ellos el ataque al transatlántico Lusitania por un submarino alemán en 1915, que había causado la muerte de muchos estadounidenses, y el descubrimiento de un complot alemán para incitar a México a declarar la guerra a Estados Unidos. La entrada en la guerra también se consideró una oportunidad para que Estados Unidos reforzara su posición como potencia mundial y promoviera sus valores democráticos en el extranjero.
La opinión pública estadounidense estaba dividida sobre la conveniencia de ir a la guerra. Por un lado, los partidarios de la intervención estaban convencidos de que Estados Unidos debía defender los valores democráticos y ayudar a sus aliados europeos. Por otro, los aislacionistas abogaban por la neutralidad y temían que la guerra perjudicara a la economía estadounidense. Sin embargo, la entrada de Estados Unidos en la guerra en 1917 estuvo motivada en última instancia por varios factores, entre ellos el ataque al transatlántico Lusitania por un submarino alemán en 1915, que había causado la muerte de muchos estadounidenses, y el descubrimiento de un complot alemán para incitar a México a declarar la guerra a Estados Unidos. La entrada en la guerra también se consideró una oportunidad para que Estados Unidos reforzara su posición como potencia mundial y promoviera sus valores democráticos en el extranjero.


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El Telegrama Zimmerman es un acontecimiento importante de la Primera Guerra Mundial que tuvo lugar en enero de 1917. Fue un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmerman, al embajador alemán en México, en el que proponía una alianza entre México y Alemania contra Estados Unidos. A cambio de esta alianza, Alemania se comprometía a apoyar a México en la reconquista de los territorios de Texas, California y Nuevo México, perdidos en la guerra mexicano-estadounidense de 1848. El telegrama Zimmerman fue interceptado y descifrado por el servicio secreto británico, que lo reenvió a Estados Unidos. Este suceso provocó la indignación pública en Estados Unidos y contribuyó a la decisión estadounidense de entrar en guerra contra Alemania en abril de 1917.
El Telegrama Zimmerman es un acontecimiento importante de la Primera Guerra Mundial que tuvo lugar en enero de 1917. Fue un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmerman, al embajador alemán en México, en el que proponía una alianza entre México y Alemania contra Estados Unidos. A cambio de esta alianza, Alemania se comprometía a apoyar a México en la reconquista de los territorios de Texas, California y Nuevo México, perdidos en la guerra mexicano-estadounidense de 1848. El telegrama Zimmerman fue interceptado y descifrado por el servicio secreto británico, que lo reenvió a Estados Unidos. Este suceso provocó la indignación pública en Estados Unidos y contribuyó a la decisión estadounidense de entrar en guerra contra Alemania en abril de 1917.


=== Japón ===
=== La participación de Japón ===
Japón aprovechó la entrada de Alemania en la guerra para ampliar su influencia en Asia y el Pacífico. Envió tropas a China y Corea para consolidar su presencia en la región. Japón también envió buques de guerra para ayudar a los Aliados a patrullar el Océano Pacífico e interceptar los barcos alemanes. La participación de Japón en la guerra reforzó su estatus de potencia mundial y allanó el camino para su expansión territorial en los años siguientes.
Japón aprovechó la entrada de Alemania en la guerra para ampliar su influencia en Asia y el Pacífico. Envió tropas a China y Corea para consolidar su presencia en la región. Japón también envió buques de guerra para ayudar a los Aliados a patrullar el Océano Pacífico e interceptar los barcos alemanes. La participación de Japón en la guerra reforzó su estatus de potencia mundial y allanó el camino para su expansión territorial en los años siguientes.


Japón se unió a la guerra en el bando de la Entente debido a su alianza con Gran Bretaña. Sin embargo, su participación se limitó principalmente a operaciones militares en el Pacífico y Asia. En concreto, las tropas japonesas ocuparon las colonias alemanas en la región del Pacífico, incluidas las Islas Marshall y las Marianas. Japón también proporcionó buques de guerra y tropas para ayudar a las fuerzas aliadas en operaciones navales en el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. El papel de Japón en la Primera Guerra Mundial contribuyó a reforzar su estatus de potencia emergente en la escena mundial.
Japón se unió a la guerra en el bando de la Entente debido a su alianza con Gran Bretaña. Sin embargo, su participación se limitó principalmente a operaciones militares en el Pacífico y Asia. En concreto, las tropas japonesas ocuparon las colonias alemanas en la región del Pacífico, incluidas las Islas Marshall y las Marianas. Japón también proporcionó buques de guerra y tropas para ayudar a las fuerzas aliadas en operaciones navales en el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. El papel de Japón en la Primera Guerra Mundial contribuyó a reforzar su estatus de potencia emergente en la escena mundial.


=== El Imperio Otomano ===
=== El compromiso del Imperio Otomano ===
El Imperio Otomano desempeñó un papel importante en la Primera Guerra Mundial. El Imperio fue uno de los principales aliados de Alemania y Austria-Hungría. Los otomanos lucharon en varios frentes, como Mesopotamia (Irak) contra los británicos, Palestina contra británicos y franceses, y el Cáucaso contra los rusos.
El Imperio Otomano desempeñó un papel importante en la Primera Guerra Mundial. El Imperio fue uno de los principales aliados de Alemania y Austria-Hungría. Los otomanos lucharon en varios frentes, como Mesopotamia (Irak) contra los británicos, Palestina contra británicos y franceses, y el Cáucaso contra los rusos.


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Finalmente, el Imperio Otomano fue derrotado por las fuerzas británicas y árabes en 1918, y el Tratado de Sevres se firmó en 1920, poniendo fin a la guerra para el Imperio Otomano y dando lugar a la partición del Imperio.
Finalmente, el Imperio Otomano fue derrotado por las fuerzas británicas y árabes en 1918, y el Tratado de Sevres se firmó en 1920, poniendo fin a la guerra para el Imperio Otomano y dando lugar a la partición del Imperio.


=== América del Sur ===
=== Sudamérica en conflicto ===
Varios países sudamericanos participaron en la Primera Guerra Mundial, principalmente como proveedores de materias primas y apoyo logístico. Brasil entró en la guerra en 1917 del lado de la Triple Entente, principalmente debido a la destrucción de barcos brasileños por submarinos alemanes. Argentina, Chile, Uruguay y Perú también proporcionaron suministros y material de guerra a la Triple Entente, mientras que Paraguay y Ecuador se mantuvieron neutrales. Estos países buscaban posicionarse en la escena internacional y reforzar su influencia política y económica.
Varios países sudamericanos participaron en la Primera Guerra Mundial, principalmente como proveedores de materias primas y apoyo logístico. Brasil entró en la guerra en 1917 del lado de la Triple Entente, principalmente debido a la destrucción de barcos brasileños por submarinos alemanes. Argentina, Chile, Uruguay y Perú también proporcionaron suministros y material de guerra a la Triple Entente, mientras que Paraguay y Ecuador se mantuvieron neutrales. Estos países buscaban posicionarse en la escena internacional y reforzar su influencia política y económica.


La implicación de algunos países sudamericanos, como Brasil, en la Primera Guerra Mundial les permitió participar en la Conferencia de Paz de París de 1919, que redibujó el mapa político de Europa y del mundo, y formar parte de la Sociedad de Naciones, la organización internacional creada para mantener la paz tras la guerra. Esta participación reforzó su papel e influencia en los asuntos internacionales y contribuyó a su emancipación de las potencias europeas y de Estados Unidos.
La implicación de algunos países sudamericanos, como Brasil, en la Primera Guerra Mundial les permitió participar en la Conferencia de Paz de París de 1919, que redibujó el mapa político de Europa y del mundo, y formar parte de la Sociedad de Naciones, la organización internacional creada para mantener la paz tras la guerra. Esta participación reforzó su papel e influencia en los asuntos internacionales y contribuyó a su emancipación de las potencias europeas y de Estados Unidos.


=== Movilización de los imperios ===
=== La movilización de los imperios coloniales ===
Los imperios también movilizaron su potencial económico y humano para apoyar el esfuerzo bélico. Las colonias y territorios bajo dominio imperial proporcionaron una abundante mano de obra para apoyar el esfuerzo bélico, suministrando soldados, trabajadores y recursos. Francia y Gran Bretaña movilizaron tropas coloniales, sobre todo en África, mientras que colonias británicas como Canadá, Australia y Nueva Zelanda enviaron tropas y prestaron un importante apoyo económico.
Los imperios también movilizaron su potencial económico y humano para apoyar el esfuerzo bélico. Las colonias y territorios bajo dominio imperial proporcionaron una abundante mano de obra para apoyar el esfuerzo bélico, suministrando soldados, trabajadores y recursos. Francia y Gran Bretaña movilizaron tropas coloniales, sobre todo en África, mientras que colonias británicas como Canadá, Australia y Nueva Zelanda enviaron tropas y prestaron un importante apoyo económico.
También se pidió a las colonias que produjeran materias primas y participaran en el esfuerzo bélico industrial. Los territorios imperiales proporcionaron materias primas como caucho, aceite de palma, minerales y metales preciosos, mientras que las industrias coloniales se movilizaron para suministrar bienes de consumo y de guerra como ropa, calzado, armas y municiones.
También se pidió a las colonias que produjeran materias primas y participaran en el esfuerzo bélico industrial. Los territorios imperiales proporcionaron materias primas como caucho, aceite de palma, minerales y metales preciosos, mientras que las industrias coloniales se movilizaron para suministrar bienes de consumo y de guerra como ropa, calzado, armas y municiones.
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La Primera Guerra Mundial fue un conflicto que implicó a muchos países de todo el mundo, ya fuera militar, económica, política o culturalmente. Los imperios coloniales movilizaron a la población y los recursos de las colonias para apoyar el esfuerzo bélico, mientras que los países neutrales sufrieron importantes consecuencias económicas debido a la interrupción del comercio mundial y la escasez de materias primas. Además, el conflicto también tuvo repercusiones en la política internacional y en la formación de nuevos Estados tras la guerra, como la creación de Checoslovaquia, Yugoslavia y Polonia.
La Primera Guerra Mundial fue un conflicto que implicó a muchos países de todo el mundo, ya fuera militar, económica, política o culturalmente. Los imperios coloniales movilizaron a la población y los recursos de las colonias para apoyar el esfuerzo bélico, mientras que los países neutrales sufrieron importantes consecuencias económicas debido a la interrupción del comercio mundial y la escasez de materias primas. Además, el conflicto también tuvo repercusiones en la política internacional y en la formación de nuevos Estados tras la guerra, como la creación de Checoslovaquia, Yugoslavia y Polonia.


= Reflexiones finales sobre Europa en el centro del mundo desde finales del siglo XIX hasta 1918 =
= Reflexiones finales: Europa en el centro del mundo, desde finales del siglo XIX hasta 1918 =
El periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el final de la Primera Guerra Mundial puede considerarse una época en la que Europa ocupó el centro del mundo, tanto en el plano político como en el económico y cultural. Los imperios europeos dominaban el mundo y su rivalidad por el control del territorio y los recursos se intensificó.  
El periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el final de la Primera Guerra Mundial puede considerarse una época en la que Europa ocupó el centro del mundo, tanto en el plano político como en el económico y cultural. Los imperios europeos dominaban el mundo y su rivalidad por el control del territorio y los recursos se intensificó.  



Version du 5 juin 2023 à 21:15


Desde finales del siglo XIX hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, Europa ocupó un lugar central en el mundo. Este periodo se caracterizó por importantes cambios económicos, políticos, sociales y culturales que tuvieron un gran impacto en la historia mundial. A finales del siglo XIX, Europa estaba dominada por las grandes potencias coloniales, en particular Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia, que habían extendido su influencia por todo el mundo. La competencia por el control de las colonias y los mercados provocó una carrera armamentística y tensiones entre las potencias europeas.

Se puede observar que Europa desempeñó un papel central en las relaciones internacionales hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Esto se debió a una combinación de factores como el dominio económico y colonial de Europa en el mundo, la rivalidad entre las principales potencias europeas y su influencia en los acontecimientos políticos mundiales. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial provocó un declive significativo de la influencia de Europa en los asuntos mundiales. La guerra provocó la destrucción de la economía y las infraestructuras europeas, lo que se tradujo en una pérdida de poder económico y político. Además, la guerra también provocó cambios importantes en el orden mundial, con la aparición de nuevas potencias como Estados Unidos y la Unión Soviética.

Por otra parte, las consecuencias de la Primera Guerra Mundial también provocaron el auge de movimientos nacionalistas y regímenes autoritarios en Europa, lo que repercutió negativamente en la estabilidad política de la región. El ascenso del nazismo en Alemania en la década de 1930 condujo finalmente a la Segunda Guerra Mundial y a un nuevo periodo de declive para Europa. Así, aunque Europa dominó las relaciones internacionales hasta el final de la Primera Guerra Mundial, la guerra supuso un cambio radical en el orden mundial y marcó el comienzo de un declive de la influencia europea en la escena internacional.

El sistema y el orden europeo

El sistema europeo, establecido en el Congreso de Viena de 1815, basaba su dominio en las grandes potencias de la época, especialmente Francia, Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia. Este sistema pretendía reorganizar Europa tras las guerras napoleónicas, restableciendo una forma de equilibrio entre las grandes potencias. Durante el siglo XIX, este sistema se caracterizó por la coexistencia de antiguos Estados-nación como Francia y Gran Bretaña, así como por la aparición de nuevos Estados-nación como Italia y Alemania. Además, imperios como el Imperio Austrohúngaro, el Imperio Ruso y el Imperio Otomano también coexistieron con estos Estados-nación. Esta coexistencia era a menudo inestable, ya que las grandes potencias trataban de ampliar su influencia y su territorio a expensas de las demás, lo que creaba tensiones diplomáticas y militares. Las rivalidades entre las grandes potencias también dieron lugar a alianzas militares, que finalmente desembocaron en la Primera Guerra Mundial.

Desde finales del siglo XIX hasta el final de la Primera Guerra Mundial en 1918, Europa fue considerada el centro del mundo. Este periodo está marcado por importantes cambios sociales, económicos y políticos, que influyeron en el orden europeo y en el sistema internacional. El sistema europeo de este periodo se caracterizó por una intensa competencia entre las potencias europeas por el control de las colonias, los mercados y los recursos naturales. Las principales potencias europeas, como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria-Hungría y Rusia, entablaron alianzas y acuerdos para defender sus intereses y proteger su posición en el sistema internacional. El orden europeo de este periodo se vio influido por varios acontecimientos importantes, como la guerra franco-alemana de 1870-1871 y la guerra ruso-japonesa de 1904-1905. La creación del Imperio Alemán en 1871 y la anexión de Alsacia-Lorena contribuyeron a aumentar las tensiones entre las potencias europeas, lo que llevó a la formación de alianzas y a la carrera armamentística. El sistema internacional en este periodo también estuvo marcado por cambios significativos. El ascenso de Estados Unidos y Japón como potencias económicas y militares creó una nueva dinámica en las relaciones internacionales. La Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, condujo finalmente al fin del orden europeo y a la transformación del sistema internacional.

Gran Bretaña fue considerada la primera potencia industrial del mundo en el siglo XIX, con industrias textiles, siderúrgicas y mineras desarrolladas. La Revolución Industrial tuvo un gran impacto en que Gran Bretaña se convirtiera en la primera potencia industrial del mundo en el siglo XIX. Permitió a Gran Bretaña desarrollar las industrias textil, siderúrgica y minera, proporcionando empleo a millones de trabajadores. La Revolución Industrial también contribuyó a la expansión territorial de Gran Bretaña, reforzando su control sobre su imperio colonial. Utilizó su poder económico para extender su influencia diplomática y política, y desarrolló una poderosa armada para proteger sus intereses económicos y sus colonias en todo el mundo. Sin embargo, la Revolución Industrial también provocó una importante transformación social en Gran Bretaña, con una urbanización masiva, el crecimiento de la población y la aparición de nuevas clases sociales. Contribuyó a mejorar las condiciones de vida de algunos sectores de la población, al tiempo que exacerbaba las desigualdades sociales y económicas.

La Revolución Industrial también repercutió en los grandes imperios asiáticos, como China e India, que empezaron a perder su dominio económico y político sobre el mundo. Esto provocó un cambio en el equilibrio de poder entre Europa y Asia, que benefició a Europa. Sin embargo, a pesar del dominio de Europa a principios del siglo XX, éste llegó a su fin con el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Varios factores contribuyeron a este fin de Europa. En primer lugar, la Primera Guerra Mundial agotó los recursos de las grandes potencias europeas, lo que debilitó su influencia en el mundo. Además, la guerra provocó la pérdida de vidas humanas y desencadenó movimientos sociales y políticos en los países europeos que desafiaron el orden establecido. El ascenso de Estados Unidos, Rusia y Japón como potencias económicas y militares también contribuyó al debilitamiento de Europa. Europa también se enfrentó a retos internos como la aparición de movimientos nacionalistas y las tensiones entre las principales potencias europeas. Por último, el fin de Europa se vio acelerado por las convulsiones sociales y políticas que siguieron a la guerra, como el auge del comunismo, los movimientos independentistas en las colonias y la aparición de nuevas ideologías políticas como el fascismo y el nazismo. En resumen, el dominio de Europa a principios del siglo XX llegó a su fin debido a varios factores, como la Primera Guerra Mundial, la aparición de nuevas potencias económicas y militares, los desafíos internos y la agitación social y política que siguió a la guerra.

El concepto del sistema estatal

Desde mediados del siglo XVII, los Estados se han considerado el marco de referencia de las relaciones internacionales. Este punto de vista se formalizó con el Tratado de Westfalia en 1648, que marcó el final de la Guerra de los Treinta Años en Europa. Este tratado estableció el principio de la soberanía estatal y puso fin a la idea medieval de un imperio universal. De hecho, durante toda la Edad Media, la idea de un imperio universal había estado en el aire como un deseo de recrear el Imperio Romano.

Con el Tratado de Westfalia, se reconoció la soberanía de los Estados como principio fundamental de las relaciones internacionales. Esto significaba que cada Estado era libre de tomar sus propias decisiones políticas y que los demás Estados no tenían derecho a interferir en sus asuntos internos. Esta idea de soberanía nacional también allanó el camino para la formación de un sistema internacional basado en el principio del equilibrio de poder, que prevaleció hasta finales del siglo XIX.

El Tratado de Westfalia también marcó el fin del poder del Sacro Imperio Romano Germánico, que había dominado Europa Central durante siglos. Este imperio se había derrumbado durante la Guerra de los Treinta Años, dejando un vacío político en Europa Central. El Tratado de Westfalia reconoció la independencia de los Estados alemanes, que comenzaron a organizarse en su propio sistema político, marcando el nacimiento del sistema de Estados-nación en Europa. Este nuevo sistema se basaba en la idea de la soberanía estatal y el equilibrio de poder. Los Estados europeos se organizaron en una serie de relaciones bilaterales y multilaterales, basadas en intereses comunes y alianzas diplomáticas. Esto ayudó a mantener un cierto equilibrio de poder en Europa, evitando así grandes conflictos entre las grandes potencias. Este sistema de Estados nación duró hasta finales del siglo XIX, pero empezó a cuestionarse a principios del siglo XX. La carrera armamentística, las rivalidades imperiales y las tensiones nacionalistas acabaron desembocando en la Primera Guerra Mundial, que marcó el fin del sistema de Estados-nación y el comienzo de un nuevo sistema internacional.

Los principales principios de las relaciones internacionales surgidos tras el Tratado de Westfalia son:

  • El primer principio, el equilibrio de poder, pretendía mantener una distribución equilibrada del poder en Europa para evitar que una potencia dominara a las demás. Esto implicaba la formación de alianzas y coaliciones entre Estados para mantener este equilibrio y evitar conflictos importantes.
  • El segundo principio, la no injerencia en los asuntos internos de otro Estado, es una consecuencia lógica de la idea de soberanía estatal. Cada Estado era libre de regular sus propios asuntos sin la intervención de otros Estados, salvo en caso de amenaza a la seguridad colectiva.
  • Por último, el principio de "Cujus regio, ejus religio" significaba que la religión del príncipe debía ser la de su pueblo, pero también implicaba el derecho de cada individuo a practicar libremente su religión. Este principio se desarrolló para poner fin a las guerras de religión que habían desgarrado Europa durante siglos. El principio de "Cujus regio, ejus religio" marcó el fin del papel político de la Iglesia en los asuntos de Estado. Durante la Edad Media, la Iglesia católica fue una gran potencia en Europa, que ejercía una influencia considerable en los asuntos políticos y sociales. La afirmación del principio de soberanía del Estado-nación puso fin a esta situación al afirmar que los dirigentes políticos debían tener la responsabilidad de decidir sobre la religión de su pueblo. Con el nacimiento de los Estados-nación, las fronteras políticas empezaron a reforzarse, dando lugar a una nueva organización del poder en Europa. Los Estados-nación surgieron como entidades políticas autónomas y soberanas con sus propios sistemas políticos, económicos y militares. La religión, aunque seguía siendo importante para muchos europeos, perdió gran parte de su influencia política, dando paso a ideologías políticas como el nacionalismo, el liberalismo o el socialismo.

Estos principios constituyeron la base del sistema europeo durante casi dos siglos, pero fueron puestos a prueba varias veces durante este periodo. Tanto las guerras napoleónicas como la Primera Guerra Mundial sacudieron el equilibrio de poder en Europa, mientras que los movimientos nacionalistas y las reivindicaciones territoriales socavaron a menudo el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros Estados. Es, por tanto, la afirmación del Estado-nación.

El sistema internacional surgido tras el Tratado de Westfalia se caracterizaba por la ausencia de una autoridad central superior a la de los Estados. Cada Estado era soberano e independiente, y la paz y la seguridad internacionales estaban garantizadas por el equilibrio de poder y la negociación diplomática.

Sin embargo, esta relativa anarquía se puso a prueba durante el siglo XIX con la aparición de nuevas potencias y el auge de las rivalidades interestatales. Las guerras napoleónicas alteraron el orden europeo y condujeron a la reorganización de Europa en el Congreso de Viena de 1815. Las grandes potencias europeas establecieron un equilibrio de poder para mantener la paz, pero esta relativa estabilidad se vio amenazada por la carrera armamentística, las tensiones coloniales y las rivalidades nacionales.

La competencia entre Estados por extender su poder ha sido una constante en las relaciones internacionales desde el nacimiento del sistema estatal. Sin embargo, esta competencia adquirió una nueva dimensión a partir de finales del siglo XIX con la aparición de nuevas potencias como Alemania y Estados Unidos, que pretendían desafiar el equilibrio de poder establecido por las grandes potencias europeas. Esta competencia se extendió también por todo el planeta con la carrera por la colonización y la expansión imperial. Esta búsqueda de poder acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial, en la que las grandes potencias europeas se enfrentaron en una guerra sin cuartel que provocó el colapso del orden europeo. Esto condujo finalmente a la Primera Guerra Mundial en 1914, que acabó con el equilibrio de poder y la estabilidad en Europa. Tras la guerra, se estableció un nuevo orden internacional con la creación de la Sociedad de Naciones, que pretendía mantener la paz y la seguridad internacionales mediante la cooperación y la diplomacia. Sin embargo, este sistema también fue puesto a prueba por el ascenso del nazismo en Alemania y las rivalidades entre las grandes potencias, lo que condujo a la Segunda Guerra Mundial y a la creación de las Naciones Unidas en 1945.

Aunque el sistema europeo se vio perturbado por la Primera Guerra Mundial, los Estados-nación siguen siendo hasta hoy los principales actores de las relaciones internacionales. Sin embargo, su papel ha cambiado con el tiempo. En el siglo XX, con la aparición de nuevos retos como la globalización, el terrorismo y el cambio climático, los Estados tuvieron que adaptarse e intervenir en nuevos ámbitos como la sanidad, la educación y el medio ambiente. Así, aunque el sistema europeo ha desaparecido, los Estados siguen siendo actores clave en las relaciones internacionales, al tiempo que amplían su campo de acción más allá de las cuestiones políticas y militares.

Estados-nación vs. Estados-imperio

Los Estados nación y los Estados imperio tienen características diferentes. Los Estados-nación son Estados soberanos que se definen por su territorio, lengua, cultura e historia comunes. Suelen estar compuestos por un único grupo étnico o lingüístico, y su gobierno es elegido por la población. Ejemplos de Estados-nación son Francia, Alemania y Japón. Los Estados imperio, por el contrario, son Estados compuestos por varios grupos étnicos o lingüísticos diferentes, y su territorio puede abarcar a menudo varios continentes. Ejemplos de Estados imperio son Rusia y el Imperio Otomano. Estos Estados suelen estar gobernados por una élite que las poblaciones autóctonas perciben como extranjera o colonial.

Los Estados-nación y los Estados-imperio tienen historias diferentes en Europa. Los Estados-nación surgieron en Europa en el siglo XIX, con la idea de que cada grupo étnico o lingüístico debía tener su propio Estado independiente. Esto condujo a la aparición de nuevos Estados, como Alemania e Italia, y a la redefinición de las fronteras de muchos Estados ya existentes. Los Estados imperiales, por su parte, han caracterizado a Europa desde la Edad Media, con ejemplos como el Imperio Romano Germánico y el Imperio Otomano. Estos Estados se han caracterizado a menudo por los conflictos entre diferentes grupos étnicos y religiosos, así como por las tensiones entre los centros de poder y las periferias.

A pesar de sus diferencias, tanto los Estados-nación como los Estados-imperio han desempeñado un papel importante en la historia europea. Los Estados nación se han asociado a menudo con la democracia y la liberación nacional, mientras que los Estados imperio se han asociado a menudo con el imperialismo y la dominación extranjera.

Los Estados-nación tradicionales

El Reino Unido fue una de las grandes potencias europeas del siglo XIX debido a su posición privilegiada como primera potencia marítima y comercial. También fue uno de los principales actores del sistema europeo de la época, tratando de mantener un equilibrio de poder entre las distintas potencias europeas para evitar conflictos. El Reino Unido también estaba dotado de una poderosa industria, basada en la revolución industrial que se inició en su territorio, lo que le permitió dominar el comercio internacional y convertirse en la primera potencia financiera del mundo. Su imperio colonial era también muy extenso, lo que le proporcionaba importantes recursos económicos y un estatus de potencia mundial. Sin embargo, a pesar de su posición dominante, el Reino Unido también se enfrentó a retos internos y externos, como la cuestión irlandesa y la creciente competencia con otras potencias europeas como Alemania.

Austria era un imperio continental que desempeñó un papel importante en la derrota de Napoleón. Estaba gobernada por el emperador Francisco I, que también era rey de Hungría y Bohemia. A finales del siglo XVIII, Austria era una gran potencia en Europa y su capital, Viena, era un importante centro cultural. En el Congreso de Viena, Metternich, Ministro de Asuntos Exteriores austriaco, desempeñó un papel decisivo en la reorganización de Europa. Era partidario de un equilibrio de poder entre las grandes potencias europeas para evitar la dominación de un Estado sobre los demás. También quería restaurar los antiguos regímenes monárquicos y aplastar cualquier tendencia revolucionaria. Así, el Congreso de Viena redibujó el mapa de Europa restableciendo las monarquías depuestas por Napoleón y creando nuevos Estados nacionales como Bélgica y Noruega. A pesar de ello, Austria atravesaría dificultades durante el siglo XIX, sobre todo con los movimientos nacionalistas que surgieron en los distintos territorios del Imperio, compuesto por numerosos grupos étnicos diferentes. Esta inestabilidad interna debilitó a Austria y contribuyó a su derrota en la Primera Guerra Mundial.

Prusia fue el tercer gran actor de la coalición contra Napoleón. Entre 1815 y 1879, Prusia intentó unir bajo su dominio las regiones de habla alemana resultantes de la desintegración del Sacro Imperio Romano Germánico. Este fue el periodo de formación de Alemania como Estado nación, con la creación del Imperio Alemán en 1871 bajo el liderazgo de Prusia y su canciller Otto von Bismarck. El Imperio Alemán se convirtió en la primera potencia económica de Europa con su floreciente industria y su desarrollada red ferroviaria. Sin embargo, la unificación de Alemania se produjo en un contexto de tensiones con otras potencias europeas, en particular Francia, que perdió Alsacia-Lorena en favor de Alemania en la guerra franco-alemana de 1870-1871. Esta situación contribuyó al aumento de las tensiones en Europa que desembocaron en la Primera Guerra Mundial en 1914.

Tras la caída de Napoleón, Francia renunció a cualquier ambición hegemónica en Europa, pero continuó expandiendo su imperio colonial. Sin embargo, conservó una importante influencia cultural en Europa, sobre todo en las artes y la literatura. Durante el siglo XIX, Francia vivió también un periodo de modernización y prosperidad económica, con el desarrollo de la industria y el ferrocarril. Sin embargo, la derrota ante Prusia en 1870 y la pérdida de Alsacia-Lorena marcaron un punto de inflexión en la historia de Francia y debilitaron su influencia en Europa.

Estados-nación recientemente confirmados

Alemania se reafirmó apoyándose en el nacionalismo. La unidad alemana se logra bajo la égida de Prusia en enero de 1871. Por otra parte, esta unidad se logrará gracias a la guerra contra Austria en particular, en 1866, y contra Francia en 1870. Estos conflictos debían unificar internamente a la nación movilizándola contra los enemigos exteriores. Austria quería crear ella misma Alemania integrando a todos los pueblos de habla alemana en su imperio, oponiéndose a la idea prusiana de un Imperio alemán independiente de Austria. Alemania es un Estado-nación incompleto, ya que no incluye a Austria, donde viven los pueblos de habla alemana.

Italia está fragmentada hasta 1861. La unidad nacional se consigue mediante la guerra contra el Imperio Austrohúngaro, que incluía a las poblaciones de habla italiana. La unidad italiana fue incompleta: Trentino e Istria, que constituían las Tierras Irredentas, eran regiones que formaban parte del Imperio Austrohúngaro. Italia la consideró incompleta e intentó recuperar Trentino e Istria durante la Primera Guerra Mundial. Francia apoyó a Italia y ésta le cedió Saboya. En estos intercambios, las voluntades populares desempeñan un escaso papel.

Estructura y papel de los Estados Imperio

La Europa de la época estaba formada por numerosos imperios multinacionales, que agrupaban poblaciones de lenguas, culturas y religiones diferentes. El Imperio ruso era el mayor de estos imperios, con una gran diversidad de grupos étnicos y religiosos. El Imperio Otomano incluía grupos étnicos turcos, árabes, kurdos, armenios, griegos, búlgaros y rumanos, entre otros. Austria-Hungría estaba compuesta por muchos grupos étnicos, como alemanes, húngaros, checos, eslovacos, polacos, rutenos, croatas, eslovenos y rumanos. Todos estos imperios multinacionales experimentaron tensiones internas debido a la diversidad de sus poblaciones.

El sistema dinástico y monárquico se restableció en Europa tras la caída de Napoleón en 1815, con el fin de preservar la estabilidad y contrarrestar las ambiciones hegemónicas francesas. El orden europeo posterior a Napoleón se basó en la restauración de monarquías y dinastías, en oposición a los ideales revolucionarios y nacionalistas. Las grandes potencias europeas trataron de preservar el equilibrio de poder evitando los conflictos, y para ello intentaron mantener los imperios multinacionales existentes y frenar las aspiraciones nacionales de los pueblos que los integraban. Sin embargo, esta política de represión de las nacionalidades también contribuyó a los resentimientos y tensiones que provocaron las convulsiones de la Europa del siglo XIX. Sin embargo, este sistema se vio socavado por el auge del nacionalismo, que cuestionó la legitimidad de imperios multinacionales como Rusia, Austria-Hungría o el Imperio Otomano, basados en la dominación política y cultural de un grupo sobre otros. Los movimientos nacionalistas pretendían afirmar la identidad nacional de cada pueblo y reivindicar su derecho a la autodeterminación, es decir, el derecho a elegir su propio destino político y a formar un Estado nación independiente. Esta reivindicación fue una de las principales causas de la Primera Guerra Mundial.

El Imperio Austrohúngaro era uno de los principales pilares del orden europeo surgido del Congreso de Viena de 1815. Sin embargo, este imperio multicultural y multilingüe se enfrentó a numerosos desafíos internos, como las reivindicaciones nacionalistas de los diferentes pueblos que lo componían, así como las tensiones entre las distintas provincias y regiones; todo ello acabó provocando su desintegración en 1918-1919. La rivalidad entre Austria-Hungría y Prusia por la reagrupación de las poblaciones alemanas contribuyó al debilitamiento del Imperio austrohúngaro. Tras la derrota de Prusia en 1866, Austria tuvo que abandonar sus ambiciones hegemónicas en Alemania y se vio obligada a reconocer la superioridad de Prusia. Esta derrota minó la credibilidad de la monarquía austriaca y aumentó las demandas de independencia de los diferentes grupos nacionales que la integraban.

Las tensiones entre las distintas comunidades nacionales del Imperio austrohúngaro también contribuyeron a su debilitamiento. Las demandas de independencia de las distintas nacionalidades, en particular de checos, eslovacos, croatas, eslovenos y polacos, crearon divisiones internas en el imperio. Esta situación se vio agravada por la oposición entre austriacos y húngaros, que obtuvieron el compromiso austrohúngaro de 1867, por el que se concedía a Hungría cierta autonomía dentro del imperio. Estos problemas se agravaron durante el siglo XIX, y la desintegración del Imperio austrohúngaro acabó provocando el colapso del orden europeo. La Primera Guerra Mundial, desencadenada en gran parte por el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, fue el detonante de esta desintegración. Tras la guerra, el Imperio austrohúngaro fue desmantelado, lo que dio lugar a la creación de nuevos Estados nacionales como Checoslovaquia y Yugoslavia.

El Imperio austrohúngaro rivalizaba con Alemania y, por tanto, con Prusia por la reagrupación de las poblaciones alemanas. La derrota de 1866 frente a Prusia supuso la sentencia de muerte de este sueño, la monarquía austriaca se debilitó, las poblaciones internas reclamaron progresivamente su autonomía, lo que culminó con la disolución del imperio en 1919. Tras la derrota de Austria frente a Prusia en 1866, a menudo se hablaba del Imperio austriaco, que también incluía a Hungría como parte del Imperio. Sin embargo, tras la derrota, el emperador austriaco Francisco José se vio obligado a negociar un compromiso con los dirigentes húngaros para mantener unido el imperio. El compromiso de 1867 creó así el Imperio Austrohúngaro, en el que Hungría gozaba de mayor autonomía política y creaba una dualidad en el Imperio. A partir de este momento, el Imperio se denomina a menudo Imperio Austrohúngaro, lo que refleja la mayor participación de los húngaros en el gobierno del Imperio. El Compromiso Austrohúngaro de 1867 condujo a la transformación del Imperio austriaco en un imperio bicéfalo, el Imperio Austrohúngaro, en el que los húngaros gozaban de una gran autonomía. Esta dualidad y oposición entre austriacos y húngaros creó tensiones internas que debilitaron el imperio. Además, el auge del nacionalismo en los Balcanes, sobre todo entre los eslavos, creó reivindicaciones territoriales e independentistas que minaron la cohesión del imperio. Esta situación contribuyó a la desintegración del Imperio austrohúngaro tras la Primera Guerra Mundial.

El Imperio ruso era un imperio multinacional que comprendía poblaciones como rusos, ucranianos, bielorrusos, caucásicos, centroasiáticos, polacos, bálticos y finlandeses, entre otros. Rusia experimentó varios levantamientos nacionalistas y revoluciones internas, sobre todo en 1905 y 1917, que debilitaron el poder zarista y contribuyeron al colapso del imperio en 1918. Los movimientos de liberación nacional también fueron un factor importante en la desintegración del Imperio ruso.

El Imperio Otomano, el "viejo enfermo de Europa", se vio sometido a una gran presión por parte de las grandes potencias europeas durante el siglo XIX, especialmente a causa de la Cuestión Oriental, es decir, la cuestión de quién asumiría el control de los territorios del Imperio Otomano en los Balcanes y Oriente Próximo. Las grandes potencias competían por la hegemonía de la región, cada una tratando de ampliar su influencia política y económica. Rusia estaba interesada en desmantelar el Imperio Otomano para extender su influencia a los Balcanes, el Mar Negro y el Estrecho. Sin embargo, las otras grandes potencias europeas también estaban implicadas en rivalidades políticas y económicas por la riqueza y los territorios del Imperio Otomano. Gran Bretaña, por ejemplo, estaba interesada en las rutas comerciales hacia India y Asia, mientras que Francia trataba de proteger sus intereses en la región mediterránea. Estas rivalidades contribuyeron a la fragmentación del Imperio Otomano a partir del siglo XIX, dando lugar a guerras, crisis diplomáticas y tratados internacionales que socavaron la soberanía del Imperio Otomano. Además, el auge del nacionalismo entre las poblaciones árabes y balcánicas también socavó la autoridad del Imperio Otomano, ya que estas poblaciones buscaban cada vez más la independencia y la formación de Estados nacionales separados. Todo ello condujo finalmente al colapso del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. Algunas potencias europeas se opusieron a la desintegración del Imperio Otomano porque temían la inestabilidad y los conflictos que podría provocar. En particular, el Reino Unido tenía interés en mantener el Imperio Otomano como amortiguador entre las posesiones británicas en la India y las ambiciones rusas en la región. Sin embargo, a medida que la situación del Imperio Otomano se deterioraba con el tiempo, las potencias europeas acabaron participando en su desmembramiento, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial. Este fue particularmente el caso del Reino Unido que, tras la apertura del Canal de Suez en 1869, comenzó a implicarse más en el desmembramiento del Imperio Otomano. El canal era una importante ruta marítima que unía Europa y Asia, y su control era estratégico para el comercio y el dominio imperial. El Reino Unido apoyó a Grecia en su guerra de independencia contra el Imperio Otomano en 1821, y ocupó Egipto en 1882 antes de participar en la Primera Guerra Mundial junto a los Aliados contra los Imperios Centrales, de los que formaba parte el Imperio Otomano.

El equilibrio de poder europeo

El Congreso de Viena por Jean Godefroy.

El equilibrio europeo fue un concepto central en las relaciones internacionales del siglo XIX. Era un sistema de mantenimiento de la paz que pretendía preservar la estabilidad política en Europa impidiendo que una potencia dominara a las demás. Las grandes potencias debían comprometerse a no tratar de extender su territorio en detrimento de las demás y a resolver sus diferencias pacíficamente. Este sistema se instauró tras las guerras napoleónicas y se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial, aunque fue puesto a prueba por las rivalidades y conflictos entre las grandes potencias europeas.

El Congreso de Viena de 1815 pretendía restablecer el equilibrio europeo limitando la influencia de Francia y reorganizando el continente tras las guerras napoleónicas. Las grandes potencias europeas se reunieron para redefinir fronteras y alianzas, y establecieron el principio de la importancia de mantener un equilibrio de poder en Europa para evitar que una potencia dominara a las demás. Gran Bretaña, con su imperio marítimo y comercial, se consideraba un elemento clave de este equilibrio.

Los Congresos y Conferencias Diplomáticas fueron una forma de que las grandes potencias europeas mantuvieran cierto equilibrio y resolvieran las disputas internacionales a lo largo del siglo XIX.

  • El Congreso de París de 1856 se organizó al término de la Guerra de Crimea, que enfrentó a Rusia con una coalición formada por Francia, Gran Bretaña, el Imperio Otomano y el Reino de Cerdeña. El conflicto era por el control de los estrechos que daban acceso a Rusia a los mares cálidos. Las potencias europeas temían que Rusia se hiciera demasiado poderosa y amenazara su equilibrio. El objetivo del Congreso de París era resolver los problemas planteados por la guerra y restablecer la paz. Las negociaciones culminaron con la firma del Tratado de París, que puso fin a la guerra de Crimea. Rusia se vio obligada a renunciar a sus reivindicaciones sobre el estrecho y sobre Moldavia y Valaquia (actual Rumanía). El tratado también establecía garantías para la protección de los cristianos en el Imperio Otomano y reconocía la neutralidad del Mar Negro.
  • El Congreso de Berlín de 1878 fue convocado por las principales potencias europeas para resolver los problemas derivados de la guerra ruso-turca de 1877-1878 y revisar los términos del Tratado de San Stefano, impuesto por Rusia al Imperio Otomano. El Congreso fue presidido por el canciller alemán Otto von Bismarck y las potencias europeas decidieron redibujar las fronteras de los Balcanes, concediendo mayor autonomía a ciertos Estados balcánicos, en particular Serbia y Rumania, y reforzando al mismo tiempo la influencia de Austria-Hungría en la región. El Congreso de Berlín también reconoció la independencia de Rumanía, Serbia y Montenegro, al tiempo que impuso limitaciones a la soberanía de la recién creada Bulgaria.
  • El Congreso de Algeciras de 1906 pretendía resolver una disputa colonial entre Francia y Alemania sobre Marruecos, que era entonces un Estado independiente pero también objeto de codicia por parte de las grandes potencias europeas. Alemania pretendía desafiar la influencia de Francia sobre Marruecos, lo que había provocado una crisis diplomática entre ambos países. El congreso se celebró en Algeciras (España) y reunió a las principales potencias europeas, así como a Estados Unidos. Al final, se decidió dejar que Francia gestionara los asuntos de Marruecos, garantizando al mismo tiempo los derechos de otras naciones europeas en el país. Sin embargo, esta decisión también reforzó la animosidad entre Francia y Alemania, lo que contribuyó a la escalada de tensiones en Europa antes de la Primera Guerra Mundial.

El equilibrio europeo se rompió a principios del siglo XX. Varios factores contribuyeron a esta situación, como el auge de los nacionalismos y las reivindicaciones territoriales, la carrera armamentística y el aumento de las tensiones entre las grandes potencias. Las rivalidades entre Alemania, Francia y Gran Bretaña, en particular, se hicieron cada vez más pronunciadas, contribuyendo a debilitar el equilibrio que se había establecido en el Congreso de Viena de 1815.

La emergencia de las nuevas potencias mundiales

Desde finales del siglo XIX, nuevas potencias surgieron fuera de Europa, alterando el equilibrio de poder. Estados Unidos, tras su victoria en la guerra hispano-estadounidense de 1898, afirmó su influencia sobre el Caribe y América Latina. Japón, por su parte, se consolidó como la principal potencia asiática tras su victoria sobre Rusia en 1905. Estas nuevas potencias desafiaron el dominio europeo sobre el mundo y contribuyeron al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial.

Estados Unidos, originalmente un país neutral limitado por sus trece colonias a la costa atlántica, se desarrolló rápidamente desde finales del siglo XIX. En 50 años se extendió sobre 9,5 millones de km2 , un territorio rico en recursos naturales, y se pobló con extrema rapidez gracias a la inmigración masiva, pasando de 50 a 100 millones de habitantes a principios del siglo XX. Este crecimiento económico y demográfico exponencial iba a convertir a Estados Unidos en una gran potencia mundial.

Desde principios del siglo XX, Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial del mundo. En 1900, la producción industrial estadounidense representaba el 23% de la producción mundial, mientras que la de Gran Bretaña, primera potencia industrial en el siglo XIX, sólo representaba el 14%. Estados Unidos experimentó un fuerte crecimiento económico gracias a la explotación de sus recursos naturales (carbón, petróleo, hierro, cobre, etc.), a su abundante y barata mano de obra y a sus innovaciones tecnológicas y organizativas. Este crecimiento también se refleja en su influencia política y su papel en la escena internacional.

La expansión territorial de Estados Unidos a partir de finales del siglo XIX contribuyó a su emergencia como potencia mundial. Además de la conquista colonial de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, Estados Unidos adquirió nuevos territorios como Hawai y Alaska. La política exterior de Theodore Roosevelt, inspirada en la máxima "Habla suavemente y lleva un gran garrote", también contribuyó a la proyección del poder estadounidense en la escena internacional. Por ejemplo, su política de "diplomacia de la cañonera" tenía como objetivo proteger los intereses estadounidenses en América Central y del Sur.

Japón adoptó una política de apertura al mundo y rápida modernización bajo la era Meiji a partir de 1868, con el objetivo de alcanzar económica y militarmente a las potencias occidentales. En concreto, el país desarrolló una industria moderna, adoptó técnicas y tecnologías occidentales y creó un ejército moderno siguiendo el modelo de las potencias europeas. Japón también aplicó una política imperialista en Asia, tratando de ampliar su territorio y adquirir colonias. Conquistó Taiwán, Corea y parte de China, así como territorios en el Pacífico. Esta política imperialista y expansionista provocó conflictos con las potencias europeas y Estados Unidos, especialmente durante la guerra ruso-japonesa de 1904-1905 y la Segunda Guerra Mundial.

Japón emprendió un amplio programa de modernización, denominado Restauración Meiji, que transformó su economía, su administración y su sistema militar. El país se abrió al comercio con Occidente y adoptó tecnologías y prácticas modernas, al tiempo que preservaba sus tradiciones culturales. Japón se industrializó rápidamente y se convirtió en una gran potencia económica regional en Asia. Su armada se modernizó y empezó a expandir su influencia en Asia, sobre todo conquistando Taiwán y Corea. De hecho, en 1894, China y Japón libraron una guerra por el control de Corea. Japón se impuso rápidamente gracias a su modernización y superioridad militar, y obtuvo victorias decisivas en tierra y mar. La guerra terminó con el Tratado de Shimonoseki en abril de 1895, en el que China cedía Taiwán, las islas Pescadores y la península de Liaodong a Japón, además de reconocer la independencia de Corea. Esta victoria reforzó el estatus de Japón como potencia regional y contribuyó a debilitar la influencia china en Asia Oriental. En 1905, Japón también obtuvo una victoria decisiva contra Rusia en la Guerra Ruso-Japonesa, consolidando su reputación como potencia militar. La Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905 fue un importante conflicto entre el Imperio Ruso y el Imperio Japonés por el control de Corea y Manchuria. Japón lanzó un ataque sorpresa contra la flota rusa en Port Arthur en febrero de 1904, lo que desencadenó el conflicto. Los japoneses obtuvieron varias victorias decisivas, como la batalla de Mukden y la batalla naval de Tsushima. En septiembre de 1905, los dos países firmaron el Tratado de Portsmouth, que ponía fin a la guerra y otorgaba a Japón la soberanía sobre Corea y parte de Manchuria. La victoria de Japón sorprendió a muchas potencias europeas, ya que demostraba que los países asiáticos podían competir con las grandes potencias europeas militar y políticamente.

A finales del siglo XIX, Estados Unidos y Japón emergieron como importantes potencias económicas y militares fuera de Europa. Estados Unidos se convirtió en la primera potencia industrial del mundo, mientras que Japón se modernizó rápidamente hasta convertirse en una importante potencia regional. Estas nuevas potencias empezaron a cuestionar el equilibrio europeo, sobre todo porque la propia Europa se enfrentaba a tensiones cada vez mayores entre las distintas potencias europeas.

La era de la expansión colonial

El siglo XIX se caracterizó por un aumento significativo del tamaño de los imperios coloniales, en particular los de las potencias europeas. En 1800, estos imperios controlaban alrededor del 35% de la superficie terrestre, pero esta cifra había aumentado hasta el 85% en 1914. La conquista colonial fue uno de los principales fenómenos del siglo XIX. Casi todas las potencias europeas se embarcaron en esta empresa, y las consecuencias fueron considerables.

En el siglo XIX, las potencias europeas emprendieron una gran expansión colonial. Esta conquista de nuevos territorios permitió a los países europeos apropiarse de recursos naturales, extender su influencia cultural y económica y asentar su poder en la escena internacional. El Imperio Británico fue el mayor de todos, con casi 33 millones de km² en su apogeo, incluyendo India, Sudáfrica, Australia y Canadá. Francia también expandió su imperio colonial, sobre todo en África Occidental e Indochina. Alemania estableció colonias en África y Asia, pero en menor medida que las dos potencias anteriores. Otros países europeos, como Bélgica, Países Bajos, España, Portugal, Italia y Rusia, también establecieron colonias en distintas partes del mundo. Sin embargo, a finales del siglo XIX surgieron nuevas potencias coloniales, como Estados Unidos y Japón, que también empezaron a extender su influencia fuera de su territorio nacional.

El imperialismo no es sólo una razón económica para buscar nuevos mercados y fuentes de materias primas. También está motivado por aspiraciones políticas, estratégicas y simbólicas. Los Estados europeos buscan extender su influencia en el mundo para afirmar su poder y su prestigio en la escena internacional, pero también para satisfacer a la opinión pública y reforzar su cohesión nacional. En este contexto, la posesión de colonias y la expansión territorial se percibían como signos de grandeza y superioridad, y servían para justificar las políticas imperiales ante la opinión pública. Este fue especialmente el caso de Alemania, que, como Estado reciente y tardíamente unificado, tuvo que afirmar su lugar en la escena internacional estableciéndose en zonas coloniales y construyendo una poderosa flota de guerra.

La expansión colonial se utilizó a menudo como herramienta para reforzar el nacionalismo en los países europeos. Las potencias coloniales presentaban la colonización como un medio de extender la influencia de su nación, cultura y civilización por todo el mundo, lo que generaba entusiasmo y apoyo entre los ciudadanos de sus propios países. Las conquistas coloniales también permitieron a los países europeos competir entre sí por el territorio y la riqueza, creando un sentimiento de competencia nacional que reforzó los movimientos nacionalistas.

El establecimiento de los imperios coloniales

La colonización supuso a menudo la expansión territorial de los estados imperiales, que pretendían establecer su dominio sobre territorios lejanos a menudo poblados por pueblos indígenas. Esta dominación se expresaba mediante el establecimiento de regímenes políticos, económicos y sociales impuestos por la metrópoli, que pretendía explotar los recursos del territorio colonial en beneficio de su economía nacional. Esta situación de sometimiento tuvo importantes repercusiones en las poblaciones colonizadas, que sufrieron discriminación y privación de libertad, y que a menudo se opusieron a la dominación colonial.

Los imperios coloniales son ante todo territorios que hay que explotar en beneficio casi exclusivo de la metrópoli. En muchos imperios coloniales, las potencias colonizadoras buscaban sobre todo explotar los recursos naturales de los territorios colonizados para su propio beneficio económico. Por ejemplo, Francia explotó los recursos minerales de Indochina y África, mientras que Gran Bretaña se centró en la explotación de materias primas en India y África. El Congo fue un ejemplo de brutal explotación colonial, sobre todo bajo el gobierno personal del rey Leopoldo II de Bélgica, que lo había convertido en su propiedad privada con el nombre de Estado Independiente del Congo. El Congo fue explotado por sus recursos naturales, como el marfil y el caucho, mediante trabajos forzados, incluido el uso de la violencia y la mutilación. Esta explotación tuvo consecuencias desastrosas para la población local, con la consiguiente pérdida masiva de vidas y sufrimiento. A menudo se obligaba a los pueblos colonizados a trabajar en condiciones duras y de explotación sin una remuneración adecuada, lo que creaba desigualdades económicas y sociales entre la metrópoli y las colonias.

En el siglo XIX, siete potencias europeas se repartían el mundo, pero no a partes iguales. Las principales potencias coloniales eran Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Portugal, Bélgica e Italia. Gran Bretaña y Francia superan ampliamente a las demás en cuanto a superficie y población colonizada.

El mundo colonizado en 1914.

El Imperio Británico fue el mayor del mundo en su apogeo, abarcando cerca del 25% de la superficie terrestre y extendiéndose por todo el planeta, incluyendo India, África, Australia y Nueva Zelanda, así como colonias en Norteamérica y el Sudeste Asiático. El Imperio Británico era tan extenso que se decía que "el sol nunca se ponía en sus posesiones", debido a la presencia británica en casi todos los continentes del mundo. El Imperio Británico, que abarcaba casi todo el globo, estaba formado por colonias, protectorados y dominios. El Imperio Británico incluye numerosas colonias y protectorados en varios continentes, como India, Nigeria, Egipto, Sudán y Rodesia. También incluye dominios, que son asentamientos a los que han emigrado en gran número colonos ingleses e irlandeses y que gozan de cierta autonomía política interna. Los dominios del Imperio Británico incluyen Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. En estos últimos, que son asentamientos, los ingleses e irlandeses emigraron para poblar tierras escasamente pobladas. Sin embargo, en las colonias y protectorados no había tanta presencia inglesa como en los dominios. A mediados del siglo XIX, los dominios británicos se habían convertido en sistemas de autogobierno, aunque seguían perteneciendo al reino. Los dominios gozaban de una importante autonomía interna en materia de gobierno, pero en términos de política exterior y de defensa estaban vinculados a Gran Bretaña. Es lo que se conoce como el principio "un imperio, una política exterior" del Imperio Británico. Sin embargo, los dominios pueden expresarse en la escena internacional a través de su participación en conferencias imperiales, en las que las distintas colonias y dominios debaten cuestiones de interés común. Este principio se vio reforzado por la Declaración Balfour de 1926, que establecía la igualdad de estatus de Gran Bretaña y sus dominios en materia de política exterior. La posesión de pequeñas islas se consideraba importante para los imperios coloniales por su utilidad estratégica. Las islas podían utilizarse como bases navales, puntos de escala para el suministro de alimentos y combustible a los barcos, o como puntos de tránsito de mercancías. También podían proporcionar recursos naturales como minas o plantaciones. Por ello, los imperios coloniales competían por la posesión de estas islas, especialmente en los océanos Pacífico e Índico.

El Imperio francés era el segundo imperio más grande en términos de superficie, después del Imperio británico. A diferencia del Imperio Británico, el Imperio Francés se centraba principalmente en África y Asia, con colonias en Indochina, África Occidental y Oriental, Argelia y la Polinesia Francesa. Francia también ejercía influencia sobre Estados independientes como Marruecos, Túnez y Camboya. El Imperio Francés se extendía por vastos territorios de África y Asia, pero era menos extenso que el Imperio Británico. Argelia era la única colonia francesa con estatuto de departamento, lo que significaba que formaba parte integrante del territorio francés. Otras colonias y protectorados incluían territorios como Senegal, Mauritania, Túnez, Marruecos e Indochina.

El Imperio Holandés, también conocido como las Indias Orientales Holandesas, constaba de numerosas colonias y puestos comerciales en diversas partes del mundo, como Asia, África y América. Las colonias más importantes estaban en Indonesia, donde los holandeses establecieron un brutal sistema colonial que duró más de tres siglos. La Guayana Holandesa (actual Surinam) también formó parte del Imperio Holandés hasta su independencia en 1975.

El Imperio Belga se centraba principalmente en la colonia del Congo, que abarcaba una superficie de más de 2,3 millones de km² en África Central. El Congo fue intensamente explotado por sus recursos naturales, como el caucho y el marfil, lo que tuvo consecuencias desastrosas para la población congoleña, que sufrió las atrocidades cometidas por los colonizadores belgas. La colonia del Congo obtuvo finalmente su independencia en 1960.

El Imperio portugués también poseía colonias en Asia (como Macao en China y Goa en India) y en Sudamérica (Brasil). En África, Portugal poseía colonias en la región de Angola y Mozambique, así como territorios más pequeños como Santo Tomé y Príncipe y la Guinea Portuguesa.

El Imperio italiano conquistó estos tres territorios africanos durante la Lucha por África, un periodo de colonización intensiva de África por parte de las potencias europeas a finales del siglo XIX. Eritrea fue conquistada en 1890, Somalia en 1908 y Libia en 1911. Sin embargo, el Imperio italiano perdió sus colonias africanas tras la Segunda Guerra Mundial.

Rusia expandió su territorio hacia el este y el sur, anexionándose tierras en Asia Central y el Cáucaso durante el siglo XIX. Esta expansión estuvo dirigida por el ejército ruso y acercó a Rusia a la frontera china y al Mar Negro. Chechenia, anexionada en 1859, se convirtió en un punto de tensión entre las autoridades rusas y los separatistas chechenos. En 1867, Rusia vendió Alaska a Estados Unidos, una decisión criticada por algunos rusos de la época, pero que resultó beneficiosa para Estados Unidos en términos de riqueza natural.

Japón y Estados Unidos deben añadirse como imperios coloniales porque ambos países también participaron en la expansión territorial fuera de su propio territorio. Aunque Japón y Estados Unidos se encuentran fuera de Europa, también establecieron colonias y protectorados en otras partes del mundo, como Filipinas, Guam y Puerto Rico para Estados Unidos, y Corea y Taiwán para Japón. Estos territorios se adquirieron a menudo por la fuerza y se administraron como colonias, con el control político y económico ejercido por la potencia colonizadora.

Japón trató de modernizarse rápidamente para evitar la colonización de su territorio por potencias europeas que habían establecido zonas de influencia en Asia. En este contexto, Japón llevó a cabo una serie de reformas económicas, políticas y sociales conocidas como la Restauración Meiji a partir de 1868. Esta modernización permitió a Japón construir un ejército y una armada modernos, lo que facilitó la conquista de nuevos territorios. Japón inició su política imperialista con la anexión de la isla de Taiwán en 1895, tras la victoria en la guerra chino-japonesa. Posteriormente, Japón adquirió nuevas colonias en Asia, incluida Corea en 1910, así como territorios en el Pacífico y China durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la guerra ruso-japonesa de 1905, Japón adquirió varios territorios, entre ellos la península china de Liaodong, la isla de Sajalín y parte de las islas Kuriles. En 1910, Japón se anexionó Corea, poniendo fin a la dinastía Joseon y estableciendo un gobierno colonial. En la década de 1930, Japón amplió su esfera de influencia en Asia, incluyendo China, Indochina y las islas del Pacífico, a expensas de las colonias europeas.

Los "Estados Unidos" se formaron como reacción al dominio colonial británico y lideraron una revolución anticolonial para conseguir la independencia. Sin embargo, a finales del siglo XIX surgió en Estados Unidos un fuerte debate sobre su papel en el mundo y la posibilidad de convertirse en una potencia colonial. La guerra contra España de 1898 supuso un punto de inflexión en esta cuestión, ya que condujo a la conquista de varios territorios que pasaron a formar parte del imperio estadounidense. Esta expansión territorial fue controvertida en Estados Unidos, ya que algunos la consideraban una violación de los principios democráticos y anticoloniales de la nación, mientras que otros la apoyaban como una manifestación del poder y el prestigio estadounidenses. Puerto Rico, Cuba, Filipinas y algunas islas pasaron a formar parte del nuevo imperio estadounidense. A finales de 1890, Estados Unidos poseería también Hawai y Alaska. Desde principios del siglo XX, Estados Unidos se apartó gradualmente de la expansión colonial para centrarse en su desarrollo económico y su influencia política en todo el mundo. Utilizó su poder económico para ampliar su influencia y presencia mediante acuerdos comerciales, inversiones extranjeras y alianzas internacionales. Aunque conservó algunas de sus posesiones territoriales, en particular Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses, abandonó en gran medida su imperio colonial en favor de un papel de superpotencia económica y política.

La Gran Depresión tuvo un gran impacto económico en los imperios coloniales. De hecho, las metrópolis coloniales vieron debilitadas sus economías, lo que repercutió en su capacidad para mantener el dominio sobre sus colonias. Además, la crisis provocó un aumento del nacionalismo en los países colonizados, que empezaron a reclamar su independencia.

En un intento de reactivar sus economías, algunas metrópolis coloniales adoptaron una política de proteccionismo económico, creando "mercados preferenciales" entre las colonias y la metrópoli. El objetivo de esta política era favorecer el comercio entre la metrópoli y las colonias, en detrimento del comercio con otros países. Esta política contribuyó a reforzar la explotación económica de las colonias por parte de las metrópolis, pero no logró impedir el auge del movimiento independentista.

La noción de "misión civilizadora" se utilizó a menudo para justificar la expansión colonial, sobre todo en Europa. Las potencias coloniales pretendían llevar la civilización y el progreso a pueblos considerados "atrasados" o "primitivos". Sin embargo, esta justificación solía utilizarse para ocultar las verdaderas motivaciones de la expansión colonial, que eran la búsqueda de riqueza, poder e influencia.

Los colonizadores solían tener poca consideración por las culturas y tradiciones de los pueblos colonizados, a los que pretendían imponer su propio modelo económico, social y político. Las consecuencias de esta dominación aún se dejan sentir hoy en día, con fronteras artificiales y conflictos internos en muchos países surgidos de la descolonización.

Rivalidad y competencia: la carrera por las colonias

La conquista de nuevas tierras creó una rivalidad entre las distintas potencias coloniales, que buscaban extender su influencia y dominio sobre los territorios más ricos y estratégicos. Esta rivalidad desembocó en una auténtica "carrera por las colonias" en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Las grandes potencias europeas, como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Portugal, pero también Japón y Estados Unidos, participaron en esta carrera por las colonias, a menudo en detrimento de los pueblos indígenas que habitaban esos territorios. Esta competencia fue especialmente intensa en África, donde las potencias coloniales buscaban controlar las riquezas naturales, sobre todo materias primas como el caucho, los diamantes, el oro y el petróleo. Esta rivalidad entre potencias coloniales también alimentó tensiones y conflictos, como la guerra de los Boers en Sudáfrica (1899-1902), la guerra italo-etíope (1935-1936) y la guerra franco-tunecina (1881). La rivalidad entre las grandes potencias fue también una de las causas de la Primera Guerra Mundial, en la que las cuestiones coloniales fueron uno de los factores de tensión entre las naciones europeas.

La Conferencia de Berlín: Compartir África

Representación de la Conferencia de Berlín (en 1884), donde se reunieron representantes de las potencias europeas.

La Conferencia de Berlín se celebró del 15 de noviembre de 1884 al 26 de febrero de 1885 en Berlín, Alemania. Su objetivo era resolver los problemas de las rivalidades coloniales entre las distintas potencias europeas mediante el reparto de las zonas de influencia y los territorios a colonizar en África. La conferencia fue organizada por el canciller alemán Otto von Bismarck y reunió a 14 países europeos y a Estados Unidos. Las decisiones tomadas en esta conferencia condujeron a la colonización casi total de África por parte de las potencias europeas.

El principal objetivo de Bismarck era mantener la paz en Europa, evitando cualquier enfrentamiento con Francia, que había perdido Alsacia-Lorena en la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Al promover la colonización francesa en el norte de África, esperaba aliviar las tensiones con Francia y evitar una guerra. Sin embargo, Bismarck también pretendía reforzar la posición de Alemania en la carrera por las colonias en África. Por ello, en la Conferencia de Berlín, Alemania obtuvo varios territorios en África Occidental, entre ellos Togo y Camerún.

La Conferencia de Berlín permitió organizar la colonización de África y delimitar las zonas de influencia de las potencias coloniales europeas en el continente, pero también exacerbó las rivalidades entre estas últimas. En efecto, la carrera por las colonias generó conflictos y tensiones entre las distintas potencias, que se enfrentaron por los territorios colonizados. Así, la rivalidad entre Gran Bretaña y Francia cristalizó en el norte de África, donde ambos países se disputaron el control de Egipto y Sudán. Del mismo modo, la rivalidad entre Gran Bretaña y Rusia provocó enfrentamientos en Asia Central, especialmente por Afganistán. Por último, la rivalidad entre Alemania y Francia se manifestó en África Occidental, donde ambos países lucharon por el control de Togo y Camerún. Estas rivalidades coloniales contribuyeron a crear un clima de tensión en Europa, que acabó desembocando en la Primera Guerra Mundial. De hecho, las rivalidades coloniales alimentaron las tensiones entre las potencias europeas, que libraron una guerra sin cuartel por el control de los territorios coloniales.

El impacto de la colonización de África

Egipto y Sudán británicos. En este mapa de 1912, el emplazamiento de Fachoda (Kodok) puede verse al sur en el Nilo

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A principios del siglo XVIII, la mayor parte de África eran entidades políticas independientes con sus propias culturas, lenguas y sistemas políticos. Los europeos habían establecido puestos comerciales y asentamientos costeros, pero la mayor parte del interior del continente permanecía fuera de su alcance. Sin embargo, con el tiempo, las potencias europeas aumentaron su presencia en África, utilizando medios militares, políticos y económicos para ampliar su influencia en el continente.

Las rivalidades entre las potencias coloniales también tuvieron lugar en África. La Conferencia de Berlín de 1884-1885 fue el punto de partida de la colonización de África por las potencias europeas. Los países europeos se repartieron el continente africano sin tener en cuenta las fronteras tradicionales entre las diferentes etnias y culturas africanas. Las rivalidades entre las potencias coloniales desembocaron en conflictos armados entre ellas por la posesión de ciertas regiones de África, como la Guerra de los Boers en Sudáfrica entre británicos y afrikáners, o la guerra italo-etíope de 1895-1896.

Los europeos también intentaron extender su influencia en África por medios indirectos, como la firma de tratados con los jefes locales, la creación de protectorados o de zonas de influencia. La colonización de África tuvo consecuencias dramáticas para el pueblo africano, como la pérdida de su soberanía, el despojo de sus tierras y recursos naturales, la explotación de la mano de obra africana y la supresión de sus culturas y tradiciones.

A principios del siglo XX, las potencias europeas dividieron África en zonas de influencia, lo que no impidió que surgieran rivalidades y conflictos entre ellas por el dominio de determinadas regiones.

Gran Bretaña y Francia fueron dos grandes potencias coloniales que intentaron extender su influencia en África en el siglo XIX. Gran Bretaña estableció gradualmente su dominio en Egipto, Sudán, Sudáfrica, Rodesia del Sur (actual Zimbabue) y África Oriental. Francia, por su parte, expandió su imperio en África Occidental (Senegal, Malí, Costa de Marfil, Níger, Burkina Faso, Guinea), África Central (Chad, Congo-Brazzaville) y África Oriental (Yibuti, Somalia francesa). La rivalidad entre estas dos potencias coloniales quedó ejemplificada en la crisis de Fachoda de 1898, que enfrentó a Francia y Gran Bretaña por la región del Alto Nilo, pero que finalmente se resolvió pacíficamente mediante un compromiso diplomático.

Francia, que había logrado colonizar Túnez en 1881, entró en conflicto con Italia, que también tenía esperanzas de colonizar el territorio. Esto creó una rivalidad entre Francia e Italia en el norte de África. De hecho, Italia vio en la colonización francesa de Túnez una oportunidad perdida de expandirse en la región.

A partir de la década de 1890, Alemania comenzó a adoptar una política de expansión mundial, oponiéndose a las ambiciones coloniales de Gran Bretaña y Francia en África. Esta política culminó en la crisis marroquí de 1905-1906, cuando Alemania se opuso al protectorado francés sobre Marruecos. Esta crisis puso de manifiesto las rivalidades entre las potencias europeas por el control de colonias y zonas de influencia, y condujo a negociaciones diplomáticas para resolver el conflicto.

El desmantelamiento del Imperio Otomano

El Imperio Otomano experimentó un declive económico, político y militar gradual a lo largo del siglo XIX. Las potencias europeas, en particular Gran Bretaña, Francia y Rusia, se interesaron cada vez más por las tierras y los recursos del Imperio Otomano. Esta rivalidad entre las potencias europeas se hizo especialmente patente en la Guerra de Crimea (1853-1856), que enfrentó a Rusia con los imperios británico, francés y otomano. La cuestión del Imperio Otomano también se convirtió en un tema importante en las relaciones entre Gran Bretaña y Rusia en Asia Central. Ambas potencias pretendían extender su influencia en la región y controlar las rutas comerciales estratégicas que la atravesaban, especialmente la Ruta de la Seda. Esta rivalidad desembocó en la guerra anglo-afgana de 1878-1880 y la guerra ruso-turca de 1877-1878.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el Imperio Otomano perdió su influencia y se hizo cada vez más dependiente de las grandes potencias europeas. Varios factores contribuyeron a esta situación, entre ellos el ascenso de Europa y la Revolución Industrial, que dieron a los países europeos una ventaja económica y militar sobre el Imperio Otomano. Además, los conflictos internos, las guerras y las revueltas debilitaron el poder central del Imperio Otomano, debilitando así su posición en la escena internacional. Las grandes potencias europeas intentaron entonces aprovecharse de esta situación extendiendo su influencia sobre los territorios del Imperio Otomano. Como consecuencia, el Imperio Otomano se vio cada vez más sometido a los intereses y decisiones de las grandes potencias europeas.

Las Guerras Balcánicas de 1912-1913 estuvieron marcadas por los conflictos entre las potencias europeas por la extensión de su influencia en los Balcanes. Los Balcanes eran una región estratégica para las Grandes Potencias por su situación geográfica y su importancia económica. Durante las guerras balcánicas, el Imperio Otomano perdió casi todos sus territorios en Europa, quedando sólo Constantinopla y parte de Tracia. La caída del Imperio Otomano en Europa reforzó la rivalidad entre las principales potencias europeas por el reparto de zonas de influencia en Oriente Próximo. Las potencias europeas, especialmente Gran Bretaña y Francia, empezaron a competir por el control de los territorios del Imperio Otomano, sobre todo en Siria, Palestina y Mesopotamia. Esta rivalidad fue un factor importante en el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.

La conquista italiana de Libia en 1911 es un ejemplo de la desintegración del Imperio Otomano. Esta conquista se vio facilitada por la debilidad del Imperio Otomano y las rivalidades entre las principales potencias europeas, que trataron de aprovecharse de la situación. La posterior guerra italo-turca se saldó con la derrota del Imperio Otomano y la pérdida de Libia y otros territorios. Esta derrota contribuyó al debilitamiento del Imperio Otomano y a su aislamiento en la escena internacional.

El descubrimiento de petróleo a principios del siglo XX fue un tema importante para las potencias europeas y contribuyó a su interés por las regiones productoras. Las compañías petroleras europeas se establecieron en los países de Oriente Próximo y el norte de África, y las grandes potencias trataron de asegurar sus suministros de petróleo asegurándose el control de estas regiones. Esta carrera por el petróleo fue también un factor de tensiones y rivalidades entre las potencias europeas y contribuyó al aumento de las tensiones internacionales que desembocaron en la Primera Guerra Mundial. El declive del Imperio Otomano se debió en parte a su incapacidad para modernizar su economía y adaptarse a los cambios tecnológicos de la época, incluido el uso del petróleo como fuente de energía. Las grandes potencias europeas, por su parte, se dieron cuenta rápidamente de la importancia del petróleo y trataron de controlar el acceso al mismo para asegurar su dominio económico y político. El descubrimiento de yacimientos petrolíferos en la región del Mar Negro y Oriente Próximo exacerbó así las rivalidades entre las potencias europeas y acentuó el declive del Imperio Otomano, que luchaba por explotar sus propios recursos petrolíferos. Las compañías petroleras europeas y estadounidenses se afianzaron rápidamente en la región, aprovechando la inestabilidad política y la debilidad del Imperio Otomano para imponer sus intereses económicos.

Lo que se juega en Extremo Oriente

Extremo Oriente fue también una zona de rivalidad entre las potencias coloniales, especialmente Gran Bretaña, Rusia y Japón. Gran Bretaña estaba especialmente preocupada por el ascenso de Rusia en Asia Central y su presencia en Manchuria, que amenazaban sus intereses en la India. Los británicos también tenían importantes intereses económicos en China, que era entonces un lucrativo mercado para las exportaciones británicas.

Las rivalidades coloniales en Extremo Oriente desembocaron en varios conflictos, como la guerra ruso-japonesa de 1904-5, en la que Rusia fue derrotada por Japón, una potencia emergente en la región. Este conflicto demostró la vulnerabilidad de las potencias coloniales frente a adversarios decididos y tuvo repercusiones en las relaciones internacionales de la región y fuera de ella.

Afganistán era un país estratégico para los imperios ruso y británico por su posición geográfica entre ambas potencias. En 1878-79, Gran Bretaña libró la Segunda Guerra Anglo-Afgana, que dio lugar a la creación de un Estado tapón independiente entre el Imperio Ruso y la India británica. Rusia había intentado extender su influencia sobre Afganistán, lo que llevó a Gran Bretaña a intervenir para proteger sus intereses en la región. Esta rivalidad entre las dos potencias europeas tuvo consecuencias dramáticas para Afganistán, que se enfrentó a numerosos conflictos e inestabilidades políticas a lo largo del siglo XX.

La apertura forzosa de China por parte de potencias extranjeras entre 1840 y 1850, conocida como el "tratado desigual", provocó importantes tensiones en el país. Las potencias occidentales, encabezadas por Gran Bretaña, intentaron establecer concesiones en los puertos chinos para facilitar el comercio, pero también para extender su influencia a todo el país. Los conflictos derivados de estas ambiciones imperialistas desembocaron en varias guerras, como la Guerra del Opio (1839-1842), la Guerra Sino-Japonesa (1894-1895) y la Rebelión de los Bóxers (1899-1901). Estos acontecimientos debilitaron a la dinastía Qing y propiciaron la creación de zonas de influencia extranjera en China.

Desde finales del siglo XIX, las grandes potencias empezaron a exportar sus rivalidades y conflictos a distintas partes del mundo, como Asia, África y el Pacífico. Esto provocó enfrentamientos y guerras coloniales, en las que las potencias europeas lucharon por el dominio territorial, el acceso a los recursos y la influencia política en estas regiones. Sin embargo, América del Sur era considerada una "zona reservada" por Estados Unidos, que pretendía ampliar su influencia en la región e impedir que otras potencias se establecieran en ella. Esta política de la "Doctrina Monroe" fue enunciada por el presidente estadounidense James Monroe en 1823, y sirvió de base para la política exterior estadounidense en América Latina durante los siglos XIX y XX.

Establecimiento de sistemas de alianzas

El establecimiento de sistemas de alianzas contribuyó a la desintegración de las condiciones políticas internacionales a principios del siglo XX. Las grandes potencias europeas se agruparon en dos grandes bloques de alianzas: la Triple Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia). Esta polarización provocó un aumento de las tensiones entre los dos bloques, con un incremento de las rivalidades económicas, militares y coloniales.

Los sistemas de alianzas también contribuyeron a la ampliación e internacionalización de los conflictos, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. Cuando estalló la guerra, las alianzas provocaron una movilización general de muchos países, más allá del enfrentamiento inicial entre Alemania y Francia. La guerra se extendió por toda Europa y más allá, implicando a muchos países y provocando la muerte de millones de personas.

El papel y el impacto de la Triple Alianza

La Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia.

El término "duplicidad" se utilizó para referirse a la alianza entre Alemania y Austria-Hungría. El término procede del latín "duplex", que significa "doble" o "que consta de dos partes". La alianza también se conocía como la "Alianza de los Tres Emperadores", ya que fue iniciada por el emperador alemán Guillermo II, el emperador austrohúngaro Francisco José y el zar ruso Nicolás II cuando se reunieron en Skierniewice, Polonia, en septiembre de 1884. Sin embargo, esta alianza finalizó en 1890, cuando Guillermo II renovó el tratado de seguridad con Rusia.

La alianza entre Alemania y Austria-Hungría, también conocida como la "duplicidad", concluyó en 1879 mediante un tratado de amistad y alianza. En aquella época, los dos países competían por lograr la unidad de los pueblos germanófonos de Europa Central, pero llegaron a reconocer sus intereses comunes frente a las amenazas comunes. Esta alianza se reforzó a lo largo de los años, con la participación de Italia en 1882 para formar la Triple Alianza.

El tratado de 1881 entre Alemania, Austria-Hungría y Rusia no funcionó porque los intereses de las tres potencias divergían. Rusia quería proteger a los eslavos de los Balcanes, lo que era contrario a los intereses de Austria-Hungría, que quería controlar la región. En 1882 se firmó un nuevo tratado entre Alemania, Austria-Hungría y, esta vez, Italia, formando la Triple Alianza. Este tratado pretendía contrarrestar la Triple Entente formada por Francia, Rusia y Gran Bretaña, y garantizaba la asistencia militar en caso de agresión por parte de una de las potencias firmantes.

Italia tenía ambiciones coloniales en el norte de África y Túnez era una de las zonas que codiciaba. En 1882, Italia se unió a la Doble Alianza entre Alemania y Austria-Hungría, que luego se convirtió en la Triple Alianza. Este tratado estipulaba que los tres países se ayudarían mutuamente en caso de ataque de una cuarta potencia y permanecerían neutrales en caso de ataque a uno de los miembros por parte de una potencia no signataria. Italia había encontrado así aliados que le ayudaran a hacer realidad sus ambiciones coloniales en el norte de África.

De hecho, Italia firmó un acuerdo secreto con Alemania y Austria-Hungría en 1882, que constituyó la Alianza de las Potencias Centrales. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, Italia cambió de bando y se unió a la Triple Entente en 1915, tras haber firmado acuerdos secretos con Francia y Gran Bretaña en 1915.

Las Potencias Centrales incluían a Alemania, Austria-Hungría e Italia. Este bloque estaba situado principalmente en Europa Central y Oriental, de ahí su nombre. Las Potencias Centrales se oponían a la Triple Entente, formada por Francia, Gran Bretaña y Rusia. Así pues, la Primera Guerra Mundial estuvo marcada por el enfrentamiento de estos dos bloques rivales.

Formación e influencia de la Triple Entente

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No existía un tratado formal entre los países de la Triple Entente (Francia, Reino Unido y Rusia). Sin embargo, existían acuerdos informales y compromisos mutuos que reforzaban su alianza. Por ejemplo, Francia y Rusia habían firmado un acuerdo militar en 1892 que preveía la ayuda mutua en caso de ataque de Alemania o Austria-Hungría. Del mismo modo, el Reino Unido firmó una serie de acuerdos con Francia a principios del siglo XX para reforzar su cooperación militar y naval en el Mediterráneo y África. Estos acuerdos y compromisos mutuos condujeron a una creciente solidaridad entre los países de la Triple Entente, incluso en ausencia de un tratado formal.

En 1892, un tratado franco-ruso reforzó los lazos económicos. En 1892, Francia y Rusia firmaron un tratado de alianza que reforzó los lazos económicos, militares y diplomáticos entre ambos países. Este tratado se renovó en 1894 por un periodo de 10 años, y después en 1904 por tiempo ilimitado. La Triple Entente se completó con la Entente Cordiale, un acuerdo entre Francia y el Reino Unido en 1904, que puso fin a décadas de desconfianza entre ambos países. El acuerdo incluía el reconocimiento de la esfera de influencia de Francia en Marruecos y del Reino Unido en Egipto. El acuerdo se celebró entre el Reino Unido y Rusia para resolver sus diferencias en Asia Central y Persia. También preveía la cooperación en caso de agresión de Alemania o Austria-Hungría contra uno de los firmantes. Así pues, la Triple Entente estaba formada por Francia, Rusia y el Reino Unido, y se dirigía contra Alemania y el Imperio Austrohúngaro.

El acuerdo anglo-ruso de 1907 resolvió las diferencias entre ambas potencias en Extremo Oriente, incluido el Tíbet. Los británicos aceptaron reconocer el interés político y económico de Rusia en la región, mientras que los rusos acordaron no interferir en los intereses británicos en la India. Esto permitió la formación de la Triple Entente con Francia, que ya estaba vinculada a Rusia por un tratado de alianza.

El acuerdo militar entre Gran Bretaña y Japón se firmó en 1902, antes de la formación de la Triple Entente. Este acuerdo pretendía proteger los intereses comunes de ambos países en Asia frente a Rusia y garantizar la seguridad de sus respectivas posesiones en la región. Se renovó en 1905 y 1911, y contribuyó a reforzar la influencia británica en la región y a debilitar la posición de Rusia en Extremo Oriente. Japón también desempeñó un papel clave en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, que supuso la derrota de Rusia y el fortalecimiento de la posición de Japón en Asia.

La existencia de los acuerdos de alianza provocó una escalada de tensiones y una polarización entre los dos bloques de la alianza. Los países se sintieron obligados a apoyarse mutuamente si entraban en guerra, aunque las razones para que un país entrara en guerra no siempre estuvieran claras o justificadas. La garantía de apoyo militar llevó a algunos países a adoptar una actitud más agresiva y a asumir riesgos que finalmente desembocaron en la guerra. Por ejemplo, Alemania se arriesgó a declarar la guerra a Francia y Rusia en 1914 debido a su alianza con Austria-Hungría, aunque las razones de la guerra no estaban claras y Alemania no se veía directamente amenazada.

La Primera Guerra Mundial: el suicidio de Europa

La Primera Guerra Mundial, que duró de 1914 a 1918, fue un devastador conflicto mundial que se saldó con la muerte de millones de personas y causó una destrucción masiva en muchas partes del mundo. Se desencadenó a raíz de una serie de tensiones políticas, económicas y territoriales entre las principales potencias europeas y, en última instancia, condujo a la formación de dos bandos enfrentados: los Aliados (Reino Unido, Francia, Rusia y Estados Unidos, entre otros) y los Imperios Centrales (Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Otomano, entre otros).

El conflicto estalló en 1914, tras el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungría en Sarajevo a manos de un nacionalista serbio. Las alianzas y rivalidades entre las principales potencias europeas condujeron rápidamente a una escalada militar, con Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria entrando en guerra contra los Aliados (Reino Unido, Francia, Rusia, Italia, Japón y Estados Unidos).

Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fueron desastrosas para Europa y el mundo. Millones de personas murieron, tanto en los combates como en las consecuencias indirectas del conflicto, como el hambre y las enfermedades. Vastos territorios quedaron devastados, las economías arruinadas y las sociedades desestructuradas.

La guerra se caracterizó por combates encarnizados en amplios frentes, una tecnología militar cada vez más sofisticada, la pérdida masiva de vidas y unas condiciones de vida inhumanas para soldados y civiles. Las batallas de Verdún, Somme y Passchendaele son ejemplos del horror de la guerra de trincheras que marcó el conflicto.

La Primera Guerra Mundial también tuvo consecuencias geopolíticas duraderas. Los imperios alemán, austrohúngaro y otomano se derrumbaron, dejando tras de sí nuevos Estados. Rusia experimentó una revolución que condujo a la creación de la Unión Soviética, mientras que Europa vivió un periodo de inestabilidad política y económica que contribuyó al ascenso de regímenes autoritarios y fascistas.

Escalada de tensiones: Preámbulo del conflicto

La crisis del verano de 1914 fue sólo la última de una serie de crisis cada vez más graves. Primero fue la crisis de Marruecos, que desembocó en la conferencia de Algeciras; después, la invasión italiana de Libia en 1911, que sacudió el equilibrio europeo, porque todo lo que tocaba al Imperio Otomano desencadenaba tensiones; después, las guerras de los Balcanes en 1912 - 1913, que fueron un preludio de la Primera Guerra Mundial.

A partir del siglo XX se suceden una serie de crisis que generan tensiones entre las potencias europeas. Los bloques se oponen y se embarcan en una "carrera armamentística", mientras que las alianzas se extienden a muchos otros países, completando los bloques y cristalizando las oposiciones. Tras las guerras de los Balcanes, que había provocado y perdido, Bulgaria, hasta entonces aliada de Serbia, se unió a la "triple alianza", mientras que Grecia se alineó con la "triple entente".

De la crisis local a la llama de la guerra europea

El asesinato del archiduque Francisco Fernando: la mecha inicial

El atentado de Sarajevo se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, fue asesinado en Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, por un joven nacionalista serbio llamado Gavrilo Princip. Gavrilo Princip fue un nacionalista serbio nacido el 25 de julio de 1894 en Obljaj, en lo que entonces era la provincia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro (actual Bosnia-Herzegovina). Se le conoce sobre todo por el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, en un atentado en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Princip era miembro de un grupo clandestino llamado la "Mano Negra", que pretendía promover la independencia de Bosnia-Herzegovina del Imperio Austrohúngaro y su vinculación a Serbia. Había recibido entrenamiento militar en Serbia antes de regresar a Bosnia para participar en el ataque. El 28 de junio de 1914, Princip y varios otros miembros de la Mano Negra atacaron el coche del Archiduque Francisco Fernando mientras visitaba Sarajevo. Princip consiguió disparar con una pistola al Archiduque y a su esposa, Sofía. Este suceso desencadenó una serie de alianzas y reacciones que acabaron provocando una escalada militar y el estallido de la Primera Guerra Mundial. Tras el atentado, Princip fue detenido y encarcelado. Fue juzgado y condenado a 20 años de prisión por su participación en el asesinato del Archiduque. Murió en prisión en 1918, a los 23 años, de tuberculosis.

Este suceso desencadenó una serie de alianzas y reacciones que acabaron provocando una escalada militar y el estallido de la guerra en Europa. Austria-Hungría acusó a Serbia de estar detrás del asesinato de Francisco Fernando y exigió reparaciones. Serbia había sido considerada una fuente de tensión para el Imperio Austrohúngaro desde los años 1870-1880. En aquella época, Serbia pretendía unificar a las poblaciones eslavas del sur de los Balcanes, incluidas las sometidas al dominio austrohúngaro. Esta política fue vista como una amenaza por los gobernantes austrohúngaros, que temían perder su influencia sobre las poblaciones eslavas y ver cómo se desintegraba su imperio.

En 1908, Austria-Hungría se anexionó Bosnia-Herzegovina, una provincia de mayoría eslava que había estado bajo protectorado desde 1878. Esta decisión no fue bien acogida por los serbios, que consideraban Bosnia-Herzegovina parte de su esfera de influencia. Las tensiones entre Serbia y Austria-Hungría se intensificaron, especialmente después de que Serbia empezara a apoyar movimientos nacionalistas en las provincias austrohúngaras pobladas por eslavos del sur.

El asesinato del archiduque Francisco Fernando en 1914, organizado por nacionalistas serbios, fue considerado una provocación por Austria-Hungría, que exigió reparaciones a Serbia. Esto dio lugar a una serie de alianzas y reacciones que finalmente desembocaron en una escalada militar y en el estallido de la Primera Guerra Mundial. Serbia se negó a someterse a las exigencias austriacas, lo que condujo a una declaración de guerra de Austria-Hungría contra Serbia el 28 de julio de 1914. Las alianzas entre las principales potencias europeas condujeron rápidamente a una escalada militar: Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano y Bulgaria entraron en guerra contra los Aliados (Reino Unido, Francia, Rusia, Italia, Japón y Estados Unidos).

Aunque el asesinato del archiduque Francisco Fernando se considera el detonante de la guerra, las causas profundas del conflicto fueron mucho más complejas y arraigadas, con factores como el nacionalismo, el imperialismo y las tensiones económicas y políticas entre las principales potencias europeas.

El Frente Occidental entre 1915 y 1916 - atlas-historique.net

Cronología clave de los acontecimientos que precipitaron la guerra

El asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, Bosnia-Herzegovina, el 28 de junio de 1914, se considera el acontecimiento desencadenante de la Primera Guerra Mundial. El asesinato creó una grave crisis internacional, que provocó una escalada de tensiones entre los países europeos y una serie de alianzas, que finalmente desembocaron en la guerra. Gavrilo Princip, el asesino del Archiduque, era un nacionalista serbio vinculado al grupo terrorista serbio Mano Negra.

Tras el atentado de Sarajevo, Austria-Hungría presentó un ultimátum a Serbia el 23 de julio de 1914, exigiendo una investigación sobre la implicación de Serbia en el atentado y la supresión de las actividades antiaustriacas en su territorio. Serbia accedió a la mayoría de las exigencias, pero no a todas, y Austria-Hungría declaró finalmente la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, dando lugar a una escalada de tensiones y alianzas que culminó en la guerra mundial.

Después de que Austria-Hungría declarara la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, se formaron alianzas y un país tras otro declararon la guerra. Alemania declaró la guerra a Rusia el 1 de agosto de 1914 y a Francia al día siguiente, lo que llevó al Reino Unido a entrar en guerra en apoyo de Francia. Posteriormente, muchos otros países se unieron al conflicto, entre ellos Italia, Japón, Estados Unidos, el Imperio Otomano, etc. A mediados de agosto de 1914, la mayoría de las grandes potencias europeas estaban implicadas en el conflicto.

Tras declarar la guerra a Francia el 3 de agosto de 1914, Alemania lanzó una ofensiva relámpago a través de Bélgica, con la esperanza de derrotar rápidamente a Francia antes de que pudieran llegar refuerzos. Este rápido avance fue detenido por la resistencia de las fuerzas francesas y británicas y la Batalla del Marne, que tuvo lugar del 6 al 12 de septiembre de 1914. Esta fue una de las batallas más importantes de la Primera Guerra Mundial, y finalmente hizo retroceder a las fuerzas alemanas y salvó París de la captura. Sin embargo, la guerra no iba a ser tan corta como se esperaba, y la lucha continuaría durante otros cuatro años, con el resultado de enormes pérdidas humanas y materiales.

Tras la batalla del Marne en septiembre de 1914, las fuerzas francesas y británicas intentaron continuar la ofensiva hacia Alemania. Sin embargo, los ejércitos alemanes lograron replegarse y atrincherarse en posiciones defensivas bien establecidas, que se extendían desde el Mar del Norte hasta la frontera suiza, pasando por Bélgica y Francia. Así pues, ambos bandos iniciaron una "carrera hacia el mar", intentando flanquear al otro por el oeste, lo que finalmente condujo a la construcción de trincheras para proteger las posiciones ocupadas. Esto marcó el inicio de la guerra de trincheras, que duraría varios años.

En diciembre de 1914, el frente de guerra abarcaba desde el Canal de la Mancha hasta la frontera alemana, extendiéndose unos 700 kilómetros por el norte de Francia y Bélgica. Ambos bandos estaban profundamente atrincherados en posiciones defensivas de trinchera, y las operaciones militares se habían convertido en enfrentamientos estáticos y mortales entre los dos bandos. Sin embargo, aún hubo intentos de romper el estancamiento, y los combates continuarían en este frente hasta el final de la guerra en 1918.

Desde diciembre de 1914 hasta el final de la guerra en noviembre de 1918, los ejércitos de ambos bandos se enzarzaron en una guerra de posiciones, que consistía en una serie de trincheras profundas y fortificadas, protegidas por alambre de espino y cañones pesados. A menudo, las trincheras estaban situadas a sólo unas decenas de metros de las del enemigo, y ambos bandos lucharon con denuedo para tratar de imponerse. Las operaciones militares consistían principalmente en ataques a pequeña escala contra las trincheras enemigas, bombardeos masivos de artillería y ofensivas planificadas a largo plazo para intentar romper las líneas enemigas. Esta guerra de posiciones fue uno de los rasgos más distintivos de la Primera Guerra Mundial, y se saldó con pérdidas masivas de vidas y bienes en ambos bandos.

La guerra de posiciones, o guerra de trincheras, que tuvo lugar en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial entre 1915 y 1918, fue una auténtica carnicería. Los soldados de ambos bandos estaban confinados en trincheras estrechas e insalubres, expuestos a los elementos y a las enfermedades, y sometidos a un incesante fuego de artillería, gas venenoso, bombardeos aéreos, ataques con ametralladoras y asaltos con bayonetas. La pérdida de vidas fue enorme, con millones de muertos y heridos, tanto soldados como civiles afectados por los combates y los desplazamientos. Esta guerra de trincheras también tuvo importantes repercusiones psicológicas y sociales, y muchos soldados sufrieron traumas, trastornos psiquiátricos y trastornos alimentarios.

1916 fue un año especialmente mortífero en la Primera Guerra Mundial, con dos grandes batallas que tuvieron lugar en el Frente Occidental: la Batalla de Verdún y la Ofensiva del Somme. La batalla de Verdún comenzó en febrero de 1916, cuando las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva masiva sobre la ciudad de Verdún, en el este de Francia. Fue una de las batallas más largas y sangrientas de la guerra, con una duración de casi 10 meses. Estuvo marcada por encarnizados combates, bombardeos masivos, el uso de gas venenoso y una considerable pérdida de vidas en ambos bandos. La Ofensiva del Somme comenzó en julio de 1916, cuando las fuerzas británicas y francesas lanzaron una ofensiva coordinada a lo largo de un frente de 40 km en el norte de Francia. Esta batalla también fue muy mortífera, con numerosas bajas en ambos bandos, sobre todo por el fuego de las ametralladoras alemanas que acribillaban oleada tras oleada a los soldados aliados. Ambas batallas causaron enormes bajas, con varios cientos de miles de muertos y heridos en cada bando.

La ofensiva Chemin des Dames tuvo lugar en abril de 1917 en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial. La ofensiva fue lanzada por las fuerzas francesas bajo el mando del general Nivelle y tenía como objetivo romper las líneas alemanas en la región francesa del Aisne. Sin embargo, la ofensiva resultó ser un fracaso abismal para las fuerzas francesas, que sufrieron numerosas bajas sin lograr romper las líneas alemanas. Los soldados franceses estaban mal preparados y mal equipados, y los alemanes habían reforzado sus defensas en previsión del ataque. La ofensiva del Chemin des Dames tuvo consecuencias desastrosas para Francia, con casi 200.000 soldados muertos, heridos o capturados, y una grave crisis moral en el ejército y la población civil. La derrota también provocó motines en el ejército francés y la dimisión de Nivelle.

La entrada de Estados Unidos en la guerra en abril de 1917 tuvo un impacto significativo en el equilibrio de poder entre las potencias beligerantes. Estados Unidos proporcionó un importante apoyo económico y militar a los Aliados, lo que contribuyó a reforzar su capacidad de combate. También proporcionó tropas frescas y bien equipadas para luchar en el frente, lo que ayudó a aliviar la presión sobre las exhaustas tropas europeas. La llegada del ejército estadounidense también creó una nueva dinámica en el frente, aumentando el número de tropas y aportando tecnologías y tácticas innovadoras. Sin embargo, hay que señalar que las tropas estadounidenses tardaron en llegar al frente y en ser operativas, y su contribución a la victoria final de la guerra fue relativamente limitada en comparación con la de los demás Aliados. No obstante, la entrada de Estados Unidos en la guerra contribuyó a cambiar el curso de la guerra y a reforzar la posición de los Aliados.

En 1918, la situación en el frente cambió a favor de la Triple Entente, formada por Francia, el Reino Unido y Rusia (que se retiró en 1917). Las fuerzas aliadas resistieron con éxito las ofensivas alemanas de marzo de 1918 y recuperaron la iniciativa con decisivas contraofensivas en verano y otoño del mismo año. La ofensiva aliada de Marne en julio de 1918 rompió las líneas alemanas y forzó su retirada, mientras que la ofensiva de Mosa-Argonne en septiembre-noviembre de 1918 ayudó a aislar y debilitar las fuerzas alemanas. Al mismo tiempo, la situación interna en Alemania se deterioraba y aumentaban las huelgas, los motines y los disturbios civiles. El bloqueo naval aliado también había empezado a matar de hambre a la población alemana. Ante esta situación, Alemania solicitó un armisticio en noviembre de 1918, poniendo fin a la guerra.

El 11 de noviembre de 1918, Alemania firmó el armisticio que ponía fin a los combates de la Primera Guerra Mundial. Las hostilidades cesaron oficialmente a las 11 de la mañana, poniendo fin a más de cuatro años de guerra que habían dejado millones de muertos y heridos. Las negociaciones para un tratado de paz duraron varios meses más y finalmente concluyeron con el Tratado de Versalles en junio de 1919.

Rusia fue uno de los principales protagonistas de la Primera Guerra Mundial, en la que entró en agosto de 1914 junto a Francia y el Reino Unido. Sin embargo, sufrió duras derrotas a manos de las fuerzas austrohúngaras y alemanas en el frente oriental, especialmente en Tannenberg en agosto de 1914. En 1917, la situación en Rusia se deterioró debido a la crisis económica y social y a la impopularidad de la guerra. Esto condujo a la Revolución de Octubre, en la que los bolcheviques tomaron el poder y establecieron un gobierno comunista. En marzo de 1918, el nuevo gobierno ruso firmó el Tratado de Brest-Litovsk con Alemania, que ponía fin a la participación de Rusia en la guerra. Esto permitió a Alemania transferir sus tropas al frente occidental, lo que empeoró la situación de los aliados.

Los combates en los Balcanes fueron muy intensos durante la Primera Guerra Mundial. Rumania, que había firmado un acuerdo secreto con los Aliados en 1916, se unió a la guerra en el bando de la Triple Entente en agosto de ese año. Sin embargo, la ofensiva rumana fracasó pronto frente al ejército alemán y austrohúngaro, y Rumanía sufrió grandes pérdidas territoriales. Serbia fue atacada por Austria-Hungría desde el principio de la guerra y sufrió grandes derrotas. Sin embargo, con la ayuda de Francia y Gran Bretaña, Serbia pudo lanzar una contraofensiva en 1918, que contribuyó a la derrota de Austria-Hungría y al final de la guerra.

La ambición del Imperio Ruso era expandirse hacia el sur, hacia el Mediterráneo, y en particular hacerse con el control de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, controlados entonces por el Imperio Otomano. Esta ambición llevó a Rusia a apoyar los movimientos nacionalistas en los Balcanes y a entrar en guerra contra el Imperio Otomano en 1914, en el marco de la Primera Guerra Mundial.

Frentes de la Primera Guerra Mundial

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La globalización de los conflictos: actores internacionales

La Primera Guerra Mundial adquirió rápidamente una dimensión global, implicando a los imperios europeos, así como a sus colonias y aliados en todo el mundo. Por ejemplo, las colonias británicas, francesas y alemanas se movilizaron para unirse al esfuerzo bélico, enviando soldados y recursos a Europa. El conflicto también se extendió a los territorios coloniales, con combates en África, Asia y el Pacífico. Los imperios europeos lucharon por el control de estos territorios, mientras que los movimientos nacionalistas e independentistas también cobraron impulso en estas regiones. Además, la guerra también afectó a las relaciones comerciales y económicas en todo el mundo, perturbando el comercio y el flujo de mercancías. Así pues, la globalización de la guerra amplificó las consecuencias del conflicto y sus repercusiones se dejaron sentir en todo el mundo.

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La Primera Guerra Mundial fue un conflicto total que implicó aspectos militares, económicos e ideológicos. En el plano militar, las batallas se libraron en todos los frentes: tierra, mar y aire. El suministro de materiales, alimentos y recursos era esencial para el desarrollo de la guerra, de ahí la importancia de la guerra económica y la estrategia del bloqueo. En cuanto a la guerra ideológica, los países implicados trataron de justificar su participación con argumentos nacionalistas e imperialistas. Ideologías como el darwinismo social, el patriotismo y el nacionalismo se utilizaron para justificar la pérdida de vidas y las atrocidades cometidas. La noción de "civilización" también se utilizó para justificar las guerras coloniales y las conquistas territoriales.

Las colonias de las potencias europeas

La Primera Guerra Mundial también tuvo importantes consecuencias en las colonias de las potencias europeas. Las colonias alemanas, especialmente en África, fueron escenario de combates entre las fuerzas de los distintos imperios coloniales. Las tropas británicas y francesas conquistaron las colonias alemanas y se apoderaron de sus riquezas, como plantaciones, minas y recursos naturales. Las colonias también participaron en el esfuerzo bélico, con el envío de tropas coloniales para luchar en los frentes europeos. Se movilizaron varios cientos de miles de soldados africanos, asiáticos y americanos, a menudo en condiciones muy difíciles. Las colonias también proporcionaron recursos y materias primas esenciales para el esfuerzo bélico, como el caucho, el aceite de palma y el algodón. Esto condujo a una mayor explotación de las colonias y al empeoramiento de las condiciones de trabajo de la población local.

El papel de Estados Unidos

La opinión pública estadounidense estaba dividida sobre la conveniencia de ir a la guerra. Por un lado, los partidarios de la intervención estaban convencidos de que Estados Unidos debía defender los valores democráticos y ayudar a sus aliados europeos. Por otro, los aislacionistas abogaban por la neutralidad y temían que la guerra perjudicara a la economía estadounidense. Sin embargo, la entrada de Estados Unidos en la guerra en 1917 estuvo motivada en última instancia por varios factores, entre ellos el ataque al transatlántico Lusitania por un submarino alemán en 1915, que había causado la muerte de muchos estadounidenses, y el descubrimiento de un complot alemán para incitar a México a declarar la guerra a Estados Unidos. La entrada en la guerra también se consideró una oportunidad para que Estados Unidos reforzara su posición como potencia mundial y promoviera sus valores democráticos en el extranjero.

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El torpedeo del transatlántico Lusitania en 1915 por los alemanes fue un acontecimiento clave que contribuyó a la entrada de Estados Unidos en la guerra en 1917. El Lusitania era un buque de pasajeros británico que navegaba de Nueva York a Liverpool. El 7 de mayo de 1915 fue torpedeado por un submarino alemán frente a las costas de Irlanda, matando a casi 1.200 pasajeros, entre ellos 128 estadounidenses. Este acto de guerra conmocionó a la opinión pública estadounidense y llevó al presidente Woodrow Wilson a pedir cuentas a Alemania. Aunque los alemanes justificaron el ataque alegando que el barco transportaba municiones, la opinión pública estadounidense consideró el acto como un ataque injustificado contra civiles inocentes. Esto contribuyó a la decisión de Estados Unidos de entrar en la guerra del lado de la Triple Entente en 1917.

De hecho, en 1917, los alemanes decidieron librar una guerra submarina total, es decir, hundir todos los buques mercantes, incluidos los de países neutrales, que se acercaran a las costas de Europa. Esta estrategia pretendía debilitar el esfuerzo bélico de los Aliados privándoles de los suministros de alimentos y armas procedentes de Estados Unidos y otros países neutrales. En respuesta a la guerra submarina total, Estados Unidos rompió su neutralidad y entró en la guerra del lado de la Entente en abril de 1917. La participación estadounidense desempeñó un papel importante en el resultado de la guerra, ayudando a reforzar la ofensiva de la Entente en el Frente Occidental. Estados Unidos también proporcionó un apoyo financiero y material crucial a los Aliados, lo que contribuyó a acelerar el final de la guerra.

El Telegrama Zimmerman es un acontecimiento importante de la Primera Guerra Mundial que tuvo lugar en enero de 1917. Fue un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmerman, al embajador alemán en México, en el que proponía una alianza entre México y Alemania contra Estados Unidos. A cambio de esta alianza, Alemania se comprometía a apoyar a México en la reconquista de los territorios de Texas, California y Nuevo México, perdidos en la guerra mexicano-estadounidense de 1848. El telegrama Zimmerman fue interceptado y descifrado por el servicio secreto británico, que lo reenvió a Estados Unidos. Este suceso provocó la indignación pública en Estados Unidos y contribuyó a la decisión estadounidense de entrar en guerra contra Alemania en abril de 1917.

La participación de Japón

Japón aprovechó la entrada de Alemania en la guerra para ampliar su influencia en Asia y el Pacífico. Envió tropas a China y Corea para consolidar su presencia en la región. Japón también envió buques de guerra para ayudar a los Aliados a patrullar el Océano Pacífico e interceptar los barcos alemanes. La participación de Japón en la guerra reforzó su estatus de potencia mundial y allanó el camino para su expansión territorial en los años siguientes.

Japón se unió a la guerra en el bando de la Entente debido a su alianza con Gran Bretaña. Sin embargo, su participación se limitó principalmente a operaciones militares en el Pacífico y Asia. En concreto, las tropas japonesas ocuparon las colonias alemanas en la región del Pacífico, incluidas las Islas Marshall y las Marianas. Japón también proporcionó buques de guerra y tropas para ayudar a las fuerzas aliadas en operaciones navales en el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. El papel de Japón en la Primera Guerra Mundial contribuyó a reforzar su estatus de potencia emergente en la escena mundial.

El compromiso del Imperio Otomano

El Imperio Otomano desempeñó un papel importante en la Primera Guerra Mundial. El Imperio fue uno de los principales aliados de Alemania y Austria-Hungría. Los otomanos lucharon en varios frentes, como Mesopotamia (Irak) contra los británicos, Palestina contra británicos y franceses, y el Cáucaso contra los rusos.

El control del estrecho de los Dardanelos, que une el Mar Negro con el Mediterráneo, era una importante cuestión estratégica para los Aliados. En 1915, los Aliados lanzaron una ofensiva anfibia para hacerse con el control de los estrechos. Esta campaña fue un costoso fracaso para los Aliados y contribuyó a la consolidación del poder de los Jóvenes Turcos, el partido gobernante en el Imperio Otomano, que llevó a cabo una política de genocidio contra los armenios y otras minorías cristianas del Imperio.

Finalmente, el Imperio Otomano fue derrotado por las fuerzas británicas y árabes en 1918, y el Tratado de Sevres se firmó en 1920, poniendo fin a la guerra para el Imperio Otomano y dando lugar a la partición del Imperio.

Sudamérica en conflicto

Varios países sudamericanos participaron en la Primera Guerra Mundial, principalmente como proveedores de materias primas y apoyo logístico. Brasil entró en la guerra en 1917 del lado de la Triple Entente, principalmente debido a la destrucción de barcos brasileños por submarinos alemanes. Argentina, Chile, Uruguay y Perú también proporcionaron suministros y material de guerra a la Triple Entente, mientras que Paraguay y Ecuador se mantuvieron neutrales. Estos países buscaban posicionarse en la escena internacional y reforzar su influencia política y económica.

La implicación de algunos países sudamericanos, como Brasil, en la Primera Guerra Mundial les permitió participar en la Conferencia de Paz de París de 1919, que redibujó el mapa político de Europa y del mundo, y formar parte de la Sociedad de Naciones, la organización internacional creada para mantener la paz tras la guerra. Esta participación reforzó su papel e influencia en los asuntos internacionales y contribuyó a su emancipación de las potencias europeas y de Estados Unidos.

La movilización de los imperios coloniales

Los imperios también movilizaron su potencial económico y humano para apoyar el esfuerzo bélico. Las colonias y territorios bajo dominio imperial proporcionaron una abundante mano de obra para apoyar el esfuerzo bélico, suministrando soldados, trabajadores y recursos. Francia y Gran Bretaña movilizaron tropas coloniales, sobre todo en África, mientras que colonias británicas como Canadá, Australia y Nueva Zelanda enviaron tropas y prestaron un importante apoyo económico. También se pidió a las colonias que produjeran materias primas y participaran en el esfuerzo bélico industrial. Los territorios imperiales proporcionaron materias primas como caucho, aceite de palma, minerales y metales preciosos, mientras que las industrias coloniales se movilizaron para suministrar bienes de consumo y de guerra como ropa, calzado, armas y municiones.

Sin embargo, la movilización económica y humana de los Imperios también tuvo consecuencias negativas para las poblaciones coloniales e indígenas, que a menudo sufrieron duras condiciones de trabajo y severas restricciones a su libertad de movimiento y a su vida cotidiana. Además, la participación de las colonias en la guerra dio lugar a aspiraciones de independencia y liberación nacional, que surgieron con nueva fuerza tras el final de la contienda.

La Primera Guerra Mundial fue un conflicto que implicó a muchos países de todo el mundo, ya fuera militar, económica, política o culturalmente. Los imperios coloniales movilizaron a la población y los recursos de las colonias para apoyar el esfuerzo bélico, mientras que los países neutrales sufrieron importantes consecuencias económicas debido a la interrupción del comercio mundial y la escasez de materias primas. Además, el conflicto también tuvo repercusiones en la política internacional y en la formación de nuevos Estados tras la guerra, como la creación de Checoslovaquia, Yugoslavia y Polonia.

Reflexiones finales: Europa en el centro del mundo, desde finales del siglo XIX hasta 1918

El periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el final de la Primera Guerra Mundial puede considerarse una época en la que Europa ocupó el centro del mundo, tanto en el plano político como en el económico y cultural. Los imperios europeos dominaban el mundo y su rivalidad por el control del territorio y los recursos se intensificó.

La Primera Guerra Mundial fue la culminación de esta rivalidad y tuvo consecuencias dramáticas para Europa y el mundo. Este conflicto global provocó pérdidas humanas y materiales sin precedentes, grandes cambios políticos, el auge de los nacionalismos, movimientos de liberación en las colonias y la aparición de Estados Unidos como superpotencia mundial.

La Primera Guerra Mundial también dio lugar al nacimiento de la Sociedad de Naciones, precursora de las Naciones Unidas, con la esperanza de prevenir futuros conflictos mundiales. Sin embargo, las consecuencias de la guerra también contribuyeron al ascenso del nazismo en Alemania y a la Segunda Guerra Mundial.

En definitiva, el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el final de la Primera Guerra Mundial estuvo marcado por un dominio europeo indiscutible y rivalidades que desembocaron en una guerra mundial. Esto tuvo profundas consecuencias para Europa y el mundo, que continuaron mucho después de que finalizara el conflicto.

La Primera Guerra Mundial cambió profundamente el orden mundial y marcó el principio del fin de la hegemonía europea sobre el mundo. La enorme pérdida de vidas y bienes llevó a cuestionar los valores y certezas que regían la sociedad europea. Además, la guerra aceleró la aparición de nuevas potencias como Estados Unidos, Japón y la Unión Soviética, que pondrían en tela de juicio el equilibrio mundial.

La guerra también tuvo importantes consecuencias económicas, con el ascenso de Estados Unidos como primera potencia económica mundial y el declive de Europa. Por último, la guerra allanó el camino para nuevos conflictos, en particular la Segunda Guerra Mundial, que alteraría aún más el orden mundial.

La Primera Guerra Mundial marcó un importante punto de inflexión en la historia mundial, que vio cómo Europa perdía gradualmente su posición de líder mundial y que alteraría permanentemente el equilibrio geopolítico.

Anexos

Referencias