¿Qué es la teoría política? Cuestiones epistemológicas

De Baripedia

Teoría política: especificidades epistemológicas

Explicar ¿evaluar?
Neutralidad Axiológica prescripciones, ideología?
Objetividad subjetividad?
Vrai justo, bueno?
Realismo ¿metafísica?

Revisaremos algunas ideas introductorias amplias sobre lo que es la teoría política. La ciencia política tradicional se inspira mucho en la ciencia política basada en observaciones empíricas y en la comprobación de hipótesis. El uso de la teoría no es exclusivo de la teoría política. Se puede decir que en cualquier disciplina de la ciencia política, la teoría se moviliza. Vamos a proponer una dimensión que no está prevista por la teoría analítica, que es la dimensión normativa. Cuando se habla de teoría normativa, es decir, de todas las cuestiones que se ocultan tras ciertos ejemplos, la presencia de esta dimensión normativa crea fuertes tensiones con la base tradicional de la disciplina, que se supone que es objetiva, neutral o basada en la distancia entre el objeto y el sujeto.

En general, se puede observar un cierto número de oposiciones. Cuando la ciencia política clásica tiene como objetivo explicar la teoría política normativa, apunta más bien a la evaluación. Cuando se trata principalmente de ser axiológicamente neutral, es decir, neutral en cuanto al valor, siempre que exista una dimensión evaluativa, la teoría política normativa tiene una dimensión prescriptiva que la caracteriza. No se trata sólo de decir cómo funcionan las cosas, sino que también hay que decir cómo deberían funcionar las cosas, haciendo así prescripciones aunque esto no sea en absoluto inherente a ninguna forma de teoría política. La evaluación abre la puerta, en algún lugar, a este tipo de consideraciones.

Mientras movilicemos teorías que pretenden ser morales, es evidente que hay una dosis de subjetividad a los ojos de la gran mayoría de los científicos sociales que no tenemos o que no deberíamos tener en enfoques más objetivistas, positivistas o incluso realistas. La ciencia política tradicional, al parecer, se ocupa de lo verdadero o válido, es decir, de lo más probable, que es si una realidad pretende ser corroborada por los hechos, mientras que la dimensión evaluativa trata en cambio de pronunciarse sobre si una decisión política o de otro tipo es justa, buena o mala. Por último, también se puede decir que la ciencia política se basa tradicionalmente en una corriente principal. En una corriente principal en una postura realista, hay mundos que pueden ser descubiertos. Cuando se movilizan las teorías morales, muchas personas se quejan de las acusaciones metafísicas contra la teoría política, de que la teoría política movilizaría categorías, en algún lugar, que tienen validez moral o metafísica, pero que nos dicen poco sobre cómo funciona el mundo.

Esta disputa epistemológica, estas líneas de tensión no están resueltas. Todavía existe un gran debate epistemológico sobre cómo tratar de entrelazar aún más estos niveles.

¿De la muerte al renacimiento de la teoría política?

En la ciencia política, hubo un momento que se remonta a la llegada de los enfoques positivistas durante el siglo XX, cuando, básicamente, la ciencia política era realizada principalmente por filósofos. Hasta Marx, la idea era pensar de manera diferente sobre la pregunta "¿cuál es el mejor régimen político? "o "¿cómo se puede organizar mejor un régimen político para que sea preferible a otros? ». En algún lugar de esta historia filosófica, la dimensión normativa ya estaba inscrita, era básicamente la base última para la reflexión. Marx tenía una base científica muy sólida, pero el hecho es que también deseaba, sobre la base de una explicación y una comprensión rigurosa de la realidad, tratar de proponer un modelo que hubiera sido un modelo superior a los demás.

La llegada del positivismo, que coincide en parte con los trabajos del positivismo lógico del Círculo de Viena en los años 30 y 40 en Austria, estableció, para algunos, la muerte de la filosofía política como para Peter Laslett que en 1956 en Philosophy, Politics and Society escribió « political philosophy is dead ».[1][2][3][4] La idea en ese momento era destacar la necesidad de limpiar el análisis político o el análisis de los sistemas políticos de cualquier legado metafísico y filosófico. Estas categorías se consideraban no decidibles, no se consideraban categorías que pudieran argumentarse científicamente por la simple razón de que no podían medirse y eran posiciones subjetivas. Las normas morales de una postura puramente positivista se convierten en especies de opiniones subjetivas que todos pueden tener, pero sobre las que no es posible tomar una verdadera decisión. Por ejemplo, no sabemos exactamente si Dios existe, no sabemos lo que está bien, no sabemos lo que está mal, sabemos vagamente lo que puede estar bien, sabemos vagamente lo que puede ser legal, pero, en algún lugar, estas son cuestiones que no son decidibles como puede serlo una explicación basada en la falsificación lógica de una hipótesis, en particular como en el caso de Karl Popper.

Con el programa positivista, existe la idea de evacuar gradualmente de la jerga política, por lo tanto de la jerga de la teoría política, todo un conjunto de conceptos que no podrían ser operativizados y reducidos a un estado del mundo. El problema es que hay todo un conjunto de conceptos como la libertad, la justicia, los derechos ideales y los derechos morales que, si son evacuados, dan lugar a una dificultad que gira en torno a estas cuestiones. Es el caso, por ejemplo, del funcionalismo y el sistémico, en el que se trataba de tener teorías políticas, o al menos una teoría de la política de Estado en este caso, que pretendía dar cuenta de una serie de fenómenos, pero sin pronunciarse sobre la validez normativa de estos modelos. El sistémico no se trataba de si un sistema era correcto, bueno, equivocado o malo; se trataba de tratar de explicar cómo se suponía que funcionaba un sistema para preservarse a sí mismo. Lo mismo ocurre con el funcionalismo, en el que la idea no consistía en decir si un actor o una institución desempeñaba una función justa o moralmente deseable; ese actor desempeñaba una función y la cuestión era si tenía sentido o no en relación con un todo holístico. El marxismo, por otra parte, veía la teoría política como un señuelo más para el aparato de justificación burguesa de la dominación de clase, a saber, la teoría política como una especie de discurso legitimador que de alguna manera seguía reproduciendo las normas de dominación existentes. La política marxista de la teoría política liberal era en este sentido una teoría en algún lugar que legitimaba un orden existente y no era en absoluto una teoría crítica.

Ya sea con el marxismo, con el positivismo o de otra manera, está claro que esta filosofía política fue objeto de ataques bastante fuertes de Lasset y Easton que fueron llevados a anunciar la muerte de la disciplina.

A partir de los años 60, el pensamiento teórico vuelve a estar de moda

El decenio de 1960 se caracterizó también y sobre todo por los enfoques críticos de la sociología en los estudios literarios y la filosofía que procedieron a un cuestionamiento cada vez más radical del positivista como tal. En los años sesenta se habla del "linguistic turn", idea que se remonta a Berger o Luckmann y Foucault, que provocó una descompartimentalización parcial a nivel de las ciencias sociales y, en todo caso, más en la sociología de la época que en la ciencia política, que se mantuvo en ese momento centrada en su comprensión más bien neopositivista de los planteamientos con la idea de que en alguna parte los presupuestos epistemológicos del positivismo lógico no eran suficientes para aprehender los fenómenos sociales.[5][6][7][8] Hubo una crítica cada vez más radical de todos los presupuestos ontológicos de la realidad social con la entrada de todo lo que es el discurso, la comprensión y aceptación de la idea de contingencia, la idea de relatividad social, etc., así como la idea de relatividad social. Existe como una innovación epistemológica que permite trabajar sobre la misma realidad, a priori la misma realidad empírica, pero cuestionada por diferentes enfoques que dan diferentes respuestas.

También hay una crítica de lo observable porque lo que es observable y lo que no lo es se cuestiona no sólo a través de los instrumentos de observación, sino también sobre el significado mismo de la observación. Este período también se caracteriza por nuevos fenómenos sociales como la descolonización, el movimiento por la paz, el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, el fin de la Segunda Guerra Mundial con todo lo que ello conlleva en términos no sólo de reconstrucción económica de las sociedades, sino también de construcción social de las sociedades, todo lo que conlleva la comprensión de la Shoah, la comprensión del fenómeno nazi con la Escuela de Frankfurt para tratar de entender cómo esto fue posible.[9][10][11][12][13][14] Ha habido toda una serie de fenómenos que obviamente han requerido y generado una atención particular por parte de los filósofos que han desarrollado enfoques alternativos al enfoque positivista clásico como el feminismo y el comunitarismo y que han tematizado y tratado de dar respuestas a estas nuevas cuestiones como la paz mundial, el desequilibrio Norte-Sur o la distribución económica a nivel mundial.

Esto ha restaurado en parte la reputación de la teoría política y la filosofía política como una disciplina que es de alguna manera necesaria para tratar de abordar estas cuestiones, que tienen, seamos conscientes de ello o no, una dimensión prescriptiva y normativa inherente a ellas. Hoy en día, es posible escuchar a cualquier especialista, un realista en relaciones internacionales, que dará una opinión de la manera más objetiva, fría y analítica posible, pero si tiene que responder a la pregunta "si debemos invadir Siria", si dice "sí" o "no" más allá de su rigor analítico, también dirá algo sobre lo que debe hacerse. Cuando se dice algo sobre lo que debe hacerse, le guste o no, se está diciendo también algo que va más allá del análisis explicativo en sentido estricto, pero que también se abre a consideraciones sobre si es deseable o no hacer lo que debe hacerse. Todos estamos de acuerdo hoy en que si los países de la ONU quisieran ocupar Siria para supuestamente deshacerse del estado islámico, tardarían unas tres horas. Con 50 millones de efectivos en un lado y 20.000 en el otro, a priori, sin ser un gran estratega militar, se podría imaginar que la guerra del Golfo de 1990 tuvo un balance de poder mucho menos favorable. Si estas mismas naciones no quieren ir, puede ser porque hay consideraciones generales, pero quizás porque hay obviamente razones geopolíticas, pero también otras consideraciones de igualdad, legitimidad y toda una serie de cosas que hacen que ciertas cosas sean menos aceptables éticamente para algunas opiniones públicas que para otras, y la cuestión que se plantea, obviamente, es si podemos hablar de esto de una manera que sea rigurosa, objetiva y que no salga y se relacione únicamente con una posición ideológica.

La apuesta de los teóricos políticos presentados en este curso es que es posible tener un discurso racional y coherente sobre las cuestiones que se refieren a las normas y decisiones en materia de moralidad y justicia.

Una de las oposiciones epistemológicas dominantes hoy en día: el modernismo y el postmodernismo

La disputa que se mantiene ahora es que el problema de la teoría política liberal que se basa en la idea es que creen que hay valores como la libertad o la igualdad que pueden ser entendidos más o menos ampliamente, si no universalmente. La cuestión de la universalidad plantea problemas, pero es posible discutir estos valores objetivamente. Según Howarth el proyecto modernista « aimed to ground knowledge, ethical beliefs and judgments on some objective and essential foundation, whether this be ‘the way the world really is’, our human subjectivity, our knowledge of history, or our uses of language. The post-modern attitude points out the necessary limitations in this project to master completely the nature of reality […] These universal and all-embracing narrative tend to obliterate other narratives, resulting in the triumph of consensus, uniformity and scientific reason over conflict, diversity, and different forms of knowledge ».

El modernismo no sólo ha tenido el positivismo como competidor o antagonista por las razones mencionadas, sino también todo el enfoque crítico que abarca toda una galaxia de enfoques que desafían la posibilidad epistemológica misma de poder tener un razonamiento moral que domine el fenómeno terrestre. La razón evocada es que no tenemos normas morales o criterios de justicia abstractos y universales. Para aquellos postestructuralistas y posmodernistas que critican el proyecto de la modernidad, un proyecto que se basaba en la idea de una razón que se iba a desplegar progresivamente de manera teleológica en el mundo permitiendo una mejora del mundo a través de nuestro conocimiento, cuanto más sabíamos del mundo, más podíamos mejorarlo y más podíamos haber logrado un mundo en el que era mejor vivir que en el mundo anterior, todo este proyecto de progreso y razón fue barrido por muchos de estos actores postestructuralistas, por la Shoah y otros fenómenos similares.

Esto abre la puerta a otra concepción de nuestros valores, de nuestras sociedades, que ya no tiene por objeto buscar explicaciones últimas, valores, decisiones moralmente fundadas, sino más bien explicar cómo las concepciones de justicia, las concepciones de moralidad y las concepciones de poder adquieren sentido sólo en el marco de las relaciones de poder que las declinan y determinan. Para los postestructuralistas, la moral es un discurso entre otros que actúa como legitimación, a veces puede decir las cosas correctas. Estos enfoques desafían de alguna manera una parte de la teoría política basada en la idea de que es posible definir normas generales y universalistas. El término "verdad" está plenamente aceptado por estas perspectivas. La verdad se convierte en el peor de los casos en una creencia subjetiva y en el mejor de los casos en una especie de cristalización de un discurso que permite a los agentes sociales definir colectivamente las normas como verdaderas o mejores que un determinado estado supuesto del mundo.

Dans un premier temps, Karl Popper a proposé une critique de l’inductivisme disant par un mode particulier de syllogisme qu’il n’est possible donc d’un point de vue logique de corroborer une théorie ou une hypothèse par le cumul d'observations. Pour Popper, il faut trouver un autre critère de vérité. Pour lui, ce qui est vrai n'est pas ce qui est corroboré par les faits, mais ce qui est vrai et en réalité est que ce que j'ai établi est faux. On s’approche de la vérité non pas en cumulant des connaissances sur ce qu’on croit vrai, mais on s'approche de la vérité en étant très clair et tranché sur ce qui est faux. L'idée de falsifier l'hypothèse donc de montrer que l'hypothèse est fausse est au fond une manière de progresser vers notre vérité sachant progressivement qu'on devra trouver des meilleures théories pour s'approcher de cette vérité, mais sans qu'on sache exactement, finalement, de quoi il s'agit. Popper était déjà critique à l'égard de l'idée de vérité à l'égard de la possibilité de cette vérité.

Les poststructuralistes la remettent en question en mrontrant comment l'appel à ces valeurs qui se veulent supérieures, parce qu’universalisables, générales, caractéristiques d’une certaine conception de l'humanité, par exemple, en réalité opèrent à l’envers, à savoir en créant de la discrimination, de la marginalisation ou encore établissant des catégories binaires. Les « post » thématisent comment des normes générales et abstraites aboutissent à des phénomènes d'occultation, comme le disait Foucault, de rendre abjectes des formes de différence. Ils ont un souci est aussi à l'égard d'un certain type de théories politiques qui visent par postulats à essayer de produire des normes générales. Il y a une querelle épistémologique qui demeure dans la discipline.

La théorie politique : de quoi ?

Quelque part, dans toute opération de connaissances en sciences sociales, mais surtout en sciences politiques, il y a au moins trois niveaux à distinguer :

  • niveau ontologique ou descriptif : qui serait celui de s’interroger sur les caractéristiques des phénomènes que nous observons allant de la définition des concepts, en passant par la question de la construction par des concepts, du type de phénomène empirique et des concepts abstraits sur lesquels nous travaillons.
  • niveau analytique : à un certain moment, on a besoin de ces concepts et de constructions qui permettent de caractériser les propriétés essentielles du phénomène que nous voulons analyser. Il s’agit au moins d’essayer d’expliquer le phénomène qui se produit et pour tenter d’expliquer nous avons besoin de théories. Les types de théories que nous mobilisons ne sont pas nécessairement les mêmes parce que les questions sont différentes.
  • niveau théorico-normatif ou évaluatif : quel jugement peut-on porter, quel type d’évaluation pouvons-nous mener et quels types de justification peut-on mobiliser pour établir la légitimité ou pas de ce phénomène.

Il faut garder à l’esprit que le type de regard théorique qu’on a sur ces trois niveaux n’est pas nécessairement le même. Si on veut analyser les caractéristiques d’un phénomène, il faut mobiliser un type d’outils théoriques et de questionnement qui n’est pas nécessairement les mêmes aux trois niveaux.

Le niveau ontologique : qu’est-ce que le phénomène A ?

Il y a plusieurs types de réponses possibles sur ce qu’est la nature humaine, sommes-nous des animaux politiques et vertueux comme le postule Aristote, l’homme est-il un loup pour l’homme comme le postule Hobbes, sommes-nous des entités capables de raison et d’autonomie comme l’avance Kant ou comme le questionne Kant est-ce que nous sommes le produit du contexte culturel et linguistique dans lequel nous vivons, Rousseau pense que nous sommes des êtres capables de penser la volonté générale, Marx, le produit de notre position de classe et Mill, des êtres rationnels visant la maximisation de notre bonheur.

Toutes ces questions prétendent aller à la base ontologique de ce phénomène qu’on appelle « nature humaine ». Nous sommes évidemment tous confrontés à ce genre de problèmes et de choix ontologique dans notre vie privée, personnelle, affective ou encore par rapport à notre travail. Il est probable qu’au cours de nos expériences de vie, nous mobilisation des ontologies différentes pour désigner le même phénomène. Un certain nombre d’a priori et de conceptions ontologiques que nous mobilisons à large mesure vont influencer notre regard pas seulement analytique, mais aussi moral. Les philosophes, en partant de prémisses différentes sur qui nous sommes ou plus fondamentales sur notre essence ontologique déduisent par la suite des conceptions de la morale, de la bonne décision ou de la décision du juste qui seront différentes. Ainsi le postule Warren dans l’article '’What Is Political Theory/Philosophy? publié en 1989 : « Ontological decisions determine not only domains and criteria of explanatory adequacy, but also the way one conceptualize the normative possibilities of politics ».

Les questions ontologiques ne déterminent pas seulement analytiquement ce qui se passe, mais déterminent aussi ce qui est possible d’un point de vue normatif. Les questions ontologiques ne déterminent pas juste notre capacité de déterminer comment le monde fonctionne, mais il nous donne aussi une idée de ce que l’on peut attendre du monde à partir de la manière que nous avons de l’appréhender ontologiquement. Pour les anarchistes en relations internationales et les réalistes, sans une petite guerre ou sans un équilibre des forces, il n’y a pas de paix possible, il ne la voit pas, ce n’est pas dans leurs adages. Pour les institutionnalistes libéraux, il y a, à travers des procédures, des négociations, des constructions, des formes de solidarité des moyens d’éviter des catastrophes au niveau du comportement des États. Le mode de définition à la base des capacités de l’acteur étatique dans ce cas va largement influencer ce qu’on risque de trouver à la fin et surtout ce qu’on risque de caractériser comme étant défendable, indéfendable, juste, injuste, bon ou mauvais.

Le niveau analytique : qu’est-ce qui explique / qui permet de comprendre le phénomène A ?

Dans l’ouvrage Petit cours d’autodéfense intellectuelle publié en 2005, Normand Baillargeon écrit que « Si les structures de base d’une société sont justes, les citoyens ne se rebellent pas, Les citoyens de notre société ne se rebellent pas, Donc, les structures de base de notre société sont justes ».

Avec cette citation, nous avons affaire avec une implication analytique, à un état de fait, mais à partir d’une théorie ontologique qui est tout sauf évidente. Le problème est que si on ne voit pas qu’il y a un problème dans cette citation, on arrive à une conclusion qui est chargée d’un point de vue moral, mais peut-être non justifiable par rapport à la validité logique de l’argument. C’est le propre de la théorie politique d’essayer de clarifier ces éléments. Normand Baillargeon pose un problème de validité logique, mais qui repose sur quelque chose que nous ne savons pas philosophiquement, mais que nous savons sociologiquement. Si on était un train de parler d’une société que nous ne connaissions, nous pourrions imaginer que ceci est vrai, mais nous savons que c’est faux parce que nous avons quelques connaissances sociologiques qui nous permettent de nous demander si cela en est véritablement le cas. Il est possible de témoigner quotidiennement de raccourcis, comment tout un tas de conclusions s’appuie sur des prémisses qui sont point d’une vue sociologique et logique branlante.

Le niveau théorico-normatif ou évaluatif : quel jugement peut-on porter sur le phénomène A, à savoir comment peut-on le justifier ?

Dans '’Moral philosophy and its anti-pluralist bias publié en 1996, Bhikhu Parekh postule « Politics is concerned with how we should live as a community and has an inescapable prescriptive dimension. However, how we should live depends on who we are, what choices are open to us, what our current predicament is, etc., and cannot be decided without a patient end probing theoretical reflection on our traditions, character, history and social structure. A well considered view of political philosophy therefore needs to emphasize both its contemplative and critical, reflective and prescriptive, dimensions ».

Ces trois niveaux sont en relation avec le niveau prescriptif qui est le propre de l’action politique et du type de questionnement qu’on se pose et est dépendant aussi des autres niveaux. Il faut comprendre également le sens des mots ainsi que des catégories que nous mobilisons pour comprendre comment l’adéquation logique de tous ces mots fait sens.

Warren rappelle que « Political science is unique among the social sciences in that its domain is preconstituted by normative questions. Stated otherwise, such questions are instrinsic to the possibility of a political science ». Ceci à une incidence très particulière par rapport à la science politique parce que contrairement à la sociologie et contrairement à la géographie, les questions normatives sont l’ADN de nos questions, la politique est une démarche normative par définition. En tant qu’analystes politiques, nous voulons la déconnecter et la réduire à un objet analysable, mesurable et appréhendable afin de déterminer des logiques qui nous permettent d’expliquer les stratégies électorales ou encore l’avènement de phénomènes. Il n’en demeure pas moins qu’à la base, le questionnement politique est un questionnement qui est normatif. Donc, les questions normatives sont inscrites dans le patrimoine génétique de nos objets. Il est possible de décider de ne pas les traiter, dire qu’elles n’existent plus. Par ailleurs, ce sont généralement le type de questions qui font que les gens militent, s’engagent, se mobilisent, contestent, agissent et se révoltent. Ce qui amène les gens dans la rue est parce qu’il y a quelque chose qui relève de la dimension normative inhérente à la science politique qui les fait se mobiliser.

La théorie politique : pour faire quoi ?

La théorie politique peut permettre de déterminer et justifier les critères du vivre ensemble :

  • analyse conceptuelle des catégories constitutives de la réflexion politique comme, par exemple, le pouvoir, l’État, la communauté, la justice, etc. ;
  • analyse des théories morales qui permettent d’appréhender et évaluer le/la/les politique(s) comme l’utilitarisme, la théorie des droits, le libéralisme, le communautarisme, etc.
  • analyse des catégories métaéthiques permettant de fonder des jugements moraux comme l’universalisme, le relativisme, la raison, etc. ;
  • analyse de la pertinence de nouvelles catégories conceptuelles d’appréhension du politique comme, par exemple, la globalisation, le supranationalisme, le multiculturalisme, le cosmopolitisme, etc. ;
  • analyse/évaluation morale / théorique des phénomènes politiques comme les décisions, politiques publiques, etc.

La théorie politique tente de trouver des modalités de justification de la « supériorité » de certains arrangements et décisions politiques sur d’autres. On mobilise des outils théoriques afin d’essayer, dans cette optique, d’avoir des actions publiques, des décisions politiques dans le sens de notre langage politique qui soit le plus justifié possible ou cohérent avec un certain nombre de théories. Il existe tout un tas de possibilités. La théorie politique s’occupe de l’analyse conceptuelle de tout un tas de catégories qui rentrent dans notre langage. Utiliser un concept sans le définir renvoie à n’être que du « bruit », cela n’attribue pas de sens, et pour que ce ne soit pas un bruit, mais une information, il est nécessaire de définir ce concept et de le mobiliser. Pour le définir, il faut faire des choix, on ne peut pas définir Hobbes et Rousseau en même temps dans la même phrase. On n’utilise pas le terme de « république » et « démocratie » de la même manière.

Le problème se pose évidemment avec les nouveaux concepts par exemple avec ceux de « globalisation », de « cosmopolitisme » ou encore de « justice globale » et le concept de « générations futures ». Cela implique une réflexion ontologique. À un niveau d’abstraction élevé, un concept ne veut pas dire grand-chose. En théorie politique, on utilise des concepts et il faut déjà savoir à quoi on se réfère, en quoi ces concepts participent d’une certaine compréhension, quelle est la nature de ce concept, est-ce juste un concept parce que le débat public l’institut comme étant un concept, ou est-ce que c’est un concept qui a été construit analytiquement pour tout un tas de raisons.

La théorie politique s’occupe de l’analyse conceptuelle afin de rendre ces concepts plus opérants pour faire sens du monde qui nous entoure est proposer des idées qu’on peut mobiliser ensuite. Il y a également toute une réflexion plutôt métathéorique à savoir quels sont les grands cadres moraux « méta » qui permettent de donner du sens et différentes théories que nous pouvons mobiliser pour appréhender les phénomènes. Cet univers joue avec des théories et avec des métathéories, avec l’application de théories pour faire sens de phénomènes contemporains. Il y a toujours un va-et-vient entre ces niveaux, à savoir que le fait de se concentrer sur des cas particuliers va aboutir à des analyses qui peuvent inspirer des débats beaucoup plus abstraits et beaucoup plus philosophiques par la suite. Ce va-et-vient se fait entre le niveau plus appliqué et le niveau plus théorique et tout ceci rentre dans le cadre d’une théorie politique et à la fin, ce qui nous intéresse, est celle de l’évaluation morale.

Pour Salvatore Veca dans « Ethique et Politique » publié en 1999 « La philosophie politique peut et doit travailler avec ardeur pour définir rationnellement des critères servant à l’évaluation morale des institutions, des règles et des choix collectifs : en un mot, de la politique. Après tout, les institutions, les règles et les choix collectifs ont d’importants effets sur les possibilités qui nous sont offertes dans la vie, sur nos droits, sur notre bien-être. Pourquoi ne devrions-nous pas les faire comparaître devant le tribunal de cette raison pratique limitée et démunie qui est la nôtre ? ». Apparaissent deux concepts importants qui sont le concept d’« évaluation morale », mais aussi le critère « rationnellement ». Ce courant de la théorie politique part de l’idée qu’il est possible de rationnellement établir des défenses argumentées de théories qui sont pour des raisons propres supérieures à d’autres. Ceci se fait par rapport aux critères rationnels et intersubjectifs de détermination de la supériorité d’un discours philosophique construit d’une théorie sur une autre. Ces gens se posent la question de pourquoi on pourrait discuter rationnellement des facteurs qui expliquent le vote, le non-vote, la paix ou la guerre et on ne pourrait pas par la même démarche avoir une discussion rationnelle sur les théories morales de la justice qui nous permettent de se positionner de manière critique ou en les appuyant par un certain type de décisions.

Lorsqu’on parle de théorie politique normative, il s’agit d’une démarche qui vise à analyser les justifications qui nous permettent de soutenir ou pas la légitimité de certains arrangements. Pour Daryl Glaser dans « 'Normative theory » publié en 1995, « Normative political theory is a way of talking about social institutions, especially those bound up with the exercise of public power, and about the relationship of individuals to those institutions. It scrutinizes the justifications given for existing political arrangements and the justifiability of possible alternative arrangments ». Le maître mot qui nous importe ici est celui de la « justification » et par « justification » on entend globalement la cohérence logique des théories que l’on va utiliser. Ces théories peuvent être cohérentes et leur cohérence interne permettra de les rendre plus justifiées que des théories incohérentes.

Pour Beetham dans « 'The Legitimation of Power » publié en 1991, « Power relationship is not legitimate because people believe in its legitimacy, but because it can be justified in terms of their beliefs ». En philosophie analytique, le but n’est pas toujours d’aboutir à un modèle positif de ce qu’il faudrait faire, mais le fait de montrer que les modèles existants sont incohérents contribue déjà à savoir qu’au fond on ne peut pas prendre cette solution comme une solution justifiée.

Quand on pose la question de la légitimité en théorie politique, ce n’est pas quelque chose légitime parce que les gens y croient, c’est la conception de rationalité à l’égard des valeurs que Weber utilisait pour expliquer et comprendre pourquoi les gens obéissent aux lois. Philosophiquement, la question de savoir si un rapport de pouvoir ou bien une loi est légitime ne découle pas du fait que les gens y croient, mais découle plutôt du fait que si en vertu de leurs croyances on peut la justifier rationnellement, c’est la justification qui attribue une légitimité à la loi, à la décision ou au rapport du pouvoir et pas le discours ou l’acceptation que nous avons. C’est dans cette logique-là que le fait que 80 % ou 85 % des américains soient pour la peine de mort n’est pas un argument pour dire que la peine de mort est légitime parce que justifiée parce que sinon la philosophie ce serait qu’une espèce de décision majoritaire, ce que les gens croient et ce qui est bon. Il y a tout un tas de courants qui pense cela. On part de l’idée que ce qui fait la différence et qui transforme cette fameuse opinion ou un argument est qui nous intéresse est au fond la question de la justification.

La théorie politique : comment

Dans What Is Political Theory/Philosophy? publié en 1989, Warren distingue différentes manières de faire la théorie politique à savoir de la philosophie des sciences, de l’histoire des idées politiques, de l’analyse conceptuelle, de la théorie analytique comme, par exemple, celle du rational choice ou encore le néo-marxisme, des théories interprétatives, voire herméneutiques, ou encore de la théorie critique, post-modernisme et poststructuralisme.

Ainsi, il fait émerger trois dimensions de la philosophie politique :

  • analyse ontologique : « Ontological decisions determine not only domains and criteria of explanatory adequacy, but also the way one conceptualize the normative possibilities of politics » ;
  • analyse épistémologique : « [Such questions] have to do with the authority of theories with respect to the world they purport to explain » ;
  • analyse normative : « [questions] having to do with normative judgment. […] Assuming that the relevant aspects of a political domain are known, how are they to be judged? What are the criteria of judgment, and how are they related to fundamental human values? What modes of political organization would maximize these values? ».

La théorie politique : éléments conclusifs

En théorie politique, on peut distinguer quatre postulats :

  • le dimension normative et évaluative de la théorie politique ;
  • la dimension abstraite de la théorie politique ;
  • la théorie politique n’est ni un discours idéologique, ni la présentation du discours des acteurs, elle vise à proposer des justifications rationnelles, argumentées et cohérentes des arrangements et des décisions politiques existantes : point très important la théorie politique peut-être les vous avez tout état de l’épistémologue marxiste pour toute la liste innovante qui le pense, mais en tout cas telle qu’elle est envisagée par les auteurs dont on va parler ;
  • la théorie politique est traversée par des conflits, oppositions et controverses, elle n’est pas une discipline homogène et les théoriciens politiques n’adhérent pas aux mêmes prémisses épistémologiques, à la même conception de la vérité ou aux mêmes critères de validité. La théorie politique n’est pas un discours idéologique ou la simple retranscription philosophique du discours des acteurs donc des croyances des acteurs, mais elle vise à proposer des justifications rationnelles, argumentées et cohérentes. Les éléments méthodologiques de base sont contenus dans ces trois mots. Il y a beaucoup de manières différentes de faire de la théorie politique et beaucoup de conflits et des conflits politiques.

Comme le montre Michael Freeden dans son ouvrage Ideology, Political Theory and Political Philosophy publié en 2004, fondamentalement, la théorie politique s’articule autour de six démarches :

  1. une construction méticuleuse de l’argument ;
  2. des prescriptions normatives établissant des critères d’action publique : suggérer des normes qui seraient plus souhaitables que d’autres donc proposer des solutions à des dilemmes moraux ;
  3. la production d’idées perspicaces et nouvelles : les concepts viennent de quelque part, les concepts ont une histoire et une généalogie et parfois comprendre cette généalogie est une manière d’appréhender et de questionner les raisons pour lesquelles le sens de ces concepts a changé.
  4. l’exploration généalogique des origines, des continuités et des changements des théories / concepts : déconstructions au sens d’analyse critique de la pertinence des paradigmes pour essayer de montrer les failles pour, un proposant des solutions, faire évoluer ces paradigmes. Ensuite, il faut problématiser les concepts. Le même concept se décline dans des conceptions différentes et forme des cas qui deviennent des traditions, qui deviennent des paradigmes et qui deviennent des théories qui inspirent les analyses ;
  5. la déconstruction (critique) des paradigmes ;
  6. l’analyse des concepts et des « grappes » de concepts.

Anexos

Referencias

  1. Laslett, Peter. Philosophy, Politics and Society. Basil Blackwell, 1956.
  2. Braybrooke, David. The Philosophical Review, vol. 67, no. 3, 1958, pp. 418–421. JSTOR, https://www.jstor.org/stable/2182408.
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  4. Stadler, Friedrich. The Vienna Circle. Studies in the Origins, Development, and Influence of Logical Empiricism. New York: Springer, 2001. – 2nd Edition: Dordrecht: Springer, 2015.
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