América Latina hacia 1850: sociedades, economías, política

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A mediados del siglo XIX, existían importantes contrastes entre América Latina y Estados Unidos. Estos contrastes se debían a los diferentes caminos de desarrollo e independencia que habían tomado estas regiones. Aunque ambas regiones experimentaron el liberalismo económico, los efectos de este sistema económico se dejaron sentir de forma diferente en cada una de ellas. En América Latina se desarrolló una pequeña clase adinerada, mientras que la mayoría de la población seguía siendo pobre, sin tierras y explotada. En Estados Unidos, el liberalismo económico también provocó un aumento de la brecha entre ricos y pobres: el Norte se industrializó y modernizó gracias a la inmigración, mientras que el Sur, muy dependiente de la producción de algodón por los esclavos, desembocó en la Guerra de Secesión. Además, también hubo diferencias dentro de estas dos regiones, con distintas experiencias y resultados dependiendo de países o regiones específicas dentro de América Latina y Estados Unidos.

El liberalismo económico también se estaba implantando en América Latina. Se creía que este sistema económico, que enfatiza el libre mercado y la mínima intervención del gobierno, traería prosperidad y crecimiento a la región. Sin embargo, los beneficios de este sistema económico no se distribuyeron equitativamente. Una pequeña minoría de personas y empresas adineradas pudo aprovechar las nuevas oportunidades que ofrecía el liberalismo económico, mientras que la inmensa mayoría de la población quedó rezagada. En consecuencia, la mayoría de la población de América Latina era cada vez más pobre, sin tierra, explotada y precaria. Esto condujo a una creciente desigualdad social y económica y al descontento de la población, que tendría efectos duraderos en la región.

En aquella época también se estaba implantando el liberalismo económico en Estados Unidos. Este sistema económico enfatizaba el libre mercado y la mínima intervención gubernamental, y se creía que conduciría a la prosperidad y el crecimiento del país. Sin embargo, al igual que en América Latina, los beneficios de este sistema económico no se distribuyeron equitativamente y la brecha entre ricos y pobres creció. El Norte, que se estaba industrializando y modernizando en parte debido a la llegada de inmigrantes, se hizo más próspero y desarrollado en comparación con el Sur, que dependía en gran medida de la producción de algodón por los esclavos. Esto condujo a una creciente división entre el Norte y el Sur, que en última instancia contribuyó al estallido de la Guerra Civil en 1861. La Guerra Civil se libró entre los Estados Unidos de América, representados principalmente por el Norte, y los Estados Confederados de América, representados principalmente por el Sur, por la cuestión de la esclavitud y los derechos de los estados, entre otros, y duró hasta 1865.

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1825 - 1850: inestabilidad y ajustes

Las Guerras de Independencia en Latinoamérica fueron una serie de conflictos que tuvieron lugar a principios del siglo XIX, entre 1810 y 1825, con el objetivo de independizarse del dominio colonial español y portugués. Estas guerras fueron lideradas por figuras como Simón Bolívar en Venezuela y José de San Martín en Argentina. Tras su independencia, los nuevos países se enfrentaron a un periodo de inestabilidad y ajuste, entre 1825 y 1850, mientras establecían nuevos gobiernos y sistemas de gobierno. En el caso de Brasil, se convirtió en un imperio bajo Pedro I en 1822, sin embargo, la esclavitud seguía siendo una institución importante sin que se produjeran grandes cambios políticos. Para las antiguas colonias continentales de España, la independencia supuso una importante convulsión política y social. Las colonias habían estado bajo dominio español durante siglos y estaban profundamente arraigadas en la cultura, las leyes y las instituciones españolas. Con la independencia, las colonias tuvieron que crear nuevos sistemas políticos y estructuras de gobierno, a menudo con poca orientación o experiencia. Además, los nuevos países independientes tuvieron que abordar cuestiones como la propiedad de la tierra, el desarrollo económico y las relaciones con sus antiguos colonizadores. El proceso de establecimiento de nuevos gobiernos y sociedades fue a menudo complejo y tumultuoso, lo que condujo a un periodo de inestabilidad y ajuste en los años posteriores a la independencia.

Las nuevas naciones que se independizaron de España rechazaron la autoridad suprema del rey de España, que había sido visto como una figura protectora y había justificado su gobierno a través de la tradición y la religión católicas. Con la independencia, las nuevas naciones establecieron el principio de autoridad constitucional, según el cual el poder supremo recae en un documento escrito, una constitución, que rige el país. Sin embargo, esto planteó varios retos, ya que la población de estas naciones era en gran parte analfabeta, lo que dificultaba su comprensión o identificación con la constitución. Además, las constituciones se inspiraban a menudo en las de Estados Unidos y Francia, que podían no ser del todo aplicables o relevantes para el contexto local, lo que causaba dificultades en su aplicación. Esto se sumó a la inestabilidad y al periodo de adaptación que atravesaron las nuevas naciones tras conseguir la independencia.

Tras la independencia, hubo una continuidad significativa en cuanto a la estructura económica de estas nuevas naciones, ya que la propiedad de la tierra siguió siendo la principal fuente de riqueza, estatus y poder. Sin embargo, con el cambio en el poder político, la adquisición de tierras se convirtió en un objetivo clave para los nuevos líderes y élites, ya que se consideraba una forma de obtener y mantener el poder político. Las tierras de los españoles que habían abandonado el continente tras la independencia se consideraban "dominio nacional" y estaban abiertas a la adquisición, al igual que las tierras de las comunidades indígenas, que ya no estaban protegidas por el gobierno colonial. Además, muchos campesinos que trabajaban la tierra carecían de títulos de propiedad, lo que los hacía vulnerables al acaparamiento de tierras. Esto condujo a una concentración de la propiedad de la tierra en manos de unos pocos individuos y grupos poderosos, a menudo a expensas de la mayoría de la población.

El tipo de constitución adoptada por una nueva nación puede ser una cuestión polémica y dar lugar a desacuerdos e incluso a una guerra civil. La constitución es la autoridad suprema que gobierna un país y establece el marco del sistema político del país, las instituciones y los derechos y responsabilidades de sus ciudadanos. Los desacuerdos sobre el tipo de constitución pueden surgir cuando distintos grupos de la sociedad tienen visiones e ideas diferentes sobre cómo debe gobernarse el país y qué derechos y libertades deben protegerse. Por ejemplo, algunos grupos pueden querer un gobierno más centralizado con un poder ejecutivo fuerte, mientras que otros pueden preferir un sistema más descentralizado con más poder otorgado a los estados o regiones. Estas diferencias de opinión pueden provocar divisiones y conflictos políticos y, en algunos casos, pueden desembocar en una guerra civil si no se resuelven por medios pacíficos.

Para comprender plenamente los retos a los que se enfrentan estas nuevas naciones tras obtener la independencia, es importante tener en cuenta el contexto en el que surgieron. Las economías y empresas de estos países quedaron parcialmente destruidas por las guerras de independencia, dejándolos en un estado de incertidumbre económica. Las élites criollas, que tradicionalmente habían ostentado el poder bajo el dominio colonial, tenían poca experiencia en el gobierno, lo que dificultaba el establecimiento de estructuras de gobierno eficaces y eficientes. El Estado, como organización, carecía de personal y fondos suficientes, y tenía que abogar por los impuestos y la fiscalidad para generar ingresos. Además, las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley y de seguridad eran débiles y aún estaban por construir, lo que dificultaba el mantenimiento del orden y la protección de los ciudadanos. Todos estos factores contribuyeron a la inestabilidad y al periodo de adaptación que atravesaron estas nuevas naciones tras obtener la independencia, y les dificultaron gobernar y desarrollar sus países con eficacia..

Tras las guerras de independencia, la institución más fuerte de muchas de estas nuevas naciones solía ser el ejército. Estos ejércitos se formaban a menudo en el fragor de la batalla y no estaban entrenados profesionalmente, lo que les restaba eficacia a la hora de mantener la paz y la estabilidad. Además, en el contexto de la crisis económica de posguerra, el ejército seguía siendo el principal canal de movilidad social, ya que era una de las pocas instituciones que ofrecían oportunidades de ascenso y estabilidad económica. Esto llevó a una situación en la que los militares desempeñaron un papel importante en la política y la gobernanza, y a menudo se vieron implicados en conflictos internos, golpes de estado y luchas políticas. Esto contribuyó aún más a la inestabilidad y al periodo de adaptación que atravesaron estas nuevas naciones tras conseguir la independencia.

Tras la independencia, muchas de las nuevas naciones latinoamericanas atravesaron un periodo en el que la política y el Estado estaban dominados por caudillos. Estos líderes procedían a menudo de los ejércitos independentistas y habían conseguido hacerse con el control de la tierra y los recursos durante la guerra. Ejercían el poder a nivel regional y nacional mediante el control del ejército y una red de clientelismo a nivel local y regional. También recurrieron a menudo al uso de la fuerza brutal para mantener el poder, lo que provocó una falta de gobernanza democrática y de estabilidad. Este periodo, conocido como la "Era de los Caudillos", duró varias décadas y se caracteriza por la falta de estabilidad política, las guerras civiles, los golpes de estado y la represión de la oposición política. Se considera uno de los periodos más difíciles de la historia de estas nuevas naciones.

El equivalente local del caudillo en muchos países latinoamericanos es el cacique, término que hace referencia a una poderosa figura local, a menudo un gran terrateniente, que ejerce un control significativo sobre una determinada región o comunidad. El cacique suele tener una red de personas a su cargo, como campesinos, aparceros, trabajadores en régimen de servidumbre y, a veces, incluso pequeños funcionarios municipales, a los que puede movilizar y proteger. Estos individuos suelen estar en deuda con el cacique por su sustento y protección, y el cacique, a su vez, utiliza este poder e influencia para mantener el control sobre la región y sus recursos. El sistema de caciques suele considerarse una continuación del sistema colonial tradicional, en el que una pequeña élite ejerce el poder y el control sobre la mayoría de la población. Esto también contribuyó a la falta de gobernanza democrática y estabilidad en estas nuevas naciones.

Muchos de los caudillos de América Latina eran de ascendencia mestiza o mixta, o eran vaqueros autodidactas, que habían ascendido al poder gracias a sus habilidades militares y políticas. Algunos ejemplos son José Antonio Páez en Venezuela, que gobernó de 1830 a la década de 1850, Juan Manuel de Rosas en Argentina, que dominó de 1829 a 1832 y de 1835 a 1852. Benito Suárez en México, que ostentó el poder en amplias zonas de México a mediados del siglo XIX, también era de ascendencia mixta. Estos líderes, a pesar de su falta de educación formal, fueron capaces de ganar y mantener el poder mediante una combinación de fuerza militar, perspicacia política y carisma. Sin embargo, su gobierno se caracterizó a menudo por el autoritarismo, la represión de la oposición política y la falta de gobernanza democrática, lo que contribuyó a la inestabilidad y a los retos a los que se enfrentaban estas nuevas naciones.

Los caudillos, aunque fueran de origen modesto, no pretendían cambiar la estructura social existente, ya que se beneficiaban de ella. Mantuvieron un sistema de jerarquía socio-racial en el que la élite seguía siendo blanca y criolla, mientras que las clases trabajadoras eran principalmente mestizas, aunque había excepciones. Sin embargo, con el ascenso de estos líderes, algunos hombres pudieron ascender en el ejército o en la administración regional, lo que antes era imposible bajo el régimen colonial. Esto se debió a que los caudillos, a pesar de su autoritarismo y falta de gobierno democrático, crearon oportunidades de ascenso para algunos individuos de las clases sociales más bajas, principalmente a través del ejército. Esto condujo a un cambio en la jerarquía tradicional basada en la casta y la pureza de sangre, que se convirtió en una jerarquía socio-racial, en la que individuos de diferentes orígenes sociales podían ascender a puestos de poder.

Tras la independencia, las nuevas naciones adoptaron constituciones y leyes republicanas que, en principio, no limitaban la posición de los individuos en función de su casta y pureza de sangre, como ocurría bajo el dominio colonial. Esto supuso un cambio significativo, ya que abrió oportunidades para que personas de distintos orígenes sociales ascendieran a puestos de poder e influencia, y también desafió la jerarquía tradicional basada en la casta y la pureza de sangre. Sin embargo, en la práctica, la ascendencia racial siguió siendo un factor importante a la hora de determinar el estatus social y las oportunidades, y a las personas de extracción social inferior, en particular a las de ascendencia indígena o africana, les resultaba difícil acceder al poder político y a las oportunidades económicas. Esto condujo a la persistencia de una jerarquía socio-racial, en la que la clase elitista seguía siendo blanca y criolla, mientras que las clases trabajadoras eran principalmente mestizas, y las personas de ascendencia indígena y africana estaban infrarrepresentadas en el poder político y económico.

Los caudillos, que fueron las figuras políticas dominantes durante este periodo, lideraron grupos de interés y trataron de hacerse con el control del Estado a través de diferentes instituciones. También trataron de adquirir más tierras compitiendo entre sí mediante elecciones o guerras civiles. Sin embargo, estas guerras civiles solían limitarse a zonas pequeñas y el número de muertos no era tan elevado como en otros conflictos. Esto se debía a que estas guerras civiles solían librarse entre diferentes caudillos y sus seguidores, más que entre diferentes clases o grupos de la sociedad. Los caudillos también solían contar con el apoyo de las comunidades locales, que dependían de ellos para su protección y sustento, lo que limitaba aún más la escala de los conflictos. Sin embargo, a pesar de su alcance e impacto limitados, estas guerras civiles contribuyeron a la inestabilidad y a los retos a los que se enfrentaban estas nuevas naciones en sus esfuerzos por establecer una gobernanza y un desarrollo efectivos.

Durante el periodo de gobierno caudillo, los diversos grupos de interés y facciones evolucionaron gradualmente hasta convertirse en partidos políticos, adoptando los nombres de "conservadores" y "liberales". Sin embargo, había pocas diferencias económicas e ideológicas entre estos grupos, ya que tanto las élites conservadoras como las liberales vivían de la agricultura, el comercio, los ingresos aduaneros y la política. Estas élites estaban de acuerdo en la necesidad de tener regímenes republicanos, en lugar de monarquías, ya que las repúblicas se consideraban una forma de gobierno más moderna y progresista, y estaba en consonancia con la tendencia de Europa, que en aquella época estaba abrumadoramente bajo control monárquico. Sin embargo, a pesar de su acuerdo sobre la forma de gobierno, estos partidos políticos a menudo se enzarzaban en luchas de poder y conflictos, lo que contribuía a la inestabilidad y a los retos a los que se enfrentaban estas nuevas naciones.

La diferencia ideológica fundamental entre conservadores y liberales se refiere al control social, concretamente a la forma en que las élites planeaban controlar la sociedad de color, situada en un vasto territorio con una débil presencia estatal. Los conservadores abogaban en general por mantener la jerarquía social existente y las estructuras de poder tradicionales,.En general creían que la Iglesia Católica debía seguir desempeñando un papel en el control social, de forma similar a como lo hizo durante la época colonial, manteniendo el monopolio de la religión y el control de la educación. Los liberales, por su parte, abogaban por un modelo más moderno de separación de la Iglesia y el Estado, y por la secularización de la sociedad, con el fin de crear un nuevo sistema de control social. Esto podría lograrse a través de instituciones como la policía, las organizaciones profesionales y un sistema educativo más avanzado y generalizado. La idea de los liberales era crear una sociedad más laica y progresista, en la que la Iglesia tuviera menos poder sobre el pueblo y el Estado más control sobre la sociedad.

Los conflictos de las décadas de 1825 y 1850 entre conservadores y liberales, aunque no fueron devastadores en cuanto a pérdidas de vidas humanas, sólo afectaron a una pequeña parte de la población de cada país, pero ralentizaron la producción y el comercio. Estas guerras civiles obligaron a los países a mantener ejércitos grandes y costosos, lo que supuso una carga para la economía. Además, los sectores de las materias primas y la agricultura, que eran el pilar de la economía, tardaron en recuperarse, lo que dificultó aún más el desarrollo de una economía de exportación. Esto condujo a una falta de crecimiento y desarrollo económicos, lo que contribuyó aún más a los retos a los que se enfrentaban estas nuevas naciones en sus esfuerzos por establecer una gobernanza y una estabilidad efectivas.

Por otra parte, como la población estaba muy empobrecida, se resistió a la subida de impuestos, lo que dificultó a las nuevas administraciones la recaudación eficaz de impuestos. Además, las nuevas administraciones carecían de suficientes funcionarios y recursos para recaudar impuestos con eficacia. El principal sector gravado era el comercio, por lo que muchos países tuvieron que recurrir a préstamos de potencias extranjeras, sobre todo británicas, para financiar sus gastos gubernamentales y militares. Esto llevó a América Latina, incluidos países como Haití, a entrar en un ciclo de endeudamiento y control extranjero de su economía, ya que estos préstamos tenían que devolverse con intereses, y la carga de la deuda obstaculizaba el desarrollo económico. Esto contribuyó aún más a los retos a los que se enfrentaban estas nuevas naciones en sus esfuerzos por establecer una gobernanza y una estabilidad efectivas.

1850 - 1870: la era liberal

El periodo comprendido entre 1850 y 1870 suele denominarse la "era liberal" en América Latina, durante la cual muchos países experimentaron importantes cambios políticos y económicos. Los movimientos liberales que habían surgido durante el periodo caudillista cobraron impulso, y muchos países experimentaron un proceso de liberalización, caracterizado por la aplicación de reformas más progresistas, como una mayor participación política, libertad de prensa y mayor libertad económica. Los liberales pretendían crear una sociedad más laica y progresista, en la que la Iglesia tuviera menos poder sobre el pueblo y el Estado más control sobre la sociedad. Se redujo el papel del Estado en la economía y se fomentó el desarrollo del sector privado. Este periodo estuvo marcado por varias guerras civiles, golpes de estado y luchas políticas, pero también condujo a una sociedad más estable y progresista a largo plazo.

Generación nacida después de la independencia

Cuando la era del caudillo llegó a su fin, surgió una nueva generación de líderes, nacidos después de la independencia y educados fuera del control colonial y eclesiástico. Esta generación de líderes tenía una perspectiva más moderna y progresista y estaba más dispuesta a aplicar políticas más liberales. Con su liderazgo, aumentaron las exportaciones de varios países latinoamericanos, en particular de Brasil. Esta nueva generación de líderes también desempeñó un papel importante a la hora de impulsar reformas más progresistas y liberales, como una mayor participación política, la libertad de prensa y una mayor libertad económica. También trataron de crear una sociedad más laica y progresista, en la que la Iglesia tuviera menos poder sobre el pueblo y el Estado más control sobre la sociedad. Se redujo el papel del Estado en la economía y se fomentó el desarrollo del sector privado. Este periodo marcó la transición de la era del caudillo a una sociedad más estable y progresista.

El periodo de 1850 a 1870 marcó una época de mayor crecimiento económico y desarrollo en América Latina, debido en gran parte a la creciente demanda de materias primas y productos agrícolas tropicales en Europa como resultado de la industrialización de Europa. Europa necesitaba cantidades cada vez mayores de cacao, azúcar, trigo, fertilizantes para su agricultura, lana para su industria textil y metales para la producción de herramientas y maquinaria. Esto creó nuevas oportunidades para que los países latinoamericanos exportaran estos productos, lo que condujo a un mayor crecimiento económico y desarrollo. En este periodo también se produjo un aumento de la inversión extranjera en América Latina, ya que los países europeos trataban de asegurarse el acceso a estos valiosos recursos. Esta inversión extranjera propició el desarrollo de las infraestructuras y la industria en América Latina, impulsando aún más el crecimiento económico y el desarrollo.

Para satisfacer esta creciente demanda de materias primas y productos agrícolas tropicales, los gobiernos más administrativos de América Latina empezaron a invertir en la infraestructura necesaria para exportar estos bienes en grandes cantidades. Por ejemplo, Perú empezó a exportar guano como fertilizante, Brasil exportó café, Venezuela exportó cacao, México exportó minerales y los países del Caribe exportaron azúcar. Este aumento de la actividad exportadora propició el crecimiento y el desarrollo económicos y abrió nuevas vías de enriquecimiento y movilidad social más allá del ejército. Este periodo marcó el comienzo de la "era liberal" en América Latina, caracterizada por políticas más progresistas y una mayor libertad económica, que contribuyeron a impulsar el crecimiento económico y el desarrollo. Como resultado de estos cambios, más personas tuvieron acceso a oportunidades económicas y a la movilidad social, lo que contribuyó a una sociedad más estable y progresista.

Los liberales gobernantes

El año 1848 está marcado por una revolución en Europa, conocida como la "primavera de los pueblos", que vio el derrocamiento de monarquías y el auge de movimientos liberales en todo el continente. La revolución de 1848 en Francia condujo al derrocamiento de la Monarquía de Julio y a la abolición de la esclavitud en las últimas colonias francesas en América, como Guadalupe, Martinica y Guyana. Del mismo modo, Inglaterra había abolido la esclavitud en 1838. Estos acontecimientos tuvieron un impacto significativo en América Latina, ya que la abolición de la esclavitud en Europa hizo que aumentara la presión sobre los países de América Latina para que hicieran lo mismo. Esto contribuyó al declive de la era caudillista, que dependía en gran medida del trabajo de los esclavos, y dio paso a una nueva generación de líderes más dispuestos a aplicar políticas más progresistas. Además, los movimientos liberales que surgieron en Europa durante este periodo también influyeron en el auge de los movimientos liberales en Latinoamérica, que contribuyeron a la liberalización de la sociedad y la economía.

Las convulsiones políticas de 1848 en Europa también tuvieron un impacto significativo en América Latina, ya que los movimientos liberales que surgieron durante este periodo también influyeron en el auge de los movimientos liberales en América Latina. Esto condujo a la liberalización de la sociedad y la economía y, en casi todas partes, los liberales tomaron el poder, mediante elecciones o golpes de Estado. Los artesanos formaron clubes para movilizarse contra la esclavitud, y la ideología de los nuevos hombres en el poder era el liberalismo. Esto contribuyó a allanar el camino hacia una sociedad y una economía más progresistas y liberales, en las que se abolió la esclavitud y un mayor número de personas tuvo acceso a oportunidades económicas y a la movilidad social. Este periodo marcó la transición de la era del caudillo a una sociedad más estable y progresista.

Durante esta era liberal, la ideología del liberalismo no sólo influyó en las políticas económicas, sino también en el pensamiento, la religión y el movimiento. Esto condujo a una serie de reformas progresistas. Casi todas las naciones que se independizaron abolieron la esclavitud entre 1851 y 1854, en muchos países miles de esclavos fueron liberados sin recibir ninguna compensación. Sin embargo, en algunos lugares, la esclavitud persistió más tiempo, por ejemplo en Bolivia y Paraguay duró hasta la década de 1830, en el Caribe duró hasta 1873 en Puerto Rico, y en Cuba hasta 1886. En Brasil, la esclavitud fue abolida en 1888. Esta abolición de la esclavitud fue un paso importante hacia una sociedad y una economía más progresistas y liberales, donde más personas tenían acceso a oportunidades económicas y a la movilidad social.

Las nuevas constituciones que se implantaron durante la era liberal eran casi todas de carácter liberal y garantizaban la separación entre la Iglesia Católica y el Estado. Esta separación entre Iglesia y Estado fue un aspecto clave del liberalismo, ya que ayudó a crear una sociedad más laica y progresista. Sin embargo, Brasil fue una excepción a esta tendencia, ya que seguía siendo un imperio y mantenía una estrecha relación entre la Iglesia y el Estado. En la mayoría de los países, el Estado se incautó de los bienes de la Iglesia Católica y de las congregaciones religiosas como parte del proceso de liberalización, lo que redujo aún más el poder de la Iglesia sobre la sociedad y el Estado.

Durante la era liberal, el sufragio se democratizó y muchos países eliminaron los requisitos de poseer propiedades o saber leer y escribir para poder votar. Por ejemplo, en Colombia, en 1853, y en México, en 1857, se adoptó el sufragio universal para los hombres y se decretó que todos eran ciudadanos. Además, se abolieron los títulos nobiliarios como parte del proceso de liberalización. Estos cambios contribuyeron a crear una sociedad más democrática e inclusiva, en la que más personas tenían voz y voto en el proceso político. La introducción del sufragio universal masculino fue un paso significativo hacia una mayor participación y representación política de todos los ciudadanos.

El aumento de las exportaciones

Durante la era liberal, los gobiernos aplicaron los principios del liberalismo económico, que hace hincapié en el papel del sector privado como motor del crecimiento y el desarrollo económicos. Esto condujo al aumento de las exportaciones, ya que se animó al sector privado a desarrollar y exportar materias primas y productos agrícolas para satisfacer la creciente demanda de Europa. Sin embargo, estas políticas también tuvieron consecuencias negativas, ya que el Estado a menudo puso los recursos públicos al servicio del sector privado, lo que a menudo se tradujo en el desvío de recursos de las necesidades de la gran mayoría de la población. Esto condujo a un aumento de la desigualdad, ya que los beneficios del crecimiento económico no se repartieron ampliamente entre la población. Las políticas económicas de la era liberal, si bien contribuyeron a impulsar el crecimiento económico y el desarrollo, también tuvieron consecuencias negativas para la mayoría de la población, en particular para la clase trabajadora y las comunidades indígenas.

Los gobiernos aplicaron políticas para fomentar las exportaciones y animar al sector privado a impulsar el crecimiento económico y el desarrollo. Para ello, proporcionaron tierras fértiles a grandes contratistas, ofrecieron préstamos gubernamentales para desarrollar infraestructuras de transporte y se aseguraron de que hubiera abundante mano de obra disponible para trabajar en estos proyectos. Estas políticas se diseñaron para crear las mejores condiciones posibles para empresarios y exportadores, pero a menudo tuvieron consecuencias negativas para la mayoría de la población. Estas políticas provocaron el desplazamiento de pequeños agricultores y comunidades indígenas, la explotación de la clase trabajadora y el abandono de otras áreas importantes como los servicios sociales y las infraestructuras que beneficiarían a la población.

Durante esta época, los gobiernos aplicaron políticas para promover el liberalismo económico proporcionando subvenciones y otras formas de apoyo financiero al sector privado con dinero público. La idea subyacente a estas políticas era estimular el crecimiento económico y el desarrollo fomentando la empresa privada. Al mismo tiempo, el gobierno también garantizaba la protección del Estado aplicando medidas para regular y controlar la empresa privada. El objetivo de estas medidas era garantizar que el sector privado operara en el mejor interés del país y de la población en su conjunto. Sin embargo, estas políticas fueron a menudo criticadas por favorecer los intereses de los ricos y poderosos a expensas de la clase trabajadora y las comunidades marginadas.

Las tres condiciones esenciales

Control de la tierra

Durante la época liberal, los gobiernos aplicaron políticas encaminadas a poner las tierras más productivas en manos de empresarios que se comprometieran a invertir en ellas y a maximizar su valor. Esto se hizo mediante la venta de tierras que antes eran propiedad de la corona española. Estas tierras se vendieron a menudo sin tener en cuenta los derechos de las personas que vivían en ellas y no tenían títulos privados sobre las mismas. Esto provocó el desplazamiento de pequeños agricultores y comunidades indígenas, y la concentración de tierras en manos de un pequeño grupo de ricos terratenientes. Este control de la tierra fue considerado como una de las condiciones esenciales para que el gobierno estimulara el crecimiento económico y el desarrollo, sin embargo, también tuvo consecuencias negativas para la mayoría de la población.

La Ley Lerdo en México, aprobada en 1858, fue un ejemplo de cómo los gobiernos utilizaron medios legales para despojar de sus tierras a ciertos grupos de personas. Esta ley tenía como objetivo la propiedad de la Iglesia católica bajo el pretexto de ser una ley contra la propiedad colectiva, y se utilizó como herramienta para transferir grandes cantidades de tierra de la Iglesia a particulares. Esta ley también se utilizó para despojar a las comunidades indígenas de sus tierras comunales en nombre de la propiedad privada, lo que supuso la pérdida de tierras y recursos para estas comunidades. Este tipo de leyes se utilizaron para justificar la concentración de tierras en manos de un pequeño grupo de ricos terratenientes, lo que tuvo consecuencias negativas para la mayoría de la población.

La época liberal estuvo marcada por transferencias de tierras a gran escala, que a menudo beneficiaron a terratenientes criollos, empresas extranjeras y un pequeño número de inmigrantes a expensas de los pueblos indígenas y los campesinos de todas las razas y colores. El resultado de este proceso fue que muchas personas fueron desplazadas de sus tierras y se quedaron sin medios de subsistencia. Las políticas gubernamentales sobre la propiedad de la tierra contribuyeron a crear una mano de obra dócil, abundante y barata, ya que los desplazados se vieron obligados a trabajar por salarios bajos en las tierras que les fueron arrebatadas. Este proceso de concentración de la tierra provocó un aumento de la desigualdad y la injusticia social, ya que la mayoría de la población no pudo beneficiarse del crecimiento económico y el desarrollo que se estaba produciendo.

Modernización de transportes

Durante la era liberal, una de las principales prioridades de muchos gobiernos fue la modernización del transporte. Antes de este periodo, el transporte se realizaba principalmente por caminos de herradura a lomos de mulas o con mano de obra humana. Sin embargo, a medida que aumentaba la necesidad de exportar, se hizo evidente que la infraestructura de transporte existente no era suficiente para satisfacer las demandas de la creciente economía. Para solucionar este problema, muchos gobiernos liberales firmaron grandes contratos, a menudo con empresas británicas, para construir carreteras, ferrocarriles, canales y puertos marítimos. Esto supuso un paso importante hacia la modernización del transporte en América Latina y contribuyó a aumentar la eficacia del comercio y las exportaciones. Pero también tuvo un impacto significativo en el medio ambiente y en las comunidades indígenas que vivían en las zonas donde se construyeron las infraestructuras.

En el proceso de modernización del transporte, muchos gobiernos se endeudaron aún más, ya que el coste de construcción de estos proyectos de infraestructura era elevado. Estas redes de transporte se diseñaron principalmente para facilitar la exportación de productos tropicales y mineros, más que para crear un sistema de comunicación que integrara las distintas regiones de un país o permitiera viajar entre las naciones latinoamericanas. El desarrollo de estas redes descuidó a menudo las regiones fronterizas, habitadas principalmente por poblaciones indígenas y poco o nada vinculadas al Estado. La falta de infraestructuras y comunicaciones en estas regiones marginaba aún más a estas comunidades y obstaculizaba el desarrollo de estas zonas.

La existencia de una mano de obra abundante, dócil, flexible y barata

Los gobiernos liberales de la época también pretendían crear una mano de obra abundante, dócil, flexible y barata. Los antiguos esclavos no recibían ninguna ayuda del Estado para integrarse en la sociedad y a menudo se les abandonaba a su suerte. En algunos casos, como en Perú, se indemnizaba a los propietarios de esclavos por la pérdida de su "propiedad humana", lo que perpetuaba aún más la explotación de estos individuos. Los gobiernos también promulgaron leyes contra la vagancia que permitían condenar a los vagabundos a trabajos forzados o reclutarlos a la fuerza en los ejércitos. Esto se hizo para garantizar que habría un suministro constante de mano de obra barata disponible para satisfacer las demandas de la creciente economía. Este proceso de trabajos forzados y reclutamiento tuvo un efecto perjudicial en las personas obligadas a trabajar y contribuyó a la continuación de la desigualdad social y la injusticia.

Además de los antiguos esclavos y vagabundos, también se añadieron a la mano de obra disponible aquellos que habían sido desposeídos de las tierras que los sustentaban, como los pequeños agricultores sin títulos de propiedad y los indígenas. Estas personas a menudo se convertían en aparceros que tenían que pagar una parte de su cosecha a los terratenientes o se convertían en peones, es decir, trabajadores agrícolas esclavizados a las haciendas y grandes plantaciones mediante un sistema de endeudamiento, también conocido como "peonaje por deudas". Este sistema les obligaba a comprar bienes de la tienda de la hacienda a precios inflados, utilizando fichas que se tomaban de su salario adelantado. Esto los mantenía en un ciclo de endeudamiento y los obligaba a permanecer ligados a la hacienda, sin poder abandonarla. Este sistema de trabajo forzado y endeudamiento contribuía a mantener la desigualdad social y la injusticia.

Para crear esta abundante mano de obra, incluso antes del fin de la esclavitud, países como Perú y Cuba recurrieron a Asia para importar coolies, que eran trabajadores de la India o China, utilizados principalmente para labores manuales como recoger guano y trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. Por ejemplo, se importaron un total de 100.000 chinos para recoger guano y azúcar en Perú y 150.000 para las plantaciones azucareras de Cuba. Al igual que los esclavos africanos, eran sometidos a malas condiciones de vida, mal alimentados, golpeados y azotados, a menudo con resultado de muerte. La importación de estos coolies fue una continuación de las prácticas de explotación laboral que se habían establecido durante la época colonial y perpetuó el ciclo de desigualdad social e injusticia.

A pesar del auge del liberalismo, continuó el trabajo forzado en diversas formas. Persistió la esclavitud en Brasil y Cuba, pero también formas más modernas como el peonaje por deudas y la importación de mano de obra comprometida de Asia. Este sistema multiforme de trabajo forzoso perpetuó el ciclo de desigualdad social e injusticia que se había establecido durante la época colonial, y seguiría siendo un gran desafío para los países de América Latina a lo largo del siglo siguiente.

A medida que aumentaban las exportaciones, también lo hacían las importaciones en América Latina. Los países importaban herramientas, instrumentos, armas, maquinaria y a veces incluso textiles y bienes de consumo cotidiano, principalmente de países industrializados como Inglaterra. Esta dependencia de las importaciones extranjeras provocó un desequilibrio comercial y una mayor dependencia económica de los países desarrollados, lo que tendría consecuencias a largo plazo en el desarrollo económico de América Latina.

Esta fuerte dependencia de las importaciones tuvo un impacto significativo en la artesanía local de América Latina. Los artesanos locales, que contaban con técnicas que se remontaban a la época colonial, producían para un mercado nacional muy reducido y eran incapaces de competir con los productos en serie procedentes de las fábricas, especialmente de Inglaterra. Esto se debía a que los productos europeos eran más competitivos incluso con los costes de transporte, ya que los salarios en Europa eran mucho más bajos, lo que permitía una producción masiva. Esto llevó a la decadencia de la artesanía local y a una mayor dependencia económica del extranjero, lo que tendría consecuencias a largo plazo en el desarrollo económico de América Latina.

La industria nacional de América Latina apenas creció durante este periodo como consecuencia de esta política económica liberal. Los gobiernos no tomaron medidas para proteger a las industrias locales de la competencia extranjera, lo que provocó el declive de la artesanía y la manufactura locales. Esta falta de protección de las industrias nacionales perpetuó aún más la dependencia económica de las importaciones extranjeras y tuvo efectos negativos a largo plazo en el desarrollo económico de la región.

¿Por qué la elección del liberalismo económico?

El liberalismo económico fue elegido como política económica dominante en América Latina durante las décadas de 1850 y 1860 por diversas razones. Una de las principales razones fue la creencia de que los productos manufacturados importados eran de mayor calidad y que el proteccionismo limitaría la capacidad de generar ingresos a través de los impuestos a la importación y la exportación. Además, muchas de las élites gobernantes de América Latina estaban influidas por las ideas económicas que prevalecían en Europa y Estados Unidos en aquella época, que hacían hincapié en las virtudes del libre comercio y las políticas económicas de laissez-faire. Además, muchas de las élites gobernantes estaban fuertemente invertidas en la economía orientada a la exportación y se habrían beneficiado de la continuación de este modelo económico.

Además, los nuevos gobiernos liberales veían a menudo el liberalismo económico como una forma de modernizarse y alcanzar a los países industrializados de Europa y Norteamérica. Creían que abriendo sus economías al comercio exterior y a la inversión extranjera podrían importar nuevas tecnologías, conocimientos e ideas, y estimular así el crecimiento económico y el desarrollo. Sin embargo, la realidad era que las políticas económicas aplicadas a menudo favorecían los intereses de las empresas extranjeras y de la élite local, a expensas de la mayoría de la población. Esto condujo a un aumento de la pobreza y la desigualdad, y a la perpetuación de la dependencia de las potencias extranjeras, en lugar de a un verdadero desarrollo económico.

Además, la élite gobernante de estos países solía tener poco interés en promover la industria nacional, ya que ellos mismos solían dedicarse a la exportación de materias primas y productos agrícolas, por lo que tenían un gran interés en mantener el statu quo. Además, muchas de estas élites se habían educado en Europa y estaban muy influidas por las ideas del liberalismo clásico, que hacía hincapié en el libre comercio y en una intervención mínima del gobierno en la economía. Esta ideología, combinada con la presión de los comerciantes e inversores extranjeros, llevó a muchos gobiernos latinoamericanos a adoptar el liberalismo económico como modelo económico.

Las élites vieron en el liberalismo económico una forma de liberarse del control de la monarquía española y la Iglesia católica, así como una manera de modernizarse y alcanzar a las naciones industrializadas de Europa y Norteamérica. Creían que adoptando políticas económicas liberales podrían aumentar las exportaciones y atraer inversiones extranjeras, lo que conduciría al crecimiento económico y al desarrollo. Sin embargo, como vemos en la práctica, la aplicación del liberalismo económico se tradujo a menudo en la concentración de la riqueza y el poder en manos de una pequeña élite, mientras que la mayoría de la población seguía empobrecida y marginada.

En conclusión, la elección del liberalismo económico en América Latina durante el siglo XIX estuvo impulsada por una combinación de factores, entre ellos las creencias ideológicas en la libertad de comercio, la influencia de los comerciantes e instituciones financieras extranjeras y el deseo de la élite de mantener el control sobre la propiedad de la tierra y el trabajo mientras permanecía en el poder. El resultado fue la continuación del trabajo forzado y la supresión de la industria nacional, lo que condujo a una falta de desarrollo económico para la mayoría de la población.

Los intentos de resistencia

Sin embargo, también existen formas de resistencia más organizadas, como la formación de sindicatos y asociaciones de trabajadores, así como movimientos políticos que abogan por la justicia social y económica. Estos movimientos y organizaciones se enfrentan a menudo a la represión y la oposición del gobierno y las élites poderosas. A pesar de ello, siguen impulsando el cambio y oponiéndose a las injusticias impuestas por el sistema económico y político.

En conclusión, el periodo de 1850-1870 en América Latina se caracterizó por el auge del liberalismo económico y el dominio de los caudillos y las élites que pretendían controlar la tierra y el trabajo en su propio beneficio. Esto provocó el desplazamiento y la explotación de la mayoría de la población, que intentó resistir por diversos medios. La ideología del liberalismo económico y la creencia en la libertad de comercio, combinadas con la jerarquía socio-racial, mantenidas por las élites, aseguraron su control y poder mientras la mayoría de la población luchaba por sobrevivir.

Además de las revueltas y los actos de resistencia, también hubo intentos por parte de algunos líderes y movimientos de desafiar el liberalismo económico impuesto por las élites gobernantes. Por ejemplo, algunos abogaron por políticas proteccionistas para apoyar a las industrias nacionales y reducir la dependencia de las importaciones extranjeras. Otros reclamaron medidas de reforma agraria para redistribuir la tierra de los terratenientes ricos a las poblaciones indígenas y campesinas. Estos intentos de desafiar el statu quo se encontraron a menudo con la resistencia y la represión de las élites gobernantes, que los veían como una amenaza a su poder y control. A pesar de estos desafíos, las disparidades económicas y sociales en América Latina siguieron aumentando durante este periodo.

Conclusión

Las políticas liberales de la época dieron lugar a una concentración de la tierra y la riqueza en manos de unos pocos, mientras que la mayoría de la población, en particular las comunidades indígenas y afrodescendientes, fueron desposeídas de sus tierras y obligadas a un sistema de trabajos forzados y peonaje por deudas. La economía pasó a depender en gran medida de las exportaciones, con escasa atención al desarrollo de la industria nacional o a la atención de las necesidades de la mayoría de la población. A pesar de los intentos de resistencia, persistieron la explotación y la opresión de las clases trabajadoras, lo que condujo a la pobreza generalizada y a la fragmentación social. En general, la era liberal de 1850-1870 supuso un importante retroceso para los derechos y el bienestar de las comunidades marginadas de América Latina.

En este periodo también se mantuvo el trabajo forzado en diversas formas, el desplazamiento y empobrecimiento de la clase trabajadora y la falta de protección de la industria nacional. La creencia en el liberalismo económico y el deseo de mantener el poder y el control sobre la tierra y el trabajo fueron los principales factores que impulsaron esta época de la historia latinoamericana. A pesar de los intentos de la mayoría explotada de resistir mediante revueltas y otros medios, la mayoría de la población fue incapaz de desafiar eficazmente al sistema dominante.

Anexos

Referencias