Introducción a la política suiza
La pensée sociale d'Émile Durkheim et Pierre Bourdieu ● Aux origines de la chute de la République de Weimar ● La pensée sociale de Max Weber et Vilfredo Pareto ● La notion de « concept » en sciences-sociales ● Histoire de la discipline de la science politique : théories et conceptions ● Marxisme et Structuralisme ● Fonctionnalisme et Systémisme ● Interactionnisme et Constructivisme ● Les théories de l’anthropologie politique ● Le débat des trois I : intérêts, institutions et idées ● La théorie du choix rationnel et l'analyse des intérêts en science politique ● Approche analytique des institutions en science politique ● L'étude des idées et idéologies dans la science politique ● Les théories de la guerre en science politique ● La Guerre : conceptions et évolutions ● La raison d’État ● État, souveraineté, mondialisation, gouvernance multiniveaux ● Les théories de la violence en science politique ● Welfare State et biopouvoir ● Analyse des régimes démocratiques et des processus de démocratisation ● Systèmes Électoraux : Mécanismes, Enjeux et Conséquences ● Le système de gouvernement des démocraties ● Morphologie des contestations ● L’action dans la théorie politique ● Introduction à la politique suisse ● Introduction au comportement politique ● Analyse des Politiques Publiques : définition et cycle d'une politique publique ● Analyse des Politiques Publiques : mise à l'agenda et formulation ● Analyse des Politiques Publiques : mise en œuvre et évaluation ● Introduction à la sous-discipline des relations internationales
Las elecciones federales tuvieron lugar el 19 de octubre de 2015, con la elección del Consejo Federal y del Consejo de los Estados. En algunos cantones, estas elecciones continuaron con una segunda vuelta para el Consejo de los Estados, como en Ginebra y el cantón de Vaud. En la actualidad (noviembre de 2015), siguen celebrándose en algunos cantones de habla alemana para el Consejo de los Estados y finalizarán a finales de diciembre de 2015 para la elección del Consejo Federal.
Utilizaremos este acontecimiento concreto para ver qué puede decirnos la ciencia política sobre este caso. En primer lugar, desde la perspectiva de la política suiza, ¿cómo influye el contexto de las elecciones? En otras palabras, ¿cómo influye el contexto institucional, el contexto político, en el comportamiento de los votantes, en las estrategias de los partidos políticos y quizás también en el resultado de las elecciones?
El contexto institucional ofrece una visión muy introductoria de las principales instituciones del sistema político suizo. Examinaremos el sistema de gobierno, la democracia directa, el federalismo y el sistema electoral e intentaremos mostrar cómo influyen estas instituciones suizas fundamentales en las elecciones federales. Este es el contexto en el que operan los partidos políticos y en el que los votantes se comportan, votan y forman sus opiniones. Veremos cómo este contexto predetermina en cierta medida las elecciones de los votantes. También analizaremos el contexto político de las elecciones, es decir, la estructura de división y el sistema de partidos a escala nacional y cantonal, así como las diferencias que existen de un cantón a otro.
Evaluar las fuerzas en juego
El gráfico muestra la fuerza electoral de los principales partidos políticos suizos desde 1947 hasta 2015. Los datos muestran el porcentaje de votos obtenido por cada partido en las elecciones al Consejo Nacional.
El Consejo Nacional de Suiza es una de las dos cámaras de la Asamblea Federal, la otra es el Consejo de los Estados. Con 200 escaños, el Consejo Nacional es la cámara más grande y generalmente se considera la más representativa de las fuerzas políticas del país. Las elecciones al Consejo Nacional se basan en un sistema de representación proporcional, lo que significa que el número de escaños que gana un partido es proporcional al número de votos que recibe.
Aumento de poder de la UDC
El Partido Popular Suizo (SVP/UDC) es un partido político de derechas conocido por su postura conservadora en cuestiones como la inmigración, la integración europea y la fiscalidad. En las dos últimas décadas, la UDC ha experimentado un espectacular aumento de popularidad en Suiza, convirtiéndose en el partido con mayor número de escaños en el Consejo Nacional. Este ascenso puede atribuirse a varios factores.
La UDC es ampliamente conocida por sus posiciones en temas como la inmigración y la soberanía nacional. A menudo ha defendido restricciones más estrictas a la inmigración y se ha opuesto a una mayor integración de Suiza en organizaciones internacionales como la Unión Europea. El partido también pone gran énfasis en la defensa de lo que percibe como valores tradicionales suizos. El nombre alemán del partido, "Schweizerische Volkspartei", que se traduce como "Partido Popular Suizo", refleja su posicionamiento como partido que pretende representar los intereses del "pueblo" suizo.
La historia de la Unión Democrática del Centro (UDC), un partido político suizo, es un caso fascinante de transformación política. En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, la UDC era un partido menor, que sólo obtenía entre el 10% y el 12% de los votos. Sin embargo, a partir de 1995, el partido inició un ascenso meteórico, alcanzando su punto álgido en 2005. Esta transformación es el resultado de varios factores clave. En primer lugar, la UDC experimentó importantes cambios de liderazgo y estrategia durante la década de 1990. Figuras como Christoph Blocher remodelaron el mensaje del partido en torno a valores conservadores y nacionalistas, con una agresiva estrategia de comunicación que dio un nuevo vigor a la UDC. En segundo lugar, la UDC ha capitalizado los temas de la inmigración y la integración europea, generando un apoyo considerable entre una población cada vez más preocupada por la globalización y la soberanía nacional. Por último, el ascenso de la UDC se inscribe en el contexto de la creciente polarización política en Suiza y en otros países, lo que ilustra cómo la dinámica política puede cambiar radicalmente en respuesta a los cambios de liderazgo, las cuestiones políticas y las tensiones sociales.
El Partido Popular Suizo (UDC) logró una hazaña significativa en las elecciones de 2015 en Suiza, acercándose a la marca del 30% de los votos. Se trata de un logro considerable en el contexto político suizo, sobre todo desde la introducción del sistema de sufragio proporcional en 1919, ningún partido había logrado superar este umbral. El uso del término "mítico" para describir esta marca del 30% subraya su importancia: es una marca de dominio político raramente alcanzada en el diverso y multipartidista panorama político suizo. El hecho de que la UDC se haya acercado tanto a esta marca demuestra su considerable influencia y el importante apoyo que ha conseguido entre el electorado suizo. La proximidad de la UDC a este umbral en las elecciones de 2015 indica la eficacia de su estrategia política, centrada en cuestiones de inmigración, soberanía y conservadurismo. También ilustra el impacto potencial de la polarización política y las preocupaciones socioeconómicas en los resultados electorales.
Período de estabilidad hasta 1990
La política suiza es conocida por su estabilidad, caracterizada por un sistema de partidos que se mantuvo bastante constante hasta la década de 1990. Aunque podían observarse algunas variaciones de unas elecciones a otras, la distribución de votos entre los principales partidos se mantuvo en general bastante estable. El Partido Socialista Suizo (en rosa), el Partido Liberal-Radical (en azul) y el Partido Demócrata Cristiano (en naranja) eran los principales actores políticos, y sus posiciones en el espectro político estaban bien establecidas. Este panorama político relativamente inmutable es característico de Suiza, un país conocido por su estabilidad política y económica. Sin embargo, la aparición del Partido Popular Suizo (UDC) en la década de 1990 y su rápido crecimiento han alterado esta imagen de estabilidad. El ascenso de la UDC ha causado algunas alteraciones en el sistema tradicional de partidos, reflejando los cambios en las preocupaciones y los valores de los votantes suizos. La transformación del panorama político suizo durante este periodo ofrece un interesante ejemplo de la dinámica cambiante del multipartidismo y de la influencia de los partidos políticos en la formación de políticas y gobiernos.
El ascenso del Partido Popular Suizo (UDC) en las décadas de 1990 y 2000 alteró profundamente el panorama político suizo. Anteriormente caracterizado por un alto grado de estabilidad entre los principales partidos -el Partido Socialista, el Partido Liberal-Radical y el Partido Demócrata Cristiano-, el sistema de partidos suizo se volvió más dinámico y menos predecible con la aparición de la UDC como fuerza política dominante. Esta transición hacia un sistema de partidos más inestable refleja un periodo de cambios significativos en la política suiza. La UDC, con su discurso centrado en temas conservadores y nacionalistas, ha logrado movilizar un amplio apoyo, desafiando el equilibrio de poder existente. Este periodo de cambio también ha visto una mayor volatilidad en las preferencias de los votantes, con una redistribución de los votos entre los distintos partidos. Esto ilustra cómo los cambios sociales, económicos y políticos pueden remodelar el panorama político de un país, incluso en un sistema tan estable como el suizo.
El meteórico ascenso del Partido Popular Suizo (UDC) en las décadas de 1990 y 2000 no se produjo sin consecuencias para los demás partidos políticos de Suiza. En particular, tanto el Partido Demócrata-Cristiano como el Partido Liberal-Radical sufrieron una importante erosión de su base electoral durante este periodo. El Partido Demócrata Cristiano, simbolizado en naranja en los gráficos de distribución de votos, ha seguido una tendencia descendente casi lineal desde finales de los años setenta y ochenta. Esto puede atribuirse a diversos factores, como el cambio en las preferencias de los votantes y la aparición de la UDC como fuerza política influyente. Del mismo modo, el Partido Liberal-Radical también ha sufrido un fuerte descenso de su apoyo electoral a lo largo del tiempo. Sin embargo, en 2015 parece haberse producido una ligera recuperación, aunque la causa precisa de este repunte del apoyo podría deberse a diversos factores, como cambios estratégicos, preocupaciones políticas específicas o un reposicionamiento en relación con otros partidos. Esta dinámica demuestra cómo la aparición de un nuevo partido político poderoso puede alterar el equilibrio existente y dar lugar a una redistribución de los votos entre los partidos. También pone de relieve cómo los cambios en el panorama político pueden reflejar transformaciones sociales y culturales más amplias.
Surgimiento de nuevos partidos
Los Verdes suizos, creados en 1979, representan otro aspecto interesante del panorama político del país. Fueron uno de los primeros partidos verdes en tener un impacto significativo en la política europea, con la elección de Daniel Brélaz al Parlamento Europeo. Era la primera vez que un miembro de los Verdes ocupaba un escaño en el Parlamento Europeo. Tras este avance inicial, los Verdes experimentaron un crecimiento significativo de su apoyo hasta 2007, lo que demostró la creciente importancia de las cuestiones medioambientales en la opinión pública. Sin embargo, después de 2007, el partido sufrió un declive, quizá debido a un cambio en las prioridades de los votantes o a un contexto político más amplio.
A pesar de este declive, Daniel Brélaz logró una notable remontada en 2015 al ser reelegido miembro del Consejo Nacional Suizo. Su reelección subraya el continuo compromiso con las cuestiones medioambientales de una parte importante del electorado suizo, así como el papel que siguen desempeñando los Verdes en la política suiza. La trayectoria de los Verdes suizos ilustra cómo los partidos políticos pueden evolucionar y adaptarse en respuesta a cuestiones concretas y a cambios en la opinión pública. Su experiencia también demuestra cómo un partido puede mantener su influencia, incluso frente a desafíos y cambios en el panorama político más amplio.
La aparición de nuevos partidos políticos, como el Partido Liberal Verde y el Partido Democrático Burgués, es otra característica interesante de la evolución reciente de la política suiza. Estos dos partidos lograron entrar en la escena política de forma impresionante en las elecciones de 2011, demostrando que todavía hay espacio para nuevos actores en el sistema multipartidista de Suiza. El Partido Verde Liberal intentó combinar las preocupaciones medioambientales de los Verdes tradicionales con una orientación más centrista o liberal en otras cuestiones políticas. Esta combinación logró atraer a un número significativo de votantes en las elecciones de 2011. Del mismo modo, el Partido Democrático Burgués logró establecerse en la escena política en 2011. Este partido fue formado por miembros de la UDC que no estaban de acuerdo con la orientación cada vez más nacionalista del partido. Al posicionarse como una alternativa más moderada a la UDC, el Partido Democrático Burgués consiguió un apoyo considerable en las elecciones de 2011. Sin embargo, en 2015, estos dos nuevos partidos tuvieron más dificultades. Esto podría deberse a diversos factores, como la volatilidad natural de las preferencias electorales, los cambios en el contexto político o los retos específicos a los que se enfrentaban estos partidos. En cualquier caso, la aparición de estos nuevos partidos demuestra el continuo dinamismo y evolución del panorama político suizo.
Años de transformación
El gráfico ilustra claramente los importantes cambios que se han producido en la política suiza en los últimos treinta años. Si antes el panorama político suizo se caracterizaba por una gran estabilidad entre los principales partidos, el ascenso de la UDC ha transformado profundamente este sistema.
La UDC, con su discurso conservador y nacionalista de derechas, ha logrado movilizar un amplio apoyo entre el electorado suizo, alterando el equilibrio existente entre los partidos políticos. Esto ha dado lugar a una importante redistribución de votos y ha erosionado la base electoral de partidos tradicionales como el democristiano y el liberal-radical.
Al mismo tiempo, hemos asistido a la aparición de nuevos partidos, como los Verdes, el Partido Liberal Verde y el Partido Democrático Burgués, que reflejan las cambiantes preocupaciones y valores de los votantes suizos.
Esta dinámica demuestra que, incluso en un sistema político tan estable como el suizo, puede haber cambios significativos y rápidos. También ilustra cómo los partidos políticos deben adaptarse y evolucionar constantemente en respuesta a los cambios de la opinión pública y del contexto político más amplio.
El contexto institucional de las elecciones
¿Qué instituciones influyen directa o indirectamente en el comportamiento electoral de los votantes, las estrategias de los partidos, la cobertura de los medios de comunicación y, en última instancia, el resultado de las elecciones?
Las instituciones que influyen en el comportamiento electoral de los votantes, las estrategias de los partidos, la cobertura de los medios de comunicación y, en última instancia, el resultado de las elecciones son muchas y variadas. Cada una de ellas desempeña un papel distinto pero crucial en la forma en que se celebran las elecciones y en cómo las percibe el público.
El sistema electoral suizo es un actor clave. Basado en la representación proporcional, asigna los escaños en función del porcentaje de votos obtenido por cada partido. Esto influye en la estrategia de los partidos, que se centran en conseguir un amplio apoyo en lugar de circunscripciones específicas. Los votantes también pueden sentirse más inclinados a votar a partidos más pequeños, pues saben que su voz cuenta en este sistema. Los medios de comunicación son otra institución influyente. Tienen el poder de moldear la opinión pública destacando ciertos temas, dando mayor visibilidad a determinados candidatos o partidos y proporcionando análisis que moldean la percepción pública. Así pues, la cobertura mediática puede desempeñar un papel considerable a la hora de influir en las decisiones de voto. En cuanto al sistema político suizo, el modelo de "Concordancia" fomenta la cooperación entre partidos y la representación proporcional en el gobierno. Esto puede influir en la forma en que los partidos hacen campaña y gestionan sus relaciones entre sí, fomentando un clima de colaboración más que de confrontación. Las organizaciones de sondeo también representan una influencia importante. Al proporcionar información sobre la intención de voto de los electores, pueden influir en la estrategia de los partidos, dar forma a la cobertura de los medios de comunicación e incluso influir en el comportamiento de los votantes, sobre todo en lo que respecta al "voto estratégico". Además, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y otros grupos de la sociedad civil pueden influir en las elecciones poniendo de relieve determinadas cuestiones, organizando campañas de sensibilización o apoyando a determinados candidatos o partidos. Por último, las instituciones educativas desempeñan un papel indirecto pero importante en las elecciones. Al formar las actitudes y opiniones de los ciudadanos a largo plazo, pueden influir en el comportamiento electoral. Así pues, multitud de instituciones intervienen en el proceso electoral, bien directamente a través de su participación en el proceso, bien indirectamente a través de su influencia en la opinión pública y el comportamiento de los votantes.
Características del sistema de gobierno
¿Qué se entiende por "sistema de gobierno"?
El término "sistema de gobierno" engloba varios conceptos clave relativos a cómo se forma un gobierno y cómo interactúa con otros poderes del Estado. El primer aspecto se refiere a la forma en que se elige el gobierno, o más exactamente, cómo se elige al ejecutivo. Puede ser directamente por el pueblo, como en algunos sistemas presidenciales, o por el parlamento, como suele ocurrir en los sistemas parlamentarios.
El segundo aspecto del sistema de gobierno se refiere al tipo de relación entre el gobierno (poder ejecutivo) y el parlamento (poder legislativo). En algunos sistemas, estos dos poderes son en gran medida independientes el uno del otro, teniendo cada uno sus propias responsabilidades y ámbitos de competencia. En otros sistemas, son más interdependientes, pudiendo el poder ejecutivo controlar o incluso sancionar al poder legislativo, o viceversa.
Esta interdependencia, o la falta de ella, conduce a diversos grados de fusión entre los poderes ejecutivo y legislativo. En los sistemas en los que estos poderes están fuertemente fusionados, podemos encontrarnos con una situación en la que el gobierno es en realidad una prolongación del parlamento, o en la que el parlamento está dominado por el gobierno. Por el contrario, en los sistemas en los que estos poderes están claramente separados, el gobierno y el parlamento pueden funcionar como entidades separadas, cada una con su propio mandato y autoridad.
En política comparada, la literatura distingue dos tipos principales de sistema de gobierno, también conocidos como tipos de régimen político.
Comparación de los distintos tipos de gobierno: sistema parlamentario frente a sistema presidencialista
En el campo de la política comparada, la literatura académica suele distinguir entre dos tipos principales de sistema de gobierno o régimen político: el sistema parlamentario y el sistema presidencial.
El sistema parlamentario se caracteriza por la separación flexible de poderes y la dependencia del poder ejecutivo respecto del legislativo. En este sistema, el gobierno (ejecutivo) es elegido por el parlamento y depende de su confianza para permanecer en el cargo. Puede ser derrocado por un voto de censura. Por otra parte, el Jefe de Estado (un monarca o un presidente) suele tener un papel más simbólico o ceremonial, mientras que el poder real lo ostenta el Jefe de Gobierno (a menudo llamado Primer Ministro). Hay ejemplos de sistemas parlamentarios en el Reino Unido, Alemania, Canadá y la India.
El sistema presidencial, en cambio, se caracteriza por una estricta separación de poderes. El Presidente es a la vez Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, y suele ser elegido directamente por el pueblo. El Presidente tiene poder ejecutivo y no depende de la confianza del poder legislativo para permanecer en el cargo. Por lo general, el poder legislativo (parlamento o congreso) no puede derrocar al presidente mediante un voto de censura, a menos que se le someta a un juicio político por actos graves. Ejemplos de sistemas presidenciales pueden encontrarse en Estados Unidos, Brasil y Francia (que es en realidad un sistema semipresidencial con una mezcla de características presidenciales y parlamentarias).
Cabe señalar que estas categorías son tipos ideales y que muchos países tienen sistemas híbridos que combinan elementos de ambos tipos, o que difieren de estos modelos de diversas maneras.
El sistema parlamentario
En un sistema parlamentario, el gobierno es elegido indirectamente. Es el parlamento el que elige al gobierno, y no los ciudadanos directamente. Normalmente, el líder del partido con más escaños en el parlamento, o a veces el líder de una coalición de partidos, se convierte en jefe de gobierno. Este sistema está diseñado para garantizar que el gobierno refleje la composición del parlamento, que a su vez es elegido por el pueblo. El funcionamiento de este sistema puede variar de un país a otro. Por ejemplo, en algunos países, el Jefe de Estado (como un monarca o un presidente) tiene el poder de nombrar al Jefe de Gobierno, pero normalmente debe elegir al líder del partido mayoritario en el parlamento. En otros países, el propio parlamento elige al jefe de gobierno. Una de las ventajas de este sistema es que garantiza una cierta coherencia entre la voluntad del pueblo (expresada en la elección del parlamento) y la composición del gobierno. Sin embargo, también puede conducir a la inestabilidad gubernamental si no puede formarse una coalición estable en el seno del parlamento.
En un sistema parlamentario, el poder ejecutivo suele ser ejercido colectivamente por un consejo de ministros, dirigido por un primer ministro o figura equivalente. Este "capitán" del gobierno suele ser el líder del partido mayoritario en el parlamento, o a veces de una coalición de partidos. La terminología varía de un país a otro. En Italia, por ejemplo, el jefe de gobierno se conoce como "Presidente del Consejo", en Alemania como "Canciller" y en el Reino Unido como "Primer Ministro". Sin embargo, aunque los títulos varían, el papel de estos dirigentes sigue siendo bastante similar: dirigen el gobierno, definen las grandes orientaciones políticas y velan por la aplicación de las leyes. Cabe señalar que en algunos sistemas parlamentarios, el jefe de Estado (como un rey, una reina o un presidente) también desempeña un papel, aunque a menudo de carácter principalmente ceremonial. Al mismo tiempo, puede tener ciertas responsabilidades importantes, como nombrar al Primer Ministro o disolver el Parlamento.
Para definir un sistema político, a menudo se tienen en cuenta dos criterios esenciales: el modo en que se elige al gobierno y la naturaleza de la relación entre el gobierno y el parlamento. Por una parte, la forma en que se elige al gobierno nos ayuda a comprender cómo se constituye el poder ejecutivo. En un sistema parlamentario, por ejemplo, el gobierno es elegido indirectamente. Los ciudadanos votan para elegir a los miembros del parlamento y es este parlamento el que luego forma el gobierno. Este procedimiento es diferente en un sistema presidencial, en el que los votantes eligen directamente al jefe del ejecutivo, a menudo llamado presidente. La naturaleza de la relación entre el gobierno y el parlamento también es crucial para entender cómo funciona un sistema político. Describe cómo estos dos poderes, el ejecutivo y el legislativo, interactúan entre sí. En un sistema parlamentario, por ejemplo, existe una dependencia mutua entre el gobierno y el parlamento: el gobierno es responsable ante el parlamento, que tiene el poder de revocarlo mediante una moción de censura. Sin embargo, en un sistema presidencial, el presidente y el parlamento suelen funcionar de forma más independiente. En definitiva, estos dos criterios desempeñan un papel fundamental en el análisis de las estructuras de gobierno de una democracia y nos permiten comprender las interacciones y el reparto de poderes entre las distintas instituciones políticas.
En un sistema parlamentario, el gobierno y el parlamento mantienen una relación de control mutuo, esencial para el equilibrio del poder político. Por un lado, el gobierno tiene la capacidad de controlar al parlamento. Por ejemplo, en algunos sistemas parlamentarios, el gobierno puede tener la facultad de disolver el parlamento y convocar elecciones anticipadas. Este poder puede utilizarse para controlar la agenda política y garantizar la estabilidad del gobierno. Por otra parte, el parlamento dispone de importantes medios para controlar al gobierno. Por ejemplo, el parlamento puede aprobar una moción de censura para derrocar al gobierno. Además, los parlamentarios son responsables de cuestionar y examinar las acciones del gobierno, a menudo a través de comisiones parlamentarias. También tienen poder de voto sobre el presupuesto, lo que les confiere una gran influencia sobre la política gubernamental. Este equilibrio de control mutuo, también conocido como contrapesos y salvaguardias, garantiza que el poder no se concentre desproporcionadamente en manos del ejecutivo o del legislativo. En su lugar, estos dos poderes del Estado pueden supervisarse y controlarse mutuamente. Esto es esencial para mantener una democracia sana y funcional.
En un sistema parlamentario, la moción de censura y la cuestión de confianza son mecanismos institucionales clave que regulan la relación entre el Parlamento y el Gobierno, garantizando así el control mutuo. La moción de censura es un instrumento parlamentario que permite al parlamento destituir al gobierno. Para que una moción de censura sea aprobada, generalmente debe recibir el apoyo de la mayoría de los miembros del parlamento. Si se aprueba la moción de censura, el gobierno está obligado a dimitir y debe formarse un nuevo gobierno. Se trata de una poderosa forma de que el parlamento ejerza el control sobre el gobierno. La cuestión de confianza es un mecanismo por el que el gobierno solicita la aprobación del parlamento sobre una cuestión política importante. Si el parlamento vota en contra de la cuestión de confianza, normalmente se exige al gobierno que dimita o que pida al jefe del Estado que disuelva el parlamento y convoque nuevas elecciones. Es una forma de que el gobierno compruebe que sigue contando con el apoyo necesario para gobernar. Estos controles y equilibrios mutuos desempeñan un papel crucial en el mantenimiento del equilibrio de poder en un sistema parlamentario. Garantizan que el gobierno sea responsable ante el parlamento y ayudan a evitar el abuso de poder.
En un sistema de este tipo, el gobierno es responsable ante el parlamento. Esto significa que es responsable ante el parlamento de sus acciones y políticas. Si el gobierno adopta políticas que no cuentan con el apoyo de la mayoría parlamentaria, el parlamento puede utilizar mecanismos como una moción de censura para destituirlo. El gobierno también puede verse obligado a dimitir si el parlamento rechaza una cuestión de confianza. El gobierno también tiene poder para disolver el parlamento y convocar elecciones anticipadas. Esto puede ser una táctica estratégica para el gobierno si, por ejemplo, cree que el clima político actual es favorable y que tiene posibilidades de reforzar su mayoría parlamentaria. También es una forma de restablecer las relaciones entre el gobierno y el parlamento si se vuelven tensas o conflictivas. Estos mecanismos garantizan el control mutuo entre el Gobierno y el Parlamento y son esenciales para mantener el equilibrio de poder en un sistema parlamentario.
En un sistema parlamentario, el gobierno también tiene cierto grado de control sobre el parlamento. Aunque el gobierno debe rendir cuentas al parlamento y contar con el apoyo de la mayoría parlamentaria para permanecer en el poder, también tiene la capacidad de disolver el parlamento y convocar elecciones anticipadas. Esta es una forma importante de que el gobierno controle el parlamento. Por ejemplo, si el gobierno considera que ya no puede trabajar eficazmente con el parlamento actual, o si el parlamento está demasiado dividido para formar una mayoría estable, el gobierno puede optar por disolver el parlamento. Al convocar elecciones anticipadas, el gobierno tiene la oportunidad de buscar un nuevo mandato del electorado y, potencialmente, trabajar con un nuevo parlamento más acorde con sus políticas. Se trata, por tanto, de una dinámica de poder bidireccional: el parlamento tiene el poder de destituir al gobierno, pero el gobierno también tiene el poder de disolver el parlamento. Esto garantiza una forma de equilibrio y fomenta la cooperación entre estas dos instituciones esenciales.
Los mecanismos de control mutuo imponen una cierta forma de colaboración entre el gobierno y el parlamento. Si el gobierno toma decisiones que no están de acuerdo con la mayoría parlamentaria, se arriesga a enfrentarse a una moción de censura que podría derribarlo. Del mismo modo, si el parlamento se niega sistemáticamente a apoyar las propuestas legislativas del gobierno, éste podría disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones. Estos mecanismos garantizan un equilibrio de poder y animan a ambos partidos a trabajar juntos para alcanzar un consenso sobre cuestiones políticas importantes. Sin embargo, es importante señalar que estos mecanismos pueden variar según el contexto político específico de cada país. Por ejemplo, en algunos sistemas parlamentarios, el gobierno no puede disolver el parlamento a discreción, sino que necesita la aprobación del jefe del Estado o de una mayoría parlamentaria.
Estos sistemas se caracterizan por una interacción constante y una estrecha colaboración entre el gobierno y el parlamento. La necesidad de apoyo mutuo y cohesión entre los partidos gobernantes conduce a una importante fusión de los poderes ejecutivo y legislativo. Esto significa que los partidos que forman el gobierno deben mantener un grado de unidad y consenso para evitar una moción de censura. Esta dinámica fomenta una intensa cooperación entre los partidos gobernantes, lo que a menudo conduce a un solapamiento de las funciones legislativas y ejecutivas. En algunos casos, esto puede difuminar la distinción entre poder ejecutivo y legislativo. Por ejemplo, los miembros del gobierno también pueden formar parte del parlamento, contribuyendo así a ambos aspectos de la gobernanza. Esta interdependencia es una característica clave de los sistemas parlamentarios, y es precisamente lo que los diferencia de los sistemas presidenciales, en los que los poderes ejecutivo y legislativo están más claramente separados.
El sistema parlamentario británico es un ejemplo clásico de fusión de los poderes ejecutivo y legislativo. Es habitual que los ministros sean también miembros del Parlamento, es decir, que sean a la vez MP (miembros de la Cámara de los Comunes) o Lords (miembros de la Cámara de los Lores) y ministros ejecutivos. Esta dualidad de funciones refuerza la mezcla de poderes entre el ejecutivo y el legislativo. Al ser miembro a la vez del ejecutivo y del legislativo, un ministro puede participar directamente en la creación de las leyes y en su aplicación. Esta fusión de poderes permite una estrecha alineación entre estos dos poderes del Estado, facilitando una cooperación y coordinación eficaces. Se trata de una característica distintiva de los sistemas parlamentarios, que difiere notablemente de la estricta separación de poderes que existe en los sistemas presidenciales.
El sistema presidencial
El segundo sistema de gobierno es el presidencial. El sistema presidencial se distingue en varios aspectos. En primer lugar, el presidente es elegido directamente por el pueblo. Esto significa que, cuando se celebran elecciones, es el pueblo quien decide quién será el próximo presidente. Esta elección directa refuerza la legitimidad del presidente a los ojos del pueblo, porque es elegido directamente por él. En segundo lugar, en un sistema presidencial, el presidente tiene un poder ejecutivo considerable. El Presidente nombra a sus ministros y secretarios de Estado, dirige la diplomacia del país y comanda sus fuerzas armadas. En resumen, el Presidente centraliza en su persona un amplio abanico de poderes ejecutivos, lo que garantiza un liderazgo fuerte y una toma de decisiones eficaz. En tercer lugar, y aquí es donde el sistema presidencial difiere más del parlamentario, el presidente y su gobierno, por un lado, y el parlamento, por otro, son independientes entre sí. El presidente no puede disolver el parlamento y el parlamento no puede destituir al presidente. Una vez elegidos, permanecen en el cargo mientras dura la legislatura. Ninguno de los dos puede ser derrocado. Esto garantiza una cierta estabilidad del gobierno y la administración, pero también limita la capacidad de adaptación en caso de grandes cambios políticos o sociales.
El sistema presidencial estadounidense incluye una excepción a esta regla de total independencia entre el Presidente y el Parlamento, gracias al procedimiento de "impeachment". Este procedimiento, que equivale a la destitución del Presidente, está previsto para situaciones de crisis extrema, cuando se sospecha que el Presidente ha cometido "delitos y faltas graves". Aunque poco frecuente, este procedimiento se ha iniciado en varias ocasiones en la historia de Estados Unidos. Sin embargo, el proceso de destitución es complejo y requiere la aprobación de las dos cámaras del Congreso: la Cámara de Representantes debe votar primero los artículos de la destitución, después el Senado debe celebrar un juicio y, por último, se necesita una mayoría de dos tercios para destituir al Presidente. Aunque este procedimiento de destitución existe, sigue siendo una excepción a la regla general de independencia entre el Presidente y el Parlamento en el sistema presidencial. Por regla general, el Presidente permanece en el cargo mientras dura su mandato, al igual que el Parlamento.
En un sistema presidencial, se mantiene efectivamente una clara separación de los poderes ejecutivo y legislativo, frente a la fusión de poderes que caracteriza a los sistemas parlamentarios. Este principio de separación de poderes es uno de los fundamentos del modelo presidencial. Los mecanismos de "control y equilibrio" se establecen para mantener este equilibrio de poder entre los distintos poderes del Estado. Estos mecanismos garantizan que ninguna rama del gobierno -ya sea el ejecutivo, el legislativo o el judicial- se vuelva demasiado poderosa y pueda abusar de su poder. Por ejemplo, el Presidente tiene poder de veto sobre las leyes aprobadas por el Parlamento, pero éste, a su vez, puede anular este veto por mayoría cualificada. Del mismo modo, aunque el Presidente nombra a los jueces del Tribunal Supremo, estos nombramientos deben ser aprobados por el Senado. Esta separación de poderes y estos contrapesos y salvaguardias están concebidos para garantizar el buen funcionamiento de la democracia y evitar los abusos de poder en un sistema presidencialista.
El ejemplo más llamativo de sistema parlamentario es el Reino Unido. De hecho, el "sistema Westminster" se presenta a menudo como el prototipo del sistema parlamentario. Sin embargo, muchos otros países, especialmente en Europa, también aplican un sistema parlamentario, como Alemania, Italia, Austria y los países escandinavos. En estos sistemas, el gobierno suele formarse sobre la base de una mayoría parlamentaria. Sin embargo, dada la diversidad de partidos políticos y la fragmentación del panorama político, no es raro que el gobierno esté en minoría. En otras palabras, incluso cuando varios partidos forman una coalición para gobernar, pueden no tener mayoría en el Parlamento. Este es un escenario frecuente en Dinamarca, donde la fragmentación del panorama político conduce a menudo a la formación de gobiernos en minoría. En estos casos, el gobierno depende del apoyo de otros partidos pequeños para obtener la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar con eficacia. Esto puede dar lugar a complejas negociaciones políticas y requiere una importante cooperación y consenso entre los partidos.
En cualquier caso, en la mayoría de los países del entorno de Suiza existe un sistema parlamentario, cuyo arquetipo es el sistema británico, mientras que el arquetipo del sistema presidencial procede de Estados Unidos. El sistema parlamentario británico se caracteriza por una estrecha colaboración entre el poder legislativo (parlamento) y el poder ejecutivo (gobierno). En este sistema, el Primer Ministro, que es el jefe del gobierno, suele ser el líder del partido con mayoría de escaños en el parlamento. En cambio, el sistema presidencialista estadounidense se caracteriza por una estricta separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En este sistema, el Presidente, elegido directamente por el pueblo, ostenta la mayor parte del poder ejecutivo. El Congreso (compuesto por la Cámara de Representantes y el Senado) ostenta el poder legislativo y no puede ser disuelto por el Presidente. Esta separación de poderes proporciona un sistema de frenos y contrapesos entre los distintos poderes del Estado. La mayoría de los países adoptan una forma híbrida de estos dos sistemas, con ciertas características adaptadas a su contexto político y constitucional particular.
El sistema político francés se describe a menudo como "semipresidencialista" o "semiparlamentario", porque combina elementos de los dos sistemas descritos. En el sistema francés, el Presidente es elegido por sufragio universal directo, lo que le confiere una fuerte legitimidad democrática. Como Jefe del Estado, el Presidente dispone de amplios poderes, especialmente en política exterior y de defensa. También puede disolver la Asamblea Nacional y convocar nuevas elecciones legislativas. En cambio, el Gobierno francés, presidido por el Primer Ministro, es responsable ante el Parlamento. Es el Presidente quien nombra al Primer Ministro, pero éste debe contar con el apoyo de la mayoría de la Asamblea Nacional para gobernar eficazmente. El gobierno puede ser derrocado mediante una moción de censura aprobada por la Asamblea Nacional. Este sistema fue diseñado para crear un equilibrio entre el poder ejecutivo y el legislativo. Sin embargo, también puede dar lugar a situaciones de "cohabitación", cuando el presidente y la mayoría parlamentaria pertenecen a partidos políticos diferentes.
El sistema de gobierno suizo
Una incursión en la política comparada proporciona una imagen más clara de las características del sistema de gobierno suizo y de cómo puede clasificarse a la luz de estas distinciones entre sistemas parlamentarios y presidenciales.
Suiza se distingue por su sistema único de gobierno, a menudo denominado sistema de "consenso". Este sistema es una variante del sistema parlamentario y presenta características particulares, influidas por el contexto histórico, cultural y geográfico del país. Suiza es una federación compuesta por 26 cantones, cada uno con un alto grado de autonomía. El poder ejecutivo es ejercido colectivamente por el Consejo Federal, compuesto por siete miembros. Estos miembros son elegidos por la Asamblea Federal (el Parlamento suizo) para un mandato de cuatro años. Este método de elección indirecta es característico del sistema parlamentario.
Sin embargo, lo que distingue especialmente al sistema suizo es el principio de la "fórmula mágica". Desde 1959, los escaños del Consejo Federal se distribuyen entre los cuatro principales partidos políticos, con el fin de reflejar la diversidad política del país. Esta distribución ha cambiado a lo largo de los años, pero el objetivo es garantizar un gobierno basado en la coalición y el consenso, y no en la confrontación. Además, cada miembro del Consejo Federal dirige un departamento de la administración federal, pero no hay Primer Ministro. El Presidente de la Confederación es miembro del Consejo Federal, elegido por un año, pero su función es esencialmente representativa y no le confiere ningún poder adicional. Por último, es importante subrayar que el sistema político suizo también se caracteriza por el federalismo, la democracia directa y el multilingüismo. Estos elementos influyen mucho en el comportamiento electoral de los ciudadanos, las estrategias de los partidos políticos y el resultado de las elecciones.
Un sistema de gobierno híbrido
El sistema político suizo no es un caso fácil desde el punto de vista de esta distinción entre un sistema parlamentario y un sistema presidencial; no es el caso más fácil de clasificar. El sistema político suizo es único y no encaja fácilmente en la distinción clásica entre sistemas parlamentarios y presidenciales.
A veces se dice que Suiza tiene un "sistema de gobierno por consenso", que difiere de la forma de gobierno parlamentaria tradicional, en la que un partido o coalición de partidos con mayoría parlamentaria forma el gobierno. En su lugar, Suiza tiene una "fórmula mágica" para la composición de su ejecutivo, el Consejo Federal. Según esta fórmula, los escaños del Consejo Federal se distribuyen entre los principales partidos del país, garantizando así la representación proporcional en el gobierno. Además, el sistema suizo es único en el sentido de que el Consejo Federal es responsable colectivamente de la gobernanza del país, y no existe un primer ministro o presidente con poderes ejecutivos superiores. El papel de Presidente de la Confederación es esencialmente ceremonial y rota entre los miembros del Consejo Federal cada año. Además, Suiza es una democracia semidirecta, lo que significa que el pueblo suizo tiene un papel directo en la toma de decisiones políticas a través de iniciativas populares y referendos, lo que no es típico de los sistemas parlamentarios o presidenciales. En resumen, el sistema político suizo tiene características únicas que hacen difícil clasificarlo únicamente como sistema parlamentario o presidencial. Su naturaleza consensual y semidirecta lo diferencia de muchos otros sistemas políticos del mundo.
El sistema político suizo tiene aspectos híbridos que lo acercan a un sistema parlamentario. En particular, el Consejo Federal, que forma el Gobierno suizo, es elegido por la Asamblea Federal, no directamente por el pueblo. Esta elección indirecta es una característica de los sistemas parlamentarios. En este modelo, los miembros del Consejo Federal son elegidos por las dos cámaras del Parlamento suizo en una sesión conjunta. Este procedimiento de elección refleja el funcionamiento de un sistema parlamentario, en el que el gobierno suele estar formado por los partidos con más escaños en el parlamento. Sin embargo, es importante señalar que el Gobierno suizo funciona como un colegio, en el que todos los consejeros federales toman decisiones conjuntamente. No hay ningún "líder" entre ellos, lo que difiere del funcionamiento habitual de un sistema parlamentario, en el que el Primer Ministro o el Canciller suelen tener un papel de liderazgo.
Sin embargo, el sistema de gobierno suizo es similar al presidencial en cuanto a la relación entre el gobierno y el parlamento. En el sistema suizo, como en cualquier sistema presidencial, existe una dependencia mutua entre el Gobierno y el Parlamento. Una vez elegidos, los miembros del Consejo Federal y del Parlamento tienen un mandato fijo de cuatro años. No existe ningún mecanismo por el que el Consejo Federal pueda ser disuelto antes del final de su mandato, ni ningún medio por el que el Parlamento pueda ser disuelto. Esta estabilidad institucional, característica del sistema presidencial, difiere del sistema parlamentario, en el que el Gobierno puede ser derrocado por una moción de censura, o el Parlamento disuelto por el Gobierno. Así, aunque el Consejo Federal es elegido por el Parlamento, una vez en funciones actúa con independencia de éste, al igual que en un sistema presidencial. Además, el Gobierno suizo, actuando como colegio, funciona de forma colegiada y no jerárquica, lo que refuerza su independencia del Parlamento. Sin embargo, el sistema suizo también difiere de los sistemas presidenciales tradicionales. Por ejemplo, aunque el Presidente de la Confederación Suiza es formalmente el Jefe del Estado, sus poderes y responsabilidades son muy limitados en comparación con los de un Presidente en un sistema presidencial.
Una vez elegido, el Consejo Federal suizo permanece en el cargo durante un mandato de cuatro años y no puede ser derrocado por el Parlamento, a diferencia de lo que ocurre en un sistema parlamentario tradicional. Esta independencia del Gobierno respecto al Parlamento es uno de los rasgos distintivos del sistema político suizo. Sin embargo, esto no significa que el gobierno suizo no tenga que rendir cuentas. Aunque el parlamento no puede derrocar al gobierno, éste es constitucionalmente responsable de sus acciones ante el parlamento. El Parlamento tiene derecho a supervisar al Gobierno, a interrogar a sus miembros y a exigirles que rindan cuentas de sus actos. En el contexto de la política suiza, cuando se dice que el Consejo Federal es "irresponsable", se quiere decir que no es directamente responsable ante el Parlamento, en términos de mecanismos para una moción de censura o una destitución, como podría ser el caso en un sistema parlamentario tradicional. Sin embargo, este término no significa que el Consejo Federal esté exento de responsabilidades u obligaciones ante el Parlamento o el pueblo suizo. De hecho, el Gobierno suizo tiene la obligación de rendir cuentas de sus actos, tener en cuenta las preocupaciones del Parlamento y responder a sus preguntas. También está obligado a respetar las leyes suizas y la Constitución, y está sujeto a control judicial. Por tanto, la "no rendición de cuentas" del Consejo Federal no debe interpretarse como una falta de control o supervisión, sino más bien como la ausencia de un mecanismo específico que permita al Parlamento destituir al Gobierno en funciones.
El sistema político suizo es único en muchos aspectos. Su naturaleza híbrida, que combina sistemas parlamentarios y presidenciales, ya lo distingue de otros modelos más tradicionales. Sin embargo, hay otras características que lo hacen aún más distintivo.
El sistema de concordancia, que es una característica específica de la política suiza, garantiza la representación proporcional de los principales partidos políticos en el gobierno. Cabe señalar que no se trata de una obligación legal o constitucional, sino de una tradición política no escrita que ha evolucionado con el tiempo. En la mayoría de las democracias parlamentarias o presidenciales, el gobierno está formado por el partido o coalición de partidos que ha obtenido más escaños en el parlamento en las elecciones. En estos sistemas, el gobierno suele estar formado por miembros del mismo signo político, ya sea de izquierdas o de derechas. En Suiza, en cambio, la composición del Consejo Federal, que es el gobierno suizo, refleja la diversidad del panorama político. Esto significa que los partidos de izquierda, derecha y centro suelen estar todos representados en el Gobierno, independientemente de la composición del Parlamento. Este sistema de concordancia fomenta la toma de decisiones por consenso y la cooperación entre los partidos, en lugar de la oposición frontal. También tiene el efecto de dotar a Suiza de cierta estabilidad política, ya que los cambios de gobierno son menos frecuentes y menos radicales que en otros lugares.
El sistema de concordancia en Suiza difiere de las grandes coaliciones que se observan en otros países como Alemania y Austria. En estos países, las grandes coaliciones suelen ser el resultado de elecciones que no permiten a un único partido obtener la mayoría. Por lo tanto, suelen ser temporales y pueden estar sujetas a tensiones políticas. En Suiza, por el contrario, el sistema de concordancia garantiza que el poder se reparta entre los principales partidos políticos de forma más permanente. Esto significa que el Gobierno suele estar formado por miembros de diferentes partidos, lo que refleja la diversidad del panorama político suizo. El objetivo de este reparto del poder es garantizar una cierta estabilidad política y fomentar la toma de decisiones por consenso. Así, a diferencia de otros sistemas en los que el poder puede oscilar de un bando político a otro en función de los resultados electorales, en Suiza el poder se reparte de forma más equitativa y coherente entre los principales partidos políticos. Esto distingue al sistema político suizo de muchos otros en todo el mundo.
La concordancia en Suiza no está codificada en la ley. Se trata más bien de una tradición política no escrita que se ha desarrollado a lo largo del tiempo. La concordancia, también conocida como la "fórmula mágica", tiene como objetivo garantizar la representación proporcional de los principales partidos políticos suizos en el Gobierno. Los partidos políticos en Suiza han adoptado este enfoque de consenso, considerándolo una forma de mantener la estabilidad y fomentar la cooperación entre las diferentes fuerzas políticas. Sin embargo, como usted ha mencionado, no existe ninguna norma institucional o jurídica que obligue a los partidos a seguir esta tradición. En la práctica, el sistema de concordancia significa que los partidos políticos trabajan juntos para gobernar, en lugar de dividirse en una mayoría gobernante y una oposición. Esto puede contribuir a reducir la polarización y fomentar el compromiso y el consenso en la toma de decisiones. Sin embargo, cabe señalar que esta tradición de concordancia también ha sido criticada por su potencial para diluir la responsabilidad política y debilitar el papel de la oposición.
Principio de reparto de poder
En la mayoría de los demás países, el poder ejecutivo es ejercido por una sola persona (el presidente o primer ministro), que puede estar asistido por ministros individuales. En Suiza, el poder ejecutivo es ejercido colectivamente por el Consejo Federal, compuesto por siete miembros. Cada miembro del Consejo Federal dirige un departamento de la administración federal, más o menos como un ministro. Sin embargo, las decisiones se toman colectivamente, lo que significa que cada Consejero Federal tiene tanto poder como los demás.
La idea de esta estructura es fomentar la colaboración y el consenso. En lugar de que una persona tome decisiones unilateralmente, el sistema suizo fomenta el diálogo y el compromiso. Esta es otra característica que distingue al sistema suizo de los sistemas presidenciales y parlamentarios más tradicionales. Al mismo tiempo, el hecho de que el poder esté repartido entre siete personas también puede hacer que el proceso de toma de decisiones sea más complejo y lento. También es más difícil atribuir la responsabilidad de las decisiones a una sola persona o partido. Además, el hecho de que el Consejo Federal esté compuesto por miembros de diferentes partidos, de acuerdo con la tradición de concordancia, significa que los miembros del gobierno pueden tener puntos de vista muy diferentes sobre determinadas cuestiones. Esto puede complicar a veces la toma de decisiones y exigir compromisos sustanciales.
El sistema político suizo se caracteriza por su sistema colegiado en el Consejo Federal. Los siete miembros del Consejo Federal son iguales en estatus y poder, y ninguno de ellos puede imponer su voluntad a los demás. Las decisiones se toman por mayoría, y cada miembro del Consejo tiene derecho a participar en ellas, independientemente de la naturaleza del asunto, sea o no de su competencia. Este sistema colegiado difiere notablemente de los sistemas presidenciales, en los que el poder se concentra en manos del Presidente, y de los parlamentarios, en los que el Primer Ministro suele tener más poder que los demás miembros del Gobierno.
En Suiza, el Presidente de la Confederación es elegido de entre los miembros del Consejo Federal para un mandato de un año, pero este cargo es en gran medida simbólico y no confiere ningún poder adicional a su titular. El Presidente de la Confederación no es el Jefe del Estado en el sentido utilizado en otros sistemas políticos, sino un "primus inter pares", es decir, el primero entre iguales. Este sistema no jerárquico está diseñado para fomentar el consenso y la colaboración entre los diferentes partidos políticos representados en el gobierno. También refleja los valores de democracia directa y participación que constituyen la esencia del sistema político suizo.
El cargo de Presidente de la Confederación es en gran medida simbólico. El Presidente de la Confederación no tiene más poderes que sus colegas del Consejo Federal. El papel del Presidente consiste principalmente en presidir las reuniones del Consejo Federal y representar al país en ceremonias oficiales, tanto a escala nacional como internacional. La Presidencia es rotatoria, lo que significa que cada año un nuevo miembro del Consejo Federal es elegido para este cargo por sus pares. La selección se hace generalmente en función de la antigüedad, y cada Consejero Federal tiene derecho a acceder a la Presidencia tras cumplir un determinado número de años en el Consejo. Este sistema garantiza que el poder se mantenga equilibrado entre todos los miembros del Gobierno, evitando la concentración de poder en manos de una sola persona. Esto refleja el enfoque colegiado de la gobernanza que está en la base del sistema político suizo, fomentando el consenso y la colaboración entre los diferentes partidos políticos.
El principio de colegialidad es una característica esencial del sistema político suizo. Es una regla no escrita que, una vez tomada una decisión en el Consejo Federal, todos los miembros del Gobierno están obligados a apoyarla públicamente, independientemente de si votaron a favor o en contra cuando se tomó la decisión original. Esto significa que incluso si un consejero federal no estaba de acuerdo con una decisión cuando se tomó, se espera que defienda esa decisión ante el parlamento, los medios de comunicación y el público una vez que ha sido adoptada formalmente por el Consejo. Esta regla sirve para mantener la unidad dentro del gobierno y reforzar la legitimidad de las decisiones tomadas por el Consejo Federal. En la práctica, sin embargo, puede haber diferencias sobre la aplicación estricta de este principio de colegialidad, sobre todo cuando las cuestiones políticas son especialmente controvertidas o polarizantes. En ocasiones, los miembros del Consejo pueden discrepar públicamente de las decisiones adoptadas, aunque esto suele considerarse una desviación de la norma.
El término "sistema directorial" se utiliza a menudo para describir al Gobierno suizo, principalmente por su estructura colegiada y la forma en que el poder se distribuye equitativamente entre los miembros del Consejo Federal. La inspiración original de este sistema procede del Directoire de la Revolución Francesa de 1791, en el que el poder ejecutivo se repartía entre cinco directores. Sin embargo, mientras que el Directoire francés fue efímero y finalmente inestable, el sistema de directorios en Suiza ha demostrado su durabilidad y estabilidad desde su establecimiento en 1848, con más de 170 años de funcionamiento hasta la fecha. Este sistema ha mantenido un equilibrio de poder y ha garantizado que ninguna voz individual sea más poderosa que otra en el gobierno, contribuyendo a apuntalar el sistema político consensual y estable de Suiza.
Implicaciones de las elecciones federales en el sistema suizo
En un sistema parlamentario tradicional, las elecciones generales suelen tener un impacto directo en la composición del gobierno, ya que el partido o coalición que obtiene la mayoría en el parlamento suele ser invitado a formar gobierno. Por tanto, los votantes influyen directamente en la formación del gobierno cuando depositan su voto en las elecciones parlamentarias. En el sistema suizo, sin embargo, no existe tal conexión directa. El Consejo Federal es elegido por la Asamblea Federal, no directamente por el pueblo, y la costumbre de la concordancia significa que los principales partidos políticos están generalmente representados en el gobierno, sea cual sea el resultado de las elecciones. Esto no quiere decir que las elecciones parlamentarias carezcan de importancia en Suiza: determinan la composición del Parlamento, que tiene muchas responsabilidades importantes, entre ellas la elección del Consejo Federal. Sin embargo, el vínculo directo entre el voto del electorado y la composición del gobierno no es tan fuerte como en otros sistemas parlamentarios.
El sistema de cooptación entre los partidos políticos en Suiza ha creado una cierta estabilidad en la composición del gobierno. La "fórmula mágica" (Zauberformel), establecida en 1959, se utilizó para distribuir los siete escaños del Consejo Federal entre los cuatro principales partidos políticos del país. Esta fórmula se ajustó una vez en 2003, pero esencialmente ha mantenido una composición estable del gobierno durante muchos años, independientemente de los cambios en el equilibrio político de poder tras las elecciones parlamentarias. Esto confiere a Suiza un carácter único en términos de gobernanza y toma de decisiones políticas. El consenso y la colaboración entre los partidos políticos se ven favorecidos frente a la competición electoral por la mayoría. De este modo, todas las principales fuerzas políticas del país están representadas en el gobierno y tienen voz en las decisiones políticas, lo que contribuye a una notable estabilidad política.
En el sistema político suizo, las elecciones parlamentarias no tienen un impacto directo en la composición del gobierno, a diferencia de muchos otros sistemas políticos en los que el partido o coalición de partidos con mayoría en el parlamento forma generalmente el gobierno. En Suiza, el gobierno, el Consejo Federal, se forma según un sistema de concordancia, con escaños asignados a los principales partidos políticos, y esta composición permanece relativamente estable independientemente de los resultados de las elecciones parlamentarias. De hecho, esto puede ayudar a explicar por qué la participación electoral en Suiza es relativamente baja en comparación con otros países. Los votantes pueden percibir que su voto tiene un impacto limitado en la composición del gobierno y, por tanto, potencialmente, en la política nacional. Sin embargo, es importante señalar que los votantes suizos también tienen muchas otras oportunidades de expresar su opinión sobre cuestiones específicas gracias al sistema de democracia directa del país, que permite la celebración de referendos sobre muchas cuestiones.
Este gráfico muestra la composición del Consejo Federal desde 1959.
La "fórmula mágica" ("Zauberformel" en alemán) es el término utilizado para describir la composición tradicional del Consejo Federal suizo desde 1959 hasta 2003. Esta fórmula garantizaba un equilibrio de poder entre los principales partidos políticos del país. Era la siguiente
- Partido Demócrata Cristiano (PDC): 2 escaños
- Partido Radical Democrático (FDP), actualmente Partido Liberal Radical (FDP): 2 escaños
- Partido Socialista Suizo (PSS): 2 escaños
- Partido Popular Suizo (SVP): 1 escaño
Esta distribución reflejaba la representación proporcional de los cuatro principales partidos suizos en el Consejo Federal. Aunque el Gobierno suizo es un colegio sin jerarquía, existía cierta previsibilidad gracias a la "fórmula mágica". Sin embargo, esta fórmula se desbarató en 2003, cuando la UDC, que se había convertido en el partido más votado, obtuvo un segundo escaño a costa del PDC.
La "fórmula mágica" reflejaba la relativa estabilidad de las fuerzas políticas en Suiza durante este periodo. Aunque hubo variaciones en los porcentajes de votos que recibió cada partido en las elecciones parlamentarias, en general no fueron lo suficientemente grandes como para justificar un cambio en la composición del Consejo Federal. Dicho esto, la aplicación de la "fórmula mágica" no era simplemente una cuestión de proporcionalidad de votos. También reflejaba la voluntad política de mantener cierta estabilidad y una representación equilibrada de las diferentes fuerzas políticas en el seno del gobierno. Fue esta estabilidad la que permitió a Suiza mantener un sistema político relativamente consensuado y estable durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, como ya se ha mencionado, la "fórmula mágica" se modificó en 2003, marcando una importante evolución en la política suiza.
Con un aumento significativo de su representación parlamentaria, el Partido Popular Suizo (SVP) adquirió cada vez más importancia en el panorama político suizo, convirtiéndose en el mayor partido de Suiza en términos de votos. Esta situación llevó a reevaluar la tradicional "fórmula mágica", que distribuía los escaños del Consejo Federal entre los principales partidos políticos. En este sentido, parecía lógico conceder a la UDC un segundo escaño para reflejar su nueva posición de fuerza.
En 2003, Christoph Blocher, líder del Partido Popular Suizo (UDC), entró en el Gobierno. Este nombramiento fue un momento significativo en la historia política suiza, no sólo porque representó el ascenso al poder de la UDC, sino también porque supuso un cambio en la "fórmula mágica" que había prevalecido durante varias décadas. Christoph Blocher era conocido por su controvertido estilo político y su programa populista de derechas, lo que llevó a algunos observadores a cuestionar el impacto de su entrada en el Gobierno en la tradición de consenso de Suiza. La destitución de la consejera federal Ruth Metzler-Arnold del PDC, que no fue reelegida, fue otro momento histórico, ya que era la primera vez desde 1872 que un miembro saliente del Gobierno no era reelegido. Desde entonces, la composición del Consejo Federal ha seguido evolucionando, reflejando los cambios en el panorama político suizo.
En Suiza, los miembros del Consejo Federal son elegidos para un mandato de cuatro años por la Asamblea Federal, compuesta por el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados. Una vez en el cargo, no pueden ser destituidos durante su mandato. Sin embargo, después de cuatro años, la Asamblea Federal tiene la facultad de no reelegir a un miembro del Consejo Federal para un nuevo mandato. Se trata de un hecho muy poco frecuente en la historia política suiza, dado el principio de estabilidad y consenso que impera en el sistema político del país. El último caso notable de no reelección se produjo en 2007, cuando el consejero federal Christoph Blocher, de la UDC, no fue reelegido por la Asamblea Federal y fue sustituido por Eveline Widmer-Schlumpf.
La no renovación del mandato de un Consejero Federal en Suiza es un acontecimiento poco frecuente que va en contra de la tradición de estabilidad y consenso del sistema político helvético. En 2003, la elección de Christoph Blocher para sustituir a Ruth Metzler-Arnold marcó un punto de inflexión en la historia política suiza. Era la primera vez desde 1897 que un consejero federal no era reelegido. Esta tradición no escrita de reelección casi automática de los miembros del Consejo Federal refleja la importancia de la estabilidad y la continuidad en el sistema político suizo. Pero este caso también demuestra que el Parlamento suizo puede decidir no reelegir a un consejero federal si considera que ello va en interés del país.
En diciembre de 2007, la Asamblea Federal decidió no reelegir a Christoph Blocher para el Consejo Federal. Para sorpresa de todos, eligió en su lugar a otra miembro de la UDC, Eveline Widmer-Schlumpf, mucho menos controvertida que Blocher. Esta decisión provocó una crisis en la UDC. El partido decidió excluir de la UDC a Widmer-Schlumpf y a su partido cantonal de los Grisones. En respuesta, Widmer-Schlumpf y otros miembros de la UDC fundaron un nuevo partido, el Partido Democrático Burgués (PBD). También es interesante señalar que, aunque el Parlamento suizo tiene la opción de no reelegir a un miembro del Consejo Federal, se trata de un caso bastante raro. Los dos casos de no reelección de Christoph Blocher en 2007 y Ruth Metzler-Arnold en 2003 son los únicos desde 1943. Este respeto a la tradición de la reelección refleja el deseo de estabilidad y consenso del sistema político suizo.
En 2007, el Parlamento suizo decidió no reelegir al controvertido Christoph Blocher, pero optó por conservar dos escaños para la UDC, el mayor partido del país en términos de apoyo electoral. Sin embargo, en lugar de Blocher, el Parlamento optó por elegir a Eveline Widmer-Schlumpf, una figura más moderada de la UDC. Esta decisión provocó una crisis en el seno de la UDC. Blocher y sus partidarios consideraron la decisión una traición y expulsaron de la UDC a Widmer-Schlumpf y a su partido cantonal. En respuesta, Widmer-Schlumpf y otros miembros moderados de la UDC fundaron un nuevo partido, el Partido Democrático Burgués (PBD). Samuel Schmid también se unió a este nuevo partido. Como resultado, aunque el Parlamento quería conservar dos escaños para la UDC, en la práctica estos escaños fueron ocupados por miembros de un nuevo partido. Este episodio ilustra tanto la estabilidad como la evolución del sistema político suizo. Por un lado, el Parlamento ha mantenido la tradición de representar a los principales partidos en el Consejo Federal. Por otro, también ha demostrado que puede actuar para evitar figuras controvertidas y mantener el consenso político suizo.
La decisión del Parlamento de elegir a Eveline Widmer-Schlumpf en lugar de Christoph Blocher fue considerada una traición por la dirección de la UDC. Por ello, la UDC decidió excluir del partido a Widmer-Schlumpf y a Samuel Schmid, el otro miembro de la UDC en el Consejo Federal. De este modo, aunque oficialmente había dos miembros de la UDC en el Consejo Federal, ya no eran reconocidos como tales por su propio partido. Esta situación pone de manifiesto las tensiones en el seno de la UDC entre un ala más radical, liderada por Blocher, y un ala más moderada, representada por figuras como Widmer-Schlumpf y Schmid. Tras su expulsión de la UDC, estos últimos optaron por fundar un nuevo partido, el Partido Democrático Burgués (PBD), que se ha convertido en una nueva fuerza política en Suiza. Esta situación también puso de manifiesto la importancia del consenso en el sistema político suizo. Aunque el Parlamento quiso mantener la representación proporcional de los principales partidos en el Consejo Federal, también trató de evitar figuras controvertidas que pudieran perturbar el consenso político.
La decisión de la Asamblea Federal de no reelegir a Christoph Blocher fue vista por la UDC como un intento de marginar a la corriente política del partido, muy influida por las posiciones de Blocher. La UDC se caracterizaba por su retórica fuertemente nacionalista, antiinmigración y euroescéptica, que contrastaba con las tendencias más moderadas y centristas de la mayoría de los demás partidos políticos suizos. La exclusión de Widmer-Schlumpf y Schmid, considerados más moderados, se consideró una afrenta a la voluntad democrática del partido y de sus votantes. Esta situación desembocó finalmente en la creación del Partido Democrático Burgués (PBD), una formación política más moderada, que fue creada por Widmer-Schlumpf y otros miembros de la UDC que habían sido expulsados o que ya no se sentían parte de la línea dura del partido. El PBD representó así una nueva dinámica en el panorama político suizo, añadiendo un nuevo elemento al ya complejo sistema de gobierno consensual de Suiza.
La UDC declaró que ya no se consideraba parte del Gobierno y se posicionó durante un tiempo como partido de la oposición. Sin embargo, tras la marcha de Samuel Schmid en 2009 y su sustitución por Ueli Maurer, miembro de la corriente principal de la UDC, el partido volvió oficialmente al Gobierno. La creación del Partido Democrático Burgués (PBD) en 2008 fue una consecuencia directa de estos acontecimientos. El PBD nació de una escisión en el seno de la UDC, tras la exclusión de esta de las secciones cantonales de los Grisones y Berna. Estas secciones cantonales eran las secciones de origen de Éveline Widmer-Schlumpf y Samuel Schmid, considerados demasiado moderados para la UDC. El PBD es, por tanto, una nueva formación política que se posiciona más al centro que la UDC, encarnando una corriente más moderada y proeuropea.
La UDC declaró que ya no se consideraba parte del Gobierno y durante un tiempo se posicionó como partido de la oposición. Sin embargo, tras la marcha de Samuel Schmid en 2009 y su sustitución por Ueli Maurer, miembro de la corriente principal de la UDC, el partido se reincorporó oficialmente al Gobierno. La creación del Partido Democrático Burgués (PBD) en 2008 fue una consecuencia directa de estos acontecimientos. El PBD nació de una escisión dentro de la UDC, tras la exclusión de las secciones cantonales de los Grisones y Berna por parte de la UDC. Estas secciones cantonales eran las secciones de origen de Éveline Widmer-Schlumpf y Samuel Schmid, considerados demasiado moderados para la UDC. El PBD es, por tanto, una nueva formación política que se posiciona más al centro que la UDC, encarnando una corriente más moderada y proeuropea.
La composición del Consejo Federal en Suiza suele ser bastante estable y los cambios se producen gradualmente, con sólo uno o dos escaños en juego en cada renovación. Esto se debe a la singular estructura del sistema político suizo, que se basa en un gobierno de coalición y no en un sistema bipartidista más tradicional. En este contexto, el principio de "competencia consensual" rige el panorama político, lo que significa que los principales partidos políticos se esfuerzan por trabajar juntos para gobernar en lugar de competir por el poder. Además, el Consejo Federal es elegido por el Parlamento, no directamente por el pueblo. Por tanto, aunque las elecciones parlamentarias son importantes, su influencia en la composición del Consejo Federal es indirecta y a menudo limitada. Esto puede explicar por qué la participación en las elecciones parlamentarias en Suiza es relativamente baja en comparación con otros países. Es posible que los ciudadanos suizos sientan que su voto tiene menos impacto en el panorama político general, ya que el gobierno permanece en gran medida estable independientemente del resultado de las elecciones.
En Suiza, la continuidad y la estabilidad son características clave de la gobernanza política, debido a la naturaleza de su sistema de gobierno. El Gobierno suizo, en particular el Consejo Federal, se basa en una coalición de diversos partidos. De este modo se garantiza que diferentes perspectivas estén representadas en el gobierno, evitando así grandes cambios radicales tras las elecciones. Por el contrario, en sistemas políticos más polarizados, como en el Reino Unido o Estados Unidos, suele haber una alternancia en el gobierno entre partidos de izquierda y de derecha. Esto puede conducir a cambios políticos más radicales y dramáticos cuando un partido toma el poder tras unas elecciones. Este sistema de coalición en Suiza favorece, por tanto, la moderación, la estabilidad y el consenso en lugar de la polarización. Sin embargo, también puede contribuir a un menor nivel de movilización durante las elecciones parlamentarias, ya que los votantes perciben que su voto tiene un impacto menos inmediato en la política del país.
En Suiza, el sistema de concordancia aritmética pretende garantizar que las fuerzas políticas estén representadas equitativamente en el Gobierno en función de su representación en el Parlamento. En otras palabras, el número de escaños que un partido ocupa en el Consejo Federal es generalmente proporcional a su fuerza en el Parlamento. Gracias a este sistema, la UDC, como partido con más escaños en el Parlamento, consiguió un segundo escaño en el Consejo Federal. Este es un buen ejemplo de cómo funciona este sistema para garantizar la representación proporcional en el Gobierno suizo.
En Suiza, la concordancia va mucho más allá del simple reparto proporcional de escaños en el gobierno. Es también un principio de conducta política. Un partido que entra a formar parte del Consejo Federal es considerado un "partido de gobierno" y se compromete a actuar en consecuencia. Esto implica tomar parte activa y constructiva en la dirección de los asuntos de gobierno, apoyando las decisiones tomadas colectivamente, incluso cuando no se correspondan totalmente con su programa de partido. Este es uno de los rasgos distintivos del sistema político suizo: la concordancia fomenta una cultura política de consenso y cooperación entre los partidos en el Gobierno, en lugar de la confrontación y la oposición que puede darse en otros sistemas políticos. El objetivo es garantizar la estabilidad política y una toma de decisiones más armoniosa.
El sistema de concordancia en Suiza se ha puesto a prueba en los últimos años, con la aparición de posiciones políticas más polarizadas y menos conciliadoras. La UDC y el PS son dos ejemplos de partidos que a menudo han adoptado posiciones opuestas a las del Gobierno, a pesar de participar en él. Esto plantea retos para el sistema de concordancia suizo, que se basa en la idea del consenso gubernamental. La creciente polarización de las posiciones políticas, combinada con la persistencia de una concordancia aritmética, hace cada vez más difícil mantener esta tradición de consenso y cooperación gubernamental. Sin embargo, incluso en este contexto, la política suiza sigue caracterizándose por un grado relativamente alto de estabilidad y previsibilidad, sobre todo en comparación con otros sistemas políticos. El futuro dirá si este sistema será capaz de adaptarse y evolucionar ante estos nuevos retos.
La democracia directa
La democracia directa es una de las instituciones emblemáticas del sistema político suizo y también un rasgo distintivo del mismo. Las herramientas de la democracia directa en Suiza, como la iniciativa popular y el referéndum, otorgan a los ciudadanos un papel importante en el proceso legislativo. Tienen la oportunidad de iniciar la legislación, proponer enmiendas constitucionales y expresar su opinión sobre una serie de cuestiones políticas importantes. Este sistema de democracia directa otorga a los ciudadanos cierto poder sobre la política nacional, muy superior al habitual en la mayoría de las demás democracias. Las decisiones suelen tomarse por votación popular, lo que fomenta la participación activa de los ciudadanos y su implicación directa en la política.
Los investigadores han compilado un inventario de todas las votaciones populares celebradas en el mundo a nivel nacional durante el siglo XX, y la mitad de ellas tuvieron lugar en Suiza. En otras palabras, el pueblo suizo ha votado en democracia directa a nivel nacional tantas veces como todos los demás países juntos. En Suiza, la democracia directa es un componente fundamental del sistema político, que otorga al pueblo un control significativo sobre la legislación y los cambios constitucionales. La principal herramienta de la democracia directa en Suiza es el referéndum, que puede ser obligatorio (para determinadas cuestiones constitucionales) o facultativo (cuando un determinado número de ciudadanos firma una petición para impugnar una ley aprobada por el parlamento). Además, la iniciativa popular permite a los ciudadanos proponer enmiendas a la Constitución, que luego se someten a votación nacional.
Como resultado, es práctica común en Suiza celebrar varias votaciones al año sobre una amplia gama de temas, desde la política fiscal hasta cuestiones sociales y cambios constitucionales. Esto contrasta con muchos otros países en los que la democracia directa está mucho menos extendida, y en los que la mayoría de las decisiones políticas son tomadas por representantes electos y no directamente por el pueblo. El gran número de votos en Suiza refleja, por tanto, su sistema único de democracia directa, que otorga a los ciudadanos un papel más activo en el proceso político que en la mayoría de los demás países. Esto da una idea de la importancia del desarrollo de la democracia directa en Suiza.
La democracia directa también está presente en algunas regiones de Estados Unidos, sobre todo en California. Este sistema político permite a los ciudadanos proponer legislación (a través de iniciativas) o solicitar el voto sobre una ley existente (a través de referendos). California es especialmente conocida por el uso frecuente de estas herramientas de democracia directa, que han tenido un impacto significativo en la política del estado. Sin embargo, es importante señalar que, aunque algunos estados de EE.UU. utilizan formas de democracia directa, no lo hacen en el mismo grado que Suiza a escala nacional. Suiza se diferencia en que la democracia directa está integrada en todos los niveles de su sistema político, desde el nivel comunal hasta el nacional. Es más, en Suiza estas herramientas de democracia directa se utilizan para una amplia gama de cuestiones, desde enmiendas constitucionales hasta cuestiones políticas más generales. Esta es una característica única del sistema político suizo, que le confiere un papel de liderazgo en el uso de la democracia directa.
La democracia directa en Suiza permite a los ciudadanos participar activamente en el proceso legislativo y en la formulación de políticas públicas. Esto se hace principalmente a través de dos mecanismos: las iniciativas populares y los referendos. Una iniciativa popular permite a los ciudadanos proponer un cambio en la Constitución. Si la iniciativa reúne el número de firmas necesario (100.000 firmas en un plazo de 18 meses), se somete a votación popular y cantonal. El referéndum puede ser facultativo u obligatorio. Un referéndum facultativo puede desencadenarse mediante la recogida de 50.000 firmas en los 100 días siguientes a la publicación de un acto legislativo. Un referéndum obligatorio se refiere a ciertas decisiones importantes, como los cambios en la Constitución o la pertenencia a organizaciones de seguridad colectiva o comunidades supranacionales. Esta participación activa de los ciudadanos tiene varias consecuencias. En primer lugar, permite a los ciudadanos implicarse más en la toma de decisiones políticas. En segundo lugar, obliga a los políticos a tener en cuenta la opinión de los ciudadanos a la hora de formular sus políticas. Además, puede contribuir a una mayor transparencia y responsabilidad del gobierno.
La iniciativa popular, el referéndum obligatorio y el referéndum facultativo son los tres principales instrumentos de democracia directa a nivel federal en Suiza:
- Iniciativa popular: Como usted ha dicho, este mecanismo permite a un grupo de ciudadanos proponer un cambio en la Constitución. Si la iniciativa reúne 100.000 firmas en un plazo de 18 meses, se somete a votación popular y debe ser aprobada por la mayoría del pueblo y de los cantones.
- En Suiza, el referéndum obligatorio es una forma de votación que se pone en marcha cuando se proponen cambios en la Constitución. Estos cambios pueden ser iniciados por el Gobierno o el Parlamento. Una vez presentada una propuesta de modificación de la Constitución, debe someterse a votación popular. Para ser adoptada, la propuesta debe obtener la aprobación de una doble mayoría, es decir, una mayoría del pueblo (más del 50% de los votos emitidos en la votación) y una mayoría de los cantones (más de la mitad de los cantones suizos deben votar a favor de la propuesta). Esto significa que los ciudadanos suizos tienen un papel directo y activo en la configuración de la constitución de su país, lo cual es bastante singular en comparación con muchos otros países en los que la constitución sólo puede ser modificada por legisladores elegidos o a través de procesos especiales en los que participan tanto el gobierno como el parlamento.
- el referéndum facultativo se aplica a cualquier ley aprobada por el parlamento. Este tipo de referéndum es un instrumento de democracia directa que permite a los ciudadanos impugnar las leyes aprobadas por el parlamento. Si un grupo de ciudadanos no está de acuerdo con una ley aprobada por el parlamento, puede formar un comité para el referéndum y, si consigue reunir 50.000 firmas a favor del referéndum en un plazo de 100 días, la ley se somete a votación popular. A diferencia de un referéndum obligatorio, que requiere una doble mayoría (popular y cantonal) para ser aprobado, en el caso de un referéndum facultativo basta una mayoría simple de votantes para que la ley sea rechazada. Este proceso otorga un gran poder a los ciudadanos suizos, que pueden así ejercer un control directo sobre las acciones del Parlamento. Es un elemento clave del sistema suizo de democracia directa.
Suiza se distingue del resto del mundo por su sistema altamente desarrollado de democracia directa. A diferencia de muchos otros países, donde los ciudadanos sólo participan indirectamente en la toma de decisiones a través de la elección de representantes, en Suiza el pueblo tiene la oportunidad de participar directamente en la toma de decisiones sobre cuestiones concretas. Esto se hace a través de iniciativas populares y referendos, que permiten a los ciudadanos proponer cambios en la constitución (iniciativas populares) o impugnar leyes aprobadas por el parlamento (referendos). Esta capacidad de codecisión otorga a los ciudadanos suizos un papel más activo y directo en el proceso legislativo que en la mayoría de las demás democracias.
Suiza ofrece a sus ciudadanos un nivel de compromiso democrático que va mucho más allá de la elección de representantes políticos en las elecciones generales. Además de elegir a sus representantes en el gobierno, los ciudadanos suizos también tienen la oportunidad de votar sobre una serie de cuestiones específicas a través de la democracia directa. Esta combinación de democracia representativa y directa es única. En la mayoría de los demás países, las elecciones nacionales son el principal medio por el que los ciudadanos pueden influir en la dirección de la política gubernamental. Estas elecciones suelen celebrarse cada cuatro o cinco años y permiten a los ciudadanos elegir a sus representantes políticos. Sin embargo, una vez que estos representantes han sido elegidos, suelen tener un amplio margen de maniobra para tomar decisiones políticas hasta las siguientes elecciones. En Suiza, sin embargo, los ciudadanos tienen un control mucho más directo sobre políticas específicas a través de la democracia directa. A través de iniciativas populares y referendos, los ciudadanos pueden proponer o impugnar leyes específicas, lo que les confiere una influencia directa sobre la legislación. Esto significa que, además de elegir a sus representantes políticos, los ciudadanos suizos también tienen un papel directo y activo en la configuración de la política.
¿Qué significa esto?
La primera consecuencia es que la democracia directa compite con las elecciones. En un sistema de democracia directa como el suizo, las elecciones no son la única forma que tienen los ciudadanos de expresar sus opiniones sobre cuestiones políticas concretas. En su lugar, los ciudadanos tienen muchas oportunidades de hacer oír su voz a través de iniciativas y referendos. Esto significa que las elecciones, aunque importantes, son sólo uno de los muchos mecanismos a través de los cuales los ciudadanos pueden influir en la política. Esta pluralidad de herramientas democráticas da a los ciudadanos una voz más fuerte y directa en el gobierno. También puede tener el efecto de reducir la importancia de las elecciones como único indicador de la opinión pública. En muchos otros países, las elecciones suelen considerarse un referéndum sobre la actuación del gobierno. Sin embargo, en Suiza, la actuación del gobierno también puede evaluarse a través de diversas iniciativas y referendos. Como resultado, la democracia directa en Suiza ofrece un sistema mucho más matizado y flexible para evaluar y responder a la opinión pública que en los países que se basan principalmente en las elecciones para medir el sentimiento público.
En segundo lugar, y más concretamente, la democracia directa tiene la consecuencia de aumentar el número de votos populares. La multitud de oportunidades de voto en Suiza, incluidas las elecciones y las diversas formas de referéndum, puede reducir la participación en las elecciones parlamentarias y de otro tipo. Es posible que los ciudadanos se sientan abrumados por la frecuencia de las votaciones o que consideren que su voto es más eficaz o relevante cuando está en juego una cuestión específica que les afecta directamente. También hay que señalar que la participación electoral en Suiza es generalmente más baja que en muchos otros países democráticos. Esto puede deberse en parte al hecho de que los ciudadanos suizos tienen muchas oportunidades de expresarse políticamente, lo que puede hacer que las elecciones individuales sean menos cruciales. Sin embargo, aunque la participación electoral sea relativamente baja, esto no significa necesariamente que los ciudadanos suizos estén menos comprometidos políticamente. Simplemente pueden elegir participar de forma más selectiva, tomando parte en las votaciones que tratan temas que consideran particularmente importantes.
La democracia directa suiza otorga a los ciudadanos un gran control sobre las decisiones políticas y legislativas. A través de referendos e iniciativas populares, los ciudadanos tienen el poder de rechazar o proponer leyes y enmiendas constitucionales. Este mecanismo puede considerarse una forma de "corrección" de las decisiones adoptadas por el Parlamento y otras autoridades electas. Esto significa que las elecciones no son la única forma que tienen los ciudadanos suizos de influir en la política. Incluso si resulta elegido un partido o un candidato que no aprueban, siguen teniendo la oportunidad de impugnar leyes y decisiones políticas a través de estos mecanismos de democracia directa. Sin embargo, aunque esto pueda reducir la importancia de las elecciones parlamentarias, no significa que carezcan de importancia. Los diputados electos siguen desempeñando un papel importante en la configuración de la legislación y la toma de decisiones a escala nacional. Además, los partidos políticos suelen estar detrás de iniciativas y referendos, por lo que es importante que los votantes apoyen a los partidos que representan sus opiniones e intereses.
Federalismo
El federalismo influye de diversas formas en las elecciones.
El sistema federal suizo da lugar a un poder legislativo bicameral, compuesto por dos cámaras distintas:
- El Consejo Nacional (Nationalrat/Conseil national): es la cámara baja del Parlamento suizo. A menudo se describe como la "cámara popular" porque sus miembros son elegidos directamente por el pueblo suizo. La representación en el Consejo Nacional es proporcional a la población de cada cantón. En 2021, el Consejo Nacional contará con 200 miembros.
- Consejo de los Estados (Ständerat/Conseil des États): esta cámara alta se denomina a veces "cámara de los cantones". Cada cantón suizo, independientemente de su tamaño o población, está representado por dos consejeros de Estado (a excepción de los semicantones, que tienen un solo representante cada uno). En 2021, el Consejo de los Estados contará con 46 miembros.
Estas dos cámaras forman la Asamblea Federal suiza (Bundesversammlung/Asamblea Federal). Ambas participan en el proceso legislativo y deben ponerse de acuerdo sobre una versión idéntica de cualquier ley antes de que pueda ser aprobada. Este sistema bicameral está diseñado para garantizar una representación justa tanto de la población suiza (a través del Consejo Nacional) como de los cantones suizos (a través del Consejo de los Estados). Se trata de una característica fundamental del sistema federal suizo, que pretende equilibrar los intereses de las distintas partes de la confederación.
El sistema bicameral suizo se considera un ejemplo de bicameralismo "perfecto" o "simétrico", en el sentido de que las dos cámaras del Parlamento -el Consejo Nacional (cámara baja) y el Consejo de los Estados (cámara alta)- tienen el mismo poder para legislar y deben ponerse de acuerdo sobre el mismo texto antes de que pueda aprobarse una ley. Este sistema contrasta con el bicameralismo "imperfecto" o "asimétrico", en el que una cámara tiene más poder o influencia que la otra. En el Reino Unido, por ejemplo, la Cámara de los Comunes tiene mucho más poder que la Cámara de los Lores. En Suiza, si el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados no se ponen de acuerdo sobre el texto de un proyecto de ley, se establece un procedimiento de conciliación. Se constituye entonces un comité de conciliación, compuesto por miembros de ambas cámaras, para intentar resolver las diferencias. Si el comité llega a un acuerdo, el texto de compromiso debe ser aprobado por ambas cámaras antes de que pueda convertirse en ley. Este sistema garantiza que en el proceso legislativo se tengan en cuenta los intereses de todos los cantones y de la población suiza en su conjunto, reforzando así el principio federalista de Suiza.
En Suiza, el Consejo Nacional (cámara del pueblo) y el Consejo de los Estados (cámara de los cantones) tienen los mismos poderes en el proceso legislativo. Todos los proyectos de ley, enmiendas constitucionales y decretos federales deben ser aprobados por ambas cámaras. Esto significa que no puede aprobarse ninguna ley a menos que ambas cámaras estén de acuerdo sobre el mismo texto. Si no se ponen de acuerdo, se crea un comité de conciliación formado por miembros de ambas cámaras para intentar llegar a un compromiso. Este sistema de bicameralismo perfecto refuerza el principio federalista de Suiza, garantizando que los intereses de todos los cantones y de la población en su conjunto sean tenidos en cuenta en el proceso legislativo.
El Consejo Nacional es la cámara baja del Parlamento suizo y se considera la "cámara del pueblo" porque sus miembros son elegidos directamente por el pueblo. Hay 200 escaños en el Consejo Nacional, que se distribuyen entre los cantones suizos en función de su población. Cuanto mayor es la población de un cantón, más escaños tiene. Por ejemplo, el cantón de Zúrich, que es el más poblado de Suiza, tiene el mayor número de escaños, 35 en la actualidad. El cantón de Ginebra, también muy poblado, tiene 11 escaños. Los cantones menos poblados, como Neuchâtel, tienen menos escaños. Los cantones más pequeños tienen un solo escaño. Este sistema garantiza la representación proporcional de la población suiza en el Consejo Nacional y permite que todas las regiones del país tengan voz en el proceso legislativo.
El Consejo de los Estados es la cámara alta del Parlamento suizo y a veces se le denomina "cámara de los cantones". Hay 46 escaños en el Consejo de los Estados, con dos representantes por cantón y un representante por semicantón. Esto significa que cada cantón, independientemente de su población, está igualmente representado en el Consejo de los Estados. Esta distribución de escaños garantiza que los intereses de todos los cantones, grandes y pequeños, se tengan en cuenta en el proceso legislativo. Sin embargo, este sistema puede llevar a una sobrerrepresentación de los cantones pequeños. Por ejemplo, el cantón de Zúrich, el más poblado de Suiza, sólo tiene dos escaños en el Consejo de los Estados, mientras que el cantón de Appenzell Innerrhoden, uno de los cantones más pequeños de Suiza, también tiene dos escaños. Esto significa que cada representante de Appenzell Innerrhoden representa a muchas menos personas que cada representante de Zúrich. Esta sobrerrepresentación puede tener implicaciones políticas, ya que puede dar a los cantones más pequeños más poder en el proceso legislativo.
El sistema federal suizo tal y como lo conocemos hoy en día fue establecido por la Constitución Federal de 1848. Antes de esta fecha, Suiza era una confederación de cantones independientes. Cuando se redactó la Constitución Federal, hubo que encontrar un equilibrio entre los intereses de los distintos cantones. Para equilibrar los intereses de los cantones más grandes y poblados con los de los más pequeños, se decidió que cada cantón tendría igual representación en la Cámara Alta del Parlamento, el Consejo de los Estados, independientemente de su tamaño o población. Con ello se pretendía proteger los intereses de los cantones más pequeños, que podrían haber quedado eclipsados por los cantones más grandes en un sistema puramente proporcional. Al mismo tiempo, la cámara baja del parlamento, el Consejo Nacional, se basaría en la representación proporcional, dando mayor influencia a los cantones más poblados. Esta estructura bicameral pretende garantizar que todas las regiones de Suiza tengan voz en el proceso legislativo, y refleja el respeto del país por el federalismo y la diversidad regional.
El federalismo suizo desempeña un papel crucial en el sistema bicameral del país. Este sistema permite a las diferentes regiones y cantones de Suiza tener voz y voto en los asuntos nacionales, respetando al mismo tiempo su autonomía y diversidad. El "bicameralismo perfecto" de Suiza, en el que ambas cámaras tienen las mismas prerrogativas, es bastante singular. En muchos otros países con sistema bicameral, las cámaras alta y baja no tienen el mismo poder. En Estados Unidos, por ejemplo, algunos asuntos, como la destitución del Presidente, sólo pueden ser tratados por la Cámara de Representantes, mientras que otros, como la ratificación de tratados, sólo pueden ser tratados por el Senado. Sin embargo, en Suiza, tanto el Consejo Nacional como el Consejo de los Estados deben aprobar las enmiendas constitucionales, las leyes federales y los decretos federales, garantizando así que se tengan debidamente en cuenta los intereses de los distintos cantones. Esto refleja el compromiso de Suiza con el federalismo y su deseo de mantener un equilibrio entre los intereses de los distintos cantones.
La estructura política de Suiza está profundamente influenciada por su sistema de federalismo, que también se refleja en la forma en que se organizan los partidos políticos. Los partidos políticos en Suiza suelen tener profundas raíces cantonales y regionales, lo que significa que su identidad y plataforma política pueden variar considerablemente de un cantón a otro. Por ejemplo, el Partido Liberal Radical (FDP), el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Popular Suizo (SVP) y el Partido Socialista de Suiza (SPS) tienen secciones cantonales con sus propias estructuras organizativas y programas políticos. Estos partidos pueden tener posiciones y prioridades políticas diferentes en los distintos cantones, en función de las necesidades y preferencias específicas de la población local. Esto puede dar lugar a una gran diversidad política, no sólo entre los distintos cantones, sino también dentro de los propios partidos políticos. Además, fomenta la participación política local y permite que las políticas se adapten mejor a las necesidades específicas de las distintas regiones de Suiza. Esto ilustra otra forma en que el federalismo influye en la política suiza, al permitir una diversidad política y una flexibilidad que serían menos posibles en un sistema más centralizado.
La diversidad política entre los diferentes cantones suizos tiene un impacto significativo en el panorama político nacional. Cada cantón tiene su propia dinámica política, que refleja las características socioeconómicas y culturales únicas de la región, así como preferencias políticas distintas. Los propios partidos políticos se organizan a menudo sobre una base cantonal, con una variedad de partidos representados en cada cantón. Esta diversidad da lugar a un panorama político nacional fragmentado, ya que no hay dos cantones que tengan exactamente la misma distribución de fuerzas políticas. Esto significa que el panorama político suizo se caracteriza por una gran variedad de partidos, que reflejan un amplio abanico de intereses y puntos de vista. Esto puede hacer más compleja la formación de gobiernos de coalición, ya que puede ser necesario negociar entre un gran número de partidos con intereses divergentes. Al mismo tiempo, significa que el sistema político suizo es capaz de representar una amplia variedad de intereses y perspectivas, lo que puede fomentar la inclusión política y la legitimidad democrática. Este es un elemento clave de la naturaleza consensual de la política suiza, donde las decisiones se adoptan a menudo a través del compromiso entre un amplio abanico de partidos políticos.
El sistema político suizo, con su fuerte descentralización y federalismo, permite que multitud de partidos locales hagan oír su voz a escala nacional. Los partidos que pueden movilizar un apoyo significativo en un cantón concreto pueden obtener representación en el Consejo Nacional, aunque no sean activos o no tengan mucho apoyo en el resto del país. Esta característica del sistema político suizo aumenta la diversidad de voces e intereses representados a escala nacional. Al permitir que los partidos locales tengan presencia en la escena política nacional, el sistema suizo garantiza una representación más amplia y diversa de los ciudadanos suizos. Esto contribuye a la capacidad del sistema político suizo para reflejar y tener en cuenta una variedad de opiniones e intereses. Sin embargo, también puede conducir a la fragmentación del panorama político, dificultando la formación de mayorías estables. Los partidos a menudo tienen que formar coaliciones para gobernar, lo que requiere compromisos y negociaciones entre partidos con puntos de vista a veces muy diferentes. No obstante, esto es inherente a la naturaleza de la democracia directa y el federalismo suizos, que valoran la representación y la expresión de puntos de vista diversos.
La estructura federal de Suiza permite a los partidos locales fuertes obtener representación a escala nacional, aunque sólo tengan una presencia significativa en un cantón. Esto refleja el compromiso del sistema político suizo de garantizar una representación diversa y tener en cuenta las diferentes voces locales a nivel nacional. Un ejemplo de ello es el Mouvement Citoyens Genevois (MCG). El MCG es un partido político ginebrino fundado en 2005. Aunque actúa principalmente en Ginebra, el MCG ha conseguido un escaño en el Consejo Nacional, lo que le permite representar los intereses ginebrinos a escala nacional. La Lega dei Ticinesi, activa únicamente en el cantón del Tesino, es otro ejemplo de partido local que ha logrado establecerse a escala nacional. Fundada en 1991, la Lega dei Ticinesi también ha conseguido escaños en el Parlamento federal, lo que ha permitido al Tesino estar representado en Berna. Un tercer ejemplo es la Unión Democrática Federal (UDF), un partido político conservador suizo con una presencia significativa sólo en unos pocos cantones de habla alemana. Fundada en 1975, la UDF también está representada en el Parlamento federal de Berna, lo que subraya una vez más la diversidad de voces representadas a escala nacional. Por último, el Parti Évangélique (PEV), partido político suizo de inspiración cristiana, también tiene escaños en Berna. Aunque activo principalmente en los cantones de habla alemana, el PEV está representado a nivel nacional, lo que refleja la voluntad del sistema político suizo de dar voz a una variedad de opiniones y valores. Estos partidos demuestran cómo el sistema político suizo valora los intereses locales y regionales y se asegura de que estén representados a nivel nacional. La capacidad de estos partidos para obtener representación nacional depende, sin embargo, de su capacidad para movilizar un apoyo significativo en sus respectivos cantones.
En Suiza, la estructura federal del país ha desempeñado un papel importante en el desarrollo del panorama político. Históricamente, los partidos políticos nacionales surgieron de la unificación de varios partidos cantonales, que luego extendieron su influencia por todo el país. Incluso hoy, algunos de estos partidos nacionales están influidos en gran medida por sus secciones cantonales, lo que refleja la diversidad y complejidad del panorama político suizo. Sin embargo, la naturaleza federal de la política suiza tiene una consecuencia importante: puede debilitar la coherencia interna de los partidos políticos. La diversidad de intereses y preocupaciones políticas en los cantones puede dificultar que un partido adopte una línea uniforme en una serie de cuestiones. Cada sección cantonal puede tener sus propias prioridades, reflejo de las especificidades de la región que representa. Esto puede dar lugar a diferencias de opinión y de política dentro del mismo partido, lo que hace más difícil mantener la cohesión interna. Como resultado, los partidos políticos suizos pueden parecer a veces menos unificados y menos organizados que sus homólogos de países con una estructura política más centralizada. Esto tiene el efecto de reducir la coherencia interna de los partidos políticos.
La diversidad de contextos políticos regionales en Suiza tiene un impacto significativo en la naturaleza y el posicionamiento de los partidos políticos en todo el país. Un ejemplo llamativo es el Partido Demócrata Cristiano (PDC). En el Valais, el PDC es un partido mayoritario, incluso hegemónico, que tiende a alinearse con posiciones de derechas. Es un partido interclasista que domina ampliamente la escena política regional. En Ginebra, en cambio, el PDC es un partido minoritario, con sólo el 12-13% del electorado. Es más centrista y se sitúa más cerca del Partido Socialista del Valais que del PDC del Valais. Así pues, aunque se trate del mismo partido, el contexto político e histórico específico de cada cantón influye mucho en su posición y su papel en el panorama político. Esta heterogeneidad se refleja luego a escala nacional, donde existe una gran variedad de partidos y posiciones políticas. Esta diversidad es una característica clave del sistema político suizo, muy influido por su estructura federal y la diversidad de contextos regionales en todo el país.
En Suiza, la división de las circunscripciones electorales sigue la estructura federal del país, lo que significa que cada cantón representa una circunscripción electoral. Por lo tanto, las elecciones se celebran a nivel cantonal, y cada cantón tiene sus propias normas y sistemas electorales, y los resultados de estas elecciones cantonales contribuyen a configurar el panorama político a nivel nacional. Esta estructura refleja la importancia del federalismo en Suiza, donde cada cantón goza de gran autonomía y desempeña un papel importante en la política nacional. En Suiza, las elecciones federales se deciden no sólo por cuestiones de política nacional, sino también por cuestiones específicas de cada cantón. Esto se debe a la naturaleza federal de Suiza, donde cada cantón tiene un cierto grado de autonomía y puede tener preocupaciones diferentes a las de los demás cantones. Por lo tanto, en unas elecciones, un partido político no sólo debe presentar posiciones sobre cuestiones nacionales, sino también tener en cuenta los problemas específicos de cada cantón en el que se presenta. Esto puede llevar a una situación en la que las campañas electorales pueden diferir de un cantón a otro, incluso para el mismo partido. Este enfoque electoral refleja la naturaleza compleja y diversa de Suiza, donde las preocupaciones locales tienen un impacto significativo en la política nacional. Como resultado, las elecciones en Suiza son a menudo una combinación de asuntos nacionales y locales.
El sistema federal suizo concede a los cantones una gran autonomía, lo que significa que incluso las elecciones federales están muy influidas por las cuestiones locales. Este sistema político permite una gran diversidad de opiniones y posiciones políticas, que se refleja en la composición del Parlamento federal. Cada cantón tiene sus propias peculiaridades y problemas, y estas cuestiones locales pueden tener un impacto significativo en el resultado de las elecciones federales. Como usted ha dicho, esto significa que las elecciones federales en Suiza pueden verse como una serie de elecciones cantonales simultáneas. Esto puede ser diferente de lo que vemos en otros países, donde las elecciones nacionales se centran más en cuestiones nacionales o federales. En Suiza, la política local influye directamente en la política nacional, dando voz a los ciudadanos sobre cuestiones específicas de su región. Esto convierte a Suiza en un interesante caso de estudio para politólogos e investigadores interesados en el impacto del federalismo en la política.
La división federalista de los distritos electorales en Suiza significa que, para que un partido político gane terreno a escala nacional, debe ser capaz de progresar en varios cantones simultáneamente. Esta configuración incita a los partidos a desarrollar estrategias que tengan en cuenta la diversidad de intereses y preocupaciones en los distintos cantones. Así, un partido que consiga avances significativos en algunos cantones, pero no en otros, puede no ver un aumento significativo de su representación a nivel federal. Las pérdidas o el estancamiento en algunos cantones pueden compensar las ganancias en otros. Esto tiene importantes implicaciones para la forma en que los partidos políticos suizos llevan a cabo sus campañas electorales. Deben ser capaces de responder a preocupaciones locales específicas y, al mismo tiempo, presentar una plataforma política de alcance nacional. Esto puede suponer un reto particular para los partidos más pequeños o nuevos que intentan establecer una presencia a nivel nacional.
La Unión Democrática del Centro (UDC), un partido populista y nacionalista de derechas, ha experimentado un ascenso espectacular en Suiza durante las dos últimas décadas. Se trata de un logro notable, dado el sistema federalista suizo y la necesidad de progresar simultáneamente en muchos cantones para lograr un aumento significativo de la representación a nivel federal. La UDC ha sabido adaptarse a este complejo sistema y lograr avances sustanciales en todos los cantones suizos. Esto demuestra lo eficaces que han sido su estrategia política y sus campañas electorales para llegar a un amplio abanico de votantes en todo el país. El ascenso de la UDC ha tenido un impacto significativo en el panorama político suizo. La UDC se ha convertido en uno de los principales actores políticos del país, influyendo en los debates nacionales sobre cuestiones clave como la inmigración, la soberanía nacional y la Unión Europea.
Las elecciones federales en Suiza se consideran a menudo como un conjunto de elecciones cantonales. Esto se debe a que cada cantón sirve como circunscripción electoral, dando a los asuntos locales un peso significativo en las elecciones nacionales. De hecho, los cantones gozan de gran autonomía y tienen sus propios gobiernos y asambleas legislativas. También tienen mucha influencia en cuestiones políticas, económicas y sociales, que pueden variar de un cantón a otro. Como consecuencia, los partidos políticos suizos se enfrentan a menudo a la tarea de gestionar agendas políticas diversas en todo el país, y de adaptarse a los contextos locales específicos para atraer a los votantes.
La nacionalización de las elecciones y del sistema de partidos políticos en Suiza es un fenómeno que ha cobrado fuerza en las últimas décadas. A pesar del papel primordial de los cantones y de las cuestiones locales, las cuestiones nacionales y las grandes tendencias políticas a escala nacional han ganado en importancia. El sistema de partidos políticos suizo, aunque sigue estando fuertemente influido por las particularidades cantonales, se ha estructurado a una escala más amplia. Los partidos nacionales están más organizados y son más coherentes que antes. Cuestiones de política nacional como la inmigración, el medio ambiente, la economía y la política exterior desempeñan un papel cada vez más decisivo en las elecciones.
La UDC ha desempeñado un papel importante en la nacionalización del sistema político suizo. Su ascenso al poder en todo el país ha contribuido a unificar el panorama político suizo a gran escala. Antes del ascenso de la UDC, la política suiza estaba muy descentralizada, y cada cantón tenía su propia dinámica política. Sin embargo, la creciente popularidad de la UDC ha cambiado esta situación. Al afianzarse en todos los cantones, incluso en aquellos donde antes era débil o inexistente, la UDC ha contribuido a crear un debate político más uniforme en todo el país. Esta nacionalización del sistema político suizo también ha contribuido a que las elecciones sean más nacionales. Los ciudadanos suizos se centran cada vez más en cuestiones nacionales que cantonales en las elecciones. Aunque la UDC ha contribuido a la nacionalización de la política suiza, el federalismo sigue siendo un elemento clave del sistema político suizo, y las diferencias cantonales siguen desempeñando un papel importante en la política suiza.
El sistema electoral
Comenzamos con algunos elementos de definición, en particular preguntándonos qué es el sistema electoral y cuáles son los efectos esperados de un sistema electoral.
El sistema electoral, o sistema de votación, es un conjunto de normas que rigen el proceso de conversión de votos en escaños en una asamblea legislativa u otro órgano representativo. Define cómo se cuentan y distribuyen los votos para determinar qué candidatos o partidos políticos obtienen escaños. Estos sistemas pueden variar considerablemente de un país a otro, e incluso dentro de un mismo país para distintos niveles o tipos de elecciones. En función del sistema electoral utilizado, pueden obtenerse resultados electorales muy diferentes a partir de los mismos votos. El sistema electoral utilizado puede tener un impacto significativo en el panorama político de una nación. Por ejemplo, un sistema de votación proporcional puede fomentar una amplia diversidad de partidos políticos, mientras que un sistema de mayoría relativa o de dos vueltas puede favorecer la aparición de dos grandes partidos.
Definiciones clave
Existen dos tipos principales de sistema electoral: el sistema mayoritario y el sistema proporcional.
El sistema mayoritario, como su nombre indica, utiliza la regla de la mayoría como criterio para convertir los votos en escaños. En este sistema, el candidato o partido que obtiene más votos en una circunscripción obtiene el escaño o escaños disponibles en dicha circunscripción. Se trata de un sistema en el que sólo el candidato o partido más votado obtiene representación, aunque su porcentaje de votos sea inferior al 50%. Como consecuencia, el sistema mayoritario puede dar una representación desproporcionada a los partidos políticos más votados, mientras que los partidos más pequeños o menos populares pueden verse infrarrepresentados o no tener representación alguna. Este sistema es a menudo criticado por este motivo, ya que puede ser menos representativo de la diversidad de opiniones políticas de una población. Sin embargo, se utiliza a menudo porque es sencillo de entender y tiende a producir gobiernos estables con una mayoría clara. En un sistema mayoritario a dos vueltas, si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta (más del 50% de los votos) en la primera vuelta, se celebra una segunda vuelta entre los dos candidatos que hayan obtenido más votos en la primera. Este sistema se utiliza en muchos países, incluida Francia para las elecciones presidenciales.
El objetivo del sistema mayoritario, que otorga todos los escaños a la mayoría, es garantizar la estabilidad gubernamental. Los gobiernos formados con este sistema suelen tener una mayoría clara que les permite aplicar su programa sin verse obstaculizados por coaliciones heterogéneas o minorías de la oposición. Esta es una de las principales ventajas del sistema mayoritario: tiende a producir gobiernos fuertes que pueden tomar decisiones y actuar con eficacia. Sin embargo, como ya se ha mencionado, esta ventaja conlleva la desventaja de infrarrepresentar o no representar en absoluto a los partidos pequeños y a las minorías políticas. En otras palabras, aunque el sistema mayoritario favorece la gobernabilidad y la estabilidad, también puede conducir a una representación política menos diversa y menos proporcional. Se trata de una disyuntiva que suele debatirse en los debates sobre el diseño de los sistemas electorales.
El otro tipo de sistema es el proporcional, que, como su nombre también indica, distribuye los escaños más o menos en proporción a los votos emitidos. En un sistema de representación proporcional, los escaños se distribuyen en proporción al número de votos que ha obtenido cada partido. Así, si un partido obtiene el 30% de los votos, debería obtener alrededor del 30% de los escaños. La principal ventaja de este sistema es que ofrece una mejor representación de la diversidad de opiniones políticas entre los votantes. Los partidos pequeños, que podrían quedar excluidos en un sistema mayoritario, tienen la posibilidad de obtener escaños y participar en el proceso legislativo. El objetivo de este sistema es reflejar lo más fielmente posible la diversidad de opiniones políticas del electorado. Permite que una mayor variedad de partidos, incluidos los más pequeños, tengan representación en el gobierno. También significa que es menos probable que los resultados electorales estén dominados por uno o dos grandes partidos, como puede ocurrir en un sistema mayoritario.
El sistema mayoritario es un método de votación cuyo objetivo es lograr una mayoría clara y fuerte. En este sistema, el partido o coalición que obtiene más votos gana la mayoría de los escaños. Esto tiende a favorecer a los partidos más grandes, los que tienen una presencia significativa y pueden ganar la mayoría de los votos. En consecuencia, este sistema puede dar lugar a una sobrerrepresentación de los partidos mayoritarios, ofreciendo la posibilidad de gobernar con una mayoría más homogénea. El sistema proporcional, en cambio, adopta un enfoque diferente. Como su nombre indica, este sistema pretende distribuir los escaños en proporción a los votos emitidos por los electores. El objetivo es garantizar que los votos emitidos por los ciudadanos estén representados lo más fielmente posible.
En el sistema proporcional, los escaños se distribuyen en función del equilibrio de poder electoral en las urnas. Esto significa que el reparto de escaños intenta reflejar la cuota de votos obtenida por cada partido. Por lo tanto, a diferencia del sistema mayoritario, el sistema proporcional tiende a dar una representación más equilibrada, incluso a los partidos pequeños, reflejando con mayor exactitud la diversidad de preferencias políticas dentro del electorado. En resumen, mientras que el sistema mayoritario se centra en el criterio de la mayoría para asignar los escaños, favoreciendo a uno o unos pocos partidos, el sistema proporcional pretende distribuir los escaños en proporción a la fuerza electoral de cada partido, expresada en los votos. Cada uno de estos sistemas tiene sus propias ventajas e inconvenientes, y la elección entre ellos depende en gran medida de las preferencias y circunstancias políticas específicas de cada país.
Ley de Duverger
La ley de Duverger, formulada por el politólogo francés Maurice Duverger en 1951 en su libro "Les Partis politiques", es una teoría influyente en la ciencia política. Postula que el sistema electoral de un país tiene una gran influencia en su panorama político, en particular en el número de partidos políticos.
Según Duverger, un sistema electoral mayoritario tiende a producir un sistema político bipartidista. En otras palabras, favorece la aparición de dos grandes partidos políticos dominantes. Esto se debe a que en un sistema mayoritario, los partidos minoritarios tienen pocas posibilidades de conseguir escaños, lo que anima a los votantes a votar a los partidos más grandes y viables, creando una dinámica de "voto útil". Por el contrario, Duverger ha argumentado que un sistema electoral proporcional favorece un sistema político multipartidista. Dado que este sistema permite una representación más justa de los votos, da a los partidos más pequeños una oportunidad razonable de obtener escaños, lo que fomenta una mayor diversidad de partidos políticos.
La Ley de Duverger establece un vínculo directo entre el sistema electoral adoptado en un país o región y la configuración resultante del paisaje político. La ley es bastante simple:
- Un sistema electoral proporcional fomenta el multipartidismo. Esto significa que varios partidos comparten escaños en el parlamento, lo que refleja con mayor exactitud la distribución de los votos en las elecciones.
- Un sistema electoral mayoritario, en cambio, favorece a los grandes partidos, o incluso a un sistema bipartidista. Por lo tanto, ofrece una ventaja considerable a unos pocos partidos mayoritarios. Dependiendo del tipo de regla mayoritaria que se aplique, esto puede llevar incluso a un sistema bipartidista, en el que sólo dos partidos dominan el panorama político.
La ley de Duverger sugiere, por tanto, que la elección del sistema electoral puede tener un profundo impacto en la composición y la dinámica del paisaje político.
La ley de Duverger establece que en un sistema electoral mayoritario actúan dos mecanismos específicos para favorecer la aparición de unos pocos partidos mayoritarios, o incluso de un sistema bipartidista: un efecto mecánico y un efecto psicológico.
- El efecto mecánico: Este efecto se refiere a la forma en que el sistema electoral mayoritario traduce los votos en escaños. En tal sistema, el partido que obtiene el mayor número de votos en una circunscripción gana el escaño, independientemente de que ese partido haya obtenido sólo el 30% de los votos, por ejemplo. Todos los votos a otros partidos se "pierden" esencialmente. En consecuencia, este sistema tiende a sobrerrepresentar a los partidos más votados y a infrarrepresentar a los partidos más pequeños.
- El efecto psicológico: Este efecto se refiere a la forma en que los votantes anticipan el efecto mecánico y modifican su comportamiento de voto en consecuencia. Es probable que los votantes voten estratégicamente a uno de los partidos más grandes en lugar de "desperdiciar" su voto en un partido más pequeño que tiene pocas posibilidades de obtener un escaño. De este modo, el sistema electoral mayoritario fomenta un paisaje político dominado por unos pocos partidos grandes.
El efecto mecánico se refiere a la forma en que los votos se transforman en escaños. Con un sistema mayoritario, hay que alcanzar un umbral relativamente alto para ganar un escaño. En otras palabras, el sistema pone una barrera considerable que un partido debe superar para obtener representantes. El caso más extremo sería un sistema de mayoría absoluta, en el que un partido tiene que obtener más del 50% de los votos para conseguir un escaño. En este contexto, los grandes partidos parten con ventaja, ya que sólo ellos tienen la capacidad de reunir suficientes votos para superar este umbral de mayoría.
Un sistema mayoritario tiende a favorecer a los grandes partidos debido a la elevada barrera para obtener escaños. Por tanto, este sistema da mayor representación a los partidos con una base de apoyo más amplia, mientras que los partidos más pequeños, que pueden tener dificultades para superar este umbral, suelen estar infrarrepresentados. Esta sobrerrepresentación de los grandes partidos y la infrarrepresentación de los pequeños es una consecuencia directa del "mecanismo" inherente al sistema mayoritario.
El sistema "el ganador se lo lleva todo" es una característica del sistema mayoritario. En este sistema, el partido con más votos en una circunscripción gana todos los escaños de esa circunscripción. Por tanto, incluso una pequeña ventaja en votos puede suponer una gran diferencia en escaños. Este mecanismo favorece a los grandes partidos con una amplia base de apoyo, permitiéndoles ganar la mayoría de escaños aunque no obtengan la mayoría de votos. Esto lleva a una sobrerrepresentación de los partidos principales en detrimento de los partidos más pequeños, que pueden obtener un porcentaje significativo de los votos pero no el suficiente para ganar en circunscripciones individuales. Como resultado, estos partidos más pequeños a menudo se encuentran infrarrepresentados en relación con su cuota real de voto popular.
En un sistema electoral mayoritario, los votos de los partidos pequeños a menudo se "pierden" porque estos partidos no pueden alcanzar el umbral de mayoría necesario para ganar escaños. Esto ocurre porque, en este sistema, los escaños se conceden al partido o candidatos que hayan obtenido más votos en una circunscripción determinada, independientemente de si tienen o no mayoría absoluta. Si un partido pequeño no es el más popular en una circunscripción determinada, todos los votos que haya recibido en esa circunscripción no se traducirán en escaños. En consecuencia, esos votos se "pierden" de hecho. Este fenómeno se denomina a veces "desperdicio de votos", porque los votos a candidatos o partidos no ganadores no tienen ningún efecto en la asignación final de escaños. Este es el primer efecto mecánico, que se refiere a cómo se traducen los votos en escaños.
El efecto psicológico se deriva directamente del efecto mecánico. Los votantes y los partidos políticos anticipan cómo funcionará el sistema mayoritario y modifican su comportamiento en consecuencia. Por el lado de los partidos políticos, los partidos más pequeños pueden optar por no presentarse en determinadas circunscripciones si consideran que no tienen posibilidades de ganar frente a partidos más grandes. En su lugar, pueden optar por concentrar sus recursos en zonas en las que tengan una posibilidad más realista de ganar escaños. En cuanto a los votantes, algunos pueden ser reacios a votar a un partido pequeño si consideran que es un "desperdicio" de su voto, ya que ese partido tiene pocas posibilidades de ganar escaños en un sistema mayoritario. En consecuencia, pueden sentirse obligados a votar a un partido más grande, aunque no sea su primera opción. Este fenómeno suele denominarse "voto estratégico" o "voto útil". En ambos casos, el efecto psicológico contribuye a reforzar el predominio de los grandes partidos en un sistema mayoritario.
Los partidos pequeños, previendo su escasa probabilidad de éxito en un sistema mayoritario, pueden decidir no presentarse para ahorrar sus recursos para las batallas electorales en las que tienen más posibilidades de éxito. Este fenómeno, conocido como desinhibición partidista, tiende a reducir el número de partidos en liza, reforzando así el predominio de los grandes partidos. El mismo razonamiento se aplica a los votantes. Conscientes de que los partidos pequeños tienen pocas posibilidades de ganar, pueden decidir votar a un partido grande en lugar de a su primera opción para maximizar el impacto de su voto. Este "voto útil" también conduce a una concentración de votos en torno a los grandes partidos. Así, el efecto psicológico en un sistema mayoritario tiende a reforzar la sobrerrepresentación de los grandes partidos y a desalentar la competencia de los partidos más pequeños, contribuyendo a un sistema de partidos menos diverso.
El efecto psicológico disuade a los partidos pequeños de presentarse a las elecciones en un sistema mayoritario porque prevén que tendrán pocas posibilidades de éxito. Esto puede llevar a una concentración del panorama político en torno a unos pocos partidos grandes, reduciendo la diversidad política y limitando la capacidad de elección de los votantes. En este contexto, el sistema mayoritario tiende a favorecer la estabilidad en detrimento de la representatividad.
Este es el efecto del "voto útil" que se observa habitualmente en los sistemas mayoritarios. Los votantes tienden a votar a los partidos que tienen posibilidades reales de ganar, aunque no sean su primera opción. Esto se debe al temor a que su voto sea "desperdiciado" si votan a un partido pequeño que tiene pocas posibilidades de obtener un escaño. Esta anticipación conduce a menudo a un voto estratégico, en el que los votantes optan por apoyar a los grandes partidos en detrimento de los pequeños, amplificando el efecto psicológico que mencionas. Esto refuerza aún más el efecto del sistema mayoritario, favoreciendo a los partidos grandes y marginando a los pequeños.
El efecto psicológico del voto estratégico o "útil" acentúa la tendencia del sistema mayoritario a favorecer a los grandes partidos. Los electores, previendo que los partidos pequeños tienen pocas posibilidades de obtener escaños, tienden a votar a los partidos grandes, aunque éstos no sean necesariamente su primera opción. Este comportamiento contribuye a reforzar la posición de los grandes partidos en el sistema político, marginando a los pequeños. Como resultado, en un sistema electoral mayoritario, los partidos políticos pequeños y medianos tienen que superar importantes obstáculos para obtener una representación significativa.
Aunque la ley de Duverger proporciona un marco útil para comprender la influencia de los sistemas electorales en la estructuración del panorama político, es sólo un aspecto. Las culturas políticas, la historia, las condiciones económicas, las estructuras sociales y la actualidad son también factores que influyen en el sistema político y en los resultados electorales. Además, aunque la ley de Duverger establece una relación general entre los sistemas mayoritarios y los sistemas bipartidistas, y entre los sistemas proporcionales y los sistemas multipartidistas, existen muchas excepciones a esta regla. Por ejemplo, algunos países con un sistema mayoritario, como Canadá e India, tienen varios partidos políticos fuertes. En cambio, los países con un sistema proporcional, como Israel y los Países Bajos, tienen un gran número de partidos, a veces hasta el punto de dificultar la formación de gobiernos estables. Por lo tanto, es importante considerar la ley de Duverger como una herramienta de análisis, no como una regla absoluta. El sistema electoral es un elemento clave de cualquier sistema político, pero no debe considerarse aisladamente de los demás factores que influyen en la dinámica política de un país.
Suiza utiliza un sistema de representación proporcional para las elecciones al Consejo Nacional (la cámara baja del parlamento), lo que significa que los escaños se asignan a los partidos en proporción al número de votos que reciben. Este sistema favorece un panorama político diverso con muchos partidos. Para el Consejo de los Estados (la cámara alta del parlamento), sin embargo, la situación es un poco diferente. Cada cantón suizo (a excepción de seis semicantones) envía dos miembros al Consejo de los Estados, independientemente del número de habitantes. En la mayoría de los cantones, estos escaños se asignan según un sistema mayoritario, que puede favorecer a los partidos más grandes y consolidados. La combinación de estos dos sistemas -representación proporcional en el Consejo Nacional y sistema mayoritario en el Consejo de los Estados- contribuye a crear un panorama político complejo y diverso en Suiza. Fomenta la participación de una variedad de partidos, al tiempo que proporciona un cierto grado de estabilidad a través de la representación de los partidos más grandes y establecidos en el Consejo de los Estados.
Autres Facteurs Influant sur la Proportionnalité dans un Système Électoral Proportionnel
Nous avons beaucoup parlé du système proportionnel. En règle générale, un système proportionnel favorise le multipartisme, mais après, dans la grande catégorie des systèmes proportionnels, il y a toute une série de variations et de critères qui font que le système est plus ou moins proportionnel.
Même si tous les systèmes de représentation proportionnelle visent à répartir les sièges parmi les partis politiques en fonction du pourcentage des votes qu'ils reçoivent, les modalités exactes peuvent varier grandement, et ces variations peuvent avoir un impact significatif sur les résultats. L'un des principaux facteurs qui déterminent la "proportionnalité" d'un système électoral est le seuil électoral. Un seuil électoral est le pourcentage minimum des voix qu'un parti doit obtenir pour être éligible à l'attribution de sièges. Par exemple, dans certains pays, un parti doit obtenir au moins 5% des voix pour recevoir des sièges. Des seuils plus élevés tendent à réduire la proportionnalité d'un système en excluant les petits partis. Un autre facteur est la taille des circonscriptions. Dans les systèmes de représentation proportionnelle, chaque circonscription élit plusieurs députés. Plus la circonscription est grande (c'est-à-dire plus elle a de sièges à pourvoir), plus le système sera proportionnel, car un plus grand nombre de sièges permet une répartition plus fine des voix. Enfin, les différentes méthodes de calcul utilisées pour attribuer les sièges peuvent également influencer la proportionnalité. Des méthodes comme celle d'Hondt ou celle de Sainte-Laguë/Schepers sont utilisées pour convertir les votes en sièges, et chacune a ses propres caractéristiques qui peuvent favoriser les grands partis ou aider les petits partis. Ainsi, bien que tous les systèmes de représentation proportionnelle visent à représenter fidèlement les préférences des électeurs, les détails exacts du système peuvent avoir un impact significatif sur la manière dont les sièges sont répartis.
Donc, quels sont les autres facteurs qui déterminent le degré de proportionnalité dans un système traditionnel ? Le nombre de sièges disponibles dans une assemblée législative peut affecter la proportionnalité du système électoral. Plus il y a de sièges, plus il est possible d'avoir une représentation proportionnelle exacte des voix obtenues par chaque parti. Si le nombre de sièges est très limité, il se peut que des partis ayant reçu un nombre significatif de votes ne soient pas représentés, ce qui réduit la proportionnalité du système. Prenons un exemple. Supposons que nous avons un parlement avec 5 sièges et cinq partis se présentent aux élections, chacun obtenant respectivement 20 %, 25 %, 15 %, 30 % et 10 % des voix. Dans ce cas, même si tous les partis ont obtenu une part significative des voix, tous ne pourront pas être représentés dans le parlement de 5 sièges. Ainsi, le système est moins proportionnel que s'il y avait plus de sièges disponibles. À l'inverse, si le même parlement avait 100 sièges, chaque parti pourrait être représenté proportionnellement à son pourcentage de votes. Le parti ayant obtenu 20 % des voix aurait 20 sièges, celui ayant obtenu 25 % des voix aurait 25 sièges, et ainsi de suite. Cela donne une représentation beaucoup plus proportionnelle des votes.
Une autre question est de savoir s’il y a un quorum légal qui est prévu ? Le seuil électoral est un autre facteur clé qui peut influencer la proportionnalité d'un système électoral. Il s'agit d'un pourcentage minimum de votes qu'un parti doit obtenir pour être éligible à la répartition des sièges. En instaurant un seuil électoral, on peut réduire la fragmentation du parlement et faciliter la formation d'un gouvernement stable. Cependant, cela peut également conduire à une représentation moins proportionnelle. Les partis qui obtiennent moins de votes que le seuil fixé sont exclus de la répartition des sièges, même s'ils ont reçu un soutien significatif de l'électorat. Prenons l'exemple d'un seuil électoral de 5%. Si un parti obtient 4,9% des votes, il ne se verra attribuer aucun siège, malgré le soutien d'une part notable de l'électorat. Ainsi, une partie des votes n'est pas représentée dans le parlement, ce qui rend le système moins proportionnel. C'est pourquoi le choix d'un seuil électoral est toujours une question d'équilibre entre la volonté d'assurer une représentation proportionnelle et la nécessité de maintenir un parlement et un gouvernement stables.
Le quorum naturel est le seuil minimum de voix qu'un parti doit obtenir pour être éligible à un siège, dans un système proportionnel sans seuil électoral fixe. Il est déterminé par le nombre total de voix et le nombre de sièges à pourvoir. La formule pour calculer le quorum naturel est la suivante : Quorum naturel = (Nombre total de voix) / (Nombre de sièges à pourvoir + 1). Ce quorum naturel détermine le nombre minimum de voix nécessaires pour obtenir un siège. Par exemple, si nous avons 1000 voix au total et 10 sièges à pourvoir, le quorum naturel serait de 1000 / (10 + 1) = 90,9. Donc, un parti aurait besoin d'au moins 91 voix pour obtenir un siège.
La magnitude de la circonscription (ou district magnitude) est une variable importante dans un système électoral proportionnel. Elle fait référence au nombre de sièges disponibles dans une circonscription donnée. Plus la magnitude de la circonscription est élevée, plus la répartition des sièges sera proportionnelle aux votes reçus par chaque parti. En effet, une circonscription avec un grand nombre de sièges permet une meilleure représentation de la diversité des opinions exprimées par les électeurs. Par exemple, dans une circonscription avec 10 sièges, même un parti qui obtient 10 % des votes pourra obtenir un siège, reflétant ainsi de manière plus précise la diversité des opinions parmi les électeurs. À l'inverse, une circonscription de faible magnitude tend à réduire le caractère proportionnel de l'élection. Par exemple, dans une circonscription avec seulement 2 sièges, il est probable que seuls les deux partis les plus populaires obtiendront un siège, ce qui laisse les petits partis et leurs électeurs sans représentation. La Suisse est un bon exemple de cette dynamique, car elle dispose de circonscriptions de diverses magnitudes, allant de 1 (pour les demi-cantons) à 35 (pour le canton de Zurich). Par conséquent, le caractère proportionnel de l'élection peut varier considérablement d'une circonscription à l'autre.
Dans le contexte d'un système de vote proportionnel, le terme "quorum naturel" désigne le pourcentage minimal de votes qu'un parti doit obtenir pour espérer remporter un siège dans une circonscription donnée. Ce quorum naturel est intrinsèquement lié à la "magnitude de la circonscription", c'est-à-dire au nombre de sièges disponibles dans une circonscription. Plus la magnitude est faible (c'est-à-dire, moins il y a de sièges disponibles), plus le quorum naturel est élevé. Si, comme dans votre exemple, il n'y a que cinq sièges disponibles, le quorum naturel serait d'environ 16%. Cela signifie qu'un parti doit recevoir au moins 16% des votes pour avoir une chance de remporter un siège. Cela peut effectivement créer un obstacle pour les petits partis, qui pourraient avoir du mal à atteindre ce quorum, malgré l'utilisation d'un système de vote proportionnel. Il est important de noter que le quorum naturel ne garantit pas un siège; il donne simplement une estimation du seuil minimum de votes qu'un parti doit atteindre pour avoir une chance de remporter un siège. En réalité, l'attribution des sièges dépend également d'autres facteurs, tels que la distribution exacte des votes entre les partis.
Les systèmes proportionnels avec un quorum légal élevé (un pourcentage de votes minimal qu'un parti doit obtenir pour pouvoir accéder aux sièges) et/ou des quorums naturels importants (résultant de circonscriptions de petite taille avec un nombre limité de sièges) peuvent se comporter davantage comme des systèmes majoritaires. Dans ces conditions, l'effet de la proportionnalité est atténué, car les partis plus petits ont plus de difficulté à atteindre le quorum nécessaire pour obtenir des sièges. Les grands partis sont donc avantagés, ce qui se rapproche plus du comportement d'un système majoritaire où les plus grands partis ont tendance à être surreprésentés. C'est pourquoi le choix du système électoral, et les détails spécifiques de ce système (nombre de sièges par circonscription, existence de quorums légaux, etc.) ont un impact considérable sur la représentation politique. Ceux-ci peuvent influencer la diversité des partis et des candidats élus, la représentation des minorités et la facilité avec laquelle un parti donné peut obtenir une majorité au pouvoir.
En augmentant le quorum (le seuil minimum de votes qu'un parti doit atteindre pour obtenir un siège), le système électoral se rapproche davantage d'un système majoritaire. Cette augmentation du quorum rend plus difficile pour les petits partis d'obtenir des sièges, favorisant ainsi les plus grands partis. Ainsi, même dans un système qui est en théorie proportionnel, le fait d'avoir un quorum élevé ou de petites circonscriptions avec un nombre limité de sièges peut conduire à des résultats qui ressemblent plus à un système majoritaire. Cela illustre combien les détails spécifiques d'un système électoral peuvent avoir un impact significatif sur le paysage politique. Par exemple, dans une circonscription où il n'y a que trois sièges à pourvoir, un parti doit obtenir au moins 25% des voix pour obtenir un siège (quorum naturel de 25%). Dans ces conditions, les partis plus petits, qui ont du mal à atteindre ce seuil, sont désavantagés, et le système tend à favoriser les partis plus importants.
Le système électoral en Suisse
En Suisse, le système électoral pour le Conseil national (la chambre basse du Parlement fédéral suisse) est principalement proportionnel. Le nombre de sièges attribués à chaque canton est déterminé par la taille de sa population. Cependant, pour les cantons avec une seule représentation, le système devient majoritaire, car le candidat avec le plus grand nombre de voix remporte le seul siège disponible. Ainsi, la Suisse est un bon exemple de la façon dont un système électoral peut incorporer à la fois des éléments proportionnels et majoritaires, selon les circonstances spécifiques. Ce mélange peut aider à équilibrer les besoins de représentation proportionnelle (afin d'assurer que diverses perspectives sont représentées) et de stabilité gouvernementale (en favorisant les partis plus grands qui sont plus susceptibles de former des gouvernements stables).
Dans les cantons qui ont droit à un seul siège au Conseil national en Suisse, le système est de facto majoritaire. Le candidat qui reçoit le plus grand nombre de votes remporte le seul siège disponible, peu importe la marge par laquelle il ou elle l'emporte. C'est ce que l'on entend par un système "majoritaire" : le gagnant prend tout, même s'il ne reçoit pas la majorité absolue des votes. Il s'agit d'une situation unique à la Suisse, où le système fédéral et le respect de la représentation des cantons dans le gouvernement national ont conduit à cette combinaison de systèmes électoraux majoritaires et proportionnels. Cette disposition garantit que même les plus petits cantons ont une représentation au Conseil national, tout en assurant une représentation proportionnelle dans les cantons plus grands. C'est une illustration de la manière dont les systèmes électoraux peuvent être adaptés pour répondre aux besoins spécifiques d'un pays ou d'une région.
La Suisse utilise un système proportionnel pour élire les membres du Conseil national dans tous les cantons qui ont plus d'un siège. Les sièges sont répartis proportionnellement au nombre de votes que chaque parti reçoit. Chaque canton est considéré comme une circonscription électorale pour les élections du Conseil national, et le nombre de sièges que chaque canton a au Conseil national est déterminé par sa population. Les cantons les plus peuplés ont plus de sièges que les cantons moins peuplés. En plus de cela, il est important de mentionner que la Suisse utilise un système électoral mixte pour le Conseil des États, la chambre haute du Parlement suisse. Chaque canton élit deux représentants au Conseil des États, à l'exception des demi-cantons qui élisent un représentant chacun. Le mode d'élection pour ces sièges varie en fonction du canton, certains utilisant un système majoritaire, tandis que d'autres utilisent un système proportionnel. En somme, la Suisse présente un bon exemple de système électoral complexe, qui combine à la fois des éléments de représentation proportionnelle et majoritaire, tout en prenant en compte les particularités régionales.
La Suisse, grâce à son système de représentation proportionnelle pour le Conseil national, permet une plus grande diversité de représentation politique. Cela signifie qu'un large éventail de partis, même ceux qui ont une base d'électeurs plus petite, a la possibilité d'obtenir des sièges. En particulier, dans les cantons plus grands avec un nombre plus élevé de sièges disponibles, la représentation est plus diverse. Les partis qui ne peuvent pas atteindre une majorité absolue ont toujours la possibilité de gagner des sièges. Cela encourage la diversité des points de vue représentés et favorise le multipartisme. En revanche, dans les cantons plus petits avec un nombre de sièges limité, le système peut se rapprocher plus d'un système majoritaire, avec les sièges étant généralement remportés par les plus grands partis. Le système de représentation proportionnelle de la Suisse permet une représentation équitable des diverses opinions politiques à travers le pays, favorisant ainsi le multipartisme.
Dans les petits cantons qui n'ont qu'un seul siège, le système électoral fonctionne sur une base majoritaire, ce qui tend à favoriser les plus grands partis. Étant donné qu'il n'y a qu'un seul siège disponible, la compétition est généralement limitée à quelques-uns des partis les plus importants dans ces cantons. Cela peut entraîner une offre électorale plus restreinte, car moins de partis ont la possibilité d'obtenir une représentation. Ce contexte encourage une compétition principalement entre les grands partis, conduisant à un système de gouvernance qui peut sembler plus restreint ou concentré par rapport aux cantons avec un système proportionnel et une plus grande diversité de représentation politique.
Dans les systèmes majoritaires, en particulier ceux avec un seul siège disponible, les partis politiques peuvent souvent augmenter leurs chances de succès en formant des coalitions ou des alliances avec d'autres partis. Dans un système majoritaire, la "stratégie du plus grand parti" est souvent la plus efficace pour remporter des élections. Par conséquent, les partis plus petits peuvent choisir de se regrouper pour augmenter leur influence. En unissant leurs forces, ils peuvent atteindre un plus grand nombre d'électeurs et ainsi augmenter leur chance d'obtenir le siège. Ces alliances sont souvent basées sur des idéologies politiques communes ou sur des objectifs partagés. Elles peuvent être formelles, avec des accords précis sur les politiques et les candidatures, ou informelles, basées sur des soutiens ad hoc pour certaines questions ou candidats. Cette stratégie permet aux partis de travailler ensemble pour maximiser leur impact politique dans un système qui favorise généralement les plus grands partis.
Le système majoritaire à deux tours est souvent utilisé pour les élections au Conseil des États en Suisse. Dans ce système, les candidats doivent obtenir la majorité absolue (plus de 50% des votes) lors du premier tour de scrutin pour être élus. Si aucun candidat n'atteint cette majorité, un second tour est organisé. Lors du second tour, les candidats qui ont obtenu les deux premières places lors du premier tour sont généralement ceux qui s'affrontent. Le second tour fonctionne souvent selon le principe du "plurality voting" (ou scrutin majoritaire à un tour), où les candidats qui reçoivent le plus grand nombre de votes gagnent, même s'ils n'ont pas atteint la majorité absolue. Ce système est conçu pour garantir que les candidats élus bénéficient d'un soutien large et majoritaire. Cependant, il peut également mener à un bipartisme, car les électeurs peuvent être incités à voter "stratégiquement" pour l'un des deux principaux candidats pour éviter que leur vote n'aille à un candidat qui a peu de chances de gagner. En Suisse, il est intéressant de noter que même si le système majoritaire est utilisé pour les élections au Conseil des États, le pays conserve néanmoins un système multipartite robuste, en partie grâce à la diversité des systèmes électoraux utilisés dans différents contextes.
Les systèmes majoritaires favorisent généralement les grands partis car ils ont besoin d'une majorité (ou d'une pluralité lors du second tour) pour gagner. Cela a tendance à décourager les petits partis de se présenter car ils ont généralement moins de chances de gagner. De plus, les électeurs peuvent être moins enclins à voter pour un petit parti par crainte de "gaspiller" leur vote sur un candidat qui a peu de chances de gagner. Ce phénomène, souvent appelé le "vote utile", peut renforcer encore davantage la position des grands partis.
Le système politique suisse utilise une combinaison de systèmes électoraux, en fonction du niveau de gouvernement et de la chambre du parlement. Pour le Conseil national (la chambre basse), le système est généralement proportionnel, ce qui tend à favoriser une représentation plus large des partis politiques, y compris les plus petits. En revanche, pour le Conseil des États (la chambre haute), un système majoritaire est généralement utilisé. Cela tend à favoriser les partis les plus importants, car un candidat doit obtenir la majorité des votes pour être élu. C'est un exemple intéressant de la façon dont un pays peut utiliser différents systèmes électoraux pour atteindre différents objectifs. Le système proportionnel du Conseil national peut permettre une représentation plus large et plus diversifiée des opinions politiques. En revanche, le système majoritaire du Conseil des États peut favoriser la stabilité et la capacité à prendre des décisions, car il est généralement plus facile pour un petit nombre de partis importants de former un gouvernement ou de prendre des décisions. Cela montre qu'il n'y a pas de "meilleur" système électoral en soi, mais plutôt que le système le plus approprié dépend des objectifs spécifiques et du contexte d'un pays donné.
Même si le système est techniquement proportionnel dans les cantons de Neuchâtel et de Jura pour le Conseil des États, le fait qu'il n'y ait que deux sièges disponibles crée un quorum naturel, ce qui signifie qu'un parti doit obtenir presque un tiers des voix pour remporter un siège. Cela rend plus difficile pour les petits partis d'obtenir une représentation, même dans un système techniquement proportionnel. Ce point souligne une réalité importante des systèmes électoraux : le système de vote formel (proportionnel, majoritaire, etc.) est une caractéristique importante, mais ce n'est pas la seule chose qui détermine comment les votes sont traduits en sièges. D'autres facteurs, comme le nombre de sièges disponibles, le nombre de candidats en lice, et même des facteurs non électoraux comme la culture politique locale, peuvent également jouer un rôle significatif. En fin de compte, le système électoral d'un pays ou d'une région est souvent le produit de son histoire politique unique, ainsi que des objectifs spécifiques qu'il cherche à atteindre en matière de représentation politique.
Les conséquences du système électoral
Quelles sont les conséquences de ces deux types de scrutins, de ces deux chambres qui sont élues selon un système tellement différent dans une chambre et dans l’autre ?
Les conséquences se voient visuellement. Si on admet que cette projection est fidèle à la réalité, au Conseil national, l’UDC domine très nettement, l’UDC a 29% des voies, mais 32% des sièges. Viennent après le parti socialiste, le PLR et le PDC. Ce qui frappe est le contraste entre la force en sièges de l’UDC au Conseil national et sa force en siège au Conseil des États. Là où l’UDC a 32% des sièges au national, il va avoir environ 15% de sièges au Conseil des États. C’est un contraste considérable de forces parlementaires pour un parti.
Cela illustre parfaitement la manière dont le système électoral peut influencer la répartition des sièges. Dans un système de représentation proportionnelle comme celui du Conseil national, les partis plus petits peuvent obtenir une plus grande représentation. Cela permet à l'UDC, avec un grand soutien populaire, d'obtenir une part significative des sièges. En revanche, dans le système majoritaire du Conseil des États, deux candidats seulement sont élus par canton, ce qui tend à favoriser les plus grands partis. Même si l'UDC a un soutien significatif, elle peut ne pas obtenir la majorité nécessaire pour remporter un siège dans chaque canton. Cela peut conduire à une sous-représentation du parti au Conseil des États par rapport à son niveau de soutien populaire. La différence de représentation de l'UDC entre le Conseil national et le Conseil des États illustre l'impact du système électoral sur la répartition des sièges. Il montre également comment les systèmes électoraux peuvent être conçus pour équilibrer la représentation entre différents partis et régions, en veillant à ce qu'aucun parti ou région ne soit trop dominant.
Il y a la situation inverse pour les deux partis de la droite modérée. Le PLR et le PDC font respectivement 17% et 13% de sièges au national, mais qui ont 26% et 28% des sièges du Conseil des États. Ces deux partis sont beaucoup plus forts en sièges au Conseil des États qu’ils ne le sont au Conseil national. Ces différences sont en bonne partie du au système électoral et au découpage en circonscriptions existant en Suisse.
Ces variations dans la représentation des partis politiques entre le Conseil national et le Conseil des États sont principalement dues à la différence des systèmes électoraux. Le système de représentation proportionnelle au Conseil national permet à un plus grand nombre de partis, y compris les plus petits, d'obtenir une représentation. Cependant, le système majoritaire du Conseil des États favorise les partis les plus importants ou ceux qui ont une forte présence locale. Le PLR et le PDC, en tant que partis de droite modérée, pourraient être plus susceptibles de remporter un siège dans ce système. Ils peuvent être en mesure de recueillir des voix d'électeurs modérés qui pourraient ne pas soutenir un parti plus à droite comme l'UDC. C'est donc une illustration parfaite de la façon dont le système électoral peut influencer le paysage politique et la répartition des sièges dans le parlement. Il montre aussi comment des facteurs comme le découpage en circonscriptions peuvent avoir un impact sur les résultats électoraux. Les différences entre les systèmes électoraux peuvent ainsi favoriser une plus grande diversité de partis et de points de vue représentés au parlement.
Dans un système majoritaire comme celui du Conseil des États, les partis aux idées plus radicales ou plus polarisantes, comme l'UDC, peuvent avoir du mal à obtenir des sièges. Comme le système exige une majorité des votes pour obtenir un siège, un parti qui a une base de soutien solide mais pas majoritaire peut finir par être sous-représenté. Dans ce système, les partis doivent souvent attirer un large éventail de soutiens pour remporter un siège. Cela contraste avec le système proportionnel du Conseil national, où les partis peuvent obtenir des sièges en proportion de leur part des votes. Dans ce système, un parti comme l'UDC peut obtenir une représentation relativement élevée sans avoir à obtenir une majorité des votes. Il est donc clair que le système électoral peut avoir un impact significatif sur la représentation des différents partis dans les institutions politiques.
Pourquoi est-ce que l’UDC réussit si bien au Conseil national et si mal au Conseil des États ? Qu’est-ce qui explique que l’UDC ait une telle différence de succès dans une chambre et dans l’autre ?
Le profil très marqué de l’UDC, sa radicalisation à droite est une arme à double tranchant comme expliqué dans l’article Les deux principales causes de la sous-représentation de l'UDC dans les gouvernements cantonaux : un profil trop marqué et des sections insuffisamment établies du professeur Pascal Sciarini[1]. L'article du professeur Pascal Sciarini met l'accent sur le fait que l'UDC, en raison de son positionnement très marqué à droite et de son profil radical, peut avoir des difficultés à attirer un soutien plus large nécessaire pour remporter des sièges dans des systèmes majoritaires. Il souligne également l'importance de la présence locale et de l'organisation des sections du parti dans les cantons. Les sections locales sont essentielles pour mobiliser les électeurs, organiser des campagnes électorales et maintenir une présence continue et visible du parti au niveau local. Si ces sections ne sont pas suffisamment établies ou organisées, cela peut également limiter la capacité du parti à obtenir des sièges, en particulier dans un système majoritaire où le soutien local direct est crucial. Le cas de l'UDC illustre ainsi les défis auxquels peuvent être confrontés les partis à la fois radicaux et populistes dans des systèmes politiques où le soutien large et la présence locale sont des facteurs clés pour obtenir des sièges au pouvoir.
Dans un système proportionnel, il est avantageux pour un parti d'avoir un profil clairement défini et distinct des autres partis. Cela permet au parti de mobiliser efficacement sa base électorale, car les électeurs ont une idée claire de ce que représente le parti et de ce qu'ils soutiennent. Dans un système de représentation proportionnelle, chaque voix compte car le nombre de sièges qu'un parti obtient est directement proportionnel au pourcentage de voix qu'il reçoit. Ainsi, un parti avec un profil très marqué, comme l'UDC, peut faire campagne de manière agressive et mobiliser efficacement ses électeurs pour obtenir un maximum de voix. En revanche, dans un système majoritaire, le parti doit être capable d'obtenir une majorité de voix dans une circonscription donnée pour gagner des sièges. Dans ce contexte, un profil trop marqué peut se révéler moins avantageux si cela signifie que le parti ne parvient pas à rassembler un soutien suffisant au-delà de sa base électorale la plus fidèle.
Par contre, dans une élection au système majoritaire où il faut être soit un très grand parti, soit être capable de faire des alliances et de « ratisser large », c’est-à-dire aller chercher des voies au-delà de son propre parti. Dans un système électoral majoritaire, un parti politique doit souvent obtenir un soutien plus large pour gagner des sièges. Cela peut signifier qu'il doit faire appel à des électeurs au-delà de sa base de soutien la plus fidèle, en cherchant à gagner des votes parmi ceux qui pourraient normalement soutenir un autre parti. C'est pourquoi il peut être avantageux pour un parti d'avoir une plate-forme politique plus modérée ou plus centriste dans un système majoritaire, car cela peut lui permettre d'attirer un plus grand nombre d'électeurs. De plus, dans un système majoritaire, les partis peuvent être obligés de former des coalitions ou des alliances avec d'autres partis pour obtenir une majorité de sièges. Cela peut nécessiter des compromis politiques, et les partis à la ligne dure ou avec un profil très marqué peuvent avoir plus de mal à trouver des partenaires de coalition. Ainsi, alors qu'un profil politique très marqué peut être avantageux dans un système de représentation proportionnelle, il peut être un handicap dans un système majoritaire.
Dans un système électoral majoritaire, avoir des positions politiques rigides ou extrêmes peut rendre difficile pour un parti de gagner des sièges. Cela peut être dû à plusieurs raisons:
- Difficulté à attirer un large électorat : Un parti avec des positions très marquées peut avoir du mal à "ratisser large", c'est-à-dire à attirer des électeurs qui ne partagent pas ses positions radicales. Dans un système majoritaire, un parti doit généralement attirer un soutien bien au-delà de sa base de soutien la plus fidèle pour remporter une élection.
- Difficulté à former des alliances : Les partis qui ont des positions extrêmes ou qui sont perçus comme intransigeants peuvent également avoir du mal à former des alliances avec d'autres partis. Dans de nombreux systèmes majoritaires, les partis doivent souvent former des coalitions pour obtenir une majorité de sièges. Si un parti a des positions très tranchées et refuse de faire des compromis, il peut être difficile pour lui de trouver des partenaires de coalition.
- Candidats à profil élevé : De plus, si les candidats d'un parti ont eux-mêmes des positions très marquées, cela peut également limiter leur capacité à gagner des voix en dehors de leur propre parti. Les candidats qui sont perçus comme extrêmes peuvent avoir du mal à attirer des électeurs modérés, ce qui peut limiter leurs chances de succès dans une élection majoritaire.
Cela ne veut pas dire qu'un parti avec un profil très marqué ne peut pas réussir dans un système majoritaire, mais cela peut rendre le succès plus difficile. Dans ce contexte, l'UDC semble rencontrer des difficultés à gagner des sièges au Conseil des États, en raison de son profil politique très marqué.
Un parti comme l’UDC qui a un profil très marqué n’est pas capable de « ratisser large ». Il est difficilement capable de faire alliance puisqu’il a des positions tellement dures qu’il se fâche avec a peu près tout le monde est donc cela est difficile pour les autres partis de faire alliance avec l’UDC sachant que l’UDC n’arrête pas de les dénigrer. Donc, cela limite les possibilités d’alliance pour ce parti et une alliance est importante pour franchir la cape majoritaire, et en plus, les candidats de l’UDC souvent sont eux-mêmes très marqués comme le parti et donc ces candidats individuellement en sont pas tellement capables d’aller chercher des voies en dehors de leur propre parti limitant fortement leur chance de succès.
Les deux partis de la droite modérée à savoir le Parti libéral radical et le Parti démocrate chrétien sont dans une configuration exactement inverse à celle de l’UDC. Ces deux partis sont fortement surreprésentés au Conseil des États par rapport à leur force électorale réelle. Le PLR est environ 16% de l’électorat et le PDC est environ 14% de l’électoral. Ils sont beaucoup plus forts et surreprésentés au Conseil des États.
le Parti libéral radical (PLR) et le Parti démocrate chrétien (PDC) bénéficient du système majoritaire utilisé pour l'élection du Conseil des États en Suisse, malgré le fait qu'ils ne recueillent pas une grande partie des voix à l'échelle nationale. Voici quelques raisons potentielles à cette sur-représentation:
- Ratisser large : Dans un système majoritaire, un parti a besoin de "ratisser large", c'est-à-dire d'attirer des électeurs de différents horizons politiques pour gagner. Les partis modérés sont généralement mieux placés pour le faire, car leurs positions politiques sont susceptibles d'être plus acceptables pour un plus grand nombre d'électeurs.
- Alliances : Les partis modérés peuvent également être plus enclins à former des alliances avec d'autres partis. Cela peut leur donner un avantage dans les élections majoritaires, où il est souvent nécessaire d'obtenir une majorité de sièges pour pouvoir gouverner.
- Candidats modérés : Les candidats des partis modérés sont également susceptibles d'être plus attrayants pour un plus grand nombre d'électeurs. Dans un système majoritaire, les électeurs doivent souvent choisir le "moindre mal" parmi les candidats, et les candidats modérés peuvent donc être plus attrayants pour ceux qui se situent au centre de l'échiquier politique.
En résumé, le PLR et le PDC, grâce à leur modération et à leur capacité à nouer des alliances, semblent être capables de capitaliser sur le système majoritaire en place pour le Conseil des États en Suisse, ce qui leur permet d'obtenir une représentation supérieure à leur proportion de l'électorat national.
La raison est que ces deux partis, lors d’une élection majoritaire sont favorisés, ils ont un avantage parce qu’ils ont une position relativement centraliste qui leur permet de faire des alliances (1) entre eux ou avec d’autres partis de la droite modérée, cela permet à ces partis de présenter des candidats qui sont capables d’aller glaner des voies bien au-delà de leur propre camp électoral (2). Le PDC et le PDR sont largement capables de faire des alliances parce que leur profil modéré est un atout pour faire alliance avec le centre droit et même la droite un peu plus dure, et d’autre part, ces partis sont capables de présenter des candidats qui vont aller glaner des voies bien au-delà de leur propre parti. C’est la recette à succès pour une élection au système majoritaire.
En revanche, ces partis paient un certain prix pour cette stratégie lorsqu'il s'agit d'élections proportionnelles. En raison de leur modération, ils peinent à se démarquer dans un contexte politique polarisé entre une gauche dure et une droite dure. Leur discours modéré a du mal à se faire entendre et à mobiliser les électeurs dans ce contexte. C'est une situation qui est exactement inverse à celle de l'UDC. Ils ont du mal dans les élections proportionnelles, mais tirent pleinement parti du système majoritaire.
L'écart de succès des partis politiques dans les élections au Conseil national par rapport au Conseil des États a des implications directes pour l'activité législative du parlement. En Suisse, les deux chambres ont exactement les mêmes prérogatives. Cela signifie qu'elles doivent toutes deux s'accorder sur le même texte de loi. Aucune loi ne peut être adoptée en Suisse tant qu'elle n'a pas été approuvée dans le même contenu par les deux chambres. Ce système bicaméral suisse, où les deux chambres - le Conseil national et le Conseil des États - ont les mêmes prérogatives, s'inscrit dans le concept de l'équilibre des pouvoirs, élément essentiel du système démocratique suisse. Cela signifie que pour qu'un projet de loi soit adopté, il doit être approuvé dans le même contenu par les deux chambres. Chaque chambre examine, modifie éventuellement et vote sur le texte de loi. Si les deux chambres ne sont pas d'accord sur le texte, le projet de loi est renvoyé d'une chambre à l'autre pour examen et vote jusqu'à ce qu'un consensus soit atteint. Ce processus est connu sous le nom de navette parlementaire. Le fait que le succès des partis politiques varie considérablement entre le Conseil national et le Conseil des États a donc des implications majeures pour la législation. Par exemple, un parti politique qui est bien représenté au Conseil national, mais pas au Conseil des États, peut trouver plus difficile de faire adopter des lois qui reflètent ses priorités et ses politiques. Cela peut conduire à des compromis ou à des impasses politiques. D'un autre côté, un parti qui a une forte représentation dans les deux chambres pourrait avoir une influence significative sur la législation. Cela peut créer une situation où la minorité dans une chambre a un pouvoir de blocage sur la législation, ce qui peut conduire à des impasses politiques.
Les différences de composition entre le Conseil national et le Conseil des États, notamment avec une forte présence de l'UDC au Conseil national et une représentation moindre au Conseil des États, contre un fort positionnement du PLR et du PDC au Conseil des États mais un poids moindre au Conseil national, peuvent engendrer des divergences de priorités politiques. Ces différences de majorités politiques dans les deux chambres peuvent en effet conduire à des tensions lorsque les deux chambres travaillent à élaborer et à approuver la législation. Dans ce contexte, la prochaine législature pourrait voir une augmentation des tensions entre les deux chambres. Les textes de loi produits peuvent refléter les différentes préférences politiques des majorités au sein de chaque chambre, ce qui pourrait entraîner des difficultés pour parvenir à un accord sur les textes législatifs. Dans une telle situation, le processus de navette parlementaire, où le texte d'un projet de loi est envoyé d'une chambre à l'autre jusqu'à ce qu'un accord soit trouvé, peut s'avérer plus complexe et plus long. Il pourrait y avoir davantage de débats et de négociations pour arriver à un compromis satisfaisant pour les deux chambres. De telles tensions peuvent aussi avoir des implications plus larges pour la politique suisse, en affectant le rythme du processus législatif et en mettant en évidence les divisions entre les différentes forces politiques. Cependant, cela fait également partie de la nature du système politique suisse qui encourage le débat, la représentation équilibrée et le consensus.
Les mécanismes de navette parlementaire, qui permettent un échange constant entre les deux chambres, servent précisément à faciliter la recherche d'un consensus. Dans le cas où un accord ne peut être atteint, une commission de conciliation peut être formée pour tenter de résoudre les divergences. Cette commission est généralement composée de membres des deux chambres et travaille à proposer un texte de compromis. Cependant, malgré ces mécanismes, il est tout à fait possible que les tensions entre les deux chambres puissent mener à des impasses législatives. Si les divergences sont trop grandes et que chaque chambre reste fermement attachée à sa position, il peut être difficile, voire impossible, de parvenir à un accord sur un texte de loi. Ce type de blocage n'est pas fréquent dans le système législatif suisse, qui vise généralement le consensus et le compromis. Cependant, étant donné les divergences de composition et de préférences politiques entre les deux chambres, le risque d'une telle situation peut être accru. Dans de tels cas, la loi en question peut être mise en attente ou retirée, et des négociations supplémentaires peuvent être nécessaires pour résoudre le blocage. Ce genre de situation peut aussi inciter à une réflexion plus large sur les enjeux politiques en cause et sur la manière dont le système législatif peut mieux fonctionner pour éviter de telles impasses à l'avenir.
Les systèmes électoraux et les règles qu'ils mettent en place ont des répercussions profondes sur le paysage politique d'un pays. En Suisse, où l'on a un système bicaméral parfait, ces règles ont un impact direct et concret sur l'activité législative. Dans le cas de la Suisse, les élections pour le Conseil National (chambre basse) sont conduites sous un système de représentation proportionnelle, ce qui favorise une représentation diverse et équilibrée des partis. Par contre, les élections pour le Conseil des États (chambre haute) sont en majorité menées sous un système majoritaire, ce qui favorise les partis établis et de grande taille. Ces systèmes différents produisent des assemblées avec des compositions politiques variées. Par conséquent, ils peuvent avoir des priorités, des orientations et des visions différentes pour le pays. Quand il s'agit de légiférer, ces deux chambres doivent s'entendre sur un texte identique pour que la loi soit adoptée, ce qui peut mener à des négociations, des compromis, voire des conflits. En d'autres termes, le choix du système électoral a des conséquences significatives sur la gouvernance, la législation et la politique en général. En somme, le bicamérisme parfait de la Suisse, combiné à ses règles électorales distinctes pour chaque chambre, met en lumière les dynamiques intéressantes et complexes de la politique et de la législation dans un système démocratique.
Structure des Clivages Politiques
On entend souvent parler de clivage comme, par exemple, le röstigraben qui est le clivage linguistique en Suisse entre la Suisse romande et la Suisse alémanique, on parle parfois de clivage ville – campagne. Qu’est-ce que cela est ?
Définition du Clivage Politique
Stefano Bartolini et Peter Mair, dans leur livre "Identity, Competition, and Electoral Availability" (1990), ont défini le clivage politique selon trois conditions clés. Il est important de noter que selon leur perspective, toutes les trois conditions doivent être présentes pour qu'un véritable clivage politique puisse être identifié :
- La composante structurelle empirique d'un clivage politique fait référence à des différences tangibles et observables au sein de la société. Ces différences peuvent être basées sur des caractéristiques sociodémographiques, culturelles, linguistiques ou économiques. Dans le contexte suisse, ces différences sont manifestes dans la diversité linguistique et culturelle du pays. Par exemple, la distinction entre les populations de langue allemande (alémaniques) et de langue romanche (romans) est une différence observable et tangible. De même, les divergences religieuses, les distinctions de classe sociale, ou encore les différences régionales peuvent également être des marqueurs empiriques de clivages sociaux ou culturels. Ces divisions, lorsqu'elles se traduisent par des conflits politiques persistants et sont associées à des identités de groupe distinctes, peuvent donner lieu à des clivages politiques majeurs, affectant la configuration du paysage politique et le processus de prise de décision.
- La composante culturelle-normative est un élément essentiel pour la formation d'un clivage politique. Elle fait référence aux différences distinctes dans les croyances, valeurs et préférences entre divers groupes au sein d'une société. Ces différences doivent être suffisamment fortes et distinctes pour créer une division ou un conflit potentiel entre ces groupes. Dans le contexte suisse que vous évoquez, si les groupes de langue allemande (alémaniques) et de langue romanche (romans) avaient exactement les mêmes croyances, valeurs et préférences, il n'y aurait pas de potentiel pour un clivage politique basé sur la différence linguistique. C'est la distinction dans les préférences et les valeurs qui permet à un clivage potentiel de se manifester. Cependant, il est important de noter que même si ces deux conditions - une composante structurelle empirique et une composante culturelle-normative - sont remplies, un clivage politique ne se manifestera pas nécessairement. Il existe une troisième composante nécessaire pour la formation d'un clivage politique.
- La composante politico-organisationnelle est essentielle pour rendre un clivage politique manifeste. Cela signifie qu'un parti politique ou une autre organisation doit reconnaître, articuler et mobiliser autour de ce clivage. Sans une telle entité pour mettre en lumière et politiser le clivage, celui-ci restera simplement un potentiel latent sans répercussions manifestes. En reprenant l'exemple suisse, si on se réfère strictement à cette définition, le clivage linguistique n'existe pas réellement en tant que clivage politique. En effet, il n'existe pas de parti politique ou d'organisation en Suisse qui s'est explicitement constitué pour défendre les intérêts de la Suisse romande contre la majorité alémanique, ou vice versa. Ainsi, bien qu'il y ait des différences empiriques et culturelles-normatives entre ces groupes linguistiques, le clivage n'est pas rendu manifeste sur la scène politique. a Lega dei Ticinesi constitue une exception notable dans ce contexte. Cette formation politique, établie dans le canton du Tessin, a été fondée en partie pour défendre les intérêts de la minorité italophone face à la politique centralisée de Berne. Cela montre bien comment une entité organisée peut rendre un clivage politique manifeste. Cependant, hormis cet exemple, on peut dire qu'il n'existe pas de clivage linguistique, au sens strict du terme, dans le paysage politique suisse. Certes, lors de votations populaires, les différences de préférences entre les communautés linguistiques peuvent devenir évidentes, mais il n'existe pas d'organisation ou de parti politique qui se consacre à l'articulation et à la mobilisation autour de ce clivage. Cela démontre à quel point la composante politico-organisationnelle est essentielle pour transformer un clivage potentiel en un clivage politique manifeste.
La littérature en science politique distingue généralement deux types de clivages : les clivages traditionnels et les clivages modernes ou récents.
- Les clivages traditionnels : Ils sont généralement liés à des conflits historiques de longue date dans la société. Les plus courants sont le clivage gauche-droite, qui concerne principalement des questions économiques et sociales, et le clivage confessionnel, entre catholiques et protestants par exemple. En Europe, un autre clivage traditionnel oppose le centre à la périphérie, c'est-à-dire les zones urbaines et industrialisées aux zones rurales et agricoles.
- Les clivages modernes ou récents : Ces clivages sont apparus plus récemment, à mesure que les sociétés se sont complexifiées et que de nouvelles questions sont devenues politiquement importantes. Le clivage le plus notable est sans doute celui entre les "gagnants" et les "perdants" de la mondialisation. Il y a également le clivage entre les partisans de l'intégration européenne et ses opposants. Un autre exemple est le clivage sur les questions environnementales, avec d'un côté les partisans d'une transition écologique radicale et de l'autre ceux qui sont plus réticents à changer le statu quo. Ces clivages modernes sont généralement plus fluides et moins stables que les clivages traditionnels.
Ces deux types de clivages coexistent souvent au sein d'une même société et peuvent se superposer ou entrer en conflit. Leur importance relative et la façon dont ils sont exprimés varient d'un pays à l'autre et peuvent évoluer avec le temps.
Seymour Martin Lipset et Stein Rokkan ont été parmi les premiers chercheurs à s'intéresser systématiquement aux clivages politiques et à leur impact sur les systèmes de partis. Dans leur ouvrage classique "Party Systems and Voter Alignments: Cross-National Perspectives" publié en 1967, ils ont développé une théorie des clivages qui a eu une grande influence sur la recherche en science politique.
Selon Lipset et Rokkan, les clivages politiques sont le produit de conflits historiques majeurs qui ont marqué la structuration des sociétés. Ils identifient quatre clivages principaux qui ont façonné les systèmes de partis européens :
- Le clivage Centre-Périphérie, qui oppose le centre politique et économique du pays à ses régions périphériques. Ce clivage est souvent lié à des questions de centralisation versus autonomie régionale.
- Le clivage Eglise-Etat, qui met en opposition les forces laïques et les forces religieuses. Ce clivage est lié à des questions comme le contrôle de l'éducation et le rôle de la religion dans la vie publique.
- Le clivage Ville-Campagne, qui reflète les différences entre les zones urbaines industrialisées et les zones rurales agricoles.
- Le clivage Travail-Capital, qui oppose la classe ouvrière et la bourgeoisie autour de questions économiques et sociales.
Lipset et Rokkan soutiennent que ces clivages ont eu un impact durable sur les systèmes de partis, et qu'ils ont "gelé" la structure de ces systèmes pour une longue période. Cette théorie du "gel des clivages" a été largement débattue et modifiée depuis, mais elle reste une référence majeure dans l'étude des clivages et des systèmes de partis.
Seymour Martin Lipset et Stein Rokkan ont proposé une théorie suggérant quatre clivages majeurs ayant façonné les systèmes politiques européens, y compris la Suisse. Ces clivages historiques sont religieux, centre-périphérie (également perçu comme linguistique en Suisse), classe et ville-campagne, et ont grandement influencé la formation des partis politiques.
Le premier clivage, le clivage religieux, se manifeste clairement en Suisse par les tensions historiques entre les catholiques et les protestants. Ces deux groupes ont souvent démontré des préférences politiques distinctes, façonnant ainsi le paysage politique du pays. Ensuite, nous avons le clivage centre-périphérie, également reconnu comme clivage linguistique en Suisse. Ce clivage est lié aux différences culturelles et linguistiques entre les différentes régions de la nation. Par conséquent, on peut observer des variations dans les préférences politiques entre les cantons germanophones, francophones et italophones. Le clivage de classe, commun à de nombreux pays européens, est également présent en Suisse. Il symbolise les tensions historiques entre les travailleurs et les classes supérieures, souvent exprimées à travers l'opposition des partis socialistes ou de gauche aux partis conservateurs ou de droite. Finalement, le clivage ville-campagne se distingue par des différences de préférences politiques entre les zones urbaines, généralement plus progressistes, et les zones rurales, qui sont souvent plus conservatrices. Ces clivages ont considérablement structuré les partis politiques et la compétition électorale en Suisse.
Ces clivages, tant traditionnels que contemporains, ont des racines profondément ancrées dans l'histoire sociale et politique. Certains, comme le clivage de classe et le clivage ville-campagne, sont liés au processus d'industrialisation. Par exemple, le clivage de classe reflète les tensions socio-économiques entre les travailleurs et les classes supérieures qui ont émergé lors de la révolution industrielle. De même, le clivage ville-campagne représente les différences entre les zones urbaines, généralement plus progressistes et industrialisées, et les zones rurales, souvent plus conservatrices et agricoles. D'autres clivages, tels que le clivage centre-périphérie (ou linguistique en Suisse) et le clivage religieux, sont liés à la création de l'État-nation. Le clivage centre-périphérie reflète les tentatives du centre politique et économique d'un pays d'homogénéiser et de contrôler les régions périphériques, ce qui peut conduire à des tensions entre ces régions et le centre. Dans le cas de la Suisse, ce clivage est également linguistique, reflétant les différences entre les cantons germanophones, francophones et italophones. Le clivage religieux, quant à lui, est lié aux tensions entre les forces religieuses et laïques au sein de la société. En Suisse, cela se manifeste dans les différences historiques entre les catholiques et les protestants. Ces clivages continuent d'influencer la politique suisse, même si leur importance relative peut varier au fil du temps.
Les clivages traditionnels ont joué un rôle essentiel dans la structuration des systèmes politiques de nombreux pays, y compris la Suisse. Toutefois, il est généralement admis que leur importance a diminué au fil du temps. Prenez, par exemple, le clivage religieux en Suisse. Au XIXème siècle, ce clivage était extrêmement fort, au point qu'il a façonné la formation de la Suisse moderne. La guerre du Sonderbund, qui était en grande partie basée sur des différences religieuses, en est un exemple frappant. Cependant, au fil du XIXème et du XXème siècle, ce clivage religieux a perdu une grande partie de sa force. Le clivage de classe a également connu des transformations significatives. Même si ce clivage est toujours présent, sa formulation et son influence ont évolué au fil du temps.
L'affaiblissement des clivages classiques, souvent qualifié de "pacification", a laissé place à l'émergence de nouveaux clivages dans le paysage politique. Parmi ceux-ci, le clivage matérialiste-postmatérialiste a gagné en importance. Le clivage matérialiste-postmatérialiste a été théorisé par le politologue américain Ronald Inglehart dans les années 1970. Selon Inglehart, ce clivage reflète un changement de valeurs au sein des sociétés occidentales, qui s'est produit au cours des dernières décennies. Les matérialistes tendent à valoriser la sécurité économique et physique, et se concentrent sur les besoins matériels traditionnels comme l'emploi et le revenu. Les postmatérialistes, en revanche, accordent plus d'importance à des questions telles que l'autonomie personnelle, la qualité de vie et les droits de l'homme. L'émergence de ce nouveau clivage ne signifie pas nécessairement que les clivages traditionnels ont disparu. Au contraire, ils coexistent souvent et peuvent interagir de manière complexe, influençant ainsi les préférences politiques et le comportement électoral.
Le clivage matérialiste-postmatérialiste, qui a été reconnu dans les années 1980 et 1990, est souvent attribué à un renouvellement générationnel. Plus spécifiquement, ce clivage est lié aux expériences distinctes des générations nées après la Seconde Guerre mondiale par rapport à celles nées avant. Ces générations d'après-guerre ont vécu dans une ère de paix relative et ont connu des niveaux d'éducation sans précédent. Ces conditions ont contribué à l'émancipation de la société et ont favorisé l'émergence de ce qu'on appelle des valeurs postmatérialistes. Contrairement aux valeurs matérialistes, qui privilégient la sécurité économique et physique, les valeurs postmatérialistes mettent l'accent sur l'épanouissement personnel et la réalisation de soi. Elles favorisent également la protection de l'environnement face à la croissance économique. En ce sens, le conflit environnemental est souvent lié à l'émergence de ce clivage matérialiste-postmatérialiste. Ces nouvelles priorités ont contribué à redéfinir le paysage politique, avec une attention accrue portée aux questions d'environnement, de droits de l'homme et de liberté individuelle.
Le conflit environnemental est souvent associé à l'émergence du clivage matérialiste-postmatérialiste. Ce clivage politique met en opposition deux groupes de personnes ayant des valeurs et des priorités différentes. D'une part, le groupe des matérialistes, qui mettent l'accent sur des préoccupations économiques et matérielles, tels que la croissance économique, la sécurité de l'emploi et la stabilité économique. Ces individus tendent à donner la priorité à la croissance économique, même si cela peut avoir des conséquences néfastes sur l'environnement. D'autre part, le groupe des postmatérialistes, qui valorisent davantage des préoccupations telles que la qualité de vie, l'autonomie personnelle et les droits de l'homme. Ils ont tendance à être plus préoccupés par des questions environnementales et sont plus susceptibles de soutenir des politiques de protection de l'environnement. Ainsi, le conflit environnemental, opposant les partisans d'une croissance économique continue à ceux qui plaident pour une plus grande attention aux problèmes environnementaux, peut être vu comme une manifestation de ce clivage matérialiste-postmatérialiste.
Le clivage entre ouverture et tradition est une autre dynamique politique émergente, parfois également nommée "intégration-démarcation" ou "modernisation-tradition". Ce clivage est devenu de plus en plus prégnant dans la politique suisse à partir des années 1980 et 1990, et a encore gagné en importance au cours des années 2000 et 2010. D'un côté de ce clivage, on trouve les groupes favorables à l'ouverture internationale, à la solidarité et à la modernisation de la société. Ces groupes sont généralement enclins à soutenir l'intégration de la Suisse dans des structures supranationales comme l'Union Européenne, et à favoriser des politiques progressistes sur des questions comme l'immigration, l'égalité des droits ou l'environnement. De l'autre côté du clivage, on trouve les groupes qui privilégient la défense des traditions, l'indépendance de la Suisse et qui s'opposent à une plus grande intégration avec l'Union Européenne. Ces groupes ont tendance à être plus conservateurs, à favoriser la souveraineté nationale et à s'opposer à des changements rapides dans des domaines comme la politique d'immigration ou les normes sociales. C'est donc un clivage qui traduit une opposition de valeurs sur des questions clés de la politique suisse, avec une dimension normative importante : il concerne les conceptions divergentes de ce que devrait être la Suisse et de la direction que le pays devrait prendre à l'avenir.
Le clivage ouverture-tradition a aussi des racines sociostructurelles. Il est parfois interprété en termes de "gagnants" et de "perdants" de la modernisation et de la mondialisation. Cette perspective analyse le clivage non seulement en termes de valeurs, mais aussi en termes de caractéristiques sociologiques individuelles des personnes qui soutiennent ces valeurs. D'un côté, les "gagnants" sont généralement ceux qui bénéficient de l'ouverture internationale, de la modernisation et de la mondialisation. Ils sont souvent plus éduqués, plus riches, plus jeunes et vivent dans des zones urbaines. Ces individus sont plus enclins à soutenir des politiques d'ouverture, de modernisation et d'intégration internationale. De l'autre côté, les "perdants" sont ceux qui se sentent menacés ou désavantagés par ces changements. Ils ont tendance à être moins éduqués, plus âgés, moins aisés et vivent souvent dans des zones rurales ou périphériques. Ces individus sont plus susceptibles de soutenir des politiques de tradition, d'indépendance nationale et de résistance à la mondialisation et à l'ouverture. Le clivage ouverture-tradition n'est pas seulement une question de valeurs, mais est également lié à des divisions socioéconomiques et géographiques au sein de la société.
Synthèse et Application à la Politique Suisse
Nous avons tout d'abord analysé comment le contexte institutionnel spécifique de la Suisse a une forte influence sur les élections fédérales. Ces élections sont largement façonnées par les traits distinctifs du système institutionnel suisse. Les aspects tels que le système de gouvernement, la démocratie directe, le fédéralisme et le système électoral jouent tous des rôles clés. De plus, l'interaction entre le système électoral et le fédéralisme est particulièrement significative. Ces facteurs ont un impact considérable sur le contexte des élections, affectant non seulement les partis politiques eux-mêmes, mais aussi les électeurs. Ils influencent à la fois l'éventail des partis proposés et la façon dont ces partis évoluent au fil du temps. Cette interaction complexe entre l'environnement institutionnel et le paysage politique a des répercussions sur la dynamique des élections fédérales en Suisse.
Cela pourrait amener à s'interroger sur l'importance des élections fédérales en Suisse, compte tenu de notre discussion précédente suggérant qu'elles pourraient avoir une importance moindre. Une vision traditionnelle suggère que les élections parlementaires en Suisse ont une importance relative, ou du moins, sont moins importantes que dans d'autres contextes. Ce point de vue, bien que toujours partiellement valide, met en avant que les élections parlementaires ont une influence limitée sur la composition du gouvernement en Suisse. De plus, elles sont mises en concurrence avec le mécanisme de la démocratie directe. En outre, la fragmentation du système de partis et le fédéralisme rendent les changements majeurs dans les rapports de force entre les partis moins probables en Suisse.
La nature fragmentée du système de parti en Suisse, combinée à la structure fédéraliste du pays, restreint les chances qu'un parti politique puisse connaître une expansion soudaine et significative à l'échelle nationale. Chaque canton a ses propres spécificités et dynamiques politiques, rendant ainsi difficile pour un seul parti d'obtenir un soutien massif et uniforme à travers tout le pays.
Dans un système fédéraliste comme celui de la Suisse, le pouvoir est réparti entre le gouvernement central et les gouvernements régionaux ou cantonaux. Ce système favorise une pluralité de partis politiques qui peuvent répondre aux spécificités locales de chaque canton. Il en résulte un paysage politique très diversifié et fragmenté, où de nombreux partis sont présents et ont une influence politique, plutôt qu'une concentration du pouvoir politique entre deux ou trois partis majeurs, comme c'est souvent le cas dans les systèmes politiques plus centralisés. Dans ce contexte, un parti politique suisse ne peut pas simplement s'appuyer sur une plateforme politique uniforme pour gagner un soutien significatif à travers tout le pays. Au contraire, il doit être capable de répondre à une multitude de préférences politiques locales et régionales, qui peuvent varier considérablement d'un canton à l'autre. De plus, l'existence de nombreux partis politiques dans le système suisse signifie que les voix sont souvent réparties entre plusieurs partis, plutôt que concentrées autour de quelques-uns. Ainsi, même une petite augmentation du soutien pour un parti donné peut être suffisante pour lui donner une position plus forte au parlement, mais un changement radical dans l'équilibre des forces entre les partis reste peu probable. Cela signifie que, même si un parti gagne en popularité dans certaines régions, il est peu probable qu'il obtienne le même niveau de soutien à travers tout le pays. Cela limite la capacité d'un parti à "grandir tout d'un coup" et à obtenir un soutien massif au niveau national. Il est plus probable qu'un parti qui connaît un gain de popularité voit sa croissance se limiter à certaines régions ou cantons spécifiques. Par conséquent, le système politique suisse favorise une évolution plus lente et plus graduelle des partis politiques, plutôt que des changements rapides et spectaculaires dans le paysage politique.
La vision révisée de l'importance des élections fédérales suisses remet en question l'idée que ces élections sont de moindre importance en raison de la fragmentation du système de parti et du fédéralisme. Cette nouvelle perspective souligne que, bien que les changements politiques majeurs d'une élection à l'autre puissent être rares en Suisse, des évolutions significatives peuvent se produire sur plusieurs cycles électoraux. Un exemple frappant de cela est la montée en puissance de l'Union démocratique du centre (UDC) en Suisse. Le 18 octobre 2015, le parti a remporté une victoire significative en gagnant 3% des voix au niveau national, un exploit qualifié de "raz-de-marée UDC". Bien que 3% puissent sembler un gain mineur dans une seule élection, ce chiffre est significatif dans le contexte des gains progressifs réalisés par l'UDC au fil des ans. En l'espace de vingt ans, l'UDC a plus que doublé sa force électorale, démontrant que des changements majeurs sont possibles en Suisse sur une période plus longue. Cette vision révisée reconnaît donc que, bien que les changements dramatiques d'une élection à l'autre soient peu probables en Suisse, les élections fédérales restent un mécanisme important pour les transformations politiques à plus long terme. Elles ont le potentiel d'influer progressivement sur le paysage politique suisse et de faire évoluer les rapports de force entre les partis politiques. Par conséquent, cette perspective met en évidence l'importance croissante des élections fédérales en Suisse.
La montée en puissance de l'Union Démocratique du Centre (UDC) a effectivement entraîné une augmentation notable de la polarisation dans la politique suisse. Cette polarisation se caractérise par une division idéologique croissante entre l'UDC, située à l'extrême droite du spectre politique, et les partis de gauche. Cette polarisation est marquée par des divergences profondes sur des questions clés telles que l'immigration, l'environnement, l'intégration européenne et la politique économique. En particulier, l'UDC a été à la pointe de l'opposition à l'immigration et à une intégration plus étroite avec l'Union européenne, tandis que les partis de gauche ont tendance à être plus favorables à ces deux thèmes. L'impact de cette polarisation a été particulièrement visible dans le discours politique suisse, avec une rhétorique de plus en plus clivée et des tensions croissantes entre les partis. Cela peut également avoir des implications pour le consensus traditionnel qui a été la marque de la politique suisse, avec une gouvernance basée sur le compromis entre les différents partis. En somme, la montée en puissance de l'UDC et la polarisation croissante de la politique suisse ont ajouté une nouvelle dimension à la politique du pays, rendant les élections fédérales plus importantes et potentiellement plus conflictuelles.
La politique suisse a connu des changements notables en termes de dynamiques partisanes au cours des dernières décennies. Autrefois marquée par une culture du consensus et de la coopération interpartis, la politique suisse s'est progressivement transformée en un espace plus conflictuel et concurrentiel. Cette tendance a été amplifiée par l'ascension de l'UDC et la polarisation accrue entre les partis politiques. La nature plus conflictuelle de la politique suisse est particulièrement visible lors des campagnes électorales, où les partis politiques luttent vigoureusement pour gagner le soutien des électeurs. Par ailleurs, l'activité législative au Parlement est également devenue plus concurrentielle. Les partis politiques sont de plus en plus en désaccord sur diverses questions politiques, ce qui rend le processus d'élaboration des lois plus contesté et politisé. Ainsi, le paysage politique suisse est devenu plus dynamique et conflictuel, augmentant l'importance et l'intérêt des élections parlementaires. Cela a eu pour conséquence de rendre le processus politique plus vivant, mais également potentiellement plus polarisé et divisé.
Les recherches récentes ont mis en évidence un niveau de polarisation étonnamment élevé au sein du système politique suisse. Traditionnellement associée à un modèle de consensus, la politique suisse est désormais caractérisée par une polarisation partisane qui compte parmi les plus fortes en Europe. Au cours des deux dernières décennies, cette polarisation s'est considérablement intensifiée. Les clivages entre les différents partis politiques se sont accentués, créant une tension plus grande sur l'échiquier politique suisse. Cette polarisation accrue peut être attribuée à plusieurs facteurs, notamment la montée de l'UDC et les profonds changements sociopolitiques qui ont remodelé le paysage politique suisse. De plus, l'émergence de nouveaux clivages, comme le clivage entre les valeurs traditionnelles et modernes ou le clivage entre les gagnants et les perdants de la mondialisation, a également contribué à cette polarisation. Alors que la Suisse est souvent perçue comme un pays de consensus et de stabilité politique, ces récents développements soulignent la dynamique changeante de la politique suisse et l'importance croissante de comprendre les facteurs qui alimentent cette polarisation.
Bien que les élections parlementaires en Suisse n'aient généralement pas un impact significatif sur la composition globale du gouvernement, il est désormais reconnu que ces élections peuvent influencer au moins un des sept sièges du gouvernement, et peut-être même deux à l'avenir. Ce phénomène est en partie dû à la dynamique changeante du paysage politique suisse, où un siège au gouvernement peut potentiellement changer de mains en fonction des résultats électoraux. Même si cela ne représente qu'une fraction du gouvernement, cet enjeu augmente néanmoins l'importance des élections parlementaires. En outre, ces élections offrent un baromètre utile des tendances politiques et sociales en Suisse. Elles sont une occasion pour les citoyens d'exprimer leurs opinions et leurs préoccupations, et peuvent ainsi influencer le discours politique et l'orientation des politiques à plus long terme. Ainsi, malgré leur influence limitée sur la composition du gouvernement, les élections parlementaires jouent un rôle essentiel dans la démocratie suisse.
Dans le passé, le fédéralisme suisse donnait une plus grande importance aux enjeux locaux et aux campagnes cantonales lors des élections nationales. Cela était dû à la nature décentralisée du système politique suisse, où chaque canton a sa propre constitution, son propre gouvernement et son propre système juridique. Cependant, nous avons vu ces dernières années une tendance à la nationalisation du système de parti et des élections. Les problèmes et les débats nationaux jouent un rôle de plus en plus important dans les élections parlementaires, même si les spécificités cantonales restent pertinentes. Par conséquent, les élections nationales sont aujourd'hui beaucoup plus représentatives des enjeux à l'échelle nationale qu'elles ne l'étaient il y a vingt ans. Ce mouvement vers une plus grande nationalisation des élections parlementaires a contribué à augmenter leur importance et leur portée. Moins influencées par les particularités cantonales, elles sont désormais plus représentatives de l'état d'esprit politique national, offrant une vision plus claire de la dynamique politique à l'échelle du pays.
Toutes ces tendances - une polarisation politique accrue, une concurrence plus vive entre les partis, l'impact potentiel des élections parlementaires sur la composition du gouvernement, et une nationalisation croissante des élections - ont contribué à augmenter l'importance et l'intérêt des élections parlementaires en Suisse. La polarisation politique a rendu le paysage politique plus dynamique et imprévisible, stimulant l'intérêt du public pour les élections. Par ailleurs, la nationalisation croissante des élections a mis en avant les enjeux nationaux, rendant les élections parlementaires plus pertinentes pour un public plus large. De plus, la possibilité que les résultats des élections parlementaires influencent la composition du gouvernement - même s'il s'agit seulement du sixième ou septième siège - donne aux élections un enjeu supplémentaire. Même si le système politique suisse est conçu pour promouvoir la stabilité et le consensus, ces développements ont contribué à rendre les élections parlementaires plus significatives et plus captivantes pour les électeurs suisses.
Impact des Clivages Politiques sur la Politique Suisse
Ce graphique nous présente la position moyenne de l’électorat des différents partis dans un espace à deux dimensions. Les données sur lesquelles nous nous appuyons sont des données d’enquêtes d’opinion, de sondages réalisés après les élections fédérales.
Les enquêtes post-électorales telles que l'enquête SELECTS (Swiss Election Studies) menée par l'Université de Genève et d'autres institutions universitaires suisses fournissent une précieuse mine d'informations sur l'électorat suisse. Ces enquêtes, réalisées tous les quatre ans, capturent les attitudes, les comportements et les opinions des électeurs après les élections fédérales suisses. En interrogeant un échantillon représentatif de la population suisse, qui peut aller jusqu'à 4000 personnes, ces enquêtes permettent d'obtenir un aperçu détaillé des tendances électorales, de l'évolution des préférences politiques et de l'impact des différents enjeux sur le vote des citoyens. Elles peuvent aider à comprendre comment et pourquoi certaines questions politiques deviennent prépondérantes, comment les attitudes envers les partis politiques changent avec le temps, et comment des facteurs tels que l'âge, le sexe, l'éducation et d'autres caractéristiques socio-démographiques influencent les comportements de vote. Ces données peuvent être utilisées pour analyser une multitude d'aspects de la politique suisse, de la dynamique des partis politiques à l'évolution des clivages politiques, et elles peuvent aider à identifier les facteurs qui contribuent aux changements dans le paysage politique suisse.
Dans l'enquête SELECTS, on demande aux participants de situer leurs préférences politiques sur une échelle de 1 à 6 concernant différentes questions de politique. Ces questions peuvent couvrir un large éventail de sujets, allant de la politique économique à la politique environnementale, en passant par des questions de société plus générales. En demandant aux participants de situer leurs opinions sur cette échelle, les chercheurs peuvent obtenir une mesure quantitative des préférences politiques des électeurs. Cela permet d'analyser les positions politiques des individus de manière plus détaillée et plus précise que ce que permettrait une simple question sur l'appartenance à un parti politique. Par exemple, une personne pourrait se voir poser une question comme: "Dans quelle mesure êtes-vous d'accord avec l'affirmation selon laquelle la Suisse devrait s'ouvrir davantage aux influences internationales?" Sur l'échelle de 1 à 6, 1 pourrait signifier "Pas du tout d'accord" et 6 "Tout à fait d'accord". De cette façon, les chercheurs peuvent obtenir une vision plus nuancée des attitudes politiques des répondants.
Les questions utilisées afin de produire ces deux dimensions, est, pour l’axe horizontal, des questions redistributives classiques que l’on pourrait appeler le clivage gauche – droite économique. Pour l’axe horizontal, la question est de savoir si on est pour une Suisse dans laquelle on augmente les dépenses sociales ou pour une Suisse dans laquelle on réduit les dépenses sociales de la confédération. La deuxième question est de savoir si on est pour une Suisse dans laquelle on augmente l’impôt sur les hauts revenus ou est-on pour une Suisse dans laquelle on diminue l’impôt sur les hauts revenus. Chaque fois, ce sont des préférences de gauche ou de droit et après on calcule la position moyenne des électeurs qui stipule pour quel parti ils ont voté sur cet axe.
Ces deux questions sont classiques pour situer les électeurs sur un axe gauche-droite dans le contexte politique. L'axe horizontal se base sur des questions économiques, qui correspondent traditionnellement au clivage gauche-droite. C'est-à-dire, les préférences pour une redistribution plus ou moins forte des richesses. À une extrémité de l'axe (la gauche), on trouve les personnes qui sont favorables à une augmentation des dépenses sociales et des impôts sur les hauts revenus pour favoriser une répartition plus égalitaire des richesses. À l'autre extrémité (la droite), on trouve les personnes qui souhaitent réduire les dépenses sociales et diminuer les impôts sur les hauts revenus, souvent dans l'objectif de stimuler la croissance économique et l'investissement privé. Quant à l'axe vertical, il peut représenter un autre clivage important dans la politique, tel que le clivage libéral-conservateur sur des questions sociétales ou le clivage ouvert-fermé sur des questions d'immigration et de mondialisation, par exemple. Pour chaque électeur, une moyenne de ses réponses aux questions est calculée pour déterminer sa position sur l'axe gauche-droite. Les électeurs sont ensuite groupés en fonction du parti pour lequel ils ont voté, ce qui permet d'établir une position moyenne pour chaque parti sur l'axe politique.
Idem pour l’axe vertical. Il y a deux questions qui sont derrière la représentation qui est d’abord une question sur les étrangers, à savoir si on est favorable à une Suisse qui donne les mêmes chances aux étrangers et aux suisses ou, est-ce qu’on est favorable à un Suisse qui favorise les suisses sur une échelle de 1 à 6. La deuxième question est de savoir si on est favorable à une Suisse qui adhère à l’Union européenne ou à une Suisse qui fait cavalier seul. La question concernant l'égalité des chances pour les Suisses et les étrangers aborde les attitudes envers l'immigration et l'intégration. Les personnes qui sont plus favorables à une égalité des chances peuvent être considérées comme ayant des valeurs plus cosmopolites ou universalistes, tandis que celles qui favorisent les Suisses peuvent être considérées comme ayant des valeurs plus nationalistes ou ethnocentriques. La question concernant l'adhésion à l'Union européenne aborde les attitudes envers la globalisation et l'intégration européenne. Les personnes favorables à l'adhésion peuvent être considérées comme ayant une attitude plus ouverte envers la globalisation et l'intégration internationale, tandis que celles favorisant une Suisse "cavalier seul" peuvent être considérées comme ayant une attitude plus fermée, favorisant l'indépendance et la souveraineté nationale. Ainsi, l'axe vertical permet de situer les électeurs sur un clivage entre ouverture/intégration et tradition/indépendance. Comme pour l'axe horizontal, une moyenne des réponses de chaque électeur à ces questions est calculée pour déterminer sa position sur l'axe, et ces positions sont ensuite regroupées par parti politique.
C'est correct. Sur l'axe horizontal, la gauche économique tend à soutenir un rôle plus fort pour l'État dans l'économie, notamment en matière de redistribution des richesses et de fourniture de services publics, tandis que la droite économique tend à favoriser une approche de libre marché avec moins d'intervention de l'État. L'axe vertical, quant à lui, représente un clivage basé sur les attitudes envers le changement social et culturel et la globalisation. Le pôle supérieur (ouverture) représente des valeurs progressistes, cosmopolites et pro-globalisation, tandis que le pôle inférieur (tradition) représente des valeurs conservatrices, nationalistes et une préférence pour l'autonomie et la souveraineté nationale. Ces deux axes permettent de cartographier une grande variété de positions politiques et de comprendre les divisions principales parmi les électeurs et les partis politiques.
Apparaît la position moyenne des différents électorats de partis en 1995 et en 2011. On voit qu’il y a un électorat de gauche en haut à gauche avec le Parti socialiste et les Verts, un électorat UDC en bas à droite et au milieu l’électorat de la droite modérée. Dans une telle représentation, les électeurs du Parti socialiste et des Verts se situeraient en haut à gauche, reflétant leur préférence pour une plus grande intervention de l'État dans l'économie (axe gauche-droite) et leur ouverture sur des questions de globalisation et de changement culturel (axe ouverture-tradition). De même, les électeurs de l'UDC (Union démocratique du centre) seraient situés en bas à droite, reflétant leur penchant pour une économie de marché plus libérale et leurs attitudes plus conservatrices et nationalistes en matière de culture et de globalisation. Les électeurs des partis du centre et de la droite modérée, tels que le Parti libéral-radical et le Parti démocrate-chrétien, se situeraient probablement quelque part au milieu, reflétant une combinaison de vues économiques de droite et d'attitudes plus modérées ou mixtes sur les questions de globalisation et de changement culturel. Il est également intéressant de noter les mouvements des électeurs au fil du temps. Par exemple, si les électeurs d'un parti se déplacent vers la droite ou vers la gauche sur l'axe économique, ou vers le haut ou vers le bas sur l'axe de l'ouverture-tradition, cela pourrait indiquer un changement dans les priorités ou les préoccupations de cet électorat.
Si on trace une droite médiane qui est la droite de régression au milieu des points, apparaît l’axe gauche – droite. La dimension gauche – droite en Suisse est un peu la synthèse de ces deux dimensions avec l’axe gauche – droite économique et le nouvel axe de valeur tradition – ouverture, intégration – démarcation. Les partis ne sont pas alignés parfaitement sur la ligne, mais c’est assez frappant de voir qu’on peut résumer l’information. Dans la plupart des systèmes politiques, l'axe gauche-droite reste une dimension importante pour comprendre les préférences politiques. Dans le cas de la Suisse, cet axe intègre à la fois les questions économiques traditionnelles de gauche-droite (comme l'État contre le marché) et le clivage plus contemporain entre l'ouverture et la tradition. La ligne de régression que vous avez mentionnée représente la tendance générale dans les positions politiques. Bien que tous les partis ne soient pas alignés parfaitement le long de cette ligne, elle donne un bon aperçu de la manière dont les préférences politiques se répartissent dans le paysage politique suisse. Les partis situés en haut à gauche de cette ligne tendent à combiner des préférences de gauche sur l'économie et un soutien à l'ouverture et à l'intégration. De même, les partis situés en bas à droite de cette ligne tendent à combiner des préférences de droite sur l'économie et un soutien à la tradition et à la démarcation. La répartition des partis le long de cet axe aide également à comprendre comment les électeurs peuvent se déplacer entre les partis. Par exemple, un électeur qui est économiquement à gauche mais qui soutient la tradition et la démarcation pourrait se trouver déchiré entre les partis situés en haut à gauche et ceux situés en bas à gauche de cette ligne.
L'Union Démocratique du Centre (UDC) en Suisse se distingue principalement par ses positions sur des questions comme l'intégration européenne, l'immigration, l'asile et la souveraineté nationale. Ces questions sont généralement associées à la dimension d'ouverture versus tradition, ou d'intégration versus démarcation, de l'axe politique. En termes économiques, l'électorat de l'UDC ne se situe pas nécessairement plus à droite que celui du Parti libéral-radical (PLR). Cependant, la position de l'UDC sur la dimension d'ouverture a clairement contribué à son succès électoral. Les électeurs qui valorisent fortement la souveraineté nationale, qui sont sceptiques à l'égard de l'immigration et qui sont opposés à l'intégration européenne sont susceptibles de se sentir attirés par le programme de l'UDC. Ce phénomène n'est pas unique à la Suisse. Dans de nombreux pays, on observe que les partis qui prennent des positions fortes sur des questions liées à l'immigration et à la souveraineté nationale peuvent attirer un soutien significatif, même si leurs positions économiques ne se distinguent pas nécessairement de celles des autres partis de droite.
La réussite électorale de l'UDC peut être largement attribuée à son positionnement distinctif sur les questions d'ouverture, d'intégration européenne, de politique d'asile et de politique d'immigration. Bien que les enjeux économiques soient généralement un aspect important des plateformes politiques, la position de l'UDC sur ces questions ne semble pas être le facteur principal de son succès électoral. L'UDC a réussi à mobiliser une large base d'électeurs en se concentrant sur ces questions de souveraineté et d'identité nationales. Cela est particulièrement vrai dans le contexte des inquiétudes de certains segments de la population suisse concernant la mondialisation, l'immigration et la perte perçue de contrôle sur les affaires nationales. Ce succès de l'UDC souligne l'importance de ces questions pour de nombreux électeurs et illustre comment le clivage entre ouverture et tradition est devenu un axe politique clé en Suisse.
Le recul des préférences d'ouverture parmi les électeurs de presque tous les partis en Suisse entre 1995 et 2011, comme vous l'avez noté, est un phénomène notable. Cela indique un déplacement progressif des attitudes des électeurs vers des positions plus conservatrices sur les questions d'intégration européenne, d'immigration et de souveraineté nationale. Ce changement peut s'expliquer par plusieurs facteurs. D'une part, il peut être attribué à un climat politique changeant, tant au niveau national qu'international, marqué par des préoccupations croissantes concernant les effets de la mondialisation, l'immigration, et une méfiance accrue envers les institutions supra-nationales comme l'Union européenne. D'autre part, les partis politiques eux-mêmes ont peut-être contribué à ce changement en modifiant leurs discours et leurs plateformes pour refléter ces préoccupations. Par exemple, l'UDC a été particulièrement efficace pour articuler un discours en faveur de la souveraineté nationale et contre l'immigration excessive, ce qui a pu influencer le paysage politique suisse dans son ensemble. Finalement, il est également possible que les attitudes des électeurs aient changé à la suite d'événements spécifiques, comme la crise financière de 2008 et la crise des réfugiés de 2015, qui ont pu renforcer les sentiments d'insécurité et de méfiance envers l'intégration européenne. Tout cela démontre la complexité du paysage politique suisse et comment les attitudes et les préférences des électeurs peuvent évoluer au fil du temps en réponse à un large éventail de facteurs.
Ll'axe ouverture-tradition semble jouer un rôle significatif dans la politique suisse contemporaine. Il s'agit d'un clivage politique majeur qui, comme vous l'avez mentionné, remplit trois conditions clés.
- Composante structurelle empirique : Les positions sur cet axe sont en grande partie influencées par des facteurs structurels tels que le niveau d'éducation, l'âge, la situation socio-économique et l'origine ethnique ou nationale.
- Composante normative culturelle : Les valeurs et les croyances des électeurs sont centrales pour déterminer leur position sur l'axe ouverture-tradition. Cela comprend des questions comme l'identité nationale, les attitudes envers la diversité culturelle, l'immigration et l'intégration européenne.
- Composante politique organisationnelle : Les partis politiques et leurs dirigeants utilisent cet axe pour se positionner sur l'échiquier politique, formuler leurs plateformes politiques et mobiliser leurs partisans. Par exemple, l'UDC a adopté une position claire sur l'extrémité "traditionnelle" de l'axe, tandis que des partis comme le Parti socialiste et les Verts se positionnent plutôt du côté de l'ouverture.
En fin de compte, l'existence de cet axe ouverture-tradition souligne l'importance des valeurs culturelles et des identités dans la politique suisse, en plus des questions économiques traditionnelles.
Le fédéralisme suisse crée un paysage politique très diversifié au niveau local. Les cantons ont une autonomie considérable en Suisse, ce qui leur permet de développer leur propre culture politique et leur propre système de partis. En conséquence, les clivages politiques peuvent varier considérablement d'un canton à l'autre. Dans les cantons catholiques, par exemple, les clivages politiques peuvent être influencés par des questions de religion ou de valeurs culturelles. À Genève, un canton urbain avec un large éventail de groupes ethniques et une économie internationale, les enjeux peuvent tourner autour de questions de diversité, d'inclusion sociale, de logement ou d'économie locale. Dans les cantons plus ruraux, les questions liées à l'agriculture, à la gestion des ressources naturelles ou à l'expansion urbaine peuvent être prédominantes. De plus, dans ces cantons, le poids des traditions et l'attachement à une identité locale forte peuvent être des facteurs importants.
Ces systèmes de parti cantonaux, en se superposant, contribuent à la complexité et à la fragmentation du paysage politique national, car les partis doivent naviguer entre différentes coalitions et diverses préférences électorales à travers le pays. Cela signifie que le pouvoir est souvent partagé entre plusieurs partis au niveau national, chacun ayant une base d'électeurs dans différents cantons. En conséquence, le système politique suisse est souvent caractérisé par le consensus et la coalition plutôt que par la domination d'un seul parti. La diversité des systèmes de partis cantonaux reflète également le caractère unique de chaque région, respectant la diversité culturelle, linguistique et économique de la Suisse.
Le système politique suisse est unique en ce sens qu'il représente une grande variété de perspectives régionales. Chaque canton a ses propres préoccupations et priorités politiques, ce qui se reflète dans le paysage politique national. Les partis politiques de Suisse ne sont donc pas des "répliques miniatures" de partis nationaux. Au lieu de cela, ils reflètent les diverses idéologies, préoccupations et priorités de chaque canton, ce qui conduit à un paysage politique national très fragmenté. Cette diversité se retrouve dans les différentes coalitions et alliances politiques qui se forment au niveau national. Cette fragmentation politique a des avantages et des inconvénients. D'une part, elle assure que chaque canton a une voix et qu'il est représenté au niveau national. Cela respecte la diversité culturelle et économique de la Suisse et garantit que les politiques nationales prennent en compte une grande variété de perspectives. D'autre part, cela peut rendre la prise de décisions plus compliquée au niveau national, car il faut parvenir à un consensus entre un grand nombre de partis avec des agendas différents.
Anexos
- Comportement politique (cours)
- Bartolini, Stefano & Mair, Peter (1990). Identity, Competition, and Electoral Availability. Cambridge: Cambridge University Press.
- Bornschier, Simon (2007). Cleavage Politics and the Populist Right. The New Cultural Conflict in Western Europe. Philadelphia: Temple University Press.
- Brunner, Matthias & Sciarini, Pascal (2002). L'opposition ouverture-traditions. In Hug, Simon & Sciarini, Pascal (éds.), Changements de valeurs et nouveaux clivages politiques en Suisse. Paris: L'Harmattan, pp. 29-93.
- Downs, Anthony (1957). An economic theory of democracy. New York: Harper and Row.
- Duverger, Maurice (1951). Les partis politiques. Paris: Seuil
- Inglehart, Ronald (1977). The silent revolution: Changing values and political styles among western publics. Princeton: Princeton University Press.
- Kerr, Henri (1987). The Swiss Party System: Steadfast and Changing. In Daalder, Hans (ed.), Party Systems in Denmark, Austria, Switzerland the Netherlands and Belgium. London: Frances Pinter.
- Kriesi, Hanspeter, et al. (2008). West European politics in the Age of Globalization. Cambridge: Cambridge University Press.
- Lazarsfeld, Paul F., Berelson, Bernard & Gaudet, Hazel (1944). The People's Choice. New York: Columbia University Press.
- Oesch, Daniel & Rennwald, Line (2010). La disparition du vote ouvrier? Le vote de classe et les partis de gauche en Suisse. In Nicolet, Sarah & Sciarini, Pascal (éds.) Le destin électoral de la gauche. Le vote socialiste et vert en Suisse. Genève: Georg, pp. 219-256.
- Sciarini, Pascal (2011). La politique suisse au fil du temps. Genève: Georg.
- Sciarini, Pascal, Ballmer-Cao, Thanh-Huyen & Lachat, Romain (2001). Genre, âge et participation politique: les élections fédérales de 1995 dans le canton de Genève. Revue suisse de science politique 7(3): 83-98.
- Helvetia Historica. “Pourquoi Existe-t-Il Des Demi-Cantons?”, 21 Jan. 2018, .
Referencias
- ↑ Sciarini, P. (2015) Les deux principales causes de la sous-représentation de l'UDC dans les gouvernements cantonaux: un profil trop marqué et des sections insuffisamment établies url: http://www.bochsler.eu/media/sciarini_bochsler_udc05.pdf